9: Fuertes sentimientos
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Stiles Stilisnki se adentró en Underworld de manera nerviosa, sus manos dentro de la chaqueta que llevaba puesta mientras caminaba hacia la barra. Sus ojos buscaron a Persephone con la mirada, pero solo encontraron a su vecina, Brooke Castillo. ¿Ella también trabajaba en Underworld? Demonios, era como si ser atractivo fuese un requisito para trabajar en el bar.
—Vaya, ¿qué hay, vecino?
El adolescente se sobresaltó al escuchar la voz de Brooke a su lado. Juraba que cinco segundos atrás ella había estado a metros de distancia.
—Jesús —murmuró el muchacho, llevando una mano a su pecho, sintiendo su corazón latir desbocado dentro de su caja torácica.
—No, no Jesús. Solo Brooke —dijo ella, sus labios curvándose en una sonrisa de diversión ante el comportamiento del joven—. ¿Puedo ayudarte en algo, Stiles?
Tragó en seco ante la mención de su apodo en un siseo coqueto. ¿Acaso todas las personas que rodeaban a Persephone se comportaban así o era solo ellas? Porque estaba seguro de que le causarían un infarto. Su corazón era demasiado joven para estar bajo tanta presión, aunque fuese otra parte la que estaría bajo presión si continuaba rodeándose de mujeres hermosas y excesivamente coquetas.
«Piensa en Lydia, Stiles. Espera, no, eso no lo hace mejor». Su cerebro no estaba cooperando y si no avanzaba a poner de su parte, sería otra parte de su cuerpo la que no estaría actuando a su favor.
Apretando sus puños, dejó salir una profunda exhalación y se convenció a sí mismo de permanecer en control, empujando los nervios fuera de su sistema.
—Vine en busca de Persephone —anunció—. ¿Dónde puedo encontrarla?
Brooke no borró su sonrisa en ningún momento. Podía escuchar con claridad el retumbar del corazón acelerado del muchacho. Estaba luchando contra sus propias hormonas para no parecer un adolescente torpe y nervioso.
—Si estuvieras pendiente, te darías cuenta de que ella es el centro de atención del bar en estos momentos —le dejó saber, dándole una palmadita en el hombro y señaló con su mentón el lugar donde Persephone se encontraba.
La mandíbula de Stiles cayó cuando sus ojos localizaron a la mujer Blackburn.
Al contrario de todas las veces que la había visto, Persephone llevaba una ajustada falda blanca y un top corto del mismo color, resaltando las curvas de su cuerpo, sus piernas torneadas, su abdomen plano y sus pechos prominentes. En definitiva, ella era el sueño caliente de cualquier adolescente.
Persephone movía sus caderas de forma lenta, cadenciosamente oscilando al compás de la música vibrante y con un toque eléctrico. Sus manos recorrían su cabello, rostro y cuello, deslizándose por su pecho hasta su abdomen plano para volver a ascender con lentitud a su melena azabache. Con una sonrisa misteriosa bailando en sus labios, rechazaba las peticiones y súplicas de los hombres queriendo compartir un rato de diversión con ella.
—Dios...
—Lo sé, es jodidamente caliente —aseveró Brooke, apoyando sus codos sobre la encimera—. Seré honesta, si no estuviese segura de mi heterosexualidad, iría tras Seph.
Stiles parpadeó atontado y luego procesó las palabras de Brooke. Estaba claro que ella lo había escuchado y también había notado su expresión plena de sorpresa y admiración.
—Yo... eh...
—Cálmate, Stiles. No te hace daño admirar las vistas, es saludable incluso. Pero tienes que recordar que esa mujer hace una fiel justicia a su nombre; es la reina del inframundo. Inalcanzable, preciosa y la tentación personificada.
Frunció su ceño.
—¿La conoces bien? —se interesó en saber.
La carcajada de Brooke vibró a través de su cabeza.
—Es mi mejor amiga, tonto. Además, estoy segura de que tiene a un perro guardián bastante sobreprotector rondándola —añadió, encogiendo sus hombros.
