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capitulo 3

Viernes, día esperado por muchos, día en el que la gente es más felíz, porqué la cansada semana de trabajo había terminado para muchos; viernes, seguro para muchos de ustedes es sinónimo de fiesta, de salir a divertirse, para algunos otros debe ser sinónimo de descanso, de ver películas toda la tarde y dormir lo que no dormiste una semana entera.
Como seres humanos esperamos con ansias poder liberarnos del estrés del trabajo y poder disfrutar de la vida, y para eso usamos el viernes.

Así era un viernes común para otras personas, pero para nuestra pequeña familia no era algo por lo que estuvieran de verdad entusiasmados, pues tenían que recoger su dignidad del suelo, tomar todas sus cosas y abandonar la vida que con demasiado esfuerzo construyeron durante cinco largos años.

Ambos estaban nerviosos y como no hacerlo, estaban conscientes de todo lo que aquella casa representaba, todo lo que habían vivido ahí, todo lo que pasaron, pero sobretodo sabían que las personas con las que solían estar en ése entonces no volverían y que seguramente, a pesar de creer haberlo superado, todos ésos lugares familiares saquen a flote ésos sentimientos enterrados.

Era una decisión difícil de tomar, pero en situaciones desesperadas, hay que tomar medidas desesperadas.
Era algo así como cuando realmente necesitas ir al baño, pero sabes que los baños del lugar donde te encuentras son realmente sucios, pero por la desesperación decides entrar en ellos.
Así de desesperada era la situación que está pequeña familia estaba viviendo.

No era como que tuvieran otra alternativa, tampoco demasiado tiempo para mentalizarse a la situación, todo había sido demasiado rápido y repentino, pero sabían que su única opción era avanzar, no podían  estancarse y lamentarse toda su vida.

— todo listo —
Declaró el señor Ambrus cerrando por fin el auto, con todas sus cosas dentro, aunque a decir verdad, no tenían mucho que digamos, Pete apenas llenaba 3 cajas de tamaño mediano con sus cosas, y su madre solo 2; el resto de cajas eran cosas del hogar como vajillas, decoraciones y cortinas.
Tenían simplemente lo que necesitaban, y eran felices con eso, ninguno de los dos había sido avaricioso nunca, lo cual les daba una gran ventaja, ya que así aceptarían con más facilidad la situación que estaban pasando.

La camioneta era del señor Ambrus, quien insistió durante días en llevarlos hasta su destino, al principio bryony se negó a aceptar, pero después de mucha insistencia acabó por hacerlo; y ahí estaban montados en el auto rumbo a lo desconocido, ¿Divertido no?

— bien, es hora—
Declaró la pelinegra, hablando más para si misma que para los demás, como intentando consolarse ante los terribles nervios que sentía, era como volverá ver después de mucho tiempo a alguien al que le hiciste algo malo, su corazón se sentía así en ése momento.

Ambos adultos subieron en la parte del frente, y Pete en la parte de atrás junto a las cosas, así evitaría que las cosas de cristal fuesen a romperse.

A Pete, más que molestarse o sentirse excluido al ir atrás, le alegraba, puesto a que cuando su madre y el señor Ambrus estaban juntos hablaban de cosas que el no podía entender, como la medicina, ya que ambos se dedicaron a eso en su debido tiempo, y ambos tenían una pasión muy grande ante ése trabajo, Ambrus ya estaba jubilado, al contrario de Bryony quien aún era demasiado joven como para retirarse, le faltaban alrededor de treinta años para poder hacerlo.

Todo el tiempo hacían chistes sobre eso, realmente no comprendía el 90% de sus conversaciones.

Dejó de pensar en eso una vez avanzaron, Pete se recargó junto a la ventana, le gustaba como el viento soplaba en su rostro, y cómo podía apreciar todos los tipos de paisajes que la carretera le presentaba, le hacía sentir vivo de alguna manera, le hacía olvidar todo

Ante sus ojos, la maravilla de la arquitectura moderna se mostraba en su máximo esplendor, pasaron por muchos lugares, Pete se dedicaba simplemente a apreciar todo desde la ventana, dejando vagar su mente, en posibilidades infinitas.
El camino era algo tan extraño, tan infinito como el universo, tan peligroso como un oso enojado, pero al mismo tiempo tan bello como la más extraña de las flores; ver tantos lugares, tantas caras desconocidas, tantos paisajes, te hacia cuestionarte cuan grande era el mundo, y cuan diferente era un lugar de otro, por más que estuvieran uno al lado de otro, siempre habría algo nuevo que observar.

Su corazón se calmo poco a poco, perdiéndose entre tantos pensamientos, olvidando lo que lo tenía tan tenso, sumergiéndose en su mismo durante tanto tiempo que para cuendo se dió cuenta comenzó a notar como la cuidad poco a poco se retiraba, los edificios comenzaron a volverse árboles, y el pavimento pasto, además de que las personas poco  a poco dejaban de verse, ellos estaban llegando al campo, era una clara señal de que pronto llegarían a su destino.

En menos tiempo de lo que creyó la camioneta se perdió dentro de un camino rodeado en su totalidad de un denso bosque, deteniéndose tan solo un kilómetro adelante; habían llegado.

La casa de la tía Helen estaba construída en medio del bosque, algo alejada del pueblo, cosa que siempre le pareció extraña, puesto a que su tía era extravagante y demasiado extrovertida, características que no eran comunes en alguien que vivía en un lugar así.

Antes de mirar la casa observó los alrededores, encontrando solamente árboles; ése lugar siempre le había parecido bastante curioso, había algo en ésos árboles que lo llamaba de alguna manera, sin embargo cada vez que intentaba acercase ahí su tía o su padre lo detenían.

Recordaba sus palabras a la perfección, recordaba la infinidad de veces que le repitieron que jamás, por ningún motivo, entrara a ése lugar; la seriedad en sus ojos cuando se lo decían le obligó a obedecer, temiendo a lo que pudiera pasar si entraba.

Hasta el momento seguía teniendo muy presente que no podía acercarse al bosque ¿Porqué? Nadie lo sabe, al menos nadie que se encuentre vivo, la razón de sus acciones terminó enterrada junto con ellos, a tantos metros bajo tierra que el jamás averiguaría el porqué.

O talvez si lo haría, nunca se sabe

— llegamos —
Declaró con algo de entusiasmo el conductor, pero no era un ánimo que fuera honesto, simplemente intentaba hacer que los dos pelinegros también se sintieran un poco alegres, pues le costaba saber que no podía hacer nada para lograrlo.

Al escuchar éstas palabras Pete volteó su rostro hacia la casa, dejando de ver la profundidad del bosque; cuando dirigió su mirada a la construcción fue como si el tiempo hubiera vuelto atrás, pues las cosas seguían exactamente iguales a la última vez; hipnotizado bajó del auto, quedándose en la orilla donde empezaba el patio, pues no sentía la fuerza suficiente como para entrar; si bien la casa lucía exactamente igual que hace 5 años, pero por alguna razón, le incomodaba, le daba la extraña sensación de ser más grande, no tenía idea porque.

Las paredes estaban realmente desgastadas, podía ver claramente como la pintura comenzaba a caerse de ellas, la madera se veía vieja dándote la sensación de que con apenas pisarla se derrumbaría la casa sobre tu, por las ventanas no podía verse nada, estaban tan sucias y empañadas que incluso se podía pensar que estaban pintadas de gris, pero no era así; el silencio en aquel sitio era asfixiante,no era un silencio bonito, era algo incómodo, ése tipo de silencios que no siquiera te dejaba respirar con tranquilidad, pues sentías que lo hacías demasiado fuerte, sumado al espeso bosque que rodeaba el lugar, bosque que cada vez que Pete veía fijamente sus piernas se adormecían ,como si cayera bajo un hechizo, además del diseño aterrorizante, deprimente y antigüo que la casa presentaba.

Definitivamente cualquiera en su sano juicio no habría entrado.

Pero ellos necesitaban hacerlo.

La primera en acercarse fue bryony, escéptica ante cualquier suceso paranormal, así que no temía que un mounstro saliera del cobertizo, contrario a los otros dos presentes, quienes si les parecía razonable ésa posibilidad; la pelinegra se acercó, pisando lentamente un escalón, la madera crujía al subir por la pequeña escalera que había para llegar a la entrada.

No tardó en subir y pararse frente a una gran puerta de madera, de un intenso color rojo, similar al color del vino tinto; de nuevo no se detuvo y metiendo la llave la abrió de par en par, al abrirse rechinaba de manera lenta y torturosa, como si lo estuviera haciendo con la intensión de asustar a quien quisiera entrar, haciendo eco en aquella casa tan grande, resonando en cada una de las 10 diferentes habitaciones que contenía el lugar.

Al ver que todo estaba en orden se dió la media vuelta para dirigirse a ambos hombres de demasiada diferencia de edad, quienes seguían de pie a la orilla del patio
— bien, bajemos todo antes de que se haga noche —
Dijo Bryony mientras bajaba de nuevo las escaleras, dirigiendose a la camioneta decidida a terminar lo más pronto posible, sabía que el señor Ambrus tenía que volver a Ashford y no quería que le diera la noche conduciendo; además de que quería terminar con ésa tortura lo antes posible.

— Pete, ¿Puedes destapar los muebles? —
Le preguntó su madre al pasar a su lado, sacándolo de la burbuja mental en la que estaba metido, el aludido asintió con la cabeza, y avanzó con pasos algo dudosos hacia la sala, pues seguía temiendo el entrar.

Cuando entró notó de inmediato que todos los muebles estaban cubiertos con sábanas blancas llenas de polvo, que a pesar de estar hechas solamente de tela eran bastante pesadas lo que hacía difícil el quitarlas.

El aspecto del lugar era aún más aterrorizante por dentro, todo el lugar estaba lleno de polvo, además de que lucía triste y gris, aunque no sabía si era su nostalgia la que lo hacía verlo de esa manera, o realmente era más gris de lo que recordaba; quizá la alegría de su niñez le había hecho ver las cosas de un color más brillante de lo que realmente eran.

Decidió no perder el tiempo intentando cuestionar sus sentimientos, sabía que no encontraría una manera lógica de responder a sus dudas; así que de inmediato comenzó a jalar con mucho esfuerzo aquellas sábanas blancas que cubrían los muebles, pero parecía ser inútil, incluso llegó a pensar que no estaban hechas de tela, si no de pesado acero, aunque habia que considerar también que sus fuerzas no eran muchas, debido a que se había resfriado por el agua que le habían tirado encima esos chicos y algo tenía que cuando se enfermaba, por más leve que fuera, su cuerpo dejaba de obedecerlo.

Pero aún así, con todas las dificultades físicas que tuvo, logró hacerlo y retiró todas las sábanas del lugar, dejando al descubierto los muebles. Al terminar dió un último vistazo, reconociendo que los muebles eran mucho más bonitos de lo que recordaba y que ahora sin sábanas todo se veía un poco menos deprimente; al sentirse un poco más tranquilo dentro de ése lugar, arrastró todas las sábanas hacia una esquina, formando una especie de torre, culminando con éso su trabajo.

Mientras todo ésto sucedía los dos adultos bajaban sin parar cosas de la camioneta, en los cortos lapsos que el muchacho logró ver, quedó realmente sorprendido al ver que el señor Ambrus aún pudiera cargar cosas tan pesadas y caminar e incluso correr con tanta fluidez a la edad que tenía.

El tenía incluso más energía que Pete, y no estaba seguro si fuera sorprendente o deprimente.

Su madre, al ver que había terminado de hacer lo que le pidió, no tardó en indicarle algo nuevo, había muchas cosas que hacer y eran solo tres personas para ejecutarlas, no podía dejar descansar a nadie hasta terminar; podía parecer un poco cruel ésta actitud, pero así era ella, odiaba trabajar cuando quería perder el tiempo, pero odiaba perder el tiempo cuando quería trabajar.

— hijo, ¿Puedes acomodar estás cosas en el sótano? —
Seguido de sus palabras le entregó tres cajas de tamaño mediano, aunque a él le pesaban como si fuesen gigantes.

Pete asintió ante la orden de su madre, aunque la idea no le agradaba para nada; los sótanos eran lugares húmedos obscuros y realmente espeluznantes, en todas las películas de terror, quien baja al sótano era el primero en ser devorado por los horribles fantasmas, y la idea de ser comido por uno o de siquiera encontrarselo no le era nada agradable.

Pete, sintiendo los nervios comerlo por dentro solo de pensar a dónde iba a ir,  caminó hacia la entrada del lugar con demasiada lentitud, como queriendo no llegar, ya estando ahí, noto que había una linterna sobre la mesa que estaba aun lado de la puerta que daba hacia el sótano; fue algo muy extraño, encontrar una linterna de manera aleatoria justo cuando estaba lamentándose por la oscuridad fue como si alguien la hubiera puesto ahí, aunque claro, antes de cantar victoria por ese “milagro” la parte racional de su cabeza lo hizo pensar en los años que tenía que llevar ése objeto ahí.

La tomó en sus manos y verificó que funcionara, lo cual fue especialmente difícil, ya que sus dos manos se encontraban ocupadas, pero prefirió batallar un poco pero estar seguro de que funcionara, a entrar sin verificar y notar estando dentro que no servía. No pasó ni un minuto cuando logró encenderla, notando que si funcionaba; no se molestó en apagarla, simplemente entró.

Cuando abrió aquella puerta, logró ver las escaleras, se veían igual de desgastadas que el resto de la casa; no lograba ver lo que había en el fondo, sentía una presión enorme, como si hubiesen miles de personas en esa obscura habitación, vigilando cada uno de los pasos que daba, sin embargo no había absolutamente nadie.

Comenzó a bajar lentamente, escuchando rechinar cada uno de los escalones con forme los pisaba.

Sus latidos comenzaban a acelerarse, y sus manos a temblar ligeramente, temía sin razón alguna que algo malo sucediera en aquel lugar. Era una sensación demasiado extraña, era como si una parte de él supiera que las cosas no andaban bien en ése lugar, como si supiera que era peligroso.

En cuanto piso el último escalón corrió lo más rápido que pudo y dejó las cajas en una mesa que estaba en el fondo, al liberarse de ése peso respiro por un momento y cerró sus ojos, sus brazos dolían debido al peso que cargaron.

Su mente comenzó a despejarse, sin razón en especial, comenzó a sentirse adormecida, extendiendo ésa sensación a todo su cuerpo casi de inmediato, olvidándose del lugar donde se encontraba, comenzando a sentir como si estuviera flotando.

Entonces escuchó un ruido muy extraño, un rechinido lento pero corto, como si alguien hubiese pisado la madera del suelo de aquel lugar.

Algo en él se detuvo en ése momento, fue como si su corazón dejara de latir, como si su respiración se detuviera; no sabía que hacer, ni cómo reaccionar, sus ojos se abrieron a toda su capacidad y sus manos comenzaron a temblar.
Pete volteó rápidamente iluminando con la lámpara todo lo que podía, su respiración aumentó aún más de lo que ya lo estaba, su corazón parecía que iba a salirse de su pecho en cualquier momento, pero cuando volteo no había nada, solo repisas polvorientas.

Cuando confirmó que no había nadie, continúo acomodando las cajas, pero claro, no recuperó la calma, pues sus manos comenzaron a temblar y sus movimientos se volvieron torpes y acelerados.

