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10: Drama adolescente

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Persephone apenas notó el pánico de los adolescentes ante la presencia del alfa, sus gritos estaban ajenos para sus oídos. Derek no podía estar muerto. La idea no le cabía en la mente. Simplemente parecía imposible.

Solo fue cuando Stiles chasqueó sus dedos frente a sus ojos que pudo reaccionar y se obligó a sí misma a enfocarse en lo que estaba sucediendo. El alfa estaba con ellos en la escuela, el mismo que había asesinado a su mejor amigo y a... su aliado.

—¿Tienes alguna idea de cómo salir de aquí? —le preguntó.

Persephone arqueó sus cejas.

—¿Me ves con cara de que sé lo que estoy haciendo? —increpó de mala gana. Stiles apretó sus labios en una fina línea y ambos notaron cómo Scott intentaba abrir una de las ventanas de la escuela—. ¿Acaso es estúpido? Llevo cuatro años fuera de aquí y hasta yo sé que la escuela tiene temperatura controlada.

—Entonces la rompemos —dijo Scott.

—Eso hará mucho ruido —refutó Stiles.

—Entonces corremos muy rápido. Realmente rápido.

Estaba convenciéndose de que Scott no pensaba como una persona racional. Para ser un hombre lobo, realmente estaba muy detrás del conocimiento básico. Un alfa era más fuerte y rápido, en especial si se trataba de un alfa bestia, los cuales eran más grotescos y monstruosos que los alfas normales.

Iba a hablar cuando un objeto rompió la ventana. Se trataba de la batería del jeep que Stiles, la cual había sido arrancada con todo y cables.

—Supérenlo, no hay manera de salir. Solo resígnense a sus muertes —dijo Persephone.

—¿Por qué estás tan tranquila? —preguntó Scott, al borde del pánico.

—¡Porque desde que ustedes aparecieron en el mapa he estado a punto de morir dos veces!

—Tiene un punto —la apoyó Stiles—. Aunque no pienso morir en la escuela. Deberíamos ir a un lugar con menos ventanas.

—Los vestidores —habló Scott.

Persephone los vio correr de lado a lado y ni siquiera se molestó en seguirlos porque sabía que terminarían volviendo al punto de salida. Rodando sus ojos, todavía abrumada con lo que había sucedido con Derek, terminó caminando en dirección contraria al par de adolescentes. No le temía al alfa, si era necesario, lo enfrentaría si tuviera la oportunidad.

Intentando seguirle la pista al alfa, comenzó a escuchar un latido proveniente del área de las piscinas. Reconocía el camino, así que se dirigió allí. De repente la fragancia dulce y suave de un perfume femenino invadió sus fosas nasales y supo que no se trataba del alfa, sino de Allison.

La muchacha pegó un respingo cuando la vio y llevó una mano a su pecho, sintiendo cómo su corazón quería salir de su caja torácica.

—Persephone, me has asustado —habló y entonces frunció su ceño—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Qué estás haciendo aquí? —cuestionó, arqueando una ceja.

Antes de que pudiera contestar, su teléfono sonó. Persephone identificó dos voces. Eran Lydia, la amiga de Allison, y Jackson preguntándoles dónde se encontraba y si había encontrado a Scott. La respuesta fue una negativa.

—¿Stiles? —habló contra el teléfono, confundida cuando recibió otra llamada.

Soy yo —dijo Scott al otro lado de la línea. ¿Dónde estás?

—En la escuela buscándote, ¿por qué no me recogiste? —preguntó.

—¿Dónde estás ahora?

—En el primer piso.

—¿Dónde? ¿Dónde estás exactamente?

—En las piscinas —respondió.

Persephone rodó sus ojos ante la insistencia del joven.

—Ve al vestíbulo. Ve ahora.

Allison frunció su ceño.

—Está bien, ya voy.

Unos minutos después ambas se encontraban en el vestíbulo, Persephone lucía aburrida con lo que estaba sucediendo. Vieron a Scott y a Stiles aparecer por una de las puertas y el lobo adolescente comenzó a hacerle preguntas a su novia.

—¿Condujiste aquí? —quiso saber Stiles, viendo a la muchacha como una oportunidad para salir de la escuela.

—Me trajo Jackson.

«Oh, genial. Una reunión de mocosos. Moriré junto a lo que más detesto en el mundo», pensó Persephone.

Tan pronto aparecieron los dos adolescentes restantes, comenzaron a escuchar pasos entre el acústico del techo.

