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17: Cena






–Eren... ¿pero qué te...? –El rubio tomó una bocanada de aire mientras se hacía a un lado y le permitía entrar a la casa–. No le gustó mucho que limpiaras su desorden, ¿verdad?

– ¿Tú crees? –Inquirió el castaño haciendo una mueca–. Lamento venir tan temprano... pero fui a trabajar y me despidieron. Creo que Dimo estaba harto de que llegara al trabajo con el rostro hecho trizas.

–Dimo es un imbécil... aunque en su defensa tu cara bonita es lo que atraía a las chicas muchas veces a la cafetería... supongo que con el ojo morado y el labio partido todas las semanas no le sirves mucho.

–No son todas las semanas... hace casi un mes no me golpeaba –rezongó tirándose en el sofá.

–Eren...

–Bueno, es mejor estar así y que Zeke esté bien... casi.

– ¿Nuevamente le dio un ataque nervioso?

–Esta vez logré encerrarlo en su habitación... pero cuando me vio al día siguiente comenzó a llorar –admitió Eren atormentado.

–Ya te lo dije, tu hermano se da cuenta de las palizas que te da su madre. Mentalmente es un niño, no un estúpido –señaló el rubio sentándose junto a su mejor amigo para revisarle las heridas.

–Bueno, si se va a desquitar con alguien, prefiero que sea conmigo.

–Eres, sé que te lo he dicho muchas veces y la respuesta sigue siendo la misma, pero...

–No –cortó en seco el castaño.

–Eren entiende, a este paso esa mujer te va a matar –reprendió Armin desesperado.

–Dina es inofensiva...

– ¿¡Inofensiva!? ¿¡Te viste a un espejo!?

Claro que lo había hecho, cuando se realizó la curación. Traía el labio inferior roto, el ojo izquierdo morado, la mejilla derecha estaba roja e inflamada. Tenía unos horribles cardenales en los costados y golpes en los brazos.

–Está bien... en su defensa, no debí dejar el atizador de la chimenea donde ella pudiera verlo.

–No te atrevas a justificarla. ¡Te ves del asco y mañana tienes una cena con los padres de Mikasa! ¿¡Qué les vas a decir!? ¿¡Nuevamente te excusarás diciendo que te metiste en una riña!? No creo que le des muy buena impresión a los señores A si dices eso, muchísimo menos a Levi, y ya sabes que no eres su persona favorita.

–De hecho... estaba pensando en cancelar...

– ¡Ni se te ocurra! Ayer en la mañana Mikasa estuvo parloteando de lo emocionada que está porque su padre te conozca. Por supuesto, tiene miedo de que el señor A se comporte raro... y es probable que lo haga, pero Eren, si no vas, la lastimarás, y ya lo has hecho demasiado.

– ¿¡Entonces qué quieres que haga!? –Preguntó Eren totalmente frustrado.

– ¡Dile la verdad y salte de una maldita vez de esa casa! –Exigió el rubio.

– ¡No lo haré! ¡No pienso dejar a Zeke solo!

– ¡Entonces tráelo contigo! –Armin suspiró enterrando su rostro entre sus manos–. Mira Eren, tú sabes que yo adoro a Zeke y la casa es suficientemente grande para los tres. Por favor...

–No, ya sabes que la última vez que lo intenté estuve detenido casi dos meses por secuestro. Dina me lo dejó muy claro, no permitirá que aleje a Zeke de su lado.

– ¿A Zeke o el dinero que le dan por la herencia de tu padre? –Eren le dio una mirada significativa y Armin alzó las manos–. Está bien, está bien, lo entiendo, pero, ¿qué harás ahora?

–No lo sé, necesito trabajo urgente y tengo que comprar la medicina de Zeke, ya sabes que Dina no me da un solo centavo para eso, además, ya sabes, está Pieck y... –Armin inmediatamente se llevó las manos al bolsillo trasero; Eren le tiró un cojín–. ¡Ni siquiera te atrevas!

–Es solo un préstamo...

–No, Armin. Yo... creo que venderé mi guitarra...

