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(+18) Nuestra última vez.


...

La atmósfera que rodeaba a ambos jóvenes se volvió increíblemente tensa e incómoda. TaeMin no se atrevía a mirar a HyunBin directamente a los ojos, así que se mantenía cabizbajo, mirando fijamente a un punto específico del suelo, como si fuese lo más interesante del mundo. Por otra parte, el rubio seguía impactado, no podía creer que su mejor amigo y amor platónico se haya enamorado de otro hombre y mucho menos en un lugar como ese. Era simplemente increíble.

-¿Te enamoraste de un policía, de algún médico o de un reo?- preguntó HyunBin sin rodeos. El pelirrojo se estremeció al oír semejante pregunta, no obstante, luego de unos segundos le respondió con la verdad.

-De un reo. Pero no de cualquier reo, él es el mandamás de este lugar.

-Joder, TaeMin.- empezó a decir el rubio mientras se rascaba la nuca, notablemente exasperado.-¿Desde hace cuánto estás con ese tipo tan peligroso?

TaeMin reflexionó un buen rato su respuesta. Primero pensó en decirle la verdad, que se había convertido en el juguete de MinHo, para conseguir a cambio el dinero que su mamá necesitaba para costear una carísima bomba de insulina. Pero le dio pena decírselo, porque al fin y al cabo eso había sido inútil, ya que el propio HyunBin (haciendo uso de la generosa fortuna que posee su padre político) se la había comprado a HaNeul, sin siquiera avisar que lo haría y sin pedir nada a cambio. Así que al final, TaeMin decidió mentirle a su mejor amigo.

-Me convertí en... la pareja del mandamás de esta prisión hace muchos meses, ya olvidé exactamente cuándo, la verdad.- a TaeMin le dio vergüenza decirle que en un principio, había comenzado siendo simplemente el "juguete" del azabache. Así que prefirió mil veces la palabra "pareja", pues al menos sonaba un poco más digna.

-¿Por qué decidiste hacerlo?- preguntó un dolido HyunBin. Realmente le daba asco pensar que las sucias manos de otro tipo tocaran el precioso cuerpo de su TaeMin. Odiaba a ese reo aún sin conocerlo.

-Por protección.- el pelirrojo mintió sin siquiera pestañear.-Si no lo hacía, sería violado y seguramente asesinado por los demás reos de esta prisión.

-Dios mío, TaeMin yo no...

-Está bien, HyunBin. Es verdad que pasé situaciones jodidas dentro de esta cárcel. Y si bien también es cierto que mi relación con MinHo comenzó mal... con el tiempo me di cuenta de que poco a poco me fui enamorado de él. Por esa razón rechacé tu oferta de salir de este lugar en aquella ocasión, porque ya estaba enamorado de MinHo y no quería separarme de él.- las palabras del pelirrojo era como puñaladas que se clavaban en el corazón roto de HyunBin. Le parecía tan jodidamente injusto que aquel maldito reo poseyera el corazón de su amado TaeMin.

-Ahora entiendo todo, eso quiere decir que tú... antepusiste tu propia felicidad por sobre la de tu familia y la de tus seres queridos, ¿verdad?- le preguntó HyunBin con la clara intención de hacerlo sentir mal, ya que él mismo se sentía traicionado y dolido en esos momentos, al saber que TaeMin amaba a otro hombre que no era él.

-Sí, lo hice y no tienes idea de cuánto me arrepiento por haber actuado de esa forma tan egoísta.- susurró el menor conteniendo las lágrimas y sintiéndose verdaderamente culpable, por todo lo que sus acciones imprudentes habían provocado.

-Arrepentirse ahora no sirve de nada. Tienes que hacer algo para, por lo menos, amortiguar un poco el daño que ya está hecho.- entonces el rubio volvió a meter su mano por el agujero que poseía aquel vidrio y esta vez el pelirrojo sí le dio la mano.- TaeMin, tienes que salir de aquí y volver a ser el que eras antes. Estar al lado de la gente que realmente te ama y brindarle todo el apoyo del mundo a tu madre. Tae, yo mismo te necesito, porque no puedo sostener solo a HaNeul, ella se está desmoronando a pedazos y por mucho que la quiera como una segunda madre, la verdad es que yo no soy su hijo así que no me escucha. Ella te necesita a ti.

-Lo sé, amigo. Y créeme que yo también deseo verla con todas mis fuerzas, abrazarla y poder cuidar de ella. Es lo que más quiero en el mundo ahora mismo.

-Y así será, yo iré enseguida a pedirle ayuda a mi padre. Con su poder y contactos, más las pruebas de laboratorio que ya tenemos a nuestro favor, te declararán inocente y saldrás súper rápido de aquí. Eso te lo aseguro.

-Gracias, HyunBin. En serio no sé lo que haría sin ti.- le agradeció TaeMin con una débil pero sincera sonrisa adornando su rostro demacrado.

-Y TaeMin... por favor, tienes que sacar a ese tipo de tu mente y de tu corazón.- comenzó a decirle el rubio mientras apretaba fuertemente la mano del menor, quien se estremeció al oír esto último. Su mejor amigo le estaba pidiendo un imposible.-No sé ni quiero saber quién es ni qué cosas hizo ese tal MinHo. Pero si está encerrado en esta prisión y encima es el reo mandamás, seguramente una buena influencia para ti no será. Él es malo, TaeMin, no importa todas las mentiras que te habrá dicho para enamorarte. Debes creer en mí, yo sólo quiero lo mejor para ti.

-Escucha HyunBin, yo sé que pensarás que estoy loco, pero MinHo no es tan malo cuando lo llegas a conocer. Aunque admito que las personas que recién lo conocen, suelen tener una pésima primera impresión de él, pero...

