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34. Conversaciones nocturnas

A pesar de que el corazón le latía sin control, Persephone se enfocó en ser productiva.

Aprovechó la inconsciencia de Derek para atenderle las heridas sin que protestara, moviéndose lo más rápido que sus extremidades le permitían. Cortó el resto de la camisa, la removió del camino y buscó un tazón con agua y antiséptico para limpiar la sangre seca que cubría el torso del alfa.

Derek no era un hombre de tomar precauciones. No tenía un kit de primeros auxilios ni vendajes a la mano. Apenas tenía antiséptico en uno de los cajones del baño.

En cierto modo, Persephone entendía por qué Derek no era cuidadoso. Era un ente sobrenatural, su cuerpo sanaba diez veces más rápido que un humano en sus mejores condiciones. La mayoría del tiempo no tenía necesidad de atenderse las heridas porque estas sanaban antes de que siquiera llegara a su hogar. Habitualmente solo se dirigía a la ducha y lavaba la sangre de su cuerpo. No tenía algo por lo que preocuparse.

Pero esta vez sí requería mayor atención, una que Persephone tendría que ofrecerle con los pocos recursos que tenía a la mano: agua, antiséptico y un mini-kit que cargaba en el bolso. Esa noche más que nunca, Persephone agradeció la sugerencia de su padre. Si no hubiera sido por Neil, ella nunca hubiera cargado el mini-kit que la ayudaría en esa ocasión.

Aunque debía admitir que solo le hizo caso porque estaba esforzándose en ser una mujer distinta, una madre. Un año atrás, ella nunca hubiera cargado un mini-kit. Era arriesgada y nunca le preocupaba su bienestar, al menos no como ahora. Pero ahora era precavida porque tenía algo que proteger.

Sin pronunciar una palabra, se concentró en limpiar cada herida. La sangre que emanaba de las cortaduras era oscura y viscosa, casi negra. No era una buena señal. De hecho, estaba segura de que Derek solo estaba vivo gracias a que era un alfa.

Tomando medidas drásticas, Persephone optó por coser las heridas. No tenía mucho conocimiento en cómo hacer unas suturas apropiadas, pero dudaba que tuviera mucha importancia en esas condiciones. Lo que Derek necesitaba era una ayuda extra para acelerar el proceso de sanación, de modo que su cuerpo utilizaría menos energía en cerrar las heridas. Era la mejor forma de poder, con suerte, hacer una recuperación milagrosa.

«Respira», se dijo a sí misma. «Necesitas tomarlo con calma».

Los dedos le temblaban y apenas pudo enhebrar la aguja. Le tomó más tiempo de lo pensado, pero fue lo justo porque Derek no recuperó la consciencia hasta unos minutos después de que Persephone terminó de suturar los rasguños.

—Gracias a Dios —murmuró mientras cerraba los ojos. El alivio recorrió por sus venas. Era una buena señal que Derek estuviera despierto—. No te muevas —pidió, colocando una mano en el hombro de él—. Sé que el sofá no es lo más cómodo, pero espera media hora antes de levantarte. Necesitas sanar.

—¿Dónde está Cora? —preguntó con dificultad. Tenía la voz llena de aire, casi resollando las palabras—. Necesito decirle... y al resto...

Lo silenció con un gesto.

—No te esfuerces —dijo en un tono suave, pero firme—. No sé dónde está Cora, pero estoy segura de que está bien.

No tenía dudas al respecto.

Tal vez no conocía la persona que Cora era en el presente, mas sabía que era una sobreviviente. Logró mantenerse con vida luego del incendio de la casa Hale y se había convertido en una joven fuerte y capaz. Puede que con algunos problemas de ira, pero era parte de sus genes Hale. No quitaba que fuera menos fuerte.

Sin importar las circunstancias, estaba segura de que Cora iba a vivir.

—Los alfas...

—Hoy no deben preocuparte. Sé que uno de los gemelos está en un viaje del equipo de lacrosse y Ennis está muerto. Supongo que tienen las manos llenas como para preocuparse por ti.

—¿Cómo lo sabes?

El estómago de Persephone se contrajo, anudándose con ansiedad.