– ¡No te atrevas Eren! Te la regaló tu madre, ¿qué te pasa idiota?

–Ya sé, pero...

– ¡Recíbeme el dinero! –Exigió el rubio.

– ¡No lo haré!

– ¡Eren Jaeger eres mi mejor amigo! No, de hecho, no, eres mi hermano, lo que convierte a Zeke también en mi hermano. Si no me quieres ofender, recibirás el dinero, no vas a vender la guitarra que te dio Carla. Además, ya tienes un compromiso con Erwin, si vendes tu guitarra, ¿cómo demonios piensas presentarte? Y necesitas el dinero que les dan por los toques. Pieck y Gabi lo necesitan.

–Yo lo buscaré de otra forma...

– ¡Eren! –Armin sacó su billetera y le tendió un par de billetes. Eren negó, pero el rubio, enfurecido, le tomó bruscamente la mano y depositó allí lo que había sacado de su billetera–. Ve a comprar la medicina, dale algo de dinero a Pieck para la colegiatura de Gabi, encárgate de todo lo que necesites, y si hace falta algo, yo me encargo.

– ¿Me acompañarás?

–De hecho...

– ¡Armin, cariño! –Se escuchó una voz canturrear al tiempo que alguien bajaba las escaleras.

El rubio palideció al tiempo que Eren observaba como aquella rubia bajaba las escaleras apenas cubierta por una de las camisas de su mejor amigo. Al notar la presencia de él, se sonrojó profundamente, deteniéndose en las escaleras. El castaño se mordió el labio para no soltar una fuerte carcajada. Gran error. La herida se abrió, causándole una punzada de dolor; eso no lo detuvo a reírse roncamente.

–Entiendo –señaló el ojiverde poniéndose en pie–. Te pagaré el dinero, lo juro.

–Eren, no es necesario.

–Sí lo es, y lo haré. En fin, los dejó para que se diviertan, por favor, utilicen protección, lo menos que Mikasa necesita es otro sobrinito.

Armin lanzó un fuerte improperio tirándole un cojín a Eren, pero éste lo esquivó con gran habilidad mientras se dirigía hacia la puerta antes de salir del lugar, dejando a los dos rubios completamente avergonzados.








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–Eren... yo entiendo que los músicos son... particulares y... excéntricos, pero... ¿acaso te maquillaste? –Preguntó Mikasa sorprendida; el ojiverde se fijó en su mejor amigo, observándolo furioso.

– ¡Te dije que se notaría!

–Oye fue Historia la que te maquilló, no es mi culpa –se defendió Armin.

– ¿Qué? ¿Por qué te maquillaste?

–Yo... voy a saludar al señor A, los espero adentro –se excusó Armin antes de huir al interior del domicilio de los Ackerman; la pelinegra observó a su novio con preocupación.

– ¿Eren...?

–Estoy bien, solo... tuve una discusión con un cliente que no quería pagar... era un ladrón, así que le exigí que saldara su deuda, pero no quiso. Una cosa llegó a la otra y terminamos peleándonos. Lo siento, sé que esta noche es especial y lo arruiné.

–Eso no me importa –la pelinegra le retiró los lentes oscuros a su novio. Tenía el ojo un poco morado, se notaba qué Historia había intentado maquillarlo, pero su rostro aún estaba hinchado–. ¿Te lastimaron mucho?

–No te preocupes mi angelito, estoy bien, solo fue una pelea tonta.

–Supongo que te metiste en grandes problemas en el trabajo –adivinó la pelinegra.

–De hecho, me despidieron... estoy intentando buscar un nuevo lugar.

– ¿Necesitas ayuda? Quizá papá....

–No, yo me encargo, no te preocupes amor –Eren le rodeó la cintura a su novia con los brazos–. Yo conseguiré algo pronto.

–Está bien, pero... si crees que yo pueda ser útil en algo... –Mikasa se puso de puntitas para besarle suavemente los labios, sin embargo, sintió un delicado sabor a cereza que la hizo arquear una ceja–. ¿Llevas labial?

