18: La risa de la hiena
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Derek Hale se encontraba extasiado, su rostro escondido en el cuello de Persephone, inhalando el olor que tanto había extrañado, mientras sus brazos rodeaban su estrecha cintura. Adoraba tenerla pegada a su cuerpo y no estrictamente por lo buena que era en el ámbito sexual, sino porque le tenía un poco más que un cariño de amigos. Tenerla cerca hacía que el mundo no fuera tan atroz y cruel, no lo hacía sentir tan vacío como creía estar. Persephone era capaz de hacerlo olvidar que su familia estaba muerta, lo hacía sentir querido, incluso si ella no lo pronunciara en voz alta.
Ambos eran un poco tercos porque habían sido heridos cuando se permitieron sentir, pero los sentimientos no pedían permiso para estar presentes, solo estaban. Se desarrollaron sin percatarse de ello. Fueron más allá de su antigua relación de solo sexo. Ya conocían las partes más vulnerables del otro, sabían lo que los hacía medianamente feliz. Estaban cómodos el uno con el otro, no solo en la desnudez física, sino en la desnudez del alma.
En silencio, estaban queriéndose a su forma. Derek y Persephone se querían, aunque ninguno quisiera admitirlo en voz alta.
Sutilmente, Derek pasó sus dedos por la espalda desnuda de ella, acariciando la piel expuesta mientras dormitaba en sus brazos sin hacer ruido alguno. Sin embargo, el toque le produjo cosquillas que la despertaron de su estado de sueño. Alzó la cabeza, ceñuda y con mechones de cabello interfiriendo su campo de visión, el cual ya estaba nublado por el sueño que continuaba en su sistema.
A regañadientes, la dejó acomodarse lejos de su cuerpo. Inmediatamente extrañó su calidez, por lo que se volteó sobre su costado para verla de frente y estiró su brazo, de modo que pudiera reposar su mano en la cintura de Persa.
—¿Alguna vez duermes? —le preguntó Persephone, su voz ligeramente ronca y adormilada. Arrastraba las palabras con pesadez—. Se está volviendo escalofriante despertarme mientras me observas.
En la oscuridad de la habitación, Derek esbozó una leve sonrisa. No solo había extrañado su cuerpo, sino que echaba de menos su personalidad y su manera de decir lo primero que pasaba por su mente sin remordimientos; había extrañado tenerla como amiga también.
—A veces —respondió.
—¿Por qué solo a veces?
Aunque no había extrañado del todo que fuera preguntona cuando estaba adormilada. Era imprudente, pero a pesar de ello, no se le dificultaba expresarle su alma entera para que lo conociera mejor. Persephone fue la única mujer en su vida que no le rompió el corazón de una manera u otra.
Se limitó a encoger los hombros en respuesta. No sabía explicar la razón por la que a veces no lograba conciliar el sueño en las noches.
—Es... extraño hacerlo.
Persephone elevó sus cejas con curiosidad.
—¿Malos recuerdos? —quiso saber. Derek movió su cabeza en un gesto afirmativo—. Entiendo. Después de que Sera intentó asesinarme, tuve una época enorme de pesadillas. Ahora duermo poco por el miedo de que venga mientras no estoy consciente —confesó en un murmuro apenas audible.
—Eras la que estaba babeando y roncando sobre mi pecho —decidió molestarla al no saber cómo calmar su miedo. De la única forma en la que podría hacerlo sería eliminando de raíz la fuente de temor, y para ello necesitaba entrenar a sus betas.
Persephone lo golpeó ligeramente, una sonrisa curvando sus labios.
—Porque sigo amando dormir. Es el mejor tercer placer del universo.
Derek arqueó una ceja.
—¿Cuáles son los otros dos?
—Comer en segundo lugar y sexo en el primero —susurró con un toque de obviedad.
A pesar de la poca luz, lo vio rodar los ojos, aunque podía saber que estaba ocultando una sonrisa. Sus ojos tenían un ligero resplandor de plenitud y diversión. Era envidiable la forma en la que la miraba, como si no pudiera ver a otra mujer porque todo lo que buscaba sin saberlo, estaba en Persephone. Sobre todas las cosas Derek buscaba comprensión, y ella lo entendía.
