capitulo 27
¿Conoces ése sentimiento?
Ése sentimiento que hace que tu corazón lata con fuerza, que hace que tu pecho se sienta cálido, tan cálido como si estuvieras en tu hogar.
Ése sentimiento que hace que tus ojos brillen más que cualquier estrella en el cielo sin que tú lo notes, que te hace soltar nostálgicas lágrimas mientras sonríes de felicidad.
Ése sentimiento que hace que el aire huela más dulce, que hace que todo en tu vida tenga sentido, que hace que todo se sienta completamente mágico.
Con tan solo escuchar la palabra “sentimiento” sabemos que va a ser complicado definirlo, porque incluso hablar de emociones es más fácil que hablar de sentimientos.
Las cosas se ponen más complicadas cuando le agregas que tienes que explicar también el motivo de aquel sentimiento; algunas personas llegan a sentirlo por un momento, o un recuerdo, muchas otras por alguna acción o algún objeto, algunas incluso por la vida en si, pero definitivamente es mucho más complicado de explicar cuando lo sientes no por un lugar u objeto, si no por una persona.
La luz de la luna iluminaba el bosque, haciendo resplandecer su enorme y redonda figura en el cielo, haciendo brillar las hojas de los árboles y las flores de una manera realmente hermosa.
Una delicada risa fue lo único que logró escucharse dentro de aquel rotundo silencio que gobernaba el lugar, lentamente se fue revelando ante los ojos de nuestro espectador una imagen que ya le era familiar.
La persona frente a él ya no era alguien que pudiese ser llamado un “niño”, podía notarlo por su rostro, por la estructura de su cuerpo e incluso por su voz; ahora su figura era la de un adolescente.
Él chico de ojos azules caminaba de espaldas, guiando a aquella figura que solía acompañarle tan frecuentemente, sosteniendo delicadamente sus manos; parecía que estaba guiando sus pasos.
— ¿Es tan lindo el lugar que encontraste? —
Podía ver el entusiasmo en los ojos de James, su inmensa imaginación volaba intentando adivinar el lugar a donde lo estaban guiando y el porqué el chico que tenía enfrente decía que era tan especial.
— conozco el bosque a la perfección, ¡Ya dime a dónde vamos! —
El de piel blanca se rió de ésa manera tan característica de él; lenta, elegante y también un poco arrogante, bajó la cabeza mientras reía, y cuando dejó de hacerlo miró hacia su lado derecho.
— eres muy impaciente... —
Cuando le dirigió la palabra dejó de ver a su derecha y volteó a verlo a los ojos, parpadeando sutilmente al hacer la transición y sonriendo de lado, de manera un tanto coqueta.
— ¿Te lo han dicho? —
Cuando dijo ésto alzó una ceja, separando su mandíbula y dejando su boca ligeramente abierta sin dejar de sonreír; un puchero se formó en el rostro del chico de ojos verdes como repuesta.
— ¡Porqué llevamos mucho tiempo caminando! Ya dime a dónde me llevas —
Ésto último sonó más como una súplica con sabor a berrinche, Peter simplemente rió de nuevo, pasando su lengua por el lado derecho de su labio inferior mientras sonreía.
No tuvo que decir nada más en su defensa, pues justo después del reclamo del de cabello rizado logró ver una gran piedra detrás de ellos.
Pete sintió un hueco en el estómago al reconocer el lugar.
El pelinegro sonrió ampliamente al verla y soltando las manos de su contrario corrió hacia allá, rodeando la roca.
— ¡Llegamos! —
James también corrió detrás de él como instinto, viendo un estanque natural detrás de aquella gran roca.
El de piel tostada parecía estar confundido al ver el “gran lugar” que Peter quería enseñarle.
— ¿Me trajiste a ver un estanque? —
Había un tono irónico en su voz, casi decepcionado; pero cuando regresó su mirada hacia el pelinegro su rostro cambió totalmente, sus ojos de abrieron de par en par y su boca casi se abre por completo de la sorpresa.
Lo que vió al voltear fue a Peter quitándose la camiseta; los colores se le subieron al rostro casi a la velocidad de la luz y poniéndose tenso se dió con rapidez la media vuelta para no verlo.
— ¡¿Qué estás haciendo?! —
Tartamudeo con nerviosismo al hablar, causando que el pelinegro estallara en una sonora carcajada.
— no me gusta estar sucio, vamos a bañarnos aquí —
La manera en la que habló fue tan ligera, como si no estuviera diciendo algo que los pondría en una situación tan comprometedora.
— ¿Porqué? Hoy no se festeja nada —
Peter estaba mordiendo con mucha fuerza su labio para no reírse de la tierna imagen que el contrario le daba; con la intención de ponerlo más nervioso, se acercó a él llevando solamente su ropa interior.