No sabía que hacer, ni siquiera podía pensar, sentía el peligro rodeándolo, como si haber bajado ahí hubiera sido una sentencia a muerte, era como si miles de ojos lo observaran desde la oscuridad, analizandolo de pies a cabeza como un león a su presa.

Algo en él no solo le pedía, le imploraba que huyera de ahí lo más pronto posible.

Creía que todo estaba calmadose, lentamente su parte racional comenzó a volver y la calma volvió a aparecer, las palpitaciones de su corazón estaba regularizandose, cuando el rechinido de una puerta se hizo presente, segundos después un ruido hueco azotó su mente, haciéndolo sobresaltarse; cuando regresó la mirada junto a la linterna la puerta del sótano estaba cerrada.

La sangre le bajó al piso en ése momento, fue entonces que el pánico se apoderó de él; sintió el miedo crecer dentro de el, con un agudo dolor en el estómago, sentía y escuchaba su corazón en cada latido que daba.

Con los pies temblando avanzó apuntado a cada esquina del lugar, como intentando asegurarse de que no hubiese nadie más con el; temía moverse, si, pero temía más seguir ahí dentro.

En su desesperación dió un paso más, sin fijarse dónde pisaba, entonces una de las maderas del suelo se rompió, haciéndolo azotar contra el suelo.

¿Qué había sido eso?

Volteó la luz hacía la tabla que habia roto, al principio con la intensión de sacar su pie, que se había quedado atascado, pero al hacerlo una luz, la misma que llevaba en la mano se reflejó con fuerza contra sus pupilas, haciéndolas doler ligeramente.

Hubo algo en ése reflejo, algo en ésa luz que lo invitaba a ver qué era; fue como si estuviera hechizado, se acercó lentamente fascinado por la luz, al estar justo frente al lugar estiró las manos y removiendo la madera rota, logró ver una caja de madera, con incrustaciones de cuarzo realmente preciosas.

Ante aquella imagen se sintió hipnotizado, dejó de sentir sus extremidades y de ver a los alrededores, incluso de escuchar el exterior, fue como si su conciencia se concentrara únicamente en ése objeto.

¿Qué era eso y que estaba haciendo ahí tan oculto?

Pete se arrodilló frente a la caja, atrayendola hacia él con mucho cuidado, acarició lentamente los costados de esta, buscando como abrirla, cosa que rápidamente consiguió; la tapa se levantó ligeramente, tardó unos segundos en abrirla por completo, pues había algo que le decía que no lo hiciera, pero terminó por abrirla; cuando la tapa se levantó por completo vió primero que dentro había un almohadón azul oscuro y recostado en éste había un objeto de metal, brillante y bastante afilado.

¿Una daga?

Recostada en el almohadón había una daga de mango azul marino con diseños en espiral bastante extravagante, diseños que cubrían el mango entero, de punta bastante simple, pero se notaba desde lejos que podía cortarte un dedo con un roce.

A decir verdad, era realmente bonita, pero, ¿Para que necesitaría su tía una daga?

Hubo en ése objeto un aura tan pesada que repercutió en el pelinegro, quien perdió casi en su totalidad el sentido de la realidad, sintiéndose como en un sueño, con un impulso enorme que le obligaba a sujetar el arma; obedeciendo éste instinto Pete la tomó delicadamente en sus manos.

Mala idea.

En cuanto la tocó una agudo y ensordecedor ruido blanco llenó sus oídos al mismo tiempo que sus extremidades se entumecieron al punto de que moverlas dolía; rápidamente soltó la daga y cubrió sus oídos intentando callar ése horrible ruido.

Se comenzó a sentir realmente mareado, su cabeza daba vueltas, aquel sonido no callaba; su respiración se aceleró, llegando casi hasta hiperventilar.

Sentía todo su cuerpo temblar, y las imágenes frente a el distorsionarse, en un momento perdió completamente el equilibrio y azotó contra el suelo, entonces todo se volvió completamente negro.