—¡Corran! —gritó Scott.

Una mancha borrosa y negra cayó del techo y Persephone hizo sus ojos brillar, preparándose para enfrentarlo cuando Stiles la agarró del brazo.

—¿Qué demonios crees que haces? ¡Corre!

El adolescente luchó para llevarla consigo justo a tiempo porque Scott y Jackson cerraron las puertas de la cafetería detrás de ellos, cerrándole el paso al alfa.

—¿Alguien puede explicarme qué demonios está sucediendo? Porque estoy muerta de miedo —habló Allison con voz ahogada.

Scott soltó a su novia y se apoyó en las mesas de la cafetería.

—Alguien asesinó al conserje —dijo Stiles ante el silencio que los rodeó.

—¿Qué? —pronunció la adolescente pelirroja en un hilo de voz.

—Sí, el conserje está muerto.

Allison lucía que estaba a punto de un colapso.

—¿De qué habla? ¿Es una broma? ¿Y qué demonios está haciendo Persephone aquí? —preguntó la chica Argent con rapidez.

—Mide tus palabras, niña. No soy tu linda tía Kate para que te dirijas a mí de esa forma —espetó Blackburn, elevando su mentón.

—¿Conoces a mi tía?

Una risa sardónica brotó de los labios de Persephone.

—Conozco a tu familia más de lo que tú haces.

—De acuerdo, señoritas. No es el momento de un enfrentamiento —intervino Stiles antes de que Persephone terminara poniéndose agresiva.

—¿Quién mató al conserje? ¿Qué quiere? ¡Scott!

—N-No lo sé. Si salemos va a matarnos —balbuceó Scott, evitando a toda costa dirigirle la mirada a Allison.

—¿A nosotros? ¿Nos asesinará? —preguntó Lydia.

—Sí, lindura. Te cortará la garganta con sus dientes antes de que tengas la oportunidad de pedir ayuda —masculló Persa.

Stiles le dedicó una mala mirada, exasperado con la forma cortante en la que los estaba tratando. Realmente entendía que ella fuese cercana a Derek y que lo hubiese visto morir, pero ya se estaba excediendo un poco. Se suponía que debían unir fuerzas si querían salir vivos de la escuela.

—¿Quién es? —exigió saber Allison.

—Es Derek. Derek Hale —respondió Scott.

Persephone volteó a verlo y esa vez sí tuvo ganas de quebrarle el cuello. Stiles la agarró antes de que pudiera dar un paso hacia su amigo. Ella le clavó el codo en las costillas y se zafó de su agarre.

Entonces se percató de todas las miradas de los adolescentes sobre ella. Estaban a punto de un colapso porque pensaban que ella era una cómplice de Derek en los supuestos asesinatos.

—Oh, por Dios —murmuró, aunque sus palabras eran más una promesa de que mataría a Scott cuando salieran de ahí—. Yo no soy una asesina.

—Pero estás con Derek.

Rodó sus ojos.

—Si siguen mirándome de esa forma, juro que voy a matarlos y de verdad seré una...—Stiles la interrumpió.

—De acuerdo, ¿por qué no nos relajamos un poco? Persephone no es una asesina, solo vende alcohol, ¿sí?

—Si me siguen mirando, les cobraré —advirtió Persephone, tomando asiento en el aula de química.

Scott McCall se había marchado hacía unos minutos para intentar obtener unas llaves del conserje muerto y así poder escapar por la azotea. Un plan estúpido si le preguntaban a ella, pero estaba demasiado molesta con el adolescente como para recordarle que podía romper la cerradura de la puerta de seguridad con su fuerza sobrenatural. Incluso podía hacerlo ella misma.

Allison Argent no paraba de llorar desde que Scott se marchó, gruesas lágrimas deslizándose por su rostro mientras miraba a Persephone con una pizca de odio. Lydia Martin también la miraba así. El único que verdaderamente parecía apreciarla era Jackson y solo porque de seguro estaba imaginándose quitándole la ropa.

—No entiendo por qué él está afuera y nos dejó —comentó Allison—. Mis manos... Mis manos no dejan de temblar.

Jackson ahuecó las manos de la chica entre las suyas.

—Está bien —le aseguró—. Todo va a estar bien.

Persephone rodó los ojos. «Imbécil», pensó. Tenía a su novia justo al lado, la cual estaba aterrorizada también, y él solo se ponía a tranquilizar a una chica que tenía novio y que, además, era la mejor amiga de Lydia.

