28: Padrino del bebé monstruo
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Persephone terminó extendiendo su viaje por el resto del verano en el cual se aisló del mundo mientras procesaba los cambios que estaba atravesando. No solo era su cuerpo el que se encontraba en una transición para acomodar la nueva vida que estaba creando, sino que toda su vida se había puesto de cabeza. Solo tenía veintidós años, nunca había estado en sus planes ser madre. Siempre fue una persona con los peores instintos maternales, los bebés y los niños la aterraban a muerte. Antes de que la envolvieran en el mundo sobrenatural, había estado enfocada en su negocio, su bar.
Y ahora...
Ahora la vida le había jugado mal. No fue por irresponsabilidades. Siempre fue cuidadosa con sus métodos anticonceptivos. Llevaba seis años siendo sexualmente activa y había hecho todo lo posible para explorar su sexualidad de la mejor forma posible. Pero nada era perfectamente seguro. El margen de error siempre abría las puertas para una posibilidad y, muy a su pesar, le tocó a ella en el momento menos esperado.
No lo iba a negar, su primer instinto fue explorar sus opciones y sacar una cita para realizarse un aborto. Persephone era consciente de sus derechos y que tenía la opción de decidir sobre su cuerpo, así que sacó la cita y fue a la clínica acompañada de Brooke. En el último minuto, simplemente no pudo hacerlo.
No fue porque considerara que estaba mal, sino porque su mente no paraba de darle vueltas al asunto. No estaba segura, y no pensaba tomar una decisión hasta que estuviera completamente segura de que era lo que quería hacer. De esa forma, con el pasar de los días, comenzó a adaptarse a la idea de que iba a ser madre.
Madre.
En su cerebro todavía estaba una pequeña voz que se reía de tan solo pensar en esa palabra. Si había algo de lo que estaba segura era de que nadie hubiera esperado que fuera ella la quinta persona de su pasada clase en quedar embarazada. Solía pensar que iba a ser de las pocas que nunca iba a tener un humano dependiendo de ella.
Era gracioso la forma en la que el mundo daba tantas vueltas.
Iba a tener a un pequeño humano dependiendo de ella por los próximos dieciocho años. ¿Siquiera era el mejor ejemplo para un bebé? Era malhablada, manejaba un bar que muchos consideraban como uno de mala muerte, no era para nada estable, y era una criatura sobrenatural. Ambos de sus progenitores lo eran.
Estaba preocupada de la genética de su bebé. ¿Hacia cuál lado se inclinaría? ¿Cuáles serían los genes más dominantes? ¿Los de ella o los de Derek? ¿Ambos? Ni siquiera sabía si era posible que ambas características pudieran coexistir, pero para ese punto de su vida estaba abierta a cualquier opción.
El día en el que decidió volver a Beacon Hills, Stiles fue la persona que la recogió en el aeropuerto. A pesar de lo raro que sonaba, Persephone y él estaban más cercanos luego de la noche en la que ella fue la que lo recibió la noche que acabó el problema del kanima. Gracias al muchacho sabía que Scott le devolvió la jugada a Gerard, que los Argent se marcharon de Beacon Hills, y que Jackson había logrado completar su transformación como hombre lobo. También se enteró de que Lydia ya sabía todo sobre el mundo sobrenatural y que Jackson se marchó del pueblo por presiones de su familia.
Lo admitía, hablar con Stiles era como estar con un programa de chismes. No había información que no supiera. Excepto, claro, el nuevo residente de su cuerpo. Al menos por el momento, aunque no era como si pudiera ocultarlo. A sus dieciséis semanas de embarazo, Persephone era consciente de que abdomen estaba abultado y aunque estaba vistiendo una sudadera dos tallas más grande, sabía que sospechaba por la forma en la que continuaba observándola de reojo en lugar de estar pendiente a la calle.
—No quiero ser imprudente.
—Siempre lo eres —comentó Persephone, rodando los ojos.
—Has ganado peso.
La mujer hiena rodó los ojos.
—Eres encantador, mocoso —dijo con amargura—. Más vale que te vayas acostumbrando porque todavía me quedan otros cinco meses de gordura.
