Would you drop a star for me?
¿Quién diría que una simple frase podría significar tanto?
“Cumpliste tu objetivo.”
Dean estaba sorprendido a la vez que confundido, sumiéndose en un sinfín de pensamientos dónde tenía claro todo y a la vez nada.
Su objetivo todo este tiempo había sido generar una sonrisa en Claire así fuera con una simple broma.
Y es cierto, lo había logrado en más de una ocasión. Sin embargo, ¿Qué logró? ¿Que quería decir ella con aquella frase?
Dean quería averiguarlo por su cuenta antes de preguntar, buscando cada posible respuesta aunque siempre volvía al punto de inicio.
¿Por qué?
Decidiendo dejar el tema de un lado, el pelinegro se levantó en busca de una taza de café. Eran las 11:57 de la mañana, técnicamente contaba como desayuno y almuerzo, ¿Verdad?
Ese día no habría paseo.
Claire le había dicho que iba a salir esa tarde con Mayra, su única amiga en toda la universidad.
“Oye, letritas.”
“¿Todo en orden por allá, mariposa?”
“Sigo sin entender porqué me pusiste ese apodo.”
“Y yo no comprendo como dejaste de crecer quedándote con la altura de un pitufo. ¿Te congelaron el crecimiento?”
Él rió en cuanto envió aquel mensaje. Amaba decirle pitufo o enana a Claire, aún si eso significaba ser perseguido por la cocina mientras ella lo golpeaba con un trapo o lo manchaba con lo que tuviera a mano.
“...”
“Cambio de planes, le congelaron la lengua también. Oh no, ya no voy a poder oírte gritar cuando aparezca tu novio 2D”
“Realmente no le temes a la muerte, ¿Verdad, Howard?”
“Oye, cuando eres perseguido por un pitufo rabioso tirándote harina ya no hay nada a lo que pueda tenerle miedo.”
Aunque Dean no lo supiera, había logrado que Claire riera una vez más aún a través de una pantalla.
“¿Que puedo decir? Soy genial. Escucha, ya llegué con Mayra. ¿Pizza y películas cuando regrese?”
“Suena bien para mí. Nos vemos luego, mariposa.”
“Te amo. Adiós por ahora, letritas.”
Mariposa. Era un apodo que Dean le había dado recientemente.
—Las mariposas no pueden ver lo bello de sus alas. —dijo para sí mismo antes de darle otro sorbo a su café.
Claire Singh
¿Pitufo? ¿Yo? Vamos, como si él no fuera un maldito rascacielos.
Había llegado con Mayra hace ya unos minutos. Hace unos meses hubiera rechazado esto, no era del tipo de persona que salen, ¿sabes?
Supongo que el rascacielos cambió más cosas en mí vida de las que me gustaría.
—Oye, Deanlandia se encuentra a treinta o cuarenta minutos de viaje, ¿sabes? —dice la castaña a mí lado. Realmente admiro su capacidad de leerme.
—Y tinturalandia se encuentra cruzando esta bendita puerta. —digo a la vez que señalo la puerta frente a nosotras.
—Vamos, un morado en las puntas te quedaría bien.
Mayra siempre era así. Siempre se pintaba el cabello de un color distinto, la última vez fue azul. Esta vez no estoy segura que color sea.
Ella suele decirme que debería probar x color, que me quedaría bien. Aunque realmente no lo creo.
—Eres imposible. —Una pequeña risa escapa de mis labios a la vez que May solo me señala más colores a probar.
Así que aquí estoy. En una peluquería con Mayra, a quien luego de una extensa sesión a la que llamo “¿Que color elijo?” finalmente le están pintando el cabello otra vez.
—Oye —Mayra me mira por el espejo—, ¿y si vamos de fiesta en la noche?
Sabe perfectamente cuál será mí reacción. Ella y Dean se llevarían bien, a ambos les encanta sacarme de mis casillas.
—Te llevo a McDonald's si te callas.
—Voy a tomarlo, pero me ofende muchísimo.
Ella ríe.
Finalmente, y tras una larga tarde en la que alimenté a la bestia —quiero decir, Mayra— llegué a casa de Dean.
Habíamos acordado hace un tiempo que me mudaría con él al menos hasta poder mudarme yo sola, sin mencionar que luego de un debate logré que me dejara pagarle la estadía.
Realmente me agradaba mucho la idea de vivir juntos, pero también me aterraba llegar a ser una molestia.
—Vaya, pero si mi pequeña mariposa volvió a casa —Lo escuché decir desde la sala mientras yo aún entraba con una caja de pizza—, y con pizza.
—El día en que me expliques porqué me pusiste ese apodo traeré 20 cajas de pizza extra grande.
—Sueña.
—¿Por qué? ¿Por que no piensas decirme el porqué?
—No, porque no podríamos terminar esas 20 pizzas nosotros solos. —dijo para luego echarse a reír.
Dean es el tipo de persona con la que sueles divertirte mucho aunque seas una persona más... ¿Reservada?
No, ¿más tranquila? ¿o quizá antipática?
Sin más, comenzamos a comer y ver películas. Desde los clásicos Disney hasta las malas películas que siempre desplazábamos ver.
Eran aproximadamente las dos de la mañana y, sinceramente, estaba prestándole más atención a las estrellas frente a mí que a la película en sí.
Acabé por usar al pobre de Dean de cama y almohada, mientras él me mimaba el cabello a la vez que miraba la película.
—Oye, Dean.
Él me miró.
—¿Bajarías una estrella para mí?
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