𝑐. chapter seven.
Capítulo siete.
❛ Robin y algo más. ❜
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—El lugar se llama Corvo. Venden alcohol ilegal —explicó Dick, cerrando la puerta del vehículo bajo la atenta mirada de su hermana—. El casero dijo que es el portero nocturno.
—Que mal, los porteros son cretinos—comentó Jason con desinterés, caminando a un lado de Natalie, con las manos en los bolsillos de su chaqueta.
—Clay no lo es—defendió Dick a su amigo. El hombre por el cual habían viajado hora y media a Milwaukee: el único miembro del Circo Haly que quedaba con vida. —¿Cómo lo sabrías tú, de todas formas?
La brisa fría de la noche movía delicadamente los cabellos castaños de Natalie, quien desvió su mirada del suelo para posarla sobre el pelinegro a su lado. Jason sonrió de lado ante la pregunta de Dick.
—Mi tío Ray me llevaba a bares cuando yo era pequeño —confesó—. Todos pensaban que era lindo, hasta que no lo fue. Él era un borracho divertido. Luego se ponía estúpido y comenzaba a lanzar golpes. Entonces los porteros nos echaban a la calle —finalizó encogiéndose de hombros.
Natalie alzó las cejas, poniéndole atención a las palabras que salían de la boca del pelinegro. Cuando él se giró a verla, ella le brindó una pequeña sonrisa de labios cerrados y mirada suave, eliminando por un momento la presencia de Dick junto a ellos, pasándolo a segundo plano. Natalie pensó que tal vez, Jason no era tan malo como ella lo planteaba en un inicio. Y lo que acababa de revelarles le ayudó a darse cuenta de que estaba tan roto como quizás, todos a su alrededor lo estaban también. Se preguntaba como es que conseguía ocultarlo tan bien.
Genuinamente interesada, realizó su pregunta.
—¿Dónde vivían?
—Mamá vive en el norte del estado, papá en el sur —declaró con un gesto de desinterés—. Tío Ray fue lo mejor hasta que murió de sobredosis a mis trece. —Un destello de nostalgia se notó en su tono de voz, Natalie por inercia dejó una caricia en su brazo.
—Lo lamento mucho, debió ser duro —musitó ella.
—¿Y a dónde fuiste? —Inquirió Dick, sorprendido con la trascendencia del muchacho que ahora ocupaba su lugar en la mansión Wayne.
—A todas partes. Hogares de acogida. Entré y salí del sistema. Y luego a las calles. —Soltó una carcajada al ver el rostro de Dick—. Oh, vamos. No fue tan malo. Sobreviví. Mira, estamos viviendo un sueño —exclamó, negando con la cabeza.
Natalie iba a continuar lamentándose por las perdidas del chico, hasta que vio a Dick pasar frente a ellos y tocar la puerta del bar. Una ventanilla fue abierta por un hombre que los recorrió a los tres con la mirada, seguramente comprobando que no fueran algún tipo de peligro. Al ver que el hombre no les daba acceso a la entrada, Dick le mostró su credencial de detective.
Natalie frunció el ceño.
—¿Clay Williams trabaja hoy? —Preguntó el castaño.
—En el espacio vip —contestó el sujeto, abriendo la puerta para dejarlos entrar. Sin embargo, el desconocido frenó a Natalie cuando tuvo intenciones de adentrarse al lugar detrás de su hermano.
Jason pasó a su lado y le entregó su credencial al hombre. Natalie hizo lo mismo.
—¿Algún problema? —Preguntó Jason al ver que el hombre soltaba una risa.
—¿Robert Plissken? Buen intento.
—Que mala suerte, Jay —se burló la menor, intentando adentrarse de nuevo al lugar, pero el hombre no se lo permitió.
—Tu tampoco entras, niña.
—Vamos, sé amable —se quejó Jason. Detrás del sujeto, Dick soltó una risa.
—Quédense aquí. Volveré enseguida —les pidió el castaño. Natalie bufó y le dio una mala mirada al desconocido. No les quedó de otra opción que retroceder y quedarse allí afuera a la espera de Dick.
Cuando vio movimiento de reojo, se giró completamente para ver a Jason encaminarse a algún lugar. Y debido a que no tenía mejores cosas que hacer, decidió seguirlo. Caminó detrás de él mirando a todos lados, hasta que recordó que no estaban en Gotham. Ningún maniático recién salido de Arkham iba a abalanzarse sobre ellos para intentar acabar con sus vidas por diversión. No llevaban los trajes, así que tampoco serían un objetivo para los enemigos de Batman.
Crecer en un lugar como Gotham te obliga a desconfiar de cada sombra que ves de reojo, de cada movimiento brusco de las personas. Aquella ciudad que parecía tener vida propia, y arrastrar a la locura a cada habitante, dejaba sus secuelas marcadas como el traje de baño luego de haberse expuesto durante horas al sol.
—¿Se puede saber a dónde vamos? —Susurró, avanzando a paso rápido. Jason se encogió de hombros.
Se encontraban en la parte trasera del bar. La puerta de salida se encontraba frente a ellos. Jason miró a Natalie.
—Esperamos a que algún estúpido deje la puerta abierta.
—Como estúpidos quedamos nosotros hace unos minutos. No quiero mantener esa reputación esperando a que algún tara... —Natalie fue obligada a guardar silencio cuando un borracho salió tambaleándose del lugar, tarareando alguna canción que desconoció.
Jason corrió hasta la puerta y tomó la manilla para evitar que se cerrara. Una sonrisa burlona adornó su rostro.
—Después de tí, preciosa.
—Tengo que dejar de subestimar la estupidez humana —murmuró, negando con la cabeza, caminando a la entrada del lugar.
La menor se quedó parada analizando la situación, observando a las personas sentadas en las mesas, y a otras bailar en pareja. Si Alfred se enteraba que había estado en un bar donde vendían el alcohol ilegal, probablemente le daría un infarto.
—Vamos, no tengas miedo, muñeca —la alentó Jason, dejando su mano en la espalda baja de la chica.
—Es la primera vez que vengo a un lugar como este —declaró, sus mejillas se tornaron de un rojo que, ante los ojos de Jason, solo la hizo ver más bonita de lo que habitualmente era. Y la confesión que acababa de hacerle lo llenó de entusiasmo.
—Genial. Déjame mostrarte como se manejan las cosas aquí.
Natalie dudosamente avanzó hacia la barra, dejando que Jason guiara su camino. Antes de que pudiera sacar el dinero de sus bolsillos para pedir alguna bebida, el pelinegro arrastró un vaso ajeno frente a ella, guiñándole un ojo. Ella estañeó un par de veces, impresionada por la rapidez con la que el muchacho podía robar cosas.
Una chica sentada a su lado los miró con el ceño fruncido.
—¿Disculpa? Ese es mi trago.
Natalie se sonrojó por segunda vez en la noche, y le dio una sonrisa lastimera a la chica. Pensó en contestarle que lo sentía o algo por el estilo, pero quien parecía ser su novio salió a la defensiva por ella.
—¿Qué mierda crees que haces?
—Disculpa, ¿nos dijiste algo? —Intervino Jason. Natalie se levantó cuando vio a ambos hombres pararse frente al otro con rivalidad.
—¿Quieres que te golpee a tí y a tu noviesita?
Natalie alzó las cejas.
—La noviesita te puede dejar inconsciente con tres golpes, anciano —se defendió, mirando al hombre de pies a cabeza con una mueca de disgusto. Jason le dio un empujón al desconocido, cosa que no estaba en los planes de Natalie.
—Vamos, peleemos —insistió Jason, recibiendo un empujón de vuelta.
—Mejor no —intervino Dick, llegando a la escena para evitar el lío que estaba por hacer su reemplazo.
—¡No me toques, carajo! —Espetó, alejando a Dick de un empujón.
La tensión del momento se rompió cuando una explosión provocó que los vidrios se rompieran en mil pedazos. Dick tomó a Natalie y la pegó a su pecho, ocultando el rostro de su hermana para que los vidrios no fueran capaces de impactar con el y causarle alguna herida.
—¿Estás bien? —Inquirió examinándola. Natalie tragó saliva, aturdida por la explosión. —Clay, llama a emergencias.
Natalie se tocó las sienes, sintiendo un ardor allí. Cuando vio sus dedos se encontró con la sangre en ellos. Sin poder estabilizarse del todo fue tironeada por su hermano hasta la salida.
