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11: Amistad arruinada

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Persephone no quería admitirlo, pero se encontraba devastada por lo sucedido la noche en la escuela. Un día entero. Veinticuatro horas. Eso era lo que había pasado desde que vio al alfa herir a Derek Hale. Cuando Brooke fue a verla, ella solo le entregó las llaves del bar y le indicó que se hiciera cargo porque no se encontraba emocionalmente estable como para salir y dar la cara formando un espectáculo. Las personas notarían su cambio, simplemente no se sentía con ánimos de servir alcohol, hacerle ver a sus clientes que era inalcanzable y de bailar.

Aún escuchando la música resonar en la planta baja, Persephone se quedó en el sofá, todavía vistiendo su pijama de calaveras, aquel que solo utilizaba en estado de emergencia, mientras miraba un programa de televisión sin realmente observar lo que estaban dando.

Solo pensaba. Pensaba en cómo los Hale más cercanos a ella habían sido asesinados en menos de dos meses. ¿Cómo lidiaría con todo eso sola? No sabía si podría hacerlo. Derek era quien tenía verdadera tolerancia con Scott porque si fuera por ella, ya el adolescente estaría dos metros bajo tierra.

El sonido de nudillos tocando su puerta la hizo ponerse de pie y caminar hasta allí sin siquiera molestarse en utilizar sus sentidos sobrenaturales. Solo quería decirle a la persona que se marchara para poder volver a su miseria antes de buscar una forma de recomponerse.

Persa.

Persephone sintió su corazón detenerse cuando la voz profunda de Derek invadió sus oídos. Entonces, actuando por impulso, le dio una cachetada que resonó por todo el apartamento. Lo vio retroceder dos pasos, desconcertado con el comportamiento de ella.

—¡Maldito imbécil, estás vivo! —le gritó con voz ahogada.

Antes de que Derek pudiera reaccionar, se había pegado a su torso, abrazándolo y ocultando su rostro en la curva de su cuello. Pestañeando para salir de su perplejidad, Derek le devolvió el abrazo, caminando hacia el interior del apartamento sin soltarla. Fue cuando escuchó un pequeño sollozo de su parte que en verdad se preocupó.

—Persa, ¿estás llorando?

—¡Claro que estoy llorando! ¿Qué clase de perra frívola crees que soy? —le preguntó, dándole un pequeño empujón—. Por Dios, Hale, eres mi amigo y pensé que...

—No vas a perderme —aseguró, tomando asiento en el sofá.

Estiró su mano, agarrando la de Persephone y la haló hacia él, ubicándola en su regazo a horcajadas. Ella se acurrucó en su pecho, sintiendo su calidez y su corazón palpitar bajo su mano.

—¿Qué te tomó tanto tiempo en venir? —quiso saber.

—Fue una herida que tomó más tiempo en sanar de lo que pensé y también está este pequeño problema de que soy el fugitivo más buscado de todo el estado —mencionó y relamió sus labios—. También nos conozco.

—¿Qué se supone que eso signifique?

Derek rodó sus ojos.

—Estás haciendo muchas preguntas hoy —observó y ella le dedicó una mala mirada, a lo que él respondió con una caricia en la mejilla—. Siempre terminamos en una posición comprometedora.

Persephone arqueó una de sus cejas.

—¿Sí? ¿Como esta? —cuestionó, apoyando sus manos en los hombros de Derek para brindarse soporte mientras movía las caderas en círculos, aplicando la fuerza necesaria en sus puntos de calor.

Derek echó su cabeza hacia atrás y movió su labio inferior, sintiendo cómo todo su cuerpo se calentaba, la sangre acumulándose en la parte baja de su cuerpo.

—Me estás matando, Persa —confesó.

—Mmm...—Inclinó su cabeza lo suficiente como para rozar sus labios a una distancia tortuosa—. ¿Incluso en mi ridículo pijama?

—Podría ser peor —murmuró cerrando la distancia entre ellos.

Atacó la boca de Persephone con desesperación, como si sus labios fueran aire y él no pudiese respirar. Succionó en su labio inferior para luego atraparlo entre sus dientes y tiró de él con sutileza. Sus manos se movieron como si tuvieran vida propia, bajando de su rostro, por su espalda, sus caderas y muslos, para luego trasladarse a su trasero. Lo apretó a su gusto, acercándola más a su anatomía.

La presión entre sus cuerpos era deliciosamente dolorosa. Ambos querían más del otro, pero apenas lograban separar sus labios para respirar. Parecían adolescentes que se besaban por primera vez. Pasaron minutos solo besándose, sus labios moviéndose, succionando y saboreando la pasión que estaba en aumento.

