𝑐. chapter nine.
Capítulo nueve.
❛ Nightwing ❜
Las cosas en San Francisco estaban peor de cómo habían terminado hace un par de semanas atrás. Grande y devastadora fue la sorpresa que se llevó Natalie al regresar a la Torre de los Titanes y no encontrarse a su hermano, Gar o Conner allí. Estos dos últimos, según lo que le había informado Donna, habían sido secuestrados por Cadmus, para luego lavarles el cerebro y conseguir que hicieran lo que ellos quisieran. Y Dick... aparentemente había terminado en una cárcel de la cuál escapó sin decir absolutamente nada a nadie, siendo su paradero desconocido. Hank y Dawn habían terminado su relación, y, en pocas palabras, las únicas que se encontraban reunidas en esa mesa ideando algún plan para salvar a sus amigos, eran las chicas.
Y la noticia de último momento que sacó a Natalie de su abismo infernal de pensamientos la dijo Kory.
—¿Jericho está vivo? —Inquirió la pelinegra, secundando las palabras antes dichas por la mujer. Rachel asintió con la cabeza y se encogió de hombros.
—Dick lo garabateó en la pared de su celda cuando fuimos a buscarlo. A lo cavernícola.
Natalie se levantó de la silla en que se encontraba antes, totalmente apartada de la reunión que tenían las mujeres. Sin embargo, el tema de Jericho había llamado su atención porque, si estaba vivo, eso significaba que Deathstroke continuaba por ahí.
—No sé qué significa —dijo Dawn, haciéndole un espacio a la pelinegra para que se parara a su lado. Natalie le sonrió apenas.
—Los neandertales dibujaban imágenes en los muros de las cuevas. Mayormente, escenas de lucha o cacería —explicó Kory. Las demás chicas se vieron entre sí.
—Me refería a que Jericho está vivo.
Natalie bajó la cabeza para ocultar una sonrisa, no quería ser demasiado grosera al reírse del mal entendido.
—Como sea. Algo es seguro. Y es que Dick se volvió loco —opinó Donna, alzando las cejas.
—Tal vez los días en la celda le afectaron un poco y se le cruzaron los cables —la apoyó Natalie, cruzándose de brazos. —Ni siquiera sabemos si... —se detuvo por unos segundos, y su voz se apagó un poco. —No sabemos si sigue vivo.
El pensamiento hizo que su estómago se revolviera.
—Yo sueño una y otra vez que Deathstroke asesina a Dick. No pienso que esté muerto, pero me atormenta y debemos hacer algo, chicas.
—Te creo, Rachel. Pero tenemos problemas más graves ahora. Como por ejemplo, salvar a Gar y Conner, para evitar que Cadmus inicie la fase dos. ¿Tienes lo que te pedí, Natalie?
La pelinegra asintió y encendió la computadora portátil para dejarla sobre la mesa. Su llegada a la ciudad había sido tan ajetreada como seguramente lo sería su estadía. Ella no se opuso a colaborar de inmediato con la búsqueda de Gar y Conner, aprovechando aquella oportunidad para sacarse de la cabeza la imagen de Jason saliendo por aquella puerta que separaría sus caminos para siempre. Natalie no planeaba volver a la Mansión Wayne, sabía que aquel era el único lugar que tenía Jason en esos momentos, ella podría viajar nuevamente a Starling City o regresar con los Titanes.
Patrullar en Gotham tampoco estaba en su lista de prioridades. Blüdhaven, por otro lado, podría ser su locación futura.
Dejando de lado los pensamientos que ponían a Jason como protagonista y desgarraban su corazón, pestañeo un par de veces bajo la atenta mirada de las chicas que desconocían el motivo por el cual se encontraba tan distante, con la mirada perdida y notablemente mal de estado anímico. Ninguna quiso indagar demasiado.
—El edificio central de Cadmus cierra a las nueve en punto —comenzó a explicar. —La seguridad se reduce a diez guardias. Dos en cada entrada y seis en el interior.
—¿Y el laboratorio? —Inquirió Rachel, sentada sobre la isla de la cocina.
