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capitulo 30

Hola de nuevo 🤭
Se supone que el capítulo se subiría mañana pero seguramente mañana no podré subirlo hasta la noche, así que aquí está; disfruten que solo quedan tres capítulos.

De nuevo muchas gracias por estar aquí <3
Buena lectura

Tres golpes lentos y pausados sonaron detrás de la puerta de la habitación de Peter, segundos después quien la había tocado la abrió, era el guardia que siempre cuidaba la puerta de la habitación del menor de la familia real.
En medio de la noche el guardia encontró al príncipe quien debería estar dormido, en pijama, de pie frente al closet, cerrándolo con cuidado.
Él le dirigió la mirada al guardia con lentitud y tranquilidad, éste inmediatamente agachó la cabeza para no verlo a los ojos e hizo una muy leve reverencia.
- su majestad quiere verlo de inmediato -
Le informó con voz bastante formal, Pete asintió elegantemente con la cabeza.

- voy en un momento -
Respondió el pelinegro con suavidad, entonces el guardia se retiró con su deber cumplido.
En cuanto cerró la puerta Peter volvió a abrir el closet y de ahí salió el chico de cabello rizado aguantandose la risa; había tenido que esconderse ahí con increíble rapidez, había entrado en pánico por un momento.

- ¿Te llama tu padre? -
Preguntó el castaño saliendo de aquel pequeño espacio y caminando hacia la entrada al pasadizo, el pelinegro asintió a su pregunta con una expresión de angustia.
- ve, volveré mañana -
Declaró James comprendiendo la situación. Peter se sintió un poco decepcionado, puesto que no llevaba mucho tiempo con él y tenía que irse, pero tuvo que asentir ya que no sabía cuánto tiempo le tomaría aquello tan urgente por lo que su padre lo llamaba a ésas horas.

- James... -
Le llamó siguiéndolo con un tono indescifrable; el aludido jaló la antorcha revelando el pasadizo, al escuchar su nombre se dió media vuelta encontrando al pelinegro mirándolo profundamente, era obvio que no quería que se fuera.

- ten cuidado -
Dijo el castaño con calidez, posando su mano en su hombro y regalandole una sonrisa igual de cálida; unos segundos después deslizó su mano hasta ahuecar el rostro del contrario en ella. Estaban hablando de su padre, el rey, era obvio que estaba preocupado por él y más considerando los "incidentes" anteriores.

Cuando James quiso retirar su mano e irse, Peter lo detuvo tomándolo de ésta misma mano.
- espera -
Cuando James regresó parcialmente encontró de nueva cuenta ésa mirada profunda; el pelinegro lo atrajo hacia él y depósito un beso un su mejilla; no era tímido, no, era lento, profundo y lleno de dulzura.
- nos vemos mañana -
Le susurró al oído, justo después de eso todo se desvaneció.

Cuando todo volvió se encontraban en el salón del trono; el rey estaba sentado obviamente en el trono y ambos príncipes de pie frente a él.
- ¿Vas a decirnos porque nos has llamado? -
Preguntó con disgusto Demian quien tenía los brazos cruzados y una mirada de desaprobación, pues estaba irritado por haber sido convocado tan tarde.

- los he traído aquí porque tengo una prueba para ustedes -
Respondió poniéndose de pie y caminando con lentitud hacia ellos, pasando por en medio de los dos.
Cada palabra proveniente de él le causaba escalofríos al menor, sobretodo la manera en la que dijo "prueba".

Hizo una seña al guardia que estaba en la entrada, entonces otros dos arrastraron a una mujer hasta dejarla frente a ellos; tenía un par de esposas bastante apretadas en las manos, un vestido blanco muy sencillo lleno de tierra, tenía el cabello completamente desordenado y suelto, cosa que con su cabeza gacha hacia que el rostro no se viera.

Los guardias simplemente la arrojaron, haciendo que la mujer cayera de rodillas.
- ésta mujer que ven aquí -
Comenzó el rey a explicar, caminado lenta y tétricamente hasta quedar detrás de la aludida; cuando llegó ahí se agachó a su altura y enredó sus dedos en el cabello de la mujer para después levantarle la cabeza bruscamente.
- es una bruja -
Cuando por fin alzó el rostro, Peter sintió un escalofrío al reconocerla.

Era ella
Era la mujer que atrapó en la cocina.

Lo que más le desconcertó fue su terrible apariencia, su labio estaba partido y tenía un hilo de sangre seca que salía desde su boca; en su rostro había diversas heridas, repartidas por toda el área y lo peor de todo, en el espacio entre su cuello y su hombro había una gran quemadura en forma de pentagrama; lucía fresca y muy dolorosa.

- la arrestaron ayer por la tarde-
El pelinegro se sintió indignado al escuchar ésas palabras; recordaba su encuentro, ella fue muy agradecida, estaba desesperada si, pero no lucía para nada como una bruja, ¿Qué razón había para arrestarla?
- lo que quiero que hagan, es que ustedes decidan su castigo -
Obviamente estaba torturandolos, y más en específico a él; su padre sabía que un rey tiene que ser capaz de imponer castigos, y sabía también que él tendía consideración; lo único que quería era comprobar el hecho de que el Peter que fingía ser no era más que una farsa.

- ¿Qué pruebas tienen de que es una bruja? -
Exclamó él pelinegro saltando de inmediato a defenderla; le parecía injusto e incluso exagerado que utilizara la vida e integridad de una mujer que a sus ojos era inocente, solo para divertirse.

Su padre sonrió, pero no podía llamarse una sonrisa ni sincera ni de alegría, era increíblemente escalofriante; con lentitud estiró el cabello de la mujer en cuestión y colocó su dedo sobre la marca en su cuello, emitiendo presión y provocando como consecuencia que un extraño sonido de dolor saliera de sus labios.
- ¿Si no lo fuera porqué tendría ésto? -
Explicó con crueldad, justo después la soltó bruscamente y se alejó, volviendo a quedar entre ambos muchachos; el rostro del Peter era de total y sincera angustia, aunque quisiera ocultarlo, no lo lograba.

- alguien más pudo haberlo hecho, para culparla -
No podía hacer más que defenderla, recordaba perfectamente que la poca luz de aquella noche le dejó ver a la perfección su cuello, no había ninguna marca.
Al ver que todos los presentes no solo lo ignoraron, si no que también lo miraron como si estuviera loco, decidió tomar acción y se acercó a aquella mujer, agachándose a su altura.
- señora... ¿Quién le hizo ésto? -
Le preguntó con suavidad y comprensión; ella no respondió simplemente levantó la cabeza, dándole una mirada desesperada, para después comenzar a llorar con la misma angustia y a emitir un extraño sonido.
El rey soltó una risa burlona.

- es inútil, no puede hablar -
Ésas palabras lo desconcertaron aún más, ella si podía hablar cuando la conoció.
Entró en desesperación y comenzó a revisarla, tocando muy delicadamente cada una de las heridas, procurando no lastimarla y sobre todo no invadir su privacidad.

Ella no hacia nada más que llorar y observarlo con angustia; quería gritar, las palabras solo sonaban en su mente «tienen que tener cuidado, ella quiere destruirlos y no descansará hasta verlos sufrir la peor tortura posible; no saben con quién se enfrentan, todos están en un gran peligro» ella estuvo ahí cuando los investigó a profundidad, uno por uno, solo para planear de qué manera podía hacerlos sufrir hasta que rogaran por desaparecer «principe Peter, mi hechizo no es muy fuerte, así que tienes que tener cuidado; pase lo que pase no caigas en la oscuridad, mantente fuerte y no podrá dañarte»

Por más que lo pensara de nada servía, le había quitado todas sus capacidades de hablar, no solo porque sabía que le advertiría, si no porque su fuerza venía de su voz.

- es culpable, no hay otro veredicto -
Las palabras de su padre le hicieron hervir la sangre; no podía permitir que le hicieran daño.

