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Vega & Altair

Mayra fue, hasta donde ella sabía, la primera en despertar del pequeño grupo. Sin embargo, al salir de su tienda de acampar, fue capaz de notar a Dean sentado en un tronco escribiendo algo.

Sin pensarlo mucho, se acercó a él.

—Buenos días, Dean —pronunció ella, sentándose a su lado—. ¿Que haces escribiendo tan temprano?

—Es para Claire —respondió sin separar la vista de aquel libro—. Quiero darle algo especial.

—¿Puedo saber de qué trata?

—Dicen que la curiosidad mató al gato.

—Y la misma persona que me está diciendo eso, cree que la curiosidad es buena.

—Touché.

Dean no soltaba la pluma y tampoco despegaba la vista del libro. Mayra se levantó y fue en busca de desayuno para ambos. Al cabo de un rato regresó con dos vasos térmicos llenos de café y un par de galletas.

—Entonces, ¿ya puedo saber de qué se trata tanto misterio o la ofrenda no funcionó? —habló Mayra luego de darle un sorbo a su café.

Él rodó los ojos.

—Es un libro para Claire. Ya sabes, una especie de álbum de esos que tu madre guarda en su habitación con fotos tuyas de bebé —Hizo una pausa para beber el café, que empezaba a enfriarse—, solo que a diferencia de esos álbumes, este cuenta nuestra historia a nuestra manera.

—¿Cómo?

Dean simplemente sonrió.

—Lo sabrás algún día. Igual que ella. —Y sin más, tomó sus cosas y se dirigió hacía la tienda que compartía con Claire.

—Oye, no pretendes que puedes dejarme una respuesta a medias, ¿verdad?

—Casey está masticando tus auriculares.

Eso bastó para alejar a Mayra, ya que sus auriculares eran —luego de su pelo— lo más sagrado que poseía. Una vez libre, Dean fue finalmente con su mariposa.

—Buen día, estrellita.

—No.

—¿Que?

—No me hables hasta que tenga mi café —exigió apuntándole con una rama, a lo que Dean levantó las manos como si de un arma se tratase—, de lo contrario, ya sabes las consecuencias.

—Sí, también me alegro de verte. Dormí excelente, gracias, y oh, soñé que un gato con cuerpo de helado atacaba la ciudad, con Nirvana de fondo. —Se quejó.

—Y yo soñé que morías asesinado por una Claire rabiosa.

—Anda, camina.

Claire se levantó y fue a conseguir un café, seguida por Dean quien no dejaba de cantar House of memories. Una vez obtenido el prácticamente considerado elixir de vida de Claire, fueron a caminar cerca de ahí aún con ella bebiendo y, cómo no, con su cámara colgando de su cuello.

—Esta vez te levantaste más temprano de lo usual, según Mayra. —comentó.

—Digamos que cuando la inspiración llega, debes hacerle caso.

Claire solo asintió, a la vez que se acercaba a un pequeño lago que había ahí. Dejó el vaso a un lado para tomar su cámara, pero no hizo nada. No tomó ninguna fotografía.

—¿Crees que, si algún día lograra exhibir mis fotos en una galería, a alguien les interesaría? ¿O si algún día, cuando muera, alguien observará mis fotografías y recordará quien las tomó?

—¿Te da miedo que no sepan quién fuiste?

—Me da miedo ser olvidada.

—Te diré algo, mariposa —Claire lo observó—. Todos nos convertimos en un recuerdo lejano en la vida de alguien, lo importante es convertirse en un recuerdo que valga la pena recordar —Luego la observó—. Yo me aseguraré de que te recuerden. —sentenció.

—Entonces prométeme algo.

—Lo que sea.

—Cuando uno de los dos ya no esté aquí, el otro no lo olvidará jamás.

Dean sonrió. Poco sabía Claire que él tenía otros planes.

—Lo prometo.

Ambos unieron sus meñiques, sellando aquella promesa sin saber que ambos la cumplirían a su manera.

“No recordamos días, recordamos momentos.”

Cesare Pavese

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