𝑐. chapter two.
Capítulo dos.
"Red Hood."
Natalie se encontraba en la sala de monitores en la Baticueva. Apenas había podido dormir la noche anterior, ya que cada vez que cerraba los ojos, las imágenes de lo sucedido en Arkham la atormentaban y amenazaban con llevarla al río infernal de pesadillas qué del todo, no había podido superar. La adrenalina aún pulsaba en sus venas, había estado tan decidida a acabar con el Joker que ni siquiera se preocupó de las consecuencias que traería aquello, el hecho de saber que había estado tan cerca de cruzar la línea entra la justicia y la venganza, le asustaba. Su conciencia debatía entre la ira que sentía por el payaso del crimen y la sed de venganza por Jason. Se sentía atrapada entre sus emociones contradictorias.
Y culpable, por haber dicho lo que dijo. Por haber orillado a Bruce a hacer lo que hizo.
La ciudad estaba impregnada con la noticia de la muerte del Joker y la desaparición del Caballero Oscuro. Los titulares de los periódicos y noticieros no hablaban de otra cosa que no fuese la muerte del criminal que atormentó durante muchos años a la generación, y de la incertidumbre que envolvía la desaparición de Batman. Si bien uno de los más grandes peligros de la ciudad había caído, otros cien aparecerían tras oír que Gotham estaba desprotegida, sin su Ángel guardián.
Por eso, en la Baticueva, los hermanos Grayson recibieron con una sonrisa a los Titanes qué acababan de llegar a la ciudad del caos.
Dawn fue la primera en acercarse a Natalie para darle un fuerte abrazo y recordarle que las cosas estarían bien, consolándola por la muerte de Jason, sin tener conocimiento de lo que había ocurrido en Arkham Asylum. Y, honestamente, esperaba que nadie más que ella y Bruce supieran de aquel inconveniente, pero lamentablemente, Dick lo sabía. No habían hablado del tema todavía, pero estaba segura que en cualquier momento tendría que enfrentar a su hermano. El cuál cargaba con la responsabilidad que Bruce le había dejado tras abandonar el manto de Batman y la ciudad en medio de la noche. Su orden había sido clara: "Sé un mejor Batman". Cuando su hermano se lo contó, ella no tuvo otra alternativa que confesar lo sucedido, luego, las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas y se alejó de él para encerrarse en su habitación hasta hace un par de horas.
Kory, Gar y Conner se presentaron también.
El abrazo que recibió de Gar fue como un consuelo eterno para su corazón herido. La pérdida de Jason pesaba sobre sus hombros, y sabía que Gar también estaba afectado por ello. Lo abrazó con fuerza, como si estuviera aferrándose a él para encontrar consuelo en medio de la tormenta emocional que enfrentaban juntos. Gar devolvió el abrazo con la misma intensidad, sus brazos envolviéndola con ternura mientras cerraba los ojos.
—Lo lamento mucho, Nat. —Ella apretó los labios y lo volvió a abrazar. Segundos después, se separaron y se regalaron una sonrisa reconfortante.
Conner fue el siguiente en acercarse para darle un abrazo y dejar un beso en su mejilla.
Natalie observó a Gar con una sonrisa mientras él admiraba la Baticueva por primera vez. Sus ojos brillaban con una mezcla de asombro y emoción, y cada rincón oscuro y cada detalle meticuloso parecían captar su atención con fascinación. Era evidente que Gar era un verdadero fan de Batman, y verlo experimentar ese momento tan especial era contagioso. A pesar del contexto por el cual se encontraban reunidos allí.
—Gracias a todos por venir con tan poco aviso —comenzó Dick, su voz resonando con sinceridad y aprecio—. Ojalá fuera en mejores circunstancias
—Nadie nos llama en mejores circunstancias —dijo Kory, soltando una pequeña risa.
Natalie miró de reojo a Gar comenzar su inspección física.
—Les agradezco por estar aquí. Pero les advierto que no están en San Francisco. Esta ciudad tiene una clase diferente de criminales. Aquí muere gente. No solo gente común. Personas como nosotros —anunció Dick. La mirada de Natalie se dirigió al traje de Jason. Al notar aquello, Gar le dejó una caricia en la espalda.
—Sabemos a qué nos enfrentamos —contestó con seguridad Dawn—. Somos familia. Jamás los dejaríamos solos en esto.
—¿Podemos ver el Batitraje? —Inquirió Conner, levantando la mano para tomar su turno y hablar. Natalie sonrió y miró a Gar, éste apartó la mirada fingiendo observar los monitores que se encontraban a su lado.
—No, no se puede —rió Dick.
—¿El Batimóvil? —insistió el Kent.
—Chicos —reprochó Kory alzando las cejas. El muchacho se encogió de hombros. Sin comprender el problema en sus preguntas. Entonces miró a Gar.
—¿Qué? Él me hizo preguntar —apuntó al peliverde a su lado.
Gar negó inmediatamente, nervioso.
—No lo hice... idiota.
Natalie sonrió. Con todo lo que tenía en la cabeza, apenas había tenido tiempo para tomar el teléfono y enviarles un mensaje. Al menos ahora se encontraban allí junto a ella.
—Habrá tiempo para eso —aclaró Dick, mirando a su hermana—. Debemos concentrarnos en lo urgente. Se supo que Batman desapareció. Las noticias vuelan. Estaremos ocupados. Coman algo y descansen. Quizá sea una noche larga.
—Llamada entrante de Bárbara Gordon.
—Parece que ya comenzó.
Dick soltó un suspiró y les dio una señal a los Titanes para que pudieran salir de la Baticueva. Natalie se quedó junto a él.
—¿Quieres que te acompañe? —Inquirió algo nerviosa por quedarse a solas con su hermano. Éste sonrió y negó con la cabeza. Antes de que comenzara a maquinar ideas erróneas, él dejó una mano sobre su hombro.
—Será mejor que te quedes aquí —sugirió. Ella entendió y bajó la cabeza.
—Sí. Lo entiendo. Si necesitas algo, avísame—. Dick asintió.
Salió de la Baticueva y su atención fue inmediatamente captada por la figura de Conner sentado tranquilamente en el sofá. Una sonrisa jugueteó en los labios de Natalie al ver la escena ante ella: Conner tenía sobre su regazo un libro abierto que usó como mesa para dos tostadas que se encontraban siendo cubiertas con mostaza y mayonesa. Su mirada buscó a Gar por el lugar, pero no lo encontró. Así que se acercó al Kent.
—¿Qué haces? —le preguntó cruzada de brazos. Conner levantó la mirada y le ofreció una sonrisa cálida. Luego volvió su mirada al sándwich.
—¿Qué? —Inquirió concentrado en preparar su comida.
—No manches sus libros —reprochó Gar de pronto. Natalie lo localizó en la estantería de libros de Bruce. Rió al verlo con un libro en las manos. Seguro había inspeccionando todo ya—. ¿Te criaron en una caverna?
Conner rió y miró al peliverde con gracia.
—En una probeta, de hecho. ¿Superman tiene biblioteca?
La chica fingió pensar una respuesta. Para ese entonces, Gar se perdía entre los títulos de los libros que tenía Bruce en su —no tan pequeña— biblioteca.
—No lo sé —contestó ella, encogiéndose de hombros—. Debe tener rocas del espacio y demás.
La mirada de los tres jóvenes se posó en Kory. La mujer caminaba en dirección a la cocina mientras hablaba un idioma que desconocían. Ella frunció el ceño al verla agitar sus manos como si estuviera discutiendo con alguien. No tenía idea de lo que estaba diciendo, pero se veía molesta. De inmediato, los jóvenes Titanes compartieron una mirada y se apresuraron a seguirla hacia la cocina.
—¿Kory? —Inquirió Natalie, observando los movimientos de manos que hacia la morena. Ella ignoró su llamado y continuó hablando en ese idioma extraño.
—Kory, háblame —pidió Conner. Entonces la morena se giró bruscamente y lanzó una llamarada de fuego. Superboy se puso frente a sus amigos, y lanzó aire helado por su boca para combatir el fuego y desviarlo de su objetivo.
Natalie sintió que alguien la tomaba del brazo y, lo siguiente que vio, fue a Roy Harper tomar su arco y apuntar directo a la cabeza de la Tamareana. Ni siquiera le dio tiempo de asimilar su llegada.
—¿Quién mierda eres tú? —Inquirió el castaño.
—¡Roy! No dispares. Es nuestra amiga —se apresuró a decir, antes de que el chico disparara la flecha. Él frunció el ceño ante su declaración y se giró a verla, confundido.
—No soy uno bueno, pero te aseguro que los amigos no te quieren quemar viva, Natalie.
—¿Disculpa? —Se indignó la morena. Roy le dio una mala mirada, aún manteniendo su postura defensiva.
Un silencio se formó en la cocina. Natalie pareció salir del pequeño trance qué había dejado el inesperado ataque de la Tamareana contra ellos. Sus ojos se ampliaron con sorpresa, para luego sonreír y rodear el cuello de Roy con sus brazos.
—¿Qué haces aquí? —dijo finalmente—. ¿Por qué no me avisaste? —cuestionó alejándose del abrazo. El castaño se encogió de hombros, pasando su mirada por los presentes—. Oh, cierto. Roy, él es Gar, Conner y ella Kory... Y, tiene razón. ¿Estás bien? —le preguntó a la mujer qué seguía desconcertada por su reciente acción.
Asintió con la cabeza, y sin decir nada más, saludó a Roy con un asentimiento para luego salir de allí. Los Titanes se dieron otra mirada y luego prestaron atención al recién llegado.
—Gar, Conner, él es Roy Harper —los presentó Natalie—. O Arsenal, cómo quieran... —Gar entreabrió los labios y se acercó a Roy.
—Espera, ¿Eres Arsenal? —Secundó sorprendido. Roy miró la mano extendida del chico con duda, luego la estrechó con fuerza—. Por Dios, entonces conoces a Green Arrow... Y si conoces a Green Arrow, conoces a Flash. ¡Dios Santo! ¡Y a Supergirl! —exclamó, soltando una risa nerviosa.
—Es una lista larga de superhéroes. Superman, Wonder Woman...—Ironizó el castaño—. Supongo que él también los conoce —señaló a Conner—. Acaba de lanzar hielo por la boca, asumo que eres un Super. ¿Cómo está Kara?
Conner tragó saliva, sin tener idea de quién demonios era Kara o los demás que nombró Gar hace unos instantes. La pelinegra sonrió al ver la confusión en el rostro del Kent.
—Él... todavía no es un Super Super —enfatizó en la palabra "super", apretando los labios. Roy miró al chico de pies a cabeza—. Es una larga historia —se adelantó a decir, antes de que las preguntas salieran de la boca de Roy. Luego miró a sus amigos. —Chicos, no quemen la cocina. Alfred nos asesinará si encuentra alguna anomalía cuando regrese.
—¿Quién es Alfred? —Inquirió Conner. Gar se giró a verlo desconcertado.
—"¿Quién es Alfred?" Amigo, es una leyenda...
—Sí, saldremos un momento —avisó Natalie, tomando a Roy del brazo para sacarlo de la explosión de fanatismo que tendría Gar en esos momentos. Para nadie era un secreto que el muchacho era un gran fan de Batman. A veces le asustaba lo mucho que sabía de la familia Wayne con la poca información que le había dado Dick desde que lo conoció.
Salieron al patio y la tarde comenzaba a teñir el cielo de un naranjo hermoso, provocando qué sintiera un pequeño deja vu. El frío hizo que bajara las mangas de su suéter morado, tratando de contener el calor.
—¿Cómo estás? —La pregunta de Roy la hizo suspirar, y a juzgar por la mirada que le dio, y el tono suave de su voz, le daba a entender que ya sabía todo. Su respuesta fue bajar bajar la cabeza y sentarse en la orilla de la fuente qué ya no lanzaba agua, debido a que se encontraban en pleno invierno.
—Ya sabes cómo estoy. La pregunta es cómo lo supiste —Roy apartó la mirada.
—Dick me llamó —confesó—. Escucha, no vine a juzgarte. ¿Cómo podría? No soy el indicado para dar consejos sobre como calmar los ataques de ira.
—Estaba confundida —espetó la pelinegra, pasando las manos por su rostro, frustrada. Comenzó a morder su mejilla interna derecha—. No sé... me sentí realmente molesta porque Bruce no quiso hacer nada. Fue un error, sin embargo, obligarlo a romper aquello que lo mantenía cuerdo, fui egoísta y...—Roy la interrumpió soltando una risa irónica.
—Sí. Fuiste muy egoísta al querer asesinar al lunático qué te hizo pasar un infierno por casi un año. Mierda, Natalie, deberías pagar condena de muerte por tener la misma sed de venganza que tuvo Dick cuando tuvo a Zucco frente a frente e hizo que lo balearan hasta matarlo —ironizó, alzando las cejas. Natalie negó con la cabeza. Pero él se adelantó. —Asesinó a Jason, Natalie, y asesinó a mil inocentes durante toda su vida por el estúpido juego del gato y el ratón que tenía con Batman.
Ella se giró a verlo.
—Pero no debí...
—No hubiera dudado en asesinarlo si hubiera sido Dick —declaró en un tono serio. Y un silencio se formó entre ellos. Natalie bajó la cabeza, sintiendo el peso de las palabras de Roy. Sabía que había verdad en lo que él decía.
El chico chasqueó la lengua y la abrazó por los hombros para atraerla a él. No había allí para hacerla sentir peor.
—Cuéntame de él.
Natalie sonrió, entendiendo que se refería a Jason. Suspiró antes de hablar.
—La primera vez que lo vi, pensé que era un arrogante entrometido que quería robarse el crédito de haber atrapado a unos traficantes en el Callejón del crimen —confesó, soltando una risa. Roy colocó una mano reconfortante sobre su hombro, transmitiendo su apoyo silencioso. —Pero luego... —se detuvo unos segundos, las lágrimas amenazaron con salir de sus ojos, pero las contuvo. —Jason era... increíble, Roy. Hacía que su presencia se notara. Era como una lámpara brillante en medio de una sala cubierta por la oscuridad, pero al mismo tiempo, consumía su propia luz. Fue ruidoso —Roy rió, al igual que ella—, y caóticamente hermoso. Apasionado también. Nadie amará tanto ser Robin como lo hacía él. Era sensible e incomprendido por quienes lo rodearon —finalizó, dejando que una lágrima bajara por su mejilla.
Roy se sorprendió por la forma en que ella lo describía, como sus ojos seguían brillando cuando lo nombraba, apesar de estar apagados por el dolor que le causaba recordar el hecho de que ya no estaba con ella. Comprendió que se amaron, realmente lo hicieron, porque el mismo brillo que tenía ella en sus ojos, era el mismo que había visto en los iris azules de Jason.
—Qué cursi —se burló, para alejar la tristeza. Ambos rieron y Natalie se reincorporó.
La sonrisa se borró de su rostro cuando el vehículo de Dick se estacionó frente a la Mansión. El castaño ni siquiera se percató de su presencia, ya que se adentró rápidamente.
Algo le decía que la llamada de Bárbara no había sido para entregarle un caso de simples traficantes a punto de reunirse para una entrega.
Se dio una mirada cómplice con Roy.
El resto de tarde, Natalie se la pasó en compañía de Roy Harper. Aparentemente iba a quedarse unos días en Gotham, así que lo ayudó a instalarse en su habitación, ya que ella había decidido quedarse con la de Jason. Dieron un par de vueltas por la ciudad, y pasaron a comer a un restaurante, donde se enteraron por los noticieros que los Titanes no habían podido detener un robo en el banco. De inmediato, subieron al vehículo y regresaron a la Mansión.
Ella caminaba a paso firme por los pasillos, esperando encontrar a su hermano para reclamarle. Sabía lo que hacía, y no le gustaba para nada que la excluyera de los planes que tenía con los Titanes solo porque una noche perdió el control. La muerte de Jason había causado un gran impacto en su corazón, se había perdido un momento en la oscuridad de la venganza, pero estaba segura que aquello no volvería a ocurrir. El problema era que ahora, quizás, Dick ya no confiaría en ella para pertenecer a los Titanes, y necesitaba demostrarles que nada había cambiado, que era capaz de mantener sus cosas al margen y continuar con su papel en el equipo.
Con Roy resoplando detrás de ella, caminaron por la Baticueva hasta llegar a la sala de monitores. Allí se encontraban los Titanes reunidos.
—¿Qué mierda fue eso del banco, Dick? ¿Por qué no me avisaste?
—Lo discutiremos luego —aplazó el mayor, avanzando unos pasos hacia uno de los monitores.
Abrió la boca para protestar, pero Conner le dio una mirada de súplica, a lo que ella bufó y retrocedió un paso. Se giró y se encontró con Gar y Kory también presentes, su ceño se frunció al verlos con un juego de ajedrez sobre la mesa.
—Es una llamada al 911, hace dos minutos, del edificio Hobbs —avisó el Kent. Dick apretó un botón para poder oír la llamada.
—Emergencias. ¿Cómo puedo ayudarlo?
—Vi a un hombre que llevaba a una mujer al edificio. Ella gritaba, él tenía un arma.
—¿Dónde está usted?
—Frente al edificio Hobbs. La llevó al interior. Él usaba una capucha roja.
Roy dio un paso al frente, con el ceño fruncido.
—La voz está distorsionada, es un truco. Los lleva a una trampa, ¿Qué demonios pasa aquí? —Inquirió mirando a Dick. El mayor le hizo una señal a los Titanes y ellos rápidamente salieron para ir en busca de sus cosas. Luego su mirada se dirigió al ojiazul, qué lo miraba con una mezcla de desconcierto y curiosidad.
—¿Trajiste tu traje? —Roy asintió. —Bienvenido al equipo.
—No recuerdo haberte preguntado si quería estar o no —rezongó. Natalie pasó su mirada entre ambos hombres. Era evidente que habían tenido un problema en el pasado, y no tenía idea qué ocurrió, pero Dick parecía debatir entre sus próximas palabras. Roy terminó rodando los ojos. —No quiero ser parte de tu grupo, pero iré con ustedes.
—Gracias. Te voy a necesitar en la altura, si hay francotiradores...
—Oye, sin órdenes. Sé qué hacer.
Dick suspiró y negó con la cabeza. Entonces se giró a ver a su hermana.
—Natalie... creo que tú deberías quedarte.
La pelinegra le dio una mala mirada y pasó a su lado.
—¿Vamos a seguir hablando o detendremos a los policías?
Natalie no negaría que estaba nerviosa. Sería la primera vez que saldría afuera después del ataque contra el Joker. Y entonces las dudas surgieron, mientras ajustaba a su cuerpo el traje púrpura que definía su lugar en el mundo de la justicia. Temía no poder controlar ese lado oscuro que la acechaba, la incertidumbre la envolvía como una sombra, y la ansiedad le carcomía la confianza.
«Fue algo de una sola vez» pensó. Queriendo aferrarse a esa idea mientras se preparaba para la misión, con el deseo ardiente de demostrar que su pasado no definiría su futuro.
Tan pronto como llegaron al edificio Hobbs, ella apartó todas las dudas sobre sí misma y se concentró en eliminar a los enemigos. Roy, ya con su traje rojo puesto, y el arco entre sus manos, le dio un asentimiento de cabeza. Luego se separaron.
Natalie, con su instinto protector agudo como una hoja afilada, tenía la necesidad de asegurarse de que nada acechara desde las sombras. Su entrenamiento con Alfred la había convertido en una experta en el arte del sigilo, y ahora lo aplicaba para resguardar al líder del equipo. Quién acostumbraba a alejarse del grupo. Mientras se adentraban más en la estructura, la tensión en el aire era palpable. De repente, una bomba de humo cayó frente a los pies de Dick, y Natalie reaccionó de inmediato, instintivamente cubriendo la posición de su hermano. Sus sentidos se agudizaron mientras evaluaba cada rincón en busca de amenazas potenciales. La lealtad hacia los Titanes y el compromiso con la misión ardían en su interior.
—¿Por qué tardaste tanto? —Esa voz distorsionada, la misma que habían escuchado en la llamada. Natalie tomó una flecha y esperó a que la amenaza se presenciara.
Dick, con la seguridad de que ella estaba por ahí, avanzó unos pasos, alejándose del humo. No temía porque sabía que Arrow le resguardaba la espalda. Sabía que su hermana estaba allí.