Su cabeza daba vueltas, podía ver a Dick y Jason parados frente a ella con borrosidad. Se quedó estática mirando un punto fijo, con el corazón acelerado y las manos comenzando a sudar. Había un vehículo en llamas, escuchaba lejanos los gritos de las personas. Un mal recuerdo regresó a su cabeza, con un suceso similar. Se obligó a reaccionar.
—¿Quién era? —Inquirió Jason una vez vio a Dick despegar el teléfono de su oreja.
Natalie aún continuaba un poco ida.
—Es Nick... ¿No? Nick Zucco —murmuró la menor. Dick frunció el ceño. Las piezas del rompecabezas comenzaban a llegar solas a su lugar.
—¿Cómo lo sabes?
—Mataste a su padre. Esa noche... cuando dijiste que habías cobrado venganza, ¿lo mataste, no? Mataste a Tony Zucco —Inquirió con el corazón todavía acelerado.
Recuerda a Bruce parado frente a Dick, la preocupación en su rostro, el enojo en el tono de voz de su hermano, sus movimientos bruscos y poco calculados, la irregularidad en su respiración. Llevaba su traje de Robin. Luego recuerda el toque suave en su hombro, y a Alfred murmurandole que algún día su curiosidad sería saciada, que algún día conocería los secretos ocultos bajo el manto que llevaba su hermano. Ella no lo había entendido.
Y ahora que lo hacía, se había quedado sin palabras para expresar lo que sentía, para hacer más preguntas.
—¿El tipo que mató a sus padres? —Inquirió Jason.
Dick apretó los labios y comenzó a caminar de regreso al vehículo. Natalie caminó a paso rápido detrás de él, al igual que Jason.
—Eso es una victoria, no importa como lo veas. Una escoria menos en este planeta. Debió sentirse genial —continuó el pelinegro. Sus declaraciones solo dejaban a la vista el hecho de que recién iniciaba como Robin, estaba a penas en los primeros años de la fantasía.
—Sí, ese es el problema —declaró Dick, luego se detuvo abruptamente para girarse a verlos, pero su atención cayó en Jason. —¿Te doy un consejo? No seas Robin. Todos los años en que Bruce me ayudó, me estaba convirtiendo en un arma, su arma. Y quizás te haya convencido de que puedes hacer todo lo que quieras, pero no puedes olvidar todo lo que te enseñó, y no puedes controlarlo. Créeme, el precio es muy alto.
Jason se quedó en silencio. No podía alegar, no cuando tenía en frente a primer Robin. A quien perdió a sus padres y se vio obligado a vivir con un extraño para no quedar en las calles.
Dick Grayson era el Robin original. Y por más que le diera en el ego, y quizás tal vez en el corazón, tendría que conformarse con ser la sombra de lo que alguna vez fue él.
—¿A dónde iremos ahora? —Cuestionó Natalie, alejando el silencio.
—Debo encargarme de esto yo solo —demandó el castaño.
Natalie estaba cansada de tener que impactar una y otra vez contra la barrera que Dick ponía entre ellos. Cansada de conformarse con las migajas de amor que su hermano dejaba.
Jason no solía ser bueno para acatar órdenes.
...
Con fuerza, Natalie sostenía el arco entre sus manos, con una flecha lista para disparar a cualquiera que considerara un peligro. A su lado, Jason vigilaba a los hombres que ajustaban cuentas en parloteos.
La castaña avanzó unos pasos para observar el panorama, siendo cuidadosa para no ser encontrada. El pelinegro la tomó de la cintura para que regresara a su lado. Antes de que pudiera regañar por ello, le hizo una señal para que guardara silencio. Ella lo hizo debido a las circunstancias.
Seguir a Dick no había sido tarea fácil, pero habían conseguido llegar hasta el lugar de encuentro donde lo había citado Nick Zucco.
—Él es inocente. ¡Déjalo ir! —Espetó Dick, refiriéndose al hombre que colgaba de una cadena, con un tubo de ácido a punto de caer sobre él. Clay Williams estaba a un paso de unirse a la muerte.
—No lo haré —murmuró Nick Zucco.