-¡Joder TaeMin, reacciona! Deja de justificar a un reo que seguramente por su posición de mandamás, tendrá cadena perpetua aquí dentro.- HyunBin frunció el ceño y miró de forma severa a TaeMin.-Tu padre fue un gran policía e invirtió muchos años de su vida en atrapar y encerrar en la cárcel a tipos como MinHo. Así que dime... ¿en serio crees que él estaría orgulloso de que te hayas enamorado de un hombre como ese? ¿cómo crees que se sentiría tu madre si se enterara de eso... o Hea y EunJi?- a ese punto, TaeMin estaba temblando de pies a cabeza y su labio inferior no paraba de tiritar. Sabía que HyunBin tenía razón y le dolía tanto tener que aceptar que un futuro al lado de MinHo, así como lo había soñado en la mañana, era simplemente imposible.

Porque ambos pertenecían a mundos distintos. Y de hecho, por haber insistido tanto en permanecer al lado del azabache nadando en contra de la corriente, ocurrieron cosas realmente terribles: sus hermanos fueron asesinados y su querida madre estaba sumida en una depresión alarmante. Fue culpa de Sung, si, pero Sung estaba conectado a MinHo, así que si él se hubiese alejado del mandamás cuando tuvo la oportunidad, nada malo le hubiese ocurrido a su familia. Al fin y al cabo, la culpa en parte había sido suya también.

-Lo sé. Y tienes razón.- le dijo con la voz quebrada mientras secaba con las mangas de su sudadera las lágrimas que se negaban a dejar de salir.-Haré todo lo posible para aclarar las cosas con MinHo y... borrarlo de mi corazón.- decir esas últimas palabras realmente le dolieron en el alma al pelirrojo. En esos momentos sentía un nudo en la garganta que lo estaba matando. ¿Por qué todo tenía que terminar así de mal? ¿por qué el destino lo unió a MinHo para luego separarlos de semejante manera?

A HyunBin le dolía un montón ver a su amado TaeMin así de destruido, y realmente le costó muchísimo decirle todas esas palabras hirientes pero... en el fondo sabía que debía hacerlo, para que así el pelirrojo pudiera finalmente reaccionar y darse cuenta, de que sólo lograría hundirse si seguía enamorado de aquel convicto llamado MinHo.

Justo cuando HyunBin iba a volver a hablar, un policía ingresó al pequeño cuarto y los miró a ambos con el entrecejo fruncido.

-Ya se acabó el tiempo. Despídanse rápido.- fue lo único que dijo aquel hombre uniformado, para luego darse la vuelta y abandonar aquel cuarto, cerrando la puerta tras de sí.

Entonces el rubio apretó con cariño la mano de TaeMin y trató de pasarle todas sus fuerzas a través de ese simple contacto. El pelirrojo simplemente asintió con la cabeza y trató de forzar inútilmente una sonrisa.

-Prométeme que serás fuerte, TaeMin. Te juro que muy pronto toda esta pesadilla terminará y estarás de nuevo rodeado de las personas que realmente te amamos. Volverás a tu hogar, de donde nunca debiste haberte ido.- le susurró el rubio y el menor volvió a asentir.

-Te lo prometo, HyunBin. Seré fuerte y firme hasta que todo esto termine.- "y luego me derrumbaré, como una torre de bloques a la que le han quitado una pieza elemental para mantenerse en equilibrio"

-Toma esto.- comenzó a decir el rubio mientras sacaba del bolsillo de su costoso abrigo dos grandes fajos de billetes verdes.-Nunca lo admitiste, pero ahora que sé de la existencia de ese tal MinHo, puedo afirmar y sin temor a equivocarme, que fue él quien te prestó los cien mil dólares para el tratamiento de HaNeul en aquella ocasión, ¿verdad?

TaeMin ya no tenía más ganas de renegar nada en esos momentos, así que simplemente asintió resignado, dándole la razón a su amigo.

-Sí, fue él quien me prestó el dinero aquella vez.

-Pues bien, en estos fajos, hay exactamente doscientos mil dólares.- le explicó HyunBin mientras le pasaba esos enormes fajos a un desconcertado TaeMin a través del agujero que tenía aquel vidrio.-No quiero que le debas absolutamente nada a ese hombre. Te di el doble por los intereses que seguramente ese maldito le habrá sumado al monto inicial que te prestó.

-Pero HyunBin, yo no...- sin embargo, justo en ese instante el policía dio unos cuantos golpes a la puerta del otro lado, recordándoles que su tiempo hacía rato había acabado.

-Rápido, guárdalos en los bolsillos de tu sudadera para que el policía no los vea.- le dijo y TaeMin obedeció. Sabía que cuando una idea se le metía en la cabeza a HyunBin, nada de lo que dijera le haría cambiar de opinión. Así que desistió en su intento por devolverle el dinero.

-Gracias...- fue lo único que dijo mientras guardaba esos fajos.

Entonces el pelirrojo se levantó de la silla y se despidió de su mejor amigo con un ademán de mano. HyunBin hizo lo mismo y luego vio cómo su amor platónico se retiraba lentamente de aquel pequeño cuarto, siendo escoltado por aquel serio policía.

El rubio también se levantó de la silla y más decidido que nunca, abandonó esa horrible prisión para ir directamente a la mansión de su padre, tenía que hablar urgente con él. Sacaría a TaeMin lo antes posible de allí y se encargaría de que nunca más se vuelva a topar con aquel maldito reo llamado MinHo, el cual osó robar el corazón de su adoración.

Una vez que TaeMin salió del sector de visitas, se puso firme y secó muy bien su rostro empapado en lágrimas con las mangas de su gastada sudadera. No tenía tiempo para andar lloriqueando, su mamá lo necesitaba allá afuera así que tendría que ponerse las pilas para salir rápido de allí.

El pelirrojo se encaminó directamente hacia el despacho del alcaide de aquella prisión. La imponente puerta estaba siendo custodiada por dos guardias, quienes al verlo enseguida supieron reconocerlo y lo dejaron pasar sin más. Después de todo, ser la pareja del mandamás tenía sus cuantos beneficios.

Antes de entrar, TaeMin aspiró una gran bocanada de aire y pensó en todo lo que le iba a decir a aquel anciano. Básicamente, que estaba dispuesto a reabrir su caso para ser declarado inocente.