De repente todo se sentía normal entre ellos, como si no hubieran tenido semanas de conflictos. Quizá así era como debía ser desde un principio. No importaba cómo fuera que hubieran regresado, quería todo lo que ella pudiera ofrecerle. Las conversaciones de madrugada, las caricias, los comentarios pervertidos y el buen sexo.
—Persa —la llamó.
—Dime.
—¿Me darás la oportunidad?
La escuchó suspirar. Los nervios aumentaron en el sistema de Derek mientras esperaba la respuesta de su parte.
—Te la daré —aceptó luego de un minuto de silencio—, pero tendrás que aprovecharla. Te advierto que tendrás que tenerme paciencia porque no estoy acostumbrada a lo que sea que esto sea...
—Yo estoy oxidado, así que no importa.
—... y tendrás que cenar con mi padre algún día —completó luego de la pequeña interrupción que la hizo sonreír ampliamente sin que pudiera controlarlo.
Derek hizo una mueca ligeramente horrorizada en la que arrugó su nariz y ladeó su cabeza.
—¿Es necesario? —cuestionó, aunque sabía la respuesta.
Los Blackburn eran unidos. Persephone siempre fue la luz de los ojos de Neil desde el momento en el que llegó al mundo, y su unión se fortaleció el día en el que Annalise, su madre, falleció cuando era niña. Se conocían como las palmas de sus manos y no tenían secretos que ocultarse.
—Mi padre pondrá una bala de acónito en tu trasero lobuno si dices que nunca iremos juntos a una cena con él.
Y Derek lo haría, no porque no le tuviera respeto al progenitor de Persephone, sino porque ella le importaba lo suficiente como para cumplir sus condiciones.
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—Explícame de nuevo la razón por la que te encuentras invadiendo mi apartamento, Stiles —pidió Persephone, arqueando una de sus cejas desde el sofá de la sala, mientras observaba al chico Stilinski husmear en su nevera como si fuese la de su casa.
El chico definitivamente no conocía fronteras. Había aparecido unas horas después de que Derek se hubiera marchado antes del amanecer, cargando una mochila llena de películas y chucherías, alegando que tendrían un día de crear lazos. Persephone odiaba la idea, pero no había forma de sacarlo del lugar. La insistencia de Stiles era inigualable.
Así que se encontraba observándolo con impaciencia mientras el adolescente se movía en la cocina diciendo que tenía hambre y cocinaría algo para ambos. Persephone lo dejó porque era una forma de mantenerlo ocupado.
—Ya te dije que Derek llamó a Brooke, quien me llamó a mí para que viniera a hacerte compañía en el asunto de tu hermana psicópata —dijo Stiles, rodando sus ojos y sacó el rostro del refrigerador para cerrarlo.
—¿Quiero saber por qué sabes lo de mi hermana? —cuestionó, frunciendo su ceño.
Le disgustaba el hecho de que supiera algo tan personal.
—Tuve que ayudar a Brooke a terminar de limpiar la mancha de sangre en su balcón luego de que te marcharas. Es mi vecina, por si lo olvidas.
Ese era un hecho en el cual no había pensado cuando pasó la luna llena junto a su amiga cuando había dicho que quería mantenerse alejada de los conflictos adolescentes. Sin embargo, allí estaba compartiendo con un dolor de cabeza andante que no dejaba de parlotear.
—Pareces hablar mucho con ella.
Stiles encogió sus hombros.
—Sigue siendo mi vecina.
—¿Eso es todo lo que es? —inquirió—. Porque tengo el conocimiento de que te gustan las chicas mayores. Lydia es mayor, ¿no?
—¡Solo por unos meses, no años! —exclamó, ofendido.
Persephone elevó sus cejas.
—Sabes que puedo saber cuándo mientes, ¿no? —cuestionó, frunciendo sus labios para intentar de reprimir una risotada. Viendo la expresión frustrada de Stiles, se acostó en el sofá estando ligeramente divertida—. Además, tu sopa se quema.
—No es justo que... ¡mi sopa!
El muchacho se escandalizó, corriendo directo hacia la estufa donde tenía unas maruchan cocinándose. Rápidamente apagó el fuego y miró los restos de su sopa, sus labios formando un pequeño mohín. El agua se había secado por completo y solo quedaban los fideos pegados al fondo de la olla, algunos teniendo los bordes un poco oscurecidos.