- ésto no es justo -
Vociferó el menor poniéndose de pie, había perdido la compostura y sabía que estaba arriesgandolo todo, pero lo único que le importaba en ése momento era la vida de esa mujer inocente.
- ella no puede defenderse, ¿De verdad la culparán? ¡Es obvio que alguien más lo hizo! -
Había tomado valentía sin recordar con quién trataba; se acercó con cada palabra hasta quedar cara a cara frente a su padre.

- y tú, ¿Ignorarás la ley de Dios por defender a una hija de la oscuridad? -
Ésa frase había dado en el blanco y había hecho perder todo rastro de templanza al pelinegro; si bien su padre no conocía sus gustos, sus aficiones, lo que lo hacía feliz, pero seguía siendo su padre y conocía lo que lo hacía enfadar.

- No lo utilices para justificar tus atrocidades -
Le amenazó Peter; si por algo era reconocido era por su devoción y que la gente hiciera blasfemias como ésa le molestaba muchísimo.

El orgullo del rey fue dañado al ver que el menor de sus hijos no fue intimidado en lo absoluto; llámenoslo un ataque de pánico y/o irá, pero terminó dándole una cachetada con fuerza desmedida, hasta el punto de voltearle el rostro y hacerlo tambalear.

Demian, quien no había hablado hasta el momento reaccionó de inmediato; tomó a su hermano por los hombros, acercándolo a él y alejándolo de su padre, con el objetivo de protegerlo de cualquier otra cosa; ¿Porqué lo hizo? Ni siquiera él lo sabía.
- ejecución pública -
Declaró Demian de repente, sin mirar más que a la nada y sin soltar a Peter.
- la hoguera será su castigo -
Sentenció el mayor de los jóvenes; el pelinegro quedó atónito ante sus palabras y aunque sabía que no podía hacer mucho, decidió intervenir.

- no -
Interrumpió el menor, deteniendo a los guardias; su hermano se le quedó viendo como si estuviera completamente loco, era increíble como aún tenía la valentía de interrumpir.
- llevenla a las mazmorras, que pase el resto de sus días -
Nadie refutó su decisión, solo lo miraron con completa sorpresa, sobretodo la mujer, quien logró expresar un terrible horror en su rostro.

Fue con esas palabras que una vez más todo avanzó en el tiempo.
No fue mucho el tiempo que avanzó, pues ambos hermanos estaban en el pasillo que daba a sus habitaciones, discutiendo.
Demian tenía los brazos cruzados como siempre, mientras que Peter sostenía su mejilla con fuerza, justo en el lugar donde recibió el golpe.
- debiste dejar que la ejecutarán -
Demian estaba notoriamente molesto, pero sobre todo confundido por las acciones de su contrario.

- le salve la vida, ella no morirá -
Peter era inocente, éso estaba claro; nunca había bajado a las mazmorras, la única idea que tenía de ellas era por los cuentos que le contaba su abuelo, los cuales por obvias razones no eran nada realistas.

- no durará ni una semana ahí; lo único que hiciste es hacer que pronto ruegue por su muerte -
Ésas palabras lo confundieron demasiado, ¿A qué se refería?.

Demian decidió dejar de pelear y adentrarse en su habitación; a veces le frustraba el poco conocimiento del mundo que tenía su hermano, seguía creyendo que era ése lugar tranquilo y feliz de los cuentos para dormir.

No quería pensar más, así que después de cerrar la puerta caminó hacia su cama con la intención de volver a dormir, pero al darse la vuelta y dejar de darle la espalda a la puerta logró ver a una mujer de cabello blanco e increíblemente largo de pie frente a ésta.
- su alteza -
Le saludó formalmente aquella mujer con una sonrisa en el rostro, una sonrisa increíblemente tétrica.

El joven tembló al verla tan de repente; miles de preguntas llenaron su mente en ése momento, «¿Quién es?» «¿Cómo entró?» «¿Qué es lo que quiere?» «¿Vendrá a asesinarme?» con ése último pensamiento el pánico lo invadió, no tenía ningún arma con él, estaba indefenso.
- ¡Guardias! -
Intentó pedir ayuda mientras guardaba la compostura; sabía perfectamente que frente al enemigo necesitas mantenerte firme y así pensaba hacerlo.
Una risa escalofriante sonó tras su espalda.

- nadie puede oírte -
Se escuchó detrás de él la voz susrrosa de aquella bruja; al voltear logró ver a otras dos mujeres, una de cabello negro y mirada aterradora y otra de cabello castaño que cuidaban sus espaldas.

Demian al notarse indefenso decidió darse media vuelta más, para tenerlas de frente y no de espaldas; al menos así se sentiría seguro.
- ¿Qué es lo que quieren? -
Preguntó con las manos en posición de combate y tanto con su voz como son su postura a manera de intimidación; parecía ridículo el hecho de preguntar en éstos casos, pero no tenía muchas opciones.

La mujer de cabello blanco soltó una risa irónica y burlona al verlo ponerse a la defensiva; no era tan tonto después de todo.
- cálmese Príncipe, no tenemos malas intenciones... -
Se justificó inmediatamente aquella mujer, casi como burlándose de la actitud que había tomado al instante de haberlas visto.
- venimos a... Negociar -
La manera en la que hablaba, en la que se movía e incluso sus gestos faciales; todo en ella gritaba empoderamiento y misterio, tenía un aura intrigante pero atrayente al mismo tiempo.

- ¿Qué tipo de negocios? -
Demian seguía a la defensiva, y no podíamos culparlo, cuando tienes en tus manos tanto poder no puedes confiar ni en tu propia sombra, ¿Qué habrían hecho ustedes en ésa situación?

- veamos... -
Soltó añadiendo un poco de intriga a aquella situación para luego comenzar a caminar muy lentamente en dirección al joven.

El chico de inmediato se puso rígido, había algo en las presentes, y en específico en aquella mujer de cabello blanco que no le gustaba, que le causaba una sensación extraña en el estómago, la misma sensación que le provocaba pelear con alguien más fuerte que él.

- usted quiere la corona... -
Afirmó mientras caminaba con la vista fija en el piso
- y nosotras podemos ayudarle a conseguirla -
A éste punto de la conversación el joven podía notar algo sospechoso, podía sentir el peligro respirando en su nuca.

- ¿Quién dice que no puedo conseguirla por mi mismo? -
Respondió algo indignado, ¿Qué les hacía pensar que necesitaba ayuda?. La mujer volvió a reír, una vez más en sentido de burla e ironía.

-siendo realistas, no tiene oportunidad contra su hermano -
Declaró con un tono de absoluta crueldad, es decir, que te recuerden que no eres ni la mitad de lo que es tu rival duele, pero el hecho de que te lo digan en aquel tono que utilizó intensificaba las cosas.

Demian notó el efecto que mencioné antes, definitivamente le dolió que se lo dijeran y sobre todo por el hecho de que él estaba conciente de las cosas eran así, cosa que lo hizo enfadarse.
- él es inteligente, comprensivo y un gran estratega, además de ser increíblemente apuesto -
Demian pensaba defenderse, pero en cuanto aquella mujer abrió la boca para hablar, extendió también su mano y comenzó a formar algo que parecían ser hologramas de luz, ilustrando lo que describía.
- y usted... -
Soltó con desprecio mirándolo de abajo hacia arriba.
- lo único que tiene son grandes músculos -
El aludido se sentía no solo ofendido, si no también humillado; habría dicho algo de no ser por la demostración de magia que acababan de hacer para él, sentía que si decía algo que no quisieran oír lo partirían en partes.

-¿Porqué me ayudarían? -
Su pregunta era más que obvia, no había razón para que vinieran a ofrecerle ayuda; es decir, si podían entrar así de fácil y podían dejarlo sin defensa alguna así de fácil, lo que más lógica tenía en su cabeza era el que entraran a matarlo, no a negociar.

- digamos que... Nos conviene que gane, no hay otra razón -
Ésa respuesta también fue obvia, cruel pero realista; si le hubieran respondido algo como "porque lo admiramos" "porque se lo merece" o algún halago así no lo habría creído, ella fue completamente honesta y éso le dió un poco de confianza.
- ¡vamos!, Un heredero directo al trono que lo pierde contra su hermano menor, no es una historia bonita -
Soltó al notar que Demian estaba considerando las cosas, pero seguía dudando; el chico al verse apurado de repente, comenzó a rendirse ante las palabras persuasivas de aquella mujer.
- ¿Qué dice? -
Preguntó la mujer poniendo una copa en un mueble al azar que se encontraba en medio de los dos.
Era su orgullo el que estaba en juego, Demian nunca lo había pensado así; el hecho de perder aquella competencia lo deshonraría por completo.

- si acepto su ayuda... ¿Ustedes no lo dañarán o si? -
Tenía miedo de aceptar y ver qué la "ayuda" que ofrecían era el deshacerse de su hermano; la mujer de blanco soltó una risa irónica, menos macabra que las anteriores.

- por supuesto que no, no lo dañaremos ni a usted ni a su hermano; no haremos nada sin su consentimiento -
Ésas palabras hicieron que la confianza en Demian aumentara; su abuelo le contó una vez que cuando una bruja hace un juramento con aquella copa que acababa de sacar de quién sabe dónde, no tenía otra opción más que cumplir sus palabras, de lo contrario serían castigadas por las mismas entidades que les dan sus poderes.

- ¿Qué quieren? -
Con ésas palabras todas las presentes sonrieron satisfechas, pues podían notarlo en su mirada, iba a aceptar.

- un trato -
Dijo la mujer de cabello blanco con una sonrisa; lo había conseguido, había logrado que aceptara sin darse cuenta aquella sentencia por cuenta propia, con ése paso cumplido su plan se ejecutaría sin dificultades; una vez que estrechara su mano con Demian, él habría firmado su propia perdición.

Todo se volvió oscuro después de eso, segundos después la luz fue apareciendo lentamente, hasta mostrar la habitación dl príncipe menor.

La luz en la habitación de Peter era muy tenue, las pocas velas que había en el lugar iluminaban lo apenas suficiente para notar la silueta de ambos, pero de manera no muy clara.
El chico de cabello rizado estaba muy entusiasmado, mordiéndose los labios para no hablar demasiado alto, pues sabía del peligro de ser escuchados; contaba con expresividad un sueño demasiado loco que había tenido la noche anterior, pero quién era el receptor apenas y lo miraba, no estaba prestándole ni un poco de atención.

James rápidamente notó aquella situación e interrumpió rotundamente su monólogo, bajando las manos que tenía aún arriba, contando con ademanes su sueño; su mirada preocupada se fijó en el pelinegro, quien miraba a la nada con apariencia de enfermo mental.
Tenía cubierta la mitad de su rostro con su cabello, y era verdad que llevaba días haciéndolo pero en ése momento en específico luchaba por mantenerlo así; temblaba como gelatina con el más mínimo ruido y daba la apariencia de estar murmurando cosas.
- Peter, ¿Estás escuchandome? -
Le preguntó sin ser severo aún sabiendo que la respuesta era un rotundo "no"; el aludido siguió ignorandolo por completo, como si no le hubiera dicho nada.
- ¡Peter! -
Le llamó nuevamente alzando ligeramente la voz; el pelinegro al oírlo tembló de pies a cabeza poniendo cara de espanto. Notó segundos después que quien le hablaba era James e intentó recuperar la compostura de inmediato.

- yo... Lo siento, ¿Qué dijiste? -
Respondió sacudiendo la cabeza, como intentando liberarse de un pensamiento.
El rostro del castaño se transformó se inmediato, no a uno de irá, si no de sincera preocupación.

Decidió sentarse en la cama, aún lado de él, para tener mayor contacto.
Acercó con cuidado la vela que iluminaba la habitación para poder verlo con mayor claridad.
Lo miró a los ojos inclinándose ligeramente hacia él; en cuanto Peter le devolvió la mirada logró notar la angustia que lo envolvía.
- ¿Qué sucede? -
Le preguntó suavemente, tomando sus manos entre las suyas inconscientemente;
Peter no respondió, seguía viéndolo fijamente sin decir nada, pero parecía gritar por ayuda con la mirada. Al notarlo así sintió un presentimiento acerca de su extraño peinado, asi que con cuidado y mucha lentitud acercó su mano con la intención de ver qué ocultaba; cuando vió que se acercaba el pelinegro pareció asustarse pero no hizo movimiento alguno que le indicara que se detuviera, así que el castaño no lo hizo.

James apenas tocó el cabello del contrario, rozando ligeramente su mejilla, cuando éste tembló ligeramente, haciendo una mueca de dolor; Levantó los mechones de su cabello acomodandolos detrás de su oreja logrando ver la razón de su molestia.

Centímetros bajo su ojo izquierdo había un moretón que comenzaba a desvanecerse y sobre éste un corte ligeramente profundo, pero no muy largo.

Peter se derrumbó de inmediato al ver las acciones de su contrario, rompiendo a llorar desconsoladamente, pegando su rostro al pecho del contrario.

James quedó atónito ante su reacción, abrazándolo con calidez como reflejo; eran pocas las veces que se había puesto así, cosa que le causó una muy grande preocupación.
- Peter... ¿Qué pasa? -
Preguntó sin poder evitar que el tono de su voz sonara angustiado; comenzó a acariciarle el cabello en un intento de calmarle, pero parecía ser inútil.
Sus pensamientos comenzaron a ir y venir, buscando la causa de aquella herida, llevándolo a un evento en específico; días atrás se había reunido con su padre.
- ése día... ¿Qué sucedió? -
Sintió que algo extraño pasaba cuando a la noche siguiente le preguntó que había pasado y él respondió "nada importante"; después al verlo actuar tan extraño, de manera fría y distante supuso que lo que le dijo no fue verdad; pero a pesar de ésto no creyó que algo así sucedía.

- él nos llamó... Dijo que tenía una prueba para nosotros... -
Comenzó a narrar el pelinegro con la voz entre cortada, a duras penas podía hablar y las pocas palabras que lograba emitir salían muy bajitas, James lograba escucharlo porque estaba escondido en su cuello.
Cuando escuchó la palabra "prueba" supo que las cosas se habían puesto feas.
-trajo a una mujer ante nosotros... Dijo que era una bruja... Él quería que nosotros decidieramos su castigo... -
Ante aquellas palabras la memoria de James comenzó a viajar a su infancia; había visto muchas veces lo crueles que eran los juicios contra las brujas, la manera en la que las sacaban de sus hogares a rastras, como las golpeaban en vía pública, y lo peor de todo, la sentencia a muerte a la vista de todos.

Al darse cuenta de ése detalle comprendió muchas cosas y comenzó a preocuparse mucho más por el pelinegro; él nunca había visto algo así, no tenía idea alguna siquiera de aquella crueldad que existía en el mundo, todos los que lo querían habían luchado por darle aquella verdad a medias.
Peter tomó un respiro, como pensando lo que iba a decir, para después continuar.
- yo sabía que ella era inocente... Intenté defenderla... Fue entonces que ésto sucedió -
Explicó refiriéndose a la herida en su rostro, sin embargo lo mencionó como si no le importancia, cosa que le dió a entender a James que la razón de su comportamiento no fue aquel golpe.
- creí que estaba ayudándola... A si que decidí enviarla a las mazmorras -
Todo en el chico de cabello rizado dió un vuelco al escucharlo, y aún más al ver que después de decirlo, su contrario volvió a romperse.
- me confundieron las palabras de mi hermano... Dijo que ella moriría a la semana... Así que decidí ir a ver porque lo dijo -
Con forme más avanzaba en su historia la preocupación de James aumentaba cada vez más.
- lo que ví al llegar fue una pesadilla... Había personas con el cuerpo tan herido que no parecían humanos, se escuchaban por todos lados gritos mounstrosos, el olor a sangre era tan... -
Soltó un fuerte suspiro al recordarlo, cerrando los ojos con la misma fuerza; afortunadamente el castaño jamás había entrado a aquel lugar, pero sabía que una vez que veías lo que ahí había no volvías a ser el mismo.
- la encontré en una celda... Se veía tan demacrada que parecía ser otra persona... Bajo su túnica parecía haber heridas, heridas que no quise notar. Al verme actuó desesperada y asustada por qué los guardias me vieran... Intentó hablar pero le era imposible... -
De repente volvió a pausar la historia, cosa que le angustió a su contrario; todo lo que estaba narrandole era tan cruel y crudo que le hacía querer borrarle la memoria, para que no tuviera que recordar todo éso nunca más.
- con sus manos... Creo de la nada un montículo de tierra... Y comenzó a escribir en él... -
Peter lo miró directamente a los ojos, como queriendo verificar que había entendido lo que le quiso decir; la mirada sorprendida que James le dedicó, le dió a entender que había comprendido.
Después de todo si era una bruja.

Una vez más hizo una pausa, una más larga que las demás; el castaño al ver que se detuvo decidió tomar la iniciativa.

- ¿Qué fué lo que escribió? -
Preguntó con un aura sombría, podía imaginarse un sin fin de cosas; el pelinegro abrió los labios pero no dijo nada, no al principio, guardó silencio unos segundos más para después responder.

- fueron solo palabras cortas; la primera que escribió fue "peligro" -
El castaño pudo sentir un hueco formarse en su estómago al escuchar aquella palabra
- después escribió "quieren destruirlo"; le pregunté quién, pero solo negó con la cabeza. Lo siguiente fue "mantengase fuerte" -
Guardó silencio una vez más, como procesando lo que estaba punto de contarle.
- la siguiente frase no la termino de escribir, pues me empujó lejos al escuchar venir a los guardias; lo único que logró poner fue "no confíe en..." -
James tenía la cabeza a punto de explotar, era demasiada información; ¿A qué se refería?. Intentaba comprender pero era demasiado confuso todo, pero si de algo estaba seguro era de que tenía miedo, temía por su contrario.

Peter volvió a callarse, pero ésta vez su aura fué diferente, parecía perturbado y apunto de llorar.
- después... El guardia entró a la celda... -
Su voz se volvió mucho más pausada, al igual que su respiración; sus ojos vagaban de un lado para otro, recordando todo lo que vieron.
- Ella... Gritó tan fuerte... -
Se rompió al decir eso, comenzando a llorar una vez más; entonces James comprendió lo que sucedió después, y con el rostro asombrado volvió a presionarlo contra su pecho.
- y entonces... -
Quiso terminar la oración pero su contrario no lo dejó; comenzó a repetir frases como "no sigas" "ya entendí" una y otra vez, intentando consolarlo.

Ésa noche, James se quedó junto al pelinegro hasta que éste se quedó dormido; abrazándolo y secando sus lágrimas hasta que éstas dejarán de salir.
Después de aquella noche, algo cambió en Peter, se volvió más agresivo, más decido a la hora de actuar contra la gente que tenía el poder, sobre todo contra su padre; después de eso, jamás volvió a ser el mismo, pues le habían arrebatado la inocencia de una de las maneras más crueles, pero de algo le había servido.

Ahora sabía cómo era el mundo en realidad, y no estaba dispuesto a dejar que las cosas siguieran así.

Después de eso todo se oscureció

Alegres risas se escuchaban por toda la habitación, meses después de los momentos anteriores, que de alegres no habían tenido nada.
Era un contraste bastante extremo, las escenas anteriores eran oscuras, deprimentes, lúgubres; en cambio, ésta era en el mismo lugar, pero en lugar de lágrimas había sonrisas, había luz, y bastante alegría en el aire.

El chico de cabellos rizados parecía muy concentrado, pasaba por alrededor de diferentes partes del cuerpo del contrario, lo que parecía ser los principios de una cinta métrica; ni siquiera se molestaba en hablar, acomodaba una y otra vez al pelinegro en su posición, subiendolo de vez en cuando a un banco de madera.

Peter mordía fuertemente sus labios una y otra vez, aguantando inútilmente la risa; no sabía el porqué, pero ver a James concentrado era bastante divertido; incontables veces se movió a propósito solo para molestarlo, bajaba las manos cuando le pedía que las tuviera arriba, divirtiéndose con el hecho de que a pesar de estar molesto no le decía nada.

— sube los brazos porfavor —
Le pidió amablemente, tomando los brazos del aludido y subiendolos por él mismo.

Cuando Peter hizo lo que le indicó, pasó delicadamente la cinta por alrededor de su cintura; el pelinegro sonrió inconscientemente, planeando la manera de molestarlo.
Bajó las manos sin que se lo indicaran y las colocó sobre las de su contrario.

James se estremeció al sentir su contacto, pero rápidamente recobró la calma, acomodando nuevamente los brazos del pelinegro.
— Peter porfavor —
Le suplicó en un desesperado intento de no perder la paciencia; el aludido simplemente río en silencio, haciendo que el castaño lo mirara severamente, cosa que por desconocidas razones no pudo tomarse enserio.

James continúo su trabajo, y ésta vez él se subió al banco, colocando la cinta en los hombros del joven príncipe.
Al verlo de ésta manera Peter se mordió el labio de manera diferente a como lo había hecho antes; con suavidad comenzó a rozar con dos de sus dedos los antebrazos del de cabello rizado, para después subir sus toques lentamente hasta llegar a su cuello; una vez que llegó ahí delineó con delicadeza la vena que le resaltaba de arriba hacia abajo.
— deberías crecer un poco, me agrada —
Le confesó con un tono de voz bastante aterciopelado; pudo notar de inmediato que las manos de James temblaron y su rostro se puso rojo, pero tosió un poco y volvió a su trabajo.

Se mordió el labio una vez más, ésta vez con más fuerza, pensando en una travesura aún más grande; bajó lentamente su mirada hacia la otra cinta que el castaño tenía colgada en el cuello.
Sin pensarlo la tomó con una mano, jalandolo hacia abajo, con la intención de que sus rostros quedaran lo más cerca posible; fue en ése momento que el castaño perdió la paciencia.

Retiró la cinta que estaba usando de sus hombros y la colocó con agilidad alrededor de su cintura, con una ligera presión.
— entre más estés jugando, más tiempo nos vamos a tardar —
Le amenazó con un tono ligeramente severo, casi susurrandole a los labios; al notar su reacción sonrió complacido, subiendo su agarre un poco más, casi ahorcando en el acto.

— mejor, así te tendré aquí todo el día —
Susurró acercándose más y haciendo su voz mucho más aterciopelada.
James se vió incapaz de continuar, pues quedó hipnotizado, comenzó a rozar su nariz con la del contrario, apretando un poco más la cinta en su cintura.

Todo iba bien, hasta que Peter lo empujó de la nada, haciéndolo caer al suelo.
— ¡Ten más cuidado! —
Comenzó a gritarle muy enojado, no entendió porque hasta que escuchó la puerta abrirse.
—Me has picado con una aguja —
Fingió sobarse dónde le había “picado”, recuperando la compostura cuando fingió notar a quien había entrado.
— ¿Qué sucede? —
Preguntó con formalidad, dirigiendo inconscientemente su mirada a él de vez en cuando, quien seguía en el suelo.

Demian, quien había entrado observó a su hermano; sin duda era un excelente actor, cualquiera que no le conociera le habría creído, pero no él.
Deslizó su mirada disimuladamente a quien estaba en el suelo, todo tuvo sentido al ver quién era; era el joven cantante, quien su hermano había contratado como sastre real; notó de inmediato que no llevaba ninguna aguja, pero por alguna extraña decidió guardarselo.
— mi padre quiere vernos —
Dijo sin rodeos, Peter simplemente asintió con sencillez.

— voy en un momento —
Habló suavemente, haciendole una pequeña señal para que se retirara, señal que obedeció de inmediato; caminó hacia la entrada y justo después de cerrar la puerta, al quedarse con el oído casi pegado a ella logró escuchar un “¿estas bien?”
Giró los ojos riéndose entre dientes, ninguno de los dos disimulaba en absoluto; ésas miradas cómplices cuando se topaba en los pasillos, las incontables veces que le había llamado aún teniendo cientos de trajes, las horas que pasaban encerrados solo para crear un traje; todo era demasiado obvio, no sabía si él era demasiado observador o si los demás eran demasiado ciegos, pero él era el único que lo notaba.

Comenzó a caminar por los pasillos, perdiéndose dentro de su propia mente; comenzó a imaginar lo que podía pasar detrás de aquellas puertas cerradas; su imaginación se volvió tan fuerte que acabó por consumirlo, dejó de escuchar lo que había en el exterior, su visión comenzó a distorsionarse, no lograba percibir con claridad nada de lo ocurría, y de pronto el camino se desvaneció, todo se volvió negro; lo único que lograba ver eran las figuras distorsionadas de personas que lo miraban con desprecio susurrando entre sí; de repente comenzaron a susurrar el nombre de su hermano, susurros que aumentaron en volumen lentamente, al punto de escucharlos directamente en su oído.

Sus recuerdos se presentaron frente a él, recuerdos junto a su hermano, que poco a poco se transformaron frente a sus ojos en momentos desagradables; una sonrisa por un desprecio, un abrazo por indiferencia y juegos por traición.
Un pitido demasiado fuerte comenzó a escucharse y empezó a sentir que el piso se movía en círculos; una confusión lo invadió ¿Quién era él? ¿El que estaba afuera o el que estaba dentro de su mente?, ¿Qué era real? ¿Sus recuerdos o los que ahí se le presentaban?, ¿Quien era el culpable de su desgracia? ¿Su padre o su hermano? Su hermano, su hermano, su hermano, era su nombre una y otra vez.

Se repitió una vez, y se repitió dos veces, una tras otra; hasta que escuchó su propio nombre detrás de él.
Al atender a aquel llamado toda aquella escena se desvaneció, dejándole ver qué estaba en su habitación y la mujer de cabello blanco, quien nunca le quiso dar su nombre, estaba frente a él.
— ¿mi señor? —
Le llamó con preocupación aquella mujer, quien llevaba una bandeja con una copa de agua encima.
— ¿Se encuentra usted bien? —
Preguntó con un tono de cercanía, el que usaría solamente una madre, una hermana, una esposa o una amiga, un tono de cercanía que jamás utilizaría una subordinada, pero por algún motivo no se ofendió por ésto, en su lugar se sintió querido.

— si, ¿Porqué? —
Asintió sin convencimiento, con la respiración agitada, como si llevara mucho tiempo corriendo sin descanso; comenzó a caminar de un lado a otro sin motivo alguno, al menos no consciente.

— ¿Está usted seguro? Lleva una hora dando vueltas en círculos —
Al escuchar éso Demian se detuvo sorprendido, le volteó a ver a los ojos; su mirada era efectivamente la de una madre preocupada, y de alguna manera logró hacerle sentir que lo era.
No logró hacer más que asentir con la cabeza, de nuevo sin convencimiento; entonces la mujer lo guío a la cama.
— siéntese un poco, aquí hay un poco de agua —
Le indicó entregándole la copa, cuando lo hizo dejó la bandeja a un lado colocó ambas manos en el muslo del joven, en señal de estima.
— ¿Quiere que le traiga algo de comer? —
Le preguntó inclinándose hacia él, intentando tener más cercanía; Demian simplemente negó, dándole vueltas a la copa, antes de acercarla a sus labios.

— nada, agua está bien —
Declaró antes de vaciar la copa en su boca por completo; al ver ésto la sonrisa de aquella mujer que segundos antes era de confortabilidad, se transformó en una completamente oscura; bastaba con que bebiera una copa por día y pronto su consciencia y voluntad estarían por completo bajo su control.

Ése mismo día, por la noche, ambos chicos caminaban tranquilamente por el bosque, riendo con libertad ante las tonterías que inventaban.
Iban caminando y no corriendo como siempre por dos razones; la primera era porque los caminos estaban cubiertos de nieve, fruto del invierno que se asomaba a la puerta, y la segunda era porque a sus 16 años ya no tenían la misma energía que tenían cuando eran niños, así que preferían caminar.

Mientras hablaban, la plática les llevó a mencionar vagamente a Demian; al hacerlo James recordó lo sucedido en la mañana, recordó que Peter no le había dicho nada sobre lo ocurrido en aquella reunión a la que se le convocó; al darse cuenta de ése detalle la última vez que éso había pasado llegó a su mente;  usualmente le contaba lo que ocurrió sin que él preguntase, así que se preocupó por obvias razones, por lo que decidió preguntar.

— por cierto, ¿Para que quería verlos el rey? —
Preguntó intentando sonar lo más natural posible, no quería que notara que estaba preocupado, porque si lo hacía no le diría la verdad.
Peter al escuchar la pregunta lo miró atentamente con una mirada casi preocupada; se limitó a mirarle unos segundos sin decir nada, para después desviar la mirada y responder con sencillez.

— nada importante —
Respondió como queriendo cortar la conversación; el aura de James se tornó más seria al escucharlo, pues recordaba ésa respuesta.

— la última vez que dijiste éso las cosas no salieron bien —
Peter volvió a dirigirle la mirada al razonar éstas palabras, ésta vez no de manera tan directa; lo observó con atención, pensando una y otra vez.
«quizá sea mejor no ocultarselo »
Pensó antes de tomar una bocanada de aire, para después comenzar a hablar

— solo fueron algunos acuerdos —
Declaró sin darle importancia, al menos no del todo, pero había algo dentro de aquello “sin importancia” que lo tenía pensando insistentemente.
James guardó silencio, esperando a que le dijera más; Peter no quería darle más información, pero el duro silencio que se formó lo hizo recapacitar.
«díselo»
Se ordenó a si mismo, casi a manera de plegaria.
— ¿Recuerdas a Jane?... La chica que se me acercó en un baile una vez —
La manera en la que lo preguntaba no le daba buena espina, ésa manera tan lenta y pausada, casi preparándolo para la tragedia, le hacía sentir que cosas malas habían pasado.

— si, ¿Qué pasa con ella? —
Asintió con rapidez, pues el castaño no deseaba más aquel suspenso que lentamente estaba acercándole.

— su padre y el mío hicieron un acuerdo —
Le confesó, de nuevo sin darle muchos detalles, y dejando a su imaginación lo que había pasado; lo intentó, pero no lograba concretar un veredicto como el pelinegro esperaba que lo hiciera.

— ¿Qué tipo de acuerdo? —
Preguntó lenta y pausadamente, pues su contrario había logrado que el misterio y el miedo creciera dentro de él. Peter suspiró alejando la mirada de manera en que no pudiera verlo a los ojos.

— matrimonio... —
Confesó de manera atropellada, con miedo a lo que el castaño pudiera pensar.
—... Entre ella y... Uno de los dos —
Explicó refiriéndose a él y a su hermano. Contrario a lo que pensó, James no reaccionó mal, mejor dicho no reaccionó en absoluto, siguió teniendo una expresión neutral, tanto en el rostro como en su voz.

— ¿A quién eligieron? —
Preguntó con una tranquilidad que le sorprendía a Peter, ¿Cómo podía estar tan tranquilo después de lo que le dijo?; Si él estuviera en su lugar estaría envuelto en una mezcla entre lágrimas y celos.
Guardó silencio, diciendo en su mente la respuesta a la pregunta, sin sentirse capaz de responder en voz alta; al verlo callar durante tanto tiempo entendió por si solo la respuesta.

— a mi —
Respondió segundos después, cuando se sintió preparado para hacerlo.
Cuando lo confirmó la mente de James comenzó a vagar, imaginando al pelinegro como padre y como esposo; estaba seguro de que sería un buen padre, lograba verlo como una figura comprensiva y amorosa, conociéndolo iría a buscarle en cuanto su hijo naciera, para que lo conociera; pero a pesar de éso no estaba seguro de que fuera un buen esposo, es decir, dudaba mucho que tratara a una mujer como lo trataba a él, seguramente la respetaría, pero  ¿Le demostraría cariño?

— ¿Cuándo? —
Preguntó sin mucho interés, cosa que sorprendió a su contrario, quien respondió con obviedad.

— no acepté —
Aclaró con un tono de voz que casi le gritaba “eres un tonto” en la cara, el mismo tono que los superiores utilizan para humillar a los de su clase, como si hubiera estado esperando que lo dedujera por su mismo.

— ¿Porqué no? —
Preguntó confundido, cosa que hizo que Peter detuviera su andar y le viera directo a los ojos, como intentando descifrar lo que pasaba por su mente.
— es decir, ella es bonita, es amable, además de inteligente... —
Frustrado de escucharlo hablar así lo interrumpió, de manera bastante repentina y quizá no tan amable.

— no quiero casarme con ella James —
Le aclaró con un tono bastante severo, recalcando aquella frase bastante.
— además, cuando me preguntaron que si aceptaba, mi hermano interrumpió y se ofreció, diciendo que él quería hacerlo —
Dijo dejando en claro que al final no iba a casarse, James se sintió un poco decepcionado lo dijo.

— debiste aceptar, ella era el mejor partido que podrías haber encontrado —
Hablaba como si le estuviera regañando, en el interior de Peter hubo una confusión de sentimientos bastante grande, se sentía extraño que la persona que amabas te reclamara por no casarte con alguien más.
— no vas a encontrar a nadie como ella —
Para el castaño era obvio el porqué de ese discurso, sabía que de todas las mujeres del reino, (dejando de lado a su madre y sus hermanas) la señorita Jane era la mejor opción en matrimonio para el joven príncipe, cosa que éste no parecía entender.

— no quiero casarme, entiéndelo —
Parecía una discusión entre un niño pequeño que hacía berrinche y su madre, era divertido si lo veías de manera externa, pero para ambos que participaban no era del todo agradable.

— tendrás que hacerlo, al final ambos vamos a casarnos —
Al pelinegro no le agradaba en absoluto aquella idea, de solo pensarlo se le estremecían las entrañas.

— entonces me casaré contigo, te vestiré de mujer y te tomaré como esposa —
De repente, aquella discusión que parecía ser sería, tomó un rumbo bastante infantil; el castaño quiso reírse, pero aguantó la risa para mantener la seriedad de la conversación.

— no puedo darte herederos, no soy una mujer —
Aclaró intentando verse lo más serio posible, pero no lo conseguía, la sonrisa que estaba reprimida bajo su semblante era demasiado obvia.

— existen mujeres que tampoco pueden hacerlo, éso no será un problema —
A pesar de que todo lo que estaba diciendo era fantasioso e irreal, aún así lo decía con bastante seriedad, tomándoselo en serio.
— no pienso casarme con alguien que no seas tú, entonces ése matrimonio sería una mentira —
Después de ésas palabras James por fin se soltó a reír, no a carcajadas pues aún luchaba por tomárselo en serio, pero si ser rió.

— hablas como si el matrimonio fuera por amor —
Era inevitable burlarse de él, es decir, era demasiado idealista; incluso el castaño estaba consiente de que el amor era la última opción que se tomaba en cuenta al casarse.

— ¿Y qué su quiero que lo sea? —
Una sonrisa nostálgica se formó en el rostro del de cabellos rizados, le daba un poco de tristeza saber que su contrario realmente esperaba que aquel deseo de casarse con la persona que amaba se cumpliera.

— sueñas demasiado —
Confesó James con un tono de consuelo; Peter sabía que sus sueños eran imposibles, pero aún así le gustaba soñar que realmente podía lograrlo.

Al verlo bajar la mirada, el castaño sintió que quizá había sido demasiado duro; buscó con rapidez y quizá con desesperación una manera de hacerlo sentir mejor.
Al bajar la mirada logró ver entre la nieve algo bastante curioso, era una caléndula cubierta de un poco de escarcha; se le hizo curioso que fuera la única flor que seguía en pie, así que la arrancó.

— hagamos una cosa —
Habló para llamar la atención del pelinegro, la cuál consiguió de inmediato; cortó aquella flor y la puso frente a él, justo en medio de ambos.
— cuando encuentres a ésa persona con la que quieras pasar el resto de tus días, dale ésto —
Cuando acabó de decir ésto le entregó con delicadeza aquella flor; debía admitir que le dolía, la idea de Peter con una mujer le era tan dolorosa como una herida en pecho, pero era algo que tenía que pasar.
— que sea un recordatorio diario de que tarde o temprano la encontrarás —
Muy en el fondo esperaba que fuera más tarde que temprano, porque una vez que esté casado sería más difícil verlo, y le daba miedo que ése alguien fuera a ganarle su cariño, y que termine alejándolos.

Peter tomó la flor entre sus manos, analizando con muchísima atención cada detalle de ésa flor, desde el delgado tallo, hasta el intenso rojo que vestían sus pétalos, color que contrastaba de manera hermosa con el blanco de sus manos y el banco de la nieve.
No dudo ni un segundo, ni siquiera tuvo que pensarlo; tomó la flor entre sus manos y la devolvió a las manos que se la entregaron; al ver ésta acción James sintió como cada fibra de su ser se encogía con impotencia.

— Peter, no puedo ser yo —
Declaró con una voz nostálgica e impontente, su amor era tan imposible como el del sol y la luna, y al mismo tiempo tan intenso como el fuego; al tenerlo ahí, incapaz de aceptar su regalo y viendo su mirada tan pura y llena de pasión, era un recordatorio de que nunca podrían estar formalmente juntos.

El aludido bajo la mano al escuchar su respuesta, sabía que ése era su destino, pero se negaba a aceptarlo sin luchar por cambiarlo, así que se guardó aquella flor en uno de sus bolsillos.
— entonces no he de dársela a nadie —
Declaró con tanta firmeza que sabía que sería imposible convencerlo de lo contrario.

El castaño quería dejar el tema de lado, y en su búsqueda mental de como hacerlo, recordó el motivo real por el que lo había llevado ahí; en medio del deprimente silencio que se formó entre ambos, James metió las manos a uno de sus bolsillos, como buscando algo, pero era tan grande y lleno de cosas que le fue difícil.

— yo... Quería darte algo —
Declaró sacando el objeto de su bolsillo, lo apretó entre sus manos casi escondiendolo, y comenzó a jugar con sus dedos; era ridículo pero le ponía nervioso darle regalos.

Pasaron unos segundos, pero por fin se tranquilizó, y abrió sus manos para que pudiera ver lo que sostenía; era un hermoso collar de alguna piedra cuyo nombre desconocía, tallada en forma de corazón y cuyo color era tan azul como el fondo del mar.

Peter tomó el objeto entre sus manos con tanta delicadeza, que parecía que sostenía un cristal que podría romperse con el más mínimo roce; estaba maravillado con la enorme belleza del objeto, la precisión con la que estaba tallado y la manera en la que brillaba al ponerlo contra la luz de la luna.

— es igual al color de tus ojos —
Le explicó por si no se había dado cuenta, al darse cuenta de éste detalle una sonrisa hipnotizada se pintó en su rostro; le dió la vuelta al collar notando que había una frase tallada en éste.

— a donde vayas... Yo iré —
Leyó con detenimiento la frase que estaba escrita, no la entendió hasta que James se descolgó algo del cuello y lo acercó a la palma dónde sostenía el collar.

— estaré a tu lado por la eternidad —
Terminó la frase mostrándole un collar igual al que sostenía, pero en color verde, con la frase que acababa de recitar tallada .

Los ojos de Peter se llenaron de lágrimas al ver aquel detalle tan bonito; por fin lo entendió, lo que había ahí escrito era una promesa, una promesa de amor eterno.

— Te observare a donde sea que vayas, te respirare en la nuca a cada paso que dez —
Declaró de la nada el de cabellos rizados, como si estuviera recitando un viejo libro de poemas; comenzó a hablar sin dejar de verlo a los ojos en ningún momento.
— estaré detrás de ti por el resto de tu vida, en tu muerte, y en la vida siguiente, no habrá manera de librarte de mi —
Peter sonrió sin entender el porqué de aquel detalle, se limitó a disfrutarlo, a sentir ése calor en su pecho y ésas mariposas en su estómago, las mismas que sentía cada vez que lo veía desde hace dos años, o quizá más.
— cuando uses ésto, ni el hechizo más poderoso podrá tocarte —
Comenzó a declarar de nueva cuenta, tomando entre sus manos las manos del contrario, haciendo que las joyas quedaran envueltas entre las palmas de ambos.
— mientras lo uses estaré contigo, y mientras esté contigo nada ni nadie podrá hacerte daño —
Aquella simple frase, creó el más fuerte de los lazos, pues aunque no se hubieran dado cuenta su petición fue escuchada, y aquel fuerte sentimiento que los envolvía, tan poderoso como el mismísimo viento se convirtió en magia, magia que sellaría aquella promesa para convertirla en realidad.
— mientras esté contigo, jamás te pasará algo malo. Te protegeré siempre —
El pelinegro se enterneció por aquella frase, pues hablaba como si pudiera controlar todas las adversidades, ¿Ahora quien era el idealista?

— ¿Realmente lo harás? ¿Qué sucede si muero? —
La manera en la que habló era de obvia burla, pero muy en el fondo tenía una intención; La muerte era inevitable ¿Cierto?, ¿Qué pasaría una vez que uno de ellos muriera?

— ¡No digas cosas así! No dejaré que mueras,por lo menos no hasta que seas anciano —
La muerte era una de las cosas que más le aterraban al castaño, había perdido tanto a su causa.
— ahora prométeme una cosa —
Si bien James era el tipo de persona que se entregaba por completo a las personas que amaba, pero al igual que todo ser humano, tenía miedos.

— ¿Si? —
Le respondió el pelinegro de manera extremadamente suave, tanto que se formó neblina en el aire, debido a la diferencia de temperatura, dándole paso para que continuara hablando.

— dime que no vas a irte, que no vas a dejarme —
La forma en la que lo dijo, como alguien buscando auxilio, como un niño buscando desesperadamente los brazos de su madre para sentirse seguro; había un brillo angustiado en su mirada, un terrible miedo al abandono que lo agobiaba sin que se diera cuenta.

El observar aquella mirada movió algo en las entrañas del pelinegro, como un sentido de protección que le empujaba a abrazarlo con todas sus fuerzas.
— no, por supuesto que no —
No dudo por un segundo, declaró aquellas palabras con una firmeza que nunca antes había usado.

Ninguno de los dos dijo nada después de eso, pero sus miradas decían todo; se miraron a los ojos fijamente por un tiempo que ni siquiera yo puedo contar, acercándose cada vez más y más, hasta que sus frentes quedaron una con la otra; no tenían porque decir nada, la danza de sus caricias lo decía todo.

Ésa noche, bajo la luz de la luna que chocaba contra la blanca nieve bajo sus pies, sus labios se fundieron uno con el otro, volviéndose uno solo, sellando así la promesa que ambos hicieron, dándole la fuerza suficiente a aquel hechizo accidental para hacerle frente a cualquier adversidad.

Eran demasiado jóvenes, demasiado ilusos; si tan solo hubieran sabido lo que sucedería después.

Ante sus ojos un año pasó de repente, como aquella vez, cuando ambos tenían seis años; lo único que vió, tan rápido como un flash fueron risas, alegría y paz; por primera vez después de todo eso, después de diez años, tuvieron un año lleno de paz y tranquilidad, un año dónde lo único que hicieron fue disfrutar la vida.

Si, no era como antes; algunos ya no estaban, ellos ya no eran los mismos, las grietas en su corazón eran más grandes, pero habían logrado pasar por todo juntos.

Cuando las escenas de aquella película pasaban frente a Pete; llegó un punto, casi un año después, en el que comenzaron a ir más lento, como si quisieran que les pusiera atención; logró ver imágenes dispersas, miradas preocupadas y en algunos puntos imágenes de curanderas y enfermeras.

No logró descifrar del todo el mensaje, lo único de lo que estaba seguro era de que alguien había enfermado, pero no sabía quién.
Como si aquel extraño lugar lo hubiera escuchado, las escenas comenzaron a ir cada vez más y mas lento, hasta que finalmente se detuvieron.

Cuando la velocidad de la escena volvió a la normalidad, logró ver una habitación que solo había visto una vez; era la habitación del rey.

El dueño de la habitación estaba recostado en la cama, cobijado hasta el pecho, dejando ver por el resto de su cuerpo que se encontraba en pijama; tenía un paño de tela en la frente y los ojos cerrados, había en su rostro una expresión de malestar, como si le doliera incluso respirar; a su lado habia dos curanderas que parecían estar tomándole el pulso y junto a ellas, estaba el sacerdote del pueblo.

Sus hijos, ambos príncipes estaban hincados a manera de reverencia; Demian parecía estar tranquilo, pues su respiración era regular y su rostro estaba inexpresivo; Peter en cambio respiraba con fuerza y su expresión era de angustia, tenía los ojos casi cristalizados y mordía su labio con tal presión que casi los hacia sangrar.

— creo... Que ambos saben porqué están aquí —
Su padre apenas y podía hablar, las pocas palabras que salían de sus labios lo hacían de manera pausada, atropellada y torturosa.

— si —
Respondieron ambos jóvenes al mismo tiempo, Demian lo dijo de manera clara y concisa, pero el pelinegro en cambio tembló al hablar.
El rey hizo una seña con la poca fuerza que tenía, y de inmediato las curanderas junto al sacerdote salieron, dejándolos a los tres solos.

— no pienso hacerles perder el tiempo —
Declaró para después comenzar a toser desesperadamente; algo dentro del corazón del más joven sintió una muy grande decepción, combinada con una casi imperceptible gota de rabia.
— les prometí que elegiría a uno de ustedes... —
Él nunca les dirigió la palabra a menos de que fueran cosas formales, nunca se preocupó por saber de ellos, por saber si estaban bien, ni siquiera cuando alguno de ellos enfermaba, cosa que afortunadamente no pasó muy seguido.
— no daré muchos detalles del porqué... —
incluso en ése momento, en su lecho de muerte, no se molestó en despedirse, solamente los convocó para cerrar un viejo acuerdo.

El aire se sentía tenso dentro de aquellas cuatro paredes, cada segundo que pasaba parecía ser eterno; Peter podía sentir cada una de las gotas de sudor bajando lentamente por su frente, el objetivo que persiguió toda su vida se decidía ahí, en ése momento.

— yo, elegí a... —
Su padre guardó silencio por un segundo, no para dar tensión, si no para tomar un respiro, pues cada que hablaba terminaba perdiendo el aire, y ésa última vez lo perdió casi por un minuto.
Cuando logró recuperarse, cobró de nuevo la postura y declaró con una voz débil.
— Peter... —
El aludido abrió los ojos de par en par, sintió como su corazón se detuvo por un momento al escuchar su nombre, se levantó con alegría acercándose a la cama.

— ¡Muchas gracias! —
Le agradeció con entusiasmo, casi olvidando el momento en el que se encontraban; su padre al verlo acercarse se puso nervioso por alguna extraña razón, emoción que le llevó a tener de nuevo un ataque de tos, ésta vez más fuerte que antes.

El pelinegro sintió como su corazón se detuvo por un momento al ver lo que ocurrió; tardó un par de segundos en reaccionar, pero en cuanto lo hizo corrió a llamar a las curanderas, que seguían afuera de la habitación. Entraron lo más rápido que pudieron, comenzaron a realizar algunos movimientos en la búsqueda desesperada de hacer que el rey volviera a respirar.

Pasaron casi dos minutos y no habían logrado nada aún, al notar éste detalle todos en la habitación comprendieron lo que iba a suceder; el más joven en aquella habitación se acercó a la cama, sujetándose de los postes que la sostenían, no sabía porque, pero podía sentir la angustia crecer en su interior, como si el hombre que estaba muriendo no fuera el mismo que le arruinó la vida.

No tardó mucho tiempo en suceder, un par de segundos después el rey finalmente dejó de respirar; las curanderas se miraron entre sí, aceptando que habían perdido, el sacerdote comenzó a rezar con tristeza; el pelinegro comenzó a regularizar su respiración, observando con atención el cuerpo sin vida del rey, procesando lo que acababa de ocurrir.

