𝑐. chapter nine.
Capítulo nueve.
"J****"
La mente de Natalie vagaba entre recuerdos que ahora parecían solo una mancha borrosa en su pasado, que lastimaban en su corazón, lo rasgaban con uñas afiladas y lo dejaban sangrando para que luego ella se las arreglara de poner la bandita y esperar a que esta se caiga de nuevo. Su mirada permanecía en la pantalla de su celular, donde el video que había lanzado Crane en contra de los Titanes ya se encontraba disperso por todos lados, logrando que Nightwing quedara como el enemigo número uno, el objetivo que regalaría cincuenta mil dólares a quienes logren atraparlo vivo o muerto. Su estómago se revolvió al escuchar aquellas palabras, más sabía que para ese entonces los Titanes ya estarían resguardados en algún lugar de la ciudad. Escondidos porque ahora, ante toda Gotham, eran villanos de la misma racha que el Joker. Estaban marcados con tinte rojo en los folletos de la ciudad donde ofrecían la recompensa por Nightwing y su grupo de superhéroes.
Sus manos sudaban y su corazón latía frenéticamente. Tenía un severo dolor de cabeza que no la dejaba tranquila, también un leve mareo cada vez que cerraba los ojos. Se suponía que debía estar en cama, como Alfred le había pedido, pero las cosas dieron un vuelco y ahora ella se encontraba mirando por la ventana del departamento, observando la ciudad bañada por la oscuridad, algo más allá de la llegada de la noche, ella lo sabía muy bien.
—Hola, muñeca —la voz de Jason logró sacarla de esa burbuja asfixiante de pensamientos que la tenían constantemente en un lugar desconocido dentro de su cabeza. Lugar al que no había pensando llegar de nuevo, pero allí estaba, martillándose la cabeza como solo un Grayson sabía hacerlo.
Su mirada recayó sobre Jason, sobre el casco rojo que traía entre las manos y el traje que cubría su cuerpo. Se forzó a regalarle una pequeña sonrisa antes de apartar la mirada y caminar hacia la cocina, evadiendo nuevamente cualquier interacción entre ellos, con el miedo a romperse si hablaban de todo lo que había ocurrido, del daño que se habían causado mutuamente. Natalie puso una barrera entre ellos que Jason respetó a duras penas durante esos días, resistiendo las ganas enormes de sentir el calor de su cuerpo junto al suyo. Se mordía la lengua para no escupirle en el rostro lo mucho que la extrañaba, qué la amaba. Estaba siendo tan doloroso tenerla viviendo con él, en el mismo departamento, tan cerca pero a la vez tan lejos.
Esa noche Red Hood tuvo que operar nuevamente para Jonathan Crane, apresurar las alianzas ahora que los Titanes estaban fuera del juego, impulsar las ventajas que los llevarían a la cima en la ciudad del caos. No tuvo que hacer más que pagarle a unos corruptos para que siguieran haciendo su trabajo sucio. Esta vez sus manos estaban libres de sangre, al menos, por esa noche.
Jason soltó un suspiro y dejó el casco sobre la mesita en la sala, decidido a caminar hasta la cocina para, por lo menos, estar junto a la simple pero tan satisfactoria presencia de ella.
—¿Podemos hablar? —inquirió Jason avanzando unos pasos hacia ella. Natalie se giró para mirarlo directo a sus ojos azules, sintiendo esas mariposas en el estómago. Asintió y se cruzó de brazos. Y, como cada vez que se encontraban en el mismo espacio, la tensión fue palpable, ambos inconscientes de la intensidad que sus solas presencias causaban en el otro. Del hormigueo en sus manos por entrar en contacto.
—Antes que nada —intervino ella, bajando la mirada, perdiéndose en algún lugar que Jason quiso invadir también—, quería decirte que estuve buscando un lugar y... —Jason frunció el ceño y negó con la cabeza, avanzando unos pasos hacia ella sin importarle si estaba siendo demasiado brusco o no. La idea de que estuviera considerando mudarse a otro lado le aterró.
—No tienes que hacerlo —su tono de voz fue más suplicante de lo que quiso mostrar. Natalie alzó ambas cejas y apretó sus labios para no dibujar una sonrisa en su rostro.