— no tiene nada de malo, podemos venir todos los domingos y bañarnos aquí —
El tono de su voz cambió a una más aterciopelada, parándose frente a él con una sonrisa traviesa; cuando estuvo lo suficientemente cerca puso sus manos sobre sus hombros acercándose más a él, casi eliminando por completo el espacio entre ambos.
— pero entonces le quitaríamos lo especial al baño —
James con el rostro completamente rojo cubrió los lados de sus ojos volteando la mirada para no ver al chico frente a él.
— yo creo que haríamos los domingos más especiales —
A Peter le parecía terriblemente tierna aquella escena, con delicadeza tomó las manos de James y las bajó para que dejara de evitar mirarlo a los ojos.
— por favor... —
La mirada que le dió mientras le suplicaba hizo que el corazón de James se detuviera por un momento; un extraño sentimiento llenó su pecho, fue como si el mundo se detuviera por un instante, como si su mirada se llevara absolutamente todo y lo transportara a una realidad dónde solo existían ellos dos.
Fue en ése momento que sin que lo notara, sus sentimientos hacia Peter cambiaron.
A medida que crecemos nuestros sentimientos van madurando, volviéndose más complejos y profundos; sin embargo no siempre son positivos éstos sentimientos y Pete se dió cuenta de ésto con la siguiente escena.
Nuevamente el salón donde el difunto rey habló con su hijo, el actual rey, apareció frente a sus ojos, estaba exactamente igual que la última vez, seguía oscuro, húmedo y con un aura aterradora, pero no del tipo aterrador que tiene que ver con fantasmas y mounstros si no del tipo que tiene que ver con armas, guerra y sangre.
En el centro del salón había una mesa con diez sillas alrededor, todas ocupadas por distintos hombres de aspecto robusto y despiadado, excepto tres de ellas, la silla principal que pertenecía al rey y dos sillas al fondo donde estaban sentados los dos príncipes.
Demian tenía el rostro tranquilo, casi relajado, con un ligero toque de confusión, pues no comprendía muy bien las estrategias que su padre explicaba; Peter por otro lado parecía inquieto, jugaba constantemente con su labio inferior izquierdo, como reprimiendo todas las palabras y la ira que estaba sintiendo en ése momento.
Las palabras “territorio enemigo” “caballeros” “emboscada” y “expansión” abundaban dentro de aquella conversación; cada uno de los hombres sentados ahí escuchaban atentamente las palabras de su monarca, algunos asentían con la cabeza de vez en cuando o abrían los ojos de sorpresa y con una sonrisa alagaban su plan.
Entre más hablaba, la sangre de Peter hervía aún más, no podía creer la ambición y sed de sangre que tenía frente a él, y no solo éso, si no también la imprudencia que había en cada palabra que salía de la boca de su padre.
No podía evitar enfurecerse aún más al ver la aprobación que recibía de todos ahí.
«montón de peleles»
Pensó para si mismo, luchando contra las ganas de caer en la violencia.
— solo tendríamos que sacrificar un par de vidas y podríamos conquistar éstos territorios —
Explicó el rey con un rostro casi macabro ; fueron ésas palabras las que hicieron que la ira que Peter intentaba ocultar saliera a la luz.
Sintió su estómago arder, las facciones de su rostro se endurecieron, sus cejas se fruncieron y su cuerpo se tensó, lucía atemorizante e imponente, pero de todo aquello que mencioné, lo que daba más miedo era su mirada, pues en ése preciso momento parecía que un demonio se hubiera metido en su ser y hubiera dejado a la vista toda su maldad a través de sus ojos.
— ¿Acaso todos están locos? —
Escupió el pelinegro de manera atropellada, el silencio reinó el salón y todos le dijieron la mirada; algunos lo veían con curiosidad, esperando a que hablara, otros lo veían con desaprobación e incluso con asco en su mirada, pensando cosas como “¿Cómo se atreve a interrumpir?” “es un niño llorón, seguramente nada bueno saldrá de su boca” “solo busca llamar la atención”, su hermano lo veía con preocupación, rogando internamente que se sentara y no cometiera ninguna imprudencia; sin embargo la mirada de su padre era distinta a las de todos ahí, parecía estar casi ansioso por escucharlo hablar, parecía estar disfrutando la ira de su hijo.
— ¿No se dan cuenta de la gran estupidez que están diciendo? —
Después de decir éstas palabras se levantó de su asiento de manera amenazante, sin dejar de lado la elegancia que le caracterizaba.
Demian se sobresaltó al ver ésto, quiso detenerlo en ése momento, solo tenía que estirar su mano para tomar el brazo de su hermano y parar todo, pero no tuvo la fuerza para hacerlo.
— ¡Están hablando de una guerra! —
Bociferó apoyando ambas manos sobre la mesa; sus acciones sorprendieron a muchos dentro del salón, no habían tenido contacto con él desde hace unos años, cuando se negó a ir a los entrenamientos y se aisló sumido en su extraña fascinación por las acciones manuales que él consideraba “alimentaban su intelecto”
— una muy inecesaria si me piden mi opinión —
jamás esperaron ver algo así por parte del menor de la familia real, parecía que algo en él había cambiado.
— ¿A qué se debe tu descontento? —
La manera en la que el rey habló parecía tener la intención de provocarlo aún más, habló como si le restara importancia al pensamiento tan sensato del chico.
Sus ojos temblaron ligeramente ante aquella pregunta, con incredulidad; sin embargo respiró por un momento, intentando centrar sus pensamientos para hablar de la manera más acertada.
— no tenemos oportunidad alguna de ganar; puede que el reino vecino también sea pequeño pero aún así nos supera en fuerzas —
Intentó calmar sus impulsos que lo empujaban a encarar de manera nada apropiada a todos en la sala.
— creo que usted le tiene poca fé a nuestros caballeros —
Habló desde el fondo uno de los hombres, con la intención obvia en su voz de callar al menor y hacer que volviera a sentarse.
— no solo se trata de la batalla; si llevan acabo ésto revelarán nuestra existencia que estuvimos ocultando por seguridad, ¡No perderá solamente a sus mejores caballeros, perderá también el reino entero! —
Era tan poca la importancia que le daban a las muchas vidas que sacrificarían que parecía inútil intentar discutir con ellos, sin embargo en ése momento Peter estaba tan molesto que no razonaba bien.
— ¿Qué puedes saber tú sobre batallas? —
Fue ésta vez el hombre que se encargaba de dirigir a los caballeros quien habló, con un tono demasiado despectivo que logró herir los sentimientos del pelinegro, haciendo que tuviera que respirar con fuerza para retener sus lágrimas, después de todo según sus propios pensamientos sería darles el gusto de verlo volverse débil.
— ¡Sacrificarán cientos de vidas solamente por ambición! ¿Acaso no se dan cuenta? —
Para ése punto parecía rendido, cayendo sin querer en la exaltación.
Desde el fondo el rey parecía disfrutar como sus allegados humillaban al menor, como si el ver la ira y tristeza en sus ojos le causara algún tipo de satisfacción.
— Peter —
Fué ésta vez el rey quien lo llamó, captando la atención de todos en el lugar.
— si todos te contradicen, es porque eres tú quien está equivocado —
El aludido pasó su lengua por su labio inferior izquierdo de manera inconsciente, como muestra de molestia.
Los guardias que cuidaban la puerta entraron al lugar, pues el rey los llamó mientras todos discutían.
— salgan, dejen a los adultos discutir éste asunto —
Peter ladeó la cabeza al ver que habló en plural, no entendió el porque hasta que vió que los guardias no solo lo tomaron a él, si no también a su hermano, sacandolos a ambos del salón.
Fue en ése momento, que sin darse cuenta una grieta de odio se formó dentro del corazón del joven príncipe, que tal y como las grietas en el cristal, en ése momento era pequeña, pero lentamente se volvería más grande.
Nuestro espectador no comprendió el porqué era importante ése momento, hasta que vió lo que sucedió un mes después.
Era de noche, el viento soplaba con fuerza, las nubes estaban espesas, tanto que era imposible ver las estrellas a través de ellas y de un color tan oscuro como el cielo nocturno; parecía como si fuera a llover, el viento olía húmedo y estaba frío.
Frente a él había una pared de piedra y frente a ésta un cuadro de tierra de unos diez metros cuadrados rodeado por una cerca de metal bastante simple y un tanto oxidada, dentro había líneas de lápidas, y algunas cruces de madera encajadas en el suelo, cubiertas de maleza, excepto por cinco de ellas, cuatro lápidas y una cruz, las cuales estaban impecables.
Miró con atención la pared, había una carreta con tierra sobre ella, y la figura de una persona hecha bolita atrás de ésta, casi como queriendo esconderse; tenia su rostro escondido en sus rodillas y abrazaba sus piernas con fuerza, casi lastimandose.
No entendía que sucedía, pero comenzó a sentir una presión muy fuerte en su pecho y un nudo asfixiante en la garganta, pero nuevamente, no eran sentimientos suyos.
Pete sentía una tormenta dentro de su mente, un dolor más fuerte del que jamás había sentido en su vida.
Con lentitud se acercó lentamente a la persona, casi por instinto; cuando estuvo lo suficientemente cerca se agachó para quedar a la altura de ésta, quiso tocarla pero tuvo miedo de lo que pasaría.
Extendió con temor su mano hacia la persona frente a él, pero cuando estuvo apunto de tocarlo levantó la cabeza; la presión en su pecho se hizo más fuerte, ésta vez llenando su interior de sentimientos que si le pertenecían.
Frente a él los ojos verdes que tanto le gustaban se mostraron, pero se veían diferentes, se sentían diferentes; estaban apagados y completamente rotos, rojos y cansados de tanto llorar, pero, ¿Porqué?.
Sintió por un momento que aquellos ojos lo miraban a él pero no era así.
James, el dueño de ésos ojos se levantó, viendo fijamente hacia el frente; Pete también lo hizo.
Algunas sombras comenzaron a aparecer, como si fueran recuerdos del chico que ahora estaba a su lado; en la primera que apareció estaba él de unos cinco años, su padre, un hombre de piel ligeramente bronceada y con el cabello rizado igual que él, pero de aspectos más toscos tocaba alegremente el pandero, a lado de él estaba su madre quien tocaba el cwtrl con un ritmo alegre, frente a ellos estaba él cantando, con una bella e infantil voz; se veía hermoso y alegre aquel momento.
Esas sombras se desvanecieron en el aire, en forma de polvo, formando nuevas sombras; ésta vez estaba un James de siete años frente a una cabra, su sonrisa era la más hermosa que haya visto nunca, a pesar de tener los dientes fuera de lugar; a su lado estaba su padre sonriéndole también.
Nuevamente se desvanecieron las sombras, de una manera similar a la escena de antes y todas las demás; mientras miraba todo ésto la escena de hace un momento estaba en pausa.
Vió nuevamente al de cabello rizado sonriente, ésta vez de alrededor de diez años, quien sostenía varias cosas mientras se las mostraba a su familia; eran ropas y bolsas hechas con sus propias manos; con alegría le dió una pequeña bolsa a su padre, del tamaño de sus manos, con una cabra bordada en el frente.
Su corazón dolió aún más al ver lo que pasó después; había un terreno lodoso, caballos y caballeros tirados sin vida; se acercó lentamente, viendo aquella bolsa en las manos de aquel hombre, la tela color paja estaba cubierta de sangre y era sostenida con fuerza por el hombre que ahora estaba sin vida.
Las cosas no se detuvieron ahí, logró ver ligeramente la cabaña donde James y su familia vivían, él estaba tocando el pandero frente a sus hermanos pequeños, eran alrededor de cinco, unos guardias entraron de manera pacífica; Pete no logró escuchar nada, pero vió el afligido rostro de los soldados decir algo, y después vió la sonrisa de James desvanecerse por completo.
La imagen de su madre y sus hermanos de pie frente a la cruz de madera lo rompió aún más; todos lloraban con fuerza, excepto James y sus dos hermanos más pequeños, un par de mellizos, ellos estaban confundidos, el mayor se agachó a su altura y les sonrió, pareciendo estar diciendo “todo está bien ”
Con ésa última sombra, se desvaneció por completo aquel polvo. Detrás de él el movimiento se restauró; se dió la media vuelta, viendo a James caminar lentamente hacia el frente, alejándose de él, logró ver la figura del príncipe que usaba la capa blanca de antes, pero ésta vez con las costuras mejoradas, pues James se había tomado el tiempo de arreglarla, para que pudiera esconderse mejor cuando saliera del castillo, también hizo una para él, pero en color negro.
Dentro del corazón del chico de cabello rizado un extraño sentimiento se formó al ver al chico frente a él, aún sentía su corazón masacrado y triste, pero al ver a Peter frente a él se combinó con un dulce y nostálgico sentimiento.
— viniste... —
El de cabello rizado se acercó a Peter con los pies descalzos (como siempre) con pasos lentos; la mirada que su contrario le dió fue de una lastima enorme, y de arrepentimiento.
— James... —
Su voz estaba completamente rota; el aludido sonrió ligeramente, de manera casi forzada, con los ojos rotos pero su sonrisa feliz.
— está bien si no viniste en la tarde, comprendo que no podías salir a la luz del día —
Hablaba aligeradamente, como siempre, intentando ocultar el terrible dolor que sentía, después de todo él era el mayor de sus hermanos, debía animar a los demás, debía sonreír aunque estuviera sangrando por dentro.
— tú... ¿Estás bien? —
Susurró con debilidad el pelinegro, James sonrió ligeramente.
— si —
Logró verlo en sus ojos, estaba mintiendo y lo sabía; James siempre se sintió intimidado por ésto, podía fingir todo lo que quisiera frente a los demás, pero a él no podía mentirle.
Peter envolvió a James en un cálido abrazo; pudo sentir como el corazón del de cabello rizado se rompió por completo, y todo su teatro se vino abajo, en cuanto sintió la calidez del cuerpo contrario todo dentro de él se quebró.
Comenzó a llorar con fuerza, apretando los finos ropajes del príncipe; escondió su rostro en su cuello, soltando sollozos apenas audibles.
— lo siento... —
Susurró Peter con una lágrima rodando por su mejilla.
— intenté detenerlos, pero nadie quiso escucharme... —
El pelinegro también estaba sufriendo, culpandose por no haber podido evitar ésa tragedia.
— está bien... Ahora es una estrella... ¿Podré ir con él algún día cierto? —
Peter suspiró con pesadez, sintiendo un nudo en su garganta.
— si... —
Susurró con debilidad.
Ése día ambos cambiaron; una mancha gris apareció dentro del colorido paisaje que James había pintado en su vida, mancha que solamente crecería con el paso del tiempo y una grieta de odio se formó dentro del corazón puro de Peter, grieta que lentamente se haría más grande.
Una habitación desconocida apareció frente a los ojos de Pete, con un diseño parecido al de la habitación de Peter, aunque a diferencia de ésta las decoraciones no eran tan excéntricas, dándole un aspecto más sobrio a la habitación.
Demian estaba sentado con las piernas abiertas en la orilla de su cama, recargando ambos codos en su respectiva pierna.
En su mano derecha sostenía una pelota de cuero bastante rústica, artefacto que llamó la atención a Pete pues era un objeto de lujo en aquella época; con frustración arrojaba la pelota hacia la pared y la tomaba de nuevo.
Se sentía algo estresado, por más que lo intentara no podía dejar de compararse con su hermano; para él realizar cualquier actividad era sencillo, podía dar su opinión sin miedo a las consecuencias, podía ser atacado sin piedad alguna por todos y seguir actuando como si nada sucediera.
Era todo lo contrario a él, ¿Porqué le eran tan fáciles las cosas?
A comparación de Peter, él se había matado todos los días para conseguir las habilidades que tenía en ése momento y aún a si no conseguía que lo tomaran enserio, en cambio a su hermano lo consideraban una amenaza y él ni siquiera lo notaba.
Recordaba una y otra vez las palabras que le dijo al salir del salón donde planeaban el ataque, que tal cual él pronóstico, fue una batalla perdida.
“no soy tú enemigo”
Él sabía que no era su enemigo, no tenía nada en contra de su hermano, pero no podía evitar sentirse insignificante a su lado.
“tu eres bueno en las armas, yo soy bueno pensando; formamos un buen equipo, ¿No crees?”
Una sonrisa inconsciente se formó en su rostro al recordar ésta frase, sin embargo se borró de inmediato; si, formaban un buen equipo, pero las circunstancias los obligaban a ser rivales.
“¿Quieres ir al patio de armas conmigo? Hace un buen tiempo que no estamos juntos”
Incluso la sonrisa que le dió cuando dijo eso lo hacía sentirse peor, ¿Cómo podía actuar como si nada malo sucediera? ¿Cómo podía mantenerse tan amable?.
Incluso si quisiera no podía odiarlo, se odiaba a si mismo por no poder superarlo; Peter no tenía la culpa de su incompetencia.
Se escuchó que llamaron a la puerta y la escena se transportó a afuera de la habitación; una mujer que sostenía la cena del príncipe Demian sacó un pequeño recipiente con un líquido oscuro dentro y lo vacío dentro del vino que Demian bebería.
— adelante —
Al escuchar éstas palabras ella entró y dejó la cena ahí y con una sonrisa se retiró.
Todo parecía estar bien hasta que Demian bebió el vino; en cuanto lo bebió sintió una terrible irá crecer en su interior, casi poseyendolo.
Una vez más todo se fue, volviendo al bosque, el cual parecía ser un escenario habitual.
Entre más avanzaban las visiones, más se alejaban de las versiones contadas en los libros, comenzaba a confundirse pues cada vez el final que todos los libros narraban parecía más incoherente con los sucesos.
— fue así que la rosa sacrificó su vida por el chico que amaba —
Peter estaba sentado en un tronco caído con lo más parecido que había en ése entonces a un libro actual en sus manos, finalizando con ésas palabras el cuánto que estaba leyendo.
James estaba recostado en sus piernas, escuchando atentamente el cuento que el pelinegro le contaba.
Estando ahí tan cerca del pelinegro, su corazón latía como loco, se sentía avergonzado de alguna manera, tenía las mejillas sonrojadas y sonreía cada vez que volteaba su mirada hacia Peter, por eso prefería no verlo a los ojos.
No comprendía el porqué se sentía así, la única explicación que podía darle era que el chico de la realeza se había vuelto un amigo muy cercano; aunque todos sabemos que no era así.
— ¿Porqué todas las historias de amor terminan en tragedia? —
La misma pregunta que le hizo años atrás salió de su boca, sin embargo en ése momento se sintió diferente, casi como una afirmación y no como una pregunta.
Dentro de su corazón tenía miedo, miedo de que aquellos sentimientos que tanto le confundían terminaran de la misma manera que cada uno de los cuentos que él solía leerle.
Peter agachó la mirada hacia James, quien tenía los ojos cerrados; el pelinegro acariciaba tiernamente sus rizados cabellos, casi por instinto.
El corazón de Peter se sintió cálido en ése momento, al ver la imagen de quién era en ese momento su mejor amigo; su cabello estaba regado por sus piernas, y sus delgadas mejillas estaban relajadas, desde ahí podía contar todas las pecas que James tenía en el rostro; sus pestañas decoraban a la perfección sus ojos, se veía realmente tierno.
— porque el verdadero amor es demasiado puro como para que un mundo tan cruel como éste pueda mantenerlo —
Las palabras salieron directo de su corazón, las dijo casi sin pensar, como si expresarán nada más y nada menos que la realidad que ambos estaban destinados a vivir.
Aquel día bajo la luz de la luna y de las estrellas fue cuando los sentimientos de Peter cambiaron, incluso si él no lo comprendía.
¿Recuerdan que en algún momento mencioné un punto de decadencia en la vida de cada persona, un inicio del fin?
Pues el de ambos chicos comenzaba ahí, junto con la expansión masiva de una misteriosa enfermedad mortal en el pueblo.
Nadie sabía de dónde vino, como se propagaba y mucho menos como curarla; todo en ella era completamente desconocido, excepto los síntomas.
Las personas contagiadas comenzaban a presentar altas temperaturas junto con espasmos y escalofríos, a los pocos días comenzaban toser sangre; era cuestión de tiempo para que la persona contagiada muriera.
Durante ésa época murieron muchas personas, pero fallecieron dos en particular.
El taller del sastre apareció nuevamente frente a él, pero más al fondo que antes, después del taller; pero ésta vez lucía diferente, los colores de las prendas no parecían tan brillantes como antes, el cielo que alcanzaba a verse a través de las ventanas estaba gris y con un aire a dolor y nostalgia, las cosas estaban más acomodadas de lo normal.
Aparecieron seis figuras frente a él, de las cuales solo dos reconoció; un chico de trece años estaba hincado en el suelo, a lado de una cama donde el sastre solía dormir, parecía estar completamente destrozado, sus mirada estaba completamente rota, incluso su rostro demostraba estar cansado y preocupado.
Recostado sobre la cama estaba estaba el sastre, con los ojos cerrados y la mano extendida siendo sujetada por el muchacho, quien lo miraba con desesperación.
— quiero que él se quede con el taller...—
La voz del hombre estaba débil, demasiado a decir verdad; las personas que venían a verificar el testamento del hombre anotaban sin expresión alguna las palabras del sastre.
— no diga éso...no... —
James negaba constantemente con la cabeza y tenía los ojos llenos de lágrimas; la manera en la que hablaba era totalmente desgarradora para todos los presentes, incluso si no se conocían.
— niño escúchame... —
Con ésas palabras por delante y en la situación en la que se encontraban, sabía que nada bueno estaba por salir de su boca, así que simplemente se limitó a seguir negando con la cabeza, en un acto desesperado de detener lo inevitable.
— te conozco desde hace ya ocho años; desde que llegaste a mi vida me hiciste sentir más vivo que nunca... —
El agarre del más joven se hizo más fuerte al escuchar ésas palabras, al igual que su llanto, el cual intentó inútilmente ahogar agachando su cabeza.
— usted va a estar bien... —
Ésta frase apenas fue audible, pues el chico tenía la voz tan rota que apenas podía utilizarla.
Todos en el lugar sabían que era una completa mentira.
— eres muy talentoso, estoy seguro de que seguirás haciendo un buen trabajo... Incluso sin mi —
Fue con ésas palabras que la poca fuerza que le quedaba en ése momento a James se fue por completo; sus sollozos se volvieron casi gritos de dolor, su cuerpo se hizo bolita en el suelo, pues no tenía la fuerza ni para levantarse.
Después de que el sastre dijera ésto comenzó a hacer ruidos extraños, intentando desesperadamente jalar el aire que no le llegaba por la nariz, por la boca; fue menos de un minuto lo que pasó cuando finalmente el hombre dejó de respirar.
Las personas se acercaron a verificar que estuviera muerto; cuando ésto sucedió James perdió la poca resistencia que tenía en ése momento.
— Señor no me haga ésto, ¡Porfavor no! —
Quiso arrojarse sobre la mujer que estaba cerrandole los ojos pero otra que estaba detrás de él lo sujetó con fuerza jalandolo hacia atrás por la cintura.
