Residuos de un genocidio olvidado (Geno Sans)
AfterTale.
14/07/2018.
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"No eras solamente un niño. Guardabas en ti, un poder inimaginable".
—S-Sans... no creo que sea buena idea. —La lagarto intentaba hacer entrar en razón al esqueleto mayor, por más que este se esforzaba en aparentar que todo estaba bien, la verdad es que se podía percibir como algo se había roto dentro del monstruo. Su sonrisa forzada y temblorosa lo decía a gritos.
—Por favor, Alphys, necesito verlo. Muéstrame las grabaciones de Snowdin —musitó el esqueleto con tono ronco.
Alphys movía los dedos de sus manos de manera inquieta y nerviosa, contemplaba la puerta corrediza por donde Undyne se había retirado momentos atrás en una búsqueda inútil de encontrar fortaleza en su recuerdo. Contemplo a Sans quien mantenía una sonrisa tranquila, más sus cuencas estaban oscuras en la espera de su respuesta.
Alphys tembló en su lugar, conociéndole sabía que no le haría daño, sin embargo, en esos momentos Sans no era el mismo esqueleto simpático que todo el Subsuelo conocía. Presentía que si se negaba a mostrarle lo que quería, no saldría muy bien librada.
Bajo la cabeza aguantándose las lágrimas, todo se estaba viniendo abajo, ¿por qué el humano había decidido matarlos? ¿Era acaso por venganza por los anteriores niños caídos? ¿Por placer? ¿Por diversión...? No podía creer tanta crueldad en una sola mente infantil.
Con sus cuestionamientos silenciosos y mortificantes se dirigió a la computadora principal del laboratorio en búsqueda de las grabaciones almacenadas de Snowdin.
"Ciertamente, fuimos los primeros en atacar, sin embargo... había sido tu raza la causa de nuestro encierro".
La pantalla que enfocaba al humano asesinando a un tembloroso y lloroso Temmi, incapaz de huir, se desvaneció dando paso al, prácticamente, solitario Snowdin de hace unas horas. Sans recordaba ese momento, fue poco después de haber visto al niño salvarse del puzzle final de Papyrus, donde el mismo le había perdonado la vida. No estaba seguro de haber notado algún comportamiento extraño en el niño, más que un silencio incapaz de interpretar.
—HUMANO...
Sans enfocó ambas cuencas en la figura de su hermano menor, apretando con fuerza la bufanda carmesí con sus falanges. No quería seguir viendo, pero tenía que confirmar que el humano realmente había querido asesinar a su hermano. Papyrus no dañaría ni a una mosca, tal vez, su muerte había sido accidental o algo que se salía de las manos del niño humano... aún quería creer en un posible ápice de bondad por parte del niño.
Vio como Papyrus bajo la cabeza nervioso, pero decidido en su actuar. El esqueleto alto extendió sus manos en dirección del humano. Le confesó que creía en que cualquier persona podría cambiar si sólo lo intentaba. Que sólo necesitaba un verdadero amigo que lo mantuviera en un mejor camino, y que él estaba dispuesto a ayudarle con eso. El humano dio un paso adelante.
Sans comenzó a negar con la cabeza, y notó la frialdad en la mirada del humano, y la sonrisa que comenzaba a formarse en su rostro. El temblor en su cuerpo fue apareciendo gradualmente, y no supo explicar si se debía al arrepentimiento o a una ansiada y enferma necesidad de saber el resultado de su decisión.
—¡NO! ¡Papyrus, aléjate de él! ¡Por favor!
Sans no quería creer lo que estaba viendo, el niño se acercaba con intensiones asesinas. Su hermano, en lugar de asustarse por el semblante del niño, se puso alegre, exclamando algo sobre que sus lecciones estaban dando frutos. Papyrus se acercó dispuesto a darle un abrazo de reconciliación que cerraría esa matanza sin sentido.
"Estábamos dispuestos a perdonar, de haber mostrado una pizca de Piedad... pero ahora..."
