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𝑐. chapter eight.

Capítulo ocho.
"Aguas turbias."

¡NO OLVIDES VOTAR!

Natalie se sintió abrumada al entrar a la sala. El silencio pesado que llenaba el lugar era tangible, y podía sentir las miradas hostiles clavándose en ella.

—Chicos, yo... —su disculpa quedó incompleta luego de ser bruscamente interrumpida por las palabras de Kory, quién se apartó del lado de Dick para caminar a paso firme y quedar frente a ella. Lo único que Natalie hizo fue bajar la cabeza y esperar.

—Lamento la palabra, pero fuiste realmente estúpida hoy, Natalie —espetó la mayor, con la voz cargada de un enojo que, a oídos de Natalie, era totalmente justificado. Ella había cometido un error, sabía que había llegado el momento de enfrentar las consecuencias de sus acciones. No fue capaz de levantar la cabeza porque sabía que se encontraría con las miradas de desaprobación que le darían sus amigos.

Se encontraba avergonzada y dolida, porque continuaba cometiendo error tras error, pero ese había sido sin duda uno de los peores de su vida. Convenció a los Titanes de darle una oportunidad a Jason para regresar a la Mansión, de regresar con ellos después de todo lo que ocurrió. Había creído en él, en su capacidad para cambiar y redimirse. Pero fue un grave error. Por su culpa ahora en las calles de Gotham el caos se esparcía con rapidez, dejando a tantos muertos como heridos. Era culpable porque confió en Jason, y le quemaba el pecho recordar cómo la había usado para llegar a los Titanes y así continuar su plan junto a Crane. La había engañado y usado como peón en su juego retorcido con Jonathan. Se había aprovechado de la confianza que depositó en él una vez más para llegar a los Titanes y traicionarlos.

Le dolía ser mirada de esa forma por sus amigos. No podía esconderse siempre, sin embargo, así que alzó la cabeza y enfrentó la situación con ojos lagrimosos y manos temblorosas, sintiendo que en cualquier momento se rompería en llanto como una niña de cinco años que perdía su peluche favorito.

La mirada de Dick estaba en el suelo, mientras que los demás la veían con cierta hostilidad, incluso en los ojos de Roy había un destello de desapruebo.

—¡Nos convenciste de darle a Jason una segunda oportunidad! —Continuó la Tamareana, Natalie tragó saliva e intentó hablar pero nuevamente fue interrumpida. —¿Qué está ocurriendo contigo? Hace días que sales sin avisar, tienes juntas a escondidas con ese... con Jason, y la última vez casi te asesinan.

—¿Era el novio, no? —Inquirió Blackfire, alzando las cejas. —Creo que está un poco cegada por él. Y cuando digo "poco" solo soy generosa. No sé, es lo que pienso. Es débil.

Aquella declaración causó que Conner carraspeara y le diera una mirada a la hermana de Kory que no supo interpretar correctamente.

—Odio admitirlo, pero tiene razón —dijo Kory entre dientes, regresando su mirada hacia la pelinegra. —Estás haciendo cosas estúpidas porque se trata de Jason y eso... eso no es de fiar.

Natalie se alarmó con las últimas palabras que pronunció.

—No, chicos yo... Jamás...

—Nada te impide ayudarlo. —La acusación de Blackfire la sorprendió por completo. Ella buscó ayuda en Gar, sabiendo que si alguien realmente la entendería sería él, pero el muchacho de cabellos verdes tenía la mirada perdida en el suelo. Entonces siguió con Roy, quién de igual forma que Gar, mantenía la mirada en el piso. Conner por otro lado, la veía con cierta tristeza.

Finalmente se atrevió a mirar a Dick, esperando que la defendiera, que quizás, dijera que las cosas estaban tomando un rumbo equivocado, que estaban yendo muy lejos en acusarla de esa manera, en desconfiar de ella solo porque era Jason quién estaba allí afuera liderando el mundo criminal. Era estúpido que estuvieran hablando esas cosas cuando ella tuvo miles de oportunidades para irse con él, para traicionarlos, pero no lo había hecho, porque eran sus amigos, porque Dick le enseñó que eran una familia. Y, en esos momentos, quién se sentía traicionada era ella.