Las puntas de los dedos de Derek se colaron bajo la camisa de Persephone, tanteando el terreno, trazando círculos invisibles sobre su piel mientras ascendían, deteniéndose justo donde comenzaban sus pechos. Se separó de su boca para mirarla con una ceja arqueada.

—¿Qué? —preguntó ella, aunque en sus labios se mantenía una sonrisa divertida.

—¿Sin sostén?

—Estoy en mi casa, Hale. No planificaba salir, así que estaba cómoda —explicó, encogiendo sus hombros.

Derek apretó sus labios para reprimir un gruñido.

—Esto tengo que verlo —murmuró.

—Me has visto desnuda innumerables veces —le recordó, e inclinó la cabeza para comenzar a besarle el cuello, succionando levemente en los puntos correctos.

—Pero nunca te he tenido semidesnuda en pantalones de calaveras.

Persephone lo golpeó en el brazo.

—Eres un tonto, Derek.

—Quítatela —ordenó, rozando la tela de su camisa.

—¿Estamos mandones hoy? —inquirió con una ceja enarcada, aunque llevó sus manos al borde de su camisa para quitársela por la cabeza.

Los ojos verdes de Derek recorrieron su torso desnudo y mordió su labio inferior. Era una vista bastante agradable y su cuerpo lo delataba. Persephone sabía exactamente cómo provocarlo en todos los sentidos.

En toda su vida era la única mujer que lo había comprendido en su totalidad. Con Paige hubo cierto romance, sí, eso era innegable, pero jamás llegaron a tener una conexión tan física como con Persephone. Y con Kate, bueno, creyó que la tenía. Era una mujer mayor y era excitante en ese aspecto, pero tampoco ella llegó a comprender su vida. Principalmente porque había estado jugando con él.

Sin embargo, Persephone... con Persephone era mucho más que solo sexo ahora. Se preocupaba por él, sufría su pérdida, se aliviaba por su bienestar. Se había convertido en mucho más que una aliada y que una amiga. Era el tipo de compañera que quería en su vida, pero no estaba preparado para admitirlo en voz alta. En especial porque Persephone era efímera. Una diosa inalcanzable y sin dueño; un alma libre.

Así que lo disfrutaría mientras pudiera.

Besó su cuello, descendiendo por su pecho hasta enfocarse en sus senos. La escuchó gemir cuando succionó en los puntos sensibles de estos, también cuando los masajeó con deleite.

—Derek —gimió.

Con un último beso, Derek cambió la posición en la que estaban y la recostó sobre el sofá. Sus dedos se anclaron en el borde de su pantalón y lo bajó por sus piernas junto a su ropa interior, dejándola desnuda. Pasó sus manos por sus muslos y los separó, ubicándose entre sus piernas. Entonces comenzó a trazar un camino de besos por el interior de su muslo hasta llegar a su destino entre el vértice que ocultaba su feminidad.

Persephone alzó las caderas cuando sintió su boca sobre ella. Un gemido salió de sus labios y arqueó su espalda, retorciéndose de placer. Llevó sus manos al pelo de Derek, agarrándolo para mantenerlo en esa posición. Unos minutos después, las corrientes de placer se dispararon por su cuerpo, haciéndola estremecer en un orgasmo.

—Maldición, si vas a recibirme de este modo cada vez que mueres, más te vale que lo hagas más seguido —murmuró ella.

Derek soltó una inevitable carcajada.

—Estás loca —aseguró, robándole un beso.

—Olvida mi amor por tus dedos —le dijo, quitándole la camisa con rapidez y ancló sus dedos en el cinturón de su pantalón—. Tu lengua tiene toda mi adoración en estos momentos. ¿Quieres que te devuelva el favor?

—Por más que aprecie tu boca, quiero otra parte de ti a mi alrededor.

Guarro —murmuró, soltando una carcajada y le ayudó a despojarse del resto de su ropa. La presionó contra el sofá y se hundió en su interior con lentitud—. Joder, adoro cuando me coges de ese modo.

—¿Quién es la guarra ahora? —cuestionó Derek y le dio un beso profundo, al mismo tiempo que comenzó a embestirla a un ritmo lento y pausado. Persephone gimió en su oído y clavó sus uñas en los músculos de su espalda—. Persa.

—Admitiré que la primer vez que me llamaste de ese modo quise dejarte en aquella habitación —confesó.

—¿Realmente estamos teniendo esta conversación mientras te follo? —preguntó, deteniendo sus movimientos.

—Entonces cállame, Hale.

Lo hizo.

