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capitulo 5

Pete tenía ya horas recostado en su cama, no podía dormir, su mente regresaba una y otra vez a los extraños sucesos que habían estado ocurriendo desde que llegó a ese lugar, su imaginación volaba tratando de darle una explicación lógica a todo, sentía la ansiedad carcomerlo, no sabía que era o quien era quien lo seguía, no sabía porque lo seguía, pero sabía una cosa, sabía que lo quería a el.

El simple hecho de volver a recordar lo del sótano, ése extraño sueño o mucho peor, lo ocurrido en el pueblo, lo hacía temblar de pies a cabeza, le quitaba el sueño y la respiración.

Intentaba explicar lo que ocurrió diciéndose a sí mismo que era un sueño, pero estaba conciente de que no era así, lo último se lo había confirmado; con todos los demás, había despertado después, en su cama, o en el sótano aquella vez, pero había despertado, así que podría decir que eran sueños, pero en el último, en lo que ocurrió ese día, no había vuelto a despertar hasta el momento, ¿Qué era aquel  extraño lugar? ¿Porqué había tantas lápidas? ¿Y que había ocurrido cuando tocó aquella tumba?.

Recordar esa espeluznante voz diciendo su nombre, recordar todos ésos gritos y voces, ése llanto desesperado, pero sobretodo, recordar las palabras que escuchó en el sótano, ése “ayudame” tan desesperado lo hacía temblar.

No quería pensar, pensar en eso empeoraba las cosas.
Quería dormir, necesitaba dormir, quería olvidarse de alguna manera de todo.

Cerró con fuerza sus ojos, forzandose a dormir, o al menos intentándolo; duó un par de minutos luchando contra si mismo para dormir, hasta que finalmente sintió cómo su cuerpo comenzaba a relajarse y a sentirse pesado; todos los sonidos comenzaron a irse, sus pensamientos también, hasta que no se dió cuenta en qué momento se quedó dormido.

Perdió el conocimiento por algunos minutos, lo único que había era una relajante paz y una pacífica oscuridad, estaba disfrutandolo, hasta que de repente comenzaron a llamarlo, repitiéndo una y otra vez su nombre, de manera pausada; al principio creyó que era su madre, que ya era de día, pero había algo raro, había sido demasiado rápido.
Se sentó en la cama y se estiró sin abrir los ojos, supo que algo andaba mal, cuando se dió cuenta que olía a hierba mojada y había un extraño olor a pasas en el ambiente.

Abrió lentamente sus ojos, aunque quería mantenerlos cerrados, tenía miedo de abrirlos, estaba esperando encontrarse en su habitación, pero no fué así, la habitación no estaba, no había paredes, solo muchos árboles; su cama estaba en medio del bosque.

¿Qué rayos estaba haciendo el ahí?

Aquel bosque era frío, y húmedo, se sentía como si hubiese acabado de llover mares en el lugar, estaba oscuro y el ambiente estaba terriblemente tenso; era de nuevo aquel extraño lugar.

El silencio era escalofriante, hacía que te ahogaras en tus propios pecados; el viento soplaba como si fuese invierno, tan fuerte que podría levantar una casa de campaña, tan frío que podía congelarte la nariz en instantes, era tan frio que hacía que su delgado cuerpo temblara de pies a cabeza.

Salió de su cama y avanzó, sintiendo el húmedo pasto del suelo en sus pies descalzos, no había señal alguna de vida en aquel lugar, no había más ruido que el de su propia respiración.

Caminaba lentamente, como si tuviese miedo de que el piso se fuese a romper, como si el piso fuese de cristal; avanzaba viendo a todos lados como un maniático, debía admitir que estaba muerto de miedo, sentía que en cualquier momento algo iba a aparecer de la nada.