—¿Puedo hablar o me vas a interrumpir de nuevo? —preguntó dándole una mirada burlona. Jason carraspeó y dio un paso atrás, dándole una señal con la mano para que continuara—. Cómo decía, estuve buscando un lugar esta mañana, y creo que podría servir para que Alfred se hospede, al menos, hasta que las cosas mejoren y esté seguro. —Al oír aquello, Jason se relajó y se afirmó sobre la pared.
—Oh, sí, seguro —dijo con falso desinterés. —Sobre eso... Crane quiere ir a la Mansión Wayne. Se le puso esa mierda en la cabeza.
Natalie frunció el ceño y avanzó un paso hacia Jason, genuinamente interesada en sus palabras. Sin embargo, una duda surgió en su cabeza.
—¿Cómo piensa Crane entrar a la Mansión? Está llena de seguridad y —se detuvo en cuanto se dio cuenta de la intenciones con las que Jason la miraba ahora, dándole esos ojitos que ella conocía muy bien. —De ninguna manera —dijo con firmeza, negando con la cabeza. Jason bufó y caminó detrás de ella cuando pasó a su lado para regresar a la sala. No podía creer que estuviera a punto de pedirle a ella que los ayude ha entrar a la Mansión.
—Vamos, Nat, no tienes nada que perder ahora. Los Titanes son una basura, siempre lo han sido. ¿Todavía quieres hacerles una favor, después de todo? —insistió el pelinegro. Alejándose para comenzar a quitarse el traje.
—Incluso si quisiera ayudarte, lo más probable es que Dick haya cambiado las cerraduras. Además, no haré nada en contra de Alfred —renegó, dirigiéndose a la habitación para buscar la ropa de Jason y regresar a la sala. Le lanzó todo sobre el sofá y se giró hacia la ventana, agitando las manos mientras continuaba discutiendo. —Puedes decirle a Crane que se vaya bien a la mierda.
Escuchó el resoplido de Jason detrás de ella y suspiró, mordiendo el interior de su mejilla antes de pensar en lo que diría a continuación, sintiendo como su corazón se aceleraba.
—Además... creo que lo dejaré —murmuró, haciendo una mueca qué Jason no logró ver. El pelinegro frunció el ceño y la miró mientras se ponía los pantalones.
—¿A qué te refieres? —inquirió hundiendo sus dedos entre sus hebras negras para desordenarse un poco el cabello. Una vez estuvo vestido, camino hacia Natalie y la tomó suavemente del brazo para girarla. Ella humedeció sus labios y se encogió de hombros.
—Todo —simplificó, suspirando. —Arrow, los Titanes, el mundo de la justicia que no supe defender... todo. —Tragó saliva. Había meditado su decisión durante esos días y finalmente había llegado a la conclusión de que quería desligarse por completo de la lucha contra el crimen. Se encontraba agotada, cansada de cometer errores, de decepcionar a la gente que creía en ella, principalmente a Alfred.
A Dawn. A Donna.
La culpa de todo lo que estaba haciendo la estaba carcomiendo. Las pesadillas eran cada vez peores y apenas podía comer durante el día sin pensar en lo que ocurría afuera de esas cuatro paredes de las que apenas había podido salir. Tenía que dejarlo antes de que acabara con ella.
Jason lo miró con el ceño levemente fruncido, pensando en lo que acababa de decir. Él no tenía nada que aportar a esa decisión, nada que ofrecer, por lo que simplemente escuchó. Sintiendo tal vez un poco de envidia, porque Natalie no necesitaba refugiarse detrás de una máscara para sentirse bien, no necesitaba ser alguien más. Eso era algo que Jason Todd jamás podría hacer. Su vida no tenía sentido hasta que se puso el traje de Robin, sentía que si era él mismo, viviría bajo las sombras del rechazo y desamor. Con Red Hood ahora tenía poder, pero existía un vacío qué persistía para torturarlo.
—¿Estás segura? —preguntó mirando los ojos marrones de Natalie, levantando una mano para dejar un mechón de cabello largo detrás de su oreja, viendo como la chica frente a él tragaba saliva y se ponía nerviosa. Aquello lo hizo sonreír de lado, sintiendo satisfacción al saber que seguía teniendo ese efecto sobre ella.
