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007.

ERA MARTES POR LA tarde, el viento soplaba con una fuerza inusual, sacudiendo las hojas de los árboles y azotando las ventanas de la oficina, Taehyung se encontraba sentado en su escritorio, con los codos apoyados sobre la superficie y las manos cubriendo su rostro, había pasado una semana y media desde la última vez que vio a Jungkook, y el vacío en su pecho se había vuelto insoportable.

Lo había intentado todo, durante los primeros días, se había convencido de que Jungkook simplemente estaba ocupado, había ido a su área varias veces, con alguna excusa básica para justificar su presencia, como revisar un informe, hacer preguntas sobre un proyecto, incluso llevar un té que fingía haber preparado especialmente para él, pero cada vez que llegaba, la respuesta era la misma.

Se retiró temprano.

Hoy no vino.

O la más reciente, y la que más le dolía.

No está disponible.

Esas palabras resonaban en su mente como una maldita maldición, ni siquiera sabía si debía sentirse enojado o simplemente rendirse, y como si eso no fuera suficiente, Jimin tampoco estaba en la oficina, había solicitado una incapacidad por razones personales, había pensado en escribirle a Jimin, preguntarle si sabía algo de Jungkook, pero su orgullo se interponía cada vez.

Con el paso de los días, el silencio de Jungkook había comenzado a devorar a Taehyung desde adentro, había intentado llamarlo, pero las llamadas siempre terminaban en el buzón de voz, había enviado mensajes de texto, unos simples, otros cargados de frustración, pero todos quedaban sin respuesta, sin embargo, lo que más lo atormentaba era que cada vez que abría la aplicación Kakao talk, veía el punto verde junto al nombre de Jungkook, estaba en línea, pero ignoraba sus mensajes, lo veía, lo sabía, y aun así elegía no contestar.

¿Qué demonios hice mal? Pensó Taehyung por centésima vez esa tarde, él no era alguien que se torturara con dudas, pero esta vez era diferente. Era Jungkook, había algo en él, algo que había encendido una chispa dentro de su pecho, y ahora esa chispa lo estaba consumiendo.

Su lobo también estaba inquieto, desde el primer día que Jungkook comenzó a ignorarlo, había sentido su presencia dentro de él revolverse, aullando en silencio, reclamando la atención de su alfa.

Taehyung intentaba ignorarlo, intentaba convencer a su lobo de que estaba equivocado, que no había ninguna razón para que Jungkook tuviera ese lugar en sus instintos, pero cada vez que cerraba los ojos, podía sentirlo, el lobo dentro de él estaba herido, abandonado.

No es tu alfa, le repitió Taehyung, apretando los dientes mientras sentía la frustración arder en su garganta.

No es nuestro. Él no... no puede serlo, pero su lobo no estaba dispuesto a escucharlo, se negaba a aceptar la realidad que Taehyung intentaba imponer, para el lobo, Jungkook era algo más, algo que Taehyung no podía negar por completo, aunque lo intentara con todas sus fuerzas.

La verdad era que se sentía abandonado, no había otra palabra para describirlo, era como si alguien le hubiera arrancado una parte de sí y la hubiera dejado tirada en algún lugar al que no podía llegar, cada día que pasaba sin una respuesta de Jungkook era como un golpe más a su orgullo, a su corazón, a su maldita alma.

—Maldita sea, Jungkook —murmuró para sí mismo, dejando caer la cabeza sobre sus manos — ¿Acaso dije algo que le molestara? No debí presionarlo con pasar estas fechas juntos— Pero no había respuesta, y eso lo volvía loco.

Intentó distraerse con trabajo, con reuniones, con cualquier cosa que lo alejara de esos pensamientos, pero era imposible, todo le recordaba a él, el chocolate caliente que Jungkook solía tomar por las mañanas, la silla vacía en la sala de juntas, incluso el olor del alfa azabache parecía impregnado en los pasillos, era como si Jungkook estuviera presente en todo menos donde realmente lo necesitaba.

Cuando finalmente llegó la noche, Taehyung regresó a su departamento sintiéndose agotado, no había comido nada durante el día, pero el hambre era lo último en su mente, se dejó caer en el sofá y sacó su teléfono, abriendo nuevamente Kakao Talk, allí estaba, el maldito punto verde junto al nombre de Jungkook, estaba en línea, pero no contestaba.

Después de unos minutos de mirarlo fijamente, como si eso pudiera hacer que Jungkook se dignara a responder, escribió otro mensaje.

