22: Factor sorpresa
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Persephone ajustó su chaqueta mientras caminaba entre Isaac y Derek en dirección al interior de la clínica veterinaria que tenía el jefe de Scott, el doctor Alan Deaton. Estarían discutiendo una nueva alternativa de lidiar con el kanima y, según el nuevo miembro de la manada, el veterinario sabía algunos factores del mundo sobrenatural que muchos desconocían. Sería bueno utilizar esa carta a su favor.
Scott estaba en el interior y se dispuso a abrir la puerta de cristal en cuando aparecieron en el campo de visión. Sus ojos cafés concentrados en el beta de Derek.
—¿Qué hace él aquí? —preguntó McCall hundiendo el entrecejo para expresar que no le gustaba para nada la idea de que Isaac estuviera involucrado en el plan.
—¿No lo sabes, Scotty? —Persephone jadeó de forma fingida—. Derek y yo estamos tratando de ser padres responsables y ahora cargamos a nuestro hijo Isaac.
Los tres hombres lobos rodaron los ojos ante el sarcasmo que adornó la respuesta de Persephone.
—Lo necesito —explicó Derek, mirando a Scott.
Scott se hizo a un lado para permitirles la entrada a la clínica, aunque lucía reacio a la presencia de Isaac.
—No confío en él. Apenas y confío en Persephone.
La aludida chasqueó su lengua y negó con la cabeza.
—¿Esto es tu berrinche por haberte negado comprar alcohol en el bar? —cuestionó ella.
—Y para que sepas, él tampoco confía en ti —afirmó Isaac, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón mientras se adentraba en la clínica como si la cosa no fuera con él.
—A Derek realmente no le importa —estableció el alfa con un toque de irritación—. ¿Dónde está el veterinario? ¿Nos ayudará o no?
—Eso depende. —La voz de Deaton interrumpió la pequeña discusión infantil que tenían los adolescentes y que era animada por la mujer hiena. El veterinario estaba apoyado en el marco de la puerta que daba a las salas de revisión—. Su amigo Jackson, ¿estamos planificando matarlo o salvarlo?
—Matarlo —dijo Derek al mismo tiempo que Scott dio otra respuesta.
—Salvarlo —repitió Scott, mirando a Derek con los ojos abiertos, cargando un toque de severidad. Era sensible con el tema de vida o muerte. Derek frunció los labios en una mueca, pero aceptó—. Salvarlo —le aseguró a su jefe una última vez.
Ofreciéndoles una mirada un poco desconfiada a los adultos presentes que acompañaban a los dos betas, Deaton les permitió la entrada a la sala de revisión. Se mantuvo en silencio mientras sacaba una variedad de frascos en la mesa de metal que estaba en el centro. Persephone y los demás rodearon la mesa y esperaron. Isaac fue el primero en realizar una imprudencia al estirar una de sus manos para agarrar uno de los frascos y Derek lo detuvo.
—Cuidado con lo que tocas —le dijo Derek, en un tono que sonó a regaño.
Persephone apretó los labios para no reír. Había sonado como un padre que no quería que su hijo tocara lo ajeno. Era gracioso pensar en Derek siendo ese tipo de alfa padre, pero no hizo comentarios al respecto.
Deaton se mantuvo en silencio mientras rebuscaba entre los frascos con distintas hierbas que servían para un sinfín de propósitos.
—Entonces, ¿qué eres? ¿Algún tipo de brujo? —le preguntó Isaac al veterinario.
El hombre apenas de inmutó ante las preguntas del adolescente.
—No, soy un veterinario.
—Créeme, Isaac, si fuera un brujo te habría lanzado una maldición en el trasero —aseguró Persephone, rodando los ojos.
Isaac ladeó la cabeza con confusión.
—¿Te has encontrado con brujas antes?
—Una o dos. Tremendas mujeres, pero llevan las uñas larguísimas y puntiagudas. No es satisfactorio —respondió, haciendo una mueca.
