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𝑐. chapter five.

Capítulo cinco.
"Donde todo comenzó."

En la sala de monitores, la tensión era palpable. Dick se encontraba sentado esperando a que Kory acabara con las curaciones de su herida, en silencio. Natalie se mantenía al margen con Roy en compañía. Esa mañana la pelinegra llegó a la mansión Wayne con su hermano apenas consciente, debido a la excesiva perdida de sangre que había sufrido por el disparo que recibió por parte de uno de los francotiradores de Bárbara, quienes se habían presentado en el bosque para ejecutar la orden de eliminar a Red Hood. Sin embargo, fallaron y la bala impactó contra Dick. En cuanto llegaron, Roy apareció para ayudarla a cargarlo hacia la Baticueva y allí ya estaban Gar y Kory.

Ahora, Dick había recuperado la conciencia y observaba el suelo, pensativo. Se preguntaba qué pasaba por su cabeza en esos momentos, y si estaría pensando en la traición de Jason tanto como ella.

—Eso se ve horrible —dijo Gar, observando la herida de Dick con una mueca de genuina preocupación.

—Diez centímetros más al centro, y estaríamos despidiéndote —habló Roy, cruzado de brazos a un lado de Natalie. La culpabilidad la perseguía. Nuevamente habían salido solos y las cosas no terminaron como lo esperado. No culpaba la molestia que mostraban Gar y Kory.

—¿Bárbara es responsable de esto? —Quiso saber la Tamareana, poniendo el parche en la herida del castaño. Dick soltó un suspiro cansado.

—Uno de sus francotiradores, sí —afirmó—. Casi lo tenía. Pero Bárbara...

—¡No estás escuchando, Dick! —Reprochó Kory, alejándose de él. —Nos asustaron. Se fueron solos, le dispararon a Dick. No está bien.

—No quería ponerlos en peligro —se excusó Dick. Natalie vio a Roy resoplar y rodar los ojos. Pero quien habló y mostró su descontento con la situación, fue el peliverde situado frente al líder de los Titanes.

—¡Tonterías, Grayson! —espetó Gar, sorprendiendo a los presentes.

—¿Disculpa?

—Viejo, ¡Hank explotó! ¡Dawn nos dejó para siempre, y Jason se hizo malo! Esta familia agoniza, ¿y tú sales solo a que te disparen? —Natalie se incorporó cuando el muchacho comenzaba a tornarse verde. —¿Oyes las palabras que salen de tu boca?

La ira se plasmaba en su voz, y jamás lo habían visto perder el control de esa manera. Normalmente era quien ayudaba a mantener todo en orden, era tranquilo y positivo. Esta vez parecía tener más dentro de él de lo que podía controlar. Estaba en su derecho de decir lo que quisiera, Natalie lo sabía. Actuaron mal y las consecuencias se hicieron presentes. El problema era que parecían nunca aprender la lección.

—¡Gar! —lo llamó Kory, parándose frente a él. El muchacho la miró con el ceño fruncido, relajándose.

—¿Qué?

—Tranquilízate —le pidió. Él gruñó y se alejó para girarse sobre sus talones y emprender camino fuera de la Baticueva.

Natalie le hizo una señal a Roy con la cabeza para que la siguiera, y caminaron por el mismo camino en que se dirigió Gar anteriormente.

Esa mañana, había llamado a Alfred para asegurarse de que estuviera bien. Mantuvieron una charla que calmó algunas angustias en el pecho de la menor, más una nueva incertidumbre se plantó cuando Alfred le confesó de las salidas que había tenido Jason en compañía de una chica llamada Molly. No tenía muchos detalles, solo que salieron un par de veces antes de que Jason fuera asesinado por el Joker. Le contó también de las pesadillas que el muchacho había tenido desde que regresó de San Francisco, Bruce se percató de ello y lo retiró temporalmente de Robin para que fuera a terapia con la Doctora Leslie.

Todo marchaba bien, hasta que Bruce le dijo que no podía seguir siendo Robin. Eso explicaba el enojo y decepción en cuanto a Bruce, al menos, parte de ella. Que le quitara el traje fue un golpe duro para él. Seguramente pensó que Bruce no lo creía capaz, que no era suficiente para llevar el manto. Entonces él salió detrás del Joker para mostrar su valor, que podía ser Robin aún con los problemas que tenía.

