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33. Las intenciones de un villano




Persephone podía escuchar su corazón latiendo con fuerzas en sus oídos; la presión ahogando los sonidos a su alrededor. Estaba sentada en el sofá de la sala mientras sostenía un vaso que había pasado de ser humeante a frío. A su lado, Stiles continuaba sobándole la espalda en círculos, calmando el estado de negación en el que se encontraba.

A pesar de que su garganta estaba obstaculizada por un nudo inquebrantable, Persephone no lloró. Los ojos le ardían por retener las lágrimas durante la hora que Boyd, Isaac y Scott estuvieron presentes en su apartamento tratando de relatarle los eventos de la noche.

Relataron los dos lados de la historia, o más bien de lo que parecía ser la nueva tragedia en la vida de Persephone.

El lado de Scott, quien fue citado por Deucalion en un edificio abandonado y llevó a Isaac consigo. Solo se suponía que sería una conversación, pero terminó en una batalla entre hombres lobos cuando Derek apareció con Cora y Boyd.

Tal vez Scott estaba siendo demasiado optimista e inocente. No existía tal cosa como mantener una conversación con Deucalion sin algún propósito mayor en el camino. Puede que Persephone no lo conociera mucho, pero conocía de él. Lo había visto un par de veces cuando todavía Talia estaba viva, sabía del evento que lo dejó ciego y de la forma en la que pasó a ser un monstruo despiadado.

El lado de Boyd, sin embargo, era distinto.

Él contó que Derek los envió a seguir a los gemelos —detalle que dejó a Persephone confundida y tuvieron que explicarle que los gemelos eran otros alfas que tenían la capacidad de unirse en un solo cuerpo para formar un alfa voluptuoso y el triple de fuerte— y encontraron que la manada de alfas se estaban quedando en el mismo edificio que los Argent. Hablaron sobre su plan de querer sacar a Deucalion del mapa para poder deshacerse de la manada. Sabían que enfrentarse a todos como un grupo era difícil. Apenas tenían la fuerza colectiva para combatir a un solo alfa. Vencer a Deucalion iba a tomar toda la fuerza de todos los presentes.

Por su puesto, ambos planes se fueron al caño y puede que la única salvadora del momento haya sido Allison Argent con sus flechas. Ella les dio la oportunidad de zafarse de un destino fatídico en el que Deucalion iba a obligar a Derek a matar a uno de sus betas frente al resto. Derek peleó con uno de los alfas, Ennis, y Scott intentó ayudarlo, pero ambos cayeron unos veinte metros.

Todo sonaba como sacado de una pesadilla.

¿A qué estaban jugando?

No tenían la fuerza suficiente para vencer a una manada de alfas. Lo mejor que podían hacer era huir. Durante un segundo, Persephone pensó que esa era su señal de marcharse de Beacon Hills a un lugar donde pudiera tener a su bebé sin tantos riesgos. No obstante, Persephone procesó las palabras con cautela, examinando cada pieza de información.

—¿Vieron el cuerpo? —Fue lo primero que pronunció luego de minutos de silencio en los que los adolescentes se quedaron en espera de su reacción.

Scott asintió.

—Estaba muerto. Ambos lo estaban —dijo Scott—. Lo siento mucho. En serio no lo hubiera hecho si...

—Deja de disculparte —lo interrumpió en un tono seco. Persephone suspiró mientras se pasaba una mano por el cabello—. Derek sabía en lo que se estaba metiendo.

Scott bajó la vista, apenado.

—Sigo sintiéndome culpable.

—No puedes cambiar el pasado, Scott. —Encogió los hombros—. A veces pasan cosas jodidas que están absolutamente fuera de nuestro control.

Persephone se puso de pie, apretando sus labios en una fina línea.

—Creo que deberían regresar a casa, chicos —ofreció—. Es tarde y no hay mucho que podamos hacer.

—Estamos aquí para ti, Persephone —dijo Isaac.

—Para tu pequeño también. Siempre que nos necesiten —añadió Boyd.

—Ellos están en lo cierto —aportó Scott—. No estás sola.

Las ganas de llorar aumentaron, pero Persephone se limitó a asentir con la cabeza.

—Gracias —susurró, temiendo que si hablaba más alto iba a quebrarse frente a un puñado de adolescentes que acababan de jurarle una lealtad que no estaba segura que se merecía.

Nunca fue amistosa con ellos ni tampoco cálida. Puede que la única con la que fue especialmente cariñosa fue con Erica y cortó sus lazos pronto antes de poder crear una amistad profunda. Principalmente porque la adolescente tuvo sentimientos por ella que no eran correspondidos y no quería herirla. Pero ¿el resto? Nunca estuvo presente para Isaac en el pasado porque estuvo más enfocada en su molestia con Derek. ¿Boyd? A veces parecía que sus pocas interacciones se limitaban a la noche en la que él la ayudó a llevar a Seraphina al sótano de la casa Blackburn.

