𝑐. chapter eleven.
Capítulo once.
"La última flecha"
Natalie sabía que algo más allá de lo ocurrido en Arkham estaba torturando la mente de Jason. Lo notó cuando regresaron a la Mansión y lo primero que el chico hizo fue dirigirse hacia la baticueva, dónde Jonathan Crane pasaba la mayor parte del tiempo desde que descubrió el escondite del murciélago.
Ya estaba llegando la noche, sus estómagos estaban llenos pero no se habían alimentado de forma correcta, apenas fueron capaces de probar bocado, especialmente Jason, quién vagaba en algún lugar de su mente que lo tenían distraído de la realidad. Su cabello estaba húmedo, puesto a qué hace pocos minutos atrás había tomado una ducha larga con agua helada, según él, para aclarar sus pensamientos. Estuvo casi todo el resto de tarde entrenando como si se preparase para algo grande, algún acontecimiento que requiere de su más arduo trabajo. Natalie le pidió repetidas veces que tomara un descanso, pero él se negó a escucharla. Tuvo la mala sensación de que Jason la estaba ignorando, apenas levantaba la mirada para verla.
Ahora estaban en su habitación, por lo que no tenía lugar para huir.
—¿Se puede saber qué ocurre contigo? —le preguntó con voz suave, su entrecejo severamente fruncido, la preocupación plasmada en su rostro. El pelinegro se encogió de hombros y continúo lanzando cuchillos a la pared. Algunos de sus lanzamiento eran precisos, mientras que otros apenas lograban alcanzar su objetivo. Jason gruñó cuando uno de los cuchillos rebotó y no se incrustó en la pared.
—Estoy bien, no sé de qué hablas, Natalie —respondió con indiferencia, recogiendo el cuchillo de mala gana para volver a lanzarlo, esta vez logró que quedara en el centro del círculo que él mismo había dibujado en la pared. Solo entonces se giró a mirarla, pero solo por un micro segundo sus ojos se posaron sobre los de ella, luego apartó la mirada. Natalie se levantó de la cama, cerró el maletín donde estaba guardando su traje y caminó hacia él.
Un suspiro salió de sus labios y tomó el rostro de Jason entre sus manos. Él mantuvo la mirada baja, pero le fue imposible no levantar sus manos para dejarlas sobre la cintura de Natalie. No le dio tiempo a reaccionar cuando la atrajo a él para abrazarla con fuerza. En el momento en que el calor de su cuerpo envolvió el suyo, Jason comenzó a sollozar, su aliento caliente chocaba contra su cuello. La forma en que su cuerpo se sacudía por el llanto le rompió el corazón a Natalie, entonces no hizo más que aferrarlo a ella, en un intento de sostener los pedazos del chico que se quebraba en sus brazos.
El sollozo de Jason y las palabras con las cuales Natalie intentó tranquilizarlo fue lo único que resonó en aquellas cuatro paredes. Él no paraba de repetirle que lo sentía, con la voz rota y las lágrimas calientes bajando por sus mejillas pálidas, sus ojos azules la miraron con algo que no pudo descifrar, pero le causó un horrible mal presentimiento que no abandonó su pecho hasta la noche. Porque luego de aquella escena, Jason le dio un beso en los labios con sabor salado por sus lágrimas, acarició su mejilla y salió de allí dejándola completamente aturdida. Pero bien lo conocía para saber que Crane estaba detrás de todo, por lo que tomó su traje y su arco, para cometer el mismo error y seguirlo. Aquello no había terminado bien la primera vez, pero sería diferente ahora. Porque Crane estaba en esa cueva oscura las veinticuatro horas del día, y Jason estaba de su lado.
El aire frío se coló por sus huesos, mientras caminaba por las calles heladas de Gotham. Particularmente esa noche parecía estar más helada que cualquier otra, y su piel se erizó bajo el traje. Su corazón dio un vuelco de sorpresa cuando observó la disputa que mantenía Jason y Dick en la plaza de Gotham. No pudo evitar que los latidos de su corazón se elevaran, o el leve temblor en sus manos.