—Trabaja veinticuatro horas, y la semana pasada doblaron la guardia. Cuatro turnos de seis horas, veinte personas todo el día. Parece que la fiesta es allí —concluyó, sin despegar la mirada de la pantalla.
—Entonces vamos a bailar —murmuró Donna.
Kory miró a Natalie cruzada de brazos, con el ceño levemente fruncido y la mirada perdida en la pantalla de la computadora. Una sonrisa se formó en su rostro y la llamó.
—¿Eres toda una Grayson, huh?
—Los cumplidos no son lo tuyo. Anotado —bromeó la menor, y las chicas rieron.
—Entonces, ¿Vamos a meternos en Cadmus y sacaremos a Gar y Conner... nosotras cinco solas? —preguntó Rachel, con ironía en la voz, pero también preocupación. Natalie se encogió de hombros y asintió con la cabeza.
—Sí, ¿por qué no? Noche de chicas.
—En este momento no tenemos opción, Rachel —espetó Donna. —Pero tú y Kory serán suficiente arsenal. Al menos, para cruzar la puerta —alentó la amazona.
La morena bajó la mirada y jugó con sus manos. Esa acción no le gustó para nada a Natalie.
—Hablando de eso, tengo malas noticias. Perdí mis poderes...—confesó. —No sé qué pasó, pero desaparecieron. Y no logro recuperarlos.
—¿Qué? —Su declaración hizo que Natalie bufara y se alejara de la mesa. Sin los poderes de Kory y Rachel, las cosas se complicaban un poco. Del todo, mejor dicho. —¿Y tú Rach?
—Totalmente cargada. Pero no puedo garantizar que no me exceda un poco —dijo con duda. —Últimamente lo mío viene... dramático.
La charla de mala suerte se interrumpió cuando una alerta de seguridad llegó a la computadora de Natalie. Avisando que habían disturbios en el parque Golden Gate. Denuncia de animal salvaje. Las chicas se dieron una mirada cómplice, todas las presentes con la misma teoría: Gar.
—La Fase Dos —murmuró Rachel, mirando a Kory. —Ya comenzó.
Soltando un suspiro, las cinco mujeres caminaron hacia el ascensor con determinación, esperando poder tener a sus amigos de su lado cuando regresaran a la Torre.
Subieron a la camioneta de Donna he iniciaron la trayectoria, compartiendo algunos detalles del plan, palabras que Natalie no logró escuchar debido a que se encontraba sumida en sus pensamientos nuevamente. Jugaba con sus manos y mordía la carne de su mejilla interna mientras veía las cosas pasar rápido a su alrededor. Jason regresó a su memoria para causar un fuerte dolor en su corazón. No había podido dormir pensando en él, en cómo terminaron las cosas y cómo pudieron haberse evitado. Se sentía agotada, con la esperanza perdida, y para cerrar con broche de oro su lista de agonías, no tenía idea dónde se encontraba su hermano.
El miedo de que algo le hubiera pasado le pesaba en el pecho.
—No sé a qué nos enfrentaremos, pero les aseguro que no será bonito. —La voz de Donna resonó entre la tensión que había en el interior de la camioneta.
—Nos enfrentaremos a nuestros amigos —declaró Dawn desde el asiento de copiloto.
Rachel le dio una mirada a Natalie antes de hablar.
—No le haré daño a Gar —dijo con firmeza, más la angustia se reflejaba en sus ojos. —No me importa lo que le hayan hecho. No voy a lastimarlo.
Natalie asintió y tomó la mano de la chica para darle un apretón, reconfortándola. Ella le dio una sonrisa débil. Ambas de acuerdo. Gar era su amigo, el único que realmente se había preocupado durante su estadía en la Torre. No podría hacerle daño, y le alegraba saber que Rachel estaba de su lado.
Quién parecía no estarlo era Donna.
—Si atacan a inocentes, debemos estar preparadas.
Ninguna de las dos muchachas tuvo tiempo de alegar, ya que el estruendo de una explotación resonó en el aire, y seguido de eso, el vehículo se detuvo abruptamente, causando que todas las presentes se golpearan por el impacto. De inmediato, Natalie se llevó una mano a su frente, lugar del cual comenzó a brotar la sangre. Entre la llamarada de fuego se veía una sombra parada en medio de la calle.
—¡Deathstroke! —avisó Donna en un grito desgarrador. —¡Abajo!
El mercenario inició inmediatamente su ataque. Una lluvia de balas impactaba contra la camioneta.
—Yo llamaré su atención. Ustedes vayan con todo —dijo Kory en medio del ruido. Pero su plan de ser una distracción falló, y en cuanto abrió la puerta para enfrentarse a las balas, una de ellas impactó contra su brazo, haciéndola sangrar. Fue obligada a regresar dentro de la camioneta.
—¿Qué ocurrió? —Inquirió Rachel.
Su pregunta se perdió en el ruido de algo cayendo sobre el techo de la camioneta, le siguió un silencio cargado de tensión. Natalie tragó saliva, con sus instintos de protección atentos. Nadie se atrevió a decir nada, como si el próximo ruido fuese a detonar alguna bomba.
—Debiste quedarte en casa —sugirió Deathstroke desde la calle. Estaba preparado para soltar otra lluvia de balas contra lo que sea, o quién sea que estuviera parado sobre la camioneta, pero entonces un nuevo enmascarado consiguió desarmarlo con agilidad.
—¿Quién es ese? —Quiso saber Dawn, impactada al igual que todas las chicas.
Entonces el desconocido se giró, y Natalie sintió la esperanza llenar su corazón de nuevo. Una sonrisa se formó en su rostro.
—Es mi hermano —murmuró, con la alegría en la voz.
Nadie menos que Dick Grayson se encontraba parado frente a ellas, usando un nuevo traje negro con azul. En su pecho ya no había un murciélago. No tenía idea de qué estaba ocurriendo o de qué se había disfrazado ahora su hermano, pero le gustaba el cambio.
—¿Alguien está herida? —les preguntó, sus ojos cayeron sobre su hermana.
—Kory —se apresuró a decir Rachel. —Nat tiene solo un raspón.
—Ocúpense de ellas. Yo me ocupo de él. —Su mirada se posó nuevamente en Deathstroke. —Esta es mí pelea.
Una disputa comenzó entre ambos hombres. El corazón de Natalie latía con rapidez mientras observaba a Rachel curar la herida que continuaba sangrando en el brazo de Kory. Todas las chicas se preguntaban cómo es que aquella bala había causado que la Tamariana sangrara, todas pensaban que no podía hacerlo. Desde la distancia presenciaron a Dick sacar unos bastones de esgrima qué producían electricidad.
Entre el caos y la incertidumbre, ella recordó cuando tuvo miedo de perder a Jason debido a Deathstroke, y una inexplicable ira se apoderó de ella al ver que de un fuerte golpe logró desestabilizar a Dick y lanzarlo al suelo.
—¿A dónde vas? —preguntó alterada Donna, pero ella no escuchó ninguna queja.
—Tú fuerza depende de otros —le dijo Deathstroke a Dick, quién yacía en el suelo, recibiendo una patada por parte del mercenario.
—¡Oye! ¿Teníamos una clase pendiente, o no? —Lo llamó, apuntándolo con el arco. El hombre ladeo la cabeza. Sin pensarlo dos veces, la pelinegra soltó la flecha, la cual fue detenida por los buenos reflejos del sujeto.
—¿Una flecha? —Inquirió divertido.
Natalie se encogió de hombros. Casi de inmediato, la explosión causó que Deathstroke cayera al suelo. Una sonrisa se formó en el rostro de la chica, y le extendió la mano a su hermano para levantarse.
—Lindo traje, también trabajo en uno.
—Regresa al auto —le ordenó Dick, viendo al mercenario levantarse.
Ella rió sin gracia y negó con la cabeza. Sin previo aviso se giró para comenzar a luchar contra Deathstroke, dejando en cada golpe la ira que tenía retenida desde hace tiempo. A Dick no le quedó de otra que sumarse a su hermana y juntos se apoyaron en la disputa, moviéndose de un lado a otro, llenando el ambiente de movimientos ágiles y golpes estratégicos. La batalla se intensificaba, pero la determinación de los hermanos Grayson brillaba más fuerte que nunca mientras luchaban codo a codo.
El problema comenzó a ser la forma en que Natalie golpeaba a Deathstroke. Dick se preocupó por lo similares que eran los movimientos de Natalie con los que alguna vez vio en Jason. Aquellos que no tenían poder sobre los códigos morales. Aquellos que iban con un único y firme propósito: asesinar.
—¿Sientes el cosquilleo en tus pies, y el leve mareo? Se llama Vértigo —expuso la menor, esquivando los golpes que Deathstroke le daba con la espada. —Es lo que contenía la flecha. Pero no te preocupes, no queda en el ambiente, solo en quién la aspira.
Natalie tomó la espada del hombre y, con la mirada cargada de odio y el corazón abrazado por la ira, quiso enterrarla en su pecho. Sin embargo, uno de los bastones de esgrima de Dick se interpuso en su camino.
—No —murmuró el castaño, resistiendo la fuerza con la que su hermana se empeñaba en seguir su propósito.
—¡Papá!
La voz de Rose desvió la atención de ambos hermanos. Natalie observó a Deathstroke agitar la cabeza, seguramente comenzando a sentir con más fuerza los síntomas de la droga. En pocos segundos estaría rogando por que lo mataran, debido al dolor neurológico que causaba.
Pero no tuvo tiempo siquiera de presenciar el mareo en totalidad, ya que, luego de un pequeño combate entre padre e hija, Rose consiguió aquello que Natalie anheló por segundos.
—¡No! —gritó Dick, desconcertando a la menor.
Deathstroke estaba oficialmente muerto.
Entonces ella retrocedió unos pasos, cayendo en cuenta de lo que hubiera ocurrido si Dick no la detenía. Cada intercambio de golpes había logrado alimentar la ira que llevaba dentro, ocasionando qué la línea entre la justicia y la violencia se desdibujara. La moralidad que una vez la guio se vio vulnerada, y su mente se había sumido en el único pensamiento de venganza.
Era como si un velo de oscuridad hubiera caído sobre su ser.
Soltó la espada como si le quemara, y luego observó el cuerpo de Deathstroke tirado en el suelo. Con manos temblorosas se dirigió a la camioneta. Allí de inmediato Dawn le preguntó si se encontraba bien, a lo que ella mintió diciendo que sí.
—La noche recién comienza —susurró Donna, soltando un suspiro.
—Debemos ir a Golden Gate, ahora —declaró Rachel.
Donna, Kory, Dawn y Natalie caminaron por el destruido parque de diversiones, pisando la basura que se esparcía en todos lados. A unos pasos de ellas se encontraba Conner Kent, quién acababa de golpear a un tigre verde que, lamentablemente, se trataba de su viejo amigo, Gar. Rachel no dudó en correr hasta el chico-animal que yacía tirado en el suelo.
Conner llevaba una camiseta negra con un diamante blanco estampado, el cual dentro de el tenía la palabra "Cadmus".
—¿Alguna idea? —Inquirió Donna, mirando a las chicas de reojo.
Natalie se encogió de hombros.
—¡Oye, Conner! —el grito de Kory provocó que las chicas se giraran a verla de inmediato.
—¿Esa es tu idea? "¿Oye, Conner?" —cuestionó Dawn, indignada. La Tamariana se encogió de hombros. Ninguna tenía otra idea para enfrentar al muchacho que ahora se giraba a verlas de una forma poco agradable. —¿Por qué me mira así?
—Probablemente porque estás vestida como un ave gigante —ironizó Donna. Natalie por inercia miró su traje y suspiró al notar que no tenía nada extraño en el. Sin embargo, Conner seguía mirándolas con hostilidad.
—No tiene idea de quiénes somos —declaró Dawn. Luego se giró para ver a Natalie. —Deberías ir a hablarle tú.
La menor abrió los ojos en sorpresa ante la propuesta inusual de la chica. Se negó rotundamente. Si bien la única vez que tuvo la oportunidad de interactuar con el chico se habían llevado bien, pero ahora estaba siendo controlado por Cadmus, y nada le aseguraba que por una orden él le hiciera daño. Y si tenía parte de los poderes de Superman, entonces no habría lugar por donde pudiese obtener ventaja.