Pudo mentir y decir que Scott y Isaac le comentaron al respecto. Sin embargo, no era una verdad. No era una mentira, pero tampoco una verdad. Si bien los chicos le contaron sobre la pelea de Ennis y Derek, la información había cambiado. Para empezar, ellos le dijeron que Derek murió en la pelea. Aunque estaba moribundo, no estaba muerto.

Fue Deucalion quien le dijo la verdad.

Pero no podía mencionar el nombre del alfa sin causarle estrés a Derek. Al menos no por el momento. Tenía que asegurarse de que él estaría bien antes de contarle sobre las intenciones de Deucalion con su bebé.

—Hablaremos de eso más tarde, ¿de acuerdo? Estamos a salvo por ahora, puedes descansar.

Lo vio cerrar los ojos, aunque estaba segura de que fue un movimiento involuntario y no a propósito. Estaba exhausto.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Persephone suspiró. Llevó una mano al cabello de Derek, acariciándolo con cariño, y la otra la dirigió a los dedos de él, entrelazándolos con los suyos.

—Tú sabes —dijo—. Sabes que no hay otro lugar en el que debo estar.

Lo escuchó murmurar algo por lo bajo, de manera apenas perceptible, y Persephone se mordió el labio inferior. No se entendió casi, pero estaba segura de que le había dicho que la amaba.

«También te amo», pensó y presionó un beso en la frente de Derek, observándolo perderse en un pozo de inconsciencia por segunda vez.

Persephone se quedó al lado de Derek durante el tiempo en el que se mantuvo dormido en el sofá. El suelo no era cómodo. Le dolía una cadera y el pie izquierdo se le había acalambrado dos veces. No obstante, no se movió. No quería soltarle la mano ni alejarse porque, al menos de esa forma, podía asegurarse de que seguía con vida.

Su respiración había mejorado. Ya no estaba tan trabajada ni requería tanto esfuerzo. Los puntos dejaron de supurar y la piel alrededor de las heridas estaba regresando a su color original, dejando atrás el enrojecimiento de la infección. También había dejado de sudar, lo cual era una buena señal. Estaba sanando. Su cuerpo estaba dejando atrás la enfermedad, recuperando la vitalidad que lo caracterizaba.

Iba a vivir.

Derek iba a vivir.

La realización golpeó a Persephone con la fuerza de un huracán. Las emociones que estuvo reprimiendo por horas la azotaron de repente. No vinieron en ráfagas, ni en suaves ondas, sino todo a la vez. La desesperación, la ansiedad, el miedo, el alivio, la angustia... Fue todo a la vez. Se aglomeraron y explotaron en su interior sin darle la oportunidad de prepararse.

El primer sollozo hizo eco en el silencio del apartamento.

Había estado pretendiendo ser fuerte durante horas, pero la realidad era que estaba aterrada de todo lo que estaba viviendo. Le temía al destino. Temía estar sola en un proceso que, aunque le causaba entusiasmo, era atemorizante.

Persephone le tenía miedo a ser madre. No porque se veía incapaz de hacer un buen trabajo, sino porque temía la soledad que podía causarle. Era un proceso aislante, en especial cuando no tenía una vida corriente.

Si era sincera, no era algo que quería hacer sola.

Necesitaba a Derek. Lo necesitaba tanto que no sabía cómo vivir sin él.

No sabía en qué la convertía ese pensamiento. Siempre se consideró alguien independiente, pero la realidad era que dependía de las personas que la rodeaban más de lo que quería admitir. Era su cruda verdad.

Estaba tan sumergida en sus emociones que ni siquiera se percató del momento en el que Derek recobró la consciencia hasta que sintió sus brazos rodeándola. Ella se derritió en el abrazo, sintiendo la calidez emanando del cuerpo del hombre dueño de su corazón.

Lo había extrañado. No se había percatado de lo mucho que le hizo falta su presencia hasta que pasó meses sin tenerlo. Derek era el tipo de persona que creaba un impacto en todo aquel que se dignaba a conocerlo más allá de la máscara de furia que portaba la mayoría del tiempo. El hombre que era en el interior era más hermoso de lo que era en el exterior. Era gentil, detallista, protector, bondadoso, cariñoso. Cuando Derek le tenía afecto a alguien, era un hombre extraordinario. Incluso con sus defectos. Él era increíble.

