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13: Decisiones







– ¿Qué demonios te pasó? –Preguntó Historia tan pronto como Mikasa los recogió en el auto de Armin.

Después de todo el día anterior, se había quedado hasta la noche en la casa de Eren, había salido cinco minutos antes de que Dina Jaeger arribara casa. Su mejor amigo le había dicho que en lugar de devolverle el auto a tan altas horas de la noche, lo recogiera para ir a la universidad el día siguiente.

– ¿Me veo mal? –Preguntó la pelinegra llevándose las manos a la cabeza.

–No para nada, Mikasa, estás tan hermosa como siempre... es solo que... es un cambio bastante brusco.

La muchacha sonrió suavemente, aliviada por las palabras de Historia.

– ¿Crees que sea malo?

–No –la rubia la observó atentamente–. Solo que... no creí que lo hicieras... ¿por qué lo hiciste? –Inquirió la chica asombrada.

Mikasa se bajó del auto, justo en el momento en el que Armin salía apresurado de su domicilio, sus ojos color celeste se abrieron de golpe y dio un brinquito, deteniéndose en seco.

–Te cortaste el cabello.

–Gracias capitán obvio –soltó Historia frunciendo el ceño mientras Mikasa se dirigía hacia el asiento del copiloto tras entregarle las llaves a su mejor amigo–. Ahora responde Mika, ¿qué demonios está pasando contigo?

–Bueno ya, a mi cuñado aparentemente le gusta jugar con el cabello de las personas, así que prefiero llevarlo corto para evitar accidentes –explicó la chica entrando en el asiento de copiloto; Armin, sin que Historia se diera cuenta, le dio un suave golpe en la rodilla a Mikasa y negó.

La pelinegra hizo una mueca. Cierto, Historia no sabía sobre la existencia del hermano de Eren.

– ¿En serio? No sabía que Jean tuviera un hermano, pero bueno, nunca hemos sido realmente cercanos –señaló la rubiecita mirando por la ventana antes de suspirar–. En serio debes estar muy enamorada de ese chico para cortarte el cabello –soltó con amargura y sarcasmo; Mikasa le dio una sonrisa cómplice a su mejor amigo, que seguramente ya había hablado con Eren para esas alturas, porque la observaba divertido.

–Sinceramente –musitó Mikasa con suavidad, y dejó escapar suave suspiro–. Sí, estoy profundamente enamorada.

– ¡No lo estás! –Gritó Historia con furia–. ¡Tú lo que estás es loca! –Bufó antes de ponerse los auriculares a todo volumen e ignorar a los chicos que estaban en la parte delantera del auto.

– ¿Cuándo lo hiciste? –Preguntó el rubio interesado.

–De hecho, lo hice esta mañana, solo tuve que llamar al estilista de mamá.

En un principio el hombre se había negado absolutamente, diciendo que seguramente Bianca lo asesinaría por cortarle el precioso cabello a la menor de sus hijas, mucho más sin su consentimiento previo, pero Mikasa le había recordado, muy gentilmente, que ella era mayor de edad y que si él no lo hacía, ella lo haría con sus propias manos. Aterrado de que hiciera un desastre, el hombre había accedido a regañadientes.

La pelinegra no podía mentir, tenía pánico de la reacción de su familia cuando se enterase de ello. Tendría un par de días antes de que sus padres volvieran a casa; cuando Levi la viera... bueno, en el momento que dejara de ignorarla, seguramente también le daría un ataque cardíaco. Aun así, ella no se arrepentía de lo que había hecho.

– ¿Me veo tan mal? –Sonsacó asustada. ¿Y si a él no le gustaba?

–Por supuesto que no, todo lo contrario, te ves preciosa, solo que hacer todo esto por Zeke... quizá mi prima tenga razón y te falte un tornillo.

–No me falta nada –refunfuñó dándole una palmada en el brazo al rubio–. Es solo que así podré estar más segura.

–Supongo que eso significa que las cosas van en serio –dedujo Armin.

–Por supuesto que sí, yo... lo quiero.

–Me parece maravilloso Mika... solo hay un pequeño problema.

– ¿Cuál?

–Que aún tienes novio. ¿Qué se supone que vas a hacer con Jean?