Con Scott la historia era aún más complicada. Nunca tuvieron una amistad y muchas de sus interacciones consistían en amenazas o discusiones. Casi se habían utilizado el uno al otro como herramientas para lograr un cometido, como deshacerse de Peter o enfrentarse a alguna amenaza. Apenas eran unos aliados cuando la vida requería que sus caminos se unificaran para vencer un objetivo en común.

Y aún así estaban frente a ella ofreciéndole una lealtad que ella no les había ofrecido nunca. ¿Qué había hecho para merecerlo?

Ellos parecieron notar su sorpresa y sensibilidad porque no dudaron en rodearla con sus brazos. Scott siseó.

—¿Estás herido? —preguntó, apartándose de inmediato.

Scott ladeó la cabeza y con una mano se cubrió el costado.

—Estaré bien.

—Creo que todos estamos un poco heridos —admitió Isaac con un toque de humor que Persephone no apreció.

—Vayan a casa —insistió.

—Yo me quedaré con ella —habló Stiles, dirigiéndose a los demás—. No me mires de esa forma, Persephone. No es una opción.

—Eres una lapa —musitó ella, aunque la verdad era que agradecía la compañía del muchacho.

Sin tener la menor idea de cómo había sucedido, Stiles logró meterse bajo su piel. No en un sentido romántico, sino filial. Formaron una amistad inesperada, pero más fuerte que la criatura más poderosa del mundo.

El resto se fue marchando uno por uno y Persephone esperó unos minutos antes de mirar a Stiles, percatándose de que el muchacho estaba vistiendo un pantalón de chándal y una sudadera. Tenía zapatos, pero estaban sueltos y no tenía medias puestas como si se los hubiera colocado de prisa.

—¿Qué estás haciendo aquí, Stiles? Tú no estabas en la pelea.

Él encogió los hombros.

—Mi hermana me necesitaba.

Esa fue la gota que desbordó el vaso.

Las lágrimas salieron de sus ojos al instante, deslizándose por las mejillas como cascadas, empapándole el rostro. Los sollozos rompieron el nudo en su garganta, roncos y quebrados, expresando más dolor del que era capaz de cargar en su corazón. Todo la azotó de golpe como una ola fría, cada recuerdo, cada conversación, cada palabra. Las decisiones que tomó, las palabras que calló, lo que no hizo.

—Déjalo salir —susurró Stiles, refugiándola en sus brazos.

Persephone no solo lo permitió, sino que lo apretó con más fuerzas, aferrándose a Stiles como si fuera lo único manteniéndola en pie. Tal vez lo era en ese momento. No estaba segura de su cuerpo o de sus acciones, solo de la calidez del chico que acababa de referirse a ella como una hermana.

Y lloró más fuerte.

Lloró por su última conversación con Derek donde lo animó a luchar contra a Deucalion, pero también porque se guardó su confesión. No era que Derek no supiera que lo amaba porque lo había dicho antes. Lo reiteró cuando se reencontraron y él se enteró de su embarazo. Era el hecho de que había continuado alejándolo y no sabía si era a causa de que en serio pensaba que todavía no estaba segura de que estaban en el lugar correcto o porque tenía miedo de salir herida.

Al final no importaba.

No importaba un bledo la distancia o el tiempo que tomaron porque si en serio estaba muerto, solo desperdició momentos en los que pudieron disfrutar de las semanas que llevaba embarazada.

Lloró porque no iba a poder conocer a su bebé, a la pequeña vida que estaba creando que iba a tener partes de ambos. Se perdería todos los eventos importantes. Las primeras sonrisas, los primeros pasos, las primeras palabras. Probablemente ni siquiera iba a tener que pasar por la rivalidad de saber si su pequeño decía «mamá» o «papá» primero.

También derramó lágrimas porque no estaba segura de que iba a poder hacerlo todo sola. Sí, tenía personas apoyándola. Brooke estaba muriéndose de ganas de ser la madrina. Su padre estaba ansioso de convertirse en abuelo y de poder cargar al pequeñín en sus brazos para llenarlo de regalos y mimos. Incluso Melissa estaba entusiasmada luego de estar presente en la primera ecografía donde pudo confirmar la existencia de su bebé. Apenas era del tamaño de una cereza, pero tenía el latido más rápido que había escuchado antes.

—No quiero pensar que está muerto, Stiles —susurró de manera apenas audible—. Es demasiado.

—¿Realmente piensas que puede estar vivo? —cuestionó Stiles. Ella detectó el rastro de duda en su voz.

Persephone apretó los labios en una fina línea.

—Quizá. Él no es solo un hombre lobo, es un alfa. Son fuertes y resistentes, ¿sabes? —dijo y Stiles se quedó mirándola en silencio, contrariado—. Sé que no quieres darme falsas esperanzas y entiendo por qué suena como que lo es, pero es Derek. Él ha sobrevivido incluso cuando ha tenido todas las probabilidades en su contra.

Stiles asintió levemente, aunque Persephone no estaba segura de haberlo convencido. Lo más probable es que lo estaba haciendo para reconfortarla y evitar que derramara más lágrimas.