Entonces Stiles cayó en cuenta de la razón por la que Brooke le estaba diciendo esas cosas.
—¡No, no, no! No la busco por eso, Dios. —Movió la cabeza con firmeza en un gesto negativo, rechazando la idea—. Necesito de su ayuda con... un asunto.
—¿Asunto de hombre lobo?
Los ojos de Stiles se abrieron como platos y casi se atraganta con su propia saliva cuando escuchó la pregunta. Miró a su alrededor para asegurarse de que nadie estaba escuchando, aunque era poco probable. La multitud estaba demasiado enfocada en Persephone como para fijarse en ellos.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó.
Brooke hizo brillar sus ojos durante un segundo.
—¡Eres una...! —exclamó—. ¿Toda mi vida he vivido al lado de una mujer lobo? ¡Mi vida corría peligro desde que era niño!
—Por Dios, Stiles no seas hipócrita. Tu mejor amigo es uno de nosotros y sonabas bastante extasiado con ello.
Disfrutó de haberlo dejado sin palabras y le sopló un beso, alejándose de la barra para caminar en dirección a Persephone. Se abrió paso entre la multitud, los hombres fijándose en ella también al analizarla con la mirada. Ignoró todos y cada uno de los comentarios cuando se acercó a su amiga, quien envolvió sus brazos alrededor de su cuello, invitándola a bailar con ella.
—Por más que me interese formar una escena lésbica sacada de una porno, hay un Stiles aquí que quiere verte —le dijo al oído mientras balanceaban sus cuerpos entre sí.
—Ahora qué demonios querrá —murmuró Persephone, rodando sus ojos.
Terminaron la canción y Persephone le hizo un gesto a Stiles para que la siguiera. Contoneándose hacia la salida trasera, el muchacho la siguió hasta el callejón que quedaba detrás del bar. La música siendo ahogada por la puerta de metal al cerrarse.
—¿Qué quieres, Stiles? —habló, yendo directo al grano. No estaba de ánimos de andarse con regodeos.
—Uh. —Aclaró su garganta—. Necesito de tu ayuda para saber cómo conseguir que Scott controle su transformación.
Las cejas de Persephone se elevaron ante las palabras del muchacho. Entonces soltó una ligera carcajada que le puso los pelos de punta.
—No puedo ayudarte en eso, Stiles.
—Pero tú... eres sobrenatural. Debes saber algo al respecto —refutó.
—Sí, soy sobrenatural, pero todavía no tienes ni idea de lo que soy. No puedes comparar una cosa con la otra. Puede que cedamos ante la luna llena por igual, pero eso no significa que nuestros métodos de control sean iguales —explicó de forma pausada, arrastraba las palabras al hablar con gracia.
—En la luna llena te vi en la fiesta. Tanto Derek como tú estaban en total control.
El recuerdo del poder de la luna llena ejerciendo una descarga incontenible de lujuria cruzó su mente. Tener control no era exclusivamente algo que siempre manejaba. Algunas veces el poder de la luna era bastante grande sobre ella, aún cuando había estado lidiando con ello desde su nacimiento.
—Mira, Stiles. No es tan sencillo. Derek y yo somos lo que somos porque nacimos así, Scott fue mordido y eso es más difícil de controlar —intentó de hacerlo razonar.
Pero Stiles Stilinski era testarudo y no pensaba darse por vencido tan fácil.
—Sigo pensando que tienes que saber algo para ayudarme.
—No hago las cosas si no me convienen —le dejó saber—. Tu amiguito Scott y tú ya me han causado muchos problemas, no veo cómo puede resultarme beneficioso darte algún consejo.
—Puedo ser bastante insistente.
Persephone rodó los ojos.
—Solo porque me resultas como un dolor en el trasero te diré algo. El control se basa en sentimientos fuertes y grandes. Ira y amor son claros ejemplos.
Stiles frunció su ceño, analizando sus palabras. Estaba claro que Derek era quien utilizaba la ira para controlarse, pero ¿ella? Persephone no lucía como una persona que utilizara el enojo para mantenerse a raya. Tampoco lucía como alguien que utilizara el amor.