Ambos adolescentes pasaron por alto la broma. Derek le dedicó una mala mirada, frunciendo los labios en una mueca de disgusto. Persephone le guiñó un ojo con complicidad.
—Desafortunadamente para ustedes, no veo nada aquí que pueda ser una defensa efectiva contra la toxina paralizadora —habló Deaton, llevando el tema de vuelta a la preocupación del asunto del kanima.
—Estamos abiertos a sugerencias —dijo Derek.
—¿Qué tal una ofensa efectiva?
Aunque era tierna la sugerencia de Isaac, no era una efectiva.
—Ya lo hemos intentado. Persephone casi le arrancó la cabeza y Argent vació una pistola en él —informó Derek, cruzado de brazos mientras miraba fijamente al veterinario, esperando una respuesta de su parte. Tenía que haber alguna pieza clave que ninguno de ellos estuviera notando—. Esa cosa sigue levantándose.
Deaton ladeó la cabeza, tratando de comprender la nueva información, buscando alguna falla en el sistema de la criatura que pudieran tomar como ventaja.
—¿Ha mostrado debilidades?
—No puede nadar —recordó Persephone.
—¿Eso cuenta con Jackson también? —quiso saber antes de formar una teoría.
—No —dijo Scott—. Es el capitán del equipo de natación.
El veterinario parecía tener una hipótesis formulada, una que parecía iluminar su rostro con realización.
—Esencialmente están tratando de atrapar a dos personas —razonó y se dio la vuelta para buscar un nuevo objeto antes de volver a su lugar anterior. Lo levantó mostrando un amuleto de metal que tenía un hombre sentado en posición india entrelazado en los bordes—. Una títere y un titiritero.
—¿Significando? —cuestionó Persephone, sintiéndose un poco aislada porque no estaba al tanto de todas las muertes que el kanima había causado. Estuvo más concentrada en probar que no se trataba de su hermana como para actualizarse.
Vio a Deaton colocar el amuleto sobre la mesa de metal. Scott le explicó en voz baja que el kanima había matado a un hombre en el bosque, dejando a una mujer embarazada como sobreviviente. Pocas horas después de tener a su bebé, alguien asesinó a la esposa del hombre.
—Uno mató al esposo, pero el otro tuvo que hacerse cargo de la esposa —explicó Deaton—. ¿Sabemos por qué?
—No creo que Jackson pudiera hacerlo —opinó Scott—. Su madre murió estando embarazada y tal vez fue asesinada. Pienso que él no podría dejar que lo mismo le sucediera a alguien más.
Persephone hizo una mueca de inconformidad, arrugando su rostro.
—Eso suena demasiado dulce para Jackson y el mundo sobrenatural en general.
—¿Cómo se sabe que no es parte de las reglas? —cuestionó Isaac luego de permanecer unos segundos perdido en sus pensamientos—. El kanima mata a asesinos. Si Jackson mataba a la esposa, entonces el bebé moriría también.
Scott frunció el ceño con confusión.
—¿Eso significa que tu padre era un asesino?
Isaac tragó en seco y dejó salir una respiración profunda, resignándose a su realidad.
—No me sorprendería si lo fuera.
En el pecho de Persephone se formó un sentimiento extraño en ella: empatía. Podía simpatizar con el joven beta que tenía a su lado, entendiendo lo que sentía que una persona cercana pudiera ser capaz de asesinar a personas de ese modo. Ciertamente hasta ella había tenido miedo y aceptación de que Seraphina pudiera ser la persona responsable tras los asesinatos.
—Esperen —dijo Deaton de la nada—. El libro dice que están conectados, ¿no? —Derek asintió para que prosiguiera exponiendo su punto de vista—. ¿Qué tal si el miedo al agua no viene de Jackson, sino de la persona que lo controla? —Buscó un frasco de los que tenía en la mesa. El contenido es arenoso y oscuro, similar al polvo grafito que los forenses utilizaban para levantar huellas dactilares—. ¿Qué tal si algo que afecta al kanima también afecta a su maestro?
