𝑐. chapter two.
Capítulo dos.
❛ Rose. ❜
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A la mañana siguiente, Gar, Jason y Natalie se encontraba en la sala de monitores. Los tres adolescentes observaban con nerviosismo el resultado que estaba por aparecer en la pantalla grande.
Dick había salido con la chica nueva esa mañana, por lo que en la torre se encontraban únicamente los nuevos Titanes, sin su líder. Una oportunidad que tomaron sin pensarlo, y en cuanto Dick había dejado la torre, Gar fue a buscar el parche que se encontraba anteriormente en el ojo de la desconocida, antes de que Dick la ayudara a cambiarlo por uno nuevo. Ahora, ese mismo parche con la sangre serviría para que las computadoras de las Empresas Wayne pudieran encontrar toda la información posible y relacionada con la chica.
Natalie se paró detrás de Gar, mientras que Jason caminaba de un lado a otro, poniéndole los nervios de punta a la pelinegra.
—Coincidencia identificada —indicó la computadora.
—Rose Wilson —leyó Gar, sentado frente al monitor. —Y este es su padre, Slade Wilson.
Natalie no apartó la mirada de la computadora, su corazón pareció detenerse un segundo al mostrarse la imagen del padre de Rose en la pantalla. Jason llegó a su lado, igual de impresionado que ella. Gar, sin embargo, no tenía idea del peligro que corrían al tener a la hija de ese hombre allí.
—No me jodas —murmuró Jason, ahora mirando el perfil de Natalie.
—Deathstroke.
En ese momento, Dick y Rachel llegaron a la sala, mirando con confusión la imagen en la pantalla. Natalie dirigió de inmediato la mirada a su hermano, quien era el único relacionado con Deathstroke de todos los presentes. Un viejo enemigo de los viejos Titanes. Una amenaza de alto peligro.
—¿Ese es el padre de Rose? —Inquirió la peliazul. Natalie asintió con la cabeza.
—Sí.
—El mismísimo Deathstroke —mencionó Jason.
Dick mantuvo la mirada en la pantalla.
—¿Lo conoces? —Le preguntó Rachel.
—Más o menos. Con los viejos Titanes —respondió. La pelinegra a unos pasos de él sabía que su respuesta era más que un simple "más o menos". Aquello solo afirmó lo que había dicho la noche anterior en la discusión. Las mentiras parecían ser el día a día de su hermano.
Gar continuó buscando más información para proseguir a leer.
—Miren esto —los llamó. La tensión en el lugar era evidente. —Era de la Delta Force. Integrante de H.I.V.E —informó —. Soldados selectos sometidos a biomejoras experimentales. De los 35 sujetos de prueba, solo Slade Wilson sobrevivió. Según la Interpol, se jubiló hace años, tras morir su hijo, Jericho. Busqué en la computadora...
—Yo sigo —lo interrumpió Dick, apagando el aparato. Aquella acción repentina provocó que Natalie frunciera el ceño, y que los adolescentes se miraran entre sí.
Claro estaba que no quería que los nuevos Titanes supieran más de aquel hombre.
La alerta de seguridad alejó el silencio incómodo y la tensión.
—¿Cambiaron el código? —se quejó Donna Troy en la cámara de seguridad. Junto a ella se encontraban Hank y Dawn.
Natalie esbozó una sonrisa. Fue la primera en salir para caminar hasta la entrada del ascensor. Un toque en su hombro la hizo girarse. A su lado se encontró con Jason, el cual le daba una pequeña sonrisa, causando que su corazón se acelere y sintiera esas mariposas en el estómago. Con la situación de Rose, había olvidado por completo que no había hablado con Jason todavía, y francamente, esperaba que ese momento se prolongara un poco más. Todavía no había tenido el tiempo de pensar con claridad las cosas.
Simplemente tenía miedo de desilusionarse una vez más. Por el momento, intentaría llevar las cosas con calma. ¿El problema? Jason Todd era un tornado que arrasaba con todo a su paso.
—¿Vas a seguir ignorándome o...? —dijo el mayor, alzando las cejas. Natalie rió, nerviosa.
—No te ignoro —se defendió. Sin embargo, aceleró el paso para dejarlo atrás y apresurarse a saludar a la mujer que entró a la Torre—¡Dawn! —saludó con entusiasmo. La recién nombrada la recibió con un fuerte abrazo.