Un solo golpe bastó para que el andar de Papyrus se detuviera, de haber tenido ojos, el esqueleto los hubiera abierto como perfectos platos incrédulos. Sans vio como el cuerpo de su hermano se desvaneció, volviéndose polvo, quedando solamente su cabeza en el suelo.
Papyrus observaba al humano desde arriba, aún sin poder creer que ya no tuviera cuerpo. A pesar de su condición, el esqueleto sonrió con una mezcla de dolor, pero... esperanza.
—No...
—No me esperaba esto...
—Por favor... no...
—Pero aún creo que puedes hacerlo mejor...
—¡Ya basta!
—Y quiero que sepas que yo aún... creo en ti...
—¡PARA!
El humano alzó su arma y terminó por destruir lo que quedaba de Papyrus. Avanzó sin ningún remordimiento, en busca de más víctimas para saciar su curiosidad y aburrimiento. Dejando atrás, un tétrico Snowdin y una mancha roja en la nieve, lo único que quedaba del animado esqueleto alto.
Alphys lloraba a mares por revivir ese amargo recuerdo, la primera vez que vio morir al esqueleto fue una tortura, tanto que quedó en shock sin lograr pensar en una solución a su problema. Tal vez, si hubiera hablado antes, el humano no se hubiera hecho tan fuerte con las vidas de Waterfall, y Undyne si lo hubiera parado con éxito.
—Sans... —Alphys agitaba con suavidad el inmóvil cuerpo del esqueleto.
Sans se había congelado en su lugar, mirando la pantalla, con las manos en la bufanda roja, la sonrisa expandida por su rostro y sus cuencas oscurecidas. Dejó caer su rostro como un peso muerto, casi podía hacerse pasar por un muñeco al cual unas manos invisibles movían.
Papyrus había perdonado al humano, y este de igual manera le asesinó sin piedad alguna. Aquello había sido algo que había quebrado su paciencia.
Aparto de su lado a Alphys con su magia azul y su ensombrecida mirada pasó de la pantalla a ella.
No dijo nada, sólo miraba a su amiga hablarle. Tal vez ella necesitaba ser consolada por la reciente muerte de Undyne, o tal vez, no quería dejarle realizar lo que planeaba hacer, pero ya era tarde para hacerle cambiar de opinión e iba a continuar a pesar de que fuera una locura.
"Resultaste ni siquiera ser humano..."
...
Cada paso retumbaba en los solitarios pasillos del Verdadero Laboratorio. Las amalgamas levantaban sus cabezas curiosas ante un visitante distinto de la Científica Real, manteniéndose a raya por sí se trataba de alguna amenaza.
El primero en acercarse fue Endogeny, los perros en su interior ladraban al intruso del laboratorio, toda la masa medio derretida reacciono como un sabueso a punto de defender su hogar, pero al ver la mano alzada en dirección de su cabeza, la imagen intimidante que había tratado de simular la amalgama de perros, se fue al demonio.
Endogeny era débil ante las caricias, y la ansiedad de recibir una muestra de afecto distinta a la de la Científica Real lo llenó de mucha ansiedad. Bajo su cabeza y la acercó hacia la mano alzada en su dirección. Con lentitud, los esqueléticos falanges acariciaron el cuerpo semi gelatinoso de la amalgama, la cual, recibió muy contenta las caricias.
Sans intentó sonreírle con ternura, pero fracasó, se aferraba a la bufanda roja en su cuello, y la imagen de su hermano siendo mutilado sin ningún remordimiento seguía viva en su mente. No podía sonreír, algo dentro de él había muerto junto a su hermano. Estaba consciente que iba por cometer una locura, la criatura bajo sus huesos siendo presa de caricias era el vivo reflejo de lo que pudiera sucederle de seguir con su plan, pero ya nada le importaba. Más que parar el genocidio y salvar de alguna manera a sus amigos, y a su hermano. Si iba a convertirse en una masa que se derretía, sin jamás volver a hacer sí mismo... lo aceptaría.
—Heya, amiguito... ¿puedes hacerme un favor?
La amalgama hecha de perros dejó de moverse y se enderezó en su puesto ladrando muy animado, dispuesto a ayudar al esqueleto bueno que le había acariciado, agitando su cuerpo de lado a lado, imitando el movimiento de una cola de canino.
