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26: Tiempo para nosotros

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Persephone no tenía ni la menor idea de cómo lidiar con sus sentimientos. Era un desastre tanto física como emocionalmente. No estaba durmiendo, comiendo de manera adecuada, se había distanciado de sus amistades y de su padre también. De hecho, tenía su teléfono descargado en un cajón de su habitación. No le importaba en lo absoluto. Lo único que era capaz de reconocer de todo lo que estaba sucediendo en esos días, era el constante vacío en su pecho que con el paso del tiempo se estaba convirtiendo en furia.

¿Cómo podía Derek estar molesto con ella? Nunca lo engañó, nunca lo manipuló. Solo... evitó decirle cosas que pudieran afectarlo porque quería proteger su decisión, fuera la que fuera. Era algo que quería hacer por su cuenta, no estando a su lado todo el tiempo. No quería ser solo la novia del alfa, o la acompañante que podían buscar para resolver ciertos problemas referentes a Derek.

Por el amor a Cristo, era Persephone Blackburn. Antes de que Derek regresara, había construido una reputación que utilizaba como defensa. Las personas no se atrevían a ponerse en su camino, no se cruzaban en sus negocios. Era una mujer decidida, ambiciosa y fuerte, una emprendedora y el deseo de muchos. 

No iba a opacarse o a estar consultando cada pequeño paso que daba. Derek tenía que entender eso. Al menos tenía que hacerle entender que su relación no podía funcionar de esa manera.

Ese era el pensamiento que tenía perfectamente claro cuando se acercó a los restos de la casa Hale en la reserva. Sabía que Derek se encontraba ahí porque era el lugar al que solía acudir cada vez que se encontraba en un callejón sin salida. Además de que tuvo una pista cuando Erica apreció en su puerta la noche anterior para despedirse; los betas de Derek habían tomado la decisión de abandonarlo al estar metidos en una guerra entre hombres lobos y cazadores, con un kanima de por medio. Detalle que era comprensible porque no tenían por qué manejar esos asuntos.

Sintiendo una ligera molestia recorrer su sistema, Persephone se adentró en la casa. No tardó en encontrar a Derek. Él se encontraba dándole la espalda en lo que fue la sala de estar del antiguo hogar, rebuscando entre una extensa pila de libros en una mesa vieja.

—No tengo el tiempo para hacer esto, Persephone.

Ella frunció el entrecejo, desconcertada con su actitud borde y seca. Él se había metido en esa situación, fue él quien quiso crear una manada que ahora lo estaba abandonando, y también fue él quien la evitó durante los pasados días. Persa estaba cansada de esperar a que Derek tomara el paso y por fin tuvieran una charla importante sobre su relación.

Necesitaban aclarar las cosas o terminaría muriéndose de agonía. Estaba demasiado perdida en sus sentimientos, gobernada por todas sus emociones como para dejarlo ir. Ella no pensaba permitir que su relación acabara por una tontería. Al menos no sin hablarlo primero.

—Bueno, vas a tener que empujar tu tiempo de hundirte en tu propia miseria para otro momento porque vamos a hablar al respecto —replicó Persephone, cruzando los brazos mientras se aproximaba hacia el alfa.

Derek se dio la vuelta, apoyándose en la mesa en la que descansaban los libros. Imitó los movimientos de Persephone al cruzar los brazos, sus músculos tensándose bajo la camisa gris de manga larga. Sus ojos verdes lucían cansados y opacos, demostrando que no se encontraba en el mejor lugar emocionalmente tampoco. Estaba frustrado, impotente y enfadado. Demasiado enfadado.

—¿Qué quieres decirme? Realmente no tengo tiempo para esto. Erica y Boyd...

—Se van a marchar, lo sé —lo cortó antes de que pudiera utilizarlos como excusa—. Sabías que iba a suceder. Son niños, Derek.

—Sí, lo que sea —masculló el alfa, apretando la mandíbula con fuerza, reprimiendo su molestia.

Mordiéndose el interior de la mejilla, Persephone reunió lo que quería decirle, preparándose para sacar su perspectiva de toda la situación.

