Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

4: Motel el Faro


━━━━༺༻━━━━

Persephone despertó al escuchar la puerta de su apartamento abrirse y se removió en la cama, frunciendo su ceño. Las sábanas olían a Derek y una de las almohadas todavía estaba hundida, sí había pasado la noche con ella. Era la primera vez que alguien, que no fuera ella o Brooke, dormía en su cama. Sí, ella había tenido sexo con varios hombres, pero tenían que marcharse de su apartamento tan pronto culminaban el acto.

Sin embargo, con Derek había sido distinto. Habían recordado los viejos tiempos, se habían saboreado y disfrutado por completo. Al final de la noche, ambos se quedaron dormidos sin planificarlo. Simplemente sucedió. No quedaron rendidos acurrucados, ni nada por el estilo, apenas sus pieles se rozaban en la cama, pero quedaron de forma que si abrían los ojos se podrían mirar fijamente.

—Bien, estás despierta —escuchó la voz de Derek desde el marco de la puerta—. Gracias por ahorrarme el peligro de que me causaras una herida mortal por despertarte.

Persephone gruñó.

—Sí me despertaste. ¿Acaso no sabes cerrar las puertas silenciosamente? —preguntó todavía sin mirarlo. Tenía su cabeza oculta entre las almohadas, intentando recuperar un poco de su sueño. Seguía estando cansada de toda la acción de la noche.

—Tenía las manos llenas —se excusó—. ¿Así es como me agradecerás por traerte el desayuno?

Al escuchar eso, Persephone levantó su cabeza y lo miró. Derek estaba apoyado contra el marco de la puerta, tenía una de sus manos en el bolsillo de su pantalón y la miraba fijamente, con una ceja arqueada. Ella no pudo evitar hacer un gesto de confusión. No estaba acostumbrada a que los hombres le compraran desayuno, cenas sí, desayunos no.

—¿Qué? —articuló, frotando sus ojos para desperezarse. Tenía que asegurarse de que había escuchado bien.

—¿Esperas que te traiga el desayuno a la cama como si fuese tu sirviente? —increpó Derek.

Persa rodó sus ojos.

—Qué humor traes, chucho —murmuró—. Solo dame un minuto.

Unos pocos minutos después, Persephone se encontraba sentada en la mesa del comedor, solo una camisa negra cubriendo su torso y unos vaqueros cortos, mientras engullía la comida que Derek le había traído. Sentía su mirada todo el tiempo sobre ella, seguramente preguntándose cómo una mujer con su figura perfecta podía comer tanto.

—Por cierto, me dijeron que te diera esto —habló Derek, depositando las llaves del bar sobre la mesa—. ¿Brooke Castillo trabaja para ti?

—Sí, ¿por qué no? Es atractiva, lo cual es beneficioso para el bar al atraer clientela, es responsable, inteligente, y confío en ella lo suficiente para dejarle las llaves de mi bar —argumentó, enumerando con sus dedos las cualidades de la única amiga que le quedaba en el mundo.

—Solo preguntaba —murmuró, levantando sus manos en señal de paz antes de volver a dejarlas caer sobre la mesa.

Sintió la mirada de ella fijamente en su rostro, lo que le hizo preguntarse si era tan atractivo o si estaba por matarlo con aquel cuchillo de plástico que estaba utilizando para cortar sus panqueques. Si algo sabía a la perfección era que Persephone Blackburn hacía un arma letal de cualquier objeto. Mil y una veces la escuchó repetir su misma defensa «cualquier cosa puede ser un arma si se aplica la fuerza necesaria».

—¿Por qué estás aquí viéndome comer en vez de estar acosando a Scott? —curioseó, dejando de comer.

Derek ladeó su cabeza, buscando cómo responder.

—No lo acoso —se defendió.

Persephone sonrió.

—Claro que no. Solo lo observas desde las sombras como una fanática a un famoso —se burló, tomando un trago de su jugo.

La mirada que le dedicó fue suficiente para hacerla reír a carcajadas. Casi escupió el jugo por ello.

—Eres tan graciosa que deberías dejar el bar y meterte a comediante —masculló con sarcasmo.

Los labios carnosos de Persephone se mantuvieron esbozando una sonrisa de diversión. Le encantaba molestarlo y ver sus reacciones. Podía jurar que Derek era la versión humana del grumpy cat y eso solo convertía el acto de molestarlo en uno aún más divertido. Se podía decir que era su pasatiempo favorito, sin contar lo otro que hacían ambos para satisfacer sus necesidades.

—Ya. Responde la pregunta inicial —pidió.

Derek encogió sus hombros.

—Supuse que podríamos hacer algo más que acosar a Scott.

Persephone arqueó una de sus cejas.

—¿No te bastó con todas las veces que lo hicimos anoche? Quién diría que serías toda una máquina, Hale.