—Quiero que me lleves a donde Alphys guarda la determinación. —Endogeny detuvo sus movimientos, quedándose estático en su lugar, Sans se preocupó al pensar que le había molestado, pero la amalgama sólo gruñó suavemente y le dio la espalda, avanzando en silencio y con un aire sombrío rodeándolo. Sans reparó en que no era un tema agradable para ninguno de los monstruos que conformaba a Endongeny, acercarse a la "determinación" que había ocasionado ese estado en ellos.
La imagen de Alphys aferrándose a su suéter para convencerlo de no entrar al Verdadero Laboratorio arremetió contra él mediante se acercaba a la "determinación". Le suplico que evacuara con ella. No quería verlo morir ni tampoco dejarlo atrás, pero por sobretodo, no deseaba que realizara su plan. La Científica conocía las consecuencias de usar la "determinación" descuidadamente, y no quería que se repitiera algo así. Más Sans estaba decidido a llevarlo a cabo, e ingresó a ese lugar donde la Científica guardaba sus pecados. Pensó en disculparse con ella después, pero la meta de hacer pagar al humano era más grande que sus propios deseos.
Endogeny le guió hasta un pasillo con muchas refrigeradoras. Se acercó a una en especial y la arrastró consigo, Sans pensó en seguirle, pues creía que esa refrigeradora tenía lo que quería, arrepintiéndose de ese pensamiento segundos después de ver como esa refrigeradora se volvía otra amalgama, aquella conocida como lo que quedaba de la Señora Drake y los vio desaparecer en la esquina que llevaba al pasillo adyacente al que estaban.
Otra vez solo, Sans reflexionó lo que iba a hacer, sus huesos comenzaron a temblar de los nervios, más su paso fue firme al avanzar hacia una de las refrigeradoras del pasillo. No iba a dar vuelta atrás en su cometido, no iba a dudar más, no permitiría que el humano hiciera lo que se le viniera en gana.
Estaba determinado a acabar con el humano y salvar la ruta con el poder hurtado. Esperaba que los reportes y el conocimiento que estos informaban se equivocaran con la anomalía, y lograra ganarle al humano en su propio juego, y con su propio poder. A pesar que todas y cada uno de ellos, había confirmado que todo iba a reiniciarse, y olvidarse. A pesar que careciera de sentido ir en contra del humano.
Sostuvo en sus manos una jeringa que contenía un líquido rojo tan denso que bien pudo pasar por sangre humana. No dándose chance de dudar más, insertó la jeringa en su alma, que era lo único blando en su cuerpo de esqueleto, e inyectó sólo una cantidad mínima del líquido, esperando no terminar como una amalgama.
El dolor fue inminente, cayó al suelo retorciéndose mientras gritaba. Su voz retumbaba por los pasillos del Verdadero Laboratorio, como si no hubiera nadie en el más que él. Noto con horror, como sus manos comenzaban a deshacerse transmutando a un líquido viscoso y con aspecto repugnante. Toco su rostro, que igualmente se derretía como una paleta helada en Hotland.
Por unos segundos, se quedó viendo como su cuerpo se deshacía. Era tenue, pero sentía que podía con eso, en lo más profundo de su ser presentía que iba a salir bien librado de esa situación. Debía salir. Tenía una meta fija que tenía que cumplir. Y no iba a permitir que algo se interpusiera en su camino. Se rehusaba a terminar así.
Estaba determinado a continuar.
Su alma, antes inmaculada de blanco, se tiñó de un leve tono rojizo, que desapareció a los segundos. Su ojo izquierdo emitió un brillo potente de color carmesí junto a un azul propio de su magia. Vio como su cuerpo comenzó a regresar a su lugar, siguiendo la voluntad del monstruo. Guiándose por la determinación del esqueleto.
"Definitivamente, vas a pasar un mal rato. Sucio asesino".
...