–Historia dijo que me cubriría el golpe.

Mikasa soltó una carcajada mientras negaba.

–Vamos lavarte la cara, no quiero que papá te vea así, eres un desastre –señaló burlona.

–En cambio tú te ves preciosa –afirmó Eren abrazando a su novia contra su pecho.

Mikasa se sonrojó completamente. Aquella noche llevaba un largo vestido con corte de sirena y hombros caídos, la ajustada tela resaltaba las curvas de su cuerpo y el color rojizo hacía que su piel pálida reluciera de forma adorable. Su corto cabello estaba perfectamente peinado y las joyas en color plata la hacían ver elegante y totalmente hermosa.

–Tú también te ves maravilloso, mi amor –aseguró Mikasa acomodándole la corbata.

Eren lleva un sencillo traje en tono negro que resaltaba el precioso color verde de sus ojos, su cabello estaba perfectamente recogido y desprendía un delicado aroma a perfume con unos toques frescos que la fascinaban.

Sin que sus padres se dieran cuenta, Mikasa llevó a Eren a su habitación para quitarle todo el maquillaje que Historia le había aplicado. Entendió inmediatamente por qué lo había hecho en primer lugar.

Los cardenales en el rostro de Eren la dejaron sumamente preocupada, su labio roto y su ceja levemente abierta tampoco lucía muy bien.

–Te juro que no es tan malo como se ve. Estoy bien –aseguró el chico al notar como su novia palidecía.

– ¿Seguro? Eren, se ve bastante mal, ¿fuiste al hospital?

–No te preocupes mi amor –repitió Eren–. Estaré bien si me cuidas.

–Por supuesto que te cuidaré, siempre –Mikasa besó a su novio con suma delicadeza, no queriendo lastimarle el labio, pero Eren la necesitaba cerca después de todo lo que había pasado, ella era la única capaz de darle la fuerza suficiente para soportar todo aquello.

Tomándola por la nuca, la acercó hacia él para besarla con urgencia, sus manos le recorrieron los costados mientras Mikasa lo abrazaba contra su cuerpo.

–Mocosos –gruño Levi apoyado en el umbral de la puerta de la habitación de Mikasa–. No sean maleducados, los están esperando abajo, papá quiere conocerlo.

– ¿Ya llegó ella? –Preguntó Mikasa recostada en el pecho de Eren mientras éste la mecía entre sus brazos.

–Me dijo que estaba a una calle –respondió Levi.

– ¿Estás seguro que les quieres decir hoy?

–Tarde o temprano se van a enterar... y quizá ver a tu noviecito... –Levi se paralizó al fijarse en él, específicamente en los golpes que tenía en el rostro; el pelinegro se pasó bruscamente la mano por la cara–. Mierda... esta noche será un desastre –rezongó molesto; Eren lo ignoró y se fijó en su novia.

– ¿Quién vendrá?

– ¿Te acuerdas que prometí decirles a Armin y a ti quién era la mujer que mi hermano había embarazado? –Preguntó la chica y Eren asintió–. Pues hoy vendrá y se lo dirán a mis padres.

–Bueno, espero que al menos eso desvíe la atención un poco de mí.

Mikasa rodó los ojos antes de lanzarle una mirada llena de exasperación.

–No te preocupes, papá te adorará.






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La cena transcurría de forma bastante incómoda, la mirada de los padres de Mikasa se desviaba desde el rostro golpeado de Eren, hasta el ya notable vientre abultado de Hange, no era muy grande, pero para una mujer tan atlética como aquella, que siempre había tenido una complexión delgada, no era fácil esconder.

–Axel, tarde o temprano tienes que decir algo amor –habló por fin Bianca, rompiendo el silencio incómodo mientras los cubiertos sonaban suavemente en un chocar al tiempo que todos consumían los alimentos que Nicolo había preparado aquella noche.

–Lo sé... ay mi hermosa familia, nunca me aburro con ustedes.

–Axel...

