𝑐. chapter ten.
Capítulo diez.
"La oscuridad entre las estrellas"
«Tiene que ser una maldita broma» fue lo que respondió Jason cuando Natalie le hizo saber de la conversación que tuvo con Crane antes de instalarse en la Mansión Wayne. Estuvieron en la habitación un par de vagos minutos, ella dejó que Jason sostuviera su mano temblorosa y le diera un beso en el torso. No hicieron más que estar junto a la compañía del otro una vez Crane accedió a la Baticueva. Entonces Natalie le dijo que el Joker seguía vivo y la expresión de Jason decayó. Primero notó la tristeza, la decepción y luego terminó su ruleta rusa de emociones con enojo. El silencio reinó en las cuatro paredes y ambos jóvenes víctimas del payaso del crimen se sumieron en sus propios pensamientos. Ninguno dijo palabra alguna, hasta que Jason había murmurado en voz baja, como si temiera alzar la voz.
—Es estúpido, pero... —hizo una pausa, donde Natalie alejó su cabeza del pecho de Jason y lo miró a sus ojos azules apagados. —Pensé que yo sería el último al que dejaría herir.
Pero el Joker seguía vivo. Y en la cabeza de Jason vagaba la idea de que él no había sido lo suficientemente importante en la vida de Batman como para que él acabara con el Joker de una vez por todas. Porque lo había alejado de él. Quería saber que pensó Bruce en ese momento, cuando supo que él había muerto, cuando se enteró de que su compañero había sido asesinado. Su hijo. O, incluso, también pensó en que, si no era por él, al menos pudo haber sido capaz de mancharse las manos de sangre por Natalie, a quién vio crecer, la chica que llevó también el manto de Robin. Pero estaba claro que el único por el cual Bruce Wayne sería capaz de todo, era por Dick Grayson.
Su contención fue saber que Natalie, al menos, lo intentó.
No obstante, debían obtener información por cuenta propia, y no solo dejarse llevar por las palabras de Jonathan Crane, por lo que el frío de esa mañana se hizo notar en sus manos heladas que ahora estaban siendo cubiertas por los guantes negros que usualmente llevaba cada vez que se ponía el traje de Red Hood. Natalie a su lado revisaba las flechas que descansaban dentro del lote antes de que se lo pusiera en la espalda. Él la miró con atención mientras se preparaba, sus ojos la estudiaron de pies a cabeza, admirando como el traje se ajustaba a su cuerpo esbelto.
Jason había visto a muchas chicas lindas a lo largo de su vida, pero Natalie era como un sueño hecho realidad para él. En cada gesto que realizaba, en cada palabra que salía de sus labios cuando él necesitaba escucharla, encontraba una nueva razón para enamorarse de ella. Le gustaba cuando su cabello negro largo se agitaba sobre su rostro por el viento y ella lo apartaba con una sonrisa divertida en el rostro. Le gustaba que era sensible, pero todavía más valiente de lo que parecía. Le gustaban sus ojos marrones qué brillaban cuando murmuraba canciones de The Fray, y, de hecho, debía admitir que tenía una voz muy bonita y entonada. Ella era la belleza interminable, la estrella y él la oscuridad que la rodeaba. Se preguntaba en qué momento llegó a sentir tanto por ella.
Ah, sí. Cuando encontró la fotografía de Natalie entre unas cosas viejas de Dick que se suponía que no podía revisar. Pero era su primera noche en la Mansión Wayne y no era bueno obedeciendo órdenes. Desde ese momento, Natalie Grayson se convirtió en la definición de todo lo que Jason Todd quería en su vida.
—El plan es simple —habló ella, sacándolo de los pensamientos cuando cerró el maletero del vehículo y se giró a verlo para encontrarse con su mirada azulada—, hacemos un par de preguntas y nos vamos. Solo necesitamos saber si realmente está vivo o Crane nos toma el pelo.
Jason apretó los labios y asintió con la cabeza. Natalie soltó un suspiro y le extendió el arco para que lo tomara.
—¿Quieres que te ayu...? —Ella no le permitió finalizar la pregunta cuando ya estaba saltando sobre la pandereta para pasar al otro lado. Jason bufó antes de ponerse el casco y lanzar el arco cuando Natalie se lo pidió.
Cuando se encontraron en la puerta de salida de Arkham, la pelinegra revisó el reloj en su muñeca y sostuvo el arco entre sus manos frías.
—Cuando se activen las alarmas tendremos quince minutos antes de que logren reunir a los reclusos. Tenemos que tomar al tipo de la entrada por sorpresa, debajo del escritorio tienen un botón que le avisa directamente al departamento de policías que necesitan refuerzos. Tu entras y lo asustas un poco, yo me encargo de los guardias. Luego nos vamos por la salida principal sin ninguna baja —explicó. Jason escuchó atentamente sus palabras mientras sonreía bajo el casco. —¿Me escuchaste? —le preguntó cuando él no le dio respuesta alguna.