—Oye, pudiste haberme advertido antes. Eres un ser sobrenatural inútil si no puedes olfatear la sopa a unos metros de ti —se quejó Stiles.
Persephone se echó a reír.
—Es tu culpa que no estés pendiente de lo que cocinas.
Lo escuchó resoplar.
—De todos modos, Persephone, hay algo que quiero comentarte. Scott y Allison vieron una criatura durante la luna llena que no reconocieron. También llegué a esa cosa anoche. No es un hombre lobo. Sus ojos son como un reptil.
—¿Reptil?
—Sí. Además de eso, Scott me dijo que mató a uno de los cazadores de Argent. Vio el cuerpo en la clínica veterinaria de Deaton y el cuerpo estaba hecho trizas. Ya van tres personas que asesina. Tal vez... podría ser tu hermana —concluyó, revelándole su teoría.
Persephone hizo una mala cara. Sus ojos se oscurecieron y pudo sentir la furia subir por sus venas.
—No estás aquí porque realmente quieras acompañarme —lo acusó, arrastrando sus palabras con amargura—. Estás aquí para sacarme información de un tema que ni siquiera te incumbe porque esa cosa que hayas visto, no fue mi hermana.
Molesta con el adolescente, Persephone se calzó las botas de combate que tenía en la sala y salió de su apartamento, dando un fuerte portazo. Estaba extremadamente rabiosa. Si no hubiera salido en el momento adecuado, estaba segura de que habría amenazado a Stiles físicamente.
Seraphina podría ser un monstruo, pero no de ese tipo.
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Persephone encontró a Derek en la estación abandonada de trenes en una zona poco transcurrida de Beacon Hills. La primera vez que pisó el lugar estaba demasiado trastornada como para ponerse a observar lo deteriorado que estaba. Era el lugar perfecto para esconderse de los cazadores si quería entrenar a los nuevos miembros de su manada. Principalmente porque todo era inservible y no tendría que preocuparse en caso de que rompieran algo.
Cuando se encontraba bajando los peldaños de la escalera de madera, la cual crujía bajo su peso, se encontró con un adolescente de piel oscura sentado al pie de esta. Tendría que ser el último chico que Derek había convertido porque no tenía memoria de reconocerlo. Seguramente otro chico marginado que no pudo encontrar manera de rechazar la propuesta del alfa.
Reconoció al chico del cementerio en el otro lado del espacio abierto frente al ferrocarril en desuso, intentando de atacar a Derek, pero sin resultado positivo. El alfa lograba detener el ataque sin esfuerzos.
Terminó de bajar los escalones, estando bajo la mirada curiosa del chico moreno.
—¿Quién eres? —le preguntó al muchacho.
—Uh, Boyd —respondió en un bajo murmuro.
Persephone alzó sus cejas. Definitivamente era un chico de pocas palabras.
—¿Por qué no estás entrenando con el otro?
—No sé cómo todavía —confesó Boyd.
Llevaba poco tiempo. Menos que los demás.
—¿Alguien quiere intentar no ser tan predecible? —preguntó Derek, sonando hastiado de la manera en la que los nuevos hombres lobos peleaban.
No sería fácil el entrenamiento.
Y como respuesta a su pregunta, Persephone solo pudo ver el torbellino rubio acercándose a su rostro, atacando sus labios con fiereza. Se quedó paralizada sin saber exactamente qué hacer porque la situación era completamente distinta a cuando estuvo ayudándola a ser confiada. Primeramente, porque cuando compartieron aquel beso Persa se encontraba soltera.
No quería herir los sentimientos de la muchacha, pero había accedido a darle una oportunidad a Derek. ¡Dios! No podía empezar una extraña relación mientras otras personas se le lanzaban a besarla. Fue por esa razón que, yendo contra sus instintos carnales, Persephone agarró a Erica de los brazos y la empujó de su anatomía.
—Es la última vez que haces eso —dijo Persephone, y sus ojos se trasladaron a los de Derek, donde pudo ver la ira navegando en ellos.
—¿Por qué? ¿Lo dices porque ahora tengo la confianza que antes no? —inquirió Erica.
—No —respondió con firmeza—, porque estoy con Derek.