A menos que alguna de las justicieras tuviera Kryptonita, pero dudaba que fuera así.
—Vamos, Natalie, eres hija de Batman, y el hijo de Superman.
—¡¿Y eso?! —preguntó exaltada, negándose a tener una conversación con el muchacho. —Que vaya Donna. Superman y Wonder Woman igual...
—¡Voy yo! Dios, de acuerdo.
Luego de soltar un suspiro y recibir palabras alentadoras de sus compañeras, Donna caminó a paso dudoso hasta quedar frente a Conner. Les dio una mirada antes de carraspear y comenzar la charla.
—Hola, Conner. Encantada. Soy Donna Troy. No nos conocemos oficialmente, pero me hablaron muy bien de ti. Hasta la hija de Batman...
—¡No le digas que soy hija de Batman! —se quejó Natalie. Donna la ignoró.
Un silencio se formó entre ambos, ya que Conner parecía no tener intenciones de tener ahora una presentación adecuada con Wonder girl. Las faltas de palabras hicieron que Donna perdiera la paciencia y dejara a un lado el acto de simpatía.
—Al diablo. No sé quién te está manejando, pero necesitamos que despiertes. Por lo que dicen, eres mitad Superman, al menos. ¿Podrías encontrar esa mitad? —Una vez finalizó su pequeño discurso, se giró para mirar a sus amigas, mostrándoles el dedo pulgar.
Natalie bufó
—¿Dónde diablos está Dick? —murmuró. Aquello no iba a terminar bien.
En el instante en que las palabras dejaron la boca de Natalie, Conner le dio un golpe a Donna.
—Genial, hicimos enojar a Superboy.
La disputa inició, y luego de un par de intercambio de golpes, Conner logró empujar con fuerza a Donna para que se estampara contra un poste de luz. Aquello hizo que Kory se enfureciera, por lo que caminó hasta el chico con Natalie detrás de ella. Ambas chicas alcanzaron a darle un par de golpes antes de que fueran tomadas con fuerza por el cuello.
La pelinegra forcejeo y pataleo para ser soltada, pero el aire poco a poco se iba de sus pulmones.
—Conner... —suplicó la menor, con apenas la voz audible.
Sin piedad alguna, Conner la lanzó contra un vehículo que se encontraba cerca, causando que se golpeara la cabeza. No supo que pasó después, porque se encontraba inconsciente.
Natalie despertó con un dolor agudo en la cabeza, desorientada y confundida en medio del parque de diversiones Golden Gates. Recordaba el impacto brutal de haber sido lanzada por Conner Kent contra un vehículo, un incidente que la dejó aturdida en ese lugar lleno de luces brillantes y disputas ajenas. De inmediato comenzó a buscar a sus amigos, pero se percató de que estaba siendo cargada por la misma persona que la había llevado a la inconciencia en primer lugar. Asustada, trató de que Conner la soltara. El muchacho al notar que la chica se removía, la bajó y le regaló una sonrisa lastimera.
Dick rápidamente se dirigió a su hermana.
—Está bien, ya acabó todo —le informó, dejando una caricia en el hombro de la chica.
—¿Qué? —Inquirió confundida. Para su sorpresa, Hank también se encontraba cerca, llevando al igual que todos los presentes, su respectivo traje.
Luego su mirada se dirigió a Gar.
—Ah, hola.
Los justicieros rieron. Repentinamente una oleada de aplausos llenó el lugar. Rachel rió nerviosa, mientras que los demás Titanes saludaban y sonreían a los ciudadanos.
Mientras salía del aturdimiento, notó a una pequeña niña angustiada buscando su muñeca perdida. A pesar de su propio malestar, Natalie se apresuró a ayudarla, buscando entre los escombros. Cuando recuperó la muñeca de la pequeña, se agachó para entregársela con una sonrisa en el rostro.
—¿Esta es tu muñeca? —le preguntó con voz suave. La niña asintió. —Está a salvo ahora.
—Gracias —dijo la madre de la pequeña. Entonces la expresión de la niña pasó a una completa de terror, mirando algo detrás de la pelinegra. Esta frunció el ceño y se giró para darse cuenta que un poste de luz se inclinaba para caer sobre ellas.