—Espera, ¿qué?
—Tú me escuchaste.
—No te voy a mentir, me aterra decirlo y estar equivocado.
—Créeme, no lo estás —aseguró ella, girando la cabeza para mirarlo—. Estoy más que embarazada.
El Jeep se desvió de las líneas de la calle durante unos segundos en los que Stiles perdió la cordura por la sorpresa materializada.
—Maldición, mujer. Un poco de anestesia primero para poder procesarlo.
Ella se rio.
—Yo he estado procesándolo todo el verano —mencionó.
Stiles tragó en seco.
—Sí sabes que tienes opciones, ¿no? —preguntó con una media sonrisa.
Persephone asintió.
—Casi aborto —confesó—. Simplemente no pude hacerlo al último minuto y parte de mí está siendo extra-protectora. Es la cosa más extraña.
—Oh, es parte de tus instintos.
—Stiles, juro que si dijiste eso porque soy una mujer te voy a romper la nariz con el volante.
—¡No! —exclamó, elevando una mano en son de paz—. Me refería a tus instintos de mujer hiena. Las hienas son súper protectoras con sus crías.
—Oh —pronunció Persephone y frunció el ceño, asimilando la información.
La verdad era que a pesar de ser lo que era, Persephone no había estado muy interesada en mantener récord y análisis de su condición. Simplemente lo había aceptado porque nació de esa forma. No tuvo necesidad de investigar, comprender y buscar alternativas. Era parte de su naturaleza. Ahora que un adolescente humano sabía más de sus características que ella misma, se sentía un poco avergonzada y tonta de no haberlo hecho antes.
El silencio los envolvió durante unos breves segundos que Persephone sintió como si fueran una eternidad. Podía escuchar el motor del Jeep, las respiraciones de Stiles, y el rápido corazón de su bebé.
—¿Lo sabe?
Ahí estaba. La pregunta que había estado evitando desde el momento en el que confirmó que sí estaba embarazada. Persephone sabía que Derek tenía todo el derecho de saber lo que estaba sucediendo. No planificaba ocultárselo toda la vida, sino que estuvo procesando la noticia y se encontraba reuniendo la valentía para dejarle saber que iban a tener un hijo.
Sonaba retorcido cada vez que lo pensaba, teniendo en cuenta la forma en la que terminaron. Le pidió tiempo, y de la nada iba a aparecer embarazada y diciéndole que era suyo. Completamente jodido.
La verdad era que había esperado tanto porque no quería pensar en la posibilidad de que Derek dudara de su palabra.
—No, no le he dicho todavía —susurró, desviando la mirada.
—Tiene que saberlo.
—Lo sé. Solo... es difícil.
—Eso lo entiendo, pero lo mejor es que lo sepa. No quiero escucharte con el discurso de "mamá luchona" porque no le dijiste a tiempo.
Persephone rodó los ojos con una pizca de irritación, pero al mismo tiempo agradecía el humor del muchacho porque definitivamente era lo que necesitaba. Ya tenía suficiente con escuchar a su padre y a Brooke recriminándole. No quería a nadie más en esa lista.
—No lo vas a escuchar. Voy a decirle esta semana. Solo tengo que encontrar la forma de cómo hacerlo. Va a ser bastante extraño considerando que fui la persona que terminó las cosas entre nosotros.
—Tampoco es como si hubieras planificado esto.
—Lo sé, pero la lógica masculina es extraña. Sin ofender.
—No te preocupes, los chicos somos bastante tontos —coincidió Stiles, haciéndola reír—. Ahora, sí voy a ser el padrino, ¿verdad? Porque sé que Peter ni siquiera va a ser considerado y Derek es tan amargado que no tiene amigos.
—No lo sé, está Isaac —comentó por molestarlo porque no tenía ni la menor idea de quién tendría ese honor.
—Persephone, juro que si eligen a Isaac antes que a mí, van a tener que visitarme en la cárcel. Estoy dispuesto a matar por el honor de ser el padrino de ese bebé monstruo.
Ella le dedicó una mala mirada.