Lo vio rodar sus ojos con exasperación, pero en sus labios se podía ver el atisbo de sonrisa.

— No me refería a eso, Persa —negó repetidas veces con su cabeza—. Quería decir...

—...algo relacionado a lo del alfa —completó antes de que él pudiera decirlo—. Lo sé, Derek.

En sus ojos verdes, Persephone fue capaz de ver el agradecimiento. Sabía que él estaba bastante dolido con la muerte de su hermana, prácticamente su única familiar con vida. La vida le arrebatado a otro ser cercano y, a pesar de su máscara de hombre frío, se podía percibir el sufrimiento de su parte. Al menos Persephone era capaz de hacerlo. Tal vez era debido a que lo conocía demasiado bien.

Demasiado para su propio bien.

—¿Por dónde comenzamos? —preguntó una vez terminó de desayunar. Limpió las migajas que quedaron en las comisuras de sus labios y apoyó sus codos sobre la superficie de la mesa.

—Bueno, la última vez que hablé con Laura, se estaba quedando en un motel cercano.

—¿Sabes que Beacon Hills tiene demasiados moteles? —cuestionó.

—Sí, es por eso por lo que verifiqué sus tarjetas y pude dar con la información necesaria para saber cuál de todos era —explicó—. Y antes de que digas que fue una movida estúpida, busqué la información desde una computadora pública.

—Chico inteligente. Bien hecho, chucho —lo felicitó, aunque Derek no supo descifrar si lo hizo con sarcasmo o no—. Dejándonos de rodeos, ¿cuál es el nombre del motel?

Derek sacó una tarjeta con el nombre del motel escrito y se la pasó. Una mueca de fastidio se asomó en el rostro de ella y la escuchó maldecir.

—¿Lo conoces?

—Sí, es un cliente de Underworld y un maldito dolor en el trasero.

Miró una vez el faro en el logo del motel, un nombre muy poco original teniendo en cuenta que era prácticamente el nombre del pueblo. Se podía decir que tenía una historia con el dueño del motel y no necesariamente en un buen aspecto, sino todo lo contrario. Persephone apenas lo toleraba y le sacaba de quicio que fuese demasiado entrometido. No sabía cómo quedarse en sus propios asuntos.

Ahora tenía que utilizar sus encantos para llegar a la habitación en la que Laura había estado quedándose.

Demonios.

Cuando Derek y Persephone llegaron al motel, ya era de noche. Habían acordado que era la mejor hora para llevar a cabo su plan. Actuarían como una pareja normal que quería pasar una noche apasionada en el motel para poder husmear en la habitación que Laura había pagado. Como todavía no habían identificado el cuerpo, no tenían ni la menor idea de que la persona de ese cuarto estaba muerta. Además, se habían asegurado de enterrar a Laura bajo un espiral de acónito porque así se mantendría en su forma lobuna, haciendo más difícil que los policías la encontraran.

—¿Este es el lugar? —preguntó Derek al bajar del camaro.

Si más bien la estructura del motel no era la peor, podía estar en mejores condiciones. Sin embargo, a los locales no le interesaba tener un motel de lujo. No pasaban muchos turistas por ese pueblo y los que lo hacían, se marchaban de inmediato al ver la gran tasa de ataques de animales para un lugar tan pequeño.

—Sip —dijo, explotando la «p» al final de la palabra—. Entremos.

Entrelazó su brazo con el de Derek y ambos entraron al recibidor del motel donde un hombre de unos veintiocho años se encontraba. Su expresión aburrida cambió por completo al ver a Persephone en su instalación.

—Creo que hoy he sido bendecido por nuestra querida reina de inframundo —comentó él, apoyando sus codos en la encimera.

Persephone rodó sus ojos.

—Vengo acompañada, Roger —pronunció su nombre con un toque de molestia—. Queremos una habitación, preferiblemente en el segundo piso.

Roger, el hombre, arqueó una de sus cejas.

—Tan exigente como siempre. Te hago un descuento si para la próxima vienes sola y dispuesta a estar conmigo —propuso.

Mordió el interior de su mejilla con tantas fuerzas que pudo sentir el sabor metálico de la sangre. Estaba reprimiendo las ganas de estampar la cabeza de Roger en el ordenador con todas sus fuerzas.

—La habitación —exigió Derek, rodeando la cintura de Persephone con su brazo—. Ahora.

Los ojos de Derek tenían un toque de furia en ellos al escuchar la propuesta de Roger. Entendía la razón por la que Persephone había reaccionado de esa forma cuando supo el lugar. Se preguntó si Laura pasó por lo mismo con ese patán o si solo era algo que Persa tenía que soportar.

Roger accedió de mala gana y le dijo la cantidad total que debía pagar. Antes de que Derek pudiese buscar su cartera, Persephone lo detuvo.

