𝑐. chapter four.
Capítulo cuatro.
"Jonathan Crane"
Vacío. Culpa. Desesperación.
Eran las tres emociones que protagonizaban el corazón de Natalie Grayson. Su mirada estaba perdida en la guantera del vehículo, su respirar tranquilo se oía en el silencio del lugar.
En esos momentos, se sentía como una vil cobarde. Y una estúpida por pensar que había alguna parte de Jason qué continuaba siendo lo que alguna vez fue. Los Titanes, incluso Roy, habían sido capaz de enfrentar la situación, de abrazar a Dawn y permitir que se desahogara en llanto. Ella no había sido capaz de mirarla a los ojos desde entonces, porque sentía que había fallado. Tuvo a Jason frente a frente con el detonador en sus narices, y no había podido arrebatárselo de las manos para salvar la vida del mejor amigo de su hermano, quién también era su amigo. Se sentía culpable porque lo último que pensó de Hank, fue que si le ponía una mano encima a Jason, ella lo haría pagar por eso.
Ahora estaba muerto, como alguna vez lo estuvo Jason Todd.
De forma inconsciente su mano se deslizó por su pecho, a la espera de que sus dedos tocaran el dije frío de la cadena de plata que le había regalado el chico, pero la ausencia de esta la hizo fruncir el ceño. Se removió en el asiento, buscando en el suelo del vehículo, a sus lados, pero no estaba allí. La desesperación la invadió, temiendo a perder el objeto valioso.
Pero su atención se desvió hacia la figura de su hermano mayor que se aproximaba a su ventana.
—Deberías ir a despedirte —sugirió el mayor. Natalie quiso subir la ventana pero al estar apagado el vehículo, no podía hacerlo. Por lo que, soltando un suspiro, abrió la puerta para bajarse. El frío le puso la piel de gallina. Dick se hizo a un lado y caminó detrás de ella hasta que estuvieron frente a la figura de Dawn Granger.
Natalie mantuvo su mirada en el suelo. Sabía que si la miraba, las lágrimas iban a caer por sus mejillas y no podría detenerse. Porque no quería que se fuera, no quería perder a otro miembro de los Titanes, a otra amiga. Pero no podía ser egoísta y pedirle que se quedara, no iba a ser cruel para pedirle que se mantuviera en la ciudad en la que Hank había muerto. Ella no hubiera podido permanecer en Gotham con el recuerdo de Jason por todos lados. No lo habría hecho, hasta que su cuerpo con vida se presentó frente a ella.
La cuestión era, que no había sufrido directamente por la pérdida de sus padres, pero la vida parecía querer castigarla por eso.
Ahora entendía por qué Dick se había ido, por qué se desprendió de las alas de Bruce sin pensar en lo que dejaba atrás. Y se sintió peor al pensar en todas las veces que lo juzgó, en todas las oportunidades que aprovechó para echarle en cara que había cometido un error. Ahora, era ella quien no dejaba de tropezarse con la misma piedra, abriendo una y otra vez la misma herida.
Y quiso hablar, quiso decirle a Dawn qué la quería. Que por unos días, su corazón también quemó en dolor por la pérdida de quien amaba. Pero, ¿la entendía realmente? En pocos segundos, quiso decir tantas cosas.
En cambio, ninguna dejó su boca. Decidió inclinarse por lo básico, por lo que parecía funcionar. Así que, levantando la cabeza, se encontró con la mirada triste de Dawn, y se lanzó sobre ella para abrazarla con fuerza, esperando que sus gestos fueran palabras silenciosas, esperaba expresar el arrepentimiento, el dolor, la desesperación. Esperaba llenar el vacío.
—Lo siento mucho, Dawn. Debí hacer más, tuve que haberlo enfrentado. Perdóname, por favor —rogó entre lágrimas y sollozos. La mujer la apretó más contra su cuerpo.
—No fue tu culpa. Ni tuya ni de Conner, ¿de acuerdo? Yo apreté... yo apreté el gatillo. —Su voz suave se cortó, y el corazón de Natalie se rompió en mil pedazos. —Estaré bien. Promete que vas a llamarme si necesitas hablar con alguien, cariño.
La pelinegra se apartó, temerosa a romperse si lo hacía. Dawn acunó su rostro en la suavidad de sus manos, limpiando el resto de lágrimas de sus mejillas. Siempre se sintió bien estando cerca de ella, si bien, podría parecer que su cercanía era más estrecha con Bárbara, pero Dawn siempre había sido la chica de palabras correctas y voz tranquila. La hermana mayor que tal vez, alguna vez quiso tener. Dejarla ir ahora era más doloroso de lo que pensó.
—Lo prometo —dijo con sinceridad. Más ella sabía que no sería capaz de hacerlo.
Dejando un beso en la frente de Natalie, Dawn le dio una última sonrisa a Dick y los hermanos Grayson subieron de regreso al vehículo. Allí el silencio se hizo presente, hasta que Dick se giró a verla, Natalie sabía lo que diría, por lo que se adelantó en hablar.
—Fui a verlo porque necesitaba hacerlo —explicó, jugando con sus manos. —Estaba muerto, y de pronto es una clase de villano que nos ataca de esta manera, Dick. No lo entiendo. Y quise entenderlo, quise ponerme en sus zapatos, pero no puedo... No... —se detuvo, limpiando las lágrimas que cayeron sobre sus ojos.
Dick suspiró.
—Creo que sé cómo podemos averiguarlo. Al menos, una parte. Pero solo si estás realmente dispuesta ha acompañarme, vienes conmigo. Si no es así, te regreso a la Mansión.
—¿A dónde iremos? —cuestionó, volteándose a verlo.
—Evitaremos que transfieran a Crane a Blackgate.
La pelinegra frunció el ceño, sin entender porque evitarían la condena de un criminal como lo era Jonathan Crane. Sin embargo, se rehusó a poner preguntas sobre la mesa al notar la determinación en el tono de voz que usó su hermano.
Durante el trayecto, se mantuvieron en silencio. Más Natalie no podía dejar de pensar en todo lo que había ocurrido recientemente. En su teléfono habían mensajes y llamadas perdidas de Roy que no había podido contestar antes, además de que había puesto el teléfono en silencio. Algo poco usual en ella. Antes, cualquier sonido parecido al timbre que avisaba un mensaje o llamada en su teléfono, hacía que su corazón se acelerara y corriera a el para observar en la pantalla de quien se trataba. Claro que antes Dick no estaba con ella y era justamente una llamada de él lo que esperaba con tanta intensidad.
Decidida a no preocupar más a su amigo, desbloqueó el teléfono y le envío un mensaje de texto para avisarle que estaba bien, que Dick la acompañaba. Seguido de eso le envió un emoji de corazón y, en la bandeja de mensajes se encontró con el nombre de Jason. Su pecho se apretó y pensó en escribirle también, preguntarle por qué lo había hecho. Pero sabía que no obtendría respuesta.
Desistió de la idea y guardó su teléfono.
—¿Por qué llamaste a Roy? —Inquirió, queriendo alejar de sus pensamientos los ojos azules de Jason y la mirada triste de Dawn.
El mayor ladeó la cabeza. Estaba consciente de lo mal que se encontraba su hermana en esos momentos, así que pensó que tal vez un poco de sinceridad podría ayudar.
—Porque he visto como tus golpes ya no tienen restricción. Que no te importa pasar el límite. Y no sé cómo ayudarte —vociferó, sin despegar la mirada de la carretera. —Quiero hacerlo, Natalie. Pero, francamente, ni siquiera sé si yo he logrado salir de allí. Pero no iba a quedarme con los brazos cruzados.
—Ahora eres sincero, creo que vas mejorando —intentó sonreír, pero no fue capaz. —¿No te parece cruel lo que hace Batman? Quiero decir, dejarlos casi viendo la luz del más allá para que luego vivan con el trauma toda su vida... No es muy... —inclinó la cabeza hacia la derecha y luego la izquierda, pensando en alguna palabra.
—¿Desde cuando cuestionas los métodos de Batman?
—Son cuestionables —dijo encogiéndose de hombros. Dick sonrió y negó con la cabeza.
Se estacionaron cerca de Arkham.
—Espérame aquí. Ya vuel...
Natalie se bajó del vehículo y caminó hacia una de las rejas del recinto, analizando las cámaras de seguridad. Su mirada se encontró con unos agentes federales que sacaban a un recluso por la puerta trasera. Sonrió.
—¿Qué? —Inquirió mirando a Dick, quién llegaba a su lado. —Ayúdame a subir, no quiero hacer mucho esfuerzo.
