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19: Concierto final







–No, alto, esto es turbio... Mikasa, ¿estás segura que se trata de Sasha y Nicolo? ¿No te confundiste?

La pelinegra, tirada en la cama de su mejor amigo, resopló pasando de página. Se habían reunido para estudiar, pero tan pronto como el tema de la noche de chicas salió a colación, como diarrea verbal, Mikasa le había contado todo lo que vio a Armin. El rubio estaba totalmente impresionado y la lección de anatomía 3 había quedado atrás.

–Armin, reacciona, era casi media noche, ¿quién más iba a estar en mi cocina?

–Quizá se metió un asaltante.

–Claro, eso tiene mucho más sentido –habló Mikasa en todo pensativo–. Un asaltante se metió a mi hogar, y en lugar de robar cosas caras, ya sabes, los premios de papá, las joyas de mamá, los instrumentos... cualquier cosa de valor... no, él sedujo a mi mejor amiga y tuvieron sexo sobre el mesón de la cocina, por supuesto, ¿por qué no se me ocurrió? –Soltó la pelinegra con sarcasmo; Armin hizo una mueca.

–Está bien, tienes un punto... aquello suena poco creíble.

– ¿Tú crees? –Rezongó la pelinegra con sarcasmo–. Armin, el chico ha trabajado para mi familia por dos años seguidos, y conozco a Sasha desde el jardín de infantes, no podría confundirlos jamás.

– ¿Y ella sabe que tú sabes?

–No, por supuesto que no, y no te atrevas a decir nada –advirtió Mikasa.

– ¿Por qué? Esto es una noticia realmente loca, merece una intervención.

–Si le dices a Sasha lo que te acabo de contar, sabrá que yo sé –obvió la pelinegra.

– ¿Y qué importa? Somos amigos, es normal, ¿no?

–Armin, me regañará por decirte cosas que ahora sabes que yo sé que ella no sabía que yo sabía.

–Whoa, whoa... espera un momento –Armin frunció el ceño llevándose las manos a la cabeza y Mikasa arqueó una ceja.

– ¿Qué pasó?

–Creo que me acaba de estallar el cerebro.

– ¡Concéntrate! –Reprendió la chica–. Ahora no sé cómo mirar a Nicolo a la cara, ésta mañana ni siquiera pude desayunar por estar pensando que quizá picó mi fruta justo en el lugar donde estuvo el trasero de mi mejor amiga.

–Qué explícita –se quejó Armin impresionado–. En fin, no entiendo el problema, ¿por qué simplemente no hablan de eso? ¿No es el tipo de cosas que se cuentan las chicas?

–Exactamente, ahí está el problema –señaló la pelinegra y el rubio rascó su cabeza–. Armin... ¿no lo entiendes? Ella debería habérmelo contado, pero no lo hizo, porque no confía en mí.

– ¿No confías en ella? –Preguntó el rubio.

– ¿A qué te refieres?

–Me confesaste que no le habías contado lo de Eren y tú, así que tú tampoco...

–Ese no es el punto –refunfuñó la muchacha

– ¿Entonces cuál es el punto? Mikasa no entiendo.

– ¡Que mi mejor amiga y el cocinero de nuestro hogar...!

– ¿Qué? –Interrumpió el rubio–. ¿Vas a tener prejuicios?

–No, ¿qué? ¡Por supuesto que no! No se trata de nada parecido... solo, que nunca me lo imaginé... nunca pensé que ellos dos...

–Eres tan torpe –afirmó Armin y Mikasa lo miró ofendida.

– ¿Qué?

–Por favor, Mikasa, eres la chica más inteligente y boba que conozco –la pelinegra le dio una mala mirada.

–No entiendo de qué estás hablando.

–Exactamente, no entiendes. Por favor Mikasa, Nicolo le ha curado los últimos siete corazones rotos a Sasha con solo comida y atenciones. Siempre está en tu casa, y los dos sabemos que él estaba colado por ella hace mucho tiempo –obvió el rubio mirando a su amiga con incredulidad–. Si hay algo que ame Sasha, es comer. ¿Cómo no se iba a enamorar de quien la engorda? –Preguntó Armin resaltando el texto con su plumón–. ¿Recuerdas hace un año? Sasha tuvo que ir al gimnasio por cuatro horas al menos tres meses después de su corazón roto, por aquel idiota del bar. Nicolo siempre la está alimentando.

–No entiendo –rezongó Mikasa dejando caer su frente sobre su libro; Armin suspiró dramáticamente.

