Unas Vacaciones Diferentes
—¡Hora de irnos! ¿Estás lista?
Ellie se sobresaltó al escuchar los golpes en la puerta, maldiciendo por lo bajo, dejando el cuadro de su cumpleaños número diecisiete sobre la repisa.
—Sí, Dina, espera un momento —gritó para que se le oyera, varios carros pasaron al mismo tiempo que hablo.
—Apresúrate. Se nos hará tarde y no llegaremos a tiempo.
Ellie terminó de guardar lo último en su mochila y salió, mirando con atención su entorno, viendo cómo sus vecinos caminaban por las calles y otros platicaban respetando la distancia. Animados de poder estar fuera de sus hogares y retomar sus rutinas con normalidad.
—Vamos Ellie, la hora avanza —le pasó la voz Jesse desde el auto, haciendo sonar el claxon.
—Sí, ya oí. No hagas tanto escándalo —le recriminó avanzando con pereza. Tenía mucha ilusión de ir, había soñado con visitar el lugar nuevamente desde que Joel la llevó por primera vez, pero con todo lo que pasó, le daba miedo alejarse demasiado de la seguridad de su hogar.
—¿A dónde vas bonita? —Dina no le permitió abrir la puerta de copiloto—. No entrarás si no te colocas la mascarilla. E irás aquí atrás conmigo —le guiño el ojo en gesto coqueto, y regresó a su lugar, acomodando su mochila en sus piernas, abriendo la ventana. Odiaba estar demasiado tiempo en lugares cerrados sin ventilación.
Ellie se colocó la mascarilla, aún le costaba acostumbrarse a ella; acomodó sus guantes y subió en la parte trasera, mirando con temor a Jesse y Dina, que mantienen su distancia, pero aun así estaban los tres en un lugar cerrado.
Su celular vibro, haciéndola sobresaltar, y lo sacó de su mochila. Este estaba forrado en un plástico hermético, regalo de Tommy, que justo le escribía dedicándole un buen viaje.
Jesse puso el auto en marcha diciendo un par de bromas, que solo Dina contestó, y se abrieron paso por la transcurrida calle. Ellie solo miraba como las tiendas abrían y algunos echaban higienizante de manos antes de permitirles ingresar a sus negocios. Y todos siempre respetaban la distancia. Al pasar por la casa de Tommy y María, Jesse sonó el claxon llamando su atención —estaban regando las plantas y paseando al perro—, parando el auto.
—¿Qué hacemos aquí? —indagó Ellie nerviosa. Tommy se acercó con una cesta en la mano. Toco la ventanilla de copiloto. Jesse le abrió la puerta.
—Para que coman por la tarde —dijo el hombre acomodando la cesta en el asiento, asegurándola con el cinturón de seguridad.
—Gracias Tommy —dijeron Jesse y Dina, Ellie se mantuvo callada.
—Y Ellie —sacó algo de su bolsillo—, esto te lo envía Joel.
—Gracias —murmuró sin mirarlo, recibiendo el sobre, guardándolo en la mochila. Tommy suspiró cabizbajo.
—Que se diviertan chicos.
Avanzaron en silencio el resto de camino, escuchando las canciones variadas que Jesse puso en el reproductor. Ellie observaba el camino paralelo que tomaban para llegar más rápido, camino que Sara encontró por accidente el día que los llevó a Joel y ella en su cumpleaños número quince.
—Te gustará la sorpresa Ellie, te gustará mucho.
—Ya llegamos Ellie. —El apretón de la mano de Dina la trajo a la realidad.
Caminaron por el camino secundario lleno de vegetación que los llevaría al museo abandonado de Wyoming, y esperaba estuviera como lo recordaba.
Las ráfagas de viento mecieron las ramas altas y alzaron un poco de polvo. Ellie tuvo que quitarse la mascarilla un momento para respirar bien, dejando que el sol bañara su pálido rostro después de mucho tiempo, recuperando las fuerzas en sus debilitadas piernas.
—¿Quieres que descansemos un rato? —quiso saber Dina tomándola del rostro, se había quitado los guantes y la miraba con preocupación. Ellie la apartó con cuidado, cubriéndose con el antebrazo al toser.
—No te acerques demasiado Dina, te puedo contagiar —advirtió apartándose unos pasos, intentando recuperar la respiración.
—Ya te recuperaste Ellie, no eres alguien peligroso para nadie —aclaró sobándole la espalda, ayudándola a continuar.
—