Y Persephone lo amaba.

Lo amaba del mismo modo en el que la tierra amaba al sol.

En un movimiento ágil, él la alzó del suelo, llevándola consigo a la cama. No la acostó, sino que la posó en su regazo a horcajadas donde sus torsos se mantuvieron en contacto. Ella escondió el rostro en el cuello de él, escondiendo entre las sombras las lágrimas que no paraban de caer de sus ojos. Por su parte, Derek se mantuvo abrazándola hasta que los sollozos e hipidos cesaron, susurrándole palabras de aliento y acariciándole la espalda para calmarla.

No estuvo segura de cuánto tiempo pasó llorando ni tampoco cuándo dejó de hacerlo, pero no rompió el abrazo en ningún momento. Lo necesitaba cerca. Necesitaba sentir el corazón de Derek latiendo contra el suyo, demostrándole que no iba a ir a ningún lado. Estaba ahí con ella.

Estaba vivo.

Vivo.

—Estás vivo —susurró.

—Créeme que nadie está más sorprendido que yo.

Persephone soltó una risa mezclada con un pequeño sollozo.

—¿En serio estás bromeando ahora? —cuestionó.

—Lo siento.

—Sí, más vale que lo sientas —reprochó, apartándose para poder mirarlo a los ojos—. Cuando te dije que pelearas, no me refería a que fueras a meterte de cabeza en una misión suicida, Derek Hale. Solo quería que no te dieras por vencido y te aislaras de las personas que se preocupan por ti. ¿Siquiera pensaste en mí? Te necesito en mi vida, maldito idiota.

—También te amo.

Persephone rodó los ojos con amargura, aunque no pudo evitar la forma en la que el corazón se le aceleró.

—No dije que te amaba.

—Tal vez no con tus palabras, pero sí con tus acciones —musitó, acunándole el rostro con las manos—. No necesitas decírmelo. Lo sé.

Ella negó con la cabeza.

—Eres tan engreído —dijo.

—Solo contigo. —Bajó la mirada a su propio pecho, percatándose por primera vez de las suturas que se encontraban ya cerca de sanar por completo—. ¿Hiciste esto?

—Tuve que improvisar —admitió con las mejillas ligeramente sonrojadas—. Le dio una oportunidad a tu cuerpo de sanar sin gastar tanta energía y funcionó.

—Salvaste mi vida.

—Estamos a mano —musitó.

Derek alzó las cejas.

—¿A mano? —cuestionó en un tono confundido.

—Sí, me salvaste cuando Kate nos disparó.

Él apretó los labios en una mueca disconforme.

—No te salvé. Tus amenazas a Scott fueron lo que movilizaron el trabajo.

—Shh, solo acéptalo.

—Cuando tú aceptes que me salvaste la vida.

Un suspiró la abandonó.

—No puedes continuar haciendo esto.

No necesitaba decir a qué se refería para que Derek entendiera. Ambos sabían a la perfección que ya no se encontraban hablando sobre salvar sus vidas, sino de los impulsos del hombre lobo. En especial los que hacían que estuviera al borde de la muerte.

—Fue un error de mi parte. La desesperación me cegó.

—Estoy embarazada.

Derek cerró los ojos.

—Lo sé.

—No, mírame. Tienes que entender lo que quiero decir —exigió y agarró una de las manos de Derek para colocarla sobre su vientre abultado. Él bajó la mirada a la zona. Lo vio tragar con fuerzas—. Estoy embarazada. Estoy cargando a nuestro bebé. No es mío, es nuestro. Te necesito, Derek, más allá de como mi compañero. Necesito que estés vivo para ayudarme a criar a nuestro bebé. No puedes continuar arriesgándote así cuando sabes que estás en desventaja. Convertirte en un mártir no es una opción, ¿entiendes? No puedo perderte, Derek.

—Lo siento. —Derek apoyó la frente en la de Persephone sin apartar la mano su vientre—. Yo solo... Quería que esto se acabara, quería estar libre de las amenazas de Deucalion, quería estar contigo. Me he perdido de tanto, Pers. Desde que me enteré, no he podido estar contigo o ejercer mi deber como padre. Me he perdido todo. La noche en la que me enteré, te dije que quería ser parte de todo el proceso porque no quería ser como mi padre, pero es todo lo que he hecho. No quiero seguir así.