–Sasha ama comida. Nicolo prepara comida para Sasha. Sasha se enamora de quien la alimenta. ¿Entiendes?

– ¡Bueno, ya basta! Tampoco soy idiota –protestó la pelinegra–. Es decir, ¿tú sabías?

–No lo sabía... simplemente... no me sorprende.

Mikasa se quedó en silencio por un largo rato mientras mordisqueaba la parte trasera de su bolígrafo, al final solo suspiró y se encogió de hombros.

–Me hubiera gustado que me dijera.

–Y seguramente a ella le habría encantado que le hablaras sobre Eren, pero últimamente ustedes andan tan alejadas.

– ¿Entonces qué sugieres? –Exigió saber la pelinegra.

– ¡Que vayas corriendo y le exijas respuestas! Claro... sin ser tan... .

– ¿Y cómo soy yo?

–Eres la mamá gritona que juzga. No lo seas por favor, la última relación de Sasha, como las últimas... –Armin contó con sus dedos–. Diez, no salieron bien. Nicolo es un buen sujeto, tú y yo lo sabemos. No hagas que se sienta culpable por lo que está haciendo, ¿bien?

La pelinegra suspiró y cerró su libro antes de asentir.

– ¿Me prestas tu auto?

Armin sonrió y asintió mirándola con ternura.

–Ya sabes dónde están las llaves, y sé buena, ¿bien?

–Por supuesto –aseguró poniéndose en pie, pero el chico le tomó la mano.

–Todavía no me has dicho qué pasó con Annie –acusó el rubio. La pelinegra se encogió de hombros antes de dirigirle una suave sonrisa a su mejor amigo.

–Tu chica es genial.

– ¿Del 1 al 10?

–Iremos de compras la próxima semana, así que creo que sería un 7.

Armin pareció completamente complacido por aquella noticia, así que la dejó ir. Al menos aquella fiesta de pijamas no había resultado un fiasco... no tanto.








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– ¿Mika? ¿Qué haces aquí? –Preguntó Sasha al abrir la puerta apenas para sacar su cabeza.

–Hola mejor amiga, no nos vemos hace una semana y nunca contesto tus llamadas. Qué lindo verte –soltó la pelinegra en tono amargo–. ¡Ya déjame entrar, idiota! –Gruñó Mikasa empujando la puerta, pero Sasha la sostuvo con firmeza.

–Estoy algo ocupada, ¿crees que podemos hablar después?

Mikasa la observó totalmente furiosa. ¿En serio seguiría evitándola? Sin poder contener su mal genio, abrió la puerta de una patada. No se sorprendió en absoluto al ver allí en el sofá a Nicolo, aunque el rubio sí pareció aterrado.

–Señorita Ackerman –saludó palideciendo.

–Mikasa no es lo que crees...

– ¿Entonces Nicolo no está en tu casa en su día libre y no están teniendo una cita a escondidas? –Sonsacó Mikasa con voz irritada.

–Bueno, sí es lo que crees, pero te lo puedo explicar. De hecho, me gustaría...

–Yo voy al baño –habló el rubio, pero Mikasa le dio una mala mirada.

–Ni siquiera te atrevas –advirtió.

– ¿Estás molesta? –Quiso saber Sasha en un hilito de voz.

– ¡Por supuesto que sí! ¡Estoy furiosa!

–Señorita Ackerman, le juro que yo no quería ser inmoral o poco profesional, yo...

– ¡No me molesta que sean novios! ¡Me enfurece que no me lo hayan dicho antes! –Gruñó Mikasa pateando el suelo mientras se cruzaba de brazos–. Y me molestó aún más tener que enterarme observándolos tener sexo en mi cocina.

Los dos jóvenes se sonrojaron profundamente y fue Nicolo quien habló.

–Señorita, ¿usted nos vio?

– ¡Por supuesto que los vi! Espero que hayas limpiado bien ese lugar –gruñó Mikasa.

–Sí, sí, lo juro, pero, ¿por qué no nos dijo nada?

–Oh, no sé, parecía que estaban muy entretenidos, no quería interrumpirlos –espetó furiosa–. ¿Desde hace cuánto ustedes...?

–Bueno... –Sasha parecía incómoda–. ¿Recuerdas la noche en la que fuiste a un concierto de Eren? Ya sabes... cuando yo me quedé en tu habitación en tu lugar.

– ¿¡Desde entonces!? –Preguntó Mikasa incrédula.