–Lo sé... –el hombre señaló a Eren y luego a Hange varias veces, intentando determinar quién merecía primero su atención, al final se enfocó en la joven que miraba fijamente su plato ahora ya vacío–. Está bien... tengo curiosidad, cariño, ¿tú no ibas a llegar hasta dentro de seis meses?

–Sí... –habló Hange sonriendo abiertamente–. Pero pude graduarme con antelación.

–No me sorprende cariño, siempre has sido tan lista –señaló Bianca observando con ternura a la novia del mayor de sus hijos.

Al fin y al cabo, en el pasado ellas habían sido muy buenas amigas. Hange había sido la única novia de Levi, sin contar a Petra, y no la contaban, ya que solo Mikasa y Hange sabían sobre su existencia. Hange y Levi se habían conocido en la secundaria, y desde entonces hasta graduarse de la preparatoria, ellos dos habían sido inseparables. La única razón para poner en pausa su relación fue la meritoria beca que se había ganado la chica para estudiar biología en la mejor universidad de Marley, una oportunidad que definitivamente no desaprovechó.

–Bueno, no siempre, evidentemente.

– ¡Papá! –Levi habló en medio de un gruñido–. Por favor.

–Lo siento, pero... no estoy diciendo nada que no sea cierto, ella es tan joven, bella, con un maravilloso futuro por delante... y se dejó embarazar por un idiota –rezongó Axel.

–Papá, basta –reprendió Mikasa con dureza y Eren el dio un suave apretón en la pierna mientras negaba casi imperceptiblemente.

–Sé que ya estás grande, pero... ¿qué demonios harás ahora? –Preguntó Axel mirando con exasperación a su hijo.

–Ya sabes que trabajo como productor en la disquera, estaremos bien.

– ¡No me refiero a eso! Levi, no me preocupa el dinero, yo sé que tú puedes sacar adelante tu familia, estoy hablando de... ¿se van a casar?

Hange, que se había metido en la boca uno de los aperitivos italianos que había preparado Nicolo, comenzó a toser bruscamente, su novio la miró con preocupación y Mikasa le sirvió un vaso con agua, que la castaña bebió rápidamente. Una vez la chica pudo digerir la comida, observó a su suegro con impresión.

– ¿Ma-matrimonio? –Preguntó abriendo los ojos de golpe.

–Sí, matrimonio –afirmó Axel.

–Bueno... no estaba en mis planes casarme.

– ¿Y sí estaba en tus planes embarazarte? –Preguntó Bianca arqueando una ceja.

Los jóvenes se sonrojaron y agacharon la mirada, al final fue Levi el que suspiró pesadamente y se encogió de hombros.

–Si Hange acepta...

–Espera, ¿qué? –Preguntó la chica sorprendida–. Yo no sabía...

– ¿No quieres? –Levi arqueó una ceja y Hange puso una de sus manos en su vientre antes de sonreír.

–No estaba preparada... pero... parece una buena idea.

–Bien, ahí está, entonces casémonos –determinó Levi; Axel tomó su tenedor y se lo lanzó bruscamente a su hijo en la cabeza, el chico soltó una maldición y lo observó con fastidio–. ¿Por qué fue eso?

– ¿¡No puede ser un poco más romántico!? ¡Deja de comportarte como un idiota! Primero la embarazas y luego le pides matrimonio así –Axel le dio un fuerte golpe a la mesa–. Atención, todos olvidaremos este momento y Levi preparará la mejor propuesta de matrimonio para Hange, que fingirá sorpresa, porque no permitiré que la chica se case con un idiota.

La aludida soltó una carcajada y el ambiente inmediatamente se relajó. Evidentemente la cabeza de la familia Ackerman no estaba molesto, claro, se sorprendía por la repentina noticia de ser abuelo, pero aparentemente lo único que le preocupaba es que sus hijos fueran felices.

Levi resopló con fastidio antes de asentir.

–Está bien... lo haré en otra ocasión, pero ya deja de preocuparte y no me vuelvas a lanzar cubiertos.

