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1: Distopía




–Vamos Mikasa tienes que relajarte, acompáñame. Mamá no me dejará ir si no voy contigo.

La pelinegra suspiró mientras apartaba un mechón de su fleco que había caído sobre su rostro, antes de negar, sin embargo, al notar que su mejor amiga no vería aquel gesto, volvió a hablar con cansancio.

–No lo creo, lo siento...

–Por favor...

–Mamá y papá no me van a permitir salir. Todavía tengo que estudiar para el examen del lunes.

–Nena... tienes 18 años, eres legalmente adulta y puedes hacer lo que quieras. Acompáñame.

–Puede que sea legalmente adulta, pero aún dependo de mis padres, así que no, la respuesta es no.

–Al menos intenta preguntarles.

–Ya sé que me dirán.

Por supuesto que lo sabía. Su padre estaba trabajando y no se encontraba en casa, solo su madre, pero ni siquiera se molestaría en preguntarle, seguramente enloquecería y le daría un gran sermón nuevamente de cómo vivir su vida. Era lo que menos quería.

–Mikasa...

–Lo siento, tengo que dejarte. Quizá para una próxima ocasión.

Y antes de que su mejor amiga lanzara otra oleada de argumentos del por qué debía ir, terminó la llamada. No quería ser mala, simplemente no se sentía de ánimos. Y era verdad que tenía que estudiar mucho. Apenas iba en segundo semestre de medicina, los exámenes finales se acercaban y no quería reprobar, por lo cual, tras terminar la llamada, volvió a reproducir la música suave para continuar con su labor. La pelinegra tamborileaba sus dedos contra su mejilla mientras marcaba algunas líneas que le parecían realmente importantes en su libro de biología; la información más vital y que podría aparecer en el examen la reescribía en su libreta.

La pelinegra estaba tan centrada en lo que hacía, que no escuchó unos pasos subir rápidamente por la escalera y dirigirse hacia su habitación. Aquello hizo que se sobresaltara muchísimo más cuando la puerta se abrió de golpe, dándole un susto de muerte. Su corazón latió violentamente contra su caja torácica, como si quisiera escaparse de ella, al tiempo que observaba a la mujer frunciendo el ceño. Su cabello negro como la tinta estaba atado en una coleta ladina, y por la mascarilla que llevaba y su pijama, notó que estaba a punto de dormir. No tuvo que preguntar por qué parecía tan molesta, después de todo, sostenía el teléfono en la mano y supo inmediatamente qué sucedía.

‹‹No... lo hizo de nuevo. Traidora››.

–Mamá...

–No, Mikasa, ¿cómo así que le dijiste a Sasha que no la acompañarías? Peor aún, que tu padre y yo no te daríamos permiso. Ni siquiera te tomaste la molestia en preguntar.

–No, porque sabía exactamente la respuesta.

La obligarían a ir. ¿Por qué no entendían que no era como ellos y que tenía cosas más importantes que hacer?

–Mamá...

–Ponte bonita, Sasha vendrá por ti en un momento.

– ¡Gracias señora A! –Se escuchó a través del teléfono la estridente voz de su mejor amiga antes de que se terminara la llamada.

Mikasa arrugó la nariz sintiéndose traicionada por la castaña. Ya tendría algunas palabras con ella.

–Mamá en serio creo que...

–Mikasa has estado estudiando como loca las últimas dos semanas. ¿Qué hemos hablado? Eres joven, y hermosa, tienes que relajarte, vivir tu vida, así que arréglate o tendrás que salir así como estás. Y no me importará, créeme –rezongó saliendo de la habitación.

Mikasa la miró asombrada, pero sabiendo que su madre no amenazaba, se puso en pie a regañadientes, cerró su libro con brusquedad y negó. No, no podía salir así, en aquel momento tenía un pequeño pantalón de pijama ajustado al cuerpo de un chillón color verde con amarillo y una holgada camisa azul, su largo cabello estaba recogido en un desorganizado moño y llevaba unos calcetines rosas que le llegaban hasta la mitad de las piernas. Sin embargo, sabía que, si no se arreglaba pronto, en verdad su madre la obligaría a salir así.