—No vine a disculparme, si es lo que piensas. Ya dije mis disculpas la otra noche y te marchaste sin siquiera dignarte a ver mi perspectiva. He estado esperando durante días a que te dignes a hablarme, pero ni te has asomado a preguntarte si estoy bien —comenzó a decir, la ira acumulándose en su rostro a medida que las palabras brotaban de sus labios.

—Sabía que estabas bien —objetó Derek con el rostro inexpresivo—. Solo porque no estamos hablando no significa que no estoy pendiente de ti.

Un resoplido se escapó de la boca de Persephone, la incredulidad desbordándose en el pequeño sonido.

—Eres increíble —musitó con escepticismo—. ¿Sabes? Me parece hipócrita que durante las pasadas semanas estuvieras recalcándome lo importante que es que nos comuniquemos en una relación, y cuando trato de hacerlo te comportas como un niño.

Derek hizo un esfuerzo sobrehumano para no rodar los ojos.

—Boyd me contó lo que hiciste y que le dijiste que mantuviera en secreto que tenías a tu hermana en el sótano de la casa de tu padre.

—Estaba segura ahí —se defendió Persephone—. Además, Boyd no sabe lo que ocurrió esa noche.

Lo escuchó bufar.

—Como quiera mentiste.

—Oh por Dios, ¿quién eres? ¿Don Honestidad? —preguntó retóricamente—. Sí, te mentí. Mentí porque hubieras dejado a los betas a su suerte. Los hechos son que puede que seas medianamente decente en ser un novio, pero eres terrible a la hora de cumplir con el resto de tus responsabilidades.

Persephone se arrepintió de sus palabras tan pronto las pronunció. Durante un breve segundo, pudo identificar una punzada de dolor en la expresión de Derek antes de que se transformara en una de completa rabia. Estaba más que enfadado.

—Persephone —pronunció entre dientes como una advertencia.

—Es la verdad —insistió Persephone—. Si tanto quieres saber, no la maté. Quería hacerlo, te juro que quería arrancarle el corazón, pero fui una mejor persona. Quizá si te hubieras dignado a escucharme desde un principio en lugar de dejarte llevar por tu berrinche, tendrías una mejor imagen de por qué te oculté la información.

—Para —masculló él en un leve gruñido.

Pero Persephone estaba tan enfadada con él que no podía frenar el vómito verbal que estaba saliendo de su boca sin ningún tipo de control. No podía ver que Derek necesitaba que se callara, necesitaba un minuto para no estallar como una granada y hacer que su relación se consumiera. Estaban teniendo una discusión, no tenían por qué caer en un ciclo donde ambos salieran heridos. Era lo menos que quería.

—¿Sabes qué? Quizá deba reconsiderar mis palabras anteriores. Tal vez tampoco eres un buen novio-...

Sin saber qué hacer para callarla, Derek estiró su brazo, agarrando la mano de Persephone para halarla y presionar su boca contra la suya. Las palabras de la mujer hiena se quedaron atoradas, ahogadas por los labios del alfa que no la dejaban hablar. Su cuerpo actuó por reflejo cuando separó los labios, permitiendo que él deslizara su lengua en su cavidad bucal. Se dejó llevar por la familiaridad, por la manera en la que sus sistemas siempre estaban deseando el tacto del otro.

La sensación en la que su ira chocaba con la pasión flamante de sus cuerpos, le recordó a esa primera noche en la que Derek se adentró en su bar para pedirle ayuda. La memoria de su sexo rudo luego de haber roto la mesa de su sala fue agridulce, pero innegablemente excitante.

Persephone rompió el beso, encontrándose con las pupilas dilatadas de Derek que le dijeron que estaba de la misma forma que ella. No debía hacerlo, no quería convertirlo en un patrón para resolver sus peleas porque la verdad era que no ayudaba en nada. Sin embargo, no podía ignorar la forma en la que sus cuerpos continuaban luchando por mantenerse juntos, por encajar el uno con el otro de la manera en la que siempre habían hecho.