Frunció el ceño, negando con la cabeza, intentando convencerlos de que lo que decían no estaba bien, que estaban lastimando sus sentimientos.

La estaban culpando. Todos ellos.

—¿Cómo puedes decir algo así? ¡Ni siquiera me conoces! —se defendió. Quiso avanzar unos pasos, pero Kory se puso en su camino y dejó una mano sobre su pecho.

—Cuidado a dónde vas —le advirtió. Natalie abrió la boca indignada.

—Me están acusando de algo que no hice. Sí, me equivoqué con Jason, pero no les puse una pistola en la cabeza para que fueran a verlo. Y, Kory, no recuerdo haber sido yo quién perdió el control y lanzó esa llamarada para romper las putas tuberías —espetó, su tono de voz lleno de una frialdad que aumentaba con cada palabra.

—Natalie... —la llamó Dick, rascándose la nuca. La pelinegra soltó una risa seca.

—Oh, ahora sí hablas —ironizó, apretando los puños ocultos bajo las mangas de su suéter. —Piensan que todo es mi culpa...

—Nadie te está culpando, Nat, solo decimos que deberías cuidarte de Jason, es bastante obvio que sigue teniendo influencia sobre ti. Y justamente esa influencia te llevó a... hacer esto —murmuró Conner. —No quería decirlo tampoco, pero —pausó unos segundos, pasando la mirada por los presentes—, creo que estás un poco inestable en estos momentos. Deberías tomarte un tiempo fuera...

—Todos pensamos eso —apoyó Roy, apartando la mirada—. Por tu bienestar.

Natalie retrocedió un paso. Su corazón comenzó a latir frenéticamente tras escuchar las palabras de sus amigos, sintiendo que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Ella negó con la cabeza y, a pasos firmes se acercó a Dick, el cual estaba cruzado de brazos. Tuvo que bajar la mirada para encontrarse con los ojos marrones de su hermana, llenos de desesperación y tristeza.

—Me enseñaste que ser un héroe no es solo para personas que tiran lásers por los ojos o para quienes vuelan, me mostrarse que era para cualquiera. Que era hacer lo correcto sin importar el costo —dijo con la voz cortada, buscando la mirada de Dick, más este decidió apartarla—. Me diste mi traje como red de seguridad —susurró, dejando que las lágrimas cayeran tibias y dolorosas por sus mejillas pálidas.

—Natalie...

—No me arrebates ser una Titán, Dick. Por favor, chicos —esta vez miró a sus amigos—, no me arrebaten esto. No soy débil. Cometí un error grave, lo entiendo... mejoraré, lo prometo —suplicó—. Lo siento, ¿de acuerdo? No sabía... No sabía que haría algo así. Solo quería darle una oportunidad —susurró, su voz apenas audible en la habitación cargada de tensión. Sus disculpas se perdieron en el aire tenso, acompañado de la desconfianza que llenaba la sala.

Los Titanes se vieron entre sí, más ninguno dijo palabra alguna, evidenciando que no darían su brazo a torcer.

—Deberías tomar un descanso de los Titanes —continuó Kory, su voz firme.

Natalie quedó en shock cuando escuchó aquellas palabras. No podía creer que aquellos a quienes consideraba su familia la estuvieran rechazando de esa manera. La noticia cayó sobre ella como un manto pesado, envolviendo su corazón en una mezcla de tristeza y desesperación. Negó con la cabeza, dando pasos atrás.

—No es justo... —murmuró, sintiendo como la rabia y la impotencia se arremolinaban en su interior. Tragó saliva y apretó la mandíbula.

Con el corazón roto decidió abandonar aquella sala para dirigirse a su habitación, sintiendo como si un pedazo de su alma se desgarraba con cada paso que daba. Abrió la puerta de su habitación para adentrarse y luego la cerró con más fuerza de la necesaria, dejando que el eco de su frustración se oyera en el pasillo vacío. ¿Cómo podían culparla, desconfiar de ella, expulsarla del equipo y pensar que se tomaría las cosas para bien? La estaban dejando de lado como si no importara en lo absoluto. De pronto, todo le pareció oscuro y hostil. Su mirada se tornó borrosa debido a las lágrimas que no había querido dejar salir antes, pero ahora, que caminaba hacia su armario para comenzar a recoger sus pertenencias con movimientos bruscos y rápidos... dolía. En ese momento, todo lo que tocaba parecía tener algún recuerdo, todo ardía entre sus manos temblorosas.

