
The boy with a notebook.
Dean Howard's childhood.
Me hallaba en el patio de mi hogar jugando con mis padres. Ambos sonreían relajados, a pesar de que mañana debían viajar una vez más.
El patio era muy simple. Había un árbol del cual de sus ramas colgaba un columpio.
Había algunas flores; Margaritas, girasoles, tulipanes e incluso un poco de Bluebonnet.
A mi parecer, la vista es hermosa.
Mi abuelo me había regalado un cuaderno hace poco. Todo lo que dijo fue “anota tus objetivos, alcanzalos.”
Si soy honesto, todo lo que anoté fue “Quiero ser astronauta, científico, doctor y ver un dinosaurio.”
No creo que sea tan difícil, ¿no?
Al día siguiente, mamá y papá se fueron. Los abuelos se encargaron de cuidarme y que la pase bien.
Pasaron las semanas y se suponía que mis padres debían volver, pero algo salió mal.
Oí a mis abuelos murmurando algo en la sala frente a la televisión, pero no podía comprender bien de qué se trataba.
Me aproximé a ellos en un intento de ver la televisión y así poder saber la razón de tales murmullos.
Tan pronto como me vieron, cambiaron de canal y sonrientes me miraron.
—¿Ocurre algo, pequeño?
Preguntó mi abuela con su cálida sonrisa.
“Sus ojos derramaron lágrimas y ahora las contiene por mí.”
—¿Y mamá y papá? —preguntó el niño.
De algún modo, él ya sabía que algo andaba mal con sus padres. Pero nadie le dijo lo ocurrido sino hasta horas más tarde.
En cuanto supo lo que había sucedido, el pequeño le dedicó una pequeña sonrisa a su familia para decir “estoy bien, no se preocupen.”
Una sonrisa que, una vez que llegó a su habitación, se desvaneció para ser reemplazada con lágrimas.
Conforme pasaron los años, Dean visitaba la tumba de sus difuntos padres y permanecía allí por horas, hablándoles mientras era carcomido una vez más por aquel sentimiento de culpa y lágrimas caían de sus ojos.
¿Estarían orgullosos por la persona que era hoy?
¿Estaban molestos con él por no poder recordarlos?
¿Estarían decepcionados de él?
Aquellas eran algunas de las preguntas que Dean no podía responder.
Siempre intentaba ser él mismo y ser alguien de quién sus padres estén orgullosos, mas no sabía si lo estaba logrando.
Dean colocó dos Dalias; una color malva, y la otra color rojo. Ambas en señal de agradecimiento y amor eterno.
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