⚠️Mención de autolesión y suicidio⚠️

De camino a casa, recuerdo que se me acabó la mantequilla, así que hago una parada rápida en el supermercado para prepararme para otro día de repostería. Se me escapa un bostezo mientras estoy en la fila de la caja, agotado por el esfuerzo mental de socializar y fingir a través de conversaciones y bromas. Avanzo arrastrando los pies, distraído por mis
propios pensamientos huecos, cuando una charla detrás de mí llama mi atención. Mis ojos permanecen fijos al frente, pero mis oídos absorben cada palabra.

―¿Escuchaste sobre ese incidente de atropello y fuga en el parque Hangang ayer?

―Oh, Dios mío, sí. Terrible. Escuché que el niño sobrevivió, pero la madre está crítica.

―Mi peor pesadilla...

Mi estómago se encrespa cuando las voces se desvanecen y me sumerjo en mis propios horribles recuerdos. Había dos hombres involucrados en el asesinato de Taeyang, pero solo uno fue capturado. Un transeúnte anotó la placa de la camioneta que golpeó a mi esposo, y Lee Sunno fue arrestado rápidamente y finalmente sentenciado. Pero se negó a entregar a su cómplice.

Una anciana comienza a hacer sonar mis artículos, perforando mi sombría niebla.

―Tus ojos son demasiado bonitos para parecer tan tristes ―murmura la mujer, deslizando las barras de mantequilla en una bolsa de papel―. Serán siete mil wones.

Me endurezco mientras deslizo mi tarjeta de débito. Me entrega la compra, junto con mi recibo cuando se realiza la transacción.

―Que tengas una buena noche, melocotón.

Algo dentro de mí se congela, un chasquido, un gatillo. Una corriente de aire helada rodando como un frente de tormenta invernal.

Huele a melocotones, señor Chae.

La anciana me lanza una sonrisa desdentada, recordándome que debería devolver el gesto.
Soy bueno para sonreír. Soy bueno succionando a la gente como una aspiradora feliz. No tienen idea de que mi sonrisa real fue absorbida hace casi un año hoy, que ahora está permanentemente envuelta en nubes grises y en lo que debería haber sido.

Pero fuerzo una sonrisa mientras meto la bolsa de papel debajo de mi brazo, y es amplia y brillante, inquietantemente auténtica.

―Adiós.

Le digo adiós, no buenas noches, porque cuando llego a casa diez minutos después, entro sin rumbo fijo en la cocina para tirar la mantequilla sobre la encimera y luego saco un cuchillo de cocina del cajón de los cubiertos. 

Tragando, llevo el cuchillo a la sala de estar y me desplomo en el suelo, con la espalda presionada contra el frente del sofá con las piernas extendidas frente a mí y el corazón latiendo con fuerza. Decido quitarme
la sudadera con capucha porque no quiero mancharla de sangre. Era la favorita de Tae y no puedo soportar la idea de ser responsable de más manchas.

El cuchillo se siente ingrávido en mi puño, y estoy agradecido de haberlo afilado no hace mucho. La hoja es suave y hábil. No debería doler demasiado.

No es que realmente me diera cuenta.

Inspiro con brusquedad, enrollando la tela de mi playera de manga larga hasta que la parte inferior de mi muñeca aparece a la vista.

Las venas azules me devuelven la mirada, nadando con el invierno y el crepúsculo, tan impactantes contra mi piel dorada.

Una calma hueca me recorre, una desconexión neblinosa. Es casi como si estuviera fuera de mi propio cuerpo, observando desde lejos mientras el cuchillo se levanta y la punta afilada se clava en la piel blanda. No se necesita mucha presión para atravesarme, para perforar mi piel, y observo, casi catatónico, cómo la sangre se acumula en la superficie. Cavo un poco más profundo, arrastrando el borse dentado hacia abajo y soltando un siseo agudo cuando el dolor golpea.

La vista de la sangre me hace un nudo en el estómago mientras una ola de mareo me reclama. Mis ojos se agitan y empiezo a balancearme.

Siempre he tenido el estómago débil.

Nunca supe que también tenía un corazón débil.

Cuando la sangre comienza a brotar, suena una notificación desde mi teléfono celular a mi lado. Cierro los ojos con fuerza, casi sin escucharlo al principio.

Déjame en paz, estoy ocupado.

Estoy demasiado preocupado por morir.
Pero algo me molesta, me golpea y me pincha. Zumba en mi oído hasta que la realidad se derrumba a mi alrededor, detona a mis pies y me roba el aliento, arrancando un grito de batalla directamente desde estómago.
Hay explosiones detrás de mis ojos y cenizas en mi garganta.

Por instinto, alcanzo detrás de mí la manta extendida sobre el apoyabrazos del sofá y la envuelvo con fuerza alrededor de mi punto de pulso, tratando de detener la sangre.

¿Qué estoy haciendo? Dios mío, ¿Qué estoy haciendo?

El pánico hunde sus dientes en mí, y mi respiración se convierte en ráfagas rápidas de caos mientras me acerco a un estado de hiperventilación. Busco en el bolsillo de la sudadera con capucha de Tae y localizo mi teléfono, consumido por violentos temblores, mis dedos largos teñidos de sangre se deslizan para desbloquear la pantalla para poder marcar el 119. 

No estoy listo. No estoy listo todavía.

Pero hago una pausa cuando la notificación me llama la atención. La notificación que interrumpió mi intento de suicidio.

Hago una pausa porque es un correo electrónico.

Es un correo electrónico de... él.

Lo abro rápidamente, tratando de distinguir las palabras a través de un muro de lágrimas.

de: Hoho < [email protected] >
para: [email protected]
fecha: 12 de abril de 2021, 21:22
tema: Re: viudo y marchito

Hey.
Seré honesto, no tenía ninguna intención de responderte. De ahí el retraso de nueve meses. Una mejor persona podría disculparse por eso, pero yo no soy esa persona. Tampoco soy exactamente un maestro de las palabras, y ciertamente no soy un experto en el duelo.
Pero sí sé algo sobre marchitarse. Siento que podría ser un destino peor que la muerte, ¿sabes? Es un proceso lento y absorbente, en el que estás atrapado en este limbo entre desaparecer para siempre y regresar, pero tampoco puedes lograrlo. Entonces, simplemente te marchitas.
Me he estado marchitando durante mucho tiempo y es una mierda.
En fin, espero que hayas encontrado algo de luz del sol y te hayan regado adecuadamente.
Hoho.

Mis ojos escanean el correo electrónico una docena de veces, absorbiendo las palabras, sintiendo mi corazón balbucear y hacer un cortocircuito mientras los rastros de sangre corren por mi brazo y empapan la alfombra debajo de mí.

Un recordatorio espantoso de mi elección casi fatal.

Intento procesarlo, trato de procesar las letras y las oraciones y lo que significa todo, pero me desvanezco, capturado por un cielo lleno de estrellas en la noche.

Antes de estar completamente poseído por la oscuridad, encuentro la fuerza para marcar esos tres números, para pedir ayuda, para salvarme de... mí mismo.

Y cuando finalmente vuelvo en mí, estoy acostado en una cama nueva en un lugar extraño, cegado por las brillantes luces del techo.

Me queman los ojos.

Fuerte y artificial.

Pero me encuentro sonriendo mientras me alejo una vez más, y esta vez es una sonrisa real, una sonrisa sincera, porque las luces del techo se manifiestan en otra cosa, y todo lo que siento es un calor bailando en mi rostro mientras las nubes se dispersan.

El sol me busca.