–Yo... dejé mi teléfono en la casa –explicó Nicolo–. Y cuando me devolví, Sasha estaba rebuscando en el refrigerador.

– ¿¡Saliste de la habitación!? ¿¡Saliste!? –Mikasa revolvió su cabello–. ¿¡Y qué si mi hermano se hubiera devuelto y te hubiera visto!? ¡Me habría pillado!

– ¡Igual te pilló! –Señaló Sasha.

–Sí, pero me hubiera pillado por tu culpa y eso es diferente.

Sasha rodó los ojos.

–Mikasa...

–No, no me importa la historia detrás, se supone que somos las mejores amigas, pero no confiaste en mí para decirme que estabas saliendo con Nicolo –acusó Mikasa.

– ¿Le molesta, señorita Ackerman?

– ¡No me molesta que estén juntos! –Mikasa pisó fuerte revolviendo su cabello–. ¡Y de hecho me alegra! Nicolo... no puedo pensar en una persona más perfecta para estar con mi mejor amiga, sé que eres un buen sujeto y que no lo vas a lastimar como todos los idiotas con los que ella ha salido, pero Sasha... –la pelinegra le lanzó una mala mirada a la mencionada–. Creí que nos contábamos todo.

–Tú no me contaste cuando tú Eren...

– ¡Sí, claro que no lo hice! –Gritó Mikasa furiosa–. ¡Porqué cuando intentaba llamarte no respondías! ¡Me estabas evitando! ¡Preferiste evitarme en vez de decirme lo que estaba pasando!

– ¡Creí que te molestaría! Creí que porque era tu cocinero...

Mikasa retrocedió como si su mejor amiga le hubiera dado una bofetada; negó y alzó una mano.

–Espera un momento, ¿me estás llamando prejuiciosa?

Sasha hizo una mueca, arrepintiéndose inmediatamente de sus palabras.

–Bueno no, Mika...

–Pero si crees que te iba a juzgar porque estás saliendo con Nicolo, no me conoces en lo absoluto y no tengo nada más que hablar contigo –determinó la pelinegra con molestia.

–Mika...

–No, olvídalo, fue un error venir, por favor disfruten su cita. Yo tengo que irme –rezongó la chica saliendo de aquel lugar sintiéndose dolida.

¿Por qué demonios su amiga la tachaba de prejuiciosa?







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–Dime... ¿parezco alguien prejuicioso? –Preguntó Mikasa en medio de un susurro.

–Si fueras prejuiciosa, no estarías saliendo con Eren, en primer lugar –musitó la rubia rodando los ojos–. Ni siquiera vendrías a este basurero. Pareces una niña mimada y ricachona... algo presumida y demasiado cerebrito para mi gusto. Estás loca, definitivamente... pero no prejuiciosa.

–Entonces... ¿estoy siendo muy dura?

–Algo –admitió la rubia haciendo girar sus baquetas entre sus dedos–. Pero creo que, si estuviera en tu lugar, también me molestaría, ¿no se conocen de toda la vida? Creo que Sasha tuvo que haber confiado más en ti, no sé, decirte lo que estaba ocurriendo.

–Yo jamás me hubiera molestado porque estuviera saliendo con Nicolo –rezongó Mikasa abrazando sus piernas–. Y, de hecho, él me agrada y mucho. ¿Por qué no confió en mí?

–Mikasa, no te digo que no te molestes, y entiendo que lo hagas –señaló Annie suspirando mientras detenía sus movimientos–. Pero quizá tenía miedo... y no por tu reacción. Quizá fue... bueno, ¿no me has dicho que todas sus relaciones han fracasado? Tal vez tenía miedo de que ésta también lo hiciera. Y el chico trabaja para ti, tal vez solo estaba esperando a ver qué sucedía. No la juzgues tan fuerte, esa chica ha pasado por mucho –afirmó la rubia–. Claro, fracasa en el amor porque es una idiota y siempre toma malas decisiones, pero ha pasado por demasiado. Y ha perdido demasiados chicos, no permitas que también pierda a su mejor amiga por una pelea tonta.

La pelinegra suspiró reflexionando sobre las palabras de aquella rubia.

–Sí, sí, creo que tienes toda la razón, pero estoy tan enojada...

–No te preocupes, seguro podrán arreglar las cosas –animó la rubia dándole una suave sonrisa a Mikasa; la pelinegra suspiró pesadamente recostándose en el sofá.

