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𝑐. chapter one.

Capítulo uno.
❛ Callejón del crimen. ❜

Las gotas de agua golpeaban con violencia las calles de la ciudad, el cielo gris anticipó la oscuridad y lo que incialmente estaba previsto como una severa llorvizna, se transformó en una lluvia torrencial, azotando Gotham brutalmente. Y desde las alturas de un edificio, Natalie Grayson observaba el callejón del crimen, esperando paciente, con la capucha negra cubriendo su cabeza para evitar empaparse con las gotas de agua que caían sobre sus hombros y resbalaban por el traje hasta mezclarse con las miles otras en el suelo. Apenas podía oír las sirenas de las patrullas por debajo del estruendoso ruido de la lluvia. 

Su mirada no se apartó del vehículo negro estacionado en la entrada del callejón. Sostuvo su arco con fuerza, provocando que sus nudillos se tornaran de un color blanquecino por la fuerza emitida en su acción. Desde hace varias semanas seguía un caso donde el tráfico de sustancias ilícitas era el protagonista. Antiguos socios de Jonathan Crane habían iniciado una venta del supuesto gas de miedo que solía usar el ex psiquiatra para atormentar a sus víctimas y obligarlas a enfrentar sus peores miedos, los hacía perder la cabeza para tener el control sobre ellas, manejando sus mentes y acciones por medio del miedo. Ahora, unos traficantes tomaron aquella iniciativa en niños para utilizarlos como repartidores y pasar desapercibidos en las ventas. El gas que se encontraba en las calles era una variante del gas del miedo, hecho a base de drogas y otras sustancias que conseguían un efecto similar. Sin embargo, el miedo no era igual de intenso, lo que más destacaba en aquel gas era la adicción que se provocaba una vez era ingerido, obligando a las víctimas a regresar para obtener un poco más, así era como manejaban a los niños y los usaban para distribuir las drogas silenciosamente. Limpiandose las manos con la debilidad de inocentes que no tenían la capacidad de tomar riendas y defenderse, pobres desgraciados que tuvieron la mala suerte de nacer en las peores zonas de Gotham.

Natalie apretó el botón del intercomunicador para poder hablar con Barbara Gordon, quien esperaba su reporte para proceder ha enviar a sus hombres a la escena y arrestar a los traficantes, como había sido discutido días previos a la intervención. 

—El segundo vehículo acaba de llegar, puedes enviar a tus unidades, Babs —informó mirando a los hombres que se bajaban de una camioneta blindada, aparcandola a metros del otro vehículo negro.

Copiado, unidades en camino —comunicó la comisionada.

Antes de que la charla de negocación diera inicio, Natalie lanzó una granada de humo para dejar a los hombres sin visión y conseguir el tiempo suficiente para bajar por las escaleras de emergencias y saltar sobre uno de los contenedores. Con intenciones de perturbar sus oportunidades de huída, lanzó flechas en las llantas de ambos vehículos. Cuando el humo se desvaneció, corrió hasta el contenedor y se escondió detrás de el, aferrando el arco a su pecho. El ruido de las balas impactaba contra el metal y retumbaba en sus oídos, era ensordecedor. Ella tenía el entrenamiento suficiente para derribarlos, sin embargo, le había prometido a Barbara ser solo una distracción mientras sus hombres se dirigían a la escena y tomaban el control de la situación. Esa había sido la condición inicial para ser partícipe en el caso. Una promesa que le costaba mantener debido a la ira que sentía contra aquellos abusadores que se aprovechaban de los más débiles. Su pecho subía y bajaba, su mirada se mantuvo en el suelo húmedo, intentando disipar el enojo que crecía en su pecho con inhalaciones y exhalaciones que no le eran de mucha ayuda.

Pronto el impacto de las balas dejaron de resonar en el contenedor y se desviaron a otro lado, aquello hizo que se asomara con cautela, teniendo el arco listo para comenzar a lanzar flechas, esperando con un nudo en la garganta que volvieran a atacarla en el momento preciso que la vieran asomarse. No obstante, los quejidos de dolor comenzaron a provenir de las bocas de los hombres que se retorcían en el suelo, el causante de aquello se encontraba luchando contra dos traficantes ya mal heridos.

Robin.

La indignación tomó lugar y Natalie alzó las manos al tiempo en que llamaba al vigilante.

Desde que se separó de Batman, habían congeniado un trato; ninguno intervenía en el caso del otro. Bruce le había prometido dejarla ir, permitirle emprender su propio camino sin tenerlo en las sombras, tal cual hizo cuando Dick Grayson decidió dejar el manto de Robin en Gotham y salir de la ciudad. Ambos se habían decepcionado de Batman y los métodos violentos que había comenzado a usar para luchar contra el crímen. El chico que luchaba contra los traficantes usaba la violencia como arma letal, sus golpes parecían estar hechos de acero, noqueando a los hombres casi de inmediato, y continuaba golpeandolos incluso cuando ya estaban perdidos en la inconsciencia. Natalie frunció el ceño y decidió ir a intervenir, llegando a pensar que podría tratarse de otra persona y no del compañero de Batman, pues el muchacho parecía tener intenciones claras de acabar con la vida del desconocido.