–Entonces deja de comportarte como un idiota, y recuerda, trata a tu mujer como te gustaría que trataran a tu madre y tu hermana –rezongó el hombre antes de fijarse en Eren, que, al notar su mirada, se tomó su copa de vino de golpe y tragó grueso–. Y hablando de mi hija... ¿puedo saber la historia de...? –señaló su propio rostro. Eren tomó una bocanada de aire y asintió.

–Sí, estaba en el bar donde toco en las noches... un sujeto se quería pasar de listo con la baterista y terminamos peleándonos. Fue una tontería.

Armin resopló y Mikasa arqueó una ceja observando a su novio confundida, ¿acaso no había dicho que se había peleado con un cliente en la cafetería donde trabajaba? Sin embargo, se abstuvo de señalar eso frente a su familia. Ya luego le preguntaría en privado qué demonios estaba ocurriendo.

Axel lanzó una carcajada al escuchar la historia de Eren y se encogió de hombros.

–Me ha sucedido más veces de lo que te imaginas, los ebrios son unos idiotas, pero... ¿estás bien?

–Sí, créame, él resultó peor –afirmó Eren, apretando los puños al sentir la fuerte patada que Armin le había dado bajo la mesa.

–Te creo, te ves un muchacho fuerte capaz de proteger a mi bebita.

–Papá no me digas así, yo soy mayor de edad –recordó Mikasa avergonzada.

–Y siempre serás mi bebita. Por cierto, Eren, ¿dijiste que tocabas en una banda?

–Sí, señor, apenas estamos iniciando, pero nos va muy bien –afirmó el ojiverde.

–Me alegra que hayan conseguido nuevo baterista, después de todo, el último fue un idiota –aseguró el hombre lanzándole una mirada divertida al mayor de sus hijos, que chasqueó la lengua y observó con fastidio a Eren, éste último solo se encogió de hombros.

–Un poquito, sin resentimientos –respondió ganándose una suave risita por parte de Mikasa.

–Me alegra saberlo, ¿eres vocalista?

–Y guitarrista, sí señor.

–Bueno quiero escucharte en acción –señaló el hombre.

–Cuando se presente la oportunidad, por supuesto –respondió Eren conteniendo su emoción.

–Bien, entonces no dejes de pasar por la disquera con Mikasa, debes conocerla, no es por presumir, pero el lugar es espectacular. Quizá podrían hacer una prueba de sonido, hasta mi hijo no me ha dejado de decir que son maravillosos y que fácilmente podrían grabar un disco y tener mucho éxito, confío en el gusto musical de Levi, así que quiero escucharlos en acción.

Tanto Mikasa como Eren observaron al aludido sorprendidos porque, tal y como le había pedido Erwin, los recomendara con Axel Ackerman. Hasta el momento Eren creía que su cuñado lo detestaba. No obstante, debía agradecerle.

–Por supuesto, me fascinaría señor.

–Excelente, que no se quede solo en promesas, ¿te parece el viernes? Supongo que en la noche tienes que tocar en ese bar, ¿podrían en la mañana? –Preguntó el hombre pensativo.

– ¡Por supuesto que sí, señor! ¡Allí estaremos excelente! –Afirmó Eren con sus ojos brillando emocionados.

Mikasa lo observó con ternura y Armin tenía una inmensa expresión de orgullo. Axel sonrió de lado.

–Ya quiero ver el talento de Shingeki no Kyojin, seguro serán geniales.

–No lo decepcionaré.

–Eso espero. ¿Y qué tal tú, hijo? –Preguntó Axel sonriéndole a Armin–. Hacía mucho tiempo no te veía. ¿Cómo va tu vida?

–Bueno tengo novia y es bastante sexy –señaló Armin orgulloso.

–Eso es maravilloso mi niño, tienes que presentárnosla ya sabes que eres un hijo más para nosotros –afirmó Bianca encantada.

–Por supuesto que sí, sé que les encantará... de hecho, es la nueva baterista de la banda de Eren.

–Perfecto, entonces la conoceré el viernes, ¿y cómo va lo demás? –Preguntó el hombre sonriéndole al rubio con amabilidad.

