𝑐. chapter seven.
Capítulo siete.
"Volver a casa."
¡NO OLVIDES VOTAR!
Natalie abrió lentamente los ojos, sintiendo una ligera sensación de aturdimiento. La habitación era tenue, con la luz filtrándose suavemente a través de las cortinas entreabiertas. Miró alrededor, tratando de ubicarse, su mente aún nublada por los efectos de la hierva que la había dejado inconsciente. Apenas podía recordar lo que había ocurrido, solo habían imágenes borrosas dando vueltas en su cabeza; Jason atado a la silla, el sonido de las balas resonando fuera de la oficina y luego... luego Crane la había tomado con brusquedad para obligarla a inhalar Vértigo y se había llevado a Jason con él.
—Bienvenida de vuelta, señorita Natalie.
Entonces, en medio de toda la incertidumbre que envolvía su vida en esos momentos, vio a Alfred Pennyworth de pie junto a su cama, con una expresión preocupada pero reconfortante en su rostro. Su corazón dio un vuelco de sorpresa y alegría al reconocerlo. Alfred se inclinó hacia ella con una sonrisa amable.
—Me alegro de que estés bien, mi niña —dijo con su característico tono sereno.
Natalie luchó por incorporarse, sintiendo una punzada de dolor en su cabeza. Las lágrimas casi salían de sus ojos.
—Alfred —murmuró apenas, su voz era un susurro débil. —¿Qué pasó? —inquirió confundida, pasando su mirada por las máquinas a las que estaba conectada en su habitación. —¿Por qué estoy aquí y no en la enfermería?
—El amo Grayson sugirió que sería mejor mantenerte en la comodidad de tu cama, en lugar de permanecer al frío de la enfermería. Roy se opuso, pero ya sabes cómo es tu hermano. —Le explicó lo que habían realizado para eliminar los efectos de la droga de su sistema, y le contó que la Baticomputadora analizó el Vértigo y encontró otros componentes que había modificado Crane.
Ella escuchó atentamente todo lo que le decía, asintiendo de vez en cuando, tratando de procesar la información, haciendo preguntas que eran respondidas por Alfred. Se sentía débil y vulnerable, pero la presencia reconfortante de quién veía como una figura paterna la tranquilizaba más de lo que podía expresar con palabras. Sin embargo, otra duda surgió en su cabeza.
—¿Dónde está Dick? —Alfred fue interrumpido por la presencia de Roy, quién llegaba a la habitación con el cabello húmedo y una toalla blanca al rededor de su cuello. Él fue quien respondió acercándose a la cama de Natalie.
—Despertaste, bella durmiente. Te perdiste de mucho. Dick está en el hospital —la confesión del chico la hizo despertar por completo de su aturdimiento e intentó levantarse, pero el castaño le hizo una seña con la mano para que permaneciera en su lugar. —No te alteres, todavía estás delicada. Grayson está bien.
—Te traeré un té —le avisó Alfred, dejando una caricia en su cabeza antes de levantarse para dejarlos a solas. Ella le brindó una sonrisa débil y lo miró salir de la habitación. Era increíble tenerlo allí nuevamente.
—¿Cuánto tiempo estuve dormida? —quiso saber la pelinegra, estirando su cuello para observar por la ventana.
Roy suspiró y apretó los labios, aquello no le gustó a la menor de los Grayson.
—No tanto, como un día y medio. —Natalie abrió los ojos con sorpresa. —¿Recuerdas a Tim Drake? Vino la otra noche para mostrarle a Dick las mil y una razones por las que sabe que es Nightwing, y qué eres Arrow. Reclamó que quiere ser el siguiente Robin.
—¿Qué demonios? ¿Tim de los fideos? —Roy asintió—. ¿Cuántos años tiene ese chico?
—No tengo idea. Pero de forma involuntaria ayudó a Dick ha encontrar a Jason. Y como ves, las cosas no salieron bien —explicó—. Quiso seguirlo y por poco un auto le pasa por encima. Pero está bien. Estaba realmente preocupado por ti. Me conmovió —ironizó lo último, a lo que la pelinegra bajó la cabeza y observó sus manos.
Ya había estado el tiempo suficiente en cama, debía volver para atrapar a Crane y Red Hood, acabar esa tortura de una vez por todas y regresar a San Francisco. La lucha constante contra lo que sentía por Jason y la ira por Jonathan Crane la estaba consumiendo. Estaba cansada. Y no sabía cuánto más podría soportar.