Eso era lo que estaba escondiendo Jason. Y se preguntó cómo es que no lo vio venir, cómo no fue capaz de ver más allá de las acciones dentro de aquella mansión, para recordar que allí afuera Dick continuaba siendo el enemigo número uno para Jason, una amenaza que debía eliminar a toda costa. Eso afirmaba el hecho de que Jonathan Crane continuaba teniendo influencia en él, que seguía controlando a Jason cuál títere sin voluntad propia.
Sostuvo el arco con fuerza, y decidió salir de su escondite, pero cuando quiso avanzar en dirección a donde se llevaba la disputa entre Red Hood y Nightwing, escuchó un ruido detrás de ella que la alarmó y se dio la vuelta con rapidez, tomando una flecha para apuntar directo a la cabeza de su contrincante, pero se llevó otra sorpresa al ver que era Roy Harper quién también apuntaba la flecha en su dirección, con una mirada dura a través de ese antifaz. Llevaba su traje de Arsenal, con la capucha puesta, lo que significaba que estaba allí por las mismas razones que ella o peor... pero no quiso sacar conclusiones apresuradas. Estaban en diferentes lados ahora, eso sí debía tenerlo en mente.
—Baja tu arco, Arrow, ambos sabemos quién es mejor usándolo —Natalie se mantuvo firme en su posición, pero sus ojos tenían esa pisca de miedo que Roy fue capaz de notar.
Él decidió bajar el arco luego de unos breves segundos cargados de tensión entre ellos. Pero Natalie no lo hizo.
Un silencio tenso se formó entre ellos, mientras que a unos cuantos metros se oía la discusión que tenían Red Hood y Nightwing. El corazón de Natalie latía con pesadez, la figura de Roy era lo que no había esperado esa noche, tener que estar de lados diferentes jamás había sido una opción, pero entonces los Titanes tomaron una decisión y Roy era parte de ella. Era complicado, por el vínculo que compartían de tanto tiempo, porque Roy también la salvó esa noche, porque Arsenal fue quién la entrenó en Starling City. Porque era su amigo. Sin embargo, justamente su amigo fue quién lanzó el primer golpe, y Natalie supo que no tenía más alternativas que defenderse.
El sonido metálico de los arcos chocando entre sí llenó el ambiente helado. Arsenal se lanzó hacia delante, obligando a Natalie a retroceder, sin embargo, al verse acorralada contra un vehículo, se apartó repentinamente, y el cuerpo de Roy impactó contra éste mismo. Se recompuso de inmediato y la tomó de la cintura con brusquedad, pero ella le dio un fuerte codazo que impactó contra la nariz de su oponente.
Desde su posición Natalie observó a Nightwing derribar a Red Hood, en las manos del hijo pródigo de Batman yacía un arma que apuntaba directo al suelo, dónde Jason estaba derrotado.
—No... —susurró antes de recoger su arco y hacer el ademán de correr hacia allí, pero una flecha rozó su pierna causando una herida profunda, y un dolor punzante le siguió. Cayó de rodillas al suelo, con una mueca de dolor en el rostro. La sangre que brotaba de su pierna comenzaba a teñir el pavimento de un carmesí oscuro. Roy se paró frente a ella, con la nariz sangrante y la respiración agitada por su reciente disputa.
—¡Abre los ojos, Natalie! Aléjate de esa burbuja en la que te encierras solo por el amor que le tienes a Jason —exclamó, su voz cargada de ira. La pelinegra jadeó de dolor, pero su corazón le gritaba que se levantara. Sabía que podía hacerlo, porque aquella herida no era nada en comparación con lo que alguna vez sufrió con el Joker.
Logró ponerse de pie, y las lágrimas mojaban sus mejillas. Estaban tan cansada de esa situación, de la rivalidad entre su hermano y el chico que ama, el tener que luchar contra sus propios amigos.
—Uno de ellos morirá, ¿no es así? —preguntó en voz baja. Jamás había tenido tanto miedo de una respuesta.
Roy asiento, y Natalie bajó la mirada.
—Dick lo sabe —dijo Roy, avanzando un paso hacia delante, todavía teniendo las precauciones al acercarse a ella—. Sabe que Jason quiere asesinarlo.