—El sexo no arregla nada —advirtió con voz ahogada, reprimiendo el deseo durante unos breves momentos.

—Estoy de acuerdo —coincidió Derek, sus manos aferradas a las caderas de Persephone, los dedos queriendo desgarrar la fina tela del vestido azul que tenía puesto.

—Pero... al carajo, fóllame —pidió, sabiendo que su mente estaba reclamándole por ceder a sus instintos carnales.

Un gruñido emergió de la garganta de Derek, casi sonando como un animal.

—Voltéate y pon las manos en la mesa —ordenó en un tono grave y dominante.

Siempre luchaban por el control en la intimidad, silenciosamente peleando por tomas las riendas a la hora de dictar lo que querían, pero esta era la primera vez en la que Persephone no quiso reprochar. Su feminidad palpitó al escucharlo tomar el control sin darle la oportunidad de replicar. Tampoco quería hacerlo. Solo en ese momento, Persephone sucumbió a las ganas de conseguir más del Derek dominante, del lobo que estaba degustando de su presa.

Obedeció sin chistar, dándose la vuelta, apoyando las palmas de las manos entre los libros apilados. La respiración de Derek en la curva de su cuello no tardó en llegar, dejándole saber que estaba detrás de ella. Tomando un ligero atrevimiento, pegó su trasero a la parte frontal de su pantalón, sintiéndolo duro a través de la tela.

La expectativa creció con el pasar de los segundos en el que solo se escuchaban sus respiraciones y sus corazones agitados. Persephone se estremeció cuando la mano callosa de Derek acarició su muslo, colándose bajo el vestido, mientras la otra se enredó en su cuello, apenas descansando en la zona. No ejerció presión, pero el hecho de que estaba rodeándolo era suficiente para hacerla jadear.

No fue con disgusto, sino con lujuria. Estaba encendida a mil, toda su piel se sentía en fuego mientras esperaba con impaciencia a que Derek la tocara. Necesitaba su tacto sobre su cuerpo, necesitaba algo más que un simple roce en los muslos. Quería sentirlo acariciando las zonas que gritaban por atención.

Persephone no necesitaba caricias provocativas, no quería los movimientos suaves y cariñosos. No, lo que necesitaba era que fuera rudo, que olvidara cualquier ápice de generosidad. Lo quería duro y rápido.

—Derek —gimoteó en un tono suplicante que la tomó por sorpresa.

—¿Qué, Persa? —preguntó en su oído, su cálida respiración enviándole corrientes eléctricas por su cuerpo—. ¿Qué quieres?

—Quiero que me toques —respondió—. Tus dedos, tu boca, lo que quieras.

—¿Lo que yo quiera? —increpó.

Persephone descubrió que no le desagradaba en lo absoluto ese lado mandón y dominante de Derek. Siempre y cuando se quedara en el lado del sexo, no le disgustaba someterse un poco, permitirle tomar el control de esa forma. Estaba jugando con ella, descargando su frustración en su cuerpo de la mejor manera posible. Probablemente se arrepentiría de gustarle tanto cuando Derek decidiera torturarla con su placer, pero no tenía eso en mente. Solo quería su liberación, su orgasmo.

—Sí —jadeó la palabra cuando la mano libre de Derek rozó su centro anhelante sobre la ropa interior. Apostó que él pudo sentir lo mojada que estaba a través de la tela.

—Inclínate y abre las piernas.

La mano que se encontraba en su cuello, la abandonó para trasladarse a la parte trasera de su cabeza a medida que se inclinó sobre la mesa, su pecho casi tocando la madera. Los dedos de Derek se enredaron en los mechones oscuros, manteniéndola en la posición. Una vez se aseguró de que se quedaría ahí, la dejó ir, enrollando la tela del vestido en la cintura de Persephone para dejar expuestas las zonas que requerían de su atención.

Derek delineó la tanga de encaje que se perdía entre el valle de su trasero, descendiendo hacia el parcho húmedo de la excitación de Persephone. La escuchó gemir cuando apartó la tela de su piel y frotó su clítoris desesperado. Los círculos lentos solo amenazaban con hacerla enloquecer.