Una figura apareció frente a él. Natalie entrecerró los ojos, observando al desconocido que llevaba un traje negro, encima una chaqueta roja. Su rostro no podía verse debido al casco rojo que tenía puesto. Ella lo relacionó con la idea de las capuchas rojas.
—Llegué lo antes que pude —afirmó Dick, un deje de burla en su voz.
—Estaba a punto de escribirlo en el cielo. Pero te felicito por lo del ajedrez.
—No fui yo. Lo resolvió mi equipo. Y veo que tú tienes un equipo también.
—Ellos son reemplazables, como los Titanes. —Dicho aquello, el desconocido disparó la ametralladora entre sus manos. Natalie se ocultó al igual que Dick. Más la flecha de la chica apuntaba directo a una de las piernas del sujeto.
—¿Quién eres? —Inquirió Dick.
—Soy al que recurrirán cuando los decepciones. Gotham, es mía ahora.
Natalie rápidamente cambió la flecha y la lanzó frente a los pies del desconocido. Una red de electricidad se desató, y mientras él era electrocutado, ella aprovechó para moverse hacia otro lugar. Antes de que supiera de donde salió la fecha. Los disparos no tardaron en resonar. Entonces Natalie salió de su escondite y lanzó una flecha que el sujeto logró esquivar con un movimiento rápido. En cuanto estuvo frente a frente con él dejó su arco de lado para iniciar una disputa. Cada golpe era rápido y certero, su habilidad marcial evidente en cada movimiento. Pero el contrario también demostró su destreza impresionante en el combate cuerpo a cuerpo cuando golpeó una de sus piernas y la hizo caer al suelo. Natalie se arrastró hacia atrás. Hizo el ademán de levantarse de nuevo para continuar luchando, pero tuvo que permanecer en su lugar cuando visualizó al desconocido apuntar un arma a su cabeza.
Ella le dio una mala mirada, sin mostrarle miedo alguno.
Entonces uno de los bastones de esgrima de Dick golpeó la mano del enemigo y provocó que soltara el arma. Luego comenzó la lucha entre ellos.
—Arsenal, revisa los techos —instruyó la pelinegra, levantándose del suelo. Aquella orden llamó la atención del nuevo enmascarado. Ella se unió a la lucha cuando Dick se apartó. —¿Quién eres? —Inquirió caminando frente a él, acechándolo desde cerca. Un aura oscura la envolvía, llamativa para el enmascarado.
—¿Realmente no lo sabes? Deberías, muñeca. Tú me nombraste.
La revelación de aquel apodo la tomó por sorpresa.
Entonces todo encajó. Las capuchas rojas no eran una relación con los inicios del Joker. Pero lo que pensaba en esos momentos no era posible. No podía ser. Porque Jason estaba muerto.
"¿Red Hood?"
"Suena bien, ¿no?"
—No... —susurró, avanzando unos pasos hacia atrás debido a la disputa que tenía Nightwing con el desconocido. El corazón de Natalie pareció dejar de latir, y su cuerpo se heló.
Nightwing tuvo la oportunidad de golpear el casco del sujeto con uno de sus bastones de esgrima, causando que parte del casco roja se rompiera, dejando al descubierto la mitad de su rostro. Él se agachó para recoger aquel pedazo, y luego, con una mirada totalmente diferente, lo vió a él...
Dick se encontraba totalmente anonadado. Natalie se quedó estática en su lugar. Sus manos comenzaron a temblar, y el arco cayó al suelo.
—Bruce siempre me decía que eras mejor con los juguetes que yo.
—¿Jason? —Inquirió el castaño, sus ojos abiertos de par en par en asombro. Jason asintió con solemnidad, su mirada oscura viajó a la pelinegra que alguna vez fue su novia.
—En persona. Aunque ahora llevo otro nombre. Lo escucharán mucho por aquí.
—No... —murmuró Natalie, anticipando lo que diría a continuación.
—Red Hood.
Seguido de su revelación, sacó de su cinturón una segunda arma. Ella iba a correr, pero se percató de que el único que recibió los impactos, fue Dick.
Con un gesto sombrío, Jason se dio la vuelta y salió de allí.
Red Hood abandonó el lugar.
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