—Ambos sabemos que ese no es el costo verdadero, Roger. Déjate de estupideces y cumple con el servicio que se te está exigiendo.

La firmeza con la que había hablado dejó sorprendido a Derek. Sin duda, Persephone sabía cómo manejar sus cartas y no dejarse pisotear por los hombres. A fin de cuentas, era dueña de un bar donde tenía que pasar por situaciones similares a menudo.

Una vez tuvieron la llave de la habitación, Derek no entrelazó su brazo con el de ella. En lugar de eso, la rodeó por la cintura, como si se encontrara marcando su territorio a los ojos de Roger. Persa se percató de ese detalle, pero no comentó al respecto, sino que se concentró en su sentido del olfato para localizar la habitación que le había pertenecido a Laura. Por suerte, era justo la que estaba al lado de la que les tocó.

—¿Qué haces? —preguntó al verla traquetear con la cerradura.

—Son cerraduras baratas, Derek. Si aplicas suficiente fuerza, se abrirá sin necesidad de romperse —explicó con simpleza.

Efectivamente, unos segundos después, ambos pudieron abrir la puerta y se colaron en el interior. La habitación no era muy grande, tenía dos camas casi apretujadas y un baño pequeñísimo. Todavía estaban las cosas de Laura allí, su maleta, y muchos papeles tirados en una de las camas. Sin embargo, cuando Persephone inhaló, pudo percibir el ligero rastro del aroma de alguien más.

—Derek, alguien más estuvo aquí —lo detuvo antes de que él pudiera dirigirse a verificar las cosas de su hermana.

Él volteó a verla, frunciendo su ceño, pero inhaló por la nariz, percibiendo el rastro del aroma. No obstante, este no era lo suficientemente fuerte como para lograr rastrearlo o siquiera identificarlo.

—No es muy fuerte, pero definitivamente no es de Laura —confirmó.

—Derek, ¿y si fue el alfa quien la mató y no los cazadores? —preguntó Persephone—. Ya sabes, le tendió una trampa para poder obtener su poder.

Derek la miró con un rastro de rabia asomándose en sus ojos verdes.

—Estás diciendo cosas al azar —dijo.

—Piénsalo, Derek. Tiene mucho sentido —intentó convencerlo.

Era cierto. Laura no tenía razón para volver a Beacon Hills a menos que buscara algo, alguien había hecho todo lo posible para que ella volviese. Y después ella había terminado muerta. Tal vez los cazadores se habían topado con el cuerpo de Laura y la cortaron a la mitad para hacer enojar a Derek, pero eso no significaba que ellos la hubiesen matado. Según lo que recordaba, en el cuerpo de Laura había mordidas. Mordidas que no habían sido provocadas por un león de montaña.

—¡Solo cállate, Persephone! —exclamó Derek.

Ahí Persephone supo que había metido la pata al hacer esa pregunta o tal vez Derek lo había hecho al gritarle.

Un par de días después, Persephone todavía no había escuchado de Derek. Era como si él estuviese evitándola a toda costa luego de la sugerencia en el motel. Tal vez él se hubiese dado por vencido o la dejó por completo fuera del tema. No sabía con claridad, pero realmente no le importaba. Ella era orgullosa y no pensaba dar su brazo a torcer cuando había sido él quien formó el berrinche en el motel.

Terminando de amarrar sus zapatillas deportivas, Persa salió de su apartamento, dispuesta a hacer algo de ejercicio. Correr de seguro le ayudaría a sacar toda esa ira contenida que tenía hacia Derek. Estúpido Derek.

Antes de que pudiese encender su teléfono para poner un poco de música, se topó con una Brooke muy agitada.

—Woah, ¿qué asesino te está persiguiendo? —preguntó en modo de broma.

Brooke negó, recuperando el aliento.

—Estaba en mi casa, ya sabes que vivo cerca del sheriff, cuando escuché una de sus llamadas. Encontraron la otra mitad del cadáver —Persephone intentó fingir que no estaba entrando en pánico por ello—, en las ruinas de la casa Hale. Seph, tienen una orden de arresto contra Derek y van a buscarlo ahora.

No se lo pensó dos veces antes de salir corriendo en dirección a los restos de la casa Hale. Tomó un atajo por el bosque y pudo escuchar las patrullas y los policías. Había llegado demasiado tarde para avisarle a Derek.

Sácame de la cárcel. —Escuchó la voz de Derek.

Él sabía que se encontraba allí, oculta entre los árboles. Localizó a los responsables del arresto con facilidad. Stiles estaba caminando disimuladamente hacia la patrulla donde tenían a Derek, mientras que Scott estaba cerca del Jeep azul celeste luciendo mortificado.

—Sé que puedes escucharme, Scott —comenzó a hablar y pudo ver el cuerpo del adolescente tensarse—. Estás cometiendo un grave error, y me haré cargo de que lo sepas.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro