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⁴²▪︎🫀

Cuatro años después...

Encontré una forma para darle un agosto para siempre.

Nuestra hija, Somi, hace girar la falda de su vestido de cumpleaños en círculos sin gracia, sus dos pequeñas palmas envuelven a su peludo amiguito.

Nunca fui bueno en la vida, y aquí estoy ahora, viviendo, mientras de alguna manera me las arreglo para mantener viva a mi hija, así como a mi perro, que es milenario en este momento, la agresiva infiltración de Wonnie en las plantas de la casa, y este maldito hámster que supera claramente todas las leyes de la física del hámster.

―¡Papá, mira!

Preparándome, me acerco a mi hija mientras las briznas de hierba le hacen cosquillas en los dedos de los pies desnudos. Su sonrisa llena de dientes pequeños me hace dejar escapar un suspiro de alivio.

―¿Qué pasa, solcito?

Las coletas negras bailan con la brisa, mientras que sus ojitos brillan con el resplandor del mediodía.

Ella es una maldito sol que calienta nuestras vidas. Somi llegó dos años antes. Habíamos estado planeando adoptar un bebé pero cuando vimos a esa pequeña bailando con los pies hundidos un charco de agua en el hogar de niños, supimos que habíamos encontrado a nuestra hija.

—Ella baila en su pequeño lago —los ojos enormes de mi ahora esposo brillaban a la par de su sonrisa.

—Y tiene una sonrisa como la tuya...

Sonriendo me acerco a mi pequeña y la tomo en mis brazos.

―Nuez moscada usa sombrero de cumpleaños.

Una sonrisa se dibuja en mi boca mientras miro dentro de las manos ahuecadas de mi Somi y observo la pequeña flor rosa que descansa sobre la cabeza del hámster. Es un pétalo singular que se liberó del joven melocotonero que florece en nuestro patio trasero.

Fue una de las primeras cosas que hizo HyungWon cuando se mudó conmigo hace tres años. Plantó un melocotonero en honor a su difunto esposo, y esperamos que finalmente dé algunos frutos este verano.

―¡Hoseok!

La voz de pánico de mi esposo me llega desde la puerta trasera, y me doy la vuelta, mirando preocupado su larga figura que me hace un gesto con la mano, luciendo frenético.

Corro hacia él.

―Mierda, ¿qué pasa?

―Es una emergencia.

Doble mierda.

Me pongo pálido.

―Quemé los cupcakes ―confiesa, seguido de un grito de horror―. ¿Quién soy? Deberías hacerte cargo. ¿Qué carajos?

Su expresión está plagada de pesar. En los años que lo conozco, mi Wonnie nunca ha quemado un cupcake.

Es conocido en la ciudad, prácticamente una celebridad local, ya que abrió una exitosa pastelería en el centro a fines del año pasado. Fue una progresión natural una vez que su panadería en casa se volvió demasiado para mantener, y la proporción de polvo de harina y oxígeno dentro de nuestra casa se volvió preocupante.

Aprieto los labios con el ceño fruncido.

―La última vez que intenté hornear cupcakes contigo, olvidé tres ingredientes fundamentales. Fue una maldita idea de mierda.

Sus ojos brillan y luego se posan en Somi que viene detrás de mí.

―Lenguaje ―me susurra regañándome.

Oh, cierto. Estoy tratando de tener más cuidado ahora que nuestra hija repite literalmente todo lo que escucha.

Aclarándome la garganta, modifico

―Fue una fucking idea terrible.

Mis cejas se mueven. Wonnie parpadea.

―Fucking ―repito, luego dejo escapar un suspiro prolongado―. Ya sabes, lo estoy intentando. Es difícil borrar más de treinta años de mal vocabulario. Y ella aún no sabe inglés. 

Me mira fijamente por un momento antes de que una sonrisa se extienda y sus ojos brillen con humor.

—Tú tampoco —dice con un revoleo de ojos—. Bien. Lo siento, cielo. Mi mente se volvió fangosa hace una hora, y estoy viviendo en una pesadilla perpetua aquí en la cocina.

Sus mejillas y su cuello están sonrosadas por el calor del horno. Mis palmas se estiran para acercarlo a mí mientras beso alrededor de su cuello.

Mierda, soy muy afortunado. Él es muy hermoso.

―Ahora sabes lo que es para mí estar cerca de ti todos los días.

Él se estremece.