—¿Cuál es ese sentimiento para ti?
Persephone esbozó una sonrisa.
—Lujuria.
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Persephone ató su cabello en una coleta alta y resopló, cargando la última caja de Bourbon al interior del bar. Pudo escuchar los latidos de otra persona con ella, pero no se alarmó porque la fragancia familiar que desprendía el cuerpo de Derek le dejó saber que se trataba de él. Terminó de acomodar la caja en el almacén y dio media vuelta para poder mirarlo. Derek estaba sentado en la barra, sus codos apoyados en la superficie de esta mientras la seguía con la mirada.
Pudo ver en sus ojos que todavía seguía dolido con lo que Kate le había confirmado. Aquella tarde Persephone lo llevó a su apartamento y luego de obligarlo a tomar un baño, dándole una muda de ropa que él había dejado en una de las noches que pasaron juntos, ambos se acostaron en la cama. No tuvieron sexo y tampoco hablaron, solo permanecieron en silencio escuchando el palpitar rítmico de sus corazones.
—Te ves como la mierda, Derek. ¿Quieres una bebida? La casa invita —dijo, yendo detrás de la barra para agarrar una botella de Jack Daniel's.
Derek elevó sus cejas.
—El alcohol no funciona en nosotros —habló cuando ella le sirvió un chupito del licor.
—¿Y? Como quiera puedes decir que el sabor te hace sentir mejor.
Titubeó un segundo antes de llevar el borde del vaso a sus labios y tomar el líquido de un solo trago. Su rostro se contrajo en una mueca cuando sintió el fuerte sabor del alcohol.
—Dios, ¿cuánto por ciento de alcohol tiene esto?
—Solo cuarenta y siente, exagerado —respondió Persephone encogiendo sus hombros—. Ahora, ¿hay alguna razón por la que estás aquí o solo me extrañabas?
Unos quince segundos pasaron antes de que Derek soltara un pequeño suspiro, resignándose a decirle la verdadera razón por la que había ido a verla.
—Quería pedirte un favor —anunció e hizo una pausa. El debate fue presente en sus ojos verdes y relamió sus labios, sintiendo un cúmulo de nervios florecer en su estómago—. No como aliada, sino como amiga.
Una expresión de sorpresa invadió el rostro de Persephone, sus labios abriéndose ligeramente al escuchar el título que Derek le había dado. Le había asustad, si era completamente sincera. En el pasado, ellos no habían sido cercanos, sino todo lo contrario. Apenas se toleraban el uno al otro fuera del sexo.
Sin embargo, ahora todo era distinto. Hacían cosas triviales como compartir el desayuno, bromear y pasar el rato juntos con la excusa de hablar del alfa, pero cuando en realidad solo hacían lo contrario. Incluso habían comenzado a tener conversaciones tontas después del sexo y se quedaban dormidos en los brazos del otro.
Incluso sonaba como si fuesen algo más que amigos. Casi se comportaban como tal, lo único que les faltaba era el título oficial porque hasta se celaban cuando otra persona intentaba coquetearle al otro.
—Claro, ¿de qué se trata? —preguntó luego de unos segundos de silencio en los que procesó la palabra «amiga».
—Voy a ir a ver a Peter, pero no quiero hacerlo solo —murmuró, su mirada clavada en el vaso vacío que tenía en frente.
Persephone colocó sus manos sobre las suyas y le dedicó una pequeña sonrisa reconfortante.
Al fijarse en sus labios, Derek se dio cuenta de que era una de las pocas veces que Persephone no los llevaba pintados de rojo. Estaban justo como lucían después de haberlos besado durante un largo rato. También era raro verla con el cabello recogido, algunos mechones sueltos de su coleta cayendo por su rostro. Pero no le disgustaba la vista, sino todo lo contrario. Podía estar completamente seguro de que la belleza de Persephone era natural.
—Iré contigo, Derek. Puedes contar con ello —aseguró en un tono suave, parecido al que había utilizado cuando sucedió el asunto de Kate.