Dick entre abrió los labios y la miró con indignación. No tuvo de otra que tomarla de la cintura y alzarla para que pudiera tomar el borde de las rejas y así lograr impulsarse al otro lado. Él pasó también, replanteando la decisión de haberla llevado consigo.
Silenciosamente caminaron hasta llegar a la furgoneta qué llevaría a Jonathan Crane a Blackgate. Dick le dio un asentimiento de cabeza como señal, y ella se lo devolvió. Entonces ambos aprovecharon la instancia en que el tercer guardia se preocupaba de subir a Crane a la furgoneta para noquear a los otros dos que estaban a cada lado del vehículo. Natalie tomó al agente y cubrió su boca para proceder a darle un golpe que lo dejó inconsciente. Dick por otro lado, tuvo que batallar un poco más con el otro sujeto.
El tercer agente se asomó y vio a Natalie con el cuerpo inconsciente de su compañero en los brazos. Ella sonrió y lo soltó. Por detrás, Dick llegó y lo desarmó, con pocos golpes de lucha ya tenían a los tres guardias fuera del camino. Natalie pasó sobre el cuerpo del agente y abrió la puerta trasera de la furgoneta blindada. Jonathan Crane la recibió con las cejas alzadas, las manos esposadas en frente y un horrible atuendo amarillo.
—Vamos —le indicó.
El parloteo incesante de Crane tenía a los hermanos Grayson con dolor de cabeza. Para suerte de ambos, la trayectoria había llegado a su final, y en medio de la inmensidad del bosque, Dick se bajó del vehículo para abrir la cadena que los separaba del destino que la menor de los Grayson desconocía, pero algunos recuerdos borrosos llegaban a su cabeza.
—Hipotéticamente, ¿Cuánto tiempo tardarías en detenerme si salgo del vehículo? ¿Te tomaría mucho tiempo salir de allí atrás? —Inquirió Crane. Natalie notó como rebuscaba la manilla de la puerta para poder abrirla.
Ella sonrió y fingió no oírlo. Por lo que le había comentado Dick anteriormente, el lugar estaba lleno de trampas, así que no sería necesario salir corriendo detrás de él, ya que alguna de ellas iba a hacer el trabajo. Ella sonrió cuando lo vio salir del vehículo. Con la mirada llena de burla lo vio correr unos metros, hasta que pisó una red que rápidamente lo elevó del suelo, y quedó atrapado.
Pocos minutos después, se encontraba de nuevo en el asiento de copiloto con Dick a su lado, mirándolo con burla.
Se bajaron cuando llegaron a una cabaña. Natalie observó el lugar con curiosidad. Se adentró y miró a su alrededor. No tardó en comenzar a inspeccionar cada cosa que se encontraba allí. Lo primero que llamó su atención fue la pequeña estantería de libros que había. Mientras tanto, Dick se aseguraba que Jonathan no tuviera oportunidad de escapar. Ella negó con la cabeza al ver cómo trataba al sujeto con poca amabilidad.
—No sé qué piensan. Pero no tuve nada que ver con lo de su amigo. ¿Cómo se llamaba? ¿Hawk?
Dick arrastró la silla en la que estaba sentado Jonathan con brusquedad.
—No te atrevas a hablar de él —lo amenazó. Natalie tomó una silla y se sentó a una distancia prudente de él, observándolo con atención.
—Fue Red Hood. El chico es un monstruo —continuó su parloteo. Natalie se tensó. Sin embargo, la exaltación de Dick la hizo levantarse con anticipación.
—¡Mentira! Tú transformaste en monstruo a Jason —lo acusó, apuntándolo con su dedo índice. Aquella revelación hizo que Natalie mirara a Jonathan. El hombre relajó sus expresiones, como si estuviera rindiéndose en su actuación de desconocer quién era Red Hood. Aquello enojó a la pelinegra. —Lo de Arkham fue un ataque falso. Fue una excusa para sacarte de Blackgate. Red Hood es tu protegido. Y vendrá a salvarte.
—¿Jason se alió contigo? —Inquirió Natalie, tan molesta como asombrada.
—Quizá lo subestimen.
—Vendrá —afirmó Dick—. Conoce este lugar. Bruce también lo trajo aquí. Es donde nos entrenó. —Caminó hasta uno de los muebles y lo abrió, dejando a la vista las pantallas de las cámaras de seguridad. Natalie se acercó. —Lo veremos llegar de lejos.