Antes de que Erica pudiera responderle, Persephone pasó por su lado, incluso rozando el hombro de Derek al pasar y adentrarse en el vagón del tren. Fue el lugar que eligió para esperar al alfa para explicarle la situación. Esperó con paciencia a que todos se hubieran marchado, Derek parecía no tener la intención de enfrentarla, pero lo hizo finalmente.
Su expresión estaba enseriada y sus ojos fríos. Estuvo en silencio unos minutos hasta que dejó salir una respiración ruidosa, armándose de valor para realizar la pregunta. Tenía miedo de la respuesta. ¿Qué tal si Persephone solo quería una relación abierta con él y nada más que eso?
—¿Besaste a Erica? Me refiero antes de hoy. ¿Lo habías hecho?
Persephone fue honesta cuando asintió.
—Sí. Cuando la llevaste al bar y fuimos a mi apartamento. Estábamos hablando. Le dije que tenía que ser confiada en sí misma, que ahora era su turno de hacer sufrir a todos los que se burlaron de ella en el pasado, y que lo hacía seduciéndolos y quebrando sus egos. Me besó luego de eso.
El rostro de Derek se contrajo en una mueca y fue visible la manera fuerte en la que apretó su mandíbula.
—¿Qué más?
—Nada más, Derek —masculló con molestia.
¿Quién pensaba que era? No iba a ser Kate. Persephone nunca sería como Kate al seducir una adolescente cuando era una adulta.
—¿Por qué ocultarlo entonces? —interrogó.
Persephone rodó sus ojos.
—Porque... —Se quedó en silencio eligiendo las palabras correctas—. No lo consideré importante. Fue un beso que ella me dio y lo devolví solamente para no quebrarle la poca confianza que tenía. No había más que inocencia en aquel beso.
Un toque de ironía se veía en el rostro de Derek cuando sonrió, entornando sus ojos con irritación.
—¿Y este?
—No fue mi culpa y no le respondí, por el amor a Cristo. Me estás haciendo enfadar por algo estúpido —replicó con más molestia que antes. Derek se mantuvo en silencio, reprimiendo todas las palabras que quería decirle—. Eres un jodido niño en estos momentos.
—Persephone —masculló su nombre.
—¿No se suponía que eras un hombre? —continuó diciendo—. Porque apenas te comportas como uno. Si hubiera sabido que iba a ser así, ni siquiera te hubiera dado la oportu-...
Derek la besó con duro y fuerte, obligándola a retroceder hasta que su espalda chocó con la pared del tren. Quizá había sido un poco bruto al hacerlo y se arrepintió al escuchar que un gimoteo de dolor salió de los labios de ella cuando su espalda hizo contacto con la superficie de metal.
Se apartó un poco, pero solo su cabeza. Todavía tenía el torso pegado al de ella, tenía una mano a un lado de su cuello y la otra en su cintura. Había aflojado el agarre en ambos lugares, volviendo a sus sentidos, obligándose a sí mismo a abstenerse de ser demasiado duro.
—Pers, lo siento.
—¿Por qué demonios te disculpas? Más vale que sea por la poca confianza que me tienes y no porque estás siendo rudo en el maldito beso porque juro que me iré si es por eso.
Él arqueó una ceja.
—¿Ambas?
—Hemos cogido luego de romper mi mesa. ¿No es pinta de que puedo tolerar más que una simple chocada contra una pared? —refutó—. Deja ir tu furia en mí, Derek. Puedo manejarlo.
—No quiero herirte si me envuelvo...
—Como si fuera a permitir que hicieras algo con lo que no estuviera a gusto —dijo y se inclinó para poder rozar el labio inferior de Derek con su lengua antes de dejar un pequeño beso en su boca. Su mano traviesa bajó por su torso hasta detenerse en la parte frontal de su pantalón, tocándolo sobre la tela—. Tú lo quieres y yo también. Podrías corroborarlo si dejas de ser un miedoso.
Tomándolo como su aprobación, Derek no perdió tiempo en tenerla semidesnuda frente a sus ojos. Era la primera vez que Persephone no se estaba quejando por no tener el control; se lo estaba cediendo. Sabía que eso no ocurría todo el tiempo, así que buscaba aprovecharlo mientras podía. En especial cuando, voluntariamente, Persephone se colocó de rodillas frente a Derek, desabrochando su pantalón para liberarlo y poder llevarlo al inframundo y de vuelta con su boca.