Jason se alejó para observar a la chica pelinegra moverse de los brazos de Dawn para caer en los de Hank.
—¿Y Kory? —preguntó Rachel, tras no verla llegar con ellos. Donna se encogió de hombros.
—Desapareció.
—¿Cómo que desapareció? —Inquirió Gar esta vez.
—No atiende el teléfono. Pero mencionó que deseaba ir a Florida —dijo para tranquilizar a la peliazul. —Supongo que decidió ir a dar un paseo sin avisar.
La respuesta de Donna pareció no funcionar, pues el rostro de Rachel delató que continuaba preocupada por su amiga. Natalie no conocía a la otra mujer adecuadamente todavía, pero, a juzgar por el tiempo que llevaba junto a Dick y los demás, se notaba que Rachel y ella habían desarrollado algún tipo de vínculo. Algo así como había ocurrido con ella y Jason. Solo que... diferente.
Su mirada buscó al pelinegro entonces, encontrándolo afirmado en uno de los pilares, sin tener intenciones de acercarse a saludar a los recién llegados. Con total desinterés observaba a los viejos Titanes.
—¿Los siguieron? —Les preguntó Dick. Los saludos ya habían acabado.
—Dimos vueltas antes de tocar —contestó Hank, apretujando el pequeño cuerpo de Natalie contra el suyo, sacándole una pequeña risa. —Cubrimos las huellas.
Dick apretó los labios y miró a los adolescentes.
—¿Chicos, nos darían un momento?
Rachel y Gar se dieron una mirada antes de aceptar y salir del salón. Natalie se apresuró ha asentir, un poco confundida. Jason fue obligado a dejar la conversación también. Él, sin embargo, en total desacuerdo con ser excluido de aquellas conversaciones.
...
Natalie observó, sin prestar demasiada atención, al trío de adolescentes que se movían por la sala de entrenamientos. Los ojos de los chicos estaban vendados, y en sus muñecas traían puestos unos protectores para no causarse algún daño durante las prácticas. Debido a que una vez, Jason había golpeado con demasiada fuerza la muñeca de Rachel y esta había acabado con una pequeña lesión.
La pelinegra sonrió al ver lo mucho que habían progresado Gar y Rachel, todavía tenían mucho que aprender, pero ya podrían defenderse mejor de lo que seguramente lo hicieron en el pasado. Si bien sus poderes estarían allí para cubrirlos, siempre debían estar preparados para perderlos algún día. Era parte del discurso que solía dar Dick cada mañana antes de someterlos a un entrenamiento que acababa con la mayoría de su energía.
—Cuida tus pies, Rachel —le aconsejó a la menor. Ésta logró esquivar un golpe de Jason, pero su bastón se había caído al suelo, dejándola fuera del combate cuando se agachó a buscarlo. Que tuvieran los ojos vendados no le ayudaba en mucho.
Jason y Gar continuaron la disputa sin verse demasiado afectados por la desaparición de Rachel.
La peliazul logró recuperar su bastón y se levantó. No obstante, Jason consiguió ser más rápido y, tras Rachel estar de espaldas, el pelinegro golpeó la nuca de la chica, causando que cayera al suelo nuevamente.
—¿Rachel?
De pronto, los poderes de la chica salieron a la luz. Sus iris se tornaron rojas, y la gema en su frente se iluminó del mismo color. Natalie se levantó asustada al ver semejante cosa, siendo la primera vez que presenciaba el lado demonio de la chica. Su miedo aumentó al verla tomar a Jason del cuello mientras lo levantaba. Usando sus poderes contra él.
—¿Qué diablos? —murmuró Natalie.
Tuvo intenciones de acercarse a Rachel, quien levitaba junto a Jason. Pero fue empujada por una fuerza invisible, provocando que su cuerpo impactara dolorosamente contra una mesa de bastones. Gar se aproximó para ayudarla a levantarse, pero el dolor desaparecía entre la preocupación que sentía en esos momentos. Todas sus alarmas se encendieron al notar que la chica usaba sus poderes para que uno de los set de espadas apuntaran hacia Jason.
—¡Rachel! —la llamó Gar. El muchacho se encontraba igual de preocupado que Natalie.
Solo entonces, la peliazul pareció salir del trance y soltó a Jason, haciendo que este cayera al suelo. Natalie se aproximó al chico para verificar que se encontrara bien. Sin embargo, lo que recibió fue un manotazo por parte del pelinegro, y un empujón que la apartó inmediatamente de él.