Comenzó a avanzar, lento, pero a avanzar, cruzando lo que se sintió como cientos y cientos de árboles, hasta que llegó un punto dónde las ileras de árboles comenzaron a dispersarse y a dar paso a algunos metros de frondoso pasto, el cual formaba un gran círculo, y justo en medio de éste había un estanque natural, de agua color azul marino, como si tuviese la profundidad que tenía el mar; justo arriba de éste estanque había una colina que parecía estar dividida en tres, cubierta también de frondoso pasto.

Se paró frente a aquel estanque, sentía como si el ambiente del lugar lo aplastara, como si caminara en algo muy denso, como si estuviera nadando en gelatina,  además de que se estaba congelando, tenía la nariz roja, al igual que todas sus articulaciones, su piel estaba seca, y comenzaba a quemarse por el frío, sus labios temblaban y podía ver su respiración.

Escuchaba cada uno de sus latidos, y cada una de sus respiraciones; era el único sonido presente, hasta que un muy extraño ruido se escuchó, algo así como si hubiesen encajado un cuchillo en un trozo de carne.

Pete tragó saliva lentamente, sintió su corazón acelerarse y su respiración casi desaparecer; todo se volvió lento de repente, sus acciones pararon y se volvieron mucho más pesadas.

Se escuchó aquel ruido de nueva cuenta, fue entonces que un ligero hilo de sangre salió de su boca manchando sus delgados labios y su pálida piel con un profundo color carmesí.

Tembló de pies a cabeza, intentaba pasar saliva pero era casi imposible; se llevó lentamente su temblorosa mano al pecho, con una dificultad enorme, apenas tenía fuerzas para hacerlo; al tocar su pecho, sintió algo de humedad, como si un líquido tibio cubriera su palma; su corazón apenas palpitaba, levantó su mano para poder verla, con mucha dificultad, mucha más que al tratar de tocar su pecho.

Cuando observó la palma de su mano, un agudo dolor se disparó desde su pecho hasta su garganta, sintió su cuerpo paralizarse, lo único que hacía era temblar, ni siquiera podía emitir sonido alguno; su mano, estaba completamente pintada de rojo, estaba empapada en sangre, sangre que salía de su pecho en grandes cantidades, su pijama estaba empezando a dejar de ser azul pastel, y comenzaba a teñirse de rojo.

Cayó de rodillas frente aquel estanque, comenzaba a sentirse mareado, el pasto dejaba de ser verde, para empezar a ser rojo. Agachó lentamente su rostro, y pudo observarse a si mismo en el agua.

De nuevo el aire se le fue, comenzó a llenarse de pánico nuevamente; su reflejo, aquel reflejo que el lago le mostró, no era como lo conocía.

Sus ojos eran completamente negros y había lágrimas saliendo de ellos; la sangre que escurría de su pecho, comenzó a tornarse negra, y las lágrimas que salían de sus ojos también eran color negro, dejaban con su paso, su piel marcada de aquella obscura tonalidad.

Ese no era el, era un mounstro.

Negó con la cabeza varias veces, sentía su cuerpo totalmente helado, temblaba de pies a cabeza, y apenas podía respirar, sentía que estaba agonizando, su mente estaba en blanco, solo podía sentir, sentir el dolor en su pecho, que con cada respiro que daba, se hacía más intenso.

Su reflejo, comenzó a reírse, pero el no lo hacía, el no se movía; se reía de una manera tan escalofriante, que sentía como cada una de sus risas, hacía que el miedo dentro de el creciera.

Las carcajadas resonaban es su mente, como si vinieran de ahí dentro, y no del exterior.

De repente, dejó de reírse, solo sonrió, con una sonrisa que le dejaría pesadillas de por vida al más valiente que haya pisado la tierra.

Su reflejo estiró la mano fuera del agua, y lo tomó de la camisa, hundiendo su cuerpo en el agua.

La orilla de aquel estanque, se convirtió en algo tan profundo, que ni siquiera podía ver dónde terminaba, tampoco había tierra a su alrededor.