Solo una maldición placentera se escapó de los labios de él.
Ella sonrió ante su reacción. Continuó trabajando su boca sobre él hasta que Derek la obligó a detenerse, agarrándola de los brazos para ponerla de pie. Pudo ver sus pupilas tan dilatadas que el verde parecía ser consumido por el negro del centro, dudaba haberlo visto tan excitado antes.
Y no supo si fue producto de la adrenalina del momento, de la excitación o porque no estaba teniendo una conexión directa con su cerebro nublado por el placer, pero lo siguiente que Persephone escuchó fue:
—Creo que estoy enamorado de ti.
Antes de ser consumida por un devorador beso.
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—Espera, ¿qué?
Las palabras brotaron de la boca de Brooke antes de que pudiera reprimirlas porque la sorpresa fue enorme cuando escuchó lo que Persephone acababa de contarle.
—Lo que dije. Estoy en un pánico real —dijo, luciendo desesperada.
—Bueno, al menos no fue un «te amo» directo. Puso un poco de anestesia en su confesión. —Trató de verle el lado positivo—. Además, me dijiste que le diste una oportunidad a estar juntos. Era obvio que tenían fuertes sentimientos el uno por el otro. Vamos, cuando pensaste que murió estuviste en modo zombi por días.
Persephone quiso protestar, pero no tenía argumentos que fueran lo suficientemente fuertes. Sí, le gustaba Derek. De eso no le cabía duda alguna. Sin embargo, ¿era lo suficientemente fuerte como para considerarse algo más? No estaba segura. Tal vez porque nunca se había enamorado del todo de alguien. Estuvo cerca de hacerlo en su adolescencia, aunque ahora en su adultez no pensaba que fueran sentimientos tan sólidos los que tuvo por Derek en el pasado.
¿Ahora lo eran?
Estaba demasiado confundida.
—Supongo que tendré que pensar en ello más tiempo —murmuró—. De todos modos, ¿qué fue lo que estabas diciéndome sobre Stiles?
Brooke pareció recordar lo que estaba a punto de decirle antes de que Persephone iniciara la conversación con un «Derek me dijo que cree estar enamorado de mí».
—No pude escuchar mucho. Hablaban de que el veterinario les dijo algo sobre un bestiario que los Argent tienen en su posesión donde dice mucho sobre criaturas sobrenaturales. Oh, también escuché que la chica Allison vio a tu hermana en su casa.
Persephone frunció el ceño, su mente trabajando con rapidez cuando escuchó eso. Era la forma directa de descartar la teoría de que Sera fuera la causante de las muertes que estaban ocurriendo en Beacon Hills. Principalmente porque los Argent no recibirían en su casa a alguien que se encontraba asesinando a los de ellos.
Además... Seraphina volvió a la ciudad la noche antes de que un gran grupo de cazadores llegaran para enterrar a Kate. Parecía demasiada coincidencia, a menos que no lo fuera. Estaba la posibilidad de que Seraphina estuviera trabajando con los Argent.
—Oh, por Dios. Están trabajando juntos, lo que significa que Sera no es quien ha estado matando al azar —parloteó con rapidez—. Tenemos que ir a la escuela.
—Explícame nuevamente qué tiene que ver la escuela con Sera.
—No con Sera. Derek está en la escuela interrogando a Stiles sobre la cosa que vio.
Dejando el bar encargado de otra empleada, a quien Persephone amenazó múltiples veces, el par de amigas salieron disparadas hacia la secundaria. El estacionamiento estaba repleto y apenas lograron conseguir un lugar en un espacio alejado. Tenían la mala suerte de que se estuviera acabando el juego de lacrosse, aunque también era algo que estaba a su favor porque podían pasar desapercibidas mientras se escabullían en la estructura principal de la secundaria.
Siguiendo el rastro de Derek y Stiles, los cuales eran muy leves, llegaron a la piscina. El lugar estaba oscuro, pero lograron verlos en medio del agua, el adolescente sosteniendo al hombre lobo para que no cayera al fondo.
—¡Entren al agua! —gritó Derek.
Brooke negó con firmeza, el pánico abriendo sus ojos como platos.