—No eres tu padre, Derek.

—Se siente como si lo fuera. Supongo que debo estar aliviado de que mi madre no esté para presenciarlo.

—No, no hagas esto —lo regañó Persephone—. No te culpo por lo que te has perdido. De hecho, tengo mucha culpa porque no te lo conté antes. Te robé momentos importantes por mis miedos e inseguridades y no fue justo para ti. Pero no pienses ni por un segundo que te culpo por estar ausente porque no es así. Entiendo que tu distancia era parte de tu protección.

—Una cosa no quita la otra.

—Lo mismo te digo a ti.

El silencio se apoderó del loft, rodeándolos con un manto de incomodidad. Durante unos segundos, Persephone consideró moverse de su posición. No parecía apropiado permanecer en el regazo de Derek cuando estaban teniendo esa conversación, pero tampoco quería imponer una distancia entre ellos. Añoraba la cercanía que la posición les proveía. Llevaba muchísimo tiempo sin sentirlo de esa forma, solo su calidez y presencia.

Se mantuvo sobre él por lo que parecieron horas, pero de seguro no fue más que un puñado de minutos. En ningún momento Derek apartó la mano de su abdomen y supo que él la necesitaba cerca tanto como ella. El sentimiento era más que mutuo.

—Hay algo que debes saber —anunció Persephone—. No te va a gustar.

Los músculos de Derek se tensaron y ella lo tomó como su señal para moverse del regazo de él. No podía permanecer junto a él mientras le contaba sobre lo sucedido con el alfa de alfas.

—¿Qué pasa?

Persephone se removió en el colchón, buscando las palabras adecuadas.

—Cuando te estaba buscando hoy, Deucalion me encontró.

—¿Qué? —La voz de Derek se alzó y ella hizo una mueca de incomodidad—. Lo siento. No debía reaccionar tan fuerte.

—Está bien.

—¿Qué pasó? ¿Se enteró? —interrogó en un tono desesperado.

Persephone suspiró y se tomó un segundo antes de contarle con lujo de detalles la conversación que tuvo con Deucalion. Derek se mantuvo callado, aunque en ocasiones lucía como si quisiera interrumpirla. No lo hizo. Incluso permaneció en silencio durante unos minutos luego de que ella terminara de hablar.

—Un híbrido —musitó incrédulo—. ¿Siquiera es posible?

Persephone encogió los hombros.

—No lo sé, pero le creo. —Derek alzó las cejas, esperando una explicación—. Siempre escuché que los embarazos sobrenaturales suelen ser difíciles porque parte del poder del portador va al hijo. Mi padre pensaba que fue el inicio de la enfermedad de mi madre, pero no me he sentido enferma. Más allá de las náuseas matutinas que tuve en el primer trimestre o del cansancio regular, no he sentido cambios en mí. Mis poderes siguen igual.

—Mi madre...

—Ella era diferente —lo interrumpió antes de que pudiera continuar—. Era una alfa extremadamente fuerte y de una manada numerosa. Para ella, cada embarazo de seguro simbolizó un nuevo miembro de la manada. Los embarazos no la afectaban igual.

—¿En serio crees que nuestro bebé sea un híbrido? —preguntó él.

Ella asintió.

—Creo que es posible. Hay mucho que desconocemos del mundo sobrenatural, incluso cuando hemos formado parte de él desde que nacimos. —Se pasó los dedos por el cabello mientras suspiró—. Hace un año no pensaba que los kanimas fueran reales o que mi hermana pudiera ser una clase de vampiro. Hace un año no pensaba que sería posible estar en la presencia de un alfa de alfas. De hecho, muchos ni siquiera creerían posible que exista una manada de alfas. Ni hablar sobre lo del Darach.

—Hay mucho que desconocemos —reconoció Derek—. A veces pienso que desconocemos más de lo que conocemos.

—Aprenderemos juntos —le aseguró Persephone con una media sonrisa—. Aunque suene irónico, los chicos nos han dado un poco de práctica. En especial Scott con sus planes locos y rebeldes.