Se sentía débil, no podía nadar, su visión se tornaba borrosa, sentía su respiración apunto de irse.

Y despertó.

4:44 am

Estaba completamente agitado, aún podía sentir el agudo dolor en su pecho; que sueño tan extraño o mejor dicho, que pesadilla tan más horrible había tenido.

Definitivamente algo extraño ocurría en ese lugar, no sabía que era, pero algo extraño ocurría en esa casa, en ese pueblo, y sobre todo, en ese bosque.

Pensó y pensó, en todos sus sueños aparecía el bosque, o al menos en la mayoría, ¿Qué había en ese lugar?.

Pete sabía que le tenían prohibido ir ahí, y eso le causaba más intriga. Si todo era parte de su imaginación, ¿Porqué su tía y su padre jamás le permitieron ir al bosque? ¿Qué había ahí que hacía que le tuvieran tanto miedo?, Sabía que era peligroso, pero realmente necesitaba saber que era lo que sucedía.

Era tonto lo sé, era como saber que el asesino se escondía en el armario, y meterte ahí, sabiendo que no saldrías vivo.

Pero así era Pete, era un completo cobarde, pero un cobarde con mucha curiosidad.

Acomodó sus almohadas de forma que parecieran una persona, cerró la puerta de la habitación desde adentro y abrió la ventana con cuidado y con una cobija encima, y la pijama aún puesta, salto de la ventana, procurando que su madre no lo viera y corrió hacia el bosque.

Cuando llegó ahí quedó impresionado, aquel lugar, no se parecía en nada al de sus sueños, era muy bonito, a pesar de que el sol aún no salía, podía ver perfectamente el paisaje.

Olía fresco, además de que el color verde era realmente vivo, y los árboles y plantas eran frondosos.

Pete, al adentrarse un poco, notó un estanque, con una colina justo encima, igual al se sus sueños pero a diferencia de la representación orinica del estanque, ese tenía el agua realmente clara, podía ver perfectamente el fondo, incluso de lejos, ese no le daba miedo alguno, incluso podía decir que le transmitía paz.

Había un tronco recostado frente al estanque, justo lo que necesitaba. Se sentó ahí para observar mejor el lugar, era realmente hermoso, el esperaba algo aterrador, jamás pensó encontrar un paisaje tan bonito, ¿Porqué se lo prohibían entonces?.
Pete cerró los ojos, apartando las preguntas que invadían su mente y respiró el aire puro que provenía de todo el ecosistema.

Un maullido hizo que abriera sus ojos, había un gato de cabello corto y gris, un gato británico para se específico,  a su lado.
Tomó una gran bocanada de aire, recorriendose lentamente hacia el lado opuesto, intentando alejarse del animal.
— no, cosa, aléjate —
Advirtió con la tensión corriendo por sus venas

No le agradaban los gatos en lo absoluto, bueno, los animales en si, para el eran sucios, y soltaban mucho pelo como para estar cerca de ellos, algunos eran lindos, si, pero solo de lejos.

El gato comenzó a acercarse a el, con la intención de que el chico le diera cariño.
Pete solo trataba de alejarse del animalito, tomó una rama que había cerca y trató de alejarlo de el, pero el gato insistía en quedarse.

El chico trataba de apartarlo, pero el gatito insistía en acercarse, hasta que por accidente, lo picó muy fuerte con la rama.

El pelinegro entró en pánico cuando el gato comenzó a erizarse, sacaba sus dientes y lo miraba realmente enojado.

Sentía que en cualquier momento saltaría a arañarlo, pero estaba paralizado no sabía que hacer; entonces, cuando el gato intentó atacarlo,le tiró una patada y lo lanzó lejos.