—Hipócritas... —murmuró entre dientes, sintiendo como las lágrimas amenazaban con desbordarse. Por dentro, su corazón se desgarraba en mil pedazos, y fue incapaz de contenerse un segundo más.

Tiró el bolso sobre la cama y pasó una de sus manos por su cabello mientras sostenía su pecho, sintiendo un fuerte peso allí, y el llanto se desbordaba por sus mejillas. Observó su habitación intentando calmar los sollozos, pero sus ojos dieron con una vieja fotografía de Donna, y junto a ella yacía una selfie que se tomó con Jason cuando estuvieron a las afueras de Gotham, y todo cayó sobre ella como un balde de agua fría.

Ahora lo entendía, ahora comprendía lo que había sentido Jason estando con los Titanes. Por primera vez, desde que comenzó toda esa guerra por Gotham, su alianza con Jonathan Crane y esa ira que mostraba por los Titanes, ella lo entendió.

Una vez pensó que Dick Grayson era su Batman, su símbolo de esperanza...

Con manos temblorosas tomó su teléfono y marcó el número de Jason, esperando que respondiera lo más pronto posible. Él jamás la llamaba desde su número personal, sino de uno privado que seguramente había conseguido para que los Titanes no rastrearan las llamadas. Sin embargo, esta vez su voz se escuchó detrás de la línea. Natalie se cubrió la boca y trató de callar los sollozos.

—¿Muñeca? —el sonido de su voz fue otra daga que se enterraba en su corazón y la hacía sangrar.

—Jay... —susurró apenas.

—¿Natalie? ¿Estás bien? —cuestionó está vez con un tono más serio, preocupado—. Escucha, muñeca... te juro que todo es un mal entendido...

Ella ignoró sus explicaciones y tragó saliva. Esperó un par de segundos antes de continuar hablando, sintiendo el nudo en su garganta que le impedía hablar correctamente.

—Dijiste que desnudarías tu corazón para abrigar al mío... —su voz se rompió. Todo se desmoronaba en esos momentos. Incluso hablar dolía. —Necesito eso ahora, por favor.

Jason no dudó en contestar.

—En el departamento. Voy para allá.

No le dió tiempo de responder cuando ya había colgado el teléfono.

Soltando un suspiro pesado, Natalie terminó de empacar sus cosas y salió de su habitación para dirigirse a la salida. No obstante, la figura de Alfred la hizo detenerse de golpe.

—¿Hija? —Aquello fue suficiente para que ella se soltara a llorar nuevamente, sintiéndose esa misma niña que se acurrucaba en sus brazos cada vez que las pesadillas la abrazaban en las noches. Alfred miró el bolso de Natalie con confusión en el rostro y, al entender la situación, la bandeja que traía en sus manos cayó al suelo y caminó hasta ella para abrazarla.

Ella se aferró al abrazo de Alfred y cerró sus ojos con fuerza.

—Escúchame, papá, te encontraré un lugar, ¿de acuerdo? Estarás a salvo, estaremos bien —murmuró—. "Las cosas empeorarán antes de mejorar" ¿recuerdas?

Alfred besó la frente de Natalie y simplemente asintió. La pelinegra sonrió apenas y se despidió de él para continuar su camino a la salida de la Mansión Wayne. Si permanecía un segundo más junto a Alfred su decisión comenzaría a ser cuestionada.

Antes de poner un pie afuera, observó todo como si fuese la última vez que estaría allí. Luego, con la mandíbula apretada y los puños cerrados con rabia, se alejó de allí. Dejando atrás a los Titanes.

