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𝑐. chapter six.

Capítulo seis.
❛ Nuevos amigos. ❜

Cinco fotografías yacían sobre la mesa de cristal que tenían frente a ellos, cada una con una víctima diferente en ellas. Cinco personas asesinadas de forma brutal y despiadada, gran parte de su rostro había sido quemado con nada menos que ácido. Natalie se sentó en el sofá a un lado de Jason una vez finalizó de acomodar las fotografías. Su estómago se revolvió al observar a aquellas personas, se imaginó el sufrimiento, las súplicas de ayuda, el desgarrador proceso de asimilación a la hora de darse cuenta que iban a morir. Por un momento se imaginó a sus padres: cayendo a la muerte sin tener oportunidad de zafar de ella. Se preguntó cuál habría sido su último pensamiento. El martirio de la duda se mantuvo en eso, nada más que preguntas sin respuestas.

—¿Cómo las consiguieron? —La voz de su hermano la regresó a la realidad.

—Llegaron a la policia de Gotham dirigidas a Robin. Quien las envió cree que aún llevas el manto —contestó Jason.

Aquel era otro tema. Si la policía de Gotham tenía conocimiento de ese caso, entonces Barbara lo hacía. Lo que la llevaba a una sola conclusión: la habían integrado al caso de los traficantes para distraerla. Fueron semanas en donde su cabeza se mantuvo únicamente en encontrar a aquellos desgraciados, semanas donde revisó el más mínimo detalle de la expedientes. Buscó información en todos lados, se desveló pensando en ello. Ahora lo entendía todo.

—Conozco a estas personas —murmuró Dick, una pequeña sonrisa se formó en su rostro. —Trabajamos en el Circo Haly.

—Antes que tus padres... —Natalie interrumpió a Jason.

—Sí. ¿Usaron ácido? —Cuestionó, con el ceño fruncido. Se inclinó hacia delante para observar de cerca las fotografías.

—Fluorhídrico —añadió Dick. La castaña se giró a verlo. Era el mismo ácido con el que habían quemado las cuerdas de los trapecios la noche en que murieron sus padres.

—El sello de la familia criminal Maroni —continuó Jason. —Harvey Dent, tus padres...

—Lo sé —espetó Dick con brusquedad. —Tony Zucco trabajaba para los Maroni cuando mató a mis padres. Pero los encerraron hace años. 

—¿Por qué lo hizo? —Quiso saber Jason. La mirada de Dick se clavó en su hermana menor, quién lo miraba con curiosidad. Se suponía que hablar sobre aquello algún día sería trabajo de Alfred, no de él. Sin embargo Natalie conocía la causa de la muerte de sus padres, sabía con certeza quién los había asesinado, y el motivo por el cual había sido. 

—Haly le debía dinero a los Maroni, no pudieron pagarles. Mis padres pagaron con sus vidas. —Terminó por admitir, desviando su mirada a las fotografías.

Natalie apretó los puños. 

—Los periódicos lo llaman El derretidor, porque derrite la carne de los huesos. Espeluznante, ¿no? —Declaró Jason. —¿Alguna idea de quién es este fenómeno?

—El hombre que pienso está muerto —articuló Dick, pasando ambas manos por su rostro, frustrado.

—¿Eso significa que no? —Inquirió Natalie, su mirada perdida en las fotografías. —¿Confirmaste con la policía? —Le preguntó al pelinegro. Jason frunció el ceño.

—¿Por qué diablos iría con la policía?

—Porque cinco personas murieron —obvió Dick. Ambos Grayson miraron al nuevo Robin con obviedad. Sin embargo este rodó los ojos y bufó.

—Los policías son patéticos. Hay dos tipos: inútiles y corruptos.

—¿Eso dice Bruce? —Cuestionó el castaño, alzando las cejas, esperando que la respuesta fuera positiva.

—No. Eso digo yo —defendió Jason—. Se quedaron sin pistas y vinieron a vernos a Bruce y a mí. Cuando vio quienes eran las víctimas nos envió a hallarte.

Natalie se levantó, de pronto se sentía sofocada.

—¿No quedan más miembros del Circo? A lo mejor podrías buscarlo en las computadoras de Bruce. Revisar si sigue alguien vivo —sugirió la castaña, cruzándose de brazos. Jason asintió con la cabeza, apoyando su idea.

Se dirigieron entonces a la sala de monitores. Allí Dick se sentó frente a una de las computadoras de las Empresas Wayne: aparatos de mayor inteligencia, usadas principalmente para los asuntos de Batman. En la pantalla pedía las credenciales de seguridad.

Dick soltó un suspiro cansado. 

—¿Puedes? —Le pidió al nuevo Robin. Jason sonrió de lado y asintió con burla.