Mikasa hizo una mueca. Ya había pensado en eso. Inevitablemente tendría que terminar con el chico... solo que jamás había terminado con alguien y el pánico por herirlo la invadía.

– ¿Es muy malo si lo hago por un mensaje de texto?

– ¡Por supuesto que sí! ¡Ni te atrevas a hacer eso! ¡Mikasa Ackerman, él merece cuando mínimo que le des la cara!

–Eso me temía –la chica suspiró con pesadez–. Bien... supongo que tendré que hablar con él.

–Hazlo y pronto, no está bien que juegues con Jean.

–No estoy jugando con él, solo... las cosas no funcionaron.

–Nunca iban a funcionar, Mikasa, todos lo sabíamos. Lo forzaste –reprendió el rubio con molestia.

–Solo quise intentarlo...

–Bueno, lo intentaste y falló. Ahora córtalo de raíz Mikasa, hablo en serio –riñó Armin antes de sonreírle con cariño–. ¿Él ya te vio?

Mikasa mordió su labio y negó.

–Será una sorpresa, así que no se te ocurra decirle nada.

Armin soltó una risita mientras la observaba con diversión.

–Lo prometo, que me quemen vivo antes de abrir la boca.







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– ¿Qué demonios te hiciste? –Preguntó el chico frunciendo el ceño; Mikasa arqueó una ceja.

– ¿Tienes que preguntar? Creo que es obvio.

Jean apretó los labios, dándole una mala mirada.

–Pero tu cabello era hermoso, te veías preciosa.

– ¿Y ahora no? –Inquirió la chica sorprendida.

–No, no estoy diciendo eso, tú eres hermosa por naturaleza... pero bueno, es que tu cabello... ya sabes... es raro...

–El cabello vuelve a crecer Jean, no importa.

– ¿Eso significa que volverás a dejártelo largo?

–No lo sé, ¿qué importa eso? –Preguntó Mikasa con brusquedad, descendiendo las escaleras del edificio para dirigirse hacia su siguiente clase–. ¿A qué viniste?

–Bueno... yo quería arreglar las cosas –el joven lucía arrepentido–. Sé que me comporté como un patán...

– ¡Exacto! –Vociferó molesta, recordando como aquel muchacho a su madre; Jean hizo una mueca.

–Pero quiero que me perdones, Mika... –el joven le rodeó la cintura con los brazos y la acercó hacia él, arrinconándola contra una pared; cuando tomó su mejilla para elevar su rostro, Mikasa se alejó y negó.

No quería volver a besar a Jean, mucho menos después de arreglar las cosas con Eren.

–Tenemos que hablar.

–Cierto –afirmó el chico acariciando las manos de Mikasa con sus labios–. Mamá, te invitó a almorzar hoy. Dice que no se dieron tiempo para hablar, claro, como se puso chismorrear...

– ¿Vas a volver a insultar a tu madre? Porque si es así, yo me largo...

–No, ya, perdón. Almuerza con nosotros, no es por presumir, pero mi mamá es una excelente cocinera.

–Jean... no lo sé... creo... mira, lo que tengo que decirte es importante.

–Por favor –suplicó el muchacho–. Mamá está encantada de tenerte de nuevo en casa, ¿podrías hacerlo?

No debía, necesitaba cortar con aquello de raíz, como había dicho Armin, sin embargo, ¿qué mal hacía una pequeña cena? Por lo cual, a regañadientes, Mikasa sintió.

–Bien, un almuerzo y será todo. En serio, tenemos que hablar.

–Por supuesto que sí, mi amor. Pasaré por ti en la tarde. Te quiero bonita, incluso con el cabello corto –señaló acercándose para besarla, pero Mikasa dio un paso hacia atrás, fingiendo estar distraída.

El chico la miró extrañado, pero no quería presionarla, así que simplemente le dio un suave apretón en el brazo antes de alejarse.

Quizá estaba siendo mala con el chico, pero era mejor poner distancia desde ahora.





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–Mikasa querida, qué hermoso verte de nuevo –saludó la señora Kirstein una vez la chica entró a la casa acompañada por Jean–. Pero si te has cortado el cabello, te ves preciosa mi niña, eres toda una princesa –señaló, aunque observaba atentamente a Jean, que, al escuchar el comentario sobre el cabello de su novia, había apretado los labios con fuerza.

El ambiente era tenso, Mikasa continuaba alejada de Jean y aquello no le pasó desapercibido a la mujer, que suspiró antes de llevarse las manos a la cabeza.

– ¡Pero qué tonta soy! ¡Había olvidado que le presté el sacacorchos a la señora Springer! Jean, cariño, ¿crees que puedas ir por él?

–Realmente no quiero vino, así que no hay problema, no debería molestarse en destapar una botella –aseguró Mikasa, pero la mujer la abrazó por los hombros y negó.

–Insisto, seguramente te encantará.

–Mamá, tú sabes que odio ir a casa de los Springer, seguro allí estará el molesto de Connie junto con el tarado de Reiner –se quejó el joven–. Si Mikasa no quiere vino...

–Jean no seas maleducado y ve por él –gruñó la mujer señalando la puerta.

Su hijo lanzó un quejido molesto, antes de asentir y salir de su hogar con paso fuerte; Mikasa observó a la mujer que tenía enfrente.

–En verdad no quiero vino.

–Qué suerte porque no tengo –soltó aliviada la mujer.

– ¿Disculpe? –Preguntó la muchacha y parecía divertida–. ¿Entonces por qué...?

–Mikasa, tú y yo tenemos que hablar cariño, así que acompáñame por favor.

La mujer tomó a la pelinegra de la mano y la llevó escaleras arriba, hasta lo que parecía un pequeño estudio; después de cerrar la puerta, suspiró recostándose en ella.

– ¿Pasa algo malo señora Kirstein?

–Insisto en que me llames Jenny, me siento algo vieja –musitó la mujer caminando por el estudio hasta sentarse en un empolvado sillón antiguo.

–Está bien, Jenny, ¿puedo ayudarle en algo?

– ¿Qué tanto sabes de Eren Jaeger? –Preguntó la señora Kirstein.

Mikasa se sintió inmediatamente nerviosa.

¿Ella sabía algo? ¿Se había dado cuenta de algo? ¿La había llevado allí para asesinarla?

–No mucho más de lo que usted me contó aquella noche –respondió la joven... en teoría, aquello era cierto; la mujer sonrió de lado.

– ¿En serio? Y aun así estás tan enamorada de él... no sé si es romántico o bobo.

Mikasa negó con fervor.

–No... no sé de qué habla...

–No te molestes en negarlo cariño, puede que estuviera un poco tomada esa noche, pero pude ver como esos bellos ojitos grises te brillaban tan pronto como el chico salió a colación. Además de tu vasto interés por conocer sobre su vida.

–Señora Kirstein, no sé...

–No te molestes, no hay problema. Eren es un buen chico, dulce, tierno... –la mujer sonrió de forma cómplice–. Y tiene unos ojitos muy bonitos... lástima que mi caramelito no se lleve con él.

Mikasa se sentía aterrada y confundida.

¿La mujer la había llevado hasta allí para hablarle de Eren? Pero no parecía molesta.

– ¿Conoces a Pieck Finger? –Inquirió la mujer.

Pieck.

–Aquella noche usted la mencionó, pero no... no la conozco.

–Seguro se llevarían muy bien, es una muchacha simplemente adorable, tierna, dulce y con el carácter suficiente para aguantar a un patán.

– ¿Era novia de Eren? –Sonsacó Mikasa; la mujer soltó una carcajada y negó.

–Deberías preguntarle a tu novio.

–No creo que Jean me responda.

–Tú y yo sabemos que no me refiero a mi caramelito –nuevamente la estaba acusando de estar con Eren... y no es como si eso no fuera cierto, pero, ¿cómo lo sabía? La bilis se le subió a la boca–. Dina... ella te vio salir anoche de su casa –respondió a su pregunta silenciosa–. Y no es la primera vez que una muchacha que sale con mi Jean, termina enredada con Eren...

A Mikasa las tripas se le revolvieron.

– ¿Entonces Pieck...?

–Si te soy sincera, no lo creo. Esa jovencita estaba profundamente enamorada de mi caramelito, y créeme que yo puedo notar esas cosas.