Refunfuñando, la pelinegra recogió todas sus cosas, dejándolas acomodadas sobre su escritorio antes de desnudarse y poner aquellas prendas en la cesta de ropa sucia. Se metió en la ducha y tras darse un rápido baño de agua tibia, se puso lo primero que encontró, un jersey holgado color crema con cuello alto y sin mangas, junto con unos vaqueros negros y unas botas hasta la rodilla del mismo tono que el jersey. Escogió un grueso gabán negro y se lo puso encima antes de tomar uno de sus bolsos y empacar su cartera y su celular. Dejó su cabello suelto, pues odiaba tener que arreglarlo demasiado, le habría encantado llevarlo más corto, pero a su madre le fascinaba que lo tuviera hasta el inicio de sus glúteos. Justo cuando se aplicaba algo de perfume, escuchó que tocaban una bocina. Mikasa rodó los ojos y bajó rápidamente las escaleras. Su madre la inspeccionó antes arquear una ceja.

– ¿Sasha te comentó a dónde irían?

–Me estás obligando a ir, ¿y además cuestionas mi atuendo? ¿Por qué no puedes ser una madre normal?

La mujer soltó una suave risita mientras le acomodaba el cabello a su hija.

–Estoy preocupada por ti, Mikasa. Trata de hacer amigos.

–Tengo amigos.

–Amigos aparte de Sasha.

–Tengo a Armin.

–Llevas casi un año en la universidad y solo tienes un amigo en la carrera, no puedes depender de Armin para todo.

–No se trata de la cantidad, sino de la calidad –rezongó Mikasa–. Papá no estaría de acuerdo con que me obligaras a salir.

–De hecho, lo llamé y está encantado con la idea. Deberías ser más como...

–Si terminas esa frase, volveré a mi habitación y me encerraré con llave.

La mujer chasqueó la lengua antes de negar y tomar por los hombros a su hija antes de sacarla a empellones.

–Diviértete preciosa –canturreó la mujer para luego cerrarle la puerta en la cara a su hija.

Mikasa refunfuñó dirigiéndose hacia la Ford Maverick color tierra de su mejor amiga, ésta sonreía sin vergüenza alguna.

–Hola preciosa –saludó divertida, pero Mikasa simplemente la fulminó con la mirada tomando asiento en el puesto de copiloto.

–Hili priciisi –repitió con voz chillona–. Te odio –aseguró cruzándose de brazos y cerrando la puerta con violencia.

–Ey, mi bebé no tiene la culpa –espetó molesta acariciando el volante de la camioneta–. Tranquila mi amor, Mikasa solo está enojada, no le prestes atención, ella nos ama –aseguró, pero no queriendo forzar más la paciencia de la pelinegra, le lanzó una sonrisa angelical antes de poner el pie en el acelerador para dirigirse hacia aquel lugar.






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Mikasa solo tenía algo en claro: quería que la noche se acabara lo más rápido posible. Paradis estaba como siempre, atestado de personas, música estruendosa que podría fácilmente reventarte los tímpanos, y las luces estrambóticas que apenas permitían ver por dónde caminabas, ya la tenían mareada. El aroma a alcohol, sudor y tabaco llenaba el aire. Sasha sujetaba firmemente la mano de su mejor amiga para que no se perdiera entre la multitud, y Mikasa la seguía a regañadientes. La castaña la guio hasta la barra donde varias personas gritaban sus pedidos. Dos pobres un bartenders que estaban allí intentaban lidiar con la multitud. La pelinegra se sorprendió como su mejor amiga se abría paso a codazos, ignorando completamente las protestas de quienes eran empujados por ella.

– ¡Dos cervezas! –Gritó, pero Mikasa rápidamente tiró de la manga de la camisa de su mejor amiga antes de negar con fervor.

– ¡Yo quiero un jugo de fresa! –aseguró; su mejor amiga arqueó una ceja.

– ¿¡Qué!? ¡Claro que no! ¡Al menos tómate un trago!

Mikasa volvió a negar.

– ¡Mañana tengo que estudiar!

Sasha le dio una mirada retadora mientras tomaba su teléfono y comenzaba a teclear; la pelinegra frunció el ceño.

– ¿¡Qué haces!?

– ¡Le escribo a tu mamá para preguntarle si no te dio permiso para beber!