Su cuerpo no volvió a ser el mismo. Sentía como habían partes que se estaban derritiendo y como otras se mantenían sólidas. No estaba seguro si fue porque uso poca determinación o porque su cuerpo reaccionaba a los latidos desenfrenados de su alma, que latían por terminar esta ruta concentrándose más en mantenerse fuerte ante el peligro que regenerar su cuerpo.
No espero mucho, cuando vio entrar al humano por la puerta del pasillo dorado. Su sonrisa maniática y sus ojos ansiosos por ver su pelea brillaron aún en el fondo del pasillo. Sans también sonrió, dispuesto a usar todas sus fuerzas para acabar con el... "humano".
Le asesino una y otra vez, con la determinación obtenida podía recordar todo los intentos del humano, pero no podía resetear, no tenía suficiente determinación, el humano seguía siendo la criatura con más determinación en el Subsuelo. Y por si no fuera poco, con el tiempo transcurriendo, sus movimientos se volvieron predecibles. El humano duraba más y más en combate, hasta que por fin, le acertó un golpe. Lo suficiente para derrotarlo.
El humano siguio avanzando en buscar del rey, sin importarle que dejaba a un viejo amigo en un estado moribundo. De nuevo solo, Sans se permitió pensar en sus amigos. Herido y viendo como su cuerpo se hacía polvo lentamente, sintió que debía rendirse de una vez, pero en el fondo de su alma algo vibró con fuerza. No quería rendirse y perecer de esa manera. Sostuvo la bufanda de su hermano entre los falanges y sonrió segundos antes de que su HP marcara el inmaculado 0, momentos antes de volverse polvo por completo.
—Quizás... aún pueda salvarlos.
Y chasqueo sus dedos, presentándose en la "pantalla de guardado". Su cuerpo comenzó a reconstruirse con los trozos que aún existían. Más su reconstrucción no fue completa, dejándole a su cuerpo algunos agujeros.
Sintió como el humano estaba reiniciando y temió que su alma se desvaneciera. Se aferró a la bufanda carmesí y espero... pero nada paso. El mundo había sido reiniciado y el aún estaba ahí, sin embargo, también estaba allá.
Un nuevo Sans había aparecido en la línea temporal actual como si nada hubiera pasado, como si él hubiera sido arrancado de su propia línea. Ansioso, examinó su alma, topándose con una extraña sorpresa. Un trozo brillante de alma de monstruo se aferraba aún a su cuerpo, era tan pequeño que prácticamente era un noveno de lo que realmente era.
Desde su lugar, podía ver una pantalla donde podía verse a sí mismo, y el resto de su alma que alimentaba de fuerza al nuevo Sans. Estaba incrédulo, ¿por qué aún seguía consciente? ¿Se debía a su determinación? ¿Podría hacer algo con su estado? Ahora era capaz de ver todo lo que sucedía en la línea presente, pero ¿de qué iba a servirle eso?
Su ojo brillo con un tono rojizo y azul, su semblante se tornó serio. No todo había terminado. Sostuvo a "Papyrus" con fuerza para darse ánimos. El humano podría repetir todo sus asesinatos, debía encontrar una manera de pararlo. No podía olvidar el infierno que vivió.
Más no sabía que su infierno apenas comenzaba.
...
Una vez dentro de la pantalla de guardado, Geno supo que no podía salir, no si no deseaba morir, por lo que intento con todas sus fuerzas y determinación, tratar de traer a alguien más a ese lugar, sin necesidad de que muriese.
Tres reinicios eran los que habían pasado intentado contactar con la línea temporal que se desarrollaba. Tratar de hablar con su versión de esa línea para que le ayudase a parar al humano Frisk de su juego. Y por fin, después de tanto intentar con la firme meta de lograr parar al niño doble-cara, lo había logrado.
Ante él se vislumbraba la imagen del Sans de la línea temporal actual, mostrándose muy desorientado sobre el lugar en el que estaba.
—No tienes caso, si el niño es lo que describes, nada de lo que haríamos funcionará.
