capitulo 23
— veo que estás aquí —
Una voz que le era desconocida pero a la vez familiar se escuchó detrás de él.
Cuando giró su cuerpo logró ver al chico pelirrojo recargado en un árbol, fumando algo que probablemente no era tabaco.
— ¿Adeus? —
— que alagador, recuerdas mi nombre —
Habló en un tono de sarcasmo bastante grosero.
— ¿Sabes dónde está James? —
El pelirrojo gruñó con furia al escuchar ése nombre.
Se lamentaba internamente; nadie preguntaba por él, nadie se preocupaba por él; siempre había alguien más, jamás fue la prioridad de nadie.
— creí que eras más listo; pero eres igual a todos esos idiotas —
Pete no dijo nada, simplemente se acercó con lentitud hacia el chico; procurando no invadir su privacidad.
— se que él no te agrada; pero realmente necesito que me digas si sabes dónde está —
Suplicó Pete, hablando lentamente, como si estuviera explicándole un tema complicado a un niño de preescolar.
Adeus aspiró con fuerza aquel cigarro que tenía en la boca y después soltó el humo en un gran suspiro.
— no lo sé niño. La última vez que lo ví tu noviecito estaba moribundo y aún así me golpeó —
Volteó la cabeza para que el más joven lo viera de frente, dándose cuenta de que en efecto tenía un golpe cerca del ojo y su labio estaba partido.
— ¿Para qué necesitarías saber dónde está? —
Pete no le contestó, simplemente lo vió directo a los ojos con una mirada suplicante.
Adeus soltó una risa de ironía, rodando los ojos.
— conozco ésa mirada —
Pete no dijo nada de nueva cuenta, solo avanzó un par de pasos más hacia la dirección del pelirrojo.
— Seguramente en éste momento estás pensando que con el poder del amor o de la amistad podrás salvar a ése idiota —
El pelinegro intentaba encontrar una razón por la cuál Adeus odiara tanto a James; sabía que nadie actuaba por qué si, y sabía también que detrás de todo ése odio había dolor oculto; pero no sabía el porqué.
— Déjame darte un spoiler; es imposible, él ha intentado sacar a todos de aquí durante un milenio y no lo logró, ¿Qué te hace pensar que tú si podrás? —
Adeus lo analizó de pies a cabeza, solo para mirarlo con desprecio.
— no pudiste hacer algo tan simple como... Vivir —
— ¡Oye! No estoy muerto —
Pete se acercó aún más, quedando a un metro de él.
— si no lo estuvieras no estarías aquí —
Adeus volvió a analizarlo.
Sintió desagrado al instante, el pelinegro se veía tan patético; se veía demasiado delicado, demasiado femenino.
Seguramente era igual que los tipos pacifistas que tanto detestaba.
— es difícil de explicar —
Pete se acercó quedando a medio metro de distancia del chico.
— oye... Yo sólo —
El ojiazul puso su mano sobre el hombro de Adeus, sin embargo cuando lo tocó su iris desapareció y sus ojos se tornaron completamente negros.
Cuando puso su mano en el hombro del más alto, todo a su alrededor se sumió en una completa oscuridad; parecía estar literalmente en medio de la nada, todo era un infinito color negro.
Tal y como en sus sueños.
El llanto de un bebé le llamó la atención; se dió la media vuelta, encontrándose frente a la imagen de una mujer de piel blanca y cabello castaño, que cargaba a un pequeño bebé en sus brazos.
Pete quiso acercarse, y cuando avanzó notó que el suelo estaba cubierto de agua.
De la nada salió un hombre algo tosco de cabello pelirrojo, que vestía un traje bastante elegante.
— me tengo que ir —
Aquel hombre le dió un beso a la mujer que estaba sentada y salió.
Aquella escena se desvaneció ante sus ojos tan rápido como apareció.
— ¿Padre va a venir hoy madre? —
Una voz infantil sonó a sus espaldas; rápidamente se dió la vuelta encontrando a la misma mujer de antes, sentada en una cama y al bebé que ahora era un niño de 5 años acostado en ella.
— no lo creo —
Le dijo la mujer con algo de tristeza.
Entonces ambas figuras desaparecieron nuevamente.
Pete sintió algo muy extraño; su pecho se llenó de rabia, aunque él no estaba enojado, sentía como si lo estuviera.
— ¡No lo quiero! —
La figura del mismo niño apareció, quien arrojó con mucha fuerza un oso de peluche al suelo.
El hombre de la primera escena estaba frente a él y también la mujer que aparentemente era su madre.
— ¡Lo odio! —
El niño de al parecer 6 años recogió nuevamente el oso, estirando con fuerza el peluche hasta separar la cabeza del cuerpo.
— ¡Adeus no seas grosero! ¡Tu padre te trajo éste regalo de su viaje! —
Fue entonces que cayó en cuenta de lo que sucedía.
Lo que se reproducía frente a sus ojos eran los recuerdos del chico que tocó hace unos momentos, y aquel sentimiento extraño que tenía, se debía a que sentía lo mismo que él.
— ¡No quiero su estúpido oso! —
Volvió a arrojar ambas partes del muñeco al suelo, para después correr lejos y desaparecer junto con toda la escena.