—¡Ey! —lo llamó. El chico levantó la mirada y dejó caer al hombre al suelo sin cuidado alguno. 

—Natalie Grayson, la chica que buscaba.

—¿Quién demonios eres tú? —Inquirió pasando su mirada desde los pies a la cabeza del chico. Por el traje era evidente de quien se trataba. Pero sus acciones previas la hicieron dudar por la violencia que emitía en su lucha.

—Soy el nuevo Robin, un placer conocerte —musitó estirando su mano enguantada, esperando a que ella la tomara. Natalie dio un paso atrás. Él soltó una pequeña risa nasal acompañada de una sonrisa ladina.

Sintió cierto recelo al verlo con el traje, recordando los días donde su hermano solía llevarlo y combatir el crimen junto a Batman, saliendo juntos a patrullar en la oscuridad de Gotham City. Nunca imaginó la llegada tan temprana de otro Robin, no luego de lo que había ocurrido con Dick. Sin embargo allí lo tenía, frente a ella, sonriéndole como si no hubiese arruinado el plan que tenía junto a Barbara y el trato con Batman. Su cabello oscuro estaba mojado, por lo que no podía determinar un color exacto, quizás castaño o negro, sus ojos claros destacaban con el antifaz negro. Era un poco más alto que ella. Definitivamente un arrogante si había intervenido en su trabajo de esa forma, sabiendo quien era ella y lo que se había hablado con el murciélago.

—Existe un tratado con Batman, pero acabas de pasártelo por el culo, Robin —se quejó ella, indignada.

El sonido de las patrullas hizo que el chico frunciera el ceño e ignorara las palabras de Natalie.

—¿Trabajas con la policía? —Cuestionó frunciendo el ceño, ahora quien parecía estar en una posición de completa indignación era él.

¿Qué demonios pasó aquí, Natalie? —La voz de Barbara se escuchó por el intercomunicador en su oído y soltó un bufido. Por supuesto que sería regañada por la comisionada, si en el acuerdo no se encontraba dejar a todos los traficantes medios muertos en pleno callejón. Lo ideal era avanzar lo más pronto posible en el caso para cerrarlo y alejar de las calles a los criminales. Pero ahora, gracias a la cortesía de Robin, tendrían que darles atención médica y esperar para iniciar con los interrogatorios.

Decidió eludir ambas preguntas y le dio una última mirada a Robin antes de pasar a su lado y subir al contenedor. No tenía idea de qué había ocurrido, pero esperaba que Batman solucionara el problema con su compañero y este no volviese a meterse en los asuntos donde nadie requería de su presencia. Lo único que deseaba era salir de allí y dejar todo en manos de los hombres de la comisionada, ella había cumplido con el trato y finalmente habían caído los traficantes.

La lluvia cesó y regresó a su departamento con tranquilidad, donde la monotonía la acompañaría como fiel amiga, provocando ese sentimiento de soledad que se había instalado en su pecho desde que dejó la mansión Wayne, desde que su hermano se fue a Detroit sin despedirse siquiera. Su mente se enredó en confusión tras recibir aquella noticia, se cuestionó cómo era posible que hubiese dejado la ciudad sin haberle comentado algo con anterioridad.

Pero si era sincera, Dick siempre se mostró reacio a su contacto, por más que quisiera acercarse a su hermano, él respondía con sonrisas tensas y entrenamientos interminables.

El sonido de los cristales de su ventana rompiéndose en pedazos la sacó de sus pensamientos, alterando su respiración. Con sigilo se dirigió hasta la cocina donde había oído el ruido y toda la tensión se disipó al encontrarse con el pájaro de Batman nuevamente. Parecía una broma de mal gusto.

—¡¿Hola?! ¡Rompiste la ventana! —indicó mirando los vidrios en el suelo y el hueco en la ventana. Robin se encogió de hombros.

—Ups —se limitó a decir, alzando las manos—. No iba a entrar por la puerta usando el traje, e intenté abrir las ventanas pero las cerraste, me pusiste en aprietos, Natalie Grayson.

La castaña frunció el ceño, su presencia atormentaba su monotonía. En su rostro se plasmaba la confusión pura.

—¿Me estás siguiendo? ¿Batman te dijo que...? —Fue interrumpida por Robin. Para colmo.

—En efecto. Quise hablar contigo en el callejón, pero te diste la media vuelta y huiste, no es mi culpa —se excusó, alzando las cejas. Sin embargo cualquier carácter juguetón se desvaneció tan pronto como había iniciado, aquello la preocupó—. Necesitas volver a la mansión. Batman necesita tu ayuda.

Natalie relajó los hombros y bajó la mirada. Un suspiró salió de sus labios y pasó ambas manos por su rostro.

—Estaré allí —afirmó, Robin le dio un pequeño asentimiento de cabeza antes de salir de su apartamento por la ventana rota.

Necesitaría hablar seriamente con el muchacho que se escondía detrás de esa máscara.

Y con Batman

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