—¿Por qué iría a una trampa? —Cuestionó Crane.
—Porque no puede evitarlo. Lo hiciste sentir invencible.
—¿Crees que yo lo cambié? —preguntó el hombre con burla. Luego negó con la cabeza y sonrió. —No, amigo. Te tengo una noticia. El chico llegó a mí deshecho. Yo solo lo reconstruí. Fácil después de lo de San Francisco. Eso de los Titanes, qué terrible experiencia. —Su mirada se dirigió a Natalie esta vez. —Y tú, tan linda como te ves, ¿Quién diría que fueras tan destructiva? Pobre chico. Qué mal estuviste en usarlo.
—No es así —murmuró la menor, tragando saliva. —Tú no sabes nada de nosotros.
—¿No? ¿Dick no actúa igual con todos los chicos a los que les falla? Los abandona. O los mata. ¿Cómo está esa brujita, a propósito? O el chico mudo. ¡Y vaya historia que tienen ustedes dos! —Suspiró, fingiendo sentir pena. Natalie se tensó al oírlo soltar aquella información con tanta seguridad. —Debes sentirte muy apenado por todo eso ahora. Dejaste a tu hermanita sola porque no soportaste la idea de haberle fallado también, ¿no es así?
Natalie, con la esperanza inocente en el corazón, esperaba que él no lo supiera, qué no dijera lo que pensaba que diría. Porque si lo hacía, entonces significa que Jason, además de traicionar a Bruce y a Dick, la había traicionado a ella, a la confianza que le tuvo al sincerarse sobre lo ocurrido con el joker.
—Me pregunto, ¿Cuánto miedo tuviste, Natalie? —La ironía en su pregunta fue lo que inició su ira. —¿Pensaste que morirías o seguiste esperando a que tu hermano te salvara de las manos del Joker?
Había sido suficiente.
Caminó con firmeza, y, una vez estuvo frente a frente, dejó un fuerte golpe en su rostro, pero no fue suficiente, así que fue otro tras otro, hasta que Dick tuvo que separarla.
—¡Suéltame! —se quejó, furiosa. Las lágrimas caían por sus mejillas. —¡Eres un desgraciado hijo de puta que se aprovecha de la vulnerabilidad ajena!
—No soy Batman —rezongó él, tranquilo, como si no hubiese acabado de recibir golpes que lo dejaron sangrando. Dick le dio una mala mirada a Crane y apartó a su hermana del hombre para tomar un chaleco y luego entregárselo.
—Acompáñame a buscar leña. Vamos —la llamó, abriendo la puerta de la cabaña.
Natalie le dio una última mirada y luego acotó la orden de su hermano.
Sus manos temblaban, y su corazón latía con fuerza. No podía creer que Jason hubiese sido capaz de revelar los secretos a Crane, sus vulnerabilidades, como si no fuesen nada más que una pieza de relleno en su pasado. Las ganas de llorar la invadieron, pero había algo más, una mezcla de ira y dolor; se sentía traicionada, como jamás en su vida. Necesitaba sacarlo, expulsar el veneno qué corría por sus venas. Decidida se dirigió al vehículo de Dick y del maletero sacó su traje y arco.
El castaño se alarmó.
—¿Qué harás? —Inquirió preocupado.
—Cazar a un fantasma —declaró, su voz fría causó inseguridad en Dick. —Él vendrá, ¿no es así? Entonces lo estaré esperando.
Dick suspiró. Sin embargo, Natalie solo tenía determinación en la sangre.
Caminaba con paso decidido a través del oscuro bosque, sintiendo el frío en su rostro y manos descubiertas, su corazón latía con rabia al descubrir la traición de Jason. Quiso que todo fuera una pesadilla. Pero no estaba alejada de la realidad como deseaba en esos momentos.
Se deslizó entre las sombras, alerta a cualquier movimiento, con el arco firme entre las manos heladas. La flecha posicionada para atacar a cualquier amenaza que se le cruzara en el camino. Su cabello negro azabache se encontraba atado en una coleta alta, con mechones sobre su rostro. Con certeza podía decir que nunca había sentido tanta adrenalina en su vida, y se preguntaba si por ese sentimiento Jason había sido capaz de traicionarlos.