—¿Y así quieres ser el padrino? —cuestionó.
♛
Persephone tenía que admitir que había extrañado su apartamento y el bar. Ahora que había tenido que tomar la decisión de quedarse en el lado administrativo, podía trabajar directamente desde el apartamento sin tener que estar bajando frecuentemente a la primera planta. No estaba segura de querer que se corriera la voz de su embarazo antes de que Derek lo supiera. Ya bastaba con el hecho de que Stiles le había contado a Scott hace dos días.
Lo sabía porque aparecieron frente a su puerta con preguntas crípticas sobre cómo indagar en la mente de alguien que no recordaba nada, y Scott estaba increíblemente normal con el hecho de ver su vientre abultado. Stiles no pudo aguantar admitir que sí le dijo a su mejor amigo porque la noticia era demasiado grande para sus jóvenes hombros, y también porque quería recalcarle que iba a ser el padrino y que ni se le ocurriera intentar de ser una de las opciones.
A lo que Persephone le dijo que si seguía jodiendo con eso iba a decirle a Boyd que iba a ser el padrino. A Stiles no le sentó bien esa noticia, pero sí se mantuvo callado.
Esa noche se encontraba organizando su nueva ropa en su armario cuando escuchó que le tocaron la puerta como si el mundo se estuviera acabando.
«Stiles, joder», pensó, dejando caer las piezas de ropa que tenía en la mano para encaminarse a la puerta. Estaba tan concentrada en su irritación que no se percató de que la persona que estaba al otro lado no era Stiles hasta que abrió la puerta. Sus ojos cafés se encontraron con los azules de Peter Hale y no pudo evitar la sorpresa mezclada con un toque de ira que se disparó por su sistema.
—Lárgate.
—Vas a querer escuchar esto —dijo Peter, aguantando la puerta para evitar que Persephone la cerrara.
La ansiedad comenzó a hormiguear en su cuerpo. Tenía que mandarlo lejos pronto. Agradecía que el atuendo que se había convertido en su uniforme consistía en una sudadera enorme y leggins, y que cubrían las partes de su anatomía que estaban cambiando por el embarazo. Sin embargo, lo que no era capaz de ocultar eran los latidos rápidos de su bebé.
—¿Qué quieres?
—Derek ha estado reacio en venir aquí a contarte, pero es mejor que sepas porque claramente necesita ayuda.
Persephone alzó las cejas.
—¿Ayuda? Sí, claro —dijo sarcásticamente.
—Hay una manada de alfas, ¿lo sabías?
Persephone se paralizó.
—¿Una qué? —pronunció a pesar de su estupefacción.
Iba a matar a Stiles por ocultarle una pieza vital de información.
—¿Recuerdas a Deucalion? —El rostro de Persephone palideció ligeramente—. Es un alfa de alfas ahora, y vino por Derek para unirlo a su manada. Ahora tiene a Boyd y a Erica en una bóveda...
A pesar de que su fase de náuseas había cesado, Persephone se encontraba cerca de vomitar con la información que Peter estaba dejando caer sobre ella. Stiles realmente había estado ocultándole unas piezas vitales de información.
—Déjame adivinar, ahora Derek quiere jugar al héroe y sacarlos de ahí, ¿no?
—Siempre astuta, ¿no? —mencionó Peter y chasqueó la lengua—. Necesita ayuda que no venga de Scott McCall.
—No puedo ayudar —se limitó a decir.
—Vas a ayudar porque sé que... —Dejó la frase en el aire cuando su mirada cayó en el abdomen de la mujer hiena. Sus labios se curvaron en una sonrisa y sus ojos chispearon con malicia—. Sabía que estaba escuchando algo. Oh, voy a amar esto.
Antes de que Persephone pudiera reaccionar, Peter la agarró del brazo, halándola consigo fuera del apartamento.
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¿Yo actualizando DOS veces en tres días? Pidan un deseo.
Sourwolf Hale está por saber que va a tener una bendición. ¿Cómo creen que eso vaya?
No lo sé ustedes, pero yo siento drama. 🥴
Besis,
Thals.
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