Mientras caminaba por las calles de la ciudad, todo se sentía... lejano. Sus pasos eran pesados mientras se dirigía al restaurante de Tim Drake, tal vez con la intención de hacer esperar a Jason más de lo debido, después de todo, el hecho de que la usó para llegar a Dick continuaba rondando en su cabeza junto al reciente suceso con los Titanes. Tenía una mezcla no sana de pensamientos en su cabeza en esos momentos. Pero a pesar de todo, también esperaba encontrar a Tim y tener una charla con él. Continuaba con la idea clara de que no debía haber otro Robin, otro pobre chico desorientado que fuera tomado por las manos equivocadas para terminar peor de lo que había llegado a la Mansión Wayne. Esperaba poder sacarle al muchacho la idealización qué seguro tenía por ser Robin, si era necesario, le contaría todo lo que ocurrió con el Joker con tal de salvar al muchacho de las garras de Batman.

Si es que continuaba existiendo Batman.

Sin embargo, cuando se encontró frente al restaurante, el letrero de "Cerrado" pegado en la puerta la hizo fruncir el ceño, logrando que soltara un suspiro resignado. Era pleno día de semana, ¿por qué cerrarían? Con curiosidad se acercó a las ventanas y puso ambas manos a los costados de su rostro para tapar la luz del atardecer que le impedía ver dentro, no obstante, lo único que se encontró fue el restaurante vacío, sin nada sospechoso que le diera un indicio del porqué no estaban atendiendo un día de semana.

Bufó y se alejó para continuar su camino.

Al llegar a su destino sintió los nervios plantarse en su interior. La portera le dio una mirada hostil y ella se la devolvió. Jamás se habían llevado bien, desde el primer día en que Natalie puso un pie en aquel lugar, la mujer le daba miradas como esas, incluso una vez le confesó que no comprendía qué estaba haciendo allí cuando tenía toda la Mansión Wayne para regodearse. La pelinegra tuvo que morderse la lengua para no escupirle en el rostro todo lo que quería decir. La gente solo miraba lo superficial; había sido adoptada por Bruce Wayne, era todo lo que importaba. Pero no culpaba la ignorancia, pues nadie sabía quiénes eran realmente y qué hacían una vez sus trajes estaban puestos.

Se preguntaba qué estaría haciendo en esos momentos Bruce Wayne. Batman, el caballero de la noche, el vigilante de Gotham City... su padre adoptivo.

Un suspiro salió de su boca y caminó por el pasillo hasta llegar a la puerta correspondiente, sus manos temblaron levemente mientras trataba de insertar la llave dentro de la cerradura. Además de confundida, se sintió estúpida.

Cuando por fin pudo abrirla, su corazón se aceleró y pensó unos segundos antes de abrir la puerta, sabía que no habría retorno luego de aquello.

—¿Jason? —Lo llamó, cerrando la puerta detrás de ella. El lugar estaba oscuro, apenas la carente luz del sol escondiéndose llenaba los rincones. Por costumbre se puso a la defensiva, y de inmediato analizó todo el lugar, buscando alguna trampa, o algún explosivo, pero no encontró nada sospechoso. Luego la figura de Jason salió desde el pasillo y la miró de pies a cabeza, ella pestañeo un par de veces.

El muchacho levantó la cabeza y su mirada se suavizó casi de inmediato, con tan solo verla parada allí cerca de la puerta. Todo su ser rogaba desesperadamente por tenerla tan cerca como le fuera posible. Sentir el calor de su cuerpo, besarla... Entre más pasaba el tiempo lejos de ella, peor se volvía la tortura que era su vida.

—Yo... —Natalie sintió un nudo en la garganta. —Sé que no tengo derecho a estar aquí. O a pedirte contención porque estamos, quizás, en los peores términos posibles pero... —Jason negó con la cabeza y humedeció sus labios antes de acercarse a ella.

—Muñeca, necesito que escuches una cosa, ¿de acuerdo? No sé qué mierda te habrá dicho Dick, pero te juro que fue un mal entendido. No tengo idea de cómo Crane llegó allí... pero te aseguro que estaba siendo sincero contigo cuando te dije que quería volver —explicó con desesperación, tan necesitado por recuperar las cosas que alguna vez tuvo con ella. Ni siquiera le importaba mostrar esa vulnerabilidad con Natalie, desde que la conoció, supo que con ella podía ser él mismo.