El pelirrojo estaba seguro de que una vez que se reabra su caso, él sería rápidamente declarado inocente. Pues durante su injusto juicio, el juez de turno atendió su caso de una forma muy imprudente y negligente, el desempeño de la abogada que le asignaron la verdad dejó mucho que desear, no se hicieron los peritajes óptimos ni dieron tiempo suficiente para analizar bien las huellas dactilares de la escena del crimen. Y ahora todo estaría mejor preparado, sería el mismo HyunBin quien le asignaría un abogado preparado de confianza y, de hecho, el rubio también le comentó que ya mandó a hacer varias pruebas a laboratorios y efectivamente demostraron que el pelirrojo no mató a Yun.

No obstante y a pesar de todo, TaeMin estaba 100% seguro de que el viejo alcaide, ni bien se enterara de que él quería reabrir su caso, no tardaría más de un día en contarle el chisme a MinHo. Pero bueno, ya después pensaría en cómo explicarle la situación al mandamás y simplemente le rogaba a Dios que el azabache no se lo tomara tan mal.

-Un paso a la vez, TaeMin. Un paso a la vez.- se repitió a sí mismo mientras abría, bastante nervioso, la puerta del despacho del director de aquella prisión...

...

...

Los pájaros cantaban, los árboles estaban repletos de flores multicolores y el pasto estaba más verde que nunca. La primavera estaba en su apogeo y los niños disfrutaban al máximo, pues la mayoría de ellos se encontraba jugando en aquel enorme y bello parque. Ya sea en patines, bicicletas, sentados en el pasto con juguetes en sus manos o simplemente montados en los juegos metálicos que el mismo parque poseía.

Un joven entrajado de cabellera azabache recogida en una coleta media, con lentes de sol muy oscuros y un semblante serio; se encontraba sentado fumando en una de esas típicas bancas con respaldo de madera y hierro que poseían los parques. Veía a los niños jugar sin nada de interés mientras le daba caladas a su cigarrillo.

-Joder, ya debería estar aquí ¿verdad?- se preguntó a sí mismo mientras metía una mano en el bolsillo de su finísimo saco negro y sacaba su celular importado para ver la hora. Y sí, efectivamente ya debería estar en el parque.

MinHo frunció en ceño molesto, dándole otra calada a su cigarrillo para tranquilizar la irritación que sentía, pues en verdad quería verle. Y justo cuando pensó que ya no vendría más y que lo mejor sería largarse por hoy de allí, escuchó su inconfundible voz.

-¡TaeMin, detente!- entonces MinHo levantó su mirada y finalmente lo vio. Era ese hermoso chico poseedor de un rebelde cabello castaño que tanto llamaba su atención. El adolescente estaba persiguiendo a otro chiquillo castaño con patines, el cual había averiguado hace unos cuantos días atrás, era el primo menor del chico que le interesaba.

-¡Qué aburrido eres, Dae!- se quejó el pequeño mientras el mayor lo atrapaba y lo obligaba a quitarse los patines.

-¡Pudiste haberte matado! ¡¿y si te caías y golpeabas tu cabeza?!- le regañaba mientras abría su mochila y sacaba una manta amarilla, la cual colocó encima del pasto para poder sentarse ambos allí.

-¡Yo patino mucho mejor que tú, es imposible que me caiga!- exclamó TaeMin sintiéndose orgulloso de sus habilidades para el patinaje.

-Si, si. Como tú digas campeón.- dijo entre risas DaeHyun mientras sacaba una lata fría de coca cola para él mismo y un pequeño envase de cartón que poseía la leche de fresas que a Tae tanto le gustaba. A ambas las colocó encima de la manta amarilla.- Vamos a merendar en el parque Taeminnie, preparé tu sándwich favorito.- dijo el castaño mientras sacaba de su mochila un táper de plástico que contenía varios sándwiches.

No obstante, DaeHyun se descuidó demasiado. Así que el travieso de TaeMin, a hurtadillas, aprovechó para robar de nuevo sus tan preciados patines, se los puso rápido y salió a patinar por las veredas que poseía aquel enorme parque.

Y toda esa escena era observada desde una distancia prudente por MinHo. Al cual por alguna extraña razón, le relajaba venir cada dos días a ese parque simplemente para poder ver a aquel chico llamado DaeHyun.

El adolescente de quince años en realidad sólo venía a ese parque por su primo menor, aquel mocoso hiperactivo y hablador que no debía tener más de 9 o 10 años, el cual ahora andaba dando vueltas en patines por todas las veredas del bendito parque, siendo perseguido por un agotado DaeHyun.

No obstante, como si fuese obra del jodido destino, justo cuando el pequeño TaeMin estaba por pasar cerca de donde MinHo se hallaba sentado, tropezó con una gran roca y realmente se hubiese roto la cabeza contra la vereda, de no ser por los ágiles reflejos del azabache, quien sin siquiera soltar su cigarrillo, agarró al mocoso de la capucha de su sudadera con la mano que tenía libre.

-¡Joder, TaeMin! ¡voy a matarte!- exclamó un colorado DaeHyun. El pobre estaba agotado por tanto correr a su primo, enojado por la imprudencia del menor y a la vez asustado por lo que pasó. Realmente pensó que la cabeza de Taeminnie se rompería al chocar contra la maciza vereda y dejó de respirar cuando vio que tropezó. Por suerte, ese hombre salvó al travieso niño hiperactivo que tenía como primo.

TaeMin comenzó a llorar a moco tendido y MinHo enseguida lo soltó chasqueando la lengua, dejándolo caer sentado a la vereda. Por eso y tantas cosas más es que odiaba a los niños

-Muchas gracias por haber salvado a mi primo, señor.- dijo DaeHyun haciendo una reverencia con su cabeza. No obstante, al ver a MinHo enseguida lo reconoció.-¡Oh! ¡nos volvemos a encontrar!

-Eso parece.- dijo el azabache mientras se acomodaba sus lentes de sol, examinando a detalle las finas y hermosas facciones de DaeHyun. No obstante, el molesto llanto del menor le estaba rompiendo los tímpanos.-¡Joder! ¿por qué lloras tanto? no te pasó nada.- le gritó al pequeño castaño, quien seguía sentado en el suelo llorando.