―Eres jodidamente hermoso. ―Mis labios viajan por su mejilla, aterrizando en sus labios carnosos, y murmuro sugestivamente―: ¿Cuánto tiempo tenemos antes de que aparezca la gente?

Mi esposo se funde en mí por un momento dichoso y la tentación se apodera de él, pero rápidamente se orienta y vuelve a entrar en modo de pánico.

―Veinte minutos.

El timbre suena y él se pone pálido.

Somi rie y nos empuja a los dos con un chillido de emoción, todavía sosteniendo a Nuez moscada, mientras Yeoreum cojea con ella hacia el frente de la casa.

Tomo su rostro de entre mis manos y acerco su mirada a la mía, sonriendo suavemente hasta que se relaja notablemente.

—¿Qué?

―¿Cuántos lotes de cupcakes hiciste?

―Doce.

¿Doce lotes, una docena cada uno? Eso son ciento cuarenta y cuatro pastelitos.

Él asiente.

―¿Cuántos pasteles hiciste?

―Tres.

―Está bien, bueno… si mis matemáticas funcionan, eso equivale aproximadamente a un montón de jodido pastel. Todo estará bien, nadie pasará hambre y nuestros nietos todavía tendrán cupcakes de sobra.

HyungWon jadea para calmarse, enroscando sus dedos alrededor de mis muñecas. Sus ojos parpadean con aceptación mientras levanta la barbilla.

―Tienes razón.

―Lo sé.

―Pero... ―Su lengua asoma para por resbalar sus labios, y traga saliva―. Quemé los de limón.

―¿Con el relleno de merengue?

Él asiente de nuevo.

―Mierda.

Nuestra mutua decepción se interrumpe cuando nuestra hija regresa brincando por la casa, radiante de entusiasmo, con su vestido de encaje ondeando detrás de sus pequeñas piernas.

―¡El tío Nunu y el tío Kiki!

Mis cuñados entran a la casa con enormes bolsas de regalo, probablemente conteniendo juguetes desagradablemente ruidosos por lo que tendré que perder las baterías. HyungWon me empuja hacia adentro por la puerta trasera y se lanza directamente hacia Kihyun. HyunWoo se acerca, mirándome con recelo con sus pantalones caqui y su polo liso.

―Hey, contratista idiota.

Mis brazos se cruzan, mi mirada lo evalúa con igual disgusto.

―Hey, simio parlante.

Han sido unos años interesantes para conocer al hermano de mi esposo.

La verdad es que no tenemos mucho en común. Le gusta la cerveza y los deportes, mientras que a mí me gustan las cosas que no son la cerveza y los deportes. Le gusta ir a bares. Lo único que yo disfruto de los bares es la parte de despedida. Tiene un gusto terrible para las películas y un gusto aún peor para la música, y fue un gran dolor en mi trasero durante la planificación de nuestra pequeña boda hace dos años cuando HyungWon y yo decidimos hacer una ceremonia íntima en el patio trasero en lugar de una extravagancia de salón.

Pero el maldito tenía que hacerse cargo y contratar a una banda de rock de mierda para que nos diera una serenata con horribles versiones de Nickelback toda la noche. Incluso se subió al escenario y cantó esa canción de Photograph como una especie de dedicación horrible, y Dios, y como si esa canción no fuera lo suficientemente terrible, luego se puso a bailar en una suerte de baile exótico no apta para ningún tipo de celebración. Por suerte Kihyun lo bajó del escenario antes de que yo y su padre lo golpeáramos. Los recuerdos de esa deplorable actuación todavía me persiguen. Pero eso no fue todo. También hizo un jodido espectáculo gigante de sí mismo cuando estaba hecho una basura y le propuso matrimonio a Kihyun, borracho, frente a nuestros treinta y cinco invitados.

Kihyun lo golpeó haciéndolo perder el equlibrio, luego lo besó, y luego lo golpeó de nuevo.

Estoy bastante seguro de que eso resume toda su relación.

El verano pasado, hicieron un viaje espontáneo a Las Vegas con otra pareja y 'accidentalmente' se casaron con un imitador de Elvis que también era un gigoló masculino. Nadie está del todo seguro de qué mierda está pasando entre ellos, pero, sinceramente, tampoco creo que ellos lo estén.

Pero a pesar de toda nuestra animosidad, disputas e insultos, creo que lo que más odiamos es que en realidad no nos odiamos en absoluto.