Aumentó el ritmo de sus embestidas y la besó con ferocidad. Conduciéndolos a ambos a su clímax. El cual los azotó como un látigo, quebrándolos durante los segundos que duró.

—Derek —lo llamó en un susurro apenas audible.

Habían cambiado de posiciones y era él quien se encontraba con la espalda contra el sofá, Persephone estaba sobre él con la cabeza sobre su pecho.

—¿Sí?

—Como te vuelvas a morir y me dejes con un puñado de adolescentes malcriados vas a tener serios problemas para sacarme de la cárcel por asesinato en masa.

—Técnicamente yo soy el asesino ahora. —Rodó sus ojos con exasperación.

Cuando había escuchado la noticia de que él era el alegado asesino que estaba rondando Beacon Hills y que toda la policía estaba tras su trasero, tuvo ganas de ir a casa de Scott y masacrarlo.

—¿Ves? Eso te pasa por consentirlo y permitirle mangonearte.

—¿Te das cuenta de que estás sonando como una madre quejona? —cuestionó.

—Oh, Dios. ¿Ya ves por qué no debes morirte nunca más? ¡Terminaría comprando una minivan y llevándolos a las prácticas de lacrosse en las tardes! —dramatizó, aunque después dejó su expresión caer—. En serio, Derek, no vuelvas a «morir», por favor.

Derek la observó con ternura y la pegó a su pecho, abrazándola. Entonces depositó un beso en su cabello.

—No lo haré.

Verdaderamente quería cumplir sus palabras porque no quería volver a verla llorar por él en su vida.

—Es luna llena hoy —comentó Brooke—. ¿Vas a hacerte cargo de Scott?

Persephone arqueó las cejas con estupefacción.

—¿Yo? ¿Hacerme cargo de Scott? —cuestionó antes de bufar—. Por favor, Brooke, si hubiese querido cuidar niños, hubiera abierto una guardería infantil y no un bar.

—Sí, más te vale mantener bien ese conteo de anticonceptivos porque...—Lo siguiente salió como un balbuceo incomprensible.

—¡Habla bien, Brooke!

—Porque si no lo haces, de seguro tendrás que abrir la guardería infantil con todo el sexo que tienes con Derek.

Persephone rodó sus ojos con exasperación. No podía creer que estaba sucediendo esa conversación. Ella sabía cómo cuidarse, no era como si hubiese comenzado a tener sexo una semana atrás. Llevaba seis años siendo sexualmente activa.

—Brooke, por Dios. Sé cómo cuidarme —aseguró—. Lo menos que quiero es abrir la fábrica de bebés.

—Ah, pero no estás negando que tu socio en la fábrica podría ser Derek —tentó Brooke, una sonrisa maliciosa formándose en su rostro.

Le dedicó una mala mirada a su amiga.

¡Ella no pensaba en tener bebés con Derek! Lo que estaban teniendo, el sexo principalmente, era momentáneo. Cuando acabara todo el asunto del alfa, Derek probablemente se iría de Beacon Hills y sería como si nunca hubieran estado juntos en primer lugar. De hecho, no estaban juntos, solo eran amigos con grandes y placenteros beneficios que los satisfacían a los dos.

—Brooke, esta conversación termina aquí.

—Seph, no te enojes —pidió—. Me preocupo por ti y lo sabes. No quiero que vayas a salir herida de nuevo por Derek.

—¿Cómo que «de nuevo»? Él nunca me ha herido antes. Ningún chico me ha herido antes.

Brooke le sonrió con compasión.

—Sí, sí lo fuiste. Después de que Derek cortara todo el rollo que se estaban montando luego de que él comenzara a salir con Kate —refutó.

—Eso es mentira.

—Seph, sé que no quieres admitirlo, pero fue cierto. Sabes que nunca has intimado con otro hombre como lo has hecho con él —dijo.

He tenido otros compañeros sexuales antes —acotó de mala gana.

—Sí, ¿con cuántos de ellos has tenido una verdadera conversación? ¿Con cuántos de ellos has dormido, y me refiero solo a dormir sin hacer nada más? ¿Has establecido una confianza con ellos? ¿Te preocupas por ellos? —Todo lo que obtuvo de parte de Persephone fue silencio—. Exacto.

—Derek es mi amigo —masculló.

Brooke negó.

—Lamento decirte esto, pero hace mucho tiempo que han cruzado esa línea. Ambos están jugando con fuego y se van a quemar, si no es que ya lo han hecho.

Y aunque Persephone no quisiera admitirlo, Brooke tenía muchísima razón en sus palabras. Ya ellos habían arruinado su amistad y no estaba segura de que quisieran aceptarlo pronto.

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