Al mismo tiempo que mencionaba esa pregunta inquietante, vertió parte del contenido alrededor del amuleto en la mesa, formando un círculo de polvo. Viéndolo de ese modo, Persephone reconoció de qué era. Talia Hale le había enseñado el uso de este a su padre, Neil, cuando su madre estaba poniéndose agresiva para poder retenerla. Ceniza de montaña, proveniente del árbol de fresno, cuya naturaleza era utilizada en muchas culturas para proteger en contra de lo sobrenatural.
En el mundo de Persephone, esta ceniza fue utilizada para impedir que su madre saliera de la habitación en la que estaba encerrada en los últimos meses de su vida. Sirvió como una prisión.
—¿Qué significa? —preguntó Isaac.
—Cariño, significa que podemos atraparlos a ambos —explicó Persephone, colocando una mano en el hombro del beta.
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Pasando la ligera euforia de que pudieran atrapar el kanima, Scott comenzó a recoger sus cosas para marcharse y Persephone le dijo a Derek que se asegurara de llevar a Isaac al almacén mientras ella le preguntaba algo importante a Deaton. Tuvo que hacerle saber que era relacionado al dilema de Seraphina para que pudiera dejarla sola con el veterinario.
—¿Qué te está inquietando, Seph?
La mujer hiena frunció el ceño y ladeó la cabeza, confundida con el tono del veterinario.
—¿Perdón? ¿Cómo siquiera sabes mi apodo?
—Solía verte mucho de niña. Conocía a tus padres.
Pequeñas memorias de un hombre viniendo a altas horas de la noche para lidiar con su madre y su estatus de debilidad llegaron a su mente. Pero se había enfocado en bloquear esos recuerdos dolorosos como para darse cuenta de la similitud que tenía ese hombre amable con el veterinario que tenía frente a sus ojos.
—Eras quien se encargaba del tratamiento de mi madre —murmuró Persephone al percatarse de ello. Deaton sonrió levemente—. Ahora esto me hace sentir avergonzada porque ayudé en tu secuestro hace unos meses.
Lo escuchó reír un poco.
—Está bien. Dudaba que me recordaras de todos modos. Además, estoy retirado del mundo sobrenatural como para involucrarme mucho.
Persephone arqueó una ceja.
—Pero estás ayudando a Scott.
—Es un buen chico.
—Dudable —dijo ella haciendo una mueca—. Es tremendo cabezota.
—Lo es, pero es eso lo que lo hace especial. Quiere ayudar a las personas.
—A veces las decisiones son malas sin importar las intenciones —aportó Persephone, apretando los labios en una fina línea.
Lo decía de ese modo porque también aplicaba para ella. Por eso no insistía en ser una buena persona o en estar involucrada en hacer el bien. Temía que esa lección de vida la terminara golpeando con más fuerzas de las que tenía para afrontar la realidad.
—No seas tan dura contigo misma —le recriminó—. ¿Por qué no hablamos de lo que querías preguntarme?
Un suspiro abandonó sus labios.
—Es sobre mi hermana. Tengo un problema con ella.
—Ella... murió.
La mujer negó.
—Nos hizo creer eso, pero no es la realidad. Está viva y busca matarme —le dijo—. No sé cómo está viva. Juro que esa noche en la que la declararon muerta... Juro que la maté en defensa propia.
La había herido con sus garras violentamente para intentar sacársela de encima. La cantidad de sangre que había en la casa Blackburn fue suficiente para declararla muerta por la policía. Incluso si Noah Stilinski nunca encontró el cuerpo. Aunque Persephone nunca quiso hablar de ese detalle en específico con su padre, tenía una controversia con ese suceso. Principalmente porque la primera vida que tomó fue la de un familiar; su hermana había muerto por sus manos. Al menos eso pensó.