El idiota no está nada mal. Él ama con locura a su hermanito y a su sobrina y es difícil no respetar a alguien así. Sin mencionar que realmente ayudó cuando tuve esta idea psicótica de construir un segundo nivel completo en mi pequeña casa de campo. Pensé que podríamos usar el espacio extra con nuestra creciente familia y, aparentemente, odio dormir y el tiempo libre.

Nunu me ayudó a arreglar la casa de HyungWon y Taeyang para ponerla en venta, y luego dedicó mucho tiempo a ayudarme con la remodelación. Él es electricista, por lo que realmente sabía su mierda, y nos unimos a medias sobre interruptores automáticos y conductores de tierra.

Él me mira con los ojos entrecerrados mientras sostenemos nuestra mirada, pero Nunu se rompe primero y una sonrisa se levanta.

―¿Instalaste el regulador de intensidad en el nuevo vivero? ―pregunta, metiendo las manos en los bolsillos.

―Sí. ¿Descubriste el problema de HVAC para ese cliente idiota?

Él se ríe.

―Después de todo eso, fue un problema con el sensor de fuego.

―Mierda.

Pasa un latido, y unas sonrisas fáciles que pasan entre nosotros.

Chocamos el puño.

Somi salta arriba y abajo frente a nosotros con una amplia sonrisa, mientras sus coletas rebotan con ella. Levanta los brazos hacia Kihyun, robando la atención de su padrino de cabello de fuego.

—¡Tío Kiki! Mira a mi maldito hámster, tiene sombrero de cumpleaños.

Ups.

Hago todo lo posible por disolverme en el suelo de madera cuando las tres cabezas se mueven hacia mí.

Kihyun se aclara la garganta en un intento de ocultar su risa.

―Tu maldito hámster. Wow, Somi, no puedo creer lo lindo que se ve con ese sombrero. Y qué... vivo.

Él gesticula con la boca.

―¿Cómo sigue vivo?

La cosa debe tener cuatro o cinco. Estoy bastante seguro de que es un hámster alienígena. O un robot, como mi hermana.

Me encojo de hombros.

Hablando de ella, me alejo de la multitud para sacar mi teléfono. Se dirigía a la fiesta después de su turno en el hospital, pero es típico de su profesión que la obliguen a trabajar más.

Si bien no hay notificaciones de Yoomin, hay un nuevo mensaje de Hangouts esperándome.

Una sonrisa genuina aparece cuando mis ojos pasan por el mensaje de mi amigo por correspondencia favorito.

RacerDude: ¡¡¡Entré al equipo de béisbol!!!

Hoho89: Qué bien, amigo. Sabía que lo harías.

RacerDude: Gracias por ayudarme a lanzar el otro día. Sé que no te gustan los deportes.

Hoho89: Fue divertido. Tienes talento natural. Puedes pagarme con un paseo cuando seas un famoso piloto de carreras algún día.

RacerDude: ¡Sí, claro! Oh... mamá me dijo que te dijera que tenemos un regalo de cumpleaños para Somi. Lo siento, no podremos ir a la fiesta hoy.

Hoho89: Está bien. Ella te hizo un dibujo. Es solo un garabato rojo, pero se supone que es un automóvil. Actúa emocionado.

RacerDude: ¡¡Genial!! :-) dale las gracias a Somi.

Hoho89: Tengo que irme ahora, pero avísame cuando tengas tu primer juego. Estaremos ahí. Estoy orgulloso de ti, Binnie.

RacerDude: Eres el mejor. Hablaré contigo después.

Deslizando mi teléfono en mi bolsillo trasero, HyungWon está parado frente a mí cuando levanto la cabeza. Su sonrisa de complicidad brilla intensamente.

―¿Binnie?

―Sí. Él entró al equipo ―le digo, incapaz de ocultar mi propia sonrisa orgullosa.

―Eso es tan maravilloso. Sabía que lo haría. ―dice mientras se acerca a mí con la cara manchada de polvo de hornear, lo cual es encantador como la mierda, y se inclina para besarme. Es dulce y gentil al principio, pero aprieto sus mejillas entre mis palmas, profundizando instantáneamente.

Él toma una bocanada de aire y lo deja escapar como un suspiro chillón, nuestras lenguas se tocan y saborean, y nos perdemos por un momento, sin preocuparnos por los invitados que están a solo unos metros de distancia.