-¡No me grite, señor ogro! y no estoy llorando por eso, sino porque al tropezar con esa roca, uno de mis patines se rompió.

-¿A quién diablos llamas "señor ogro"?- comenzó a decir frunciendo el ceño y fulminando al niño con su negra mirada.-Y no es nada grave, te compras otro par de patines y ya.- dijo el azabache mientras tiraba su cigarrillo al suelo y lo pisaba con la suela de su lustroso zapato, justo delante del niño.

-¡Son muy caros! Está bien que usted sea rico, pero no todos somos así. Además, lo rico no le quita lo cochino, porque los cigarrillos usados deben ser tirados en la basura, no en el suelo público.

-¡TaeMin, no seas maleducado! El señor te acaba de salvar vida.- le riñó DaeHyun y el niño se mordió la lengua e hizo un tierno puchero.

-Muchas gracias por salvarme, señor.- dijo haciendo una leve reverencia con su cabeza desde el suelo.-Pero igual me sigue cayendo mal, la verdad.

-¡TaeMin!

-Pero Dae... tú siempre me dices que hay que ser honestos en la vida. Nunca hay que mentir.

-¡Pero esto es diferente y lo sabes!

Entonces MinHo no pudo evitar sonreír divertido. Ese mocoso impertinente o tenía muchas agallas o era muy estúpido. Quizás un poco de ambas.

-Está bien. Al menos es sincero y no hipócrita, eso me agrada. Así que ten.- dijo mientras sacaba unos billetes de su saco y se lo arrojaba al pequeño TaeMin, quien ni lento ni perezoso, los agarró.

-¡Wow! son 200 dólares.- dijo entusiasmado mientras se sacaba los patines que se le habían arruinado y se paraba de sopetón.-¡DaeHyun, es la primera vez que veo dólares de verdad!

-TaeMin, devuelve eso.- le regañó el mayor cruzándose de brazos. Sin embargo, TaeMin los escondió en el bolsillo de su pantalón e hizo un tierno puchero.

-¡ÑO!- sentenció mientras se echaba a correr nuevamente, con una sonrisa alegre en su rostro.-¡Gracias señor ogro, le debo una!

-¡TaeMin, vuelve aquí ahora mismo! por favor disculpe las molestias ocasionadas.- se disculpó DaeHyun haciendo una reverencia ante MinHo, para luego echarse a correr a por su primo.

-Joder, le dije que dejara de llamarme así.- susurró MinHo para sí mismo, molesto por el apodo ridículo que aquel pequeño castaño le había dado. Entonces prendió otro cigarrillo mientras veía cómo el mocoso corría por todo el parque, siendo perseguido por un exhausto DaeHyun.

Y fue entonces y de una forma completamente espontánea, que una sincera sonrisa adornó el rostro del azabache. En verdad le relajaba venir a aquel parque, pues le hacía olvidarse, aunque sea por un instante, de la vida turbia que tenía...

...

...

...MinHo...

¡MinHo!

¡Choi MinHo!

...

Y entonces el mandamás abrió lentamente sus ojos. Al principio, simplemente vio una mancha roja borrosa, pero a los pocos segundos su vista se aclaró y pudo visualizar enseguida a TaeMin. La mancha roja que había visto al principio, era sin lugar a dudas la característica cabellera pelirroja del menor, la cual encuadraba perfectamente su rostro angelical.

-Mierda, en serio pareces un jodido ángel.- luego de oír tal comentario, TaeMin se sonrojó de inmediato. Era la primera vez que MinHo le decía eso y realmente no se lo esperaba.

-Gracias, supongo. Tú también pareces uno.- lo elogió mientras dejaba la sudadera que se quitó antes de despertar al mandamás sobre un viejo y pequeño escritorio de hierro. Cuidando que no se vieran los dos fajos de dinero que estaban escondidos en los bolsillos de la misma.

-¿Yo, un ángel? ¿acaso estás ciego?

-Ok, me corrijo: un ángel caído.

-Esa idea me parece mucho más acertada, la verdad.

-Bueno, ahora hazte a un lado y dame algo de espacio.- pidió el menor mientras se quitaba los zapatos.

El mandamás asintió y le hizo un espacio en la cama. TaeMin se acostó al lado de él y enseguida se acurrucó sobre el bien formado pecho del azabache, colocando una mano sobre el corazón del mayor y hundiendo su nariz en el hueco que se formaba entre el cuello y la clavícula de MinHo, inhalando extasiado el delicioso aroma que el mandamás de aquella prisión poseía.

Durante los últimos días, ellos dos habían dormido juntos aunque sin tener relaciones sexuales en ningún momento. Dormían en la cama que le pertenecía al pelirrojo, es decir en la parte de abajo de la litera que aquella celda poseía. Decidieron, o mejor dicho el azabache decidió dormir allí, porque TaeMin tenía pesadillas horribles durante las noches y siempre que se despertaba llorando, lo único que lograba calmarlo era sentir a MinHo abrazándolo por detrás, susurrándole cosas como: "todo está bien" o "fue sólo un mal sueño".

-¿Pudiste hablar con tu madre?- preguntó MinHo, rompiendo así el silencio que se había formado entre ellos.

-No, ella no quiso venir.- le respondió y el mandamás sintió cómo el pelirrojo se estremecía de pies a cabeza.

-¿Entonces vino tu amigo ese...?- el azabache olvidó su nombre y TaeMin sonrió.

-Sí, fue él quien vino a visitarme y a informarme sobre el estado de mi mamá. Por cierto, se llama HyunBin, ya te lo he dicho muchas veces.

-Lo sé, es que tengo una memoria selectiva. Sólo recuerdo aquello que me interesa.- esa era una manera muy sutil de decir, que HyunBin realmente le valía verga a MinHo. Pero TaeMin decidió ignorar ese hecho y cambiar de tema.

-Por cierto, cuando llegué y vi que estabas durmiendo, me senté en el suelo para poder tu rostro. Realmente pareces otra persona cuando duermes, te ves tan tranquilo e inofensivo...

-Pero tú sabes que en realidad no soy así.