Se detuvo abruptamente cuando escuchó un ruido en las lejanías, y rápidamente se dirigió allí. Los golpes resonaban en el silencioso bosque, alimentando aún más la furia en el interior de Natalie. Cuando vio a Nightwing caído en el suelo, herido y vulnerable, su mano tembló al sostener el arco. Una luz cegadora proveniente de un helicóptero la hizo detenerse y ocultarse detrás de un árbol.
Pero entonces vio a Jason apuntar a Dick directo a la cabeza, y aquello la hizo salir de su escondite. Con seguridad, apuntó hacia Jason, quien parecía estar entregado a su ira. La tensión en el aire era palpable, pero Natalie vaciló. Dudas y emociones encontradas la asaltaron. Sin embargo, Nightwing logró zafarse del agarre de Red Hood y la batalla entre ellos continuó. Entonces otro disparó resonó en el lugar, y ambos se lanzaron al suelo. La intriga por saber a quién le habían disparado surgió en ella. Pero el helicóptero se alejó y quién quedó en el suelo fue Nightwing. La imagen de su hermano herido en el suelo la hizo titubear.
Con lágrimas en los ojos, lanzó la flecha qué apuntaba a Jason. Para su buena o mala suerte, su puntería falló, debido a que sus manos temblaban. La flecha se perdió en la oscuridad.
Ella gruñó y corrió detrás de Jason. Esta vez relajó sus impulsividad y apuntó directo a una de las piernas del chico. Lanzó la flecha y rozó su objetivo. Solo entonces ella caminó hasta él y, estando frente a frente, Jason se quitó el casco. Natalie no tardó en tomarlo del brazo para que se volteara a verla.
—Muñeca...
—¿Cómo pudiste? —Cuestionó, con la voz rota. Jason dio un paso atrás, su respiración estaba agitada. Un brillo de culpabilidad en sus ojos azules. No obstante, Natalie solo podía ver a través de su enojo. —¡Confíe en ti! —Jason se recostó contra un tronco de árbol, sus muecas de dolor por la flecha que rozó contra su pierna y dejó una herida. —¿Qué hice para qué me hicieras esto? ¿En qué demonios te convertiste? ¡Eras Robin, Jason!
—¿Qué pensaste qué iba a pasar?
Ella se sorprendió por su pregunta.
—"¿Qué pensaste qué iba a pasar?" —repitió, negando con la cabeza. —Estuve ocupada pensando en que habías muerto.
—Me honras —se burló el pelinegro, y soltó otro quejido cuando Natalie se acercó para presionar la herida de su pierna. Jason la empujó con suavidad para alejarla. —¡Oh, vamos! Eres igual a él. No te hagas la inocente conmigo, muñeca. Los dos sabemos que no tardaste demasiado en reemplazarme.
Quien retrocedió esta vez fue ella. Lo desconocía. Cada palabra que salía de su boca parecía la de un extraño. Pero el dolor en su pecho se debía a la familiarización con esos ojos azules que alguna vez brillaban de manera en que ella podría quedarse horas viéndolos. Ahora, estaban apagados, cargados de un odio que desconocía. Y dolía. Porque las oportunidades de recuperar lo que alguna vez tuvieron, parecía habérselas llevado la fría brisa de esa noche, donde la traición de Jason la obligaba a sacarlo de su corazón.
¿Cómo podía confiar en él de nuevo?
El problema era que lo amaba, como nunca había amado a alguien en su vida.
—Esto no es para lo que te entrenó Bruce... —murmuró apenas. Jason apretó la mandíbula y se paró frente a ella.
—Me entrenaron para herir a las personas, Natalie. Para ser despiadado. Fui entrenado para purgar todo rastro de inferioridad de mí mismo hasta que no fui nada más que el mejor. El viejo Jason ya no está. Yo soy lo que queda.
Natalie bajó la mirada.
—Será mejor que tengas un buen plan, Jay, porque Dick está enojado, y no va a parar luego de lo de Hank. Eres un traidor para él ahora. Eres un traidor para mí.
Sus palabras dolieron en el corazón de Jason, como mil estacas incrustándose en el.
Natalie, sin embargo, sabía que no iba a darse por vencida con él tan fácil, ella conocía al chico detrás de esa capucha roja, y haría lo que sea necesario para tenerlo de vuelta.
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