—Fuerte y claro, Arrow.
Natalie negó con la cabeza y dibujó una sonrisa en su rostro.
—De acuerdo, Red Hood —dijo juguetonamente, dejando de lado la seriedad que había mantenido hasta ese momento. —Solo actúa cool, Jay —le pidió, alzando ambas cejas.
—Yo soy cool, muñeca —Natalie negó con la cabeza y le dio un golpe suave en el brazo.
Las alarmas del Asilo se activaron justo a tiempo, dándole inicio a su plan. Jason abrió la puerta y le hizo una señal con la mano.
—Después de ti, preciosa —él definitivamente estaba disfrutando estar devuelta en las misiones junto a ella. Ahora Red Hood y Arrow reemplazaban a Robin y Robin girl. Podría acostumbrarse a eso.
Natalie rodó los ojos y se acomodó el antifaz. Su mirada se posó en la cámara de seguridad que se encontraba en la esquina, directamente apuntando a la salida. Se giró para mirar a Jason, a lo que él simplemente asintió con la cabeza, comunicándole que ya se había encargado de hackear el sistema del Asilo. La pelinegra lideró el camino entre las sombras del pasillo, con Red Hood detrás de ella, siguiéndole el paso desde cerca, sosteniendo el arma entre sus manos enguantadas. Los gritos eufóricos de los reclusos que habían sido liberados a propósito por Jason resonaban en el Asilo. Él había pasado el tiempo suficiente allí durante sus visitas a Crane como para memorizar sigilosamente los sistemas de seguridad entre más cosas que ahora le estaban dando utilidad.
Arrow tomó a Red Hood del brazo para atraerlo junto a ella a un rincón, escondiéndose de los guardias que pasaban por las escaleras hacia la planta subterránea. Solo para molestarla, Jason la tomó de la cintura.
—Está bien, tengamos un poco de diversión...—tan rápido como las palabras fluyeron por su boca de forma coqueta, Natalie lo interrumpió, dándole un fuerte empujón que lo lanzó contra un cuerpo desconocido. Él rápidamente se giró y le dio un golpe en la nariz al guardia de seguridad. La pelinegra se apresuró a tomar la muñeca de Jason cuando lo vio apuntar a la cabeza del sujeto.
—Te dije que no habrían bajas, Red Hood —le dio un manotazo y prosiguió ha arrebatarle el arma de las manos para darle un golpe con la parte trasera al guardia, este cayó inconsciente al suelo.
—Es casi lo mismo —se quejó Red Hood, alzando ambos brazos.
—Hay una diferencia entre inconsciente y muerto.
Jason rodó los ojos bajo el casco.
Continuaron el camino hasta llegar al destino. Inmediatamente Arrow se abalanzó sobre uno de los guardias de seguridad, proporcionándole un fuerte golpe en el estómago y otro en el rostro, lo desarmó con agilidad y una velocidad impresionante. Red Hood copió las acciones de su compañera y en menos segundos de los planeados tenían a los guardias de seguridad eliminados de su lista de obstáculos.
Ambos se movieron con sincronía hacia la oficina principal, y de una sola patada Red Hood derribó la puerta. Una flecha pasó a centímetros del rostro del encargado que ahora los miraba con pánico.
—La siguiente será en tu cabeza.
—Manos arriba —lo amenazó Red Hood, adentrándose a la oficina con el arma firme entre sus manos, apuntando directo a la cabeza del sujeto. Ninguno de los dos estaba realmente consiente del pánico que provocaban juntos, especialmente con la reputación que tenían. Natalie podía verse seductora y angelical, pero en Arkham comentaban sobre la muchacha que acompañó a Batman el día en que la supuesta muerte del Joker se había llevado a cabo. Y estaban de acuerdo en una cosa: Arrow era una amenaza potencialmente alta, si bien no había asesinado a nadie, que Red Hood estuviera a su lado ahora ponía en cuestión sus acciones. Murmuraban que tarde o temprano, se volvería una asesina.
Red Hood por otro lado... había sido quién retiró a Batman de Gotham City.
—¿Qué quieren? —tartamudeó el sujeto, alzando las manos en son de paz, su voz temblaba al igual que sus manos.
—Nosotros hacemos las preguntas —habló Red Hood, avanzando un paso hacia su víctima. —La cosa es simple, ella pregunta y tú respondes —le indicó, tomando a Natalie de la cintura para acercarla. Ella quiso darle un golpe en la cabeza por el contacto físico que seguía teniendo con ella. La distraía. —Si no obedeces —continuó—, te voy a volar la cabeza de un tiro.
Una risa nerviosa escapó de la boca del desconocido, lo que hizo a Natalie fruncir el ceño.