—¿Cómo está con vida entonces?
—Ese es el punto. No estoy segura de que esté del todo muerta —comentó su inseguridad del tema—. Las pocas veces que la he visto ha sido en su mayoría de noche y cuando ha sido de día siempre va abrigada, mostrando poca piel, y su aroma es distinto al de otras criaturas. Huele a muerte. Literalmente a muerte.
Deaton frunció el entrecejo, pensando en la información que estaba recibiendo.
—Entonces está no-muerta.
—¿Qué se supone que signifique eso? Me perdí esa lección del curso Sobrenatural 101 de Talia Hale.
—Significa que es una persona muerta viviente.
—¿Cómo es eso posible? —interrogó Persephone.
—Hay una variedad de formas. ¿Cómo dices que murió?
Persephone hizo una mueca.
—No recuerdo mucho. Solo sé que hubo mucha sangre involucrada.
—Tuvo una muerte violenta entonces.
Ella asintió.
—Claramente.
—¿Y tuvo algún entierro o funeral apropiado?
—Nunca encontraron el cuerpo. La declararon muerta por la cantidad de sangre que había.
—Interesante.
¿Qué? ¿Cómo podía ser interesante ese dato morboso sobre su hermana? A ella le atormentaba.
—¿Qué es interesante?
—Puede que sepa lo que es —dijo el veterinario—. Pero ¿cuáles son tus intenciones con ella?
—No soy como Scott, no busco salvarla. Está muerta, una parte de ella siempre estará muerta. Trató de matarme y sigue intentándolo, y para aumentar sus fuerzas está trabajando con Gerard Argent. Es un enorme peligro, no puedo dejarla vivir. No es como Jackson.
Había rabia contenida en sus palabras, acentuándolas, demostrando los sentimientos que tuvo guardados en el fondo de su pecho como un rencor que jamás pudo sacar. Ahora tenía la oportunidad de hacerlo, de liberar su alma para poder continuar con su vida.
Deaton la analizó. Persephone no era como Scott, no tenía esa inocencia y perspectiva de que todo tenía que ser bueno. Era una mujer tenaz, una depredadora. No tenía por qué ser una asesina, pero dudaba que poner en orden el balance de la naturaleza alterado con Seraphina fuera algo malo tampoco. Era un perfecto color gris, ni muy claro ni muy oscuro.
La pregunta era: ¿qué haría él con la información que tenía? ¿Apoyaría que buscara la forma de deshacerse de su hermana o se aguantaría tener la incertidumbre de que Seraphina podía llegar a matarla y nunca le dio la oportunidad de defenderse?
Pensó en la madre de Persephone, en lo mucho que había visto a Neil Blackburn sufrir su pérdida. Ya él se había resignado a no tener una hija, no podía perder dos.
—De acuerdo.
—¿Me dirás? —cuestionó, incrédula.
—Sí, pero solo porque no puedo permitir que tu padre pierda otra hija. —Suspiró—. En el folclore griego existe una denominación de un vampiro. Nace a partir de una muerte prematura o violenta, suicidio, ahogamiento, así como por no haberse cumplido los rituales funerarios pertinentes. El caso de tu hermana es especial porque tuvo tanto la muerte violenta como nunca tuvo un funeral apropiado.
—¿Cómo se llama?
—Vrykolaka.
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Con la nueva información en mente, Persephone comenzó a planificar su futuro ataque. No tenía por seguro cómo iba a descubrir la verdadera debilidad de lo que era su hermana, pero al menos tenía una base para formular su investigación. También tendría una posible ayuda de Alan Deaton, lo que le ofrecía ayuda.
Sin embargo, tenía en primer lugar el plan para atrapar al kanima y a su maestro, y este tomaría lugar en una fiesta oculta y cerrada al que llamaban un rave. Sería en una zona donde una colección de edificios abandonados se encontraba, de modo que no les llegarían quejas de ruido.