Jungkook, no sé qué está pasando, pero si hice algo mal, por favor dímelo, no quiero que haya malentendidos entre nosotros, si te sentiste presionado de alguna forma, por querer festejar la Navidad conmigo o cualquier otra cosa, te pido mil disculpas, mi intención nunca fue que sintieras que te estoy forzando a hacer algo que no te gusta, ni siquiera lo del árbol o las luces del departamento, simplemente me emocioné por la idea de compartir estos momentos juntos, pero ahora veo que tal vez no te sentiste cómodo, lo único que quiero es saber que estás bien, que no estás molesto conmigo ni que te sientas presionado. Por favor, no me dejes así. Necesito saber de ti, de cómo te sientes, y que todo está bien entre nosotros.

Lo envió antes de que pudiera arrepentirse, y luego apagó el teléfono, dejándolo sobre la mesa. Se dejó caer hacia atrás, cerrando los ojos mientras trataba de calmar su mente, pero el silencio de la habitación solo parecía amplificar los gritos de su lobo. Era como si algo dentro de él estuviera rompiéndose, y no sabía cómo detenerlo.

Esa noche, Taehyung no pudo dormir, su mente estaba llena de preguntas, de dudas, de miedos que no podía silenciar, y en el fondo, debajo de todo ese ruido, estaba el latido constante de su lobo, que seguía esperando, seguía aullando por su alfa.

Los días pasaron y la cena navideña en la empresa estaba cada vez más cerca, el bullicio entre los pasillos, los murmullos sobre el intercambio y los planes para las fiestas llenaban el ambiente, Taehyung, sin embargo, no podía concentrarse, su ansiedad crecía con cada rumor que llegaba a sus oídos, Jimin había regresado a la empresa, después de semanas de incertidumbre, por fin tendría una oportunidad para saber de Jungkook, quizás aclarar las cosas, se había convencido de que esa era su única oportunidad.

Esa mañana, Taehyung se dirigió al área donde Jungkook trabajaba, apenas podía controlar el aleteo nervioso en su estómago y el murmullo de su lobo, que parecía ansioso por ver a su alfa otra vez, su esperanza chocaba contra la muralla del orgullo herido, pero decidió ignorarla, había practicado cada palabra que diría si lo encontraba, algo casual, sin forzar nada, aunque la verdad era que su pecho ardía por respuestas.

Al llegar al área, sus pasos se detuvieron de golpe, allí estaba Jungkook, con su cabello azabache perfectamente desordenado, una sonrisa amplia y sincera adornando su rostro, pero no estaba solo, Jimin estaba a su lado, y ambos reían como si el mundo no existiera.

Taehyung sintió cómo el aire le abandonaba los pulmones, su pecho, que había estado rebosante de anticipación, se hundió como si una mano invisible lo aplastara, su aroma cambió de inmediato, de su habitual mezcla calmada y cálida, se tornó agrio, llenando el espacio a su alrededor, fue entonces cuando Jungkook pareció notarlo, el alfa más joven levantó la mirada, su expresión de alegría desvaneciéndose en cuanto sus ojos se encontraron.

Taehyung no pudo sostener esa mirada, sintió que, si lo hacía, terminaría rompiéndose por completo frente a todos, sin pensarlo, giró sobre sus talones y comenzó a caminar, luego a correr, su lobo rugía dentro de él, furioso, molesto, herido, pero más que eso, estaba confundido.

¿Por qué? Parecía preguntarle una y otra vez, exigiendo respuestas que Taehyung no podía dar.

—No puede ser... —murmuró para sí mismo mientras buscaba su teléfono con manos temblorosas.

Envió un mensaje rápido a su secretaria de que se retiraría temprano por una emergencia, no esperó respuesta, simplemente salió de la empresa, ignorando las miradas curiosas de algunos compañeros.

El camino a casa se sintió eterno, su mente repetía la escena una y otra vez, la risa de Jungkook, la cercanía con Jimin, la forma en que parecía completamente despreocupado después de semanas de silencio.

¿Había estado equivocado todo este tiempo? ¿Había sido un tonto por preocuparse tanto, por esperar algo más de él?

Cuando llegó a su departamento, cerró la puerta con fuerza y dejó que su cuerpo se deslizara hasta el suelo, su lobo seguía gruñendo, exigiendo explicaciones, pero Taehyung no tenía fuerzas para calmarlo, se sentía vacío, como si algo importante le hubiera sido arrancado del pecho.

—Yo... yo solo quería entender.

Esa noche, el departamento de Taehyung permaneció en silencio, ni siquiera se molestó en encender las luces navideñas que había puesto días atrás, intentando forzar un poco de espíritu festivo, todo lo que sentía era tristeza, una profunda y desgarradora tristeza, mientras su lobo aullaba en su interior sintiéndose perdido y abandonado.

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