— ¡No,no,no...! —
En ése momento se lanzó a llorar desesperadamente, sentía su corazón doler como nunca; si bien no había llorado así con la muerte de su padre, pero una cosa era que te dijeran que había muerto alguien que querías y otra cosa era verlo morir frente a tí, nadie podía culparlo por su reacción.
Toda ésa escena se desvaneció rápidamente, para la fortuna de Pete, pues comenzaba a sentirse completamente atónito por aquella terriblemente triste situación.
Sin embargo lo que sucedió después no mejoró mucho, si no todo lo contrario.
Apareció frente a sus ojos la cabaña donde James y su familia vivían, sin embargo desde que todo comenzó había una extraña sensación que no lo dejaba en paz.
Sentía en su corazón un trago amargo, sentía como si alguien estuviera apretándolo con todas sus fuerzas; en su garganta se sentía un nudo asfixiante que no lo dejaba respirar.
Tenía un terrible presentimiento.
Poco después aparecieron las figuras de varios niños de diferentes edades, todos de cabello castaño, aunque algunos más oscuros que otros; todos vestían ropas humilde y algunos de ellos, sobre todo los más pequeños, estaban llenos de tierra.
Había algo dentro de Pete que no se sentía bien, algo en lo que aquella “multitud” rodeaba tan melancólicamente.
Con lentitud comenzó a caminar en dirección a lo que todos veían, atravesando a las personas como si no estuvieran ahí con el miedo creciendo en su interior a cada paso.
Cuando llegó a dónde quería llegar vió a la madre de James de cunclillas en el suelo con un niño de aproximadamente seis años con unas ojeras terriblemente marcadas y la boca seca; fue obvio para Pete que era su hijo, hermano de James, pues se parecían bastante entre sí.
Ella tenía la cara llena de preocupación e incluso se podría decir agonía y las lágrimas llenaban a su máxima capacidad sus ojos derramándose casi a chorros por su rostro.
A su lado de cunclillas estaba James con una de sus manos sobre la pierna de su madre; al igual que ella su rostro era el de una persona profundamente afligida y destrozada.
— ésta bien cariño... Todo ésta bien —
Le dijo la madre al niño que tenía brazos, quien tenía por sus labios ligeros rastros de sangre, y respiraba con mucha dificultad.
Pete pudo sentir todo en el ser sacudido al darse cuenta que el niño que la mujer tenía en brazos era su hijo, hermano de James y de todos los 14 niños restantes; podía sentir como el corazón de la mujer dolía más que el de cualquiera presente, después de todo su propio hijo estaba muriendo en sus brazos.
Su familia siempre fue considerada de buena suerte, pues ninguno de sus hijos, ni siquiera el primero (James) ninguno había muerto, así que era la primera vez que uno de sus hijos fallecía y lo más desgarrador de todos, él era el más joven.
— mamá... Tengo sueño... ¿Puedes cantarme un poco? —
Ésa pregunta se la habían hecho cada uno de los niños en muchas ocasiones; sin embargo ésa pregunta en ése preciso momento le hizo estallar un terrible llanto.
Su corazón se desgarró en más de dos partes cuando escuchó la débil voz de su pequeño hijo, que aunque estuviera muriendo aún tenía la inocencia de decir que “tenía sueño”.
— si... —
La mujer intentó aclararse la voz y cantar; sin embargo no logró entonar ni una sola nota, aunque lo intentó más de tres veces; James al ver ésto lo dedujo rápidamente, ella no podría hacerlo, así que fue él quien comenzó a cantar.
— Oh my dear night,
why are you so cold? —
La voz del chico sonaba casi como un susurro, tenía una notable aura de dolor en cada nota que salía de su boca.
— At nightfall my sorrows will go to you
Oh my dear night
There is nothing that I can do —
Con cada verso que cantaba sus ojos se llenaban cada vez más de lágrimas, pero a pesar de éso en ningún momento dejó de ser hermosa y melódica su voz.
— Will you leave at dawn?
Hey night, please stay more
My whole life is falling down
Oh my dear night —
Fue con ésta parte de la canción que el niño comenzó a cerrar los ojos lentamente, sin embargo todos ahí sabían que no era de sueño, ésto hizo que la voz de James temblara un poco y las lágrimas de todos salieran con más fuerza.
— And in the moonlight the fireflies will shine
But they won't be brighter than the sparkle in your eyes —
La boca del chico temblaba ligeramente y sus expresiones eran más que desgarradoras para todos los presentes y para nuestro espectador, pues sacaban a la luz todo el dolor que estaba sintiendo.
— Let me lose myself in the warmth of your soul
I will take your sorrows, so you will smile —
Cuando llegó al penúltimo verso acercó en un impulso su mano a la pequeña mano del niño, éste al sentirlo la tomó con fuerza.