—De acuerdo.

La volvió a abrazar solo alargando el momento hasta asegurarse de que se encontraba completamente calmada.

—Stiles —lo llamó.

—¿Sí?

—Si Derek está muerto... —Tomó una bocanada de aire para darse fuerzas—. Si está muerto, vas a tener que cumplir tu promesa de ser el padrino porque no sé si voy a ser capaz de hacer esto sola. No sé cómo seré capaz de traer a este bebé al mundo si soy la única a la que va a tener.

Stiles se apartó un poco y acunó su rostro.

—No pienses por un segundo que vas a estar sola en esto, Persephone —habló en un tono firme—. Tu bebé va a ser tan amado que vas a todos van a tener que pelear para entrar en al tope de la lista de tantos que vamos a estar ahí. Tu papá, Brooke, Melissa, Scott, Isaac, Boyd, yo... Demonios, hasta mi papá se sumaría a la lista cuando se entere que voy a ser tío del bebé más genial que el mundo va a poder presenciar.

Persephone sonrió entre lágrimas.

—Eres mi irritante y terco hermano pequeño. Mi bebé va a ser muy afortunado de tener un tío como tú, Stiles.

Convencida de que Derek no estaba muerto, Persephone tomó un riesgo al decidir buscarlo, empezando por el lugar donde ocurrieron los hechos. Aprovechó que Stiles se marchó al amanecer porque debía ir a un compromiso escolar al que no podía faltar, y se puso en marcha para ubicar el edificio abandonado donde ocurrieron los hechos. Tal vez los chicos no dijeron específicamente la ubicación, pero pudo deducirlo por las descripciones. No muchos edificios en el pueblo tenían la altura que ellos describieron. En especial uno abandonado.

Puede que esa fuera una de las pocas ventajas de vivir en un pueblo pequeño. No hacía falta mucho para reconocer las áreas.

Tuvo que armarse de valor para adentrarse en el lugar. Especialmente porque no sabía cómo iba a reaccionar si se encontraba con el cadáver de Derek. ¿Qué haría en esa situación? ¿Llamar a su padre para que llenara un reporte de cómo Derek murió por el ataque de un animal? ¿Permitir que se convirtiera en otro caso sin resolver, parte de una estadística?

Tendría que buscar la forma de hacer arreglos fúnebres. Ni siquiera sabía si había espacio en la cripta de los Hale.

Dios, todo era demasiado.

Inhaló profundamente, permitiendo que el aire llenara sus pulmones y luego se obligó a caminar en el interior del edificio. La mayoría del lugar olía a polvo mezclado con humedad y hongos, pero reconocía el aroma a sangre. Múltiples, de hecho. Sin embargo, se mantuvo en los pisos del fondo donde sabía que era más probable que pudiera estar el último rastro de Derek.

Sentía el corazón en la garganta cuando se aproximó al lugar de donde provenía la fuente del olor: las escaleras mecánicas.

Estaban vacías.

Persephone tragó en seco.

¿Dónde estaban? Solo tenían pocas opciones. La manada de alfas se llevó los cuerpos de ambos, Derek estaba con vida y se marchó antes de que la manada llegara a terminar el trabajo, o —la que menos le parecía probable— el otro alfa sobrevivió y mató a Derek.

Persephone esperaba que fuera la segunda.

Cerró los ojos durante unos segundos, permitiéndose disfrutar de la corriente de alivio que recorrió su sistema. Mientras Derek estuviera en algún otro lugar, había esperanzas de que estuviera con vida, ¿no? Puede que estuviera dándose falsas esperanzas, pero iba a tomar el riesgo. Cualquier cosa con tal de tener la oportunidad de verlo de nuevo.

Inhaló profundo, buscando separar los rastros de sangre para enfocarse en los aromas que reconocía como los de Derek, pero lo que inundó su nariz fue distinto. El de una persona que no podía identificar como alguien conocido. De inmediato, sus sentidos se pusieron en alerta.

—No te preocupes. Todavía no está muerto.

Persephone no tuvo que voltearse para saber quién se encontraba a sus espaldas. La sangre se le congeló en las venas, pero hizo lo posible para girar sobre sus talones y enfrentarlo.

La última vez que Persephone había visto a Deucalion, él todavía tenía su vista. En ese entonces, ella era una persona distinta. Apenas una adolescente de quince años que era demasiado enfocada en sí misma para prestarle atención a los asuntos importantes que ocurrían en la casa Hale. Sin embargo, recordaba bien el incidente que dejó sin vista al alfa porque Laura la convenció de espiar la conversación en el despacho de Talia.

—No voy a lastimarte —anunció Deucalion sosteniendo el bastón en su mano derecha. Su lenguaje corporal estaba calmado, aunque Persephone no dudaba que él fuera capaz de asesinar a cualquiera sin molestarse mucho. Deseó ser capaz de tener una vista clara de sus ojos, pero el alfa los tenía cubiertos con unas gafas oscuras que lo protegían de la mirada punzante de la mujer hiena—. Al menos no todavía, aunque supongo que para el momento en el que tengo planificado, no vas a ser relevante. Puede que ni estés con vida.