Pesimismo y resignación fue lo único que recibió del Sans con el que entró en contacto. Lo que quedaba de su alma hirvió en ira ante lo que escuchaba, no estaba seguro si era por lo experimentado o por la determinación dentro de él, pero estaba seguro que ese pensamiento tan flojo no cabía en cabeza hueca, al menos, ya no. ¿Resignación? ¿Aceptación? ¡No mientras el mocoso siguiera viviendo!
Creyó que presionando al Sans de la nueva ruta, podría hacerlo entrar en razón con respecto a Frisk, pero sólo contemplo cómo le mataban una y otra vez. Él era quien había durado más de todos los Sanes que tuvo que presenciar. El humano tardó 536 intentos en matarlo, pero sus sucesores... no duraban ni la mitad de lo que él luchó.
Pronto, comenzó a creer que los Sanes que traía tenían razón. Todos se habían mostrado fatalistas ante su situación no importando en qué circunstancia estaban ni bajo cualquier estrés, la respuesta era la misma.
Observó como el niño por fin, terminaba la ruta genocida. Se sorprendía al notar a otro humano semejante a él, y por fin, lo que más deseaba sucedió.
Alguien asesino a Frisk. Y su nombre era Chara.
Y las puertas para completar su venganza se abrieron cuando vio al humano Frisk aparecer atrapado en el mismo lugar que él , después de dejar que Chara poseyera su cuerpo.
"Un alma sin cuerpo y un viejo amigo esperando".
...
Cuando Frisk se vio expulsado de su cuerpo, terminando en consecuencia, en la pantalla de guardado. Supo que sería una eternidad de soledad, más cuando escucho una risa al fondo, estuvo consciente que aún tenía que pagar por jugar con las vidas de sus amigos.
No estaba solo, había un viejo colega esperándolo. Se congeló en su lugar y abrió sus ojos sin lograr creérselo aún. Sans estaba ahí, no entendía como si acaba de matarle y el mundo aún no se terminaba de reiniciar.
El ojo derecho del esqueleto brillaba con azul y rojo, entonces el recuerdo gélido de la batalla más intensa que había tenido en todas las rutas cayó como insecto a la luz, de manera instantánea. El primer Sans que asesinó, aquel con la determinación para enfrentarle se presentaba con la cabeza en alto y una sonrisa que no indicaba nada bueno.
No lo dudo más y se echo a correr, sabía que no podía derrotarle, sabía que no había donde esconderse, pero también sabía que no quería desaparecer.
Rogó, suplicó, trato de excusarse culpando a Chara, alegando que le había obligado a hacerlo, pero él lo sabía. Geno estaba consciente de que mentía.
Le inmovilizó con sus huesos y le apuntó con sus blasters, Geno pudo haberle matado fácilmente. Pudo haber destruido su alma. Una vez más, Frisk rogó que no destruyera lo único que quedaba de él, y aunque en el fondo sabía que posiblemente no le escucharía. Misteriosamente, Geno se detuvo, pensándoselo mejor.
Su mirada indicaba que quería matarlo, estaba desesperado por acertarle el último golpe. Más nunca lo hizo. Y en su lugar, se acercó y le tendió la mano.
—Hey, niño. ¿Por qué no olvidamos todo esto? —el esqueleto sonrió con cansancio y tristeza, parecía que no podía con su propio peso—. Ven amigo, estoy cansado de toda esta lucha, ¿tú no?
Y el humano tomó su mano, con un nudo en la garganta y aliviado porque no le matara, pero con la sensación muy profunda que no merecía tal trato. Al menos, no por parte del ese esqueleto, al que tanto daño le había hecho.
...
Había perdido la noción del transcurso del tiempo, lo único que veía de vez en cuando eran las letras "continuar" y "resetear".
La línea de tiempo había seguido sin él, todos con los que algunas vez compartió vivencias y crecieron con él, estaban muertos. El mismo mundo incluso le había sustituido, olvidándose de él, como si nunca hubiera existido. Como si su sacrifico, como si su esfuerzo, como si su anhelado y desesperado deseo de volver a ver a sus amigos y familia se hubieran hecho polvo —literalmente—, y desvanecido para siempre.