—¡Atrás! Todos, ¡atrás! —Los evacuó, empujando a la pequeña y a su madre para que salieran del camino.
—¡Natalie! —la llamó Dick.
En un acto instintivo, Donna apareció rápidamente para salvarla, y con un movimiento ágil, empujó a Natalie fuera del camino. Pero la menor cayó al suelo, más no se alejó lo suficiente. Horrorizada, observó cómo Donna se electrocutada sosteniendo el poste. Sus piernas no respondían, por más que su cerebro le ordenara alejarse de allí, no podía hacerlo, se encontraba en un estado de shock, del cual fue sacada bruscamente cuando el poste cayó al suelo y Donna Troy, sin vida, sobre él.
Los escombros de una ruma detrás de Natalie cayeron sobre la pierna de la menor, causando que soltara un grito de dolor tras su pie quedar atrapado. Intentó liberarse, pero el dolor era insoportable.
Sus pedidos de ayuda fueron escuchados por Conner, quién apareció para ayudarla. En cuanto su pie fue liberado, y el chico la ayudó a levantarse, ella cojeo hasta donde se encontraba Dick, el cual tenía el cuerpo de Donna sobre su regazo.
—No... no, no. ¡Donna!
La culpabilidad llenó su pecho, y se lanzó de rodillas a un lado de su hermano.
El ruido del exterior se escuchaba lejano, el dolor de su pie era imposible de ignorar, sin embargo, en aquellos momentos lo único que le importaba es que Donna se había ido. No era una ruptura amorosa, no era una ida de la ciudad sin despedida. Estaba muerta. Muerta porque intentó salvarla.
Las lágrimas cayeron por sus mejillas cuando Conner se acercó nuevamente para ayudarla a levantarse.
—Debería cargarte, no se ve bien —sugirió el chico. Ella negó con la cabeza y cojeo hasta el vehículo detrás de Dick.
El regreso a la Torre de los Titanes fue silenciosa, cargada de tristeza y duelo. En cada paso que daba, el corazón le dolía, los recuerdos de Donna le quemaban el pecho. Las noches compartidas dónde veían películas hasta tarde en la habitación de Natalie serían recordadas para siempre, las risas las atesoraría con el corazón en la mano.
El sacrificio de Donna no quedaría en vano.
Natalie jugó con el collar que le había regalado Jason, como si el objeto, de alguna forma, fuese a traerlo de vuelta a sus brazos para consolarla en aquel momento devastador por el cual estaba pasando. Sus mejillas se encontraban húmedas por las lágrimas que bajaron por ellas como una lluvia torrencial durante una tormenta. Frente a ella, se encontraba un marco con la fotografía de los antiguos Titanes juntos, todos sonrían, parecían felices. Se sorprendió de ver en su hermano aquello inmensa sonrisa genuina. A un lado había otra fotografía que causó qué un sollozo saliera de sus labios y cubriera su rostro con ambas manos para darle la bienvenida al llanto de nuevo.
Con su mano temblorosa pasó la yema de su dedo por el vidrio del marco, acariciando la imagen de Donna junto a ella con su traje de Robin. La fotografía había sido tomada por Alfred.
Se dio cuenta de lo mucho que extrañaba la Mansión Wayne, a pesar de todo lo ocurrido, extrañaba escuchar la voz de Alfred regañándola cuando se metía a la cocina a escondidas, extrañaba las escasas noches de película que alguna vez compartieron en familia. Los entrenamientos que al final acababan entre risas cuando Alfred le pedía realizar algún movimiento qué ella no podía dominar.
Extrañaba a Jason. A su mal humor, a su caótica presencia. Extrañaba verlo leer con el ceño fruncido, cuando descansaba su cabeza sobre su regazo y ella acariciaba su cabello hasta que terminaba dormido.
Todo era demasiado para ella.
La puerta fue abierta y la presencia de Bruce la sorprendió por completo. Debido a que estaba en reposo por su pie roto, no había podido asistir al funeral de Donna, lo que la tenía peor de estado anímico.