Derek gruñó por lo bajo.

—Si ellos son la práctica, seré un fracaso.

Una risa brotó de los labios de ella.

—Creo que a mí me va bien.

—Eso es solo porque eres preciosa y ellos son adolescentes hormonales —rebatió Derek rodando los ojos.

Pero la sonrisa de Persephone no se borró, sino lo contrario. Se estiró aún más y sus ojos se iluminaron.

—Confían en mí, Derek —susurró con timidez—. No sé cómo ni cuándo sucedió, pero confían en mí.

Tal vez era un poco lamentable la forma en la que el pecho se le inflaba con una mezcla de orgullo y emoción, pero no podía evitarlo. Eran un puñado de adolescentes irritantes, sí, pero no quitaba que se habían convertido en seres importantes para ella. En especial Stiles y Isaac.

—Pers, mereces tener a personas que se preocupen por ti —dijo—. No estás sola.

Ella se mordió el labio inferior, pensando durante unos segundos.

—¿Te tengo a ti?

Derek frunció el ceño, confundido con la interrogante presentada. Las palabras estaban impregnadas de una mezcla de inseguridad y acusación. Inhaló por la nariz y pudo percibir los celos emanando de sus señales químicas.

—Por supuesto —aceptó sin dudar—. ¿Por qué preguntas eso?

—¿Quién era esa mujer? —se atrevió a preguntar—. La que te trajo.

Derek sacudió la cabeza.

—Nadie, si es que piensas que significa algo para mí.

—Parecía preocupada por ti, casi como si te conociera bastante bien —indagó ella.

—Persephone —la llamó—, te equivocas si piensas que tienes una razón para estar celosa.

—No estoy celosa.

—Puedo olerlo en ti —refutó Derek—. Las señales químicas no mienten.

—Sabe lo que eres —apuntó Persephone.

Él asintió.

—La conocí la noche en la que estábamos tratando de atrapar a Boyd y Cora. Ella estaba en el cuarto de calderas cuando los encerramos y tuve que intervenir para salvarle la vida. La acompañé al estacionamiento en cuanto me aseguré de que estaba bien. Después de eso, visité la escuela para asegurarme de que no iba a repartir nuestro secreto en los medios. Eso es todo. No conoce más allá de mi nombre.

—¿Y hoy? —cuestionó.

Parte de ella se sentía estúpida por los celos invadiéndole el sistema, pero no podía evitarlo. A pesar de que sabía que no tenía derecho a sentirse de esa forma, era imposible no hacerlo. Estaba enamorada de Derek. Absoluta y perdidamente enamorada de él, y dudaba que eso fuera a cambiar en algún momento cercano. Dudaba que pudiera dejar de amarlo cuando llevaba haciéndolo desde la primera noche. Tal vez antes.

Si era sincera, no podía recordar el momento exacto en el que se enamoró de Derek Hale. Quizá fue entre las sábanas que fueron testigo de las noches de pasión, o en las miradas furtivas que se dedicaban en los pasillos de la escuela cuando todavía eran muy jóvenes como para comprender la magnitud de lo que serían en el futuro.

Pero no importaba el cuándo ni tampoco el cómo.

Lo importante era el hecho de que lo amaba y pensar en él con otra mujer hacía que la sangre se le calentara.

—Estaba tratando de encontrarte, Pers —aseguró Derek, obligándola a mirarlo a los ojos. La conocía lo suficiente como para saber que era vital el contacto visual. Si bien Persephone era fantástica en esconder sus sentimientos, los mostraba en los ojos—. Me vio en la calle y me ayudó a llegar aquí porque se rehusaba a escucharme sobre Underworld.

Persephone asintió con lentitud, aceptando la información al unir las piezas con la conversación que tuvo con Jennifer unas horas antes.

—Por eso mencionó que querías ir a un bar en lugar de a un hospital. —Las comisuras de los labios se le curvaron, aunque trató de evitarlo—. De acuerdo, te creo.

Lo escuchó suspirar con alivio.

—¿Por qué estabas celosa? —curioseó él.

Ella encogió los hombros sin saber qué decirle.

Era obvio, ¿no?