Luego de murmurar un "A la mierda", Natalie pasó a un lado de Jason y se dejó ver en el piso superior al que se encontraba el hijo del hombre que asesinó sus padres. Apuntó directo a su cabeza.
—Te dio una oportunidad, imbécil. Debiste aceptarla.
Ante su distracción, desvió la flecha y la lanzó a la cuerda que sostenía el cuerpo de Clay Williams, provocando que el hombre cayera al suelo. De inmediato Dick corrió a él para alejarlo del tubo de ácido.
Jason se lanzó sobre el hombre y ambos rodaron hasta caer bruscamente al suelo. Natalie repitió la acción del pelinegro y se lanzó al piso inferior, para luego bajar por las escaleras y acercarse a Dick, ayudándolo a desatar a Clay.
El sonido de un disparó desató todas las alarmas en los hermanos Grayson. Natalie observó a Jason caer al suelo luego de haber recibido el impacto de la primera bala. Y cuando Nick Zucco estuvo a punto de disparar una segunda vez, ella tomó la R del traje de Dick y se la lanzó en la muñeca, provocando que el sujeto tirara el arma al suelo para quejarse del dolor.
—Soluciona tus problemas —le habló a su hermano.
Dick se levantó y comenzó a golpear brutalmente al hombre. Ella aprovechó esa instancia para dirigirse a Jason, con el corazón en la mano por la preocupación.
—Dios mío, estás vivo —murmuró, observando con alivio la R de su traje rota tras recibir el impacto. Un poco más arriba y el resultado sería otro.
Lo ayudó a levantarse y se lanzó a sus brazos. Jason tardó unos segundos antes de devolverle el abrazo, asombrado por la reacción de la chica. Natalie no pudo evitar apretujarlo contra su cuerpo, aliviada de que siguiera respirando, aunque fuese para molestarla un poco más.
—Puedo someterme a más situaciones letales si vas a demostrarme cariño así, muñeca —bromeó. Natalie entonces se apartó y le dio un pequeño golpe en el brazo. La mirada de Jason se dirigió a Dick y al hombre inconsciente en el suelo. —Buen trabajo, merece lo que recibió.
—¿Estás bien?
—Fibras de Zylon, ¿recuerdan?
—A propósito, de nada por salvarte la vida.
Natalie frunció el ceño ante la acotación de su hermano.
—Sí... estoy bastante segura de que nosotros te salvamos el trasero a tí y a tu amigo.
El ruido de las sirenas de policía los alarmó.
—Debemos irnos —apresuró Dick. Jason se encogió de hombros.
—Yo me encargo.
Sin recibir respuesta alguna, se alejó para dirigirse a donde se encontraban los policías. Natalie dudó si debía dejarlo ir así nada más. Conoció aquella vez en el callejón los métodos del chico para pelear, lo violento que era a la hora de ejercer lo que él pensaba, era justicia.
—No creo que debamos dejarlo solo... —musitó. Pero Dick ya estaba caminando hasta su amigo para verificar que se encontrara bien.
—Clay, ¿estás bien?
—¿Me escuchaste, Dick? Te dije que no... —Él la detuvo, girándose bruscamente a verla.
—Tengo mayores problemas, por si no lo has notado. ¿Quieres ayudarme o no?
Natalie suspiró.
—¿Podemos tener una conversación como la gente normal? No hemos podido charlar desde que llegamos, y realmente me gustaría hablar con mi hermano. Del que, por cierto, no había sabido nada desde hace casi más de un año —murmuró, acercándose a Dick para ayudarlo a levantar a Clay. El castaño no le prestó atención.
Disparos y quejidos de dolor provinieron de donde se encontraba Jason. Aquello hizo que Natalie y Dick se dirigieron de inmediato allí.
La escena con la que se encontraron dejó a Natalie completamente sorprendida. El montón de policías yacían en el suelo, algunos dudosamente vivos y otros inconscientes. Jason golpeaba la cabeza de un policía contra el suelo una y otra vez, hasta que Dick lo tomó y lo llevó hasta una de las paredes para retenerlo allí bruscamente. La respiración de Jason estaba acelerada.
—¿Qué haces? Son policías —reprochó Dick.