Un gemido de satisfacción se escapa cuando me aparto, pasando mis pulgares a lo largo de sus mejillas manchadas.

―Mmm. Sabes a glaseado de limón.

―Tengo hambre ―susurra, acariciando nuestras narices juntas, con sus ojos vidriosos y amorosos.

Otro gemido se filtra a través de mis labios cuando se aprieta contra mí.

―Me estás dando hambre.

Estoy a unos dos segundos de rogarle a Kihyun que vigile a Somi para poder tomar prestado a mi esposo por razones muy importantes cuando vuelva a sonar el timbre, robándonos nuestra oportunidad. La electricidad aún crepita entre nosotros, las brasas de deseo bailan en sus ojos y me avisa con solo una mirada que estas llamas se avivarán de nuevo más tarde.

No puedo esperar.

Pero primero, es hora de ver a mi pequeña aniquilar una piñata de Peppa Pig.

El sol se pone bajo en el cielo, resaltando el horizonte con un rubor anaranjado quemado. Capta mi atención por un momento sorprendente y recuerdo las palabras de mi padre de todos esos años atrás.

Belleza fugaz.

Del tipo más preciado.

Pero cuando mis ojos se alejan del sol poniente y perciben la confusión de sonrisas, risas y alegría a mi alrededor, me doy cuenta de algo bastante jodidamente poderoso.

Todo es fugaz.

La vida, en sí misma, es fugaz.

Observo desde una silla de jardín colocada en el jardín delantero mientras los asistentes a la fiesta se dispersan, levantando a mi hija en brazos fuertes, dándole vueltas y besos, agradeciendo a HyungWon por una fiesta espectacular. Nunu serpentea con su brazo alrededor de Kihyun, besando su sien, y veo el amor entre ellos, a pesar de la tumultuosa marea de su relación, hay afecto y hay amor. Quiero sacudirlos, decirles que arreglen sus cosas y aprecien lo que tienen, porque todo es tan jodidamente fugaz, pero creo que ese tipo de conciencia solo se puede aprender, no enseñar.

Los padres de Wonnie me dicen adiós desde el otro lado del patio y yo sonrío para despedirme. Me han acogido y me han tratado como a su propio maldito hijo en los últimos años, y no podría estar más agradecido. Me robaron ese tipo de relación, esa marca especial de conexión que solo una madre o un padre pueden darte. Me rompió. Me redujo casi a la nada, transformándome en alguien que ni siquiera reconocí.

Sin embargo, Yoomin lo hizo. Ella me vio, al verdadero yo, ese niño pequeño enterrado en el fondo, con la barbilla manchada de cereza, con risa en los ojos y un corazón fuerte y digno.

―Come, hermanito.

Mi hermana acerca una silla a la mía y me entrega un recipiente con panes de limón en miniatura. Miro la ofrenda con una media sonrisa.

―¿Porque mi esposo no horneó suficiente pastel para tenernos a todos en coma permanente de carbohidratos?

Sus ojos de bellota brillan con el resplandor del ocaso rojo-amarillo.

―El pastel de limón es el postre más feliz ―dice, con los dientes blancos destellando―. Wonnie me envió un mensaje de texto para que comprara algunos en el camino porque sabe que es tu favorito y los quemó. No pude decirle que no a sus veintisiete emojis de cara triste.

―Él siempre te atrapa con los emojis. ―Tomando el recipiente de plástico de sus manos, se aprieta en mi agarre mientras recorro con la mirada los postres. Mi corazón se hincha―. Mierda, no sé qué hice para merecer a ese hombre.

Yoomin se encoge de hombros, sus mechones de cabello enroscados rebotan sobre sus hombros.

―Claramente no fue tu habilidad para hornear.

―Si, no. Tal vez fue mi disposición cálida y difusa.

―Definitivamente tampoco fue eso.

―¿Mi personalidad entrañable?

―Muy dudoso.

Compartimos una sonrisa juguetona mientras la brisa sopla, cálida y refrescante a la vez.

Mi hermana se acerca a mi silla y coloca su palma sobre mi pecho, acariciando suavemente.

―Fue esto. Él vio lo que yo siempre he visto.

Mi corazón salta ante el sentimiento, y mi mirada se desplaza hacia donde HyungWon está envuelto en un cálido abrazo con la señorita Miyeon. Los dos retroceden con lágrimas brillando en sus ojos, un testimonio de su fuerte vínculo y corazones compasivos.