Persephone había logrado conseguir taquillas para Isaac y Erica al realizar una generosa aportación a la fiesta. De modo que los organizadores no habían tenido protestas al ofrecerle algunas taquillas gratuitas. También tuvo que conseguir para Scott y Stiles, quienes no parecían unir buenas neuronas para entrar a la fiesta.
Así que la noche del plan, Persephone ayudó a Erica a prepararse adecuadamente para el ambiente del rave. Incluso si las cosas eran incómodas entre ellas, en especial porque Derek se encontraba sentado en el comedor junto a Isaac y Boyd para estar pendiente a que su beta no hiciera movidas con su novia. Entendía de cierto modo que no pudiera controlar su lobo interior al ponerse un poco territorial.
—Creo que estás lista —le dijo a Erica, alejándose para poder echarle un vistazo a su atuendo.
La chica tenía una camisa blanca que tenía unos diseños en pintura, una falda corta y unos botines con tacón. Persephone se había encargado de alisarle el cabello para ese día, dándole un toque distinto a su rostro. Lucía distinta, pero eso era bueno. No siempre tenía que lucir como si fuera a matar al mundo, sino que podía ser la chica que lucía angelical y podía llevarte al infierno si deseaba.
Persephone hizo un buen trabajo en ayudarla.
—Pensé que estarías con nosotros —dijo Erica.
—Estaré con Derek y Boyd.
—¿Por qué?
—Porque ellos solos no pueden vigilar todo el exterior del edificio por su cuenta y estoy segura de que habrá cazadores en busca de lo que nosotros queremos conseguir —explicó en un tono más seco de lo que pretendía en el inicio.
—Entiendo.
Erica se encogió un poco y a Persephone le recordó a la forma en la que se comportaba cuando se conocieron por primera vez. No le gustó verla así, por lo que tuvo que dejar salir el aire de sus pulmones en lo que buscaba la manera de rechazarla con sutileza.
—Mira, Erica...
—Sé lo que vas a decir. Estás con Derek y seguramente utilizarás el «no eres tú, soy yo», así que es perfecto. Entiendo que no te van las mujeres.
Persephone quiso reír.
—Erica, no soy la amiga hetero que se besa con chicas por moda —le dejó saber—. Me identifico como una mujer bisexual. Estoy abierta a amar tanto a hombres como a mujeres y no hay secreto en eso. He estado con ambos en varias ocasiones, así que quítate esa idea de la cabeza. Solo hay un conjunto de razones por las que no puedo sentirme del mismo modo contigo. Principalmente porque eres menor de edad y prefiero que mis amantes tengan al menos la edad de consentimiento adecuada. Y también está el hecho de que mi corazón pertenece a alguien más. —La expresión de Erica cayó—. Si tuvieras al menos dieciocho y hubieras llegado antes que Derek, definitivamente lo hubiera intentado, pero hay mucho en contra.
Hubo unos minutos incómodos que las rodearon. Los ojos de Erica denotaban que estaba herida, pero a su vez había comprensión en su mirada. Entendía el punto de Persephone, la mujer fue clara. No era su culpa que no pudiera sentirse de la misma forma. El juego del amor no funcionaba de ese modo. Era el sentimiento más imprevisible que existía, de modo que no había alguien a quien culpar. Ni siquiera a ellas mismas.
—Creo que es mejor que nos vayamos. No queremos llegar tarde —opinó Erica, bajando la mirada y trató de apresurarse fuera de la habitación cuando Persephone la detuvo.
—Sé una diosa hoy —dijo, sonriéndole sin mostrar los dientes.
Erica necesitaba escuchar esas palabras para que la confianza volviera a cubrir su piel. No podía permitir que la inseguridad escalara su cuero, haciéndola sentir pequeña como en el pasado. Ya habían recorrido un largo camino de confianza como para perderla cuando más lo necesitaban.