Y eso lo llevó a la muerte.

No tenía idea de quién era Molly, ni lo que había ocurrido entre ella y Jason, pero si tenía información, y continuaba en Gotham, tenía que visitarla.

Se lo hizo saber a Roy.

—¿Sabes dónde vive? —La pregunta de su amigo le puso una piedra en el camino. Pero para su buena suerte, ella tenía experiencia y ya miraba por donde pisaba.

Alzó un papel y el castaño sonrió.

—Dick dijo que había encontrado un laboratorio. Que Jason consumía drogas. Tal vez ella sepa algo. —Quería convencerse de que Jason estaba siendo manipulado por algún químico que Crane le daba. Quería darle una última oportunidad.

Roy vio la desesperación en sus ojos y se acercó a ella.

—Vamos a averiguar si tu novio es psicótico por naturaleza o no, entonces.

Natalie asintió y le regaló una sonrisa.

Decididos, salieron de la Mansión Wayne para sumergirse en el panorama de Gotham. El rugir del motor de su vehículo resonaba en las estrechas calles de la ciudad. La lluvia ligera confería un aire de misterio al ambiente, haciendo eco a la urgencia que sentían por encontrar respuestas sobre Jason. Natalie observaba de ves en cuando la pantalla de navegación que destellaba con las indicaciones. Pasaron por barrios donde la decadencia urbana y la arquitectura gótica marcaban el paisaje. Gotham era un rompecabezas oscuro y complejo, y encontrar el departamento de Molly se volvía una tarea complicada.

Finalmente, después de seguir las instrucciones de navegación y rodear varios bloques, el vehículo se detuvo frente a un edificio de ladrillos oscuros, una construcción que parecía resistir el paso del tiempo. Natalie y Roy intercambiaron miradas antes de salir del vehículo.

—¿Por qué sigues buscando alguna excusa para el comportamiento de Jason? —Inquirió Roy. Su mirada era más de curiosidad que otra cosa. Si bien su tono de voz le daba a entender que la estaba juzgando, ella sabía que no era así. Esperaba esa pregunta, de hecho.

—Porque me niego a creer que el Jason que yo conocí nos haya traicionado de esa manera. Sé que algo está pasando con él. Y no me voy a dar por vencida hasta averiguarlo.

Roy sonrió negando con la cabeza, pensando que era igual de testaruda que Dick. Pero si se lo decía, lo más probable es que la menor le propinara un fuerte golpe que prefería evitar. En silencio la siguió por las escaleras, hasta que llegaron a un corto pasillo y buscaron el número de puerta que tenía la habitación de Molly.

Al encontrarla, Natalie golpeó con severa fuerza. Segundos después, la puerta se abrió, más la bienvenida no fue como lo esperaban.

—¿Quién diablos es y por qué viene tan temprano? —La voz de una chica se escuchó detrás de la puerta de madera. Extendió uno de sus manos con un arma en ella, Roy alzó las cejas y le dio una mirada a la pelinegra qué observaba el arma con sorpresa. Sería fácil desarmarla, pero no querían dar una mala imagen y que luego la chica no quisiera abrir la boca.

Mantuvieron la calma y cuando Roy estuvo por abrir la boca, Natalie se adelantó.

—Soy Natalie Grayson, él es Roy Harper. Somos amigos de Jason —anunció, mostrándole una pequeña sonrisa a la chica que los miraba por el espacio entreabierto de la puerta.

Roy bufó.

—Queremos ayudarlo —se sinceró Natalie. La puerta fue cerrada en su cara, y el castaño rodó los ojos. Ambos creyeron qué las oportunidades de hablar con la chica eran nulas, así que se dieron la media vuelta, sin querer presionarla. Sin embargo, retractaron su acción al oír el chirrido de la puerta abrirse de nuevo.