Se sintió aliviado por un momento, creyó que todo el “peligro” se había ido y por fin podía descansar solo, hasta que escuchó una voz detrás de él

— es malo patear a los animales, ¿Sabías? —
Se escuchó a sus espaldas, una voz masculina, pero joven.
Pete se dió la vuelta, encontrando a un chico que lucía un poco mayor que el, de cabello rizado, y muy maltratado, y con la piel llena de pecas.

Cuando el pelinegro volteó aquel chico pudo sentir como su mundo entero y su respiración se detuvieron por un momento.

Sus ojos...

Pete solo lo miró algo confundido, aunque su mirada parecía más una de desprecio, aquel chico usaba una camisa de lana, que tenía apariencia de ser artesanal; encima de esta usaba un estilo de chaleco color verde, también de aspecto artesanal amarrado a la cintura con un cinto, que parecía ser más un mecate, usaba también unos pantalones de la misma tela que la camisa, llevaba guantes de la misma tela del chaleco, pero en color blanco, pero no llevaba zapatos.

¿Quién se vestía de esa manera tan extraña?  Además ¿Quién estaba solo en el bosque a esa hora además de el?

«Que chico tan extraño»
pensó Pete.

— lorry no iba a hacerte nada, fuiste tú quien se puso nervioso, y lo pusiste nervioso a él —
Le regañó como una madre a su hijo mientras se agachaba ligeramente a acariciar al animal, quien gustoso recibió el cariño; cuando terminó aquella frase volvió a incorporarse y se acercó con decisión al pelinegro, quien solo lo observaba de lejos como si de un bicho raro se tratase.
— soy James, James berrycloth —
Declaró con una sonrisa, extendiendo su mano hacia el contrario con la intención de saludarlo, pero en lugar de ésto solo recibió una mirada de desprecio.

No podían culpar a Pete, ¿Quién sería tan tonto para darle su nombre a un desconocido en el bosque? Nunca se sabe si puede ser un psicópata o un asesino.

Al ver que no iba a recibir una respuesta, James decidió intentar otro método.
— ¿Qué hace un niño solo aquí a esta hora? —
Preguntó el castaño con cierto tono de burla en su voz, como si supiera lo que causaría aquel comentario.

El pelinegro se sintió ofendido de inmediato, pues aquel comentario picó el lugar más doloroso que podía tener un ser humano.

El orgullo.

— ¡No soy un niño!, Cumpliré 16, ya casi soy un adulto —
Se defendió de inmediato ante los comentarios del contrario, sin saber que había caído en su juego; se sentía completamente indignado, era de baja estatura, comparado con el promedio, ¡Pero decirle niño era demasiado!, Además, él no se veía mucho mayor que él.

— vaya, si hablas —
Ahí estaba de nuevo, ése tono de arrogancia que hacía que le ardiera cada parte de su ser; estaba burlándose de él y no siquiera se daba cuenta.

— no pareces mucho mayor que yo como para estar aquí solo —
Intentó contra atacar, pero en lugar de molestarlo fue algo gracioso, pues incluso enojado, su voz sonaba neutra y dulce.

Quizá si tenía sus razones para llamarlo niño.

El castaño sonrió complacido, pues sin que se diera cuenta estaba logrando su objetivo, pues le había dado su edad sin que se la pidiera.
— para tu sorpresa, si soy mayor —
Dijo James agachando su trozo para estar a la altura del chico, de nuevo divirtiéndose con la ira del contrario.
— tengo 17 —
En ése momento en mi único que pensó fue en grabar en su mente la imagen del contrario, pues había sido realmente épica.

¿Estaba jugando? ¡Eso no es ser mayor que el!

— ¿Lo vez?, ¡No hay diferencia! —
Era algo divertido, con solo un par de frases había logrado colmarle la paciencia, e involuntariamente estaba dejando que su contrario lo leyera como si de un libro se tratase.

James río con ironía, entonces Pete notó algo.
Sus dientes estaban todos fuera de lugar, tenía los colmillos y los dos dientes de enfrente más largos que el resto, además de que algunos de los restantes estaban posicionados hacia adentro.