Pero también lo era el hecho de que Derek quería saber más sobre la situación. Sabía que estaba pescando por una pista de que todavía había una llama entre ellos, que su relación no se quedó hecha cenizas.

—Nos separamos hace meses. Supongo que es justo si en ese tiempo te hubieras desencantado conmigo.

Derek rodó los ojos.

—Estás loca si crees eso —estableció con firmeza—. Prometimos que no estábamos rompiendo para estar con otras personas.

—Técnicamente yo lo prometí —le recordó ella—. ¿No confiabas en mí?

El rostro del alfa se ensombreció de repente.

—Mi promesa estaba implícita. Y claro que confío en ti, Persephone, pero también sé que hay muchas rupturas temporales que se ven amenazadas cuando se incluyen terceros. Quería que nuestro tiempo fuera solo para nosotros y no porque íbamos a usar a alguien más.

Persephone se mordió el interior de la mejilla, debatiéndose entre confesar la verdad o continuar enterrando sus sentimientos. La salida fácil de esa conversación sería la segunda opción. Sin embargo, no pasó horas en agonía y arrepentimientos solo para continuar el patrón.

Necesitaba revelar su alma por completo.

Así que se armó de valor antes de decir:

—No he estado con alguien más desde que regresaste a mi vida. No hubiera importado de igual forma. Me enamoré de ti cuando éramos adolescentes y no teníamos idea de lo que estábamos haciendo. Traté sacarte de mi cabeza, pero no funcionó. Pensé que lo había hecho, pero no fue así. Lo supe desde el momento en el que pusiste un pie en el bar y mi cuerpo reaccionó de inmediato. Muchas personas han tocado mi cuerpo, eso no lo niego, pero te aseguro que eres el único que ha logrado capturar mi corazón. —Persephone suspiró durante unos segundos antes de mirarlo a los ojos para pronunciar—: Eres el único al que he amado.

Con cuidado, Derek la haló hacia su cuerpo, dirigiéndola con destreza a su regazo. Persephone se acomodó sobre él a horcajadas en una posición similar a la que estaba antes. Apoyó las manos en el pecho desnudo del alfa, y no pudo evitar enfocarse en su latido. El palpitar de su corazón estaba agitado, extasiado... feliz.

En medio del tornado de emociones y sucesos catastróficos, se tenían el uno al otro.

Derek siempre pensó que la furia era lo que lo anclaba a la realidad que lo rodeaba, pero había descubierto que era ella quien lo mantenía con los pies firmes en la tierra.

Se inclinó, permitiendo que su nariz rozara la de ella con cuidado.

—Eres la única para mí —susurró de vuelta y durante un segundo apenas perceptible, su tono cambió.

Un rastro de culpa se mezcló con sus palabras.

—Está bien, Derek —dijo ella con dulzura—. No tengo que ser la única mujer a la que has amado.

—No amaba a Kate —se defendió Derek con el ceño fruncido.

—No hablo de Kate.

Le tomó un minuto procesar las palabras de ella y estas cargaron más peso de lo que pensó.

Derek apretó los labios para controlar el temblor que los sacudió.

—Paige.

El nombre fue pronunciado en un susurro apenas audible en el silencio del apartamento. Ambos de sus corazones se estrujaron con el recuerdo de la muerte de una adolescente que apenas había empezado a vivir.

—Fue tu primer amor —confirmó Persephone—. Está bien que la amaras. Merecía ser amada. —Derek bajó la mirada luchando con la emoción condensada en sus ojos, pero ella colocó los dedos debajo de su mentón para hacer que la observara—. Sé que la amaste.

—Es diferente.

Persephone asintió.

—Lo sé, Derek —aseguró con calma—. Paige tuvo el corazón del joven que fuiste, pero yo tengo el corazón del hombre que eres.

—Y siempre lo tendrás.

Por primera vez en meses, Persephone cerró la distancia entre ellos y lo besó. Lo besó con ansias y anhelo, derritiendo con su pasión las barreras que se instalaron entre ellos. Derek la rodeó con sus brazos para acercarla aún más de lo que estaba, provocando que sus torsos chocaran.

—¿No más tiempo? —preguntó Derek entre los besos.

Persephone sacudió la cabeza.

—No lo necesito. Solo necesito estar contigo.