La pelinegra, completamente ofendida, le arrebató el teléfono a su mejor amiga.

– ¡Ya deja de hacer eso! –Rezongó guardándoselo en su bolso.

– ¡Está bien, pero acéptame un trago, aunque sea uno! ¡Mira que tu madre me va a reñir si no te llevo algo alcoholizada a tu casa y voy a tener muchos problemas!

Mikasa quiso reír porque aquello sonaba ridículo, pero sabía que era tan cierto como incoherente, por lo cual se cruzó de brazos e hizo un puchero. Para Sasha eso fue más que suficiente para volver a gritar su orden, no obstante, nadie parecía prestarles atención y la castaña comenzaba a enfurecerse, por lo cual comenzó a lanzar improperios hacia uno de los bartenders, que la miraba con frustración. Mikasa quiso señalarle a su mejor amiga que tuviera paciencia, el lugar estaba a reventar y los pobres chicos intentaban hacer lo mejor posible. Sin embargo, un pelirrojo se acercó hacia ellas y tendió dos latas de cerveza cerradas a Sasha; Mikasa lo miró con atención y desconfianza.

Aquel pelirrojo tenía varios aros dorados en su oreja, un tatuaje de serpiente en el cuello y una camiseta negra con un texto ilegible; sus pantalones holgados y desgastados completaban el atuendo junto con unas botas estilo militar. Su largo cabello rojizo estaba totalmente desorganizado y el delineador bajo sus ojos estaba corrido.

– ¡Lo siento, no aceptamos bebidas de desconocidos! –rezongó Mikasa dándole una fuerte palmada a las manos de su mejor amiga, que ya se estiraban para tomar las latas; Sasha lanzó una carcajada antes de acercarse al oído de la pelinegra.

– ¡Él es el chico del que te hablé! ¡No te preocupes, por él estamos aquí! –aseguró antes de tomar las latas.

El pelirrojo se quedó mirando a Mikasa con el ceño fruncido antes de negar y acercarse al oído de su mejor amiga.

– ¡No me dijiste que ibas a traer una monja contigo!

Sasha inevitablemente lanzó una fuerte carcajada y Mikasa los miraba con incredulidad. ¿Es que no se daban cuenta que por el ruido estaban gritando y ella podía oírlos perfectamente? Claro, medianamente entendía por qué lo decía. Todos en aquel lugar llevaban ropa oscura, vieja, raída, medias de malla y botas de estilo gótico. Incluso su mejor amiga se veía extraña, con aquel agresivo delineador con cola exagerada, labial rojo, una diminuta faldita negra ajustada a sus piernas, un pequeño top rojo de manga acampanada y medias de red con diseño de calaveras. Su cabello estaba recogido con unas pinzas en forma desorganizada y tenía demasiada joyería, algo extraño en ella.

– ¡Es mi mejor amiga! ¡De quien te hablé!

– ¡Dijiste que traías una chica bonita para uno de mis compañeros! ¡Si la mira así me va a golpear!

Mikasa, totalmente furiosa por las palabras del chico, chasqueó la lengua.

– ¿¡Saben qué!? ¡Yo me largo de aquí! –Espetó furiosa, pero Sasha la tomó por los hombros.

– ¡Ya, tranquila! ¡Floch solo está molestando! ¿¡Verdad cariño!?

El pelirrojo no parecía bromear, no obstante, por la significativa mirada que le lanzó su chica, simplemente asintió y le dio una sonrisa forzada, a la que, por supuesto, Mikasa respondió con un gruñido. El chico tragó grueso y se inclinó hacia Sasha.

–Debo ir al escenario, ya casi vamos a empezar el concierto. No te vayas cuando acabe –señaló el pelirrojo tomando a Sasha por la cintura y plantándole un agresivo beso sobre los labios.

Mikasa no pudo evitar girar el rostro, incómoda ante aquella muestra de amor justo enfrente de sus ojos. Una vez el chico se hubo alejado, Sasha lanzó un suspiro encantado.

–Te juro que este es, este es el indicado.