-Lo eres, cuando estás conmigo lo eres.- sentenció TaeMin mientras se pegaba más al cuerpo del mandamás. En serio deseaba fundirse en él y que nada ni nadie pudiera separarlos jamás.

-Sí, sólo cuando estoy contigo. TaeMin, tú eres el único al que le permito que me vea así de vulnerable. Y lo hago porque realmente confío en ti.

¿Cuánto tiempo había esperado para que MinHo le dijera algo así? ¿cuánto? realmente ya no lo sabía, perdió la cuenta hace mucho. El mandamás jamás le había dicho un "te quiero", pero se lo demostró y con creces a través de sus acciones, hizo tantas cosas por él que en serio TaeMin sentía que jamás podría recompensarlo. Y se sentía tan mal en esos momentos... porque sabía que iba a traicionar la confianza de MinHo, abandonaría a ese hombre que ahora se estaba entregando por completo a él. Quizás esa frase de "se ama con más intensidad cuando se está a punto de separarse" sea cierta después de todo...

-Gracias, MinHo. Yo también confío plenamente en ti.- susurró el pelirrojo con la voz apagada, hundiendo aún más su cara en el cuello del mandamás.

Los minutos pasaron y ninguno de los dos dijo absolutamente nada. Sólo se escuchaba el sonido de sus respiraciones en aquella celda fría y gris. MinHo sentía lo tenso que estaba el cuerpo de TaeMin, pero entendía la situación, seguramente estaba así porque se encontraba muy preocupado por el estado de salud de su madre. El mandamás en serio deseaba que esa mujer se recuperara pronto y pudiera, a su manera, seguir con su vida. Para que así TaeMin estuviera más tranquilo y pudieran también ellos seguir con la suya propia.

-Por cierto...- comenzó a decir el pelirrojo en un susurro casi inaudible. Entonces MinHo dejó de pensar tanto y le prestó atención.-Mientras dormías, dijiste cosas raras como: "señor ogro" o "mocoso impertinente" y la verdad es que me dio muchísima curiosidad, ¿qué soñaste?

Luego de oír eso, el mandamás no pudo evitar soltar una espontánea carcajada que fascinó a TaeMin. Él realmente amaba ver a MinHo reír.

-Soñé con el día en el que te conocí.

-¿En serio? ¿el primer día que pisé esta prisión?- no obstante, TaeMin frunció el ceño confundido al ver al mandamás negar con su cabeza.

-No, esa no fue la primera vez que nos conocimos.

-¿De qué estás hablando? la vez que te conocí fue cuando chocamos en aquel pasillo, cuando yo estaba huyendo de ese reo violador.

-No TaeMin, fue en el parque Yangjae un día de primavera, hace muchos ya. Tú eras apenas un niño y DaeHyun un adolescente, andabas en patines dando vueltas por todos lados ¿no lo recuerdas?

Y fue entonces cuando un montón de recuerdos de aquellos gloriosos días bombardearon la mente de TaeMin. Sí, él recordaba perfectamente aquellas bellas tardes en las que se iba con su primo DaeHyun a aquel enorme parque lleno de árboles a divertirse juntos. Pero no recordaba a MinHo, por más que lo intentara.

-Sí, recuerdo esos días. Pero no puedo acordarme de ti, de verdad que no...

-Eso es porque en aquel entonces no lucía como luzco ahora.- comenzó explicándole MinHo con una sonrisa ladina.-Te conocí hace más o menos ocho años... en aquellos tiempos, me gustaba usar el cabello un tanto largo y atado en una coleta media. Siempre andaba bien arreglado con trajes importados y caros, fumaba todo el maldito día y también usaba accesorios como relojes, cadenas y anillos ostentosos de oro puro. La tarde que te conocí, estaba usando lentes de sol negros. Nunca te dije mi nombre, así que tú simplemente optaste por llamarme "señor ogro".

Y sólo después de oír tan detallada descripción, TaeMin pudo recordar aquel día. Todos los recuerdos de aquella tarde primaveral bombardearon su mente y una sonrisa nostálgica iluminó su rostro. Mierda, ni en sus sueños más locos hubiera llegado a imaginar que aquel joven rico y gruñón realmente pudiese ser su MinHo.

Y entonces una traviesa lagrimilla escapó del ojo derecho del pelirrojo. Realmente odió al universo por conspirar de esa forma en su contra de él. Y es que todo era tan malditamente perfecto, ellos estaban hechos el uno para el otro; pero aunque le doliera en el alma y no quisiera aceptarlo, sabía que debía cortar el lazo que había formado con el azabache de raíz, por el bien de su madre y de sus seres queridos. Porque él sabía que MinHo era peligroso y potencialmente dañino por el tipo de vida que llevaba y por los enemigos que tenía, pero es que... joder, también sabía era su maldito imán.

-Wow tienes razón, realmente había olvidado eso. Pero ahora que me lo dices, vienen recuerdos a mi mente de aquel día de primavera.- comenzó a decir TaeMin mientras se pegaba más al pecho de MinHo. Le gustaba mucho estar en esa posición, se sentía protegido así, entre los brazos del azabache.

-Es como si fuese obra del jodido destino, ¿no te parece?- susurró el mandamás con una voz un tanto ronca. TaeMin no pudo evitar reír bajito.