Persephone retrocedió un paso, imponiendo una distancia que sabía que no iba a protegerla del daño que Deucalion sería capaz de infligir en ella. Se mantuvo en alerta, preparándose para utilizar su risa como su arma en caso de que Deucalion sí fuera a atacarla. Como mínimo, sería capaz de dejarlo sordo.

—¿Qué quieres? —Se atrevió a preguntar, elevando el mentón, a pesar de que él no podía verla.

—¿Qué te hace pensar que quiero algo? —habló él con parsimonia.

Persephone elevó una ceja.

—No has abandonado tu guarida y mucho menos solo —dijo ella—. No hay nadie aquí; solo nosotros. Así que eso hace que llegue a dos conclusiones: quieres matarme o hay algo que te interesa de mí, lo cual explicaría por qué viniste solo. ¿Dónde anda tu manada?

La expresión de Deucalion se mantuvo impasible.

—Me recuerdas a tu madre. Annalise era tenaz también.

El ceño de ella no tardó en fruncirse.

—Conocías a mi madre. —No fue una pregunta, sino una afirmación—. Aunque no sé por qué me sorprende. Mi madre era la amiga más cercana de Talia Hale, y solías visitarla frecuentemente para que te aconsejara. Eras un alfa distinto en esos entonces.

A pesar de que el rostro de Deucalion permaneció con la misma expresión, Persephone notó que la comisura derecha de sus labios tuvo un pequeño tic apenas perceptible. De no haber estado pendiente a los cambios, no lo hubiera notado. Pero era justo lo que buscaba. Quería dejarle saber que tenía información sobre su pasado, antes de que fuera el alfa de alfas, el demonio lobo, como le gustaba que lo llamaran para inspirar miedo y terror entre los hombres lobos. Aunque el cambio fue mínimo, el hecho de que lo incomodara o le ofreciera algo más que la tranquilidad impenetrable, significaba que su versión pasada tenía un peso en su consciencia.

—Como dije, me recuerdas a tu madre —reiteró—. Y tienes razón. Sí quería algo.

—Algo que no requiere mi muerte —adivinó y su rostro se endureció al darse cuenta del significado que cargaron sus palabras anteriores—. Sabes del bebé.

—Por su puesto —admitió sin pena—. Puede que lo haya sabido desde antes que Derek lo hiciera. Después de todo, hemos estado aquí por meses y observar a las personas con lazos a Derek fue una de mis tareas.

—Querías que estuviera en la bóveda, ¿no?

—El primer plan era hacer que tú y su hermana pelearan, hacer que eligiera entre una y la otra. Hubiera sido divertido, pero me enteré de tu embarazo y el tablero cambió.

—¿En serio querías a Derek en tu manada? —cuestionó con ojos entrecerrados—. Has esperado demasiado.

—Soy un lobo, Persephone. La cacería solo hace que la recompensa sea más interesante.

—No me lo creo —dijo encogiendo los hombros—. He mantenido mis oídos en el suelo y he escuchado mucho de ti, Deucalion. Te gusta envenenar la mente de los miembros de tu manada, pero no lo has intentado con Derek. ¿Amenazado? Sí, pero no lo has intentado envenenar. ¿Qué realmente querías?

—Eres astuta —apuntó Deucalion—. No puedo revelar mis planes a corto plazo, pero supongo que te enterarás pronto si las cosas salen bien. Puedes estar tranquila, sin embargo. No pienso matar a Derek, no con mis planes a largo plazo, aunque supongo que solo puedo hablar por mí mismo. Mató a Ennis y Kali no va a estar muy contenta. Bueno, suponiendo que se recupere de sus heridas, claro.

Persephone procesó las palabras con cautela, sabiendo que había más trampas en sus palabras que en la reserva. Tenía que elegir cuidadosamente en cuál de todas caer. Eligió la más que le importaba, aquella que hizo que cubriera su vientre abultado con una mano.

—Quieres el bebé.

Deucalion ladeó la cabeza.

—No el bebé. ¿Qué haría yo con un bebé?

Persephone tragó.

—Vas a regresar por el bebé cuando esté grande —se corrigió entre dientes—. ¿Qué edad? ¿Quince, dieciséis? Asumo que querrás que haya desarrollado sus habilidades, pero no lo suficiente como para que las controle por completo. —Notó un atisbo de sonrisa en los labios del alfa—. ¿Por qué el interés? Es solo un bebé y tu interés en los alfas. Supongo que entre más raros, mejor. Mi bebé no va a ser un alfa.

—Pero podría serlo.

Persephone se mordió el interior de la mejilla.

—No vas a matar a Derek porque es la forma más rápida en la que lograrás que mi hijo sea un alfa, ¿no? Matando a su propio padre.