—Jackson, me diste el ácido sulfúrico, ¿verdad? —corroboró Lydia—. Tiene que ser ácido sulfúrico o no encenderá.

—Te di exactamente lo que me pediste, ¿o no? —Persephone escuchó sus latidos acelerarse.

—Sí, estoy segura de que así fue.

«Patán abusivo», añadió Persephone a la lista. Si continuaba de esa forma, el próximo que mataría sería a Jackson.

Entonces un potente rugido lobuno quebró por el cráneo de Persephone, haciéndola gemir. Los gritos de Jackson invadieron el lugar también, pero no le prestó atención. Estaba luchando para mantenerse en control. Una vez logró recuperarse, se enfocó en el adolescente que estaba retorciéndose de dolor.

—Estoy bien. —Se libró del agarre de su novia—. En serio, estoy bien.

—Eso no sonó para nada bien —protestó Allison.

—¿Qué tienes en tu cuello? —quiso saber Stiles.

Jackson apartó su mano de un golpe.

—Ha estado ahí por días y no quiere decirme lo que le sucedió —dijo Lydia.

—Como si en verdad te importara —espetó.

—De acuerdo, imbécil, ya me tienes harta de tu actitud de estúpido abusivo. —Antes de que alguno pudiera reaccionar, Persephone había agarrado a Jackson del cuello, clavando sus uñas dolorosamente en la herida que Derek había provocado días atrás. Él soltó un gruñido de dolor e intentó liberarse, pero fue inútil—. Tienes a una novia preciosa y la estás tratando como si fuese una puta de la esquina a la que follas y luego dejas tirada.

—¡Suéltame, perra! —exigió.

Persephone chasqueó su lengua.

—No lo creo, Jackson. —Aplicó más fuerza en su agarre—. Ahora apreciaría si tuvieras un poco más de respeto por tu novia en vez de intentar meterte en los pantalones de su mejor amiga quien, para tu información, tiene novio. Eso es solo una movida de patán.

Lo soltó de mala gana y Jackson se tambaleó, intentando recuperar el balance. Llevó su mano a su cuello, sobando el área en un intento de aliviar el dolor que ella le había provocado.

—¿Por qué has hecho eso? —preguntó Lydia, conmocionada.

—Soy una mujer de veintidós años que tiene un bar. Lidiar con imbéciles es mi día a día y soy intolerante a ello —dijo.

—Está bien, ¿podemos no discutir por medio segundo? —intervino Stiles.

—¿Dónde está Scott? Debería haber regresado...

Persephone sabía que el muchacho se encontraba en la puerta. Podía escuchar sus latidos acelerados, pero no les dijo nada. Entonces escuchó un 'clic' de la llave romperse en la cerradura y luego a Allison gritar desesperada.

—¡Cállense un jodido momento! —les gritó—. ¿No pueden escuchar las patrullas acercándose?

—Persephone, por favor, si viste algo...—La voz del sheriff la obligó a mirarlo.

—Yo no vi nada, sheriff. Lo que sea que Scott y Stiles hayan dicho, probablemente estén mintiendo. Estaba oscuro y no hay forma en el mundo de que pudieran haber visto quién era el asesino —dijo, relamiendo sus labios.

Sus ojos se fijaron en el camaro de Derek y quiso romper a llorar por lo que había sucedido.

—¿Los estás llamando mentirosos? Porque mi hijo no...

—¡Dios! Solo quiero irme a casa, ¿de acuerdo? No tengo por qué responder a sus preguntas.

—Persephone, hay más de un testigo que alega que fue Derek el asesino. Eres la única que dice que no vio nada —manifestó y suspiró—. ¿Quiere que llame a tu padre?

Negó.

—No quiero que llame a nadie —lo cortó—. Pero hay algo que puede hacer por mí. Necesito que me deje llevarme el auto.

—¿El auto de Derek?

—Es mi auto. Lo compré hace una semana. Solo nos faltaba hacer el traspaso a mi nombre —explicó.

Noah Stilinski dudó durante un instante, pero asintió finalmente, dejándola ir. Persephone se aproximó al auto y entró, percibiendo el aroma de Derek en los asientos del camaro. Dejó caer su cabeza contra el volante y soltó un gimoteo.

—Maldita sea, Derek —murmuró con voz ahogada antes de buscar la copia de la llave que Derek siempre guardaba en el auto.

Entonces, lo encendió y se marchó de la escuela, sintiendo su corazón doler con cada minuto que pasaba.

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