–Bueno, sí ya dejaron la charla de chicas, ¿me devuelves a mi novia? –Rezongó Eren tomando a Mikasa por el brazo para ponerla en pie y abrazarla celosamente contra el pecho–. Te recuerdo que ella es mía –gruñó acariciándole el cabello a la chica.

Annie rodó los ojos.

–No te preocupes, me gustan rubios –afirmó dirigiéndole una sonrisa llena de picardía a Armin, que se sonrojó, pero se acercó a su novia para plantarle suave beso en los labios; Reiner chasqueó la lengua e hizo un sonido similar al de una arcada.

–Chicos ya conocen las reglas, delante de mí, por favor nada de intercambio de saliva, es asqueroso ver a mi hermanita besando a un chico.

– ¿Preferirías que besara a una chica? –Preguntó la rubia en tono jocoso.

–Eso sería sexy –afirmó Connie con diversión y Mikasa le dirigió una mala mirada.

– ¡Qué cerdo sexista sonó eso!

–Déjalo angelito, está amargado. Lo más cercano que tiene a una novia, es Reiner.

– ¡Oye yo tengo novia! –Rezongó Reiner frunciendo el ceño–. El problema es que mi novia también tiene una.

– ¿Qué? –Indagó la pelinegra totalmente confundida.

–Está loco por Historia –aclaró Eren rodando los ojos–. Pero como sabrás...

–Eso es mala suerte...

–Eso es ser estúpido –se quejó Armin–. Ya te he dicho que renuncies a ella y busques a una chica que... bueno, le gusten los hombres.

–Le gusten los idiotas, querrás decir –corrigió Annie; Eren alejó a Mikasa del grupo antes de que comenzaran a discutir entre ellos nuevamente.

– ¿Qué tanto hablabas con Annie? –Inquirió Eren una vez la llevó a la parte más alejada del camerino para tener algo más de privacidad.

–Me estaba dando algunos consejos de chicas, nada importante –aseguró la pelinegra acariciándole el pecho a su novio.

–Entiendo... me alegra que se estén llevando bien, pero recuerda que viniste a verme a mí, no a ella.

–Eren Jaeger, ¿estás celoso? –Escudriñó la pelinegra.

–Por supuesto que sí, estoy celoso de cualquier persona que no sea yo y tenga tu atención –rezongó el castaño tomando a su novia por la cintura–. Demonios, toda la semana estuve ocupado y apenas he tenido tiempo para mi chica. Si no es mi nuevo trabajo, son tus exámenes. Cuando tengo ensayo de la banda, tú tienes que estudiar. Y el martes Zeke y yo esperábamos que pasaras el rato con nosotros... hasta Nanaba preguntó por ti –se quejó el ojiverde–. Te extraño mi amor, ¿crees que podamos ir hoy a tu casa y...?

– ¡Eren idiota ya nos llamaron! –Reprendió Connie–. Lo siento Mikasa, pero seguirán con el manoseo después, ahora tenemos que ir al escenario.

Eren lanzó un suave un improperio y su novia se carcajeó con suavidad.

–Ve a ser una súper estrella, todo estará bien... y... claro que podemos ir a casa después.

El castaño sonrió emocionado y tras tomarla del mentón para darle un profundo beso, se alejó un paso.

–Solo necesitaba inspiración, recuerda que tú eres mi musa –señaló antes de seguir a sus compañeros hasta el escenario.

Mikasa los escuchó tras bambalinas. Sonaron tan bien como siempre, el público estaba enloquecido, pero justamente cuando el concierto estaba a punto de acabar, Armin agarró bruscamente a Mikasa del brazo y la arrastró hasta una esquina, escondidos en el escenario donde podían ver el público.

– ¿Qué demonios...?

–Cállate –ordenó Armin–. ¿Ese no es tu padre? –Preguntó Armin frunciendo el ceño.

– ¿Qué? –Mikasa observó atentamente el público, en un principio no lo encontró, pero después de un rato de buscarlo con la mirada, sí, efectivamente allí estaba, el hombre conversaba con Erwin en una esquina algo alejada del escenario–. ¿Qué hace aquí?

–No lo sé, creí que tú tendrías esa respuesta.

–Yo ni siquiera sabía que vendría –señaló Mikasa, quien no dejaba de verlos.

Una vez el concierto acabó, su padre le palmeó el hombro a Erwin, quien asintió y le sonrió de forma amistosa. Para sorpresa de Mikasa, su padre se acercó al escenario. Los chicos, que aún no salían de la tarima, se sorprendieron al ver al hombre allí. Los ojos de Eren se encontraron con los de Mikasa y una pregunta silenciosa brillaba en ellos. "¿Qué hace tu padre aquí?"; la muchacha solo atinó a encogerse de hombros mientras su padre tomaba el micrófono.