-Jamás pensé que llegaría el día en el que te pusieras a hablar sobre el destino, siempre me has dicho que esas cosas cursis no van contigo. No es nada común en ti, MinHo.
-Es tu culpa. Tú haces que todo colapse en mi mente y me convierta en un idiota.- le culpó el mayor. Sin embargo, el pelirrojo al alzar su cabeza pudo ver que el azabache estaba sonriendo. Y era una sonrisa sincera, de esas que pocas veces mostraba y sólo a escasas personas. Y con escasas me refiero únicamente a Key, a JongHyun y a TaeMin.
-¿Y entonces? ¿qué pensaste la primera vez que me conociste en aquel parque?- preguntó el pelirrojo con cierto aire picarón.
-Pensé que eras un mocoso impertinente, ruidoso, hiperactivo y brutalmente sincero. Realmente tuve ganas de ponerte una cinta adhesiva en la boca para que te callaras.- TaeMin no pudo evitar descojonarse divertido, pues al fin y cabo el azabache tenía razón, él en serio era un chiquillo insufrible a esa edad.
-Qué bueno que con los años cambié, ¿verdad?
-¿Y quién dijo que cambiaste? sigues exactamente igual, sólo que dejaste de ser enano.- entonces TaeMin dejó de carcajearse y, enojado, le pellizcó un pezón por encima de la camiseta de tirantes al mandamás, para castigarlo.-¡Auch! eso dolió.
-Y te va a doler peor si me sigues molestando.- le advirtió el pelirrojo mientras dejaba en paz al pezón ajeno y se acomodaba nuevamente sobre el firme pecho de su hombre.-Tú tampoco eras un pan de dios, déjame decirte. La verdad es que me caíste súper mal la dos veces que "te conocí". En ambos escenarios, tanto en aquel parque como en esta prisión. Y es que tu actitud era tan arrogante y déspota, simplemente inaguantable.
-Gracias, es un don que tengo. Pero si tanto te gusta puedo enseñarte, atiendo los miércoles y los viernes de 8 a 10 am. No te cobro nada, con sexo me conformo.- bromeó el mandamás mientras deslizaba su gran mano hacia el trasero del pelirrojo, para apretarlo y amasarlo a su gusto.
El menor gimió y luego no pudo evitar reír divertido, le parecía tan extraño y a la vez fascinante que MinHo se pusiera a bromear de esa forma, eso no era nada normal en él.

Pero la verdad es que desde hace un tiempo que la relación entre ellos dos se había vuelto más sólida que nunca. Era como si cuando entraran a aquella celda, juntos, el mandamás cambiara completamente la fría personalidad que le demostraba al resto de reos. Sólo cuando estaba con él MinHo se volvía así de blando, eso lo hacía sentirse tan jodidamente especial y le dolía tanto pensar que muy pronto todo eso se terminaría.
-Yo era un niño encantador, debes admitirlo.- le exigió TaeMin haciéndose el ofendido, mientras apretaba una de las mejillas de MinHo, con cierto aire juguetón.
-Lo eras. Yo nunca dije que me caíste mal ni nada de eso, de hecho me pareciste interesante y captaste inmediatamente mi atención.- al oír esto último, TaeMin se sorprendió y soltó enseguida la mejilla del mayor, sonrojándose dulcemente.
-¿Lo dices en serio? ¿incluso más interesante que DaeHyun?- preguntó ladeando la cabeza.
-Ambos me parecieron muy interesantes.- comenzó a explicarle MinHo mientras acariciaba los rojos cabellos del menor con sus dedos.- pero tú eras un niño.
-DaeHyun también lo era.- le contradijo de inmediato.
-Sí, pero él al menos tenía 15 años y tenía el cuerpo de un chico semi desarrollado. En cambio tú, tenías el cuerpo de un niño de 9.- entonces TaeMin hizo un tierno puchero y MinHo sonrió nostálgico.-Eso mismo hiciste en aquella ocasión y... ¿sabes lo que pensé y tuve ganas de hacer?
-No, ¿qué cosa?
-Tuve ganas de besar esa trompita que hiciste y pensé "este mocoso será realmente hermoso cuando crezca"- entonces TaeMin se sonrojó hasta las orejas y golpeó con su pequeño puño el firme pecho de MinHo.
-¡Joder, maldito pedófilo!- le gritó un avergonzado pelirrojo, mientras oía las roncas carcajadas del mandamás.
-Pero tenía razón ¿no? la pubertad hizo de las suyas y te volviste jodidamente hermoso.- sentenció mientras agarraba al menor por la cintura y lo obligaba a colocarse boca abajo sobre él. TaeMin se mordió el labio inferior y luego se lo relamió, hacía días que no tenía un encuentro sexual con su hombre y ese cuerpo esculpido en oro que poseía, simplemente lo volvía loco.- hermoso y pervertido.- susurró el mandamás sobre los labios carnosos de TaeMin al percibir la lujuria en los ojos del mismo.
-Tú me convertiste en un pervertido, yo siempre he sido un chico angelical.
-Angelicales mis huevos. Siempre has sido así, yo simplemente te ayudé a liberar a tu verdadero yo.- dijo el azabache para a continuación empezar a besar al pelirrojo con frenesí y este le correspondió con toda la pasión que sentía.
Carajo, en serio le entraban tremendas ganas de matar al tipo que en un futuro tendría la dicha de tocar el cuerpo de su MinHo. Pero aunque le doliera aceptarlo, sabía que eso pasaría cuando él se fuera de aquella cárcel. Otro chico nuevo llegaría a la vida del azabache y se adueñaría de ese cuerpo que cada noche durante el último año, él había reclamado como suyo.
Pero al menos lo disfrutaría esa última vez, antes de que MinHo se enterara de aquello que arruinaría todo eso bonito que habían formado con el correr de los meses.

Más decidido que nunca, el pelirrojo dejó de besar los labios del azabache y se levantó de aquella cama. MinHo enseguida pensó en protestar, no obstante, abrió sus grandes ojos sorprendido al ver cómo el menor comenzaba a quitarse de forma sensual la blusa enfrente de él.

-¿TaeMin? ¿qué haces?- preguntó el azabache. Y se relamió al ver el delgado torso del pelirrojo al desnudo, esos pezones erectos realmente lo ponían a mil por hora, deseaba tanto poder morderlos y chuparlos hasta hartarse. Llenar de marcas rojas ese pecho pálido y deleitarse al ver su propia obra de arte al final del coito.

-¿Qué acaso no es obvio? quiero hacerlo. Ahora.- demandó con un ronco jadeo el menor. MinHo tragó grueso al ver a TaeMin llevar su dedo corazón a la altura de su boca, para a continuación empezar a lamerlo y chuparlo con frenesí, empapándolo con su saliva.-¿Lo quieres, verdad? tú deseas este cuerpo.- eso no pareció una pregunta sino una afirmación.