Estaba envuelto en silencio, a lo lejos escuchaba al niño jugar con sus Blasters tranquilamente, manteniéndose optimista de su situación, y creyendo firmemente que podrían volver a interactuar con sus seres queridos del Underground. Geno se mostraba ante ellos optimista también, para no desanimarlos; pero la verdad, él lo sabía, él lo sentía... nunca iba a volver a ser parte de aquel Universo.
Su Universo se hizo polvo ante las manos de un genocida, que él no pudo parar, y ahora, convivía con el infante despiadado que había comenzado la masacre, mientras que otra mente retorcida vivía en su cuerpo hurtado, jugando vilmente con las vidas de los habitantes del Underground.
Contemplo sus esqueléticas manos, inútiles ante la situación que presenciaba. ¿Que había hecho para merecer tal tortura? ¿Había estado mal querer robar el poder del genocida, para salvar a sus amigos? Condenado a observar que el mundo se resetee una y otra vez, sin lograr hacer algo más para alterarlo, más que conservar cada ruta en su memoria, y enlazándose con el nuevo Sans de cada ruta, obligándole a revivir con pesar cada evento, para jamás darle paz a su cansada alma.
—De verdad, lo siento tanto...
Sans, cerró sus cuencas y se dejó caer a un suelo invisible. Su mente, viajó por entre ambas dimensiones y terminó en el cuerpo del nuevo Sans de la ruta actual vivida. Su experiencia genocida se transmitía por medio de pesadillas, dándole desesperanza al esqueleto de la nueva ruta y obligándolo a permanecer alerta ante la visita del humano.
Sintió como alguien agitaba su cuerpo y fue obligado a despertar, y a enderezarse en su lugar. Sus cuencas se detuvieron en el Octavo niño caído, el original, aquel que poseía el nombre de Frisk. El niño le miraba preocupado junto a sus Blasters que se aferraban a la chaqueta blanca del esqueleto.
—Heya, niño... ¿estabas preocupado? —hizo un intento de sonrisa que no resultó bien.
No sabía a ciencia exacta el tiempo que había estado ahí, pero su cansada alma y los constantes reseteos observados, le daba la sensación que había sido más del que pensaba.
Frisk dejó caer pequeñas lágrimas de sus alargados ojos y se aferró con fuerza a las costillas de su amigo esqueleto. Hacía tiempo que Geno había dejado atrás la esperanza de regresar a ser parte de la línea y aquello le dolía al humano, no aceptaba que su amigo se diera por vencido. Confiaba en que volverían, debían volver... no podían quedarse varados en la nada siendo olvidados por aquellos que aman...
Frisk lloro con más ganas, no emitía ningún sonido más que el de un llanto ahogado. Internamente, prometía que si volviera a regresar a su cuerpo haría las cosas bien, les daría el mejor final feliz a los monstruos, lucharía por prevalecer la paz entre humanos y monstruos, pero por sobre todo, recompensaría a Geno por todo el daño que le había causado. Una oportunidad más, era lo único que deseaba. Aún cuando Geno había decidido ya no darle ningún chance por redimirse.
Frisk no podía aceptar que Geno llegara a la conclusión de aceptar su situación, y en su lugar, trataba de atraer al Sans de la ruta actual para cumplir su más anhelado deseo. Borrar de una vez por todas la ruta, acabar para siempre con la línea temporal y de esa manera terminar de una vez con la monotonía de quienes fueron sus amigos.
Geno notó lo alterado que estaba el humano y con una sonrisa amigable le tomó por debajo de los brazos y lo alzó. Colocándolo posteriormente en sus esqueléticos hombros.
—Hey, colega, relájate. No me pasa nada, en serio.
El humano quiso agregar algo frunciendo su ceño, molestándose con el esqueleto por no ser sincero, aunque en el fondo sabía que no tenía cara para reclamarle algo, por lo que guardó silencio y desvió su mirada a la pantalla frente a ellos. El niño tembló de los nervios al distinguir la imagen del Sans de la ruta actual y su cuerpo poseído por Chara en el bar de Grillby.