Molly los miró de pies a cabeza, especialmente a Natalie. En un intento por parecer amigable, alzó su mano para agitarla a modo de saludo. El castaño alternó la mirada entre ambas chicas,  luego se adentró al departamento sin siquiera esperar la invitación por parte de Molly. Natalie sonrió apenada y entró cuando la chica se lo indicó. Era un poco más alta que ella, de cabello negro y ojos cafés.

Era relativamente bonita. Y se movía nerviosa por su departamento. Su hombros estaban tensos. Natalie no supo si la analizaba por costumbre, o porque aquella muchacha podría ser quizás, algo más que la amiga de Jason y se sentía incómoda estando allí sin saber cómo referirse a ella. Carraspeó cuando la chica se volteó a verla y la encontró mirándola fijamente. No quería parecer de esas chicas celosas que se obsesionaban con el ex y odiaban todo lo que se movía cerca de ellos simplemente por estar en su espacio. Su relación con Jason había terminado, él había decidido aquello, por lo que, cualquier cosa que hicieran con otras personas no era de su incumbencia. Le dolería saber que el chico que continuaba amando ya había pasado página, claro, pero no estaba allí precisamente para interrogar a la chica sobre ese tema.

—Él habló de ti —confesó Molly, mirando a Natalie, regresándola a la tierra—. Dijo que eras muy bonita... no mintió —halagó. Ella sonrió y apretó sus labios, sin saber que decir ante aquel cumplido.

—¿Lo viste últimamente? —preguntó Roy, directo al grano. Ambas chicas se giraron a verlo, una con hostilidad y la otra con curiosidad. Si era amiga de Jason entonces sabría que Roy en la lista de amigos en realidad no estaba, quizás por eso lo recorría con la mirada de esa forma. O porque era atractivo. Muy atractivo.

—Hace un rato que no —contestó la chica—. La última vez me ayudó con un chico perdido.

—¿Te pareció que estaba bien? —indagó Natalie, cruzándose de brazos. Molly la observó atentamente. Corroborando todo lo que le había comentado Jason sobre la belleza de la chica Grayson.

—¿Drogado, quizás? —volvió a cuestionar Roy, dejando la sutileza entre las lujosas paredes de la Mansión Wayne. Natalie le dio un codazo qué no pasó desapercibido. Molly frunció el ceño y asintió con la cabeza.

—Sí. Quiero decir, no drogado, pero lo vi bien. Además de llevar un traje raro.

Natalie suspiró. Seguramente hablaba del traje de Red Hood.

—Tiene problemas —murmuró la Grayson, bajando los brazos, mostrando lo preocupada que se encontraba por Jason—. Debo encontrarlo.

—¿Para qué? —Inquirió Molly, ahora viéndolos con desconfianza. Eran dos extraños que llegaban casi a las ocho de la mañana a la puerta de su departamento a hacerle preguntas sobre su amigo desaparecido. No era una reunión de viejos amigos, después de todo. Pero la mirada cargada de angustia que tenía Natalie, le daba algo de lástima.

—Algunos quieren matarlo —dijo Roy, luego ladeo su cabeza a un lado y miró fijamente a la chica—. Nosotros queremos ayudarlo, y, a pesar de que no te conozco, pienso que tú quieres hacerlo también. Eres su amiga, ¿no?

En caso de que estuvieran en un interrogatorio real, Natalie ya asumía el papel del policía bueno y Roy el malo.

—¿Cómo pasó? Era errático. Pero sensible. Un día despertó convertido... —Molly se detuvo, suspirando, tratando de encontrar alguna palabra, pero su suspiro les verificó qué no había encontrado nada para describirlo—. Ni sé en qué. Como si el Jason de antes hubiera muerto.

Natalie tragó saliva y apartó la mirada. Aunque quisiera decirle la verdad a Molly, no sabría como responder la variedad de preguntas que lloverían sobre ella luego. Así que carraspeó y continuó con el interrogatorio.

—Cuando volvió, ¿notaste algún cambio, la voz, la forma de caminar?

Molly los miró confundida.

—¿Un cambio como de resucitado?

—No sé. Estoy tratando de entender, como tú —murmuró suspirando. Estaba cansada y no obtenía las respuestas que esperaba tener.

—¿Qué quieren realmente? —cuestionó Molly, poniéndose a la defensiva. Roy dio un paso al frente, poniendo nerviosa a la chica.

—Necesitamos hablar con él. Arreglar... esto.

—¿Creen que son los indicados para eso? —Inquirió la chica con cierta burla. El castaño enserió su rostro.

—Nat era su novia, ¿Qué piensas tú?

Molly suspiro y bajó la cabeza.

—Ya les dije que no sé nada sobre él.

Roy y Natalie se dieron una mirada. Ella realmente no sabía nada o era muy buena para mentir. Pero les dio a entender que nada conseguirían prolongando la estadía en aquel departamento.

Se despidieron de la muchacha y le dieron las gracias por su tiempo. Luego salieron de allí con las manos vacías y las mismas dudas sobre qué demonios ocurría con Jason Todd.

—Ocultaba algo —vociferó Roy, abriendo la puerta del restaurante al que pasarían a comer.

Ella rodó los ojos. Desde que dejaron el departamento de Molly que Roy le comenta sus sospechas en cuanto a la chica, acotando que para ser la amiga de Jason, sabía muy poco. Ella intentó convencerlo de que la muchacha no sabía nada, porque a pesar de tener una relación con el pelinegro, sabía que en cuanto a su relación con Batman siempre había sido muy reservado.

O lo fue.

Natalie le sonrió al muchacho que se acercó a la mesa donde se sentaron.

—Buenos días —saludó el chico, con una tableta en la mano. Era de tez morena, cabello negro corto y ojos marrones. Les regaló una sonrisa—. Mi nombre es Timothy Drake y los atenderé hoy porque quién debía hacerlo no está en su hora de turno —murmuró por lo bajo, negando con la cabeza.

La pelinegra soltó una risa suave.

Luego de pedir lo que querían comer, el muchacho desapareció por donde había llegado.

—No oculta nada —aseguró Natalie, continuando con la charla—. Que bonito lugar, ¿no?

Roy observó a su alrededor y se encogió de hombro para recostarse sobre el asiento.

—Para ser un local de tallarines no está mal. Ahora, me gustaría saber cómo demonios conseguiste el Vértigo con el que atacaste a Deathstroke —se incorporó, afirmando los codos sobre la mesa. Natalie se sonrojó—. No quise decir nada antes, porque Jason estaba muerto. Ya no más —ironizó lo último. La pelinegra abrió la boca para decir algo, pero nada podría excusar el hecho de que le había robado la flecha la vez que fueron a su casa.

—Asumo que la boca suelta de Dick hizo lo suyo de nuevo. Pero mi pregunta es, ¿Cómo es que tú sigues teniendo esa droga entre tu arsenal? —atacó, ahora ella tirándose hacia atrás, sintiéndose menos presionada por la mirada de Roy.

—Siempre debes tener un plan B.

—¡Lo mismo digo yo! —apoyó ella. Roy le dio una mala mirada.

De repente, el teléfono de Natalie sonó y lo sacó de su bolsillo. Ella le mostró la lengua a su amigo, burlándose de que había sido salvada por el timbre de su teléfono. Miró la pantalla y frunció el ceño al ver que era un número privado. Contestó creyendo que podría tratarse de Alfred.

—¿Hola? —habló con entusiasmo.

—En una hora en tu viejo departamento. Donde todo comenzó, muñeca. Ven sola.

El corazón de Natalie se aceleró al oír la voz distorsionada qué reconocía muy bien. Su mirada se posó en Roy qué jugaba con la bolsita de azúcar, para su buena suerte, porque de no ser así, notaría el cambio repentino en su expresión facial.

No alcanzó a contestar nada cuando Jason ya había colgado.

—¿Quién era? —Quiso saber el castaño frente a ella, mirándola con curiosidad. Natalie se encogió de hombros y sonrió.

—Equivocado —mintió, dejando el teléfono devuelta en su bolsillo.

Roy supo que mentía.

—Era Jason, ¿no? Por eso te pusiste así —acertó. La comida llegó y fue puesta sobre la mesa por Timothy Drake, quién les dio una sonrisa y les deseo un buen provecho.

Ella resopló y pasó ambas manos por su rostro, frustrada.

—Dijo que quería verme. Qué fuera sola —admitió. Roy humedeció sus labios y testeó la comida. —Le envié un mensaje a Dick cuando salimos, pero no me contesta desde entonces. Debe estar ocupado. Gar me dijo que había llegado una tal Blackfire y que no hiciéramos movimientos bruscos cuando lleguemos a casa.

—¿Blackfire? ¿Cómo Starfire?

—Es la hermana de Kory, sí. Y piensa que Conner es su... bueno, piensa que Conner es quien debe satisfacer sus necesidades —susurró lo último. Roy frunció el ceño. —No me preguntes qué clases de necesidades, pero espero que en el planeta de Kory no sean las mismas necesidades que aquí.

—Vaya. Entonces Jason es quien satisface tus necesidades —se burló el castaño. Ella se sonrojó y le dio una mala mirada, también probando su comida—. ¿Qué harás? ¿Irás a verlo?

Las dudas invadieron la cabeza de Natalie. Últimamente las cosas iban de mal en peor con el pelinegro. La sombra de la traición la perseguía, provocando que la decisión fuese más ardua de tomar.

Sin embargo, una idea se cruzó en su cabeza.

—Ve a verlo—indicó Roy, encogiéndose de hombros—, llévate el vehículo. Yo le doy las gracias a Duke Thomas por los fideos —Natalie rió y negó con la cabeza.

—No. Es al revés, Thomas Duke —dijo entre risas.

—Es Timothy Drake —los corrigió el muchacho pasando por su lado con un plato de comida.

Natalie le sonrió apenada y Roy soltó una risa.

La mirada de Natalie se deslizó por cada detalle de su viejo departamento. Con cada paso que daba sentía la familiaridad del lugar. Observó la sala de estar, donde alguna vez pasó noches enteras viendo películas con Alfred. Los ecos de risas tintineaban en su mente mientras recordaba esos momentos con nostalgia.

Decidió pasar a la cocina, y su ceño se frunció al ver que el hueco en su ventana solo estaba cubierto por unos periódicos y cinta adhesiva. El recuerdo fugaz llegó a su cabeza.

—¡¿Hola?! ¡Rompiste la ventana! —Había exclamado, observando los vidrios rotos en el suelo y el hueco en su ventana. Jason, con su traje de Robin, no había hecho más que encogerse de hombros ante su reclamo.

—Ups —se limitó a decir, alzando las manos—. No iba a entrar por la puerta usando el traje, e intenté abrir las ventanas pero las cerraste, me pusiste en aprietos, Natalie Grayson.

Sonrió, y sin darse cuenta, las lágrimas caían por sus mejillas. Deseaba que las cosas fueran como en ese entonces. Y se sorprendió de lo mucho que había cambiado su pensamiento en cuanto a ese arrogante chico de sonrisa coqueta que llevaba el traje de su hermano. Ojalá le hubieran advertido qué el entrometido se iba a colar en su corazón de esa manera.

Humedeció sus labios y suspiró.

La puerta del departamento se abrió, ella se escondió detrás de un pilar, pensando que podría tratarse de alguna trampa después de todo.

—No te asustes. —La voz distorsionada del casco de Red Hood la hizo salir de allí, con el ceño fruncido. Él giró su cabeza hacia la ventana. Natalie quiso ver su expresión. —Fuiste a ver a Molly. Quiero que la dejes en paz —dijo con firmeza, sacándose el casco. Y, como cada vez que sus ojos azules la miraban, ella tragó saliva. —Es importante para mí, y la quiero lejos de esta mierda.

Natalie sintió un peso en el pecho qué no pudo ignorar. Se preguntaba quién era Molly realmente. De cualquier forma, le asustaba saber que tan importante era para él.

—Necesitaba respuestas —se excusó, bajando la cabeza. Jason dio un paso hacia delante.

—Aléjate de Molly, Natalie —demandó con firmeza.

—¿Para eso me pediste que viniera aquí? ¿Para decirme que me aleje de tu... amiga? —dijo con recelo.

—Es más que sólo una amiga.

Natalie alzó las cejas y rió sin gracia. No iba a permitir que siguiera lastimándola, suficiente tenía con todo lo que había hecho ya. Por lo que le dio una fría mirada y pasó por su lado. Pero en cuanto su hombro chocó apropósito con el brazo de Jason, este la tomó de la mano para evitar que se fuera. El contacto, ya fuese solo con el guante frio que cubría la mano de Jason, causó que sus latidos se elevaran. El pelinegro bajó la cabeza para mirarla a los ojos y sonreír.

—No en la manera que piensas, muñeca —aclaró. Luego tomó una bocanada de aire y soltó su mano. Sus ojos azules recorrieron el lugar mientras se quitaba los guantes y los lanzaba sobre el sofá junto al casco. Natalie lo miró caminar por el departamento, confundida. Su chaqueta roja también terminó en el sofá.

—¿Para qué querías verme? —Inquirió algo nerviosa. Él se giró a verla.

Para Jason, Natalie era casi hipnotizante. Tenía una belleza delicada difícil de ignorar. Causaba que su corazón se aceleraba y sus manos picaran por ponerlas sobre su cuerpo de nuevo. Más allá de una cosa sexual. Tenía la necesidad de tenerla cerca, aún sabiendo que no lo merecía, no luego de haberla traicionado con Crane. Pero no podía evitar sentirse vulnerable con ella, y odiaba eso, que todo lo que estaba haciendo en esos momentos, podría detenerse con unas palabras de la boca de Natalie.

—Quieres respuesta, ¿no? Entonces pregunta —la pelinegra entrecerró los ojos. Ahora ninguna pregunta rondaba por su cabeza. Jason rió—. ¿No vas a preguntar nada?

—¿Cómo estás?

El mayor bufó.

—Vamos, muñeca. ¿En serio? —ella se encogió de hombros. Jason se paró frente a ella y alzó los brazos a un lado. —Tu dime. ¿Me veo bien?

Natalie reconoció esa sonrisa juguetona y rodó los ojos para hacerlo a un lado. Se pasó una mano por su cabellera negra y dejó la otra sobre su cadera. Era evidente que Jason estaba jugando con ella, ese tono lo reconocía.

—No quiero juegos, Jason —murmuró, cansada. El mayor bajó la mirada y relajó los hombros. —Dick se está empeñando en buscarte.

—¿Y por qué no lo llamas y le dices que estoy aquí? Hazlo, no me moveré —dijo con seriedad. Natalie suspiró. —Te estoy dando la oportunidad de entregarme a Dick. ¿Por qué no lo haces?

—Porque está enojado contigo. Y... —se detuvo. No quería confesarle qué tenía miedo de perderlo de nuevo, incluso si ahora no estaban del mismo lado, no podía evitarlo. Lo quería, después de todo. —No sé qué sea capaz de hacer con tal de detenerte, Jason —murmuró. El recién nombrado avanzó hacia ella, casi inconscientemente de que lo hacía. Sus pasos eran controlados por la necesidad de su corazón.

Natalie cerró los ojos cuando sintió el pulgar de Jason acariciar su mejilla.

—Tuve tanto miedo —susurró—. Miedo de que te hubieras ido con el pensamiento de que... —Jason la interrumpió.

—No importa eso ahora. Estoy aquí, contigo.

—Jason, no podemos... —Se lamentó, abriendo los ojos, encontrándose con los iris azules del pelinegro que la veían con intensidad.

—No te rindas conmigo, por favor —rogó, acunando el rostro de Natalie entre sus manos. Sus ojos brillaban por las lágrimas. La chica retiró las manos de Jason con delicadeza. Aquello hizo que el corazón del ojiazul se partiera en mil pedazos.

"Le contaste todo a Crane"

"¿Qué creíste qué pasaría?"

—Ya no puedo confiar en ti —murmuró. El chico frunció el ceño—. Esto te va a doler un poco.

—¿Qué?

Sin pensarlo dos veces, Natalie lo tomó de la nuca y golpeó su cabeza contra una de las paredes, aturdiéndolo, cuando Jason se giró para defenderse, ella puso un pañuelo sobre su nariz y poco a poco perdió las fuerzas.

—Tranquilo, Jay, solo dura un par de minutos.

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