–Excelente, pues no he embarazado mi novia y no me han golpeado, así que podría decirse que me va bien –bromeó Armin, pero se ganó unas terribles miradas por parte de Eren y Levi.







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–Parecen dos niños pequeños en un parque de diversiones, son increíbles –se quejó Mikasa observando como su padre había arrastrado a Eren por todo el domicilio.

Lo había llevado a su sala de ensayo donde tenía toda clase de instrumentos, amplificadores y demás equipos de producción musical, era como una mini disquera. También le había mostrado su biblioteca, y por supuesto, no había dejado de hablar de su carrera, las películas que había grabado, los sencillos que había sacado y todos los premios ganados durante toda su trayectoria musical. Eren por supuesto parecía fascinado, tanto que prácticamente se había olvidado de su novia. A Mikasa no le molestaba... demasiado, al fin y al cabo, había estado sentada conversando con Armin y con Hange, la chica les relataba lo que había sido su vida universitaria. "Marley es hermoso, tienen que conocerlo", les había asegurado totalmente emocionada. El resto de la noche les había parloteado todo lo que había aprendido y conocido en aquel lugar.

–Déjalos, tu papá parece divertirse –aseguró Bianca enseñándole a su nuera ropa de maternidad.

–Lo sé mamá, pero quiero mi novio para mí –rumió Mikasa con fingida molestia, notando como su padre arrastraba a Eren a su salón de premios.

–Ya déjalo, ¿no querías que se agradaran? –Preguntó Armin divertido.

–Además, el tour por la carrera de Axel Ackerman es requisito para pertenecer a esta familia, si yo lo pasé, deja que Eren lo haga –señaló Hange con burla.

–Sí, pero es mío.

–No te preocupes –calmó Armin–. Lo tendrás todo el día. Nanaba se quedará con Zeke.

– ¿Es que su madre nunca lo cuida? –Preguntó Mikasa arqueando una ceja; Armin, que se encontraba tomando un trago de su de vino, se atoró con el líquido y comenzó a toser ruidosamente antes de sentir.

–Por supuesto, solo que... estará ocupada –explicó el rubio.

–Me imagino que la madrastra de Eren trabaja –señaló Bianca. Armin miró hacia el techo antes de asentir.

–Por supuesto... ella... sí, seguro... trabaja mucho.

– ¿A qué se dedica? –Preguntó Mikasa curiosa.

–De hecho, no lo tengo muy claro –Armin miró su reloj–. ¡Demonios! Mira la hora, debo irme.

– ¿En serio cariño? ¿No te quedarás? –Preguntó Bianca bastante decepcionada.

–No, lo siento, mañana me encontraré con Annie temprano.

A Mikasa no le pasó desapercibido que Armin estaba claramente intentando huir de aquella conversación, y por supuesto le preguntaría después a qué se debía eso. Sin embargo, y no queriendo hacer una escena frente a su familia, asintió y tras despedirse, el chico salió prácticamente corriendo del lugar. Hange, siendo la menos prudente del mundo, observó a su cuñada frunciendo el ceño.

–Te está ocultando algo –señaló una vez Bianca se despidió de ellas diciendo que estaba muy cansada y que al día siguiente tendría mucho trabajo.

–Lo sé... y no es el único –rezongó observando a Eren, que salía de la sala de premios junto con su padre.

– ¿Pasa algo malo? –Preguntó la castaña; Mikasa se encogió de hombros.

–Eso me gustaría saber.

Hange pareció preocupada por su cuñada, pero antes de poder decir algo, los hombres se acercaron a ellas, parloteando sobre la próxima gira de su padre.

– ¿Dónde está Armin? –Preguntó Eren buscándolo con la mirada.

–Dijo que se tenía que ir... aunque realmente creo que estaba huyendo de un tema –señaló Hange y Mikasa le dio una palmada en el brazo.

– ¿A qué se refiere? –Eren pareció confundido.

–No importa, ¿te quedarás? –Inquirió la pelinegra haciendo un puchero.