Somi baila a su alrededor con una corona de princesa, agitando dos barras luminosas en sus pequeños puños, con su rostro todavía pegajoso con un glaseado rosa brillante.

Se me escapa un suspiro, algo nostálgico y puro.

―Maldita sea, tengo suerte…

Los dedos de Yoomin se arrastran desde mi corazón hasta mi mano, y ella me da un ligero apretón.

―No es suerte, Seokkie. Esto eras todo tú.

Trago, bebiendo de la escena que tengo delante.

―Construiste esta vida, tal como construiste tu casa, desde cero, con herramientas cuidadosas, trabajo duro y mucha sangre, sudor y lágrimas. ―Su brazo se extiende hacia afuera, mostrando los frutos de mi trabajo―. Pon esto aquí.

Mi pecho truena de entendimiento. Yo hice esto. Elegí esta vida para mí, esto era lo que estaba al otro lado para mí. Esto era lo que estaba envuelto más allá de los obstáculos de las dificultades.

Mi corazón.

Mi esperanza.

Mi verdadero hogar.

La verdad es que nunca tuve un hogar hasta que lo tuve a él. Tenía cuatro paredes y un lugar para recostar mi cabeza, pero ningún lugar para recostar mi corazón. Planté raíces aquí, pero esas raíces no tenían dónde crecer. Estaban estancadas y marchitas.

Marchitas.

Mi vida podría haber ido en muchas otras direcciones. Tenía el poder de tomar decisiones diferentes, tomar rutas alternativas. Habría sido tan fácil navegar por esas aguas oscuras hasta que dejara de luchar y me ahogara.

Pero elegí nadar.

Tenemos la llave de nuestra propia felicidad, y lo que ponemos al otro lado de esa puerta depende totalmente de nosotros.

Nuestro comienzo no tiene por qué ser nuestro final.

Yoomin me suelta y se levanta de la silla mientras los invitados finales se van y Wonnie se acerca a nosotros con Somi en brazos y una sonrisa que me acelera el corazón.

―Me voy ―dice mi hermana, encontrándose con mi esposo a mitad de camino, envolviendo a ambos en un cariñoso abrazo―. Disfruten la paz.

Levanta la mano en señal de despedida mientras me pongo de pie y le devuelvo el saludo. Cuando su auto sale del camino de entrada, la grava cruje debajo de los neumáticos y la música se desvanece mientras ella desaparece por el camino de tierra, me vuelvo hacia mi esposo.

Sus ojos están agotados, brillando por el cansancio, su piel rosada por un sofoco o una quemadura de viento. Una camisa amplia y manchada con pintura para los dedos y pastel.

Su cabello oscuro es un lío desordenado por el viento que lo manda a bailar como un velo.

Está agotado y con exceso de trabajo, pero todavía sonríe.

Le devuelvo la sonrisa, arrancando a nuestra hija de cuatro años de sus brazos debilitados, tomando algo de su peso.

―¿Tiempo de cuentos?

Ambos asienten con sonrisas brillantes, y los tres nos trasladamos a la parte trasera de la casa y nos sentamos en la hierba cerca del árbol de magnolia de crecimiento lento.

Yeoreum se une a nosotros, saltando por la
puerta trasera agrietada con su pelota roja en la boca, y sus largos y saludables mechones de cabello brillando bajo el sol ambiental.

Somi se escabulle de mi regazo en el momento en que estamos situados, corriendo hacia la casa.

―¡Voy por nuez moscada! A ella le encantan las historias.

Wonnie y yo compartimos una tierna mirada mientras Yeoreum se sienta a nuestro lado. Yo le acaricio el pelaje con la palma de la mano y su suspiro de satisfacción se filtra a través de mí, lo que aumenta mi placidez.

―¡Ya volví!

Mi hija corre hacia adelante con el hámster en sus manos, gateando hasta mi regazo.

Somi ama la hora de los cuentos. Ella es nuestra pequeña narradora de historias.

Todas las noches nos reunimos y hablamos de nuestra parte favorita del día. Lo llamamos la hora del cuento, pero es más un momento de reflexión. Apreciación. Buscamos lo bueno en cada día, incluso si todo se siente como una mierda. Siempre hay algo.

Por pequeño o insignificante que sea, siempre hay un rayo de esperanza, de dulzura.

Un punto de partida desde el que construir.