Natalie asintió, sin poder despegar su mirada de aquellos ojos azules que tanto le gustaban. De esa mirada cargada de picardía qué Jason le estaba dando. El pelinegro dio otro paso hacia delante. De sus labios salió un simple y corto "Okay". Usando un tono de voz íntimo.
Natalie sintió la mano de Jason entrometerse debajo de su suéter, para dejar sobre su cintura desnuda una suave caricia con su mano fría. Seguido de eso la acercó a él, sin darle tiempo a protestar. Levantó el mentón para poder mirarlo a los ojos, sintiendo su corazón latir frenéticamente, tal cual parecía que hubiese corrido una maratón. Ninguno dijo más nada, dejando que sus ojos expresaran más que las palabras, que sus cuerpos respondieran a la necesidad del contrario. Jason no pudo resistirse demasiado a la sofocante cercanía de Natalie, espero a que ella lo alejara, pero cuando no lo hizo, dibujó una sonrisa ladina en su rostro y se inclinó hacia delante para besarla. En cuanto sus labios impactaron con los de Natalie, un escalofrío placentero recorrió su espina dorsal, su lengua exploraba cada centímetro de su boca, y sus dedos apretaban con fuerza la cintura de la chica.
Incluso si estaba mal, los dos disfrutaron del sabor del otro. Jason sintió una corriente de electricidad cuando Natalie enredó sus dedos en el cabello rizado de su nuca, queriendo acercarlo lo más posible. La intensidad de sus emociones solo aumentaban el calor en la sala. No habían estado juntos desde hace meses, y por más que quisieran negarlo, se necesitaban, siempre lo hicieron, y, quizás, siempre lo harían. Porque ya compartían algo, tenían a sus corazones latiendo por el otro, el vínculo que forjaron no era flojo, no era en vano. Habían demasiados sentimientos de por medio para dejar su relación estancada en las sombras de su pasado. Sus respiraciones se volvieron más erráticas a medida que se involucraban en el beso apasionado, la forma en que sus cuerpos se frotaban les hacía hervir la sangre, toda la intensidad del momento los había atrapado, causando que fuese difícil alejarse, pero Natalie reunió las pocas fuerzas que tenía para hacerlo, y el miedo se incrementó en Jason, por lo que mantuvo sus manos sobre su cintura, sin permitir que se alejara demasiado.
—¿Por qué me haces hacer esto? —Inquirió la pelinegra en voz baja, tratando de recomponerse. Jason dejó su mano en el costado del cuello de Natalie, mientras acariciaba su mejilla con el dedo pulgar. Lo único en lo que podía pensar en ese momento era en que quería más, necesitaba más.
—¿Hacer qué? —preguntó con el mismo tono de voz y una pequeña sonrisa en el rostro.
—Traicionar a mis amigos.
Jason sonrió de lado y negó con la cabeza.
—Nosotros no tenemos amigos, muñeca —dijo con un tono agrio, ladeando un poco la cabeza antes de inclinarse nuevamente y estampar sus labios contra los de Natalie, utilizando más intensidad que la vez anterior. Canalizando todo el deseo y pasión en aquel beso, donde la ropa estorbaba y la necesidad era abundante. Apenas podían pensar con claridad. El cuerpo de Jason parecía estar dolorido por el anhelo desesperante de tenerla nuevamente, por lo que comenzaba a ser agresivo y directo. Más no lo necesario como para llegar a lastimarla.
Poco a poco el calor comenzó a ser demasiado y la ropa un impedimento, las caricias sombre sus pieles desnudas y los jadeos que escaparon por sus labios rojizos e hinchados debido a los besos que compartieron, fueron lo que sus corazones heridos necesitaban para juntas las piezas destruidas. Por esa noche, donde el placer que ambos se dieron, y lo vulnerables que se mostraban por el otro, se dieron pedazos rotos de sus corazones para reconstruirlos nuevamente.
Natalie Grayson fue el último pensamiento de Jason Todd cuando murió a manos del Joker, así como también el primero cuando fue resucitado por Jonathan Crane. Ni siquiera la muerte había sido capaz de perturbar sus sentimientos por ella.
Ningún hombre o mujer tendría la posibilidad ahora.