-Joder, claro que lo deseo.- le respondió el mandamás llevando su mano hasta su propia entrepierna, la cual ya comenzaba a palpitar excitada simplemente con ver al menor así de entregado.-Pero TaeMin, hace unos días me dijiste que no querías hacerlo ¿estás seguro ahora? porque si empezamos, dudo que pueda detenerme.- era la primera vez que MinHo dudaba en tener sexo y todo lo hacía por el pelirrojo, para respetar su decisión de no intimar, haciendo a un lado sus propios deseos.

Sin embargo, TaeMin lo ignoró y guió su dedo empapado en saliva por todo su torso, mordiéndose su carnoso labio inferior, con la clara intención de provocar a MinHo. Y el azabache no pudo hacer más sino ceder a sus más bajos deseos, empezando a masajear su erección por encima de la ropa mientras se comía al pelirrojo con su mirada. En situaciones así, el mandamás se preguntaba quién de los dos tenía realmente el control sobre la relación que mantenían; porque aunque MinHo se negara a aceptarlo en voz alta, la verdad es que aquel pelirrojo le podía sacar lo que quisiera si se lo proponía, ese niño caprichoso siempre obtenía lo que quería. Pero bueno, si no fuera así, no sería su TaeMin¿verdad?

Cuando el pelirrojo desabrochó y se quitó su pantalón, MinHo decidió desabrocharse el suyo para poder masturbarse más a gusto mientras veía a TaeMin ahora vestido simplemente con un bóxer negro, realmente le gustaban muchísimo sus piernas largas y torneadas. Le volvían loco de deseo.

-¿Quieres tocarme, verdad?- preguntó el menor con picardía, mientras comenzaba a menear sus pequeñas pero bien definidas caderas de forma sensual, acercándose intencionalmente a MinHo para tentarlo a que lo tocara.

-Tú sabes la respuesta a esa pregunta.- le contestó con voz ronca mientras levantaba la mano que tenía libre para poder tocar el torso y los lechosos muslos de TaeMin, recreándose en la suavidad que poseía la piel de su pelirrojo.

-Sí, pero me encanta oír lo mucho que me deseas. Soy vanidoso por naturaleza, recuérdalo.- le explicó el menor para luego agarrar con sus dos pequeñas manos la gran mano de MinHo y guiarla directamente hacia su entrepierna, la cual ya estaba bastante erecta. Obligándolo a que lo tocara por encima de la tela del bóxer como a él le gustaba.

-Bebé, deseo tanto follarte.- y entonces TaeMin sonrió de forma ladina.

-Así no MinHo, tú sabes cómo me gusta que lo digas.- el mandamás rodó los ojos, sin embargo, sentir la erección del pelirrojo en su mano y escuchar los gemidos que su niño empezó a emitir a propósito, fueron motivos suficientes para hacerlo ceder como siempre a uno más de los tantos caprichos de TaeMin.

-Bebé, quiero hacerte el amor.

-Lo sé... y yo quiero montarte, MinHo. Quiero cabalgar encima de tu dura polla hasta que te vengas por completo dentro de mí. Deseo que me llenes, que derrames hasta la última gota de tu semen en mi cálido interior.

El miembro de MinHo se terminó de empalar completamente luego de oír las pervertidas palabras de TaeMin. Recordó la primera y última vez que se folló al pelirrojo sin condón, fue en el cumpleaños del mismo hace varios días y la verdad es que se sintió jodidamente bien sentir su polla siendo apretaba por las cálidas paredes internas del menor y derramarse por completo en él fue una experiencia exquisita que le encantaría repetir.

TaeMin dejó la mano del mandamás en paz y caminó hacia el viejo pequeño escritorio que tenía esa celda, acomodó la silla que gracias a que era de hierro, seguramente aguantaría bien el peso de ambos sobre ella. Y luego procedió a quitarse lentamente su bóxer, provocando a MinHo al menear su pequeño y redondeado trasero frente a él.

-¿Sabes...? montarte sería algo difícil e incómodo en esa cama-litera. Así que mejor siéntate en esta silla y así podré hacerlo con más comodidad.

Y MinHo no necesitó oír nada más, se levantó de la cama, se quitó a los jalones su estorboso pantalón y también su bóxer, dejándole ver así a TaeMin lo excitado que se encontraba su gran miembro viril. Luego, se sentó sobre aquella silla vieja pero resistente por ser de hierro.

-Quítate también la camiseta. Me encanta ver tu torso al desnudo.- dijo TaeMin mientras él mismo le sacaba aquella prenda blanca al mandamás. Deleitándose con los pectorales, pezones oscuros y abdominales bien definidos que su pareja poseía.

-¿Te gusta lo que ves?- preguntó el azabache mientras agarraba con sus manos la pequeña cintura de TaeMin, levantándolo un poco y obligándolo a sentarse a horcajadas sobre su regazo, cara a cara.

El pelirrojo gimió extasiado al sentir la dura y húmeda polla de MinHo resbalar entre los cachetes de su culo. Deseaba tanto que lo penetrara con fuerza, llevaba días sin sentirlo dentro de él y ya sentía que estaba en una agobiante abstinencia.

El húmedo y excitante beso no se hizo esperar más. Las candentes lenguas de los dos reos se encontraron y empezaron a entrelazarse entre sí, luchando por dominar la una a la otra. Ambos saboreaban la saliva del otro y la constante fricción de sus labios, producía un erótico sonido que les calentaba la entrepierna a niveles inimaginables.

Mientras se besaban, MinHo comenzó a acariciar la espalda y a masajear las suaves nalgas del menor con sus grandes manos. Y TaeMin no se quedó atrás, él acarició los duros pectorales del mayor y sujetó fuertemente los cabellos oscuros de su hombre, jalándolos los de vez en cuando.

Una vez que separaron sus labios, un delgado hilo de saliva aún unía las comisuras de sus bocas.Ambos inhalaban y exhalaban extasiados, querían más. Y el azabache fue el primero en actuar, ya que llevó su boca al delgado cuello de TaeMin, para empezar a dejar marcas de chupones allí, arrancándole gemidos de placer al pelirrojo.