Desde que comenzó con Red Hood, los únicos momentos dónde se sentía menos miserable eran esos dónde ella estaba frente a él, incluso después de todo lo que hizo. Tenerla cerca siempre parecía un remedio a su dolor.

Natalie bajó la cabeza y Jason dio un paso más cerca a ella. Al no recibir respuesta, él continúo, notando también sus ojos levemente rojos y la tristeza que llevaban sus iris marrones. El ceño de Jason se frunció y la ira pronto se encontró luchando por salir al ver que alguien la había lastimado. Observó las facciones de Natalie, admirando la belleza que relucía a pesar de los moretones que Crane dejó en su rostro. Apenas recordaba algo de esa noche, pero tenía muy presente los gritos de súplica que escuchó de Natalie, y se encargó de Crane en cuanto tuvo la consciencia de vuelta.

—¿Qué ocurre, princesa? —inquirió tomando el rostro de Natalie entre sus manos. La menor lo vio a los ojos luego de oír el nuevo apodo, y un remolino de mariposas revoloteó en su estómago. Sin embargo, nada llegaba a espantar el dolor que sentía a causa de los Titanes.

—Estoy fuera, ellos me echaron —murmuró, su mirada ahora perdida en algún lugar entre los ojos de Jason. El mayor no comprendió exactamente a qué se refería. —Ya no soy parte de los Titanes —declaró ahora con firmeza. Dolía decirlo en voz alta porque entonces significaba que era real, que estaba pasando y que no había vuelta atrás de esa situación. —Dijeron que me usaste para llegar a ellos y ahora, por culpa de que yo los convencí de darte una oportunidad, Gotham estaba perdida en caos.

Jason frunció el ceño y se apartó bruscamente.

—¡Eso no es verdad! —exclamó soltando una risa seca. —¿Son estúpidos? Quién destruyó la tubería fue Kory, no tú, no entiendo de qué mierda hablan. Y yo jamás te usaría, Natalie. —Un silencio los envolvió por breves segundos, hasta que Jason negó con la cabeza y volvió a hablar —. Sí. Es lo que hacen. Luego de que cometen un error culpan a otros por su mierda. Muñeca, no cometiste ningún error, yo quería regresar, pero Crane... —se detuvo y apartó la mirada—. Ya no puedo volver atrás, me arriesgué demasiado con lo que hice. Solo me queda continuar con esto hasta terminarlo.

Natalie tomó uno de sus bolsos y lo dejó sobre el sofá, soltando un suspiro.

—¿Realmente querías volver? —Jason asintió. Una pequeña sonrisa se formó en el rostro de la menor. —¿Sabes? Gar me ayudó a convencerlos de que tuvieras otra oportunidad.

—Es una de las pocas buenas personas que hay en Gotham. Lamentablemente se mantiene bajo el ala de Dick y hace lo que él le dice que está bien. Todos ellos caminan detrás de Nightwing —declaró con obvio disgusto en la voz. Natalie suspiró y asintió levemente.

Observó el lugar y frunció el ceño al percatarse de que el hoyo en la ventana de la cocina ya no estaba. Con una pequeña sonrisa se dirigió allí rápidamente, siendo seguida a pasos lentos por Jason, quién no apartaba la mirada de la muchacha que lo acompañaba esa noche, y esperaba en todas las siguientes. Él sonrió de lado al ver su entusiasmo.

—Espera, ¿lo arreglaron? —cuestionó acercándose al cristal para dejar leves golpes suaves. Jason asintió con la cabeza y se puso a su lado. —A propósito, ¿cómo es que...?

—He estado pagando cada mes desde que regresaste a la Mansión. Al comienzo Bruce me ayudaba, pero luego... —de detuvo unos segundos y su mirada se oscureció un poco. —Bueno, después me partieron el cráneo y... —carraspeó. Le costaba hablar de eso. Natalie dejó una pequeña caricia en su mejilla que lo tomó por sorpresa.

—Lo entiendo. Ahora tienes tu propio dinero y pagaste el alquiler. Pero, ¿por qué? Digamos que no es muy... tu estilo —soltó una risa suave y afirmó su espalda baja en el lavadero, cruzándose de brazos. Jason tragó saliva.