—Y aún así vino. Porque es lo correcto, ¿verdad? Es lo que él hace... —murmuró, tragando saliva. —Hace lo correcto sin importar el costo.
Luego de que las palabras dejaran su boca, Natalie se giró en dirección al centro de la plaza, y pudo ver cómo algunas personas comenzaban a acercarse. Su ceño se frunció, y entonces todos ellos comenzaron a gritar el nombre de Red Hood, una y otra vez, dejando en claro de qué lado estaban, y a quién veían como el enemigo. Observó a Jason levantarse del suelo y esa fue su señal para correr hacia allí, siendo seguida por Arsenal.
Todo ocurrió demasiado rápido, como si el tiempo se hubiese detenido para darle tiempo en llegar allí justo cuando un sujeto sacó su arma y apuntó hacia la espalda de Dick. Pero Natalie sabía que Arsenal se había encargado de desarmarlo para proteger a Dick, porque escuchó el ruido de la pistola caer al suelo y al tipo quejarse de dolor. No era de él de quién Natalie estaba protegiendo a su hermano. Y de un momento a otro, el estruendo ensordecedor de un disparo resonó en el aire seguido de un silencio y rostros donde el pánico fue evidente.
Natalie sintió un dolor agudo atravesar su cuerpo.
—¡No! —Gritó Dick. Y fue un grito tan desgarrador que su garganta ardió de sobremanera.
Al principio, no comprendió qué había sucedido, cómo si el sonido del disparo la hubiese aturdido de alguna manera, entonces decidió bajar la mirada para ver su pecho. Se llevó una mano a la zona, y de inmediato sus manos se empaparon de la sangre que brotaba y manchaba del mismo color su traje purpura. Luego levantó la mirada de nuevo para ver a Jason con una expresión que le rompió el corazón al pelinegro, quién soltó el arma como si esta quemara en sus manos. Se tambaleó, perdiendo la habilidad de mantenerse en pie, tosiendo nuevamente, sintiendo que se ahogaba con la sangre dentro de su boca. Dick la acogió y se dejó caer de rodillas al suelo con ella entre sus brazos, murmurando la palabra "No" con desesperación. El dolor de perder a otro miembro de su familia se atoró en el pecho.
Natalie lo miró a los ojos y se sorprendió. Era la primera vez que veía miedo en aquellos ojos marrones.
—Oye... —lo llamó, haciendo el mayor esfuerzo posible por formular alguna palabra. Sentía cada parte de su cuerpo entumecerse. —Está bien, Dick —susurró, esbozando apenas una sonrisa con sus labios ensangrentados. Dick se quitó el antifaz y fue peor para Natalie ver cómo las lágrimas bajaban por sus mejillas. —Lo lamento mucho.
—No hagas esfuerzos —suplicó Dick, sintiendo el nudo en su garganta. —Por favor...
Roy se dejó caer al suelo también, llamando la atención de Natalie. Oh, cómo estaba sufriendo en ese momento, y no precisamente por la bala que estaba en su pecho, sino porque ninguno estaba haciendo nada para ayudarla, lo que significaba que ambos sabían que no había una solución. No esta vez.
—Gracias. Nunca se los dije, pero... —habló entrecortada, esforzándose para formular las palabras de forma correcta. Si está iba a ser la última vez que lo vería, tenía que esforzarse, tenía que decir todo lo que siempre quiso decir. Sus ojos se sentían pesados, y poco a poco su respiración comenzaba a ser más pacífica. —Gracias por salvarme esa noche —ella llevó una mano temblorosa hacia la mejilla de Dick y este se inclinó hacia su toque, cerrando los ojos con fuerza. —Tú siempre fuiste mi Batman, Dick...
Suspiró, sintiéndose demasiado cansada para continuar hablando. Decidió cerrar sus ojos y acomodarse entre los brazos que siempre quiso estar. Y ya no pudo mantener su brazo levantando, por lo que la mano que anteriormente acariciaba la mejilla helada de su hermano fue agarrada por el mismo cuando sintió que se desvanecía en sus brazos.