—¿No van a matarme realmente, verdad? Solo lo dicen para asustarme...
—¿Te parece que me veo como Batman? —amenazó Red Hood, quitándole el seguro a su pistola. Arrow suspiró y decidió interrumpir.
—De acuerdo, amigo, ¿Dónde está el Joker? —preguntó la pelinegra, directo al punto, no había mucho tiempo para charlar. Se agachó para quedar a la altura del sujeto que estaba sentado sobre la silla giratoria. El hombre de cabello negro y tez morena tragó saliva.
—Por favor, no quiero tener problemas con Batman.
—¡Responde la maldita pregunta! —ordenó Red Hood, presionando la punta de su pistola contra la sien del hombre. Natalie miró a Jason de reojo, atenta a los movimientos de su compañero. El hombre frente a ellos comenzó a derramar lágrimas que incomodaron a la pelinegra.
—¡Tengo una hija en casa, por favor!
—¡Me importa una mierda! Empieza a hablar. Dónde demonios está el Joker —las palabras de Red Hood comenzaban a ser más duras y crueles, su tono de voz molesto se notaba a través del distorsionador. Natalie comprendió que la situación lo estaba afectando más de lo que decía. Nuevamente tuvo que intervenir.
—¿Por qué no esperas afuera? —le sugirió con una sonrisa tensa. No le importaba si el hombre les estaba mintiendo si tenía hija o no, ella no iba a tomar el riesgo a que Jason arrebatara su vida, no fue eso a lo que fueron allí. Lo necesitaba cuerdo, con la mente fría.
Red Hood volteó su cabeza para mirarla, Natalie deseó poder ver sus ojos, lo que estaba sintiendo en esos momentos. Pero cualquier emoción, además de la rabia, quedaron como incógnita. Ella esperó a que Jason saliera de allí, luego soltó un suspiro y se dirigió al desconocido.
—Escucha, nadie te hará daño, solo necesito que le eches un ojo a la lista y me digas si el Joker fue trasladado recientemente —le pidió con firmeza y suavidad en la voz, incluso una pequeña sonrisa se formó en su rostro para darle un poco de seguridad.
Luego de la petición de Natalie, el hombre la miró con cautela y se giró a su escritorio. La pelinegra esperó con paciencia ha qué termina de revisar unas carpetas de color rojo.
—Fue trasladado a Blackgate hace un par de semanas... —murmuró el hombre. Natalie escuchó la risa seca que soltó Jason afuera. Ella tomó una bocanada de aire y se quedó mirando a la nada por un par de segundos.
"¡Alguien tiene que detenerlo, Bruce!"
"No será mi hija quien lo haga"
Tragó saliva y apretó el arco entre sus manos. Le dio una mirada lastimera al hombre y apretó los labios antes de correr detrás de Jason, atravesando el Asilo Arkham con cuidado, todavía manteniéndose alerta a pesar de lo que pasaba por su cabeza. Se obligó a tomar una respiración profunda y retener las lágrimas que querían escapar de sus ojos. No era la primera vez que Bruce la decepcionaba, pero, por alguna razón, estaba vez se sentía diferente... Tal vez, porque estaba afectando también el chico de cabello negro y ojos azules que acababa de quitarse el casco rojo, revelando así las lágrimas que caían por sus mejillas. Vio a Jason limpiar las lágrimas con frustración, intentando mantenerse fuerte.
Allí entendió Natalie lo mucho que Bruce Wayne había significado para Jason Todd.
—Me sacó de las calles, me entrenó para ser su compañero... —La voz del ojiazul estaba cargada de rabia. —Yo no lo hubiera dudado —se descargó apretando los puños, caminando de un lado a otro. La pelinegra bajó la mirada y tragó saliva, esperando a que él enojo pasara para acercarse a él.
Durante semanas pensaron que Bruce había eliminado al Joker de una vez por todas. No obstante, el payaso del crimen continuaba con vida. Pero aquello no era lo que tenía a Jason tan nervioso. Esa mañana, cuando Natalie se encontraba en la ducha, Crane había entrado a la habitación con una expresión maniática y una sonrisa de oreja a oreja, se subió a la cama como un loco y, sin importar la mirada fría que Jason le había dado, largó la orden fuerte y clara: quería a Nightwing muerto.
Jason se había negado, pero, ¿ahora? Ahora solo quería darle una buena razón a Bruce Wayne para regresar a Gotham y enfrentarlo por haberle quitado al hombre que tanto parecía querer a su lado. El primer Robin, su compañero: Dick Grayson.
—¿Estás bien? —La pregunta de Natalie lo sacó del pequeño trance y el toque delicado en su mejilla derecha lo hizo tragar saliva. Él asintió y apartó la mirada, no sin antes depositar un beso en la frente de su novia, como una silenciosa y anticipada disculpa por lo que estaba por ocurrir.
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