Tardó unos minutos en recuperar la consciencia, o al menos así lo sintió; fue volviéndose consiente poco a poco, lo primero que notó fue un extraño olor en el ambiente, seguido de una fría brisa; estaba confundido desde ése momento, había un aura muy extraña a su alrededor, cuando abrió los ojos muchas de las sensaciones se aclararon, pero su confusión solo aumentó más.

A su alrededor había frondosos árboles de un verde demasiado oscuro, rodeados de una espesa niebla; estaba...

¿En el bosque?

¿Cómo había terminado ahí?

No lograba ver nada gracias a la densidad del lugar, ni siquiera la luz de la luna, la obscuridad de la noche no dejaba ver nada más que las  ramas de los árboles, cosa que de inmediato le dió mala espina.

¿En qué momento se había hecho de noche?
Se preguntó a si mismo, pues según él apenas hace unos minutos el sol seguía brillando.
Pete se levantó con debilidad, sintiendo cada uno de sus músculos, incluso los que no sabía que tenía, temblar.
No sabía que había pasado, porqué estaba ahí, o dónde se encontraba; se sentía completamente confundido.
El silencio era terrible, no escuchaba ni siquiera los sonidos de los animales, el único sonido presente era el de su propia respiración; era uno de esos silencios torturosos.

Intentó ver al rededor para descubrir dónde estaba, pues no lograba identificarlo y sabía que tenía que volver a casa; comenzó a voltear la cabeza a todos lados, sin sentirse capaz de avanzar pues temía perderse aún más; de repente el silencio y la oscuridad aumentaron y una sensación de peligro lo invadió, fue entonces que detuvo sus movimientos.

Entre las sombras, escuchó pasos detrás de los árboles, claramente las hojas y ramas secas crujieron, resonando dentro de el causando que un terrible miedo creciera, de nuevo, su respiración se detuvo por un instante.
No sabía que hacer, se quedó completamente congelado en su lugar, pero aquella presencia no se movía, podía sentirla claramente observandolo desde lejos, sin moverse.

— ¿Hola? —
Dijo Pete con la voz temblorosa, dirigiendo su mirada a aquellos árboles en un intento de averiguar qué o quién era éso que lo observaba, pero aquella sombra se movió de nuevo, tan rápido como un rayo de luz.

Cuando ésto sucedió toda la sangre se le fue al piso, había confirmado que de hecho había algo acompañándolo y algo en su interior sabía que no tenía buenas intenciones.
Un sudor frío comenzó a caer por su frente, sentía como si se estuviera conviertiendo en piedra, haciendo que le fuera increíblemente difícil moverse.

— ¿Quién está ahí? —
Aunque fuera inútil, era lo único que podía hacer; sus preguntas no tuvieron respuesta, no había ruido alguno, pero no le quedaba duda de que había alguien más, pues sentía la pesada mirada de alguien, o algo detrás de el, observando cada ligero movimiento, no se movía, solo estaba ahí.

Su respiración se volvió pesada, y su cuerpo comenzó a temblar inconscientemente;  volteó hacia el lugar donde la extraña sombra se encontraba, pero está se movió rápidamente, y no pudo ver qué o quien era el que estaba ahí.

Cuando terminó de dar la vuelta de inmediato volvió a sentir aquella presencia, ésta vez más fuerte, ésta vez más pesada, ésta vez más cerca.

No estaba frente a el, ya no.

Estaba detrás de él.

Justo detrás de su espalda.

— Pete... —
Susurró una voz masculina pero joven, ligeramente gruesa, rasposa y distorsionada, que te dejaba una sensación de venir de un robot descompuesto.

El nombrado sintió una fría respiración en su cuello, y una pesada presencia justo detrás de el; no hacia nada, solo estaba ahí, lo que le ponía aún más nervioso.

Quería correr pero no podía.

Su cuerpo se había quedado paralizado.

Sentía esa fría respiración penetrarle hasta los huesos.