La pelinegra arqueó una ceja mirando a su mejor amiga con incredulidad, no obstante, se abstuvo decir cualquier cosa, después de todo, su mejor amiga encontraba al indicado cada semana y al finalizar resultaba que nunca era. Quiso señalárselo, pero como siempre, Sasha parecía feliz y ella no quería ser quien rompiera su burbuja, por lo cual simplemente se dejó arrastrar hacia el frente del escenario al tiempo que le daba miradas de disculpas a las personas que nuevamente eran empujadas sin ninguna delicadeza por su mejor amiga, que se abría paso a codazos. Una vez estuvieron frente al escenario, Sasha le dio la lata de cerveza a Mikasa, quién frunció el ceño antes de resoplar molesta y abrirla. Tomó un sorbo e hizo una mueca al sentir su sabor amargo. Estuvieron un rato esperando allí. Sasha se meneaba alegremente al compás de la fuerte música de rock que sonaba en los altavoces; Mikasa intentaba ignorarla para que no le diera una fuerte jaqueca, pues no era su estilo y simplemente quería irse del lugar. Cuando estuvo a punto de decírselo a su mejor amiga, el pelirrojo llegó al escenario y tomó el micrófono. La música se detuvo y el chico llamó la atención golpeando la punta del micrófono un par de veces. El horrible sonido hizo que Mikasa casi soltara la lata y se llevó una de las manos al oído; los demás miembros de la banda tomaban sus instrumentos.

– ¿¡Están listos para la mejor experiencia musical de sus vidas!? –Preguntó.

Todos gritaron y saltaron en un unísono coro de afirmación; su mejor amiga se esmeró especialmente en hacerlo.

– ¡Excelente! ¡Entonces prepárense para Shingeki no Kyojin! –Gritó de nuevo y la multitud nuevamente soltó fuertes alaridos de emoción.

Mikasa simplemente frunció el ceño mientras el pelirrojo se dirigía hacia la batería. Después de chocar las baquetas tres veces, la música comenzó a resonar. Era demasiado estruendosa. El pelirrojo se esforzaba en hacer su trabajo golpeando los tambores lo más fuerte que podía. Mikasa lo observó con atención, intentando descubrir qué había visto su mejor amiga en él. Al no entenderlo, sus ojos se dirigieron hacia la derecha del chico, donde había alguien en el teclado moviendo sus dedos rápidamente. Se trataba de un chico con la cabeza rapada y un aro en la ceja; se esmeraba en lo que hacía. A su lado se encontraba un hombre muy alto y fornido, de desorganizado y corto cabello rubio, tenía una mirada ruda que la hizo estremecer. Al finalizar, toda su atención se desvió hacia un chico en específico que había comenzado a cantar. Su voz era maravillosa y Mikasa apenas podía entender lo que cantaba, sin embargo, le pareció que tenía una voz espectacular, tan gruesa y varonil que la hizo estremecer. Para su sorpresa, cuando su mirada se centró en el rostro del chico, éste también la observaba atentamente. Sus ojos grises se encontraron con los ojos verde esmeralda del joven. Por alguna razón las mejillas de la pelinegra se tiñeron de un profundo color escarlata al tiempo que una sonrisa se instalaba en los labios de aquel castaño.

¿Era posible sonreír tan arrogante mientras se cantaba?

Aparentemente sí.

El chico movía con rapidez los dedos sobre una guitarra eléctrica azul chillón mientras interpretaba su canción. Mikasa lo recorrió con la mirada de forma poco discreta y tragó grueso. El chico llevaba un oscuro vaquero desgastado en las rodillas y un esqueleto negro sin mangas que dejaba ver sus fuertes y marcados brazos. Su cabello largo iba recogido en una coleta desorganizada que dejaba caer unos mechones sobre su frente; tenía un pequeño aro en el lóbulo de la oreja y un collar negro muy ajustado, algunas pulseras, anillos y las uñas iban pintadas de negro. Nuevamente, Mikasa elevó la mirada y como había sucedido antes, sus ojos se encontraron con los del castaño que continuaba cantando contra el micrófono; él no había dejado de observarla y ella pareció quedarse hipnotizada. No obstante, por alguna razón, sintió esa mirada demasiado pesada, por lo cual a regañadientes se obligó a apartar la vista mientras tomaba un gran trago de su cerveza; hizo una mueca al sentir nuevamente aquel sabor amargo, sin embargo, se concentró en ella, por qué podía sentir aquella mirada sobre sí misma.