Él aprovechó las palabras con entusiasmo y la besó de nuevo, esta vez permitiendo que sus manos recorrieran los caminos que antes había explorado, pero que se sentían diferentes. Tocó, acarició, descubrió. Todo a un ritmo lento y pausado, tomándose los actos con calma cuando sus besos decían lo contrario; eran rudos, apasionados, desesperados.

Con suavidad, los dedos de Derek se escabulleron bajo la fina tela de la camisa de Persephone y fue cuando la sintió tensarse.

El lenguaje corporal que había estado relajado y disfrutando de las caricias, de pronto estaba rígido e inmóvil.

—¿Qué sucede? —interrogó él, buscando su mirada.

Persephone cerró los ojos.

No entendía por qué estaba tensa, no podía empujar lejos la sensación de pánico que le sacudió el sistema. Quería lo que estaban haciendo. No había otra cosa que deseara que ser acariciada por Derek, pero por alguna razón que no comprendía, estaba paralizada por una ola de pánico que vino de la nada. Estaba abrumada con las emociones, las hormonas y todos los sucesos de las pasadas veinticuatro horas.

Era demasiado para tan poco tiempo.

—No lo sé —respondió y desvió el rostro, escondiéndolo en la parte superior de su brazo donde se conectaba con el hombro—. Quiero hacer esto... Solo... No sé qué me pasa.

—Shh... está bien. Pers, estás bien —susurró él, sobándole la espalda en círculos—. No tenemos que hacerlo si no quieres.

—Sí quiero. Solo necesito un minuto —aseguró, aunque el temblor de su voz decía lo contrario.

—Estás abrumada.

Ella asintió.

—No sé por qué.

—Está bien —aseguró Derek con tranquilidad.

—¿Está bien si esperamos antes de tener sexo? —cuestionó Persephone, removiéndose con incomodidad.

Era la primera vez que tenía miedo de dar el paso con alguien. Ni siquiera tuvo ese momento de pánico cuando inició su vida sexual. Sin embargo, tuvo un momento de pánico con el único hombre con quien quería intimar de ese modo. No era lógico ni comprensible, pero era la forma en la que los sucesos estaban ocurriendo.

Pero Derek no se lo tomó a mal, sino lo contrario. Le brindó una sonrisa cálida, la abrazó y depositó un beso en su cabeza.

—Ni siquiera tienes que preguntar.

—Lo siento.

Derek frunció el entrecejo.

—¿Por qué te disculpas?

—No lo sé. Supongo que por dejarte... así.

—Persephone, no tenemos que hacerlo hoy ni mañana. Ni tampoco en un mes. No hasta que te sientas cómoda y lista para dar el paso. Puedo esperar el tiempo que sea, solo quiero estar contigo. Nuestra relación no es solo sexo, aunque a veces parezca que lo es. Te amo por quién eres, no por lo que puedes ofrecerme. ¿De acuerdo? —Ella asintió y no pudo evitar que un sollozo se le escapara—. ¿Por qué lloras?

Negó con la cabeza.

—No lo sé. —Se secó las lágrimas con el dorso de la mano—. Es probable que sea tu bebé volviéndome loca con las hormonas.

—¿Mi bebé? Pensé que era nuestro —reflexionó él, adornando las palabras en un tono de broma.

Ella se rio.

—Ahora es tuyo porque me está irritando. Puede ser nuestro de nuevo cuando deje de hacerme llorar a cada dos por tres.

Derek bufó.

—Claro.

Persephone se acurrucó en los brazos de Derek, permitiendo que la refugiara.

—No recuerdo si lo dije o no, pero te amo, Derek Hale —susurró.

—Sé que lo haces, Pers. Yo también te amo. —Pausó durante un segundo—. A ti y al bebé.


__________

Holi, ha pasado bastante desde la última actualización, lo sé, pero no esperaba lo complicada que sería la vida al hacer una maestría en escritura. Casi se me ha olvidado escribir, lol.

¿Qué tal andan?

¡Dersa está de vuelta! Pero distintos al mismo tiempo. Las circunstancias son diferentes ahora, pero se aman que es lo que importa. Ahora las cosas solo pueden mejorar... o empeorar... Digo, qué.

Love,
Thals. <3

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