—Suéltame —demandó, antes de levantarse y caminar directo a una confundida Rachel. —Aléjate de mí, maldita fenómeno —escupió enojado.
Natalie se levantó del suelo, callando un quejido que quiso escapar de su boca al sentir un dolor en su brazo. Gar, la notar aquello, se acercó para dejar una suave caricia en la zona afectada.
—¿Todo bien? —interrumpió Dick, llegando a la sala. Encontrándose con una tensión posible de cortar con un cuchillo.
Jason le dio una mala mirada a Rachel antes de caminar hacia el antiguo Robin.
—No. Y no me gusta quedar afuera de los planes de ustedes los viejos —protestó, apuntando a Dick con su dedo índice. Éste negó con la cabeza y le regaló una pequeña sonrisa.
—Tranquilo. No te perdiste de mucho —intentó tranquilizarlo. —Gar, te necesito.
El peliverde asintió, todavía a un lado de Natalie. Jason se percató de las caricias que dejaba el menor sobre el brazo de la chica. Su estómago se revolvió.
—¿Qué hay de mí? —preguntó con brusquedad, apartando la mirada de la desagradable escena, molesto por lo recién ocurrido con Rachel. Y quizás, siendo consumido por unos irremediables celos.
—Sigue entrenando —declaró Dick, haciéndole una señal a Gar para que lo acompañara.
Natalie bufó. Con ella también tenía asuntos pendientes, pero ya comenzaba a hacerse la idea de que tendría que esperar a que la lista de ocupaciones de Dick Grayson disminuyera para poder tener de nuevo una conversación con él.
Cuando Dick y Gar dejaron la sala, Jason dio unos cuantos pasos hacia Rachel.
—Hazte ver esa mierda... pero por un maldito sacerdote —espetó, mirándola con desprecio de pies a cabeza. No tardó en salir de allí a paso rápido, tirando el bastón al suelo.
Rachel miró a Natalie, en busca, quizás, de un poco de consuelo, pero la pelinegra simplemente bajó la mirada y suspiró antes de correr detrás de Jason. Necesitaba cerciorarse de que estaría bien. Sabía que lo más probable era que el chico intentara alejarla, encerrarse en su burbuja de enojo hasta que sintiera que fuera suficiente. Pero no perdía nada con trotar hasta él y brindarle un poco de apoyo.
Cuando estuvo detrás de él le tocó el hombro.
—Oh, vamos. No pretendas que te importo ahora —atacó el mayor, continuando su caminata hacia los dormitorios. —Te di tu espacio, ahora tú déjame solo.
La pelinegra quiso detenerse, cumplir con su petición y tal vez, intentar hablar con él mañana. Pero su corazón la impulsó a sacarlo de los nervios y continuar la caminata a su lado. Jason estaba sumido en sus pensamientos, tanto así que no logró percibir que casi iba pisándole los talones hasta que ella avanzó para ponerse frente a él.
—¡Déjame solo, Natalie! ¡Lárgate!
Ella se sobresaltó, deteniendo su paso abruptamente. Enfrentándose el verdadero enojo del chico. Retrocedió unos pasos antes de girarse sobre sus talones para iniciar el recorrido de regreso a la sala de entrenamiento. No obstante, Jason al ver su reacción se arrepintió enseguida. Entrando en razón, aceptando que estaba desquitándose con ella solo porque se encontraba molesto de su interacción insignificante con Gar. Ella tampoco tenía la culpa de que su hermano fuera un idiota. Ni era culpable de haberlo asfixiado con sus poderes extraños.
—Muñeca... lo siento —se disculpó, con la voz suave y los hombros caídos. —Es que... estoy cansado de esta mierda. Me siento sofocado sin hacer nada. Sin...
—¿Lanzarte por las escaleras con la motocicleta? —lo interrumpió ella. Jason sonrió y bajó la cabeza. Era increíble como su mal humor podía esfumarse con tan solo escuchar un par de palabras de aquella chica.
—Tal vez —le dio la razón. Abrió la puerta de su habitación, e hizo un gesto con su mano, invitándola a entrar.—Puedes pasar si quieres.
Ella asintió y avanzó hasta la habitación del pelinegro. Le regaló una sonrisa al pasar a su lado. Ya había estado allí antes, pero no pudo evitar darle un recorrido rápido con la mirada. Sus ojos se posaron en los ventanales que daban una buena vista hacia la ciudad. Principalmente a los edificios que se encontraban cerca.