A la mañana siguiente, desde muy temprano, Natalie había salido por primera vez fuera del departamento, sus manos temblaban y el dolor de cabeza continuaba causando qué se masajeara las sienes, sin obtener un poco de alivio. De vez en cuando tenía que detenerse debido a los mareos que no le permitían dar un paso adelante sin tener la sensación de que caería al suelo.
Cuando despertó, la figura de Jason a su lado, descansando plácidamente, con sus rizos despeinados y su cuerpo subiendo y bajando lentamente al ritmo de sus respiraciones, le apretó el pecho. No se suponía que debían acostarse, pero las cosas poco a poco subieron de nivel y tan pronto como sus labios hicieron contacto con los de él, se perdió en el calor de su cuerpo, en las palabras susurradas y las caricias sobre su piel desnuda. Ahora ya era muy tarde para reprocharse así misma por haber caído de nuevo en las redes de Jason. Se había sentido plena y feliz.
Le pidió a un taxi que la dejara cerca de la Mansión Wayne, más no directamente allí, por lo que ahora le había tocado caminar con el dolor de cabeza y los mareos molestándola. No con la misma intensidad que le molestó la figura de Jonathan Crane parado en la entrada, toqueteando la reja que aseguraba el perímetro de la Mansión. Alzó una ceja al ver cómo comenzaba a darle patadas a los fierros como si así fuera posible abrirlos. Era patético. Y ella una estúpida por estar allí, por haber aceptado ayudarlo sabiendo cuál era el plan que tenía entre manos.
Lo que le brindaba un poco de tranquilidad era saber que Alfred estaba bien, y que nadie podría lastimarlo.
Crane la vio acercarse con el ceño fruncido, un gorro de lana cubriendo su cabello negro y las manos refugiadas en los bolsillos de su chaleco. Una inmensa sonrisa se formó en el rostro del hombre y alzó los brazos con un entusiasmo demasiado extravagante.
—¡Nat! Qué alegría verte —dijo alegremente, dejando dos palmadas en el hombro de la chica a modo de saludo. Ella observó la mano hacer contacto con su chaleco y entrecerró los ojos.
—¡Crane! Ojalá pudiera decir lo mismo, pero me caes como grano en el culo —forzó una sonrisa y luego regresó a su seriedad, acercándose al sensor que escaneó sus ojos. Quizás, solo para molestarlo, cerró uno sin que el hombre detrás suyo lo notara.
—Acceso denegado.
Se encogió de hombros y apretó los labios.
—Vaya, no puedo hacer nada más. La tecnología me gana —soltó un falso suspiro lastimoso.
Crane le dio una sonrisa tensa, luego se acercó a ella a paso firme, apuntándola con su dedo índice. Natalie le dio un manotazo para que apartara su dedo.
—Eres muy astuta, Natalie Grayson, muy astuta —comentó entrecerrando los ojos. —¿Por qué no pruebas con el código? Ya sabes, esos dígitos que abren la puerta del paraíso —exclamó mirando la entrada de la Mansión. —No queremos romper la amistad, ¿o si?
—Si no reconoció mis ojos, es porque Dick cambió las contraseñas y me eliminó de...
—Dick no tuvo tanto tiempo para hacer eso, así que inténtalo y quizás te ayude con esos dolores de cabeza y los mareos que te dejó la droga que te di. Claro, si es que no quieres que pase a peor. —Aquella claramente fue una amenaza, no obstante, Natalie simplemente sonrío y avanzó un paso hacia delante. Cómo había dicho Jason antes, ella no tenía nada que perder ahora.
—No reconoció mis ojos, esos significa que ya cambió todo el sistema. ¿Te lo tengo que explicar con manzanitas? —su tono de voz estaba cargada de ironía, y su rostro se adornó con una pequeña sonrisa.
Crane suspiró.
—Bueno, es una lastima —Natalie lo vio comenzar una caminata hacia el sensor. —Tienes potencial pero no quieres utilizarlo —comenzó, dándose la vuelta para mirarla—. Creí que te habías dado cuenta de tu valor, de que no necesitas el cariño o la aprobación de nadie para brillar por tu cuenta —Natalie soltó una risa y negó con la cabeza.