Envuelvo un brazo alrededor de mi esposo, tirando de él contra mi pecho hasta que mis dos personas favoritas se enredan conmigo.

Pasamos los siguientes diez minutos hablando, recordando el pasado y viendo cómo el sol proyecta sus últimos rayos de color naranja dorado a lo largo del horizonte, bañándonos en el crepúsculo.

Antes de regresar al interior, sopla una suave brisa que nos roba el aliento.

Somi se queda quieta en mi regazo y pregunta en voz alta.

―¿Qué es eso, papá? Me hace cosquillas.

Mis dedos recorren el cabello de Wonnie mientras una sonrisa pinta mis labios. Él se acurruca más cerca, ya sabiendo la respuesta.

Le hice a mi padre la misma pregunta una tarde soleada en su porche delantero mientras las azucenas bailaban con una brisa divertida.

Tragando, respondo:

―Un céfiro.

Las risitas brotan de los pequeños labios rosados.

―Qué tonto.

Sosteniéndolos a ambos con más fuerza, tengo un vago recuerdo con mi padre mientras me sentaba a su lado en el columpio del porche con un regazo de cerezas regordetas y un cachorro travieso a mis pies. Me dijo que cada vez que soplaba una brisa era un céfiro, una gentil promesa de nuevos comienzos.

Por alguna razón, llevé ese momento conmigo. Cuando era un niño asustado, encerrado en ese armario, lo sentía conmigo cada vez que una ráfaga de viento se movía debajo de la puerta, una presencia tranquila en medio de la oscuridad.

Mi padre. Céfiro.

Se convirtió en mi compañero, mi amigo imaginario, susurrándome al oído que aguantara.

El invierno no dura para siempre.

La primavera siempre llega.

Me tomó un maldito tiempo encontrar mi nuevo comienzo, mi punto de partida. Mi melocotón floreciente en un campo marchito y en descomposición. Pero yo no cambiaría ni una maldita cosa… porque todo me llevó a él. A ellos.

Somi salta de mi regazo para bailar por el jardín, su cabello y su vestido dan vueltas mientras sus pies giran en torpes círculos. Mis ojos se llenan de lágrimas ante la visión. Tan precioso, tan hermoso, tan fugaz.

Se me escapa una fuerte bocanada de aire cuando Wonnie toma el lugar de nuestra hija, se sube a mi regazo y se apoya contra mi pecho.

Yo sonrío.

―Tan malditamente entrometido.

Se acurruca más cerca, sus cabello me hace cosquillas en la barbilla mientras una risa se libera.

―Como el sol, ¿verdad?

Mis brazos envuelven su cuerpo, acercándolo lo más posible. Respiro su almizcle cítrico, su piel florida y el calor que sangra por cada centímetro de su cuerpo.

―Sí, es cierto.

Él siempre será el sol resplandeciente, como un hermoso nuevo comienzo.

Pero sobre todo, él es mi luna.

El final perfecto.

―¡Vamos a entrar! Nuez moscada está somnolienta ―grita Somi, con una sonrisa brillante, como la de su padre―. Nos vamos a casa.

Casa.

Con el amor de mi vida escondido entre mis brazos, miro desde la hierba mientras mi hija salta hacia la puerta trasera con un hámster en sus manos y un perro viejo y dulce pegado a sus tobillos.

Mi corazón se dispara.

―Te amo, Won ―murmuro suavemente, colocando un beso en la parte superior de su cabeza.

Él suspira profundamente antes de que nos levantemos y luego se retuerce en mi abrazo. Mirándome, la sonrisa más dulce cobra vida, y sus ojos brillan, susurrando las palabras incluso antes de que salgan de sus labios.

―Te amo.

Yo le devuelvo la sonrisa.

Hogar.

Dicen que el hogar es donde está el corazón...

Y sé que los encontré a ambos cuando lo encontré a él.

Hola, hola. Bueno, estamos llegando al final de esta historia que amé cuando la leí. Quiero aclarar que me tomé ciertas licencias y reescribí algunos capítulos para amoldar la historia a ellos dos por lo que difiere un poco de la original en algunas cosas. Por mi parte la hubiera terminado acá, pero queda un capítulo más y, lo siento, pero preparen los pañuelos. Gracias por el recibimiento porque si bien no es una historia mía, ustedes siempre están ahí para apoyarme y sacarme una sonrisa. Son geniales♥︎

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