Suspiró, cerrando los ojos para tener un segundo de paz antes de comenzar ha desconectarse de las máquinas. Roy frunció el ceño y se apresuró ha detenerla. La menor lo miró confundida.
—No. Tienes que descansar, Natalie —demandó, ella negó con la cabeza.
—Necesito ayudar a Dick. Crane no se va a dar por vencido... Necesito saber si Jason...
—Casi mueres —espetó Roy, poniéndose serio. La menor apartó la mirada avergonzada. —No vas a salir todavía. Y es una orden de Alfred. Nos asustaste —el castaño soltó un suspiro exasperado—. ¿Qué demonios pensabas, Natalie? Sales sin nadie que te cubra, ocultas cosas... ¿Qué ocurre contigo? Es como si pisaras las huellas de Dick qué querías borrar.
Tragó saliva, sin saber qué decir ante las acusaciones de su amigo.
En ese momento, Alfred regresó con una bandeja en sus manos. Roy mantuvo su mirada sobre la chica que descansaba en su cama luego de casi haber perdido la vida. La miró con preocupación entre las pestañas, temiendo por la estabilidad que mantenía a Natalie en pie. Podía notar la tristeza en sus ojos marrones, las leves ojeras qué cubría con maquillaje, la impulsividad de sus acciones. Ya no se daba el tiempo de conversar con su equipo y planear algo, ella iba directamente, como si no le importara en absoluto lo que le pudiese ocurrir.
Alfred le entregó el té y Natalie lo tomó despacio, manteniendo la mirada en el líquido que consumía. Roy entendió que no necesitaba a Dick, no lo necesitaba a él. Lo que realmente necesitaba Natalie Grayson en esos momentos, era desahogarse con su padre. Así que suspiró y se despidió dejando un beso en la frente de la menor, a pesar de estar molesto con ella por sus recientes acciones. Antes de salir le dio una mirada a Alfred, y él, entendiendo aquel gesto le brindó un simple asentimiento de cabeza.
Natalie lo observó salir con los ojos cargados de tristeza.
Alfred se sentó a su lado.
—Habla conmigo —le pidió el mayor. Ella tragó saliva y casi de inmediato sus ojos se llenaron de lágrimas. Por lo que dejó el té a un lado y pasó ambas manos por su rostro, con frustración.
—No estoy bien —susurró, negando con la cabeza. Soltó una risa seca. —Todo el tiempo me siento tan enojada, tan... molesta. Yo fallé. Le fallé a Dick, le fallé a Bruce, a Dawn, a Jason... a ti. —Alfred negó con la cabeza pero ella continuó sus palabras, sintiendo un severo nudo en la garganta. —Fallé esa noche en Arkham. Porque... ¿sabes algo? Quería asesinarlo, cada parte de mí quería verlo retorcerse de dolor en el suelo. Que rogara por su vida. Quería que...
—Qué sintiera lo que sentiste tú esa noche. Lo que sintió el amo Jason —finalizó por ella.
Una lágrima bajó por su mejilla. Su garganta ardió.
—¿Por qué, huh? —Inquirió apenas, sin saber qué cuestionaba realmente, hasta que los ojos azules de Jason llegaron a su mente y fue como si una carga inmensa de dolor se instalara repentinamente en su corazón. Pesada, y la agotaba con tan solo expulsar aire de sus pulmones—¿Por qué tuvo que traicionarnos? ¿Por qué tiene que ser Red Hood? Estoy cansada de pelear contra esto, papá, de tener que estar lejos de él —su voz se rompió, tenía tanto dolor acumulado qué ya no sabía que hacer con el.
—Nos caemos para aprender a levantarnos, hija. Podemos hacerlo solos, o tener a alguien que nos ayude. Algunos, como el amo Jason, no tienen a nadie que les dé la mano —murmuró. Natalie se limpió las lágrimas de los ojos. —Jamás podrías decepcionarme, hija, al contrario, estoy muy orgullo de ti.
Natalie negó con la cabeza.
—¿Por qué?
—Porque enfrentaste tu miedo. Porque estás aquí ahora, cuando pudiste haberte alejado de este mundo hace años atrás. Nadie te dio una mano, te levantaste sola. —Alfred se inclinó hacia ella. —Tal vez, ahora, tu tienes que extender tu mano y alguien la tomará.