Roy bajó la cabeza y tomó una mano de Natalie para dejar un beso en su torso.
—¿Nightwing? —la voz de Gar se escuchó detrás de su espalda. Dick no respondió, simplemente se quedó allí, sin poder procesar lo que estaba ocurriendo, experimentando de nuevo esa horrible y desgarradora sensación de perdida.
Había perdido a toda su familia.
Y jamás pudo disculparse de forma apropiada con Natalie, jamás pudo explicarle por qué se fue, ni el mal entendido que generó ella en la cabeza. Porque Dick no la había dejado con Bruce, sino a cargo de Alfred, porque sabía que si alguien haría un mejor rol de padre, sería él. Jamás pudo decirle que todas las noches miraba la pantalla de su celular, debatiéndose si llamarla o dejarla seguir su camino sin él. No lo hizo porque nunca supo cómo exponer sus sentimientos. Nunca le explicó que nunca pudo acercarse a ella por miedo a que justamente esto sucediera, demasiado aterrado de volver a sufrir el dolor que experimentó cuando vio a sus padres morir. Mucho menos luego de lo que había ocurrido con el Joker.
Ahora era demasiado tarde.
—Oh, Dios mío... —Rachel se llevó ambas manos a la boca cuando vio el cuerpo sin vida de Natalie en los brazos de Dick, y las lágrimas rápidamente bajaron por sus mejillas. Gar se llevó una mano al pecho, como si sintiera el dolor de aquella bala que le quitó la vida a su amiga.
Una bala que jamás se hubieran esperado que proviniera de un arma en las manos de Jason Todd.
Dick levantó la mirada, para encontrarse con el chico ya alejándose del lugar. Y quiso levantarse, seguirlo, pero Roy lo tomó de los hombros y negó con la cabeza.
—Él va a torturarse demasiado por sí solo, Dick —murmuró, suspirando.
«—Es muy bonita. ¿Quién es? —preguntó Jason con curiosidad, sin despegar la mirada de la fotografía que tenía entre las manos, dónde se mostraba una chica de cabello castaño corto con flequillo. Jamás había visto a una niña tan linda como ella, y si era la hija del sujeto que lo había acogido, podría acostumbrarse a pasar tiempo en la Mansión Wayne, en lugar de solo robar un par de cosas y luego marcharse como lo había planeado.
La fotografía la había encontrado en una vieja billetera de cuero que estaba entre las cosas de la caja sobre su nueva cama, por lo que básicamente lo estaban invitando a que revisara lo que había allí dentro. Así que no entendió la mirada de cansancio que le dio Bruce Wayne al verlo con la fotografía pegada en los dedos.
—Creo haberte pedido que no revises las pertenencias que no son tuyas, Jason —su tono de viejo de la alta sociedad lo hizo rodar los ojos y se dejó caer sobre el sofá frente a Bruce. Pensó que no obtendría respuesta, hasta que el mayordomo se unió a ellos con una bandeja de plata que tenía un sándwich sobre un plato. El estómago de Jason suplicó por la comida, y es que no había comido uno de esos hace mucho tiempo.
—Su nombre es Natalie Grayson, joven Jason —le informó Alfred, dejando el plato con el sándwich sobre la mesa de vidrio en medio de los sillones. Jason lo tomó de inmediato y le dio un mordisco.
—¿Grayson? ¿No Wayne? —preguntó con la boca llena, pero aún así se percibió su tono de decepción. —Pensé que era tu hija.
—Lo es —murmuró Bruce, apartando la mirada. —No estamos en buenos términos.
—¿Puedes no estar en buenos términos con una chica como ella? —Observó la fotografía nuevamente, hasta que sintió como esta era arrebatada de sus manos. Alfred alzó el mentón y guardó la fotografía para proseguir ha alejarse de la sala, dejando a Jason con el ceño fruncido.
Era obvio que la chica era importante para él, por lo que ya sabía con quién debía tener una buena relación para sacar información poco a poco. Por el momento decidió disfrutar de su sándwich y dejar de lado el tema de la chica Grayson. Pero, sin duda alguna, la muchacha estaría rondando por su cabeza.»