—Ahora comenzarás con tus "charlas motivacionales". Ahórrate el sermón, o úsalo contigo mismo —se burló, decidida a retirarse de allí.
—¿Y si te digo que el Joker no está muerto? —Natalie se detuvo abruptamente, y Jonathan sonrió. —Eso pensé.
Tragó saliva. Estaba jugando con ella, usando su trauma para encerrarla en una burbuja que solo él podría reventar después. Quería manipularla tal y como hizo con Jason. Tenía que ser así. Porque estaba segura de lo que Batman había hecho, de que Bruce había terminado con esa pesadilla de una vez por todas. Toda Gotham sabía la historia de lo que pasó esa noche en Arkham, quizás un poco modificada y su presencia allí nunca fue mencionada, pero sí se sabía que Batman había asesinado al Joker.
Porque así fue.
Se giró a verlo y Crane mantuvo su sonrisa, había sembrado la incertidumbre en ella.
—Estás mintiendo —declaró Natalie con determinación, totalmente segura de sus palabras.
—Batman nunca asesinó, ¿por qué lo haría por un chico rebelde que le traía más problemas que otra cosa? No lo hizo cuando casi te mata a ti —se encogió de hombros—. ¿No te has puesto a pensar en que se escapó de Gotham porque no quería escuchar los reproches, y no porque su ratón esté muerto? —Natalie bajó la mirada, y Crane avanzó un paso frente a ella para extender la palma de su mano con un inhalador en ella. La pelinegra frunció el ceño. —Úsalo. Te quitará el dolor de cabeza y... el miedo.
Ella observó el inhalador por unos segundos.
—Claro, y confiaré en la palabra de Scarecrow —ironizó, tomando el inhalador de mala gana. El hombre rió y dio un paso atrás encogiéndose de hombros.
—Tómalo o déjalo, pero te diré una cosa; no fuiste entrenada para ser una simple ayudante de Batman o Nightwing. Jason y tú están destinados a algo más grande que eso. Algo más significativo, que quede escrito en la historia de Gotham City. No están hechos para ser la mancha borrosa a un lado de las heroicas acciones del Caballero oscuro. O del pájaro azul que tomó su lugar —sentenció dando un paso adelante, tomando a Natalie de los hombros. —Estuve ese día en Arkham, y puedo asegurarte que el Joker no está muerto.
Natalie tragó saliva y bajó la mirada.
—¿Dónde está entonces, huh? —inquirió con cierta burla, disfrazando la duda que había en su interior. Se negaba a creer que Batman había hecho semejante cosa, engañarlos así. Ella estuvo allí, él la llamó hija...
—Blackgate —dijo Crane, con total despreocupación. Sin pensarlo dos veces Natalie se acercó de nuevo al sensor y expuso sus ojos marrones para que fueran escaneados. Las puertas se abrieron y Crane se apresuró a adentrarse. Solo quería que la dejara tranquila, acabar con todo de una vez.
Las manos de Natalie temblaron mientras sostenía su teléfono y marcaba el número de Alfred con lágrimas en los ojos, sintiendo cómo su pecho se apretaba en anticipación. Pasó ambas manos por su cabello negro y esperó a que contestara el teléfono. Luego de un par de segundos que parecieron una eternidad, la voz serena de Alfred se escuchó del otro lado de la línea. Ella tardó unos segundos en contestar de vuelta, su voz temblaría, pero tenía la duda atorada en la garganta.
—¿Dónde está, Alfred? Y quiero la verdad —demandó, caminando de un lado a otro frente a la gran reja.
—¿Hija? ¿A qué te refieres? —Natalie se cubrió la boca con una mano para no soltar los sollozos.
—El Joker, ¿Dónde está? —El suspiro de Alfred y el silencio que lo siguió contestaron su pregunta.
No podía creerlo.
—Hija...
Sin darle tiempo a decir algo más, cortó el teléfono y lo apretó entre sus manos, como si todo lo que sentía en ese momento iba a desvanecerse con esa acción.
—¡Nat! ¿No vienes? —se giró para ver a Crane unos metros más allá. Ella se limpió las lágrimas y se adentró a la Mansión.
Antes de dejarlo todo, tenía una última cosa que hacer.
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