Ella frunció el ceño, sin saber qué significaba aquello más la sonrisa que le regalaba Alfred en esos momentos.
Sin embargo, su respuesta llegó cuando un teléfono sonó en la mesita de noche. Alfred le dio un asentimiento de cabeza y se retiró cerrando la puerta detrás de él. Natalie tomó el teléfono con cierta duda. Era un número privado.
—¿Hola?
—Muñeca... —La voz grave de Jason le causó mariposas en el estómago. La última vez que lo vio estaba totalmente drogado con algo que desconocía. Su corazón alivió un poco al oírlo de nuevo, el saber que estaba bien. —Me alegra mucho escucharte. —Se quedó en silencio, sin saber qué decir. Entonces Jason continuó. —Lo lamento mucho. Te prometo que lo haré pagar por eso.
—No —se apresuró a decir. —No quiero que hagas nada por mí. Solo... deja de llamarme. No puedo con esto, Jason, ya no más. Estoy cansada —confesó angustiada.
—Quiero volver a casa —declaró entonces, su voz se oía apagada, débil. —Quiero estar con mis amigos. Contigo. Ser un Titán otra vez.
—¿Un Titán? —cuestionó ella con incredulidad. —Mataste a Hank, Jason. Hiciste que Dawn se fuera. ¡Le contaste todo a Crane! ¿Crees que puedes volver a ser uno de nosotros? No, Jason, nunca serás un Titán de nuevo —se descargó, apretando el teléfono con fuerza. Creyó que cortaría, pero él solo suspiró a través de la línea y cuando volvió a hablar, el corazón de Natalie dolió al escuchar que su voz se rompía.
—Por favor... —suplicó. —Entonces no tengo que ser un Titan, podemos formar nuestro equipo. ¿Cómo era el nombre? ¿Outlaws?
Ella sonrió involuntariamente.
—Outlaws, sí.
—¡Ves! Podemos ser solo nosotros otra vez. Entregaré a Crane. Dile a Dick que quiero verlo a las nueve. Te mandaré la dirección por mensaje. Solo dime que sí, muñeca —Natalie pensó por unos segundos.
Su corazón latía con fuerza, y la magnitud con la que deseaba tener los viejos tiempos en la palma de su mano de nuevo la forzaron a soltar el suspiro y asentir con la cabeza.
—Está bien. Le avisaré a Dick. Pero si es una trampa y te atreves a ponerle una sola mano encima a mi hermano...
—Gracias, preciosa.
—Adiós, Jason.
—¡Espera! ¿Natalie? —la llamó.
—¿Si?
—Te amo —dijo en un susurro tan íntimo que el corazón de Natalie dolió.
Ella quiso responderle qué también lo amaba, pero no se arriesgaría. Por lo que solo apretó sus labios y colgó para cerrar los ojos y marcar el número de Dick.
Esperaba no estarse equivocando con Jason. Porque entonces llevaría a su hermano directo a una trampa. Porque significaría que no había retorno para lo que alguna vez Natalie Grayson y Jason Todd tuvieron.
Natalie caminaba de un lado a otro en su habitación, su cabeza punzaba de vez en cuando, quizás eran secuelas de la droga, o debido ha que pensar constantemente en la misma persona comenzaba ha tener sus efectos. No dejaba de pensar en él, en Jason. Sobre su cama descansaba su traje de Arrow, su arco y el lote de flechas. Quería confiar en él, en la debilidad que portaba su voz mientras hablaron por teléfono, parecía estar realmente arrepentido, pero también alguna vez fingió lealtad para acabar contándole todo sus secretos a Jonathan Crane. No sería una sorpresa si traicionaba al hombre y lo entregaba a los Titanes, después de haber traicionado a Batman, todo lo demás era pan comido.
Decidida a no permanecer más tiempo torturándose con la eternidad de escenarios sobre lo que podría suceder en aquel encuentro, soltó un bufido y salió de la comodidad de su habitación para recorrer los pasillos de la mansión y caminar hacia la cocina, donde Alfred se encontraba preparando la cena para, lo que esperaban en esos momentos, fuese la reunión con Jason. Ella sonrió inmediatamente al encontrarse con la figura del hombre. Se afirmó en el marco de la puerta.