— ayúdame... —
Ésas palabras se escucharon como una súplica, de una manera lastimera y con un terrible dolor; algo en el aura cambió por un segundo, pero de inmediato volvió al aura pesada de momentos antes.

Justo después de ésto un fuerte y desgarrador grito retumbó en aquel lugar, seguido de una malévola risa; ambos tan potentes que le hicieron temblar cada parte de su alma.

Pete cayó arrodillado al verse doblegado por la fuerza de aquel ruido, tapó con fuerza sus oídos, el grito era tan intenso y desgarrador que hacía doler sus oídos, sentía como si los timpanos se le fuesen a reventar; apretó con fuerza sus ojos, entonces se sintió mareado de nuevo, y el ruido se desvaneció lentamente.

Después de unos segundos, cuando todo el ruido se desvaneció, abrió de nuevo sus ojos, entonces se dió cuenta que estaba de vuelta en el sótano.

¿Qué mierda acababa de pasar?

Sentía todo dar vueltas, como si un camión le hubiese pasado por encima.

Regresó la mirada hacia la daga, con miedo la guardo de vuelta en la caja y la colocó dónde se encontraba antes.

Salió lo más pronto que pudo del sótano, se sentía abrumado y fuera de la realidad, su mente no pensaba en otra cosa más que en aquel extraño acontecimiento.

¿Debía contárselo a su madre?

Seguramente no le creería, de nada servía contarle.

Ese era otro de los lugares donde rara vez lo dejaron pasar.

Su corazón intuía que nada bueno estaba sucediendo, que había algo extraño en aquel lugar.

— ¿Terminaste? —
Preguntó su madre acercándose, rápidamente trató de disimular que nada le había ocurrido, para su fortuna, su madre no le prestaba la atención suficiente para notarlo.

— si... —
Su voz se escuchó muy baja y suave, tenía aún secuelas del susto que había pasado ahí abajo.

No quería volver a entrar a ese sótano.

— ¿Porqué no vas y escoges la habitación que más te guste? —

Esas palabras sonaban extrañas, siempre había vivido en lugares con habitaciones exactas, jamás le habían puesto a escoger.

Pete asintió y subió las escaleras, era mucho más gruesas y largas que las que había en su viejo departamento, y tenía una alfombra color vino, bastante sucia, pero linda.

Al subir comenzó a ver las habitaciones, no sabía exactamente como escoger, el fin de una habitación era tener un lugar donde dormir, pensar y trabajar, y todas las habitaciones del lugar cumplían esos requisitos, ¿Cuál debía escoger?

La respuesta a esa pregunta parecía no existir, hasta que Pete abrió la penúltima puerta del pasillo.

Encontró una habitación espaciosa, con un baño incluído, cosa que solo tenía la habitación principal que se encontraba en el primer piso, la cuál obviamente le pertenecería a su madre. También tenía un gran espejo a un costado de la cama, la cuál era grande, y junto a ella, del otro costado, había una gran ventana, gigante a decir verdad, abarcaba desde la orilla de la cama hasta centímetros antes que el techo, y de ancho ocupaba 3/4 de la pared, el vidrio era lo suficientemente grueso para cubrirlo del frío, pero era fácil de abrir por dentro.

Era el lugar perfecto, definitivamente se quedaría ahí, la ventana era perfecta para observar la luna.

Sentía que algo bueno estaba pasando después de esa racha de mala suerte.

Después de escoger su habitación, siguieron acomodando cosas, su mente se ocupó tanto que olvidó casi por completo el incidente del sótano.

La noche llegó, y el señor Ambrus había vuelto a Ashford, Pete se había puesto la pijama y se había preparado para ir a la cama, su madre ya se encontraba dormida.

Suspiró pesadamente; la luna se veía realmente hermosa desde ahí, sintió como todos sus problemas y pesares desaparecían, por un momento nada existía.

Y dije solo por un momento.

Pete escuchó ruidos extraños que venían de afuera de la habitación.

¿Qué era eso?

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