—Por supuesto —aceptó, colocando la nueva contraseña. Una vez lo hizo regresó a un lado de Natalie. Ella le mostró una sonrisa falsa.

—Boleta de teléfono pagada el mes pasado, y las otras —anunció Dick, revisando la información que le había brindado la computadora luego de haber buscado el nombre del único miembro restante del circo. —Parece estar vivo. Milwaukee está a solo una hora y media de aquí. Debo asegurarme de que esté a salvo.

—Nos vamos de viaje. ¡Genial! —Se adelantó Jason. Sin embargo Dick se levantó para ponerse frente a ambos jóvenes.

—No. Iré yo solo —sentenció. Natalie frunció el ceño—. Agradezco que me hayan traído esto, en serio. Pero no hay motivo para que vengan. Esto es personal. Eres el Robin de Bruce —se dirigió a Jason—, no el mío.

—Yo soy mi Robin —aclaró el pelinegro.

—No necesito tu ayuda.

—La necesitaste antes —defendió Natalie, ladeando un poco la cabeza. Poniéndose de lado de Jason en esa ocación. Tal vez molesta por el hecho de que continuaba intentando alejarlos de allí, cuando sus únicas intenciones eran ayudarlo. Bien decían que dos mentes trabajan mejor que una. Tres serían incluso mejor.

En la pantalla de la computadora se visualizó una alerta de seguridad. Natalie apretó el botón que daba acceso a las cámaras de seguridad del elevador. Tres personas aparecieron en la pantalla; una mujer, una chica y un chico que miraba directamente a la cámara con una sonrisa inmensa en el rostro.

—¿Alcanzamos a ponernos los trajes? —Se alarmó Natalie.

No obstante, la despreocupación de su hermano la hizo caer en cuenta que no eran una amenza, más bien, el motivo por el cual los había estado intentando echar desde un principio.

—¿Podrías desactivar el sensor de los elevadores? —Le pidió al pelinegro. Jason asintió y se giró para maniobrar en la computadora.

—¿Quiénes son ellos? —Inquirió Natalie, siguiendo a su hermano a la salida de la sala. Éste se detuvo de golpe.

—Hablaremos de esto luego —espetó. 

Ella sabía que no hablarían de eso luego. Ni luego ni nunca. Era la manera que tenía él para comunicarle que lo dejara tranquilo. Antes le había dicho que la llamaría pronto, y nunca lo hizo. Ni una sola vez. Así que se quedó parada en la oscuridad de la sala, mirando la puerta. Tragó el nudo en su garganta, queriendo pasar el dolor. Se odiaba porque le seguía afectando la barrera que Dick ponía entre ellos, apesar de creer que estaba acostumbrada, siempre terminaba doliéndole más que antes.

—¿Estás bien?

Una sonrisa se formó en su rostro cuando escuchó la voz de Jason detrás de ella, en un pobre intento de ocultar el dolor. 

Simplemente asintió y caminaron de regreso a la sala. 

—¿Una cerveza? —Ofreció Jason, llegando a su lado. Ella asintió.

—Gracias.

—¿Tenías idea de que vendría la familia de Dick? —Cuestionó el pelinegro. Natalie rió.

—No son su familia. ¿No los viste? Te aseguro que los chicos tenían como diesiséis años o algo. —Se encogió de hombros. Jason soltó una sonrisa nasal.

—Deberías dejar de asumir las edades de los demás. No es lo tuyo, muñeca.

—¿Qué hay con tus apodos? Tampoco es lo tuyo, chico maravilla —atacó ella, alzando las cejas. Jason le dio un sorbo a su cerveza, sin quitar esa sonrisa de su rostro.

Por unos segundos, Natalie se dio la oportunidad de observar al muchacho a su lado, el cual miraba sus zapatos mientras bebía de la cerveza en su manos. Podría ser un arrogante sin remedio, pero debía admitir que no era del todo un completo martirio pasar tiempo con él. Se había dado cuenta de que un buen genio no tenía, y que se esmeraba en eso de ser Robin. De pronto quiso saber más de él, conocer al chico detrás de la máscara. Saber quiénes eran sus padres, en qué situación se encontraba antes de llegar a las manos de Bruce Wayne y usar el manto.

Los ojos del muchacho recorrieron el lugar. Natalie desvió la mirada cuando fue descubierta observándolo. Estaba por hablar, pero su atención se desvió a las personas que llegaron detrás de Dick.

—¿Quiénes son tus amigos? —Cuestionó el ojiazul. Una mujer morena de cabello fucsia los miró con el ceño fruncido. A un lado de ella se detuvo una chica de cabello negro con mechones azules. Sin embargo la atención de Natalie cayó en un chico de cabello verde que los miró con una sonrisa brillante. Ella se la respondió  a modo de saludo. Se veía amigable y era guapísimo.

—No importa —le restó importancia Dick.