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Derek Hale sostuvo la mano de Persephone con delicadeza mientras se adentraban en la habitación de Peter. Este último se encontraba en una silla de ruedas frente al ventanal del cuarto. El menor de los Hale tragó en seco y sintió el ligero apretón en su mano que le brindó Persa. Girando para verla, le dedicó una sonrisa sin mostrar sus dientes.
Soltó su mano y giró la silla de Peter antes de tomar asiento en la cama. Derek lucía completamente vulnerable y roto, más afectado que nunca con la muerte de su hermana.
—Necesito tu ayuda —le dijo a su tío—. Si puedes oírme, hazme una señal. Pestañea. Levanta un dedo. Lo que sea —suplicó—. Guíame en la dirección adecuada.
Persephone sintió que su corazón se estrujó en su pecho cuando lo escuchó hablar de esa forma. Sus ojos verdes estaban opacos y tristes, completamente sumidos en un dolor que no podía apaciguar. Lucía casi igual que en el funeral de su familia luego del fuego en la casa Hale.
—Alguien mató a Laura —murmuró Derek, continuando con su pequeño discurso—. Tu sobrina. Laura —se quedó esperando una reacción de parte de su tío, pero no la obtuvo—. Sea quien sea, ahora es un alfa. Pero no tiene manada. Así que no es tan fuerte. Puedo vencerlo, pero antes debo encontrarlo. Si sabes algo, hazme una señal. ¿Es uno de nosotros? ¿Alguien más sobrevivió al fuego? Dame algo. Pestañea, levanta un dedo, lo que sea. ¡Di algo!
La desesperación fue palpable en sus palabras y también le nubló los ojos con el sentimiento.
—¡Déjalo! —ordenó la enfermera encargada del cuidado de Peter Hale—. ¿Crees que después de seis años, gritándole te responderá?
—Mira... —Persephone la miró de pies a cabeza con desprecio—... enfermera de quinta, ¿tienes un mejor método?
La enfermera le dedicó una mala mirada a Persephone.
—Paciencia. Te responderá si le das tiempo.
—Ya no tengo más tiempo —anunció Derek y agarró el brazo de Persephone y juntos salieron de la habitación.
Estaba demasiado alterado y parecía que iba a estallar en cualquier segundo. Una vez en la salida, Derek se dirigió a su auto, pero Persephone lo detuvo antes de que pudiera volver a cerrarse. Solo le haría más daño guardarse sus sentimientos.
—Derek...
—No quiero hablar al respecto —la cortó antes de que pudiera decir una palabra al respecto.
Apretó su mandíbula y tomó una decisión apresurada. Sin pensarlo dos veces, agarró su chaqueta en puños y conectó sus labios con los suyos, besándolo. Tal vez ellos no fueran de los que hablaban de sus sentimientos, pero tenían sus formas de dejarlos salir. Lo hacían mediante sus cuerpos. Sus besos eran el lenguaje secreto y la pasión entre ellos las palabras.
Derek posó sus manos en las caderas de Persephone, atrayéndola hacia él. Succionó en su labio inferior y le dio un pequeño mordisco antes de alejarse unos centímetros. Entonces sus ojos localizaron un papel atrapado en su parabrisas, cuando lo abrió fue como si el destino estuviese dándole una respuesta.
—Entra al auto —ordenó.
Persephone frunció su ceño con confusión, pero no hizo preguntas. Sabía que cuando Derek tenía esa mirada en el rostro era mejor esperar a que mostrara lo que había descubierto.
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Cuando se detuvieron frente a la clínica veterinaria, Persephone sintió un cúmulo de nervios y anticipación se había instalado en su estómago. Derek tenía la teoría de que el veterinario, Alan Deaton, era el alfa porque hacía tres meses un venado con un espiral en el costado había aparecido muerto y habían pedido su opinión profesional al respecto. Fue ese venado lo que hizo que Laura volviera a Beacon Hills, lo que la llevó a su muerte.
—¿Estás completamente seguro de esto? —le preguntó una vez bajaron del auto y comenzaron a caminar hacia la puerta principal.