—Lo haré.
Ambas salieron de la habitación para encontrarse con Derek y el resto de los betas en la sala. Isaac lucía incómodo, seguramente porque estuvo escuchando la conversación que Persephone y Erica tuvieron. La mujer hiena pensó que se merecía la incomodidad por estar espiando charlas que no le incumbían.
—¿Están listas? —preguntó Derek.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Persephone.
—¿Cuándo no lo he estado? —inquirió y chasqueó su lengua, negando varias veces—. Vamos a patear algunos traseros esta noche.
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En la zona donde el rave tomaría lugar, había un silencio quebrado ocasionalmente por las vibraciones de la música electrónica que provenía del interior de un edificio cuyo aspecto lucía abandonado. La manada de Derek se encontraba en sus posiciones, recordando el plan que trazaron con la ayuda del veterinario. Estaban casi seguros de que Jackson estaría en la fiesta porque Scott lo vio en la fila de compra de boletos unos días antes.
Por ende, asumían que el maestro del kanima también lo estaría.
Erica, Isaac y Scott trabajarían en el interior del edificio como equipo de ofensa, localizando a Jackson y sedándolo antes de que pudiera matar a otra persona. Una aguja con ketamina, un medicamento anestésico lo suficientemente fuerte como para que tomara efecto en la criatura sobrenatural. Al menos eso creían.
Stiles estaría asegurándose de rodear el edificio con ceniza de montaña para impedir que el kanima saliera del edificio y escapara. Esperaban que también fuera suficiente para retener al maestro.
Por otro lado, Boyd, Derek y Persephone serían el equipo de defensa, vigilando y asegurándose de que no hubiera cazadores estropeando su plan. Ellos se mantendrían en el exterior donde sabían que los Argent se animarían en usar sus pistolas con balas de acónito. Fueron ellos los elegidos porque eran los más fuertes. Derek era un alfa, Boyd era el más fornido de los betas y Persephone estaba aprendiendo a tener el control nuevamente de su risa.
Los encontraron en el estacionamiento del edificio que se encontraba parcialmente bajo tierra como en una especie de sótano. Chris Argent encabezaba la línea de cazadores armados hasta los dientes. Eran un total de cinco, pero parecían tener armamento suficiente para poder con ellos tres. En especial cuando se había dejado claro que no matarían a nadie, solo los retrasarían.
Persephone dudaba que los Argent tuvieran el mismo pensamiento.
—Derek, mantente alejado —ordenó Chris.
—¿Alejarme? ¿Eso es todo lo que tienes? —cuestionó Derek, tratando de hacer su monólogo de alfa poderoso. Persephone rodó los ojos porque sabía que Derek no era bueno con las palabras como para tener un momento icónico frente a los cazadores. «Haremos el ridículo», pensó la mujer hiena, pero lo dejó hablar—. Tengo que ser honesto, Chris. Realmente estaba esperando algo más del gran veterano y malvado cazador de hombres lobos.
Chris sonrió sin mostrar los dientes. Lucía como si las palabras de Derek le hubieran causado gracia.
—De acuerdo entonces. ¿Cómo te suena esto? ¿Nadie te dijo que no trajeras garras a una pelea de pistolas?
Tan pronto mencionó esas palabras todos los cazadores cargaron sus armas y los apuntaron.
—Eso sonó muy bueno —dijo Boyd, tragando en seco.
—Derek, la próxima vez déjame hablar a mí —pidió Persephone, sabiendo que Chris había dejado a Derek fuera de combate sin siquiera presionar un gatillo.
Al iniciar la lluvia de disparos, Derek resguardó a su beta y a su novia detrás de un contenedor de basura, esperando por el momento adecuado para atacar de vuelta.
—Van a recargar pronto —dijo Derek.
—Iré primero. Crearé la distracción para que puedan pelear con ellos y desarmarlos.
—Persephone.