—Facilitaría mis planes, sí.

—¿Por qué el interés? —insistió.

—Tu embarazo es importante para nuestra especie. Sígueme la corriente por un minuto —dijo Deucalion—. ¿Sabes qué es lo curioso sobre los embarazos sobrenaturales? Habitualmente la madre pasa parte de su poder a la cría, pero no siempre sucede.

—Como con Talia.

—Precisamente. Era muy poderosa y no perdió su poder porque su linaje era espléndido.

—Excepto por el padre —murmuró Persephone entre dientes.

—Sí, pero usualmente el padre no tiene un rol tan importante en los embarazos sobrenaturales.

Usualmente.

—Las madres son las que dan de su poder, así que...

—En teoría, la criatura tomaría la forma de su madre —completó Persephone.

—Sí, en teoría —apremió—. A menos que la madre sea humana o de genes sobrenaturales débiles.

—Te refieres a personas convertidas.

—No importa —descartó Deucalion.

—¿Todo esto es para decir que te interesa un alfa hiena? Yo podría hacer eso.

—Oh, no dije que fuera hiena —dijo Deucalion y chasqueó la lengua—. ¿Recuerdas cuando dije que habitualmente el padre no suele importar? Tu caso es especial porque Derek ya era un alfa y no cualquier alfa.

—Un alfa de la familia Hale con un linaje fuerte.

—Sí —concedió el alfa—. Lo cual propondría que sus genes fueran los dominantes.

—¿Pero? —increpó, sabiendo que Deucalion tenía más que decir.

—Pero las hienas son criaturas matriarcales y mezclándolo en un ámbito sobrenatural, significa que son fuertes. Puede que más fuertes que cualquier beta en una manada numerosa. Especialmente porque no tienen por qué ser parte de una manada para tener fuerza; pueden sobrevivir por sí solas, lo cual te convierte en una criatura de un linaje fuerte —explicó y Persephone se mantuvo atenta porque podía presentir que se acercaba el momento de la revelación final—. Dos mezclas de dos especies coexistiendo en un solo ser.

El cuerpo de Persephone se tensó por completo.

—Un híbrido —susurró—. Por eso lo quieres, porque mi bebé es un híbrido.

—Es más que raro —admitió Deucalion—. Sería una adición excepcional a mi manada.

La furia burbujeó en el sistema de Persephone.

—Tendrás que caminar sobre mi cadáver antes de que puedas acercarte a mi hijo y te aseguro, demonio lobo —pronunció con desprecio— que no me iré sin hacer ruido.

Esa vez, Deucalion sonrió ampliamente, luciendo satisfecho de haber logrado su cometido.

—Lo espero con entusiasmo.

Para el momento en el que Persephone se adentró al loft de Derek, esperando que fuera el lugar a donde él iría para sanar sus heridas, la noche estaba cayendo a través del ventanal en el fondo. Muy a su pesar, el loft estaba vacío, pero no perdía la esperanza de ver a Derek llegar en cualquier momento. Después de todo, sabía que él fue el alfa que sobrevivió al encuentro y que logró salir del centro comercial abandonado. Tarde o temprano, Derek regresaría a su morada. No tenía muchos lugares en los cuales refugiarse.

Así que Persephone examinó el lugar con su mirada antes de acomodarse en el sofá. Buscó el teléfono oculto en el bolsillo de su abrigo y pudo notar las llamadas perdidas de parte de Stiles junto a un sinnúmero de mensajes. Los leyó poco a poco.

La mayoría eran preguntando cuánto tardaba en sanar una herida causada por un alfa, unos pocos sobre cómo estaban en un autobús junto a uno de los gemelos malvados y otros dejándole saber que Isaac y Boyd estuvieron en unos ligeros momentos arriesgados donde quisieron vengar a Derek. También mencionó que las preguntas de la herida fue por Scott, pero que gracias a Lydia y Allison lograron que sanara y que se encontraban todos bien y con vida. Al final Stiles le notificó que pasarían la noche en un motel de seguridad dudosa, pero que harían lo posible por mantenerse fuera de problemas.

Persephone decidió llamarlo en lugar de responder con un mensaje de texto. Estaba demasiado abrumada como para poder escribirlo todo.

Stiles respondió casi al instante.

—¿Estás bien? Te he enviado mensajes todo el día y no respondías. Estuve cerca de escribirle a tu padre —dijo Stiles de manera apresurada.

El cuerpo de Persephone se relajó al escuchar la voz del adolescente. No mintió la noche anterior al decir que Stiles era su irritante hermano pequeño porque lo era. Tal vez no tuvieran un lazo sanguíneo, pero se comportaban como si en serio tuvieran una relación de hermanos. Eso valía mucho más que cualquier prueba de ADN que los estableciera como parientes.

—¿Tienes el número de mi padre? —interrogó con una ligera sonrisa curvándole los labios.

—No, pero podría conseguirlo —respondió Stiles. Persephone no dudó que fuera capaz de hacerlo. Después de todo, Stiles había demostrado que podía ser capaz de sorprenderla con su persistencia—. ¿Dónde has estado?