Una pequeña lágrima salió de los ojos de Pete; podía sentir lo mismo que la versión de Adeus que tenía enfrente.
No había visto a su padre en un año, él no quería un regalo, lo único que quería era un abrazo; abrazo que no le dieron.
— ¡Oye niño rico! —
La siguiente escena fue la de un par de niños arrojando bolas de papel al niño pelirrojo de ahora 10 años.
— ¡Pierdanse! —
Adeus les arrojó de vuelta la bola de papel y entonces la escena desapareció.
Lo siguiente que vió fue a un Adeus de 12 años caminando junto a un chico de piel bastante morena.
— entonces como te decía... —
Unos chicos comenzaron a llamar al chico moreno desde lejos.
— lo siento, me llaman mis amigos. ¡Adiós! —
Pudo escuchar con claridad lo que el pelirrojo pensó en ése momento.
«nunca soy la prioridad de nadie»
No pudo evitar sentirse triste por el chico.
Aquella escena volvió a desvanecerse, entonces apareció un Adeus de 15 años sentado en una mesa frente a un pastel
Su rostro reflejaba lo opuesto a felicidad; no había nadie en aquel lugar, solo él.
Con furia apagó las velas y se fue de aquella habitación.
Para ése punto Pete comenzaba a comprender la actitud de odio hacia el mundo de Adeus; se le hizo curioso que se molestará porque nadie fue a su fiesta de cumpleaños, puesto a que a las suyas desde siempre solo habían ido Darcy junto a su familia y el señor Ambrus; jamás hubo niños de su edad.
Supuso que se trataba de perspectiva.
— ¡¿Drogas?! ¡¿Es enserio?! —
La voz del hombre, que ahora era algo mayor irradiaba furia; Adeus, que ahora era de 20 años estaba de la misma manera que su padre.
— ¡¿No te bastó con reprobar la preparatoria, con no entrar a la universidad?! —
— ¡Jamás te importó mi vida! ¡¿Porqué ahora sí?! —
— ¡Estoy harto, ésto sucedió porque te he dado demasiados lujos! —
No estaba seguro del porque, o de cómo, pero sabía lo que Adeus sentía; dónde estaba y cuántos años tenía en las visiones que aparecía.
Era como si de repente todas las memorias y el conocimiento del chico se trasladaran a su mente.
Aquella escena cambió rápidamente y entonces aparecieron dos escenas paralelas.
En una estaba Adeus sentado en una cama con un cigarrillo en la boca; Pete reconoció la fachada de la ventana donde él estaba, era de una posada que había en el pueblo.
En la otra estaba su padre hablando con otro hombre.
— lo llevé a un lugar sin lujos ni estatus social; a ver si así aprende a comportarse como se debe —
Todo desapareció nuevamente.
Lo siguiente que vió fue al pelirrojo fumando de nueva cuenta debajo de un árbol; James estaba arriba de un árbol que estaba frente a él.
— te advierto que no tengo nada de valor; así que si piensas robarme no servirá de nada —
La escena se desvaneció nuevamente, después apareció una nueva; ésta vez era un Adeus caminando hacia el frente y a James siguiéndolo.
— ¿No te vas a ir? —
La voz de Adeus sonaba irritada.
— nop —
James se veía bastante alegre, caminaba detrás del pelirrojo como un cachorro detrás de su dueño.
Era tierno.
— ¿No tienes nada que hacer? —
— nop —
Todo desapareció de nuevo, dejando solamente un negro infinito.
Pete estaba simplemente de pie, observando lo que pasaba.
Si se lo mostraban era por algo.
La siguiente escena que apareció, fue a un Adeus con la mano a través del pecho de James.
La mirada del pelirrojo era de completo terror.
— ¿Podrías sacar tu mano de mi porfavor? —
Adeus retiró su mano rápidamente y comenzó a gritar con mucha fuerza.
— ¡¿Porqué yo...?! ¡¿Porqué tú...?! —
Las palabras del chico apenas tenían coherencia, estaba bastante asustado; y no lo culpaba, probablemente haría lo mismo si estuviera en su lugar.
— lastimarás tu garganta si sigues gritando de ésa manera —
James estaba completamente tranquilo, como si nada estuviera pasando.
Pete comenzó a confundirse ligeramente; en ése punto de la historia se llevaban relativamente bien, ¿Entonces qué los hizo tomarse tanto coraje?.
— quiero todo lo que tenga acerca de fantasmas —
Pete reconoció el lugar donde estaba; era la biblioteca del pueblo.
Sintió un extraño deja vu ante aquella escena; estaba haciendo exactamente lo mismo que él cuando llegó ahí.
La escena rápidamente desapareció, regresando al bosque una vez más.
— el esclavo favorito del príncipe, ¿Eres tú no es cierto? —
Adeus sostenía uno de los libros que había encontrado en la biblioteca frente a James; aunque era inútil pues éste no sabía leer.
— ¿Desde cuándo soy un esclavo? —
El de ojos verdes ladeaba la cabeza en señal de confusión.
— ¿Eres tú si o no? —
Adeus habló de manera casi molesta.
— ¿Cómo puedo estar seguro de que hablan de mi? —
El rostro de James parecía ocultar algo; hablaba como si no quisiese que supiera.
— ¿Lo conociste cuando estabas vivo? —
— si —
— ¿Él es la razón por la que terminaste así? —
El rostro del más joven pareció oscurecerse, como si lo invadiera una tristeza enorme.
— si... —
Los fragmentos de recuerdos pasaban rápido; no dejaban ver mucho los detalles.
No tenía idea de cómo era posible que éso estuviese sucediendo o del porque sucedía.
La siguiente escena que apareció fue a un Adeus corriendo en el bosque, siendo seguido por el hombre del bosque.
Rápidamente despareció y lo siguiente que pudo ver fue al pelirrojo entrando por una ventana a una especie de oficina.
Adeus se deslizó con agilidad y comenzó a buscar entre los cajones; pasaron alrededor de dos minutos cuando sacó de uno de ellos una caja que reconoció inmediatamente.
Era la caja que tenía la daga.
Pete entró en pánico y quiso acercarse a quitársela pues sabía que era peligrosa,olvidando por un momento que solo era una proyección.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca del pelirrojo todo se desvaneció.
Lo siguiente que vió fue como un policía lo sostenía por la camisa, (la cuál lucía bastante antigua).
Vió como revisaban que no tuviera ningún objeto y después lo encerraban dentro de una celda.
Las cosas pasaban demasiado rápido; no le daba tiempo de analizar detenidamente nada.
La siguiente escena lo confundió bastante, pues el pelirrojo no aparecía.
Solo había tres mujeres de entre 30 y 40 años.
— ¿Qué está haciendo? —
Una mujer bastante morena y de cabello negro le habló una mujer de cabello azul y piel bastante blanca.
— tiene que recuperar la daga —
La tercera mujer de la escena; de piel ni blanca ni morena y de cabello negro; con una cicatriz bastante notoria en el área del ojo izquierdo habló.
— si se enteran que la perdí; estaré perdida —
La mujer de cabello azul, que parecía ser mayor que el resto formó una bola de fuego entre sus manos y la lanzó a una pared.
No entendía que sucedía hasta que vió la siguiente escena; entonces cayó en la cuenta de muchas cosas.
Lo siguiente que vió que a Adeus aún dentro de la celda, pero todo a su alrededor estaba en llamas.
Gritaba por ayuda, pero todos los que estaban afuera de la celda estaban intoxicados por el humo y desmayados.
Pete recordó el incendio del que había oído hablar; el de la cárcel que estaba donde ahora se encuentra el hospital.
Adeus corrió con desesperación hacia la ventana de la celda; sonrió al ver a James de pie en la orilla del bosque caminando desesperadamente de lado a lado.
— ¡Berrycloth! ¡Ayuda! —
Los ojos del nombrado eran de completa angustia; intentó correr hacia afuera pero en cuanto lo hizo desapareció.
Pete pudo entender que había sucedido; la barrera del bosque lo arrojó dentro; Pete pudo entender, pero Adeus no.
Pudo sentir como el corazón del pelirrojo se rompía por mitad.
Estaba viendo a la primera persona en la que creyó poder confiar, la primera persona que creyó que jamás lo abandonaría dejándolo solo.
Se sintió terriblemente defraudado y sobretodo estúpido por creer que algún día podría confiar en alguien.
La escena despareció, y lo siguiente que vió fue a Adeus corriendo fuera de la celda intentando escapar; sin embargo no había salida y estaba apunto de quedar inconsciente por el humo.
Corrió hacia el lugar donde habían guardado las cosas que le quitaron.
Sacó de ahí la daga y la tomó con fuerza.
Suspiró nervioso y cerró los ojos con fuerza y se encajó la daga justo en el corazón.
Adeus sabía que iba a morir, y si tenía que elegir entre la agonía de morir quemado y la muerte rápida que la daga le daría, prefería la segunda opción.
Todo despareció nuevamente.
Pete estaba atónito; la cantidad de información fue brutal para su cerebro.
Lo último que vió fue a los padres de Adeus llorando desconsoladamente frente a una lápida; culpandose a si mismos de la tragedia.
Cuando aquella escena desapareció; la oscuridad también lo hizo.
Pete volvió a estar dentro del bosque, con el pelirrojo frente a él.
— ¡¿Qué rayos acaba de suceder?! —
Adeus se asustó tanto que dejó caer su cigarrillo al suelo; el cual se apagó inmediatamente.
— tú... ¿No viste nada? —
Pete tenía los ojos abiertos de par en par y su respiración era acelerada e irregular.
— ¿De qué hablas? —
— ¿Realmente no viste nada? —
Estaba completamente aterrado.
Ésa había sido la experiencia más extraña que jamás había vivido.
— lo que ví fue que tus ojos se pusieron completamente negros por unos segundos y después volvieron a la normalidad —
Podía notar el terror en los ojos de aquel chico.
No podía verlo de la misma manera después de haber visto su vida entera.
Pensó por un momento, se le había ocurrido una gran idea.
— ayúdame a buscar una manera de salir de aquí —
Sabía que él solo jamás lograría su cometido y menos si estaba contra reloj; así que un poco de ayuda era lo que necesitaba.
Adeus lo vió como si hubiera dicho la cosa más ridícula que jamás hubiera escuchado. El pelirrojo sacó otro cigarrillo de su bolsillo y con su dedo lo encendió.
Entonces Pete notó que no llevaba guantes.
— por supuesto que no —
El más alto se dió la vuelta y comenzó a caminar dándole la espalda al contrario.
— ¿Porqué haría éso? —
— tus padres —
El pelirrojo se detuvo en seco al escuchar éstas palabras, frunciendo el ceño en señal de enojo.
— podrías hacerlo por ellos —
Pete hablaba de manera muy suave y tranquila.
— no les importaba, ¿Porqué lo haría por ellos? —
En la voz se le notaba que estaba furioso, aunque parecía ser más una furia para cubrir el dolor.
— éso no es verdad, ellos solo buscaban lo mejor para tí —
Adeus se dió la vuelta completamente enojado; Pete dió un paso hacia atrás al verlo, debía admitir que le dió un poco de miedo.
— ¡Tú no sabes nada! Yo no les importaba —
Pete respiró profundamente y se acercó a él.
— si les importabas; yo lo ví —
— si fuera así no me habrían dejado en éste horrible pueblo —
Los ojos del más alto comenzaron a llenarse de lágrimas, él luchaba por mantenerlas dentro de sus ojos para no mostrar rastros de debilidad; aunque era inútil.
— los padres también son personas Adeus, y tienen diferentes formas de demostrar amor —
Pete también sintió su corazón afligirse ante sus propias palabras, pues le había mentido a su madre y la había tratado de una manera que no se merecía, aunque ella lo amara más que a su vida y lo peor de todo fue que no se disculpó con ella.
— si ellos no te amaran no habrían llorado de ésa manera el día de tu funeral —
El pelirrojo pareció doblegarse ligeramente ante las palabras del menor, pues jamás lo había pensado desde ésa perspectiva.
— no me creas a mi —
Pete se acercó más para mostrar empatía.
— ayúdame, y así podrás verlos de nuevo y comprobarlo tú mismo —
Adeus gruñó entre dientes, pues la persuasión que Pete tenía era bastante buena.
— ¡Bien! —
~^~
Frío, aquella sensación que causa la baja temperatura que es agradable para algunos e insoportable para otros.
Para las personas que nos agrada el frío como yo es satisfactorio el sentimiento que da el sentir tu cuerpo temblar de pies a cabeza, o el sentir como tus fosas nasales se queman al respirar.
Cosas como el poder ver tu respiración hacen increíbles al frío; sin embargo hay una delgada línea entre el frío que se siente bien y el que no te deja ni siquiera moverte.
Llevaban alrededor de una hora caminando, y el frío que Pete sentía crecía lentamente, hasta llegar al punto de ser casi insoportable; sentía espasmos en todo su cuerpo y la mandíbula le temblaba de frío, sus extremidades estaban casi inmovilizadas y su piel se sentía seca.
No podía siquiera pensar con claridad, pues el frío le penetraba hasta los huesos; sus pasos eran lentos y pausados, casi como si olvidara por completo la importante misión que él solo se había encomendado.
A pesar de la inmensa tensión que había en el ambiente, ya que Pete y Adeus apenas se habían dirigido palabra; y a pesar de la apatía del pelirrojo hacia todo, no podía evitar comenzar a preocuparse por el estado del menor.
— entonces, ¿Cuál es tu plan? —
A pesar de que estaba preocupado, no quería preguntar de golpe si estaba bien; para sus estándares sería caer muy bajo, pues apenas se conocían y el no solía mostrar interés en gente que no es muy cercana a él.
No quería mostrar rastro de empatía, aún le parecía raro el hecho de estar acompañando al muchacho en lo que él consideraba una tarea sin fin y completa inútil; sería aún más raro el preocuparse por él.
— plan... Aún no tengo uno —
La voz de Pete se escuchaba débil y temblorosa; decía lentamente cada palabra como luchando consigo mismo para decirlas.
La oscuridad de la noche comenzaba a hacerse presente; el silencio gobernaba aquel bosque, lo único que podía escucharse eran sus pasos y sus voces.
La luz del día había desaparecido, y aquello sumado a la espesa neblina que cubría todo les hacía casi imposible el simple hecho de ver a qué había frente a ellos.
— ¿Hablas enserio? —
Le respondió Adeus con tono de molestia
— como lo imaginé, ¡Me trajiste a una misión imposible! —
Era obvio que él era diferente a todos los demás en ése lugar, pero aún no comprendía el porqué lo habia elegido a él entre tantas personas para resolver aquel misterio del cómo salir de aquel lugar.
Pete jamás considero que tuviera atributos de detective o algo parecido que le ayude en aquella ocasión; sin embargo en aquellas circunstancias se veía obligado a intentarlo las tenga o no.
Se le hacía tan extraño el pensar que si cometía el más mínimo error, o no lograba completar aquella misión a tiempo no volvería a ver a su madre, ni al señor Ambrus ni a Darcy; ni siquiera podía darse consuelo porque no vería ni a su padre ni a James y a los otros que había conocido ahí.
Era terrible aquella situación.
Un sentimiento muy extraño inundó el pecho del muchacho subiendo por su garganta; eran como cosquillas que le quitaban las fuerzas lentamente.
El más joven comenzó a toser; sus piernas se doblaron dejándolo incapaz de mantenerse de pie, así que se arrodilló en el suelo sin poder parar aquella tos.
Pete sentía que no podía respirar, como si algo se lo impidiera; la piel le palideció más de lo normal y de su boca comenzó a salir agua cada vez que tosía.
Tosió tres veces soltando una cantidad considerable de agua y después todo se detuvo.
Sintió cómo parte de su poca fuerza se fue, se sintió cómo si estuviera terriblemente enfermo.
Aquella escena fue más que preocupante para el chico pelirrojo, quien lo jaló de la camiseta levantandolo del suelo, y con una mirada que parecía irradiar irá lo volteó para quedara frente a él.
— dijiste que no estás muerto, ¿Verdad? —
Pete tembló al escuchar su voz, pues la manera en la que dijo aquellas palabras fue tosca e intimidante.
Asintió con algo de miedo.
— cuando te fuiste, ¿Qué sucedió? —
Cuestionó refiriéndose a el momento dónde salió corriendo lejos de James y él.
— yo... Me caí al estanque —
El rostro de Adeus se torció mostrando incredulidad ante aquellas palabras.
— ¡Increíble! —
Gruñó el pelirrojo realmente furioso, empujando al menor.
Pete no entendía la razón de su molestia, pero comenzaba a sentirse amenazado por el chico que tenía enfrente.
Adeus lo tomó con fuerza de los hombros y lo empujó hacia atrás.
El pelirrojo comenzó a avanzar sin soltarlo haciendo que Pete retrocediera con cada paso que daban la fuerza del agarre aumentaba.
En un mal paso Pete casi tropieza con una gran rama que había en el suelo, pero antes de que cayera Adeus lo jaló con fuerza haciendo que se azotara violentamente contra un árbol.
El pelinegro intentó empujar a Adeus con desesperación pues comenzaba a lastimarlo, pero él rápidamente tomó con mucha fuerza sus muñecas para impedirlo y las sostuvo una a cada lado de su cabeza.
— ¡Estás muriendo inútil! —
Adeus lo sacudió con fuerza, causando que se golpeara la cabeza contra el tronco que tenía detrás.
— ¡No puedo creer que no te diste cuenta; ésto es importante, ni tu ni yo tenemos mucho tiempo y a éste paso jamás podremos salir! —
Pete volteó inconscientemente el rostro hacia otro lado para no verlo a la cara; sus ojos azules comenzaron a llenarse de lágrimas.
Su respiración se volvió irregular; no podía evitar sentir un terrible miedo, pues el chico pelirrojo realmente lo intimidaba.
Al ver aquella débil y aterrorizada imagen, Adeus cayó en la cuenta de lo que estaba haciendo.
Soltó a Pete rápidamente, notando que había dejado marcas en sus muñecas.
Odiaba ésa parte de si mismo, aquella ira incontenible que utilizaba para enmascarar su vulnerabilidad; aquella ira que lastimaba a todos a su alrededor, a todos los que eran amables con él, como Pete.
Con precaución el más joven bajó lentamente sus brazos, sintiéndose más tranquilo al ver que el pelirrojo dió un par de pasos hacia atrás.
Adeus miró al suelo avergonzado y gruñó maldiciendose a si mismo; sabía que tenía que pedir disculpas, pero no era lo suficientemente valiente para hacerlo.
Ambos estaban en su mundo, cuando el suelo comenzó a temblar.
Los dos sintieron un hueco en el estómago ante ése hecho; era la primera vez que ocurría.
Muchas voces comenzaron a sonar, susurrando cosas inaudibles,hablando todas al mismo tiempo; eran voces de niños, mujeres, hombres y ancianos, todas diferentes; sonaban como si estuvieran dando vueltas alrededor de ellos.
La neblina era tan espesa que no lograban ver más allá de dos metros de distancia.
— ¿Ésto es normal? —
Preguntó Pete con una voz apenas audible.
Adeus negó con la cabeza; en los 70 años que llevaba ahí jamás había visto algo parecido.
Entre la oscuridad comenzaron a sonar ramas secas crujiendo lentamente, como si alguien las pisara; distintas sombras, como siluetas de personas que comenzaron a correr a su alrededor entre la neblina.
Las voces comenzaron a reír de una manera tan escalofríante que quien la escuchara lo recordaría por el resto de su vida.
Pete retrocedió sin apartar la vista del bosque a su alrededor chocando con Adeus quedando espalda con espalda, dejando ver la notable diferencia de estatura.
— ¿Qué rayos sucede? —
Dijo el pelirrojo antes de tomar la gran rama que había en el suelo y sostenerla en una pose defensiva.
Una parte de las voces susurraba cosas, la otra reía y en ése momento, otra parte comenzó a tararear una canción que Pete reconoció inmediatamente.
La canción que su tía Helen cantaba.
Casi le dió un paro cardíaco al reconocer la melodía; con desesperación sacudió su mano intentando llamar la atención de su acompañante.
— Adeus tenemos que salir de aquí —
Ante ésas palabras el aludido se plantó con fuerza en el suelo, endureciendo su posición.
— no, un verdadero hombre no huye, pelea —
El mayor estaba alerta, mirando alrededor esperando cualquier ataque.
El pánico comenzó a invadir al menor al escucharlo decir ésas palabras.
— no me importa no ser un hombre ahora, ¡Tenemos que irnos! —
Habló girando la cabeza a todas las direcciones de manera paranoica.
De la nada, una calabaza se deslizó hacia ellos saliendo de la neblina.
La calabaza estaba podrida en la mayor parta y tenía unos ojos y sonrisa aterradora tallada en ella; si veías con atención dentro de aquellos agujeros podrías ver solo color negro.
Ambos se paralizaron al verla, distrayendose de lo que sucedía alrededor.
Quedando indefensos.
El suelo volvió a temblar y de repente el árbol en el que Adeus había azotado al menor cobró vida.
Extendió sus fuertes ramas y envolvió la cintura de Pete, levantandolo del suelo.
El de ojos azules soltó un gruñido ahogado al ser alzado; con desesperación sacudió sus extremidades buscando bajarse.
— ¡Adeus! —
Sentía su corazón latir más rápido que nunca, tanto que podía escucharlo.
— ¡Devuelvelo! —
El pelirrojo extendió sus brazos para alcanzar los brazos de Pete; cuando lo hizo los jaló con fuerza, haciendo que el árbol lo colocará de cabeza para intentar llevarselo.
El de ojos azules lo miraba con desesperación, no podría describir el terror que se veía reflejado en su mirada.
Adeus jalaba en sentido contrario las manos de Pete; comenzaba a sentirse frustrado y preocupado, pues la fuerza de aquel árbol era inhumana.
— ¡Adeus! —
Suplicó Pete con la voz llena de pavor, los brazos comenzaban a dolerle por las fuerza contrarias que lo jalaban.
Estaba apunto de llorar de terror, sus manos sudaban y se resbalaban lentamente del agarre del contrario.
— ¡Lo necesito! ¡Regrésamelo! —
Gruñó el pelirrojo; el esfuerzo que estaba haciendo era increíble, de su boca salían gruñidos constantes, tiraba su cuerpo entero hacia atrás y todo parecía ser inútil.
Una sombra se deslizó por el suelo, jalando los pies de Adeus haciéndolo tropezar, y cómo consecuencia soltar a Pete.
El menor soltó un grito ahogado al sentir como tiraban con fuerza hacia arriba, elevándolo varios metros de altura.
— débil —
Susurraron las voces.
— torpe —
Adeus se levantó del suelo rápidamente, tomando nuevamente la rama apuntando con ira hacia todas las direcciones posibles.
— ¡Quien quiera que sean, salgan y peleen! —
Las voces volvieron a reírse de una manera tan arrogante que hizo que la rabia de Adeus creciera.
— impulsivo —
— débil —
El pelirrojo bociferó en señal de guerra y comenzó a soltar golpes al aire de manera energética.
Sintió un golpe por detrás y rápidamente se dió la vuelta, pero no había nadie.
Nuevamente lo golpearon por la espalda; Adeus gruñó con furia pues comenzaba a desesperarse.
— dejen de jugar —
Bufó con fuerza; cuando lo dijo un aro de fuego se encendió rodeándolo por completo.
Ante aquel hecho el chico flaqueó, pues al verse rodeado de aquella ardiente flama vagos recuerdos de lo sucedido en la cárcel lo azotaron mentalmente.
De entre las sombras una figura grande y robusta comenzó a caminar lentamente hacia el atravesando el fuego.
Una criatura de dos metros y medio de altura con cabeza de calabaza se presentó frente a él; tenía un cuerpo delgado de cristal con una armadura de roca sólida que dejaba al descubierto solamente la parte el área del pecho.
Adeus dió un paso hacia atrás al ver a aquella criatura.
Aquel mounstro gruñó mostrando unos grandes y afilados dientes; cuando gruñó la roca que lo cubría también se prendió en llamas.
«no debo tener miedo»
Se repetía el chico mentalmente una y otra vez con el cuerpo tembloroso.
«no debo mostrar que tengo miedo»
Una vez más Adeus bociferó y se arrojó con decisión hacia el mounstro intentando golpearlo con la bara.
Golpeó con toda su fuerza el hombro izquierdo pero no le hizo ningún daño, intentó golpearlo pero el mounstro lo arrojó al suelo con el brazo.
El pelirrojo gruñó un vez más al estrellarse contra el suelo.
Al estar en ése plano podía seguir sintiendo exactamente igual que cuando estaba vivo, sin embargo en ése lugar no importa que tan cruel y ruda sea la tortura o lo que te suceda, el dolor no se detendrá con la muerte porque ya están muertos; así que todos ahí sufrirían aquella agonía por la eternidad.
Se levantó tembloroso y sin perder tiempo golpeó repetidamente la cabeza de la criatura con el palo.
Aquel mounstro que apenas y se movía de lugar lo tomó entre sus dedos y lo levantó solamente para tirarlo nuevamente al piso.
Para ése punto Adeus estaba cubierto de tierra.
El mounstro rugió una vez más y comenzó a caminar marcando muy fuerte sus pasos.
Por otro lado, Pete estaba siendo sujetado por los aires; lloriqueaba con desesperación y sacudía sus extremidades con miedo.
— ¡Suéltame! —
Suplicó el pelinegro intentando quitar las fuertes ramas de su cintura, logrando solamente lastimar sus manos.
Intentó patear las ramas que alcanzaba con los pies en un intento de liberarse, pero se enredaron alrededor de ellos dejándolo incapaz de moverse del torso hacia abajo.
Su corazón latía a mil por hora, podía incluso escucharlo y sentirlo casi saltar de su pecho.
El árbol comenzó a elevarlo a una altura mucho más elevada que la de cualquier árbol en ése bosque; cuando estuvo lo suficientemente alto notó algo que lo dejó sin aliento.
No había nada más que árboles en todo lo que podía alcanzar a ver.
De sus ojos comenzaron a salir lágrimas desesperadas y de su boca gruñidos y gemidos de terror.
No sabía que hacer, jamás había estado es ése tipo de situación; no podía hacer nada más que intentar safarse inútilmente.
Las ramas comenzaron a subir por su torso, abarcando más espacio que antes algunas otras ramas subieron por su espalda sujetándole el cuello y la cabeza.
No podía respirar con regularidad, Sus manos temblaban al intentar quitar las ramas de él.
Unos susurros lejanos comenzaron a escucharse, haciendo que el corazón de Pete y todo él en general se paralizaran por un momento.
Una figura subió lentamente hasta quedar frente a él, era una mujer de piel grisasea; tenía la cabeza cubierta con una manta blanca que colgaba sin dejar ver sus pies, desgastada de las orillas y ligeramente sucia que dejaba a la vista solamente su nariz y boca
Tenía un vestido blanco y sucio algo transparente, que daba la impresión de estar completamente empapada; la boca entre abierta y los labios secos.
Por sus hombros caía un maltratado y largo cabello negro que también parecía estar mojado y sosteniendo la manta había una corona de flores negras con espinas que se encajaban en su frente.
Pete se quedó inmóvil al verla, pues no hacía nada más que emitir un sonido muy extraño.
Pasaron diez segundos.
La mujer no se movía.
Pasaron veinte segundos.
Los susurros aumentaron su volumen.
Justo cuando Pete creyó que nada malo iba a pasar, la mujer soltó un desgarrador grito inhumano; el blanco de sus vestiduras se transformó en negro y comenzaron a crecer grietas por su piel.
Su boca se alargó de una manera horriblemente inhumana, la manta también de deslizó por su frente dejando ver su rostro completo.
Donde se supone que deberían ir sus ojos no había nada más que huecos vacíos de los que salían grietas que se extendían por toda su piel.
Aquella figura lloraba y gritaba con fuerza, como si cargará una terrible pena; algunas pesadas cadenas comenzaron a subir por sus brazos, atandolos con fuerza.
Pete sintió cómo si el alma se le hubiese salido del cuerpo; quiso correr pero las ataduras del árbol se lo impedían, agitó sus extremidades aún más desesperado que antes y cerró los ojos para no ver aquella aterrorizante imagen.
Cuando cerró los ojos, los susurros se transformaron en voces que gritaban, reían, lloraban y decían cosas imposibles de entender en sus oídos.
Sentía la agonizante ansiedad correr por su mente y cuerpo; aquella situación era suficiente para darle pesadillas por el resto de su vida.
Entre aquel agobio alcanzó a escuchar a alguien cantando la canción que solía cantar tu tía; la parte racional de él comenzó a preguntarse el porqué cantaban ésa canción en específico tan seguido.
Con mucho esfuerzo intentó ponerle atención solamente a la letra de la canción para escuchar a conciencia la letra.
“hush my rose still, and look at the moon tonight "
Por instinto Pete miró directamente a la luna, y logró ver un lugar en específico que su luz iluminaba.
Era un campo de caléndulas.
Algo en él se confundió, pues momentos antes no había nada más que árboles en aquel lugar.
“Can you see the shadows there? "
«no»
Respondió el chico mentalmente.
Un rayo de esperanza surgió en él, y justo cuando la sintió, las voces volvieron a ser susurros y la voz que cantaba sonó más fuerte; las ramas comenzaron a bajar lentamente confundiendo a Pete.
“en ése bosque verás tus peores miedos encarnados”
“ahi afuera solo hay pesadillas”
Aquellas palabras resonaron en su mente, entonces entendió que sucedía.
Aquellas figuras eran solo reflejos de sus propias inseguridades; y a juzgar por la reacción de las ramas, para poder manifestarse se alimentaban de su miedo.
Cerró una vez más sus ojos y respiró profundamente; mientras más se calmaba la figura desaparecía y más ramas lo bajaban lentamente
No se atrevía a abrir nuevamente los ojos pues sabía que el terror volvería a inundarlo, sintió lentamente como bajaba sin mucha delicadeza.
De la nada aquella lenta bajada se volvió rápida y violenta; en menos del tiempo que le habría costado pensar en que sucedía, se golpeó con fuerza contra el suelo.
Sus ropas al igual que su piel estaban cubiertas de tierra; su cuerpo se sintió bastante adolorido al caer.
Al mirar al frente pudo escuchar mucho ruido y logró ver un aro de fuego a lo lejos.
Con prisa corrió hacia ahí, intuyendo que el pelirrojo se encontraba ahí.
Adeus dentro de aquel aro golpeaba y atacaba una y otra vez a aquel mounstro, pero ninguno de sus golpes le hacía el mínimo daño.
Tomó la rama como si fuera un lanza y avanzó rápidamente intentando atacar al pecho que era su parte mas frágil.
La criatura sin esfuerzo tomó en sus manos la rama, levantandola y moviendola hacia la izquierda haciendo que el pelirrojo saliera volando, chocando con violencia contra uno de los árboles que había dentro de aquel perímetro.
Con furia el mounstro partió en dos aquella rama para después tirarla al suelo y pisarla nuevamente.
Adeus bufó levantándose del suelo.
No le importaba cuanto dolor sufriera, él ya estaba muerto y no podía morir nuevamente.
Se arrojó al mounstro sin más armas que sus propios puños, aunque fue tirado al suelo nuevamente en cuanto se acercó.
— ¡Adeus! —
La voz del pelinegro se escuchó de lejos; el nombrado no pudo verlo pues aquellas llamas eran bastante altas como para lograrlo.
— ¡Escúchame tienes que rendirte! —
— ¡No es muy alentador de tu parte niño! —
Gritó molesto Adeus, mientras corría nuevamente para golpear al mounstro.
— ¡No! ¡Ésas cosas se alimentan de tus emociones, para vencerlos tienes que calmarte! —
El pelirrojo ignoró el consejo del menor y continúo intentando atacar al mounstro de roca, el cual lo arrojó al suelo nuevamente y puso su enorme mano sobre él, apachurrandolo.
— ¡La calma no es lo mío! —
Le respondió con mucha dificultad pues la fuerza que el mounstro ejercía sobre él era inmensa.
Pete corría alrededor del fuego intentando encontrar un punto donde pudiera comunicarse mejor con el pelirrojo.
— ¡Solo piensa en momentos de tu vida que te hagan feliz! —
El humo que el fuego soltaba comenzaba a ahogar a ambos; tosían en repetidas ocasiones, sobretodo Adeus, puesestba siendo pisado.
Estando bajo la mano de un mounstro era difícil poder llegar a la calma; pero Adeus quería intentarlo, no tenía muchas opciones.
Cerró los ojos y busco en sus memorias momentos que le hicieran feliz;
El primer recuerdo que apareció fue en un columpio que había en su casa, estaba colgado de un árbol; su madre lo empujaba con preocupación pues tenía no más de 3 años de edad.
Cuando aquella memoria llegó a su mente, el mounstro retrocedió liberandolo de su agarre; comenzó a retorcerse como si estuviera sufriendo.
Al ver que funcionó rápidamente cerró los ojos y buscó más recuerdos.
Una escena de él comiendo galletas fue suficiente para que el fuego que el mounstro tenía encima desapareciera.
Logró recordar un bello campo de lavanda, y un perro escosés que solía ser su mejor amigo.
Una pequeña sonrisa se formó en su rostro.
La siguiente memoria que llegó a su mente fue la imagen de James colgado de cabeza en un árbol riendo como un maldito loco.
La roca que cubría aquel mounstro comenzó a caer y la altura del aro de fuego disminuyó considerablemente.
La siguiente memoria fue realmente reciente; recordó lo que sucedió una hora atrás aproximadamente, cuando Pete le quitó el cigarrillo de la boca y lo arrojó lejos sin decir nada más que “fumar es malo” para después sonreírle tímidamente.
El mounstro se evaporó en el aire, dejando solamente la calabaza en el suelo.
Un calor inundó su pecho, sintió una paz que no había sentido en mucho tiempo, sus ojos incluso amenazaron con soltar alguna lágrima.
Jamás lo había visto de ésa manera, juntar sus recuerdos de ésa manera, sin pensar en lo que sucedió después lo hizo darse cuenta de una cosa.
«después de todo mi vida no fué tan mala»
Cuando aceptó ése pensamiento, fue cuando el fuego desapareció; Adeus abrió los ojos notando al chico de ojos azules correr con una sonrisa hacia él.
Pete se sintió orgulloso de alguna manera; pero no tuvieron tiempo ni para festejar ni para decirse nada, pues el suelo comenzó a temblar nuevamente.
Del suelo comenzaron a surgir espinas anormalmente grandes.
— ¡Rápido, por acá! —
Pete tomó la muñeca del pelirrojo y se hechó a correr en dirección contraria a la de las espinas.
Algunas raíces también comenzaron a perseguirlos; ambos corrían con todas sus fuerzas, pues su vida dependía de éso.
A lo lejos lograron ver un campo de caléndulas, cuando lo hicieron aumentaron la velocidad.
Cruzaron aquella “frontera” con tanta prisa que tropezar al entrar; dieron un par de vueltas por el suelo, quedando Adeus encima de Pete al detenerse.
Ambos estaban agitados, acababan de salvarse por un pelo de un destino fatídico.
La paz en aquel campo era increíble, ya no había voces ni ruidos escalofriantes.
Se habían salvado por un pelo.
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