Se arrodilló, quitándole las bragas de un tirón y su boca se hizo agua al admirar la vista del sexo húmedo de Persephone. Estaba completamente empapada, hinchada y anhelante, exactamente como le gustaba. Se inclinó, permitiendo que su lengua recorriera la hendidura resbaladiza, disfrutando el sabor de su novia. Se relamió al alejarse, degustando la lujuria líquida.

—Derek —gimió Persephone.

Él tomó la pista y repitió la acción previa, asegurándose de devorarla esa vez. Lamió y succionó hasta que Persephone se retorció de placer, el orgasmo azotándola como un látigo. Rápido, pero con una sensación duradera que hizo que sus piernas temblaran.

Derek se puso de pie, golpeándole el trasero con la palma abierta antes de desabotonarse el pantalón, bajándolo lo suficiente para liberar su miembro. Frotó el centro sensible de Persephone con la punta unas cuantas veces antes de deslizarse en su interior. Un gruñido resonó en la casa al sentir su calidez rodeándolo.

Persa. —El apodo fue pronunciado entre dientes, mientras la agarraba del cabello, tirando ligeramente para que su espalda terminara pegada a su pecho. Solo se mantuvo quieto en su interior, sosteniéndola—. ¿Cómo lo quieres?

—Tú sabes cómo —contestó Persephone entre respiraciones agitadas.

—Dime.

—Duro y rápido —murmuró, siendo consumida por la desesperación de la presión placentera en su interior—. Y Derek... quiero tu mano en mi garganta.

Derek reprimió un gemido, pero aceptó la petición de Persephone. Regresó la mano al cuello de ella, rodeándolo sin ejercer una presión significativa. La vio asentir, dándole el consentimiento para que continuara, y movió las caderas, iniciando las estocadas, encontrando un ritmo rápido y profundo.

Con la mano libre, movió la pierna izquierda de Persephone para que apoyara la rodilla en la mesa, cambiando el ángulo. Continuó con el ritmo hasta que Persephone se tensó y sus músculos se contrajeron involuntariamente cuando alcanzó su segundo clímax. El placer le nubló la vista y casi colapsó si no fuera porque Derek la mantuvo en pie, sosteniéndola por la cintura incluso cuando estaba sintiendo su propio orgasmo quemarlo.

—Salte, no puedo... Joder...

Oh, joder. Lo siento, Pers —dijo al instante, instintivamente apartándose, pero ella negó.

—No, no es eso. Solo... fue demasiado intenso —explicó, su cuerpo todavía luchando con las secuelas del orgasmo. Apenas y podía procesar lo que estaba sucediendo a su alrededor, pero se esforzó en recolectar sus pensamientos y recobrar la consciencia—. Esto no resuelve nada, Derek.

Él depositó un beso en la nuca de Persephone con delicadeza. Todavía rodeándola con su brazo, envolviéndola con su calor abrumador.

—Lo sé. Créeme que lo sé —aseguró en un tono mortificado—. No estoy contento contigo en este instante.

—El sentimiento es mutuo —dijo, dándose la vuelta para poder observarlo. Se mordió el labio inferior, peleando con sus propios sentimientos y emociones que la empujaron al borde—. ¿Sabes cómo se sintió que cortaras comunicación conmigo por lo que hice? Sí, mentí, pero tenía que hacerlo por mí misma. Todo lo que pasó fue horrible. Derek, te necesitaba esa noche y tú me dejaste. Reconozco mi error, ¿puedes tú?

Él la rodeó en un abrazo, permitiendo que Persephone ocultara el rostro en la curva de su cuello mientras un par de lágrimas rebeldes se le escaparon.

—Perdóname —pidió en un tono suplicante—. Debí escucharte, debí estar ahí para ti. Es solo que no puedo evitarlo. Es como...

—Un mecanismo de defensa —completó ella al reconocer el sentimiento.

—Sí. Fue un instinto y he tenido tantas cosas con todo lo que está sucediendo. Me arrepiento de lo que hice, pero te amo, Pers. No quiero decirlo como un eufemismo o simplificarlo a un querer. Te amo, incluso con nuestras complicaciones y todo lo que está sucediendo.