–Solo si tu padre no me corre de aquí.

–Para nada –respondió el hombre metiendo las manos en sus bolsillos–. Por cierto, Mikasa, tu madre me dijo que no tenían condones, así que ésta mañana fui a comprarte una caja.

– ¡Papá por favor, no! –Rezongó Mikasa.

–Los dejé sobre tu mesa de noche, si van a hacer algo no olviden utilizarlos, yo lo haré –anunció el hombre antes de subir las escaleras.

Mikasa hizo una mueca de asco mientras Hange y Eren parecían asombrados por aquel comentario.

–Extrañaba a Axel –fue lo único que dijo Hange–. En fin, creo que Levi está fumando en el patio, así que iré con él.

–Solo recuerda decirle que apague esa cosa, el humo es malo para ti.

–Cierto... –recordó Hange dándoles una suave sonrisa–. Y pasen una buena noche... o duerman, lo que ustedes prefieran –soltó la castaña dándoles una mirada llena de picardía, antes de dejarlos solos.

Mikasa arqueó una ceja observando a Eren.

– ¿Seguro que quieres ser parte de esta familia? Todavía puedes arrepentirte.

– ¿Bromeas? –Preguntó el chico tomándola de la cintura–. Por supuesto que sí mi amor, ahora, ¿qué tal si vamos a estrenar esa caja que tu papá nos dejó?

– ¡Eren! –Reprendió Mikasa totalmente sonrojada antes de esconder su rostro en el pecho del chico, mientras éste la guiaba hacia su habitación.



.



– ¡Eren!

–Mikasa, mi amor guarda silencio, recuerda que ésta noche tenemos compañía... aunque probablemente estén en la misma situación que nosotros.

Las mejillas de Mikasa se sonrojaron mientras negaba.

–Por favor, no quiero pensar en eso.

–Tienes razón, ahora quiero deshacerme de ese maldito vestido –gruñó el chico depositando suavemente a su novia sobre la cama.

– ¿No te gusta? –Preguntó la pelinegra sorprendida; Eren negó.

–Todo lo contrario, se te ve precioso, pero ahora necesito a mi chica.

Mikasa suspiró sintiendo como las manos de su novio le recorrían todo el cuerpo mientras sus labios ansiosos le brindaban besos apasionados. La primera vez había estado totalmente aterrada por lo que sucedería, pero ahora la urgencia de volverlo a sentir la llamaba de forma exquisita, calentando su piel y humedeciendo su intimidad. Cuando Eren llevó sus manos a la espalda de la chica para comenzar a deslizar la cremallera del vestido, Mikasa sonrió encantada. El ojiverde suspiró observando a su novia mientras le retiraba el vestido, dejándola solo en bragas. Tragó grueso y negó.

–Eres tan hermosa... Mikasa, eres la criatura más perfecta que existe –aseguró tomándole los pechos entre sus manos.

La pelinegra soltó un suave quejido de placer mientras echaba su cabeza hacia atrás, sintiendo como los dedos de Eren pellizcaban los botones de sus senos antes de ponerla boca abajo. Mikasa se sorprendió gratamente al notar como el chico plantaba suaves besos por toda su espalda mientras las yemas de sus dedos recorrían el interior de los muslos.

–Mi angelito, jamás me cansaré de apreciarte. Te amo Mikasa Ackerman.

–Te amo Eren Jaeger –musitó la chica observándolo sobre su hombro.

El ojiverde continuó plantándole suaves besos por todo el cuerpo a su novia mientras le deslizaba las bragas. Eren suspiró profundamente al notar la humedecida intimidad de la pelinegra, pero justamente cuando comenzaba a bajar para saborearla, la chica negó y se sentó.

– ¿Qué pasa mi amor? ¿Acaso no quieres...?

–Por supuesto que sí, pero también quiero disfrutarte a ti completamente.

Eren tragó grueso y asintió. Mikasa se puso en pie, sentando a Eren en la orilla de la cama para comenzar a desnudarlo. Primero le quitó el saco del traje antes de comenzar a desabrocharle la camisa. Sus labios lo besaban ansiosa mientras sus dedos nerviosos quitaban aquella prenda. Se separó un instante para observarlo con adoración... y se congeló.