Jason sentía que su corazón se había roto y sus pedazos afilados rasgaban su interior sin piedad alguna. Seguramente sangraba por dentro, y esperaba ahogarse con esa sangre porque no podía soportar el dolor que estaba sintiendo. Sus manos temblaban mientras caminaba por los pasillos de la mansión Wayne con los pies pesados, sintiéndose muerto en vida, con el alma lejos de su cuerpo lastimado por la pelea que tuvo con Dick Grayson. Pero esas heridas eran las que menos dolían.
En su mente quedaría grabada para siempre aquella mirada triste de Natalie, y la forma en que Dick se rompía con su hermana entre sus brazos, perdiendo la vida segundo a segundo.
En sus manos sostenía el collar de plata con el dije de flecha que le perteneció a Natalie Grayson, el collar que él le había dado y quitado la primera vez que se vieron cuando él comenzó a ser Red Hood. El día en que también asesinó a Hank Hall. Y es que se había encargado de mancharse las manos con tanta sangre ajena que casi había olvidado lo que era la culpa, esa sensación que te aprieta el pecho y te revuelve el estómago, el sentir que hiciste algo mal y saber que esa maldad no podrá remediarse. Durante meses fue por la vida creyéndose con el poder de decidir quién vivía y quién no, sin importar de quién se tratase, sin miedo a las consecuencias de aquellas vidas perdidas. Solo con la sed de venganza en contra de los Titanes y Bruce Wayne.
—El pozo... —susurró para sí mismo. Y corrió hacia la baticueva, dónde el frío azotó su rostro y la figura de Jonathan Crane estaba parada frente a los monitores. Sin embargo, también había una camilla de metal y un cuerpo inerte a su lado.
Al oírlo entrar, este se levantó y Jason dio un paso atrás al ver su rostro repleto de cortes recientes, más no parecía sufrir demasiado por ellos.
—Natalie está muerta —murmuró, apretando los puños. Un repentino sentimiento de ira lo invadió cuando vio que el hombre no hacía más que jugar con una cadena. —¿No me escuchaste? —secundó entre dientes. —¡Natalie está muerta!
—¿Y? No era mi novia. Si no pudiste cuidar sus acciones arrebatadas, no es culpa mía, muchacho. Esa chica era un problema para nosotros, te distraía de tus verdaderos objetivos. —La manera en que hablaba, cómo se movía por la baticueva, le causó una mala sensación a Jason.
—¿De qué mierda estás hablando? —escupió con rabia.
—Te ayudé, compañero, te regresé al camino correcto. ¿Por qué crees que te dije que quería a Nightwing muerto? Podía oler la sangre Grayson en las venas de esa chica, la sangre de Dick Grayson.
Sin pensarlo dos veces, Jason avanzó hacia Jonathan, dispuesto a acabar con él, pero fue una sorpresa que el sujeto lo atacara primero con la cadena. Logró esquivar su ataque, pero no parecía tener intenciones de detenerse.
—Corre, muchacho. —Lo escuchó decir antes de que él se alejara de aquel lugar con el corazón acelerado.
Crane estaba fuera de su alcance ahora mismo, por lo que continúo su camino hacia la salida de la Mansión Wayne mientras tomaba su teléfono y se subía a la moto para proseguir ha llamar a Dick. No se sorprendería si éste no le contestaba el teléfono, y tendría todo el derecho de odiarlo, de maldecir su nombre cada vez que tuviera la oportunidad. Pero debía intentarlo, si había una oportunidad de salvar a la chica que amaba, se pondría de rodillas ante los Titanes para que lo escuchen.
No fue la voz de Dick que contestó, sino la de Roy Harper.
—Tienes agallas, ¿huh? —Jason ignoró el tono de voz tenso con el que le habló.
Jason bajó la cabeza y tragó saliva.
—El pozo de Lázaro —dijo de inmediato—. Por favor, diles que lleven a Natalie al pozo de Lázaro.
Un silencio se formó en la línea, antes de oír el suspiro que soltó Roy. Jason lo comprendió antes de que las palabras salieran por la boca del chico.
—Es demasiado tarde, Jason.
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