—Esa es la parte genial de ser Robin —contestó el menor, con una sonrisa en el rostro —. Uso una máscara. Puedo hacer lo que quiera.
—¿No oíste lo que te dije? A Batman no le gustará que golpees a policías.
—Claro que no. Pero no lo veo aquí —se burló, recorriendo el lugar con la mirada. —La policía de Gotham me golpeaba cada noche —comenzó, dándole un empujón a Dick para que se apartara de él—, ahora puedo vengarme.
—Claramente no tienes idea de lo que es llevar el manto. Un día despertarás y no tendrás idea de quién eres.
—Dice el tipo que grita: "No quiero ser Robin, no soy Robin", ¡vestido con el puto traje de Robin y llevando el maletín por todo el país! ¿Sabes la diferencia entre nosotros? Yo sé quien soy. Pateo traseros con Batman, y, mierda, me encanta. ¿Quién mierda eres tú?
—Tú deberías de dejar el mando de Robin —le gritó Dick mientras lo veía largarse del lugar, su mirada cayó en su hermana—, y tú, Natalie, permanecer en Gotham.
Ella rió, mientras los ojos comenzaban a aguarse. Estaba enojada, se sentía confundida y molesta por la reacción de su hermano hace unos minutos.
—Es lo único que te importa, ¿no? Que permanezca en Gotham para que puedas formar aquí tu nueva familia —se burló entre el dolor.
—Natalie...
—Vete a la mierda —escupió con rabia, y se limpió las lagrima de los ojos.
Dándole una última mirada, corrió detrás de Jason, sintiendo un nudo en la garganta, un fuerte ardor en su pecho. Porque sabía que aquella podría ser la última vez que vería a su hermano. El viaje había sido un error, y tal vez parte de la culpa en todo eso, le pertenecía a ella, por haber salido de Gotham, por haberse ilusionado con aquel reencuentro. Y debería estar acostumbrada, ya que, después de todo, cada persona que rodeaba a Dick Grayson no era más que un insignificante daño colateral de la lucha que tenía consigo mismo.
En cuanto se encontró con Jason, lo tomó del brazo y lo empujó contra un contenedor. El muchacho trató de zafarse pero ella no se lo permitió.
—Escúchame bien. Tienes un problema con la violencia, lo entiendo. Robin te hace sentir invencible, lo entiendo, pero debes entender que toda la vida no vas a usar un traje de Zylon, Jason. En algún momento tendrás que poner los pies sobre la tierra y enfrentar tus problemas a mano limpia. ¿Oíste? —Le aconsejó, su voz se entrecortó, provocando que el enojo de Jason desapareciera. Ella se apartó cuando él no dijo nada. —Ahora, tú vas a conducir de regreso a Gotham. Vámonos.
Jason pestañeó un par de veces, viéndola caminar hacia la salida.
—Espera. —Trotó para alcanzarla. —¿A qué te refieres con eso de que lo entiendes?
Natalie suspiró y se detuvo para mirarlo.
—También fui Robin, Jason —confesó en un murmuro. —Y fue el peor error de mi vida.
La cicatriz oculta en su vientre pareció arder ante la confesión, como si la herida se abriera al haberlo dicho en voz alta. Sus ojos volvieron a aguarse. Jason obedeció a sus impulsos y tomó la mano de Natalie, en un intento de reconfortar cualquier dolor que pudiese estar sintiendo ella en ese momento. Le dio un pequeño apretón, y ella se lo permitió.
Y en aquel almacén de químicos, Natalie Grayson se sintió acompañada de nuevo, dejó que Jason Todd usara su violencia usual para derribar su monótona soledad. Y se sintió bien.
—Regresemos a Gotham —murmuró el ojiazul, pasando su brazo por los hombros de la chica. Ésta negó con la cabeza, comenzando a caminar con el muchacho pegado a su lado. —Entonces... ¿tienes novio?
—Hasta que Superman no saque a algún hijo de dieciocho años de algún lugar, estoy soltera —declaró con burla. Jason frunció el ceño.
—Hace un año estaba durmiendo en cartones y recibiendo palizas de los policías, hoy soy el puto Robin y las palizas las doy yo. No hay imposibles para mí, muñeca.
Natalie negó con la cabeza. El chico era increíble.
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