—¿Quiénes son ellos? —Inquirió la mujer de cabello fucsia.

—No importa. 

—¿Quieren cerveza? —Les ofreció Jason.

—Sí, yo —contestó el muchacho de cabello verde, caminando hacia ellos. 

—Nadie quiere cerveza —lo detuvo Dick. Natalie entrecerró los ojos

—Ese no puede ser Adamson —comentó la mujer morena, posando su mirada en Jason.

—Él no es Adamson. Está en el baño. Inconsciente —le aclaró Dick.

La chica de cabello azulado se aproximó a ellos y ambos se levantaron del sofá con anticipación.

—Hola, soy Rachel —se presentó la menor, estrechando su mano con el ojiazul.

—Jason.

—¿Qué hay con los diferentes colores de cabello? —Cuestionó Natalie, observando a los presentes. La chica de cabello azulado le extendió la mano, no obstante, antes de que pudiera recibir su saludo, Dick se acercó a paso rápido y las apartó. La castaña frunció el ceño y se retrocedió unos pasos hasta chocar con el hombro de Jason. Éste la tomó para dejarla a su lado, mirando de mala manera a Dick.

Algo le indicaba que no tenía intenciones de revelar la identidad de su hermana a aquellos extraños.

—No importa quiénes somos. ¿Se pueden calmar y sentar a ver TV?

—¿Cuándo conseguiste otro? —Preguntó el chico de cabello verde, acercándose a la mesa donde estaban los maletines. Miraba a Dick con total asombro.

—Esa es mía —aclaró Jason, con una sonrisa orgullosa.

—¿Tuya? ¿Eres Robin también? —Cuestionó nuevamente, sorprendido.

—Pensé que tú eras Robin —reprochó Rachel.

—Espera... ¿Saben que es Robin? —Inquirió Natalie, eventualmente sorprendida de que aquellas personas conozcan el secreto de su hermano. Lo que significaba que eran más cercanos de lo que podía imaginar. Un montón de dudas surgieron en su cabeza.

—Lo soy —contestó Dick, ignorando la pregunta de su hermana.

—Lo era —corrigió Jason con soberbia.

—¿Cuántos Robin hay? ¿Hay muchos? Porque me encantaría... —Las palabras del muchacho de cabello verde fueron detenidas por la mujer morena a un lado de Dick.

—Silencio —demandó—.  Siéntense—. Natalie se quedó quieta a un lado de Jason, observando como los otros chicos obedecían a las palabras de la mujer, se preguntó si debía obedecer también. —Al baño —le ordenó a Dick. Este bufó antes de seguirla.

—¿Puedo ser Robin también? —Cuestionó el chico en un murmuro, dirigiéndose a ellos.

—Dios mío, Gar...

Jason se dejó caer en el sofá, mirando a los recién llegados, más bien al chico de cabello verde que seguía manoseando su maletín. Al ver a Natalie todavía parada allí, la tironeó de la mano para sentarla a su lado. Esta le dio una mala mirada y se alejó un poco de él.

—Soy Natalie —se presentó la castaña, levantándose de nuevo.

—Garfield Logan —contestó el chico de cabello verde, dejando a un lado los maletines para acercarse a Natalie. —Disculpa, pero... ¿Tú vendrías siendo Robin Girl? Quiero decir, eso sería grandioso. ¿Conoces a Batman? ¿Puedo conocer a Batman?

Natalie sonrió, contagiada por la sonrisa tierna que le brindaba el muchacho.

—No soy Robin Girl, y lamentablemente no puedes conocer a Batman —le contestó. Garfield Logan hizo una mueca con sus labios y apartó sus manos del maletero.

—Te pareces a Dick —comentó Rachel, bajándose de la mesa donde estaba sentada para apoyarse en ésta de brazos cruzados. Había cierta curiosidad en su voz.

—Es porque son hermanos —anunció Jason, con seriedad en su rostro. No le importaba crear nuevas amistades. Y lo que aquellos desconocidos pudiesen pensar de él lo tenían sin cuidado alguno.

Garfield Logan alzó las cejas y se levantó para ponerse a un lado de Rachel.

—¿Hermanos? Wow, Dick no nos dijo nada sobre una hermana.

Natalie bajó la mirada.

—¿Desde hace cuanto lo conocen? —Quiso saber ella, no le importaba si la respuesta fuese a dolerle.

—Un tiempo —contestó Rachel.

"Un tiempo", la respuesta de la muchacha provocó que Natalie soltara un suspiro y desviara la mirada hacia los ventanales. Se obligó a mantener sus sentimientos al margen al menos hasta que regresara a Gotham.

—Jason, Natalie, iremos a Milwaukee —anunció Dick, regresando a la sala con la mujer morena detrás de él.

Los recién nombrados se dieron una mirada.

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