— si la hay, estoy dos años más cerca que tú de ser un adulto —
Aunque quisiera refutarle ése argumento, tenía toda la razón, cosa que lo hizo irritarse más; pero si lo pensaba dos veces, ¿Porque tenía que seguir ahí escuchándolo?

— ¿Sabes que?, Me voy —
Sin pensarlo dos veces se dió la media vuelta y comenzó a andar hacia su casa, Pete no estaba dispuesto a soportar más a un desconocido, así que solo se fue, sin ninguna excusa.

— debería acompañarte, te puedes perder —
Se veía honesto, y hasta cierto punto amable cuando dijo eso, pero el pelinegro sabía que solo era una máscara para seguir molestandolo.
— ¿Vives en casa de por allá no es cierto? —
Cuando dijo ésto, el menos se detuvo de repente, como si ésas palabras lo hubieran aterrorizado.

¿Cómo demonios sabía dónde vivía? ¿Y si era un asesino?, No estaba de más hacerse esas preguntas.

— ¿Cómo lo sabes? —
Trató de sonar amenazante, pero su voz era más la de alguien invadido por el miedo; al ver que se había tomado aquellas palabras demasiado enserio james solo volvió a reír.

— no te asustes, conozco este bosque como la palma de mi mano, y como noté que había movimiento en la casa, lo supuse —
Sonaba lógico, aún así no le regresó del todo la tranquilidad al pelinegro, intuía de alguna manera que estaba mintiendo.
— además de que no creo que alguien como tú venga desde el pueblo —
Ahí estaba de nuevo, justo cuando creyó que las burlas había parado, volvió a hacerlo.

¿Alguien como él? ¡¿Qué tiene de malo ser como el?!

Fue con ésa frase que notó que solo estaba ahí para molestarlo, así que harto de toda ésa situación decidió (o intentó) pararla.
— no necesito un guardaespaldas, se exactamente por dónde ir —
Declaró dándose la media vuelta y empujándolo hacia atrás con amabilidad intentando de que entendiera que no quería su compañía, pero en lugar de irse, sonrió de una manera demasiado misteriosa, como si supiera algo que él no.

— ¿si?... No lo creo —
Incluso la manera en la que habló, algo en su actitud se volvió más misterioso, hablaba como si estuviera completamente seguro de lo que decía.

— es enserio, no te necesito, puedes irte —
Pete intentó caminar más rápido, pero no lograba dejarlo atrás; incluso si aquel chico no cambiaba el paso, no lograba alejarse ni un centímetro de él.

— ¿De verdad?, Yo diría que si me necesitas, no creo que sepas por dónde andas —
Más que asustarse o sospechar de la situación, estaba molesto, su paciencia había llegado al límite.

Pete detuvo sus pasos, con la intención de encararlo de una vez.

— ¡Es enserio, se exactamente dónde queda mi casa!—
Ésta vez no hablo para nada amable, incluso se podía decir que estuvo a nada de gritarlo, pero su contrario solo sonrió de manera cómplice, rodando los ojos de manera un tanto arrogante.

— ¿A si? —
Dijo James con ironía, Pete sentía el humo salir por sus oídos, de la rabia que estaba conteniendo, ¿Quién se creía para tratarlo así?.

— ¡Si!, Se exactamente donde está mi casa —
Luchaba intensamente en su interior por no perder la compostura, pero era imposible.

James apretó los ojos, miró hacia abajo y volvió a reír sobando sus sienes.

— ¿Entonces porqué no entras? —
Declaró el castaño mirando fijamente al suelo

Pete se confundió totalmente ante sus palabras, volteó la mirada a su costado; sorprendentemente, su casa estaba justo a su lado, ¿Cómo no se había dado cuenta?.

Observó confundido su casa y segundos después, quiso regresar la mirada, pero la hacerlo, aquel chico, había desaparecido, sin dejar rastro.

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