Se mordió el interior de la mejilla sin saber cómo responder a su pregunta. ¿Cómo explicarle que estuvo todo el día buscando a Derek por la ciudad sin buenos resultados? No dudaba que, de hacerlo, él conseguiría a su padre y para asegurarse de que no estaba corriendo más riesgos de los necesarios.

—He tenido un día agitado —murmuró con pesar. No era una mentira porque su encuentro con Deucalion la había dejado convertida en un cúmulo de nervios y ansiedad—. Aunque más calmado que el tuyo. ¿Qué sucedió?

—Ya te dije todo en los mensajes. No hay mucho que contar fuera de eso —habló con un toque más calmado—. ¿Y tú? ¿Por qué tuviste un día agitado?

—¿Está la costa libre? —interrogó.

A pesar de que Boyd y Isaac le habían jurado lealtad y que confiaba en ellos, no sabía si querían compartir la información que Deucalion le reveló con ellos. Pensaba que entre más personas conocieran de la habilidades que el bebé podría tener en el futuro, más riesgos se presentarían. Tenía que proteger a su bebé. En especial cuando estaba uno de los gemelos malvados en el viaje. Si había algo que notó de su encuentro con Deucalion fue que el hecho de que estuviera solo significaba que ninguno de los otros conocía de su plan a largo plazo. Por alguna razón, él quería mantenerlo en secreto.

—Solo estoy con Scott en la habitación del motel que, por cierto, apesta a cucarachas muertas y a cigarrillos.

Un atisbo de sonrisa curvó sus labios por el tono dramático que Stiles empleó al describir el aroma del motel.

—Eso es asqueroso.

—Lo sé —reconoció Stiles con un ligero gruñido—. Estábamos repasando la lista de los sospechosos del Darach.

Persephone se pasó una mano por la frente.

—Recuérdame qué es un Darach —pidió con un suspiro.

Con todo lo que estaba sucediendo, había olvidado la segunda amenaza que merodeaba los rincones de Beacon Hills. Los sacrificios humanos.

—¿Recuerdas cuando te conté que andaban sacrificando vírgenes? —preguntó.

—Recuerdo que me pediste que te desvirgara.

El jadeo de Stiles la hizo sonreír con malicia.

—¡Oh por Dios, Persephone! —exclamó el chico—. ¡Se suponía que era un secreto entre nosotros!

No fuiste a la primera. Danny tuvo una pequeña propuesta también. —Escuchó a Scott decir.

Soltó una ligera carcajada y no pudo evitar percatarse de lo mucho que su relación con los chicos había evolucionado. Al inicio apenas los toleraba y ahora se encontraba hablando por teléfono con ellos como si fueran viejos amigos poniéndose al día

—¡No fue así! —se defendió Stiles en un tono ofendido—. Fue una broma. Como sea, no importa. Lo que importa es que no fueron solo vírgenes y resulta que la persona que está haciendo los sacrificios solía ser un druida que se fue al lado oscuro. Un Darach es solo un druida oscuro y los sacrificios le dan más poder.

—Oh —pronunció ella sin saber qué decir—. ¿Y quiénes son los sospechosos?

Según Stiles, Derek está en la lista dos veces.

—¿Puedes dejar a Derek en paz? —pidió ella mientras rodaba lo ojos.

—Es la costumbre, perdón. El punto es que tengo cuatro sospechosos. El primero es Harris, nuestro profesor de química que desapareció y se presume que fue un sacrificio, pero solo porque nadie sepa dónde se encuentra no significa que está muerto. También es la razón por la que sabemos que todo esto es a causa de un Darach.

Persephone estrechó la vista.

—¿En serio crees que tu maestro de química anda haciendo sacrificios luego de que termina de dar clases?

—Eso fue lo que dije —aportó Scott.

—Sonaba mejor en mi cabeza —reconoció Stiles—. Luego está la hermana de Derek.

—¿Cora?

—Nadie sabe nada sobre ella y es hermana de Derek.

—¿Te das cuenta de que hablas sobre los Hale como si no estuvieran relacionados directamente con tu ahijado? —increpó ella.

—¿Soy oficialmente el padrino? —preguntó él con entusiasmo y su voz se elevó unos cuantos decibeles.

—Stiles, concéntrate —pidió—. No puedes decir que los Hale son todos malos porque Peter fue el malo una vez. De hecho, Peter es la excepción al resto de su familia. Conozco a Cora y conozco a Derek. Ninguno de ellos anda involucrado en sacrificios humanos.

Lo escuchó gruñir.

—Después está Deaton, el jefe de Scott —continuó con la lista.

—¿Por qué?

—No me agrada la vibra de Obi-wan que tiene.

—Stiles, no todo está relacionado a Star Wars y Deaton tiene razones para ser de la forma en la que es —lo defendió—. Solía ser el emisario de los Hale. ¿Quién le sigue?