Fue la siguiente media hora más larga de su vida.

Mikasa nunca dejó de sentir aquel peso en su pecho.

Una vez terminaron el concierto y se despidieron de todos, pudo respirar en paz. Nuevamente la música del dj comenzó a sonar y para alivio de ella, un poco más bajo, lo que sus oídos agradecieron en demasía. Sasha lanzó una carcajada fuerte mientras la abrazaba por el cuello.

–Te tengo tanta envidia –rumió, aunque su sonrisa era enorme y contradecía sus palabras.

– ¿De qué hablas? –Preguntó Mikasa haciéndose la desentendida, aunque ya se imaginaba hacia dónde se dirigía aquella conversación.

–Yo quiero que alguien me dedique todo un concierto.

–No sé de qué hablas.

–Por favor, el vocalista no dejó de mirarte en ningún segundo.

Lo sabía. Lo había sentido.

– ¿En serio? No me di cuenta.

Sasha rodó sus ojos mientras negaba.

–Eres una terrible mentirosa –se burló tomándola de la mano–. Ahora vamos.

– ¿Qué? ¿A dónde?

–Al camerino. Ya escuchaste a Floch, quería que lo fuera a ver cuándo acabara el concierto.

–Pues ve tú, yo me voy.

–Mika...

–No, ve por favor, yo estoy algo cansada.

–Tu madre me asesinaría si se da cuenta que te dejé ir sola.

–Ya me obligaron a salir de la casa y a venir a este concierto, que por cierto detesté –Mentira. Quizá aquella no fuera su música predilecta, pero la voz de aquel muchacho la había fascinado–. Que se conforme con eso.

–Mikasa...

–Voy a estar bien, ve con tu chico –aseguró la pelinegra.

Sasha no parecía contenta de dejar a su amiga sola, no obstante, suspiró y la abrazó por el cuello antes de besarle la mejilla.

–Está bien llámame, cuando llegues. Te quiero nena –se despidió antes de, por tercera vez en la noche, abrirse paso entre la multitud con fuertes empujones.

La pelinegra sintió que el camino hacia la salida era infinito, porque a diferencia de su mejor amiga, no era capaz de empujar a nadie, por lo cual le costó demasiado dirigirse al exterior, pero al salir del establecimiento, entendió que había metido la pata.

Paradis era el bar más lejano de la civilización, por eso se tenía que ir en vehículo propio, pues aquel lugar quedaba saliendo de Shinganshina, la ciudad donde vivían. No había taxis o autobuses que pasaran por la zona. Pensó en devolverse, sin embargo, otra banda anunció que tocaría, por lo cual retrocedió. No, prefería caminar tres kilómetros hasta encontrar la primera calle pavimentada. Para su mala suerte y al ver su reloj de pulsera, notó que no se había percatado todo el tiempo que habían estado en aquel bar. Habían llegado a las diez y ya era pasada la medianoche. No encontraría ningún autobús por más que caminara. Pensó seriamente en dirigirse a su casa a pie, pero le costaría casi tres horas.

Comenzó a desesperarse y se giró hacia la puerta del lugar. Tendría que pedirle la camioneta a Sasha... seguro su noviecito la llevaría a su casa.

– ¿Necesitas un aventón cariño? –Preguntó un hombre junto a ella y Mikasa dio un sobresalto, pues no había notado que alguien se le acercaba.

Un alto hombre mayor con tatuajes en el rostro y una expresión que no le gustó en absoluto, estaba inclinado hacia ella. Mikasa dio un paso hacia atrás.

–No, de hecho, estoy esperando a alguien... –no sabía por qué lo había hecho, pero le pareció prudente mentir.

– ¿Sabes? Es peligroso estar por aquí sola, especialmente cuando eres un bocadito tan delicioso. Déjame ayudarte.

Nuevamente el hombre se acercó hacia ella, por lo cual Mikasa caminó hacia atrás, pero para su mala suerte había quedado pegada a la pared; el hombre se acercaba cada vez más y cuando puso los brazos a cada lado de su cuerpo, encerrándola, la chica se aterró.

–No es necesario –aseguró Mikasa, quién tragó grueso e intentaba calmar su respiración.