— And when the moon shines and the flowers bloom
You and me my dear night, we will meet one more time... —
Justo cuando terminó de cantar sintió cómo lentamente el agarre de su hermano se fue soltando, al sentirlo lo único que pudo hacer fue acercarse a las piernas de su madre, esconder su rostro ahí y comenzar a llorar sin control alguno.
Su madre al ver que finalmente cerró los ojos, abrazó el cuerpo del niño con fuerza que aún se sentía cálido y también comenzó a llorar de una manera en la que ninguno de los presentes la había escuchado; ella sentía en ése momento como si toda su felicidad se le escurriera por las manos.
Ésa escena se desvaneció rápido, pero no po éso fue menos dolorosa; lo siguiente que vió fue a James hecho bolita en una ventana del taller, dos semanas después de lo que ocurrió.
Fueron esos hechos los que le dieron un giro de 180° a su vida, y lo hicieron cuestionarse sobre la vida y la muerte.
En su mente no lograba interpretar la muerte más que como un alivio para el alma y un premio para la misma, sin embargo era al mismo tiempo la más grande de las torturas para las personas cercanas al difunto.
En ésas dos semanas miraba constantemente las estrellas, y cada que lo hacía sentía en lo más profundo de su ser que todos los que perdió estaban ahí, esperando por él, para verse otra vez y poder abrazarse una vez más.
No podía evitar que doliera, aunque intentara consolarse con éso; pasaba la mayor parte de los días en el taller, sin hacer nada más que sentarse en una esquina y pensar en todo lo que sucedía, en ser humanos y en en todo lo que significa vivir.
Su madre era la más afectada, pasaba los días entero trabajando, pues para ella era una forma de olvidar todo; le dolía verla tan afectada y le dolía más saber que no podía hacer nada porque él estaba igual.
En medio de ése gris sentimiento, una figura cubierta con una capa blanca; al principio no dijo nada, simplemente se paró a lado de él sin decir nada.
James sonrió de lado débilmente y subiendo la cabeza logró verlo; Peter no dijo nada aún, solamente lo observó con preocupación.
— estoy...cansado —
Susurró James con el dolor en su voz; no le dolía como al principio, la terrible tristeza se había desvanecido lentamente, sin embargo ahora no lograba sentir nada más que nostalgia, intentaba hacer lo que le gustaba pero no podía sentir pasión, no lograba dormir por la noche, estaba cansado.
De nuevo todo desapareció y con rapidez aparecieron ambos en aquel lugar desde donde podías ver el reino entero; Peter lo llevaba débilmente de la mano y lo dejó en la orilla de aquel lugar y le dirigió la mirada.
No hubo necesidad de palabras, fue como si con esa ligera sonrisa de su rostro Peter le hubiera indicado a James exactamente qué hacer; cuando notó que lo entendió lo soltó lentamente y se alejó unos metros para darle espacio.
James abrió las manos hacia el viento, tal y como le había enseñado aquella vez y cerró los ojos; por su mente pasaron primero todos los recuerdos con su padre y una lágrima comenzó a rodar por su mejilla, después siguieron los recuerdos con el sastre, cada vez que lo hacía enojar a propósito y lo golpeaba sin fuerza con un bastón que usaba de vez en cuando o cuando hacia locuras frente a él y solo le decía cosas como “¿Qué comiste que te dañó el cerebro?”.
Una sonrisa triste se dibujó en su rostro, y las lágrimas comenzaron a salir más seguido; pensó justo después en su hermano pequeño, recordó cuando lo cargaba de bebé o cuando le daba de comer y bailaba frente a él cuando lloraba, cuando lo cargaba y lo giraba por el aire diciéndole que ahora era un pájaro; fue entonces cuando se quebró.
Su llanto se hizo sonoro e imparable, tanto que no pudo sostenerse y se puso en cunclillas sin dejar de llorar.
— gracias por todo.... Y adiós ... —
Con ésas palabras se despidió finalmente de los tres, sintiendo que por fin los había dejado ir en paz.
Peter se acercó y le puso la mano en el hombro, James al sentirla se levantó y se puso frente a él sin decir nada; Peter extendió su mano y con delicadeza le limpió las lágrimas que aún quedaban por su rostro; cuando terminó lo envolvió en un suave abrazo, rodeando su cuello con sus brazos.
— buen trabajo... Lo hiciste bien —
James lo abrazó con fuerza después de escuchar lo que le dijo, comenzando a llorar en su hombro, escondiendo su rostro en el cuello del contrario y apretando con fuerza sus ropajes.
Ése día su corazón se dió cuenta que lo amaba, aunque su mente lo no estuviera de acuerdo y lo negara rotundamente.
Lo amaba, ambos corazones se amaban, latían al mismo ritmo, eran una misma sinfonía.
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