Eren tenía horribles cardenales en sus costados. Sin poder evitarlo y al notar lo mal que se veía aquella piel herida, tuvo que ahogar un grito de terror. Eren negó.

–Estoy bien, no tienes por qué preocuparte.

– ¿Cómo me dices eso amor? –Y entonces recordó lo que había sucedido en la mesa del comedor mientras cenaban. Mikasa se sentó en las piernas de su novio y lo observó con seriedad–. Dijiste mentiras.

– ¿A qué te refieres? –Preguntó Eren confundido.

–Me refiero a que, Eren, a mí me dijiste que te habías peleado con un cliente en la cafetería, pero luego le comentaste a papá que habías discutido con alguien por defender a Annie.

Eren palideció completamente, ¿en serio había hecho eso? ¡Qué idiota! ¿¡Por qué no pensó en una historia fija para contar!? Estaba siendo descuidado. Eren bajó la mirada, pero Mikasa tomándolo del mentón, alzó su rostro.

– ¿Qué está sucediendo?

–Amor... no es nada malo... solo que...

‹‹Dile la verdad, dile a la verdad, solo tienes que ser sincero››.

‹‹No, mi vida ya es una mierda, no quiero que ella se preocupe››.

–Eren por favor –insistió la chica.

‹‹Tú puedes, tú puedes...››

‹‹No, no puedo››.

–La verdad es que no quería quedar mal enfrente de tu padre... ya sabes, golpear a un cliente... eso no está bien... quizá si pensaba que me había metido en una riña por defender a Annie, no quedaría como un completo idiota.

Mikasa suspiró observándolo con exasperación antes de negar.

–Mi amor, no tienes por qué decir mentiras, le agradaste mucho papá y seguramente hubiera entendido lo de la cafetería –la pelinegra tomó el rostro de su novio entre sus manos y comenzó a plantarle suaves besos–. No más mentiras, ¿está bien?

–Está bien, lo siento.

‹‹Soy un imbécil, espero que un día me perdone. Bueno, si es que me animo a decirle lo que está pasando en realidad››.

–Ahora mi amor... necesito algo de cariño por parte de mi angelito.

–Eren... ¿así? ¿Herido? –Preguntó la chica acariciándole los hombros a su novio.

–No me importa, tú eres mi mejor medicina.

La chica suspiró encantada y besó a su novio con necesidad, tomándole el rostro entre las manos. Eren se deshizo del resto de su ropa y tras ponerse el regalo que el padre de Mikasa les había dejado sobre la mesilla de noche, tal y como había indicado, elevó un poco a la pelinegra antes de sentarla sobre él. Sus cuerpos nuevamente se conectaron y la chica tuvo que morder su labio inferior para no dejar escapar un profundo gemido ronco de placer. Ésta vez el dolor había sido nulo, mientras que el placer crecía con cada segundo que pasaba. Sus cuerpos chocaban entregándose el uno al otro. Eren abrazaba fuertemente a Mikasa contra su cuerpo mientras los dedos de la pelinegra se enredaban en el suave cabello castaño de Eren, que ahora caía suelto y revuelto sobre su rostro.

Cuando nuevamente juntos alcanzaron el placer, Eren suspiró acostándose junto a la chica bajo las cobijas. Mikasa reposó su cabeza en el pecho del castaño mientras que éste deslizaba sus dedos por la espalda de su novia. La muchacha no tardó en caer en un sueño profundo mientras Eren continuaba repartiéndole suaves besos por el hombro.

–Odio decir tantas mentiras... algún día iniciaremos nuestra vida juntos –aseguró con un hilito de voz–. Y al igual que tu hermano y su novia, nos casaremos y tendremos una hermosa familia. Espero que algún día me perdones por todos los engaños, mi amor –prometió con suavidad antes de quedarse profundamente dormido junto a la mujer que más amaba en todo el mundo.



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