No habían tenido la oportunidad de continuar su charla de antes, puesto a que el té tranquilizante cumplió su objetivo y causó que cayera en un sueño donde las pesadillas protagonizaban nuevamente. No quería comentárselo a nadie, eran solo eso, pesadillas. Estaba acostumbrada a ellas, pero debía admitir que extrañaba las noches donde no se encontraban allí, acechándola, esperando pacientemente a que sus ojos se cerraran para atacarla en su momento más vulnerable. Así era como se sentía últimamente; débil, vulnerable y confundida.
—¿Alguna sugerencia? —La voz de Alfred la sacó de sus pensamientos y pestañeó un par de veces. Avanzó unos pasos hasta llegar a la isla de la cocina y tomó una manzana para darle un mordisco. En la mansión solo se encontraban ellos dos, así que no debían preocuparse por conversar libremente.
Natalie suspiró.
—Sabes que comemos lo que sea que cocines, Alfred. Simplemente todo sabe bien —comentó encogiéndose de hombros.
Alfred soltó una risa y negó con la cabeza.
La pelinegra se percató de lo mucho que había extrañado su risa, su comida, su presencia...
—¿Puedo saber qué ofreció el amo Jason para que esta reunión se llevara a cabo? —inquirió el hombre con curiosidad. Natalie se encogió de hombros.
—Dijo que entregaría a Crane —contestó, tomando un impulso para sentarse sobre la isla. Observó a Alfred moverse de un lado a otro mientras cocinaba. —Roy me dijo algo sobre ese muchacho... Tim Drake —recalcó su nombre con una sonrisa. —¿Dijo que quería ser Robin?
—Lo hizo —afirmó el hombre. —Llegó y se instaló en la sala con el amo Grayson, trajo consigo unos recortes y fotografías. Si me lo preguntas, pienso que es un muchacho muy inteligente. Dedujo incluso que el amo Bruce es... era... —se detuvo unos segundos, sin saber cómo referirse a Bruce en esos momentos, sin conocer si continuaba como Batman o realmente lo había dejado, Natalie suspiró. —Supo todo de la familia —terminó por decir.
Natalie bajó la mirada a su manzana.
La idea de que otros se sometieran al manto de Robin luego de todo lo que ocurrió con Jason y el Joker no le parecía una buena idea. De hecho, desde que ella dejó el manto supo que no quería a nadie más allí, pero entonces llegó Jason y, aunque le doliera admitirlo, sabía que no sería el último. No obstante, esperaba que el siguiente en ponerse la capa no fuera solo una víctima de Batman, sino el compañero que realmente necesitaba.
—No debería haber otro... —murmuró, negando con la cabeza. —No sería correcto.
—El amo Bruce no puede hacerlo solo...
—"Batman necesita a Robin" —susurró. —Es una mier...—Alfred se giró a darle una mirada de advertencia. —Es una manera cruel de justificar que solo quiere a una distracción vestida como payaso para cubrirse la espalda.
Alfred se quedó en silencio, luego llenó un vaso con agua y se lo llevó.
—Debes hidratarte.
El teléfono de Natalie comenzó a sonar y ella rápidamente lo tomó luego de agradecerle al hombre por el vaso de agua.
—¿Hola? —Cuestionó un tanto emocionada luego de ver en la pantalla que era Dick quien la llamaba.
—Era una maldita trampa, Natalie —la sonrisa de la pelinegra se borró lentamente de su rostro. —Nos usaron. Jason te usó. El suministro de agua de la ciudad acaba de ser contaminado con la droga de Crane. —Se escuchaba enojado, realmente molesto. Natalie soltó el vaso y este cayó al suelo.
—¿Qué ocurre? —Alfred preguntó acercándose a Natalie.
—Dick yo... —Se había equivocado. Fue tan estúpida de confiar en Jason nuevamente luego de todo lo que había hecho. Sin esperar respuesta alguna Dick cortó el teléfono, y ella tragó saliva.
Ella frunció el ceño al ver que Alfred se acercaba a una de las ventanas y observaba el cielo con una clara expresión de preocupación en el rostro. Natalie se acercó y allí fue cuando notó la inmensa "T" en el cielo, casi más grande que la Batiseñal, y a diferencia de esta, la señal de los Titanes era roja... Con certeza sabía que aquello lo había hecho Crane.
Su estómago se revolvió y dio un paso atrás.
El caos en Gotham apenas comenzaba.
Entendió que Jason jamás quiso volver a casa.
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