—Lydia.

Ese fue el nombre que la tomó por sorpresa.

—¿Por qué Lydia?

—Peter la controló por completo hace unos meses, ¿recuerdas? Cuando lo trajo de vuelta a la vida. ¿Quién dice que no está siendo controlada ahora?

—Stiles, eso no la convierte en la responsable, sino en una herramienta. Dejen de culpar a la pobre chica solo porque no se convirtió en mujer lobo con la mordida de Peter —argumentó con un suspiro—. Hay muchísimo de lo que no sabemos en este mundo y créeme que las criaturas sobrenaturales no son solo hombres lobos, mujeres hienas y kanimas. Todo es mucho más complicado que eso.

—Bueno, es todo lo que tengo —dijo con pena—. ¿Qué hay sobre ti? Has evadido el tema varias veces.

Persephone se mordió el interior de la mejilla. Podía decirle que Derek se encontraba con vida, pero era difícil hacerlo cuando todavía existía la posibilidad de que hubiera sucumbido a sus heridas en el camino a casa. Hasta que no lo viera vivo, no iba a estar conforme, así que optó por las noticias que Deucalion había revelado.

—Conocí a Deucalion hoy —anunció en voz baja.

—¡¿Qué?! —exclamaron los chicos al unísono.

—¿Estás bien? ¿Te hirió? —preguntó Stiles de manera apresurada.

—No —respondió ella—. Me contó sobre uno de sus planes.

—¿Qué quiere?

—Mi bebé —dijo de manera apenas audible—. Tiene esta teoría alocada de que será un híbrido entre un lobo y una hiena.

—Estaba bromeando cuando dije que tu bebé iba a ser un monstruo —musitó Stiles.

—Pues Deucalion no está para bromas. Anda coleccionado alfas extraños ahora y quiere regresar a Beacon Hills en el futuro para llevarse a mi hijo y convertirlo en un asesino.

—Eso explica por qué los gemelos son parte de la manada, por su habilidad de unirse en el Megatron de los alfas —comentó Stiles.

—¿Por qué vino por Derek entonces? —cuestionó Scott—. Sin ofender, Persephone. No veo cómo es... especial.

—No lo sé. Creo que hay algo más que no quiso decir, pero logró distraerme un poco. —Se tomó unos segundos para pensarlo—. Bueno, puede que Derek no pareciera tan importante, pero...

—¿Pero?

—Era el último descendiente de su madre con vida. Al menos hasta que se descubrió que Cora nunca estuvo muerta. Ustedes no conocieron a Talia, pero ella era la alfa más poderosa que se había visto en décadas. Puede que en un siglo —explicó—. Era capaz de convertirse en un lobo.

—¿Como la otra hermana de Derek?

—Sí, como Laura. Cuando Laura y Derek se fueron de Beacon Hills, Laura todavía no podía convertirse en un lobo. Creo que no fue hasta que se convirtió en alfa que pudo evolucionar.

—Así que Deucalion quizá esperaba que Derek se convirtiera en lobo... bueno, se hubiera... ya sabes a lo que me refiero —balbuceó Stiles—. Lo siento.

—Está bien. Creo que voy a dejarlos ahora, chicos. Manténgame informada de lo que suceda, por favor —pidió—. Y me avisan cuando lleguen a Beacon Hills.

—Sí, mamá —bromeó Scott.

—Cállate, mocoso.

—Adiós, Pers.

Colgó la llamada y soltó un suspiro profundo, acomodándose para la espera más larga de su vida. Al menos era lo que pensaba que sería porque no más de diez minutos después, escuchó una respiración acelerada acercándose, acompañada de una menos perceptible. Dos latidos: uno agitado, otro pausado y débil.

Persephone se puso en alerta, pero se relajó un poco al reconocer el aroma de Derek, aunque iba acompañado y cargaba un hedor a sangre, estaba aliviada de saber que se encontraba ahí, que todavía su corazón estaba latiendo. Se puso de pie del sofá y se apresuró hacia la puerta metálica del loft, abriéndola justo a tiempo para atrapar el cuerpo débil de Derek Hale. Lo sostuvo del torso, pasando un brazo por encima de sus hombros para mantenerlo en pie, aunque era obvio que Persephone era la única razón por la que no estaba en el suelo.

—Pers —lo escuchó susurrar.

—Shh, está bien. Aquí estoy —musitó con dulzura, permitiéndose respirar con alivio.

Seguía con vida.

Persephone lo condujo hacia el sofá, pues era la superficie más cerca que tenía a disposición. Aunque la cama era el destino más lógico, consideró que no era prudente con el estado mugriento y lleno de sangre del hombre lobo.

Lo ayudó a acostarse en el sofá y Derek lo permitió porque apenas tenía fuerzas para permanecer despierto. Con sus garras, Persephone rasgó la camisa —más bien lo que quedaba de ella— en un movimiento rápido y preciso. No tenía tiempo que perder. Movió la tela para poder analizar las heridas y saber a qué se estaba enfrentando.