—Te amo —susurró Persephone de manera apenas audible, dejándole saber que sus sentimientos eran recíprocos. Sin embargo, tragó con fuerza para deshacer el nudo alojado en su garganta para poder hablar—. Realmente te amo, Derek. Pero no sé si es el momento para que estemos amándonos mientras tenemos tanto en nuestros platos.

El corazón de Derek se detuvo con la declaración de Persephone. Todo a su alrededor se detuvo durante unos segundos, sus sentidos nublados porque no podía procesar las palabras que había escuchado.

—¿Qué quieres decir? —interrogó con temor, alejándose para poder observarla a los ojos.

Persephone desvió la mirada vidriosa, tratando de pensar en cómo expresar lo que estaba sintiendo, las palabras que le estaban faltando para poder sintetizarlo lo más posible.

—Tiempo. Creo que necesitamos un tiempo para aclarar todo el desastre de nuestras vidas y trabajar en nuestros problemas para poder estar juntos —expresó Persephone con voz ahogada a causa de las lágrimas reprimidas—. No quiero que caigamos en un ciclo tóxico donde esta sea nuestra única salida. Porque sí, el sexo es increíble y esto fue espectacular, pero no me gusta la razón por la que inició. No podemos seguir así. No quiero que sea así.

Aunque Derek quiso protestar, sabía que Persephone tenía razón. Realmente estaban cayendo en un patrón que debían romper y no podían hacerlo hasta que ambos trabajaran en tratar de poner sus vidas en orden. No importaba que ambos fueran la razón por la que sonreían y estaban felices; incluso si sacaban lo mejor el uno del otro. Necesitaban tener un respiro porque estaban estancados en un mundo que los retaba día a día.

Su relación había nacido de la peor forma posible, de los sentimientos negativos y de pura ventaja. Ahora tenían que encontrar la manera de hacer que sus caminos se reencontraran por las razones correctas, porque sus sentimientos eran más fuertes que las adversidades. La vida siempre tenía un juego extraño con la forma en la que los sucesos ocurrían, sabían que eran las personas hechas para el otro, las almas que se complementaban. Simplemente todavía no era el momento indicado para ser permanentes.

—Prométeme algo —pidió Derek—. Si nos tomamos un tiempo, no es para ver a otras personas.

Ella esbozó una sonrisa triste. No importaban las personas que estuvieron en la vida de Persephone en el pasado porque siempre fue él el que estuvo en su corazón. Siempre había sido Derek.

—Te lo prometo. Solo será para trabajar en nuestra mierda para que podamos hacer de esto algo sano.

Derek le acarició la mejilla.

—Te voy a extrañar —confesó.

—Y yo a ti. —Volvió a rodearlo con los brazos, permitiéndose disfrutar de su calidez por una última vez antes de que todo cambiara.

—Esto es increíblemente dulce y doloroso. Van a hacer que llore. —El sarcasmo y tono pacífico fueron suficientes para que Persephone se tensara por completo.

Peter Hale.

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Ejem, espero que hayan traído el agua bendita para leer este capítulo porque he regresado y con algo sucio, pero muy Dersa.

Quisiera pedirles disculpas por la forma en la que ocurrieron las cosas, but no puedo. Este tiempo es necesario para ellos. De hecho, me había debatido mucho en cómo hacerlo porque iba a ser luego del final de la 2T, pero Persephone tomó la decisión antes de tiempo y estoy contenta con el resultado.

No, no será para siempre y tampoco una ruptura eterna. Lo que sí les aseguro es que Dersa es endgame y tendrán un final feliz entre todo lo que atravesarán en el futuro. Vendrán retos mayores, pero no hay relaciones inquebrantables y perfectas. Ellos tampoco son la excepción. Al menos están buscando la forma de detener sus conductas que podrían hacerlos caer en un patrón tóxico antes de que sea demasiado tarde. Y eso está bien también.

Mucho amor,
Thals. 🖤

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