—Pero era tuyo —contestó en un susurro íntimo, sin notar siquiera el tono bajo que tuvo su voz. Natalie se quedó unos segundos mirándolo, la cercanía de su cuerpo era asfixiante, su corazón latía rápidamente debido a ello, debido a él. Entonces supo que estaban allí, sin aclaraciones algunas.

—Jason, escucha... —él negó con la cabeza.

—No —rezongó, acercándose más a ella. La pelinegra bajó los brazos y permitió que Jason dejara un mechón de su cabello detrás de su oreja. Ese gesto causó que recuerdos llegaran a su cabeza. —No me importa si estoy siendo egoísta al decirte esto pero, demonios, muñeca, estaba siendo tan miserable sin ti... y me alegra que ya no seas parte de los Titanes, porque entonces no tienes nada que perder, no tienes nadie a quien ser leal. Nada te impide regresar a mí, solo tú.

—¿Me estás pidiendo que traiciones a los Titanes? ¿A Dick? —Jason le dio una mirada triste.

—Amor, Crane quiere destruir Gotham... Al comienzo pensé... —Natalie se apartó con suavidad.

—No me mientas, no pensaste que Scarecrow iba a hacer algo bueno por la ciudad, porque ambos sabemos quién es él y qué es lo que hace, Jason. Si vamos a recuperar esto, hagámoslo bien y partamos por decirnos la verdad. Cuando resucitaste, actuabas como un maníaco, Jay...

—No, no era yo —defendió, negando con la cabeza, recuperando de nuevo la cercanía que tenía con ella —. Eran las putas drogas que me daba Crane. Pero las he dejado, estoy limpio ahora.

Natalie bajó la mirada y el silencio nuevamente los abrazó, más sus miradas gritaban emociones y sentimientos que no podían gritar a los cuatro vientos. Sintiendo una lágrima bajar por su mejilla, Natalie, ahora desorientada y enojada por lo ocurrido con los Titanes, quiso saber algo que se preguntó mucho durante las noches en Gotham. No sabía cómo reaccionaría Jason a su pregunta, pero necesitaba saberlo. Porque ambos tuvieron experiencias traumáticas con el Joker, pero quién murió a manos de él fue Robin, fue Jason.

—¿Puedo preguntar algo sobre la noche en que el Joker...? —Jason asintió, simplemente acariciando las mejillas de la chica con sus manos frías, admirando su rostro, demasiado concentrado en ello como para prestar atención a otras cosas. —¿Tuviste miedo? Cuando te diste cuenta que Batman no llegaría, que no había salvación, esperanza...

Jason la miró a los ojos y por pocos segundos notó la ira en ellos, pero luego, solo vio tristeza, como jamás había notado en los iris marrones de Natalie.

—No —negó con la cabeza. —No fue miedo. Las cosas con Batman no estaban bien, y me quería quitar el manto de Robin. Entonces me enfadé con él y, ante la oportunidad, quise ir y mostrarle que no soy débil, que podía ser Robin a pesar de todo lo que ocurría en ese momento. Quería... quería hacerlo pagar por lo que te hizo. Pero cuando estaba allí en el suelo... no fue solo miedo, fue decepción. Morí pensando en que tenían razón. Morí pensando en que te fallé —susurró lo último, y sus ojos azules se aguaron. Él inmediatamente eliminó la lágrima que cayó por su mejilla y luego retomó la compostura con una sonrisa ladina. —Pero la mala hierba nunca muere, ¿huh?

Natalie frunció el ceño y, sintiendo una enorme sensación de tristeza en el pecho, no hizo más que lanzarse a sus brazos y abrazarlo. No iba a curar las heridas que tenían en el corazón, las grietas que su vida contenía, pero era lo que ambos necesitaban en esos momentos; sentirse cerca del otro, sentir que su amor era más fuerte que Jonathan Crane, Los Titanes y el Joker.

Que era más fuerte que la muerte.

Y eso era lo único que importaba.

—No fue tu culpa —Natalie murmuró, tomando entre sus manos el rostro de Jason—. No fue nuestra culpa.

Los Titanes decían que estaba inestable, que era lentamente corrompida por la violencia.

Natalie les mostraría que era peor que eso.

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