–No te preocupes cariño, yo puedo protegerte –insistió inclinándose sobre su cuello.

Mikasa cerró los ojos fuertemente y sintió las náuseas invadirla, pero antes de que pudiera hacer algo, escuchó un fuerte gemido lleno de dolor; sus ojos se abrieron de golpe y notó qué el hombre estaba tirado a un lado abrazando su estómago. Un fuerte pie lo golpeó en la cara una y otra vez.

– ¡Ya te dije Djel! ¡Deja de molestar a las chicas que ves solas o le diré a Erwin que no te deje volver a entrar! –Espetó el joven que pateaba a aquel hombre.

Por la oscuridad de la noche no pudo divisar de quién se trataba, hasta que se acercó a ella y la escasa luz del letrero del bar lo iluminó. Sus ojos color esmeralda la miraban con preocupación, aunque también notó un deje de irritación.

– ¿¡Es que eres estúpida!? ¡No deberías estar aquí sola y menos cuando luces así! –Gritó sacando un cigarrillo de la cajetilla que tenía en la mano–. ¿Dónde está tu amiga!? –Preguntó encendiéndolo.

Mikasa tragó grueso y agachó la mirada.

–Está dentro con el baterista.

–Ya veo que Floch consiguió nuevo un juguete. Idiota.

– ¿Perdón? –Pregunto Mikasa molesta–. ¿Juguete?

Lo sabía, aquel idiota simplemente pretendía utilizar a su mejor amiga.

–No te preocupes, es un imbécil, pero es sincero. Si tu mejor amiga está con él, es porque le advirtió que no quería nada serio.

Mikasa apretó los puños, quizá aquello podía ser cierto, pero él no conocía a Sasha. Se enamoraba e ilusionaba con demasiada facilidad, por lo cual no dudó que su mejor amiga tuviera la esperanza de ser diferente.

Que ilusa, las cosas no funcionaban así, tendría que hablar con ella.

–Pero ahora veo que tú eres la monja de la cual me platicó él –continuó hablando el joven–. ¿Qué haces aquí? No parece muy tu estilo –señaló.

Mikasa se cruzó de brazos.

–No soy ninguna monja... y tienes razón, esto no es mi estilo, solo vine a acompañar a mi mejor amiga –espetó mirando la punta de sus botas.

–Supongo entonces que no te gustó el concierto.

El tono de voz dolido del chico la hizo elevar su rostro. Ella estuvo a punto de decirle que le había encantado, sin embargo, notó que él tenía una sonrisa arrogante en el rostro; aquello la molestó y por alguna razón, quiso quitársela, por lo cual sonrió inocentemente y asintió.

–Lo odié –aseguró, pero para su sorpresa la sonrisa de aquel chico se acrecentó mucho más; tras dejar escapar una bocanada de humo, soltó una risa ronca que la hizo estremecer.

– ¿En serio? Parecías disfrutarlo... yo lo disfruté mucho.

–Pues a veces las cosas no son como parecen –gruñó–. En fin, gracias por la ayuda, pero tengo que irme.

– ¿Sin tu mejor amiga? ¿Tienes vehículo?

–No, pero puedo caminar.

–Sabes que a esta hora no encontrarás nada para ir a casa, ¿verdad?

–Caminaré hasta casa –aseguró muy digna. Sin embargo, la idea le parecía terrible, mucho más después de lo que acababa de suceder.

Aparentemente el chico también lo pensó, porque la miró con incredulidad.

– ¿En realidad eres estúpida? –Espetó furioso tirando el cigarrillo al suelo y apagándolo con la bota mientras sacaba unas llaves del bolsillo de su chaqueta–. Andando angelito, te llevaré.

– ¿Perdón? ¿Tienes auto?

Nuevamente aquel chico sonrió abiertamente.

–Algo así –señaló tomándole el brazo y arrastrándola hacia una motocicleta pintada toda de negro.

Mikasa dio un paso hacia atrás, aterrada.

–Ni lo sueñes. Eso no es un vehículo, es una herramienta asesina.

–Vamos angelito, no puedo dejarte ir sola a casa.

–Mi nombre no es angelito... y no pienso subirme a esa cosa.

El castaño la miró con exasperación.

–Ya súbete angelito, tengo más cosas que hacer.