—Persa, si tienes dudas puedes irte, pero yo voy a hacer esto —dijo.
—Y un demonio si piensas que harás esto solo, Hale —espetó, tomando la delantera al adentrarse en la clínica.
Derek la siguió de cerca.
—Scott, vuelves a llegar tarde. Espero que no se convierta en una costumbre —habló el veterinario desde la sala de consulta. Ambos se detuvieron en el marco de la puerta y esperaron a que Deaton los mirara—. ¿Puedo ayudarlos?
—Espero que sí —respondió Derek—. ¿Encontraron un animal con un espiral en un costado?
—¿Cómo dice? ¿Qué animal? —Cruzó sus brazos sobre su pecho, luciendo como si intentara ocultar sus manos nerviosas de delatarlo.
—¿Hace tres meses? —continuó Derek, refrescándole la memoria—. Un ciervo. —Desdobló el papel que habían dejado en su auto—. ¿Se acuerda de esto?
Deaton miró el papel, sus ojos abriéndose un poco y luego disimuló, formando una sonrisa incómoda en la que fingió ser iluso.
—Sí, solo es un ciervo. Yo no lo encontré. Me llamaron porque querían saber si había visto algo parecido.
—¿Qué les dijo? —preguntó Derek.
—Que no.
—¿Escuchaste eso, Derek? —cuestionó Persephone, dando un paso al frente—. El apresurado latido de la mentira. —El veterinario retrocedió y Derek lo agarró de la bata para tirarlo sobre la mesa, golpeándolo con todas sus fuerzas. Un corte creó en la mejilla de Deaton—. ¿Tenías que dejarlo inconsciente?
—Ahora no es el momento para juzgarme, ¿de acuerdo? Ayúdame aquí.
Rodando los ojos, Persephone hizo lo que le pidió. Entre los dos consiguieron una silla, ataron las manos del hombre y lo inmovilizaron al asiento. Entonces, ella sacó un sobre de alcohol para despertarlo poco a poco.
—¿Estás protegiendo a alguien? —interrogó, estando en cuclillas frente a él.
—No sé de qué hablan —negó el veterinario. Derek lo giró, teniendo una paciencia limitada y lo alzó en el aire—. ¿Qué está haciéndome? ¿Qué quiere?
—Quiero saber quién es o a quién protege —espetó Hale.
—¡¿Qué están haciendo?!
La voz de Scott resonó por toda la clínica.
—Scott, ¡vete de aquí!
Derek soltó al veterinario y le dio un puñetazo para dejarlo inconsciente de nuevo.
—¡Para! —gritó el adolescente.
—Si está consciente, puede evitar sanar. Si está inconsciente, no —explicó, excusándose.
Scott lucía desconcertado.
—¿Están locos? ¿De qué hablas? —preguntó.
—¿Quieres saber qué significa el espiral? Es nuestro símbolo de venganza. ¡No dejará de matar hasta que esté satisfecho!
—¿Creen que es el alfa?
—Creen me suena a multitud —replicó Persephone, cruzando sus brazos—. Pero estamos averiguándolo.
Se acercó al veterinario y echó su puño hacia atrás para golpearlo cuando una mano se envolvió alrededor de su muñeca, deteniéndola. Las largas garras casi rasguñaron su piel.
Alzó la vista con lentitud y se encontró con un Scott completamente transformado. El adolescente le rugió. La mirada de Persephone se oscureció y cuando Derek iba a intervenir para hacer que Scott dejara de agarrarla, ella le gruñó. Podía arreglárselas sola, siempre lo había hecho y no iba a ser esa la noche en la que cambiaría. En dos simples movimientos estampó la cabeza del adolescente contra la mesa de metal y agarró su cuello con fuerzas.
—Escúchame bien, Scott, porque no repito mis palabras —siseó—. No sé en qué momento me confundiste con Derek, quien se deja mangonear por un adolescente rebelde, pero yo no soy él. Si vuelves a ponerme una mano encima, te juro por la memoria de mi madre que te quebraré el cuello. ¿Lo has entendido?