Jason se sumó a ella. A diferencia de que él la observaba a ella, no a la luna que ayudaba a iluminar la habitación en esos momentos. Las lámparas en la pared apenas destellaban luz, ya que Jason utilizaba esa configuración cuando quería tirarse a la cama a leer y Natalie descansaba a su lado. Así las luces no la molestaban a ella. Claro que luego debía levantarse a mitad de la noche para buscar algún medicamente en la enfermería que le quitara el dolor de cabeza producido por forzar demasiado su vista.
—Lo siento —murmuró la menor, girándose a verlo, con una mueca de frustración en el rostro. Jason se encogió de hombros y recorrió de nuevo el rostro juvenil de la chica. Ella continuó, iniciando una conversación sobre lo ocurrido en la sala de entrenamientos el día anterior. —Me asusté —declaró, desviando la mirada, demasiado avergonzada como para admirar sus iris azules en ese momento.
—¿Te asusté? —jugueteó Jason, para eliminar la vergüenza y aligerar un poco el ambiente.
Natalie negó con la cabeza, soltando un suspiro.
—No tú. Es solo que... yo nunca he tenido novio o algo parecido —confesó frustrada. —Quiero decir, hubieron chicos de mi escuela, ya sabes, pero nunca logró llegar a algo más... no sé. En mi cabeza daba vueltas el asunto de Robin, los entrenamientos con Alfred, y luego... —se detuvo, y su mirada se perdió en algún lugar de la infinidad de la ciudad. Él ladeó la cabeza, tratando de encontrar su mirada.
La tomó del brazo para girarla, y apartó un mechón negro de su rostro para luego dejarlo detrás de su oreja. Ella levantó la mirada para verlo, huyendo de los malos recuerdos que insistían en arruinarle la vida. Era constantemente arrastrada a la miseria por una sola noche de su vida. Todo lo malo que ocurrió antes y después, se juntaba para terminar por consumirla en pensamientos que la doctora Leslie nunca logró ayudarla a persuadir.
Sin embargo, había algo en la mirada azulada de Jason que espantaba cualquier dilema para que en su cabeza solo se instalara la admiración por aquellos iris azules que brillaban cada vez que la veían.
Jason tomó su barbilla y la acercó para depositar un eterno beso en su mejilla. El tacto de sus labios contra la suave mejilla de la menor ardió placenteramente. Y los latidos de ambos corazones se elevaron al mismo tiempo.
—Tampoco he hecho esto antes. Pero voy enserio contigo, muñeca. Desde el primer día en que te conocí —confesó, con el corazón acelerado y la voz ya apenas audible. Le confesaba su amor en susurros que solo ellos eran capaces de escuchar. Mostraba su lado vulnerable sin miedo a salir lastimado, tal vez, siguiendo a uno de esos impulsos que tenía él.
Natalie tragó saliva. Las palabras se atoraron en su garganta, mientras que su corazón gritaba otras millones. Quiso decirle que lo quería, más allá de una cosa de Robin y Robin girl, más allá de ser compañeros en una Torre en San Francisco. Por suerte, Jason sabía entrometerse en sus asuntos tanto como en su corazón. Por lo que estampó sus labios contra los de ella, saboreando sus labios con hambre, queriéndolo todo. Natalie dio un paso atrás, pero Jason la sostuvo de la cintura, temeroso de que fuera a huir de sus brazos en ese momento. Fue un alivio para su corazón sentir las cálidas manos de la menor sobre sus mejillas heladas, el goce fue tan grande que no pudo evitar sonreír, sentir una carga incontrolable de adrenalina. Natalie se apartó un segundo, con la sensación de tener fuegos artificiales estallando en su estómago.
—¿Vas a recitarme algún poema ahora o...? —bromeó ella en un susurro. Jason volvió a besarla, levantándola del suelo, haciendo que la menor enrollara sus piernas alrededor de su cintura.
La llevó hasta la cama entre risas, y allí la dejó con suavidad, antes de subirse sobre ella sin dejar caer su peso encima. Admirando la sonrisa brillante que tenía en el rostro.
—No precisamente un poema. Solo me gustaría que sepas, Natalie Grayson, que desnudaría mi corazón para arropar al tuyo.
—Jay...