Le creyó inmediatamente, después de todo, al parecer, su enamoramiento por Eren estaba impreso en su rostro, al menos para la mujer.

–Ellos eran la pareja perfecta, pero cuando los rumores sobre su infidelidad comenzaron a correr, mi caramelito sufrió demasiado. Estaba tan destruido, que dañó irremediablemente su amistad con Eren.

–Espere... ¿Jean y Eren solían ser amigos? –Mikasa dudó sobre la veracidad de aquellas palabras.

–Mucho. Eran muy cercanos, claro, no tanto como Eren y Armin, pero eran muy buenos amigos... los tres paseaban de arriba para abajo juntos. Mi caramelito nunca le perdonó a Eren arrebatarle a su novia. Entiendo por qué se quiere vengar... aunque no me parece bien que pongan a una chica tan bonita como tú en medio de sus peleas.

– ¿Ponerme? ¿Cómo?

–Seguramente Jean se dio cuenta que Eren estaba colado por ti y quiso devolverle el favor –señaló Jenny.

–No lo entiendo... ¿Jean cree que Eren le arrebató a Pieck?

–Sí... y supongo que quiere hacerle lo mismo Eren, quedándose contigo.

– ¿Usted cómo lo sabe? –Exigió saber Mikasa mirando a la contraria con desconfianza.

–Ay cariño, conozco a mi hijo más de lo que él piensa... y hace dos noches lo escuché hablar por teléfono con alguien, un tal... Floch. Jean le comentaba que tú estabas completamente enamorada de él y que por eso Eren se estaba muriendo en vida –admitió la mujer y parecía sinceramente avergonzada por el comportamiento de su hijo.

– ¿¡Es decir que Jean me estuvo utilizando!? –Preguntó Mikasa y ahora se sentía realmente ofendida.

Hasta aquel día y a pesar de que no había actuado de forma totalmente correcta, se había preocupado por no herir a Jean. Y el cretino se estaba burlando de ella.

–Sí... y no.

– ¿Qué quiere decir con eso? –Preguntó Mikasa con brusquedad.

La mujer se puso en pie y se dirigió hacia el escritorio, rebuscó en uno de los cajones antes de encontrar lo que aparentemente estaba buscando. Era una vieja fotografía algo arrugada. Mikasa la observó. Una hermosa mujer de largo cabello azabache sonreía a la cámara, sus ojos eran oscuros y su piel pálida. A su lado Jean la abrazaba por la cintura.

–Se parece en algo a ti –señaló la señora Kirstein–. Supongo que cuando Jean te vio, se la recordaste un poco... tú eres hermosa, no digo que mi caramelito no se pueda fijar en ti, pero creo que solamente está tratando de revivir el pasado.

Mikasa frunció los labios. Se sentía aliviada en parte de que Jean no estuviera enamorada de él, pero también estaba molesta porque él había querido utilizarla.

– ¿Osea que Eren y ésta chica...?

–No lo creo, tú debes conocerlo más que yo, pero, ¿en verdad crees que Eren Jaeger le quitaría la novia a uno de sus mejores amigos? –Escrutó Jenny; Mikasa lo pensó por un segundo antes de apretar los labios y negar.

No sonaba como el chico que conocía.

– ¿Por qué me cuenta todo esto? –Quiso saber la muchacha sintiéndose liada.

–Porque si siguen juntos, no solo se harán daño el uno al otro, también a las personas a su alrededor.

–Usted no me invitó a almorzar, ¿verdad? –Preguntó Mikasa; la mujer sonrió de lado.

–Lo siento, pero no... así que creo que deberías irte antes de que mi caramelito regrese.

La pelinegra soltó un suave suspiro, pero justamente cuando iba a salir del estudio, la mujer la tomó del brazo.

–Solo hazme un favor... pregúntale a tu novio qué pasó con Pieck... quizá eso ayude a aliviar un poco el dolor del corazón de mí pequeño Jean... sé que no la ha olvidado.

Mikasa tomó una bocanada de aire y asintió.

–Se lo prometo señora Kirstein... volveré cuando tenga la respuesta.

La mujer le dio una cálida sonrisa antes de asentir y dejar libre a la muchacha.


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