Con rapidez se limpió las lágrimas y dejó la fotografía en su lugar.
—¿No deberías estar en reposo? —Inquirió Bruce, apuntando el pie enyesado de la chica.
—¿No deberías estar en Gotham?
Él sonrió.
—Lamento mucho lo que ocurrió. Sé cuánto significaba Donna para ustedes.
Natalie apenas sonrió.
Los toques en la puerta desviaron su atención. Dick se adentró a la habitación, con un atuendo negro parecido al que llevaba Bruce, a diferencia de que éste llevaba una camisa blanca, y su hermano, azul marino. Cuando el hombre lo vio esbozó una pequeña sonrisa.
—Los dejo —se despidió de inmediato el mayor, comprendiendo que tenían mucho de qué hablar. —Hablaremos luego —se dirigió a Dick. Luego caminó hasta Natalie y dejó un beso prolongado sobre la frente de la menor, sorprendiéndola tanto a ella como al castaño.
—¿Cómo estás? —Fue lo primero que preguntó, ayudándola a sentarse sobre la cama, sosteniendo en su otra mano un maletín. —Quiero que sepas que no fue tu culpa, Nat.
Ella suspiró.
—Entonces... ¿Nightwing, huh? —cambió el tema. No se sentía bien hablar de culpas con él. —Es un cambio brusco de Robin, pero me gusta.
Él sonrió, y dejó el maletín en medio de ambos.
—Escuché que estabas en busca de tu nueva identidad, también. —Natalie frunció el ceño. —Ábrelo.
Con la curiosidad a flor de pie, le dio una mirada a su hermano antes de abrir el maletín y encontrarse con un traje púrpura dentro. Su corazón se aceleró, y no dudó en tomarlo para observarlo mejor, con una sonrisa brillante en el rostro qué llenó el corazón de Dick. Ella sintió una mezcla de emoción y responsabilidad de tan solo ver los detalles del traje.
Pero entonces una duda surgió en su cabeza.
—¿Por qué? —cuestionó dejando el traje de vuelta en el maletín. Dick bajó la mirada.
—Nuestros padres realizaban sus funciones sin la red de seguridad, lo que les llevó a perder la vida. Quiero que este traje...
—Me estás dando mi red de seguridad —ella concluyó en un murmuro. Dick asintió.
—Papá una vez me dijo: "Nunca sabrás si puedes volar, a menos que tomes el riesgo de caer" —dijo con nostalgia, bajando la mirada. —Quiero que, si alguna vez das ese salto de fe, tengas la red de seguridad que te garantice volver a intentarlo si caes, Natalie —se sinceró, tomando la mano de su hermana. —Como Robin cometí muchos errores, y quiero remediarlos.
Natalie, con lágrimas en los ojos, agradeció a su hermano por su preocupación y por recordarle las enseñanzas de su padre. La reconciliación se produjo no solo a través de las palabras, sino también a través de un abrazo cálido que selló su compromiso de superar las dificultades y fortalecer su vínculo familiar.
Una vez las paces estuvieron hechas, Dick abandonó la habitación de Donna para dejar a su hermana a solas. Por inercia, ella tocó de nuevo el dije de flecha qué tenía en el collar.
—Arrow —susurró. Y con el corazón latiendo a mil por la emoción de su nuevo seudónimo, tomó su teléfono y le escribió un mensaje a Jason. No le importaba si lo leía o no.
"Escuché que Robin Girl se jubiló. Ahora una tal Arrow patrulla en San Francisco con un grupo que parecen los Power Rangers. ¿Feo, no?"
La respuesta, para su gran dicha, llegó minutos después.
"Muñeca, es un nombre de mierda."
Sonrió.
Entonces, cada noche, bajo el manto de la oscuridad, Natalie Grayson se convertiría en una nueva leyenda entre los Titanes, llevando consigo el legado de su hermano en la lucha contra el crimen. No como Robin Girl.
Sino como Arrow.
Lamentablemente para ella, no importaba que seudónimo llevara, las tragedias que marcarían su vida se acercaban a paso firme y rápido.
Una muerte en la familia cambiaría la vida de Natalie para siempre.
Él estaba acechando.
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