El recién nombrado regresó a los labios de la menor para saborear la gloria de su victoria. Impidiéndole al mismo tiempo concretar una respuesta. Natalie tenía el poder de revolver su cabeza, como también ordenarla. Una sola sonrisa de la chica Grayson y los problemas de Jason desaparecían, su vida parecía solucionarse con tan solo recibir un beso. Lo sabía ahora. Sabía lo que era estar enamorado y no había sentimiento que lo aterrara más que eso, pero lo llenaba de adrenalina el no saber cómo funcionaba. Enamorarse de Natalie Grayson era el mayor riesgo que Jason estaba tomando, y no tenía problema con eso.
Los problemas, sin embargo, comenzaron cuando un apagón los dejó completamente a oscuras.
Los dos adolescentes se levantaron confundidos.
—Es un apagón —avisó Jason, mirando la ciudad por los ventanales.
El Sistema auxiliar le regresó las luces únicamente a la Torre de los Titanes.
—Iré a ver qué pasa —le indicó Natalie. Jason asintió. No obstante, antes de que pudiera abrir la puerta para salir, fue empujada contra la misma, y en menos de un segundo tenía a Jason de nuevo sobre sus labios, besándola como si el mundo se fuese ha acabar en ese instante.
Ambos sonrieron luego de separarse.
La pelinegra caminó a la sala principal con una enorme sonrisa en el rostro, encontrándose allí con Dick, Donna, Hank y Dawn. A juzgar por las expresiones de los viejos Titanes, algo estaba ocurriendo y ellos no estaban enterados. Natalie borró su sonrisa.
—¿Qué ocurre? Toda la ciudad está a oscuras —Inquirió la pelinegra, cruzándose de brazos.
—Nada, es un problema de nosotros —contestó Dick. —Dile a los chicos que se mantengan en la Torre.
Natalie negó con la cabeza y soltó una risa sin gracia.
—Es el Doctor Light —confesó Dawn, dándole una mirada de advertencia al líder de los Titanes. Natalie no estaba al tanto de aquel hombre.
—¿Y qué tenemos que hacer? ¿Hay un plan? —quiso saber, ignorando por completo la mirada de su hermano sobre ella. Dawn estaba por darle una respuesta, cuando Jason llegó a la sala.
—¿Iremos a alguna parte? —interrumpió, llegando a la escena con el traje de Robin puesto.
Los tres viejos Titanes recorrieron al nuevo Robin con la mirada. Hank fue quien no dudó en hablar.
—Sí, a Omaha. Te dejaremos en la estación de autobuses.
—No se relaciona con ustedes. Nosotros nos encargaremos —habló nuevamente Dick. Natalie entrecerró los ojos y se puse a un lado de Jason.
Hace más de tres meses que no salían de la Torre ha nada más que por un café o asuntos personales que no tenían nada que ver con atacar a algún lunático o enviar al pingüino de vuelta a Arkham. Se suponía que estaban reformándose para combatir al crimen en San Francisco. Dick los entrenaba para salir a las calles. Y hasta el momento, la acción más arriesgada que habían tomado, era dejar entrar a la hija de Deathstroke para que comiera cereales gratis.
—No vine aquí a vaciar lavavajillas —protestó Jason. Demostrando su inconformidad. Natalie dio un paso adelante también.
—¿Cuál es el punto de los nuevos Titanes si todo lo solucionan los viejos? No entiendo para que practicamos con los ojos vendados si no salimos a la calle para perder uno —se encogió de hombros, protestando directamente contra Dick.
—Por lo menos, déjanos hacer interferencia —propuso el pelinegro. —Rachel y Gar quizás deban quedarse, pero nosotros también estamos bajo la influencia de Bruce.
Dick guardó unos segundos de silencio antes de negar con la cabeza. Los tres Titanes se dirigieron al ascensor cuando la conversación acabó para ellos. Su líder, fue tomado del brazo por Jason.
—Podemos ayudar —insistió.
—No esta vez. Tendrán su oportunidad en otra ocasión.
—Como digas, chico maravilla —rechistó Natalie, con tono irónico. Para ese entonces, las puertas del ascensor se habían cerrado.
Jason negó con la cabeza, frustrado de tener que pasar otra noche en aquella Torre sin tener la oportunidad de salir a las calles. Era para lo que Batman lo había entrenado, para lo que Alfred había entrenado a Natalie.
—¿Viernes de disfraces? —La voz de Rose llamó la atención del pelinegro.
Ninguno dijo nada.
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