Scott asintió, volviendo a la normalidad. Persephone lo soltó de mala gana, la furia brillando en sus ojos.
—Solo denme una hora —pidió—. Nos veremos en una hora en el estacionamiento de la escuela.
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Exactamente una hora después, Derek y Persephone se encontraban deteniéndose detrás del Jeep celeste de Stiles, donde él y Scott los esperaban. Ambos bajaron, la mirada de Persephone continuaba oscurecida por lo sucedido en la clínica.
—¿Dónde está mi jefe? —quiso saber Scott.
—En la parte trasera —respondió Derek.
Los dos adolescentes se asomaron por la ventanilla del camaro y pudieron ver al veterinario inconsciente que yacía de forma torcida en los asientos traseros. Un pedazo de cinta adhesiva presionado contra sus labios.
—Parece que está cómodo —comentó Stiles.
Le dedicaron una mala mirada al par que estaba rodeando el camaro y comenzaron a dirigirse a la puerta principal de la escuela.
—¿Qué hacen? —preguntó Hale.
—Dijiste que estoy vinculado al alfa. Voy a ver si tienes razón —contestó Scott.
Ambos adolescentes desaparecieron en la puerta y Persephone volteó para notar que la mirada de Derek seguía sobre ella.
—¿Crees que me dejo mangonear por Scott?
—Siempre haces lo que él quiere que hagas —dijo ella, rodando los ojos. Derek relamió sus labios y la agarró de la cintura, pegándola a él mientras se apoyaba contra el Jeep—. ¿Qué?
—Nada. Solo fue bastante caliente verte de ese modo —admitió, escondiendo su rostro en su cuello y le dio un beso en su punto sensible.
—Derek, si resulta que el veterinario es el alfa y terminas matándolo, ¿qué harás siendo un alfa? ¿Crearás una manada o...? —la cortó con un beso, siempre era el mejor método de silenciarla.
—No quiero pensar en ello todavía —murmuró—. Mientras tanto quiero...
No pudo continuar hablando porque un ruido similar al de un gato siendo ahorcado invadió sus oídos. Era Scott intentando de aullar.
—Tienes que estarme jodiendo —murmuró Persa—. Es una desgracia para todas las criaturas sobrenaturales.
— Él...
Un potente rugido vibró a través de los altoparlantes, extendiéndose por la escuela hasta perderse en el aire. Había sido extremadamente fuerte.
—¡Voy a matarlos a los dos! —exclamó Derek cuando los vio salir de la escuela—. ¿Qué demonios fue eso? ¿Quieres atraer a todo el estado a la escuela?
—No pensé que sería tan fuerte, lo siento —se disculpó Scott, aunque su sonrisa decía todo lo contrario. Se notaba que estaba orgulloso de lo que había logrado.
—Sí, fue muy fuerte y fue increíble —Stiles canturreó la última palabra.
—Cállate.
Stilinski resopló.
—No seas un lobo amargado.
«¿Por qué todos roban mis comentarios?», se preguntó Persephone.
—¿Qué le hicieron?
La pregunta de Scott los desconcertó y cuando voltearon hacia el camaro, pudieron ver que el veterinario había desaparecido. Entonces, sin poder predecirlo, una figura monstruosa y de ojos rojos, se aproximó a toda velocidad, clavando sus filosas y largas garras en la espalda de Derek.
La sangre salió a borbotones de sus labios, bajando por su barbilla cuando lo alzó del suelo y lo lanzó por los aires. Un grito ahogado se escapó de los labios de Persephone, las lágrimas acumulándose en sus ojos ante lo que acababa de presenciar.
—¡Derek! —El nombre salió de sus labios de forma entrecortada.
—Tenemos que irnos, corre —dijo Scott y entre él y Stiles la arrastraron con ellos hacia el interior de la escuela.
Estaba tan estupefacta por lo que había sucedido que ni siquiera le molestó que ellos la estuvieran obligando a correr. Su mente estaba rehusando un pensamiento.
Derek no podía estar muerto.
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