Se sintió confundido, siempre creyó que no sentiría nada el día en que ésto sucediera, y no, no estaba triste, pero había un sentimiento extraño dentro de él, uno no muy agradable; de repente una mano se colocó en su hombro con delicadeza, sacándolo de sus pensamientos, cuando regresó la mirada logró ver a su hermano, quien a pesar de darle un gesto de consuelo como ése no se dignó a mirarle, aún así Peter entendió y le agradeció por eso.

Todo se desvaneció, volviendo por milésima vez a la oscuridad de aquel extraño lugar; Pete no lograba comprenderlo, algo debía estar mal, en cada uno de los relatos decía que quien había ganado era Demian, no Peter; entonces, ¿Qué era lo que sucedía?.

Su mente intentaba darle lógica a lo que acababa de ver, si él ganó entonces, ¿Porqué la venganza? ¿Porqué llegaría a cometer todo lo demás?
«debe haber un error»

— debe haber un error —
Se escuchó una voz en medio de la oscuridad, que habló justo al mismo tiempo en el que él había pensado aquellas palabras; de pronto una luz parecida a las de los reflectores apareció desde arriba, apuntando a un lugar frente a él; ahí donde señalaba aparecieron dos figuras, Demian y la mujer de cabello blanco.

— su alteza, porfavor cálmese —
Declaró la mujer intentando calmar al más alto, quien estaba envuelto en una poderosa irá; Demian al escucharlo se enojó más en lugar de calmarse.

— ¡¿Cómo voy a calmarme?! —
Vociferó con una inmensa rabia que le envolvía todo su interior, era como si no fuera él, como si fuera alguna otra persona , o quizá como si estuviera poseído.
— Seguí cada una de sus instrucciones, al pie de la letra, ¿Para qué? ¿Ah?, ¡Prometieron que ganaría! —
Comprendía el porqué hecharle en cara todo éso, es decir, depositar tu confianza en alguien que no es del todo moral, con la esperanza de que te haga ganar algo tan importante como la corona, y que al final no se cumpla era un buen motivo para estar molesto.

Aquella mujer hizo un gesto que parecía ser entre sufrimiento y angustia, mordía sus labios para no hablar; pero al ver al joven a punto de explotar de ira, apretó con fuerza los ojos, al mismo tiempo que se mordía los labios y suspiró con fuerza decidiendose a hablar.
— aún tenemos otro método... —
Declaró como si no quisiera que la escuchara, o como si éso quisiera hacerle creer, mirandole directo a los ojos.
— está en sus manos usarlo...o no —
Después de aquellas palabras la luz se desvaneció, al igual que ellos.

Pasaron algunos segundos de silencio, cuando aquella última frase comenzó a escucharse como un eco que venía de todos y de ningún lado a la vez, que estaba cerca y lejos al mismo tiempo, a veces era un susurro, a veces un grito; llegó un punto en el que en medio de aquellas voces, se escuchó el sonido de unos pasos, lentos y pesados.

Se escuchaba como sus pies chocaban contra el agua que había en el suelo, parecía como si estuviera arrastrando las piernas.
Se dió la media vuelta para ver de dónde provenía aquel sonido, y cuando lo hizo, logró verlo; era Demian, caminaba con la mirada fija en la nada, arrastrando los pies igual a como lo había imaginado cuando lo escuchó.

Había algo extraño en ésa imagen, no era como los recuerdos de antes, no, era diferente, era como si estuviera realmente ahí, en el mismo lugar que él.
Hubo un sentimiento muy extraño que creció en su pecho al verlo, era como un raro presentimiento de que algo malo pasaría, era como una tristeza por algo que no sabía que era, que aún no sucedía.

Hubo un imán de empatía que le obligó a acercarse a él, como si alguien más jalara de las cuerdas para que sus piernas se movieran en ésa dirección; se detuvo justo frente a Demian, pero éste no le miraba, solo miraba al suelo; había algo en sus ojos, estaba perdido.

Extendió lentamente su mano con la intención de tocarlo, quería saber si ésa sensación de que estaba ahí era real; con algo de miedo tocó con lentitud su hombro, creyó que lo atravesaría como le había pasado antes, pero no fue así.
Al posar su mano en su hombro realmente logró tocarlo, logró sentirlo; Demian tembló la sentir la mano de Pete, buscó con desesperación de dónde había venido ése toque, pero no lograba encontrarlo.

Pete sintió como su corazón se detuvo por un momento al asimilar lo que acababa de suceder; entró en pánico y comenzó a caminar hacia atrás, casi huyendo; no lo comprendía,  él podía sentirlo pero, ¿Porqué no podía verlo?

De repente las voces comenzaron a escucharse de nueva cuenta, ésta vez lo que podía oírse eran crueles insultos en contra del mayor; al escucharlos Demian comenzó a desesperar, se cubría los oídos y negaba con la cabeza.
— ¡Cállense! ¡No es cierto! —
Comenzó a gritar esas palabras una y otra vez y entre más gritaba, más fuertes se volvían aquellas voces.

El pelinegro sintió un dejavu al ver ésto, recordó las veces que a él le había pasado éso, logró escuchar su propia voz gritando lo mismo que Demian gritaba en ése momento.

El mayor no logró resistir mucho, pues unos segundos después gritó con todas sus fuerzas, pues no podía escuchar más aquellas palabras, fue solo entonces que todo se volvió silencio.
Un espejo apareció frente a él, tenia el ancho de dos personas y media casi dos metros; su marco era color dorado, y tenía diseños hermosos en él.

El espejo reflejaba la imagen del príncipe, pero no parecía ser él, pues mientras quien estaba fuera tenía una expresión de angustia, quien estaba en el reflejo tenía una macabra sonrisa.
— hazlo —
Susurró el reflejo con una voz escalofriante que hizo temblar a ambos presentes; Demian comenzó a negar con la cabeza, con un rostro de pavor al ver su propia imagen de aquella manera, tan cruel y terrorífica.

— sabes que no es lo que quieres —
El verdadero príncipe soltó aquellas palabras sin fuerza alguna, se sentían como un grito desesperado de auxilio.
Su reflejo comenzó a reír, de una manera tan escalofriante que ni parecía humano.

— claro que sí, ésto es lo que quiero... —
Su cabeza estaba siempre un poco hacia abajo, su mirada siempre hacia arriba y hacia el centro y su sonrisa de media luna; todo en aquella criatura era terriblemente terrorífico.
— ésto es lo que tú quieres —
Dijo ésto acercándose un poco más y marcando demasiado el “tu”; por primera vez logró ver a Demian a punto de llorar, después de escuchar éstas palabras, pero no era un llanto de tristeza, era uno de angustia, una terrible angustia.

— ¡No!, Sabes que no, ésto es lo último que quisiera hacer, él no... —
No logró terminar su frase, no se sentía con la fuerza suficiente para hacerlo, pero de alguna manera Pete logró saber lo que iba a decir, logró escucharlo en su mente.
«no se merece ésto»
Escuchó claramente al verlo callar.

De nueva cuenta el reflejo comenzó a reír, de manera lenta, como lo haría un psicópata; una vez más las voces comenzaron a sonar, repetían las palabras de la criatura en el espejo cada vez más fuerte; “hazlo” decían una y otra vez.
Una desesperación psicótica atormentó a Demian al no poder callarlas, volvió a gritarles que se callaran una y otra vez, pero no funcionó.

De repente se escuchó algo parecido a un rayo, seguido de una luz tan fuerte que podría dejarte ciego; cuando ambas cosas desaparecieron, las voces también lo hicieron.
Pete abrió los ojos con algo de dificultad cuando la luz se desvaneció, y al ver lo que pasaba frente a él un intenso escalofrío recorrió su columna.

El verdadero Demian estaba dentro del espejo, y la criatura del espejo afuera; en ése momento el sentimiento de tristeza que Pete tenía fue reemplazado por uno de terror puro.
— ¡No lo hagas! ¡Porfavor no! —
Comenzó a implorar el príncipe, golpeando el espejo sin conseguir nada; aquella criatura solo sonrió sádicamente y empujó el espejo hacia atrás, haciéndolo caer.

— muy tarde —
Después de aquellas palabras todo desapareció.

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