– ¡Ya te dije que mi nombre no es...!

– ¿Entonces cómo te llamas?

La chica se arrepintió inmediatamente de decir aquello, no obstante, no pensaba ceder, era claro que aquella era una trampa para que le dijera su nombre y no pensaba caer.

–No me voy a subir a esa cosa –aseguró con necedad.

–Bien, entonces diviértete yendo a casa a pie. Cuídate –se despidió antes de encender la motocicleta–. Por cierto, tu amiga se va a quedar con Floch un largo rato en el bar, así que yo de ti no la esperaría.

¡Maldición Sasha!

Dejando su orgullo de lado y llena de frustración, la pelinegra chasqueó la lengua y pateó el suelo con molestia.

– ¿Es seguro? –Preguntó temerosa.

–No, tú lo has dicho, es una herramienta asesina –Mikasa lo miró con exasperación; él simplemente rodó los ojos, arrojándole el casco de forma poco delicada–. Solo bromeo, no te pasará nada.

Mikasa contempló nuevamente sus opciones. Por un lado, debía exponerse ante los peligros de la oscura noche caminando hasta su hogar, por otro lado, era esperar quién sabe cuánto a Sasha... y la última era subirse en aquella cosa con un lunático que ni siquiera conocía.

Sus opciones no eran muy alentadoras.

–En serio angelito, tengo cosas que hacer, ¿vienes o no? –Preguntó el chico con irritación.

Mikasa suspiró rendida antes de asentir y con mucho cuidado, se subió. El castaño suspiró irritado.

–Sostente fuerte.

Mikasa observó hacia los lados, pero no encontró de dónde sujetarse; él la miró con impaciencia y pegó un pequeño arranque, lo que hizo que Mikasa inmediatamente le envolviera la cintura con sus brazos.

– ¿¡Estás loco!?

–Eso es, que buena chica, ahora, diviértete –soltó burlón observándola por encima de su hombro–. Recuerda, haz caso, no me sueltes.

Mikasa estuvo a punto de replicar, sin embargo, el vehículo ya había arrancado, por lo cual cerró los ojos de golpe y se aferró con fuerza a la cintura del joven. Quiso ignorar completamente toda la situación, pero no le fue fácil al notar la dureza de sus músculos. Aquel muchacho era fuerte, sin lugar a duda, además de muy atractivo. Tenía un delicioso aroma a perfume, pero tristemente camuflado por aquel asqueroso olor a tabaco. Él era sin lugar a duda encantador.

‹‹Lástima que sea un idiota››.

En un principio estaba aterrada... pero pasado un rato se relajó e incluso pudo abrir los ojos mientras apoyaba su mejilla contra la espalda del castaño. Sentía el viento golpeando su cara y su cabello siendo revuelto. Por un segundo se sintió libre y relajada. Cerró nuevamente los ojos y disfrutó del paseo. No supo cuánto tiempo transcurrió, sin embargo, alguien la sacudió un poco.

–Sé que soy encantador, pero es hora de que me sueltes –señaló con burla–. A menos que desees que vayamos a otro lugar un poco más privado, lo cual no me molestaría.

Mikasa frunció el ceño y se bajó rápidamente de la motocicleta; sus piernas temblaron levemente por la tensión que tenía y él se estiró para sujetarla por la cintura cuando notó que estuvo a punto de caer.

– ¿¡Es que eres estúpida!? ¡Ten más cuidado!

Era la tercera vez que la llamaba así en la noche; Mikasa no pudo evitarlo, tiró el casco al suelo, observándolo con irritación.

– ¡Cretino! No debí dejar que me trajeras –gruñó furiosa mientras caminaba hacia las escaleras de su casa.

A lo lejos escuchó una fuerte carcajada.

– ¡Se dice gracias, angelito!

Mikasa se giró furiosa para decirle que no la llamara así, sin embargo, el chico ya se alejaba calle abajo a toda velocidad en aquel instrumento mortal.


Bueno... ésta es la primera historia Eremika que escribo... así que me disculpo si no logro hacerlo bien, después de todo esto es un desahogo para poder dejar de llorar tras ese doloroso, pero hermoso final que nos dio Isayama y MAPPA. 


Gracias por leer.

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