Claire Singh

Habían pasado ya dos semanas. Viajamos por casi toda la ciudad en camioneta, ni siquiera sé cómo hicimos para no matarnos en el proceso. Nos detuvimos en el que sería nuestro último destino, un pequeño pueblo alejado de todo, cerca de un bosque y un lago.

Esta vez decidimos que, en vez de utilizar las carpas, nos hospedaríamos en unas cabañas del pueblo. Se suponía que entraríamos los seis, pero de no ser así, nos dividiríamos en grupos de tres o dos, a lo mucho.

No nos importó mucho quién se quedaba con quién. Éramos un grupo, nos conocíamos y no había conflictos además de Liam y Maxine, que parecía que siempre se iban a matar entre sí.

Empezamos a preparar la cena. Eran las 19:15 de la tarde, pero ya estaba oscureciendo y no faltaba mucho para la hora de la comida. El plan era cocinar a la vez que hablábamos, sin guerras de por medio.

Liam, quien solía ser el que salía con ideas locas, salió esta vez con una de sus preguntas dignas de hacerte cuestionar hasta tu existencia.

—¿Creen que sea cierto el dicho de que el amor es ciego? —preguntó.

—Sea como sea, es estúpido dejarse cegar por un sentimiento —respondí.

—El amor sí es ciego, pero hay amores por las que vale la pena perder la vista junto con la cabeza —afirmó Dean— Es algo que solía decirme mi abuela. Es un buen recuerdo.

—Suenas como un loco enamorado —contesté.

—Quizá lo esté.

—¿Loco o enamorado?

—¿Por qué no ambas? —Sonrió—, es mejor que elegir uno solo.

Sí, por más que odiara admitirlo, escucharlo decir ese tipo de cosas o hablar de cualquier tema, me hacen darme cuenta de que él se convirtió en alguien muy importante para mí en muy poco tiempo.

—Eres un idiota.

Todos reímos. Fue Maxine la que hizo la siguiente pregunta, esta vez más personal.

—Bien, siguiente pregunta —dijo—, ¿quienes quisieran ser?

Empezamos a responder, uno por uno.

—Realmente no lo sé. No lo tengo claro. Solo quiero vivir mi vida, ¿saben? —respondió Liam.

—Yo seré la tía millonaria y soltera —Mayra le siguió—, y claro, viajaré lo más que pueda. ¿Que hay de ti, Dean?

—Quiero ser alguien que la gente recuerde. Que recuerden mi historia, pasen por algún lugar y digan “Dean Howard estuvo aquí.” —Y seguido a eso, se echó a reír. Luego me miró.— ¿Y tú, mariposa?

—Me gustaría... —Pensaba decir fotógrafa. En su lugar, dije—: Ser valiente.

Los demás me observaban, supongo que intentando comprender lo que dije.

—Me gustaría ser valiente —repetí—. Vivir mi vida al máximo, siendo valiente. Sin arrepentirme de no haber vivido lo suficiente.

Dean me miraba. Parecía orgulloso de lo que había dicho, mientras que a su vez, los demás empezaron a aplaudirme.

—Todos necesitamos eso. —Mayra rió.

—Sí, pero mientras al menos uno de nosotros lo logre, estaremos bien. —respondió Liam, observándome.

Sonreí.

«Creo que encontré mi hogar.» Pensé para mí misma.

Dean fue el siguiente en hacer una pregunta.

—¿Tienen alguna persona a la que admiren o los inspire?

—Kurt. —respondí.

—¿Kurt? —Volvió a preguntar Dean.

—Kurt Pierce —Asentí y luego añadí—; él era mi mejor amigo. Él me enseñó la fotografía, lo que era ver el mundo de forma distinta. Tampoco tenía una vida familiar sencilla, al igual que yo, y sin embargo él seguía de pie por su hermana menor. Su refugio era la fotografía. Él intentaba seguir de pie y tener un futuro lejos de todo problema, ser feliz. Creo que por eso siempre lo admiré, porque a pesar de toda la mierda, nunca cayó.

—¿Pero...?

—Él uh... —Suspiré antes de continuar—; se suicidó hace casi dos años. Teníamos diecinueve años.

—Lo siento.

—Está bien. Logró mantenerse de pie hasta el final y me dejó recuerdos agradables de él, incluso algo que a día de hoy es algo muy importante para mí, la fotografía. Solo quiero ser valiente y ser capaz de ser feliz, ¿saben? Ser valiente.

—Sé que lo harás, mariposa —Dean sonrió.

“Las historias más hermosas surgen cuando dejas un trozo de ti en ellas.”

En honor a ZelaBrambille , descansa en paz. Gracias por tus historias.