– ¡Buenas noches chicos de Paradise! ¡Espero que se estén divirtiendo! –El público gritó y Axel sonrió de forma encantadora–. Tranquilos, tranquilos, esta noche no he venido a presentarme, no tienen tanta suerte –soltó con egocentrismo y Mikasa rodó los ojos–. Todo lo contrario, lamento darles una noticia muy triste, pero éste es el último concierto que habrá de Shingeki no Kyojin aquí.

– ¡Demonios! ¿Es que acaso tu padre convenció a Erwin para que los despidiera? –Preguntó Armin asombrado; Mikasa tampoco entendía porque su padre decía aquello.

Los miembros de la banda también resultaron sorprendidos. ¿Por qué nadie les había avisado nada? El público respondió con abucheos y claros sonidos de disgusto.

–Lo siento chicos, sé que son geniales –continuó su padre–. Pero como muchos de ustedes sabrán, mi banda está de gira y necesito alguien que haga la apertura, así que lamento informarles a los clientes frecuentes de Paradise, que Shingeki no Kyojin se irá cinco semanas completas por todo el país con Rose&Sina.

Todo el bar estalló en fuertes aplausos y vítores emocionados. Connie y Reiner gritaron y se abrazaron, Annie abrió los ojos de golpe y Mikasa estuvo segura que la rubia parecía a punto de echarse a llorar.

Eren...

Eren, por otro lado, se había quedado en completo shock. Mikasa lo observó preocupada y corrió a su lado sin pensarlo. El ojiverde pareció salir de su aletargo y le sonrío abiertamente mientras la tomaba de la cintura para alzarla y darle un fuerte y apasionado beso. La chica suspiró contra sus labios, permitiendo que la arrastrara fuera del escenario.

– ¿¡Tú lo sabías!? –Preguntó Eren una vez entraron en el camerino, mientras el resto de la banda celebraba en el bar; Mikasa negó.

–Te juro que no, te habría dicho algo.

– ¡Demonios! ¡Cinco semanas viajando con Rose&Sina por el país! ¡Eso es...! –La sonrisa de Eren desapareció–. Eso es imposible.

–Ya sé que parece algo imposible, pero...

–No... Mikasa, es imposible. ¿Qué voy a hacer con Zeke? –Preguntó Eren frustrado.

– ¿De qué hablas? Su madre lo puede cuidar, y está Nanaba, ellas pueden...

–No, Mikasa, no entiendes, él me necesita, yo no puedo...

–Eren, esto es una oportunidad única –señaló la pelinegra.

–Mika... amor, no puedo... si él no me ve...

–Eren, no puedes desperdiciar esta oportunidad.

–Pero él me necesita...

–Él estará bien, tiene a su madre y Nanaba estará para él, ¿qué más necesita?

– ¡Me necesita a mí! Mikasa, no... no creo que pueda...

– ¡Demonios Eren! No pienso dejar que desperdicies esta oportunidad –Determinó Mikasa–. Sé que puede ser difícil, pero, mi amor –la pelinegra le tomó el rostro entre las manos–. Esto es una oportunidad única, no puedes desperdiciarla.

– ¿Y si le da alguna crisis?

–Entonces voy a estar ahí para él. Nanaba y yo nos vamos a encargar de Zeke –aseguró la chica–. ¿Lo harás por mí? Quiero que lo hagas.

–Son cinco semanas sin verte –refunfuñó Eren.

–Te llamaré a diario.

–Pero...

–Basta de excusas. Lo harás –Mikasa lo miró con seriedad–. No quiero presumir, pero entrarás al mundo del espectáculo de mano de mi padre. Y eso no cualquiera lo puede hacer.

Eren suspiró y abrazó a su novia antes de besarla con necesidad.

– ¿Lo cuidarás? –Preguntó el ojiverde escondiendo su rostro en el cuello de su novia.

–Con mi vida.

–Tengo miedo...

–Todo va a estar bien, pero Eren, tu momento llegó y no puedes dejarlo escapar.

El castaño suspiró y asintió, pero antes de besar nuevamente a su novia con necesidad, Axel se acercó a ellos.

–Chicos, no me molesta que hagan sus cosas, pero... –les lanzó una mirada radiante–. Creo que es hora de festejar.



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