-Min... MinHo... hmm..- comenzó a decir el pelirrojo mientras sentía cómo el mandamás lamía y chupaba su cuello, dejándole marcas que tardarían días en desaparecer por completo.-Métemela, MinHo. Pero quiero que me la metas de forma intensa, bien duro, sin contemplaciones, deseo sentir que me estoy rompiendo en dos. Deseo que me lo hagas con fuerza, como nunca antes me lo has hecho.- le rogó entre gemidos de placer, mientras comenzaba a hacer movimientos circulares con sus nalgas, para provocar que la erección del azabache siguiera creciendo más y más.

-Jo... joder... ¿por qué quieres que sea tan rudo contigo, TaeMin?- le preguntó el mandamás, poniendo sus ojos en blanco debido al placer que sentía por tener a aquel hermoso pelirrojo encima de él, moviendo sus caderas encima de su polla, como sólo su niño podría hacerlo.

"Porque esta será la última vez que lo hagamos" fue el pensamiento que pasó por la mente del pelirrojo en esos momentos. Sin embargo, no fue eso lo que le respondió.

-Porque quiero olvidarme de todo, MinHo. De todo el dolor que siento, de cada pensamiento pesimista que invade mi mente, de toda la culpa que me hiere. Quiero pensar solamente en ti y concentrarme en el placer que solamente tus manos son capaces de darme. Quiero sentirme vivo de nuevo, mi amor. Así que por favor...- le susurró al oído sin dejar de mover sus caderas, aunque en el fondo sentía que se estaba rompiendo en mil pedazos.

Debía disfrutar ese momento, tenía que disfrutar del último momento de intimidad que tendrían, así, siendo uno solo mientras hacían el amor dentro de aquella celda.

-De acuerdo, te haré sentir eso que tanto quieres TaeMin. Te haré sentir que hasta la parte más recóndita de tu cuerpo me pertenece por completo.- le dijo MinHo mientras agarraba su propia erección completamente lubricada por el presemen y la ponía justo en la entrada del pelirrojo, la cual gracias a las cientos de veces que lo habían hecho, ya estaba acostumbrada a ser penetrada por el mandamás.

-Sólo tuyo, MinHo. Sólo soy tuyo.- le susurró TaeMin mientras sentía cómo la punta de aquel gran miembro se hacía paso entre sus entrañas. El pelirrojo respiró profundo y el azabache hizo presión para que el resto del tronco pudiera entrar por completo.

Una vez así, MinHo esperó unos cuantos segundos para que su pareja pudiera acostumbrarse por completo a la intromisión. Sin embargo, se sorprendió cuando sintió que el mismo TaeMin empezó a cabalgarlo lentamente.

-Joder, bebé. Qué bien lo haces...- jadeo el mandamás mientras mordía la clavícula del pelirrojo y deslizaba sus manos por los costados del menudo pero bellísimo cuerpo que poseía su TaeMin.

-¡Ahh! hmm... sí MinHo... así, dame más.- gimió el menor mientras montaba de una forma más veloz al miembro del mandamás.

-Tae... TaeMin...- comenzó a decir el azabache de forma entrecortada mientras sentía las gotas de sudor asomarse sobre su frente.

-¿Q-Qué pasa? hmm...

-Tú... en aquel instante en el sótano me dijiste que era un mentiroso...- comenzó a decir y el menor lo recordó, pero enseguida negó con la cabeza.

-Estaba fuera de mí. No sabía lo que decía, lo siento.- se disculpó aunque sin dejar de cabalgar al mayor en ningún momento.

-No, déjame terminar.- le cortó el mandamás.-Dijiste que no me atrevería a matar a Sung por la promesa que hice. Pero déjame decirte que estabas equivocado...

-¿Co-cómo?- preguntó TaeMin mientras dejaba de cabalgar. Sin embargo, MinHo agarró sus pequeñas caderas con sus dos grandes manos y lo levantó para luego volver a dejarlo caer sobre su polla erecta, empezando así a embestirlo sin contemplaciones, arrancándole gritos de placer y dolor al pelirrojo.

-La sola idea de que alguien te arrebate de entre mis brazos me enferma. Soy capaz de matar a quien sea por ti, TaeMin. Al que sea.- le juró mientras lo miraba directamente a los ojos. El menor chilló de placer cuando la polla de MinHo tocó ese nido de nervios que le hacía ver estrellas y el mandamás sonrió ladino, embistiendo una y otra vez a ese delicioso punto.

-Min... Ahhh... MinHo yo...

-Shh.- le calló para poder seguir con su monólogo.- a lo que quiero llegar, es a que yo en serio iba a matar a Sung. Lo iba a hacer por ti, aunque eso significara romper la promesa que le hice a DaeHyun...

Y entonces un montón de lágrimas salieron de los ojos del pelirrojo. Quien abrazó el cuello del mandamás y apoyó su frente en el hombro de MinHo, humedeciéndolo de inmediato.

-¿Po-por qué estás llorando?- preguntó un preocupado azabache mientras detenía las penetraciones.

-Estoy llorando de felicidad, mi amor. Sigue haciéndome tuyo. Quiero que te corras dentro de mí.- le susurró TaeMin al oído, con una sonrisa adornando su rostro.

Entonces MinHo también sonrió y continuó embistiendo con frenesí el cuerpo de su pareja. Ya estaba a punto de correrse y sabía que TaeMin también, así que decidió ayudarlo y empezar a masturbarlo, deleitándose con los gemidos de su niño sobre su oído.

-MinHo...

-¿Si?

-Te amo...- le dijo mientras mordía el lóbulo de la oreja del mayor. El mandamás se estremeció, sus orejas eran una de sus zonas más erógenas. MinHo arqueó su espalda y se corrió por completo en su interior, llenando el interior de TaeMin con su cálido y espeso semen.

-Está bien...- comenzó a decirle mientras sentía cómo el pelirrojo se corría sobre su abdomen.-Está bien que me ames, sólo tú tienes derecho a amarme. Nadie más.- y entonces el mandamás sintió más lágrimas humedeciendo su hombro. Abrazó de forma protectora a TaeMin y este se estremeció entre sus brazos.

-Y MinHo...

-¿Si?

-Lo siento mucho...

...

...Continuará...

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