Rasguños profundos en el pectoral izquierdo, deslizándose hacia el sur donde se encontraba lo peor, al menos visualmente. Tres grandes incisiones cortaban su abdomen casi de lado a lado. Seguía sangrando en menor medida, pero supuraba una sustancia oscura que daba indicios de que su lado sobrenatural estaba luchando por mantenerse con vida y fallando en el proceso.

—¿Qué tan mal está? —susurró en medio de jadeos elaborados. Le costaba pronunciar las palabras.

Persephone tragó en seco. Quería ser optimista y decir que se iba a reponer sin problemas, pero la verdad era que tenía sus dudas. Si Derek no hubiera sido un alfa, hubiera muerto.

—¿Sabes? Esto no parece algo que un poco de equinácea y un buen sueño no puedan curar —recitó las palabras de Stiles la vez que Kate les disparó.

Derek trató de sonreír, pero sus fuerzas cedieron y se sumergió en un pozo de inconsciencia. La única forma en la que Persephone podía saber que estaba con vida era el latido lento.

—¡Oh por Dios! —exclamó una voz femenina a su lado—. ¿Acaba de morir? ¡Sabía que debía llevarlo a un hospital!

Persephone volteó para observar a la mujer de pie a unos metros. Tenía la piel blanca, ojos azules y el cabello oscuro, lucía joven, pero definitivamente mayor que ella. Tal vez unos veintiséis años. La pregunta era: ¿qué demonios hacía ahí?

—¿Quién demonios eres? —preguntó la mujer hiena a la defensiva.

La mujer retrocedió.

—Jennifer... Blake. Encontré a Derek en la calle y me pidió que lo trajera aquí cuando quise ayudarlo. Bueno, quería ir a un bar, pero me rehusé, así que... estoy aquí... ¿Se va a morir?

Persephone frunció el ceño, pero decidió no responder a su pregunta. Después de todo, Jennifer era una intrusa y una completa extraña.

—¿Cómo lo conoces?

Jennifer se relamió los labios.

—Uh, me salvó hace un par de semanas —respondió de manera incómoda—. Estaba en el cuarto de calderas en la escuela cuando estos ¿hombres lobos? —Se rio un poco—. Lo siento, suena ridículo decirlo.

—¿Qué estabas haciendo en la escuela a esa hora? —cuestionó, reconociendo la historia de la perspectiva de Derek la noche de la bóveda.

—Siendo estúpida —musitó—. ¿Quién eres?

—Soy la novia de Derek. —Cruzó los brazos sobre su vientre.

Jennifer alzó las cejas con sorpresa.

—No sabía que Derek tuviera novia... o que estaba embarazada —añadió, su vista cayendo en el abdomen abultado de Persephone.

La mujer hiena estiró la espalda y ladeó la cabeza con un toque de soberbia.

—Somos personas privadas.

Derek se quejó de manera apenas audible.

—En serio creo que debería ir a un hospital —sugirió Jennifer.

Persephone estrechó la mirada, luciendo pensativa.

—No recuerdo.

—¿Qué? ¿Qué no recuerdas? —preguntó Jennifer con el ceño fruncido, luciendo perdida con lo dicho.

—Haber pedido tu opinión —replicó ella.

Jennifer abrió los ojos aún más.

—Solo... quería ayudar.

—Bueno, lo trajiste aquí. Ayudaste lo suficiente, pero ya estoy aquí, así que no eres requerida —habló en un tono tajante—. Deberías irte.

Jennifer abrió la boca para hablar, pero Persephone elevó las cejas, perpetuando su punto, así que solo asintió y se marchó del loft.

Persephone soltó el aire que llevaba aguantando en los pulmones y se tomó unos segundos para observar a Derek. Sabía que debía moverse rápido para limpiar sus heridas, pero solo se agachó a su lado, sintiendo la presión de su pecho aliviarse un poco. Agarró la mano fría de Derek y él, incluso en su estado de inconsciencia, la apretó de vuelta.

—Estoy aquí —susurró con dulzura—. Ambos estamos aquí.

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El plan inicial era que este cap abarcara más cosas, pero ya tiene 6mil palabras y es el más largo hasta el momento, así que decidí cortarlo hasta acá (todavía queda bastante que cubrir de esa noche). Sin embargo, no se pueden quejar porque les ofrecí la paz mental de que Derek no tuvo sexo con Jennifer.

La verdad, ¿pensaban que sería capaz de hacerlo? Mejor dicho: ¿creen que Persephone lo hubiera perdonado de haberlo hecho?

Hay muchos datos importantes en este capítulo. La interacción de Persephone con la manada, en especial con Stiles, las intenciones de Deucalion, la importancia del baby Hale y que Persephone y Jennifer se conocieran.

Alguien por ahí pidió capítulo en al menos tres semanas contables, así que me esforcé un poquito para traerles uno antes de que mi vida se vuelva más caótica al iniciar la escuela graduada (maestría).

Besos,
Thals.

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