El esqueleto debajo de él también prestó atención, y se sorprendió al ver cómo los clientes de Grillby salían un tanto inquietos del local. Vieron como Sans ponía un rostro fúnebre mientras que el humano a su lado se reía y burlaba de sus pesares, donde admitía abiertamente su pecado. Donde Chara sin ningún escrúpulo, confesaba haber hecho una ruta genocida anteriormente, una de tantas.
Geno apretó los dientes en una sonrisa torcida al ver como Sans le disparó al humano, asesinándole en el acto. Algo había cambiado después de tanto tiempo, Sans por fin había actuado de una manera distinta al recordar las anteriores rutas y aquello significa una nueva oportunidad para Geno, tal vez, después de tantos intentos fallidos, podría convencer a Sans que le ayudara. Aquello le llenó con esperanza, casi no pudo ocultar su emoción al ver que Sans terminaba en la pantalla de guardado, poco después que Chara muriese.
Se serenó y comenzó a caminar lentamente hacia él, para no espantarlo, está debía ser la última vez que escuchaba ese diálogo monótono. Algo le decía en su interior, que su tormento pronto terminaría, y si no... no sabía si iba a poder soportarlo.
—Hey, ¿Qué es lo que sabes? —preguntó Geno para llamar la atención de Sans. Primero que nada, tenía que saber hasta qué punto estaba informado el esqueleto.
Sans se volteó espantado de escuchar una voz en ese lugar oscuro. La figura de él mismo con un suéter blanco y una herida "sangrando" comenzó a emerger de la oscuridad. Sans estaba atónito, no podía creer lo que sus cuencas observaban. Geno sonrió con un poco más de amabilidad para relajarlo.
—Mira eso, niño. Es como verme a un espejo, he. —musitó Geno, nervioso por no echarlo a perder esta vez.
Definitivamente, este debía ser el último Sans con el que tenía que tratar.
Bonus.
Después de dar vueltas y vueltas sobre cómo debía nombrarse, no sintiéndose cómodo por continuar refiriéndose por su verdadero nombre. Llego a una conclusión, con las siguientes variables para acrecentarla. Había sido la ruta genocida la que lo había orillado a ingerir determinación. Había sido un genocida quien a sangre fría había eliminado a todos a quienes amaba y que luego le arrebató la vida. Era un genocida con el que convivía actualmente y al mismo que había anhelado detener con todas sus fuerzas en el pasado. Y finalmente, era el deseo de Chara, un genocida también, el que se había vuelto su deseo también, destruir esa línea temporal.
Ya no podría volver a ser "Sans". No con lo vivido, Sans era aquel simpático comediante de Snowdin el cual hacía chistes que alegraban a la gente, y fastidiaba a su hermano menor.
Él ya no podía ser aquel que mantenía un enorme sonrisa con tal de no preocupar a Papyrus. Ya no era aquel esqueleto que inspiraba temor a todo aquel que dijera una mala palabra frente a su hermano. Aquel esqueleto que le gustaba contar chistes malos ante la gran puerta que llevaba a las Ruinas, donde sólo conocía la voz de aquella quien compartía su gusto por esa clase de chistes.
Sonrió con ansiedad y un toque de locura en sus cuencas. El nombre perfecto para él, era Geno, aquel que había casi enloquecido después de tantos re-inicios y genocidios. Aquel residuo del genocidio que todos olvidaron, menos él.
Era Geno, aquel que había vivido un genocidio y logrado "sobrevivir", gracias a la determinación inyectada, obteniendo el poder de ser capaz de contemplar todo desde la pantalla de guardado como un espectador más sin autonomía de alterar la línea, más que con pesadillas. Ya no había nada de lo que alguna vez fue.
Su propio nombre le haría recodar su razón de existir, para que nunca más volviera a perder el camino de su meta.
Gaster le observaba con una enorme sonrisa, notaba lo quebrantado que se estaba volviendo el esqueleto. Y estaba seguro que en algún momento iba a perder totalmente el juicio e iba ir con él hacia el Vacío donde por fin todas sus penas se perderían. Solo bastaba a esperar a ver como la determinación que mantenía con vida a Geno sería la misma que lo terminaría destruyendo.
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