—Puedo hacerlo sin salir herida —prometió y le guiñó un ojo con complicidad.
Contó mentalmente los disparos y se fijó en el momento exacto en el que las pistolas necesitaban recargar. Salió de su escondite y les sonrió antes de abrir su boca, dejando salir una onda de su risa, perfecta y visible, que chocó con los cazadores, ensordeciéndolos durante unos segundos.
Boyd saltó para desarmar y dejar fuera de combate a dos de los cazadores, mientras Derek se encargaba de otros dos. Combatieron durante largos minutos en los que varias balas chocaron con el pecho de Boyd, aunque no tocaron su corazón. Derek y Persephone tuvieron la agilidad de esquivar la lluvia de balas por su experiencia, pero sabían que sin el beta sería difícil continuar retrasando a los cazadores. En especial porque no estaban peleando para matar.
—Creo que he dejado de sanar —anunció Boyd en quejidos.
Persephone observó la sangre que manchaba la camisa y el abrigo del muchacho.
—Pers, sácalo de aquí.
—¿Perdón? —cuestionó la mujer hiena, confundida—. ¿Y tú cómo saldrás de esta?
—Tengo que encontrar a Scott.
Persephone rodó los ojos y buscó la llave del camaro.
—Ese chico será la causa de tu muerte —masculló en un tono irritado, pero prefirió no discutir porque Boyd no podía seguir peleando. Al menos no así.
Lo ayudó a ponerse de pie, pasando un pesado brazo sobre sus hombros y ambos corrieron lejos de los disparos hacia el exterior donde ubicaron el camaro negro de Derek. Persephone llevó a Boyd al asiento del pasajero y luego se posicionó en el del conductor.
—Abre la guantera y busca un encendedor —le ordenó a Boyd.
Dudoso, el muchacho obedeció. No estaba seguro de la razón por la cual Derek tenía un encendedor en su auto, principalmente porque el alfa no fumaba, pero localizó el objeto y se lo tendió a la mujer.
—¿Para qué lo quieres?
—Quemaré el acónito para que sanes. Es poco así que no necesitarás mucho fuego —aseguró y no le dio tiempo de reaccionar antes de encender la pequeña llama y pegarla en la herida de bala.
Boyd gruñó y se retorció, sintiendo el fuego quemar su piel, pero a su vez pudo disfrutar del alivio cuando su cuerpo comenzó a sanar por sí solo. El dolor de la quemadura también activó el proceso de curación.
Una vez Persephone se aseguró de que Boyd no empeoraría, encendió el auto y se dispuso a conducir de vuelta al almacén. Estaban cruzando un callejón oscuro cuando Persephone no pudo evitar una figura posicionada en el medio de la calle y chocó con ella.
—Demonios —maldijo antes de bajar del auto para asegurarse de que no había atropellado a una persona.
Dio unos cuantos pasos y sintió un golpe que la lanzó directo al suelo. En cuestión de dos segundos tenía a la figura de su hermana sobre su cuerpo, utilizando una fuerza sobrenatural para mantenerla inmóvil. Tenía los ojos negros y el rostro manchado de sangre. También sus orejas habían cambiado, luciendo puntiagudas.
Persephone sintió terror, pero a su vez no dejó que la dominara. Le dio un puñetazo y logró zafarse del agarre.
Seraphina actuó con rapidez, creciendo unas afiladas y largas garras con las que podría matar a Persephone si lograba hacer el movimiento correcto. Agarró a Persephone del tobillo y la arrastró de vuelta a la posición anterior, colocándose encima para poder atacarla.
—Deja de pelear, Seph. Sabes que soy más fuerte.
—Pero tengo el factor sorpresa —dijo la mujer hiena, viendo que Boyd se encontraba de pie a espaldas de la vrykolaka con una llave inglesa lo suficiente grande como para dejarla inconsciente al golpearla en la cabeza con la fuerza del hombre lobo.
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