—No podemos hacer...
Fue interrumpida por un alarido ensordecedor proveniente de una criatura escamosa, con cola, ojos amarillentos y rasgados, y de dos filas de colmillos.
—Seph, por favor no —pidió Brooke, sus palabras teñidas de terror.
—Lo siento.
Con esa disculpa, agarró el brazo de su amiga y la empujó consigo hacia el agua, donde se sumergieron por unos segundos antes de salir a la superficie. Persephone tuvo que aguantar a Brooke para evitar que el pánico se apoderara por completo de su cuerpo y la dejara inmovilizada.
—¿Por qué llora? ¿Le teme al agua cuando hay un maldito monstruo acechándonos? —preguntó Stiles entre jadeos.
El esfuerzo que llevaba haciendo por mantener a Derek en la superficie del agua lo tenía agotado. No tenía cuenta de cuánto tiempo había estado elevando al alfa paralizado del cuello para abajo en una piscina de más de dos metros de profundidad, pero sus brazos estaban cansados y ya no podía continuar moviendo sus piernas sin sentirlas pesadas y doloridas.
—No, maldito idiota. Sus padres murieron ahogados —escupió Persephone como si acabara de mencionar un tema tabú. Vio en el rostro de Brooke que realmente lo era.
La expresión de Stiles cambió drásticamente, percatándose de que acababa de meter la pata al mencionar su miedo al agua como si fuera minúsculo. No conocía mucho de la rubia, pero jamás se hubiera imaginado eso en su pasado. ¿Cuándo ocurrió? Porque no tenía recuerdos de haber escuchado sobre el ahogamiento de dos personas en Beacon Hills.
A menos que no lo fueran. No tenía conocimiento de dónde venía Brooke antes de que se convirtiera en su vecina hacía una década.
—No puedo estar aquí, Seph —pronunció Brooke, buscando desesperadamente grandes bocanadas de aire—. Necesito salir de aquí. ¡Necesito salir de aquí!
Pero no podían. No mientras la criatura de aspecto reptiliano se mantuviera merodeando los alrededores de la piscina sin tocar el agua.
—El agua es el único lugar seguro hasta que podamos conseguir ayuda —le dijo Stiles—. Esa cosa no puede nadar.
La barbilla de Brooke tembló con el llanto reprimido.
—Yo tampoco puedo —refutó.
—Solo intenta respirar, ¿de acuerdo? Permítenos pensar en algo —pidió Persephone y giró su cabeza para mirar a sus acompañantes—. ¿Cómo terminaron en el agua?
Derek le dedicó una mala mirada al adolescente.
—Me dejó caer luego de que esa cosa me paralizara con un corte en el cuello —masculló el hombre lobo.
—Oye, salté para sacarte. Pude haberte dejado para que murieras.
—No lo hiciste porque sabes que te hubiera comido sin darte oportunidad de escapar.
—¡De acuerdo, basta! —los interrumpió la mujer hiena antes de que se pusieran a discutir—. Tenemos que salir. Brooke solo puede aguantar poco tiempo controlando su pánico antes de que termine en el hospital. Llevar a criaturas sobrenaturales a un hospital no es bueno.
Stiles frunció el ceño.
—¿Cómo haremos eso? ¡Llevo dos horas sosteniendo a Derek! ¡Pesa como un maldito elefante! —exclamó el adolescente, histérico.
Persephone rodó sus ojos.
—Sostén a Brooke, yo puedo con Derek —dijo—. Y no porque soy sobrenatural, sino porque estás siendo un dramático sin sentido. En el agua el peso se reduce.
Al hacer el intercambio de personas, Stiles le hizo muecas de burla a Persephone para liberar su molestia y tuvo suerte de que ella no lo vio porque si no lo hubiera ahogado también.
—¿Lo reconoces? —le preguntó Derek bajito.
Ella movió su cabeza en un gesto negativo.
—Sé que no se trata de mi hermana. Está trabajando con los Argent, así que no mataría a uno de ellos —mencionó—. Aunque es vagamente familiar, solo que no puedo poner mi dedo en el recuerdo exacto. Creo que tu madre nos habló de esa criatura, pero no puedo ponerlo en palabras.
Derek ladeó su cabeza, intentando buscar en sus memorias lo que Persephone dijo, pero era difícil. Talia solía hablarles de muchas criaturas cuando lo encontraba pertinente. A veces por las distintas manadas que iban a pedirle consejo para resolver sus problemas.
—No puedo recordarlo.
Blackburn suspiró.
—¿Cuál es el plan? —preguntó—. Eres el alfa, ¿cuál es el plan?
—¿Puedes aullar?
—¿Te refieres a mi risa? No. Está rota. Sera me quitó eso cuando me trató de matar. —Negó con rapidez.
Él pudo percibir un rastro de miedo en sus palabras, como si se hubiera resignado a no continuar intentando luego de unos cuantos fallos. Quizá hubiera perdido parte de su poder, pero había partes que nadie sería capaz de quitarlos. Tal vez no fuera tan fuerte como antes. Solo necesitaban que fuera lo suficiente para que la criatura lo sintiera y se alejara.
—Trátalo. Es nuestra única oportunidad.
Volvió a negar.
—Si llegara a funcionar, está tan rota que podría dejarte sordo, Derek.
Derek bajó la mirada hacia el agua y pareció obtener una idea.
—Nos sumergiremos, pero inténtalo. Pers, por favor.
Persephone se debatió mentalmente. Tenía miedo a que no funcionara. Le temía a la posibilidad de hacerles daño. Pero era la única opción que tenían. Solo una oportunidad para afectar a la criatura.
—De acuerdo —accedió.
Le tomó unos minutos convencer a Brooke de sumergirse, solo durante unos segundos, un minuto a lo mucho. Y una vez todos estuvieron bajo el agua, Persephone pudo ver a Scott entrando al área de la piscina.
—¡Cúbrete los oídos! —le gritó.
Scott McCall lució confundido, pero al notar a la criatura yendo hacia él, decidió taparse los oídos para amortiguar el sonido que saldría de los labios de Persephone.
En un principio, fue similar a un chirrido extraño y molesto sin un orden en específico; las ondas corrían desordenadas por el lugar, hasta que logró organizarlas en un aullido perfecto. Era más bajo que antes, enronquecido y un poco quebrado, pero tenía la frecuencia suficiente para que actuara como un arma ensordecedora para cualquier criatura sobrenatural.
Funcionó lo suficiente para que la criatura retrocediera, agitando su cabeza con molestia, intentando ahogar el sonido. Incluso chocó con un espejo al quedar desorientado. Era enloquecedor.
Scott aprovechó el aturdimiento de la criatura para golpearla y Persephone se sumergió para sacar a Derek de la piscina. McCall se ocupó de ayudar a Stiles y a Brooke a hacerlo.
Todo ocurrió en cuestión de segundos. Scott agarró un pedazo del quebrado espejo para combatir a la criatura, pero esta se quedó confundida, mirando su reflejo y soltó un alarido antes de huir.
—Sé lo que es, Derek.
—Estaba confundido con su propio reflejo, no sabe lo que es —coincidió el alfa.
—Nosotros sí sabemos. Es un kanima.
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En el exterior de la escuela, con una Brooke más calmada y una Erica consciente, Persephone y Derek se acercaron a Scott y Stiles, quienes se encontraba mirando la pantalla de una laptop sobre un auto. Habían decidido compartirles la información para que tuvieran conocimiento sobre qué debían buscar información, y también para que conocieran a qué se enfrentaban.
—Es un kanima —les dijo Derek.
Stiles apretó sus labios con molestia.
—¿Lo supieron todo el tiempo?
Persephone negó.
—Solo cuando se confundió con su propio reflejo —explicó la mujer hiena—. No sabe lo que es, ni quién es.
—¿Qué más saben? —quisieron saber los adolescentes.
Derek encogió sus hombros.
—He escuchado historias, rumores.
—¿Es como nosotros? —preguntó Scott, ligeramente confundido.
—Cambia de forma, sí, pero no está bien... Es una abominación.
Y era un término horrible para referirse a una criatura, en especial cuando ellos tenían su parte de abominaciones, pero no de esa forma. Porque un kanima se encontraba inconcluso, mientras que ellos estaban definidos sobre quiénes eran.
La pregunta ahí era: ¿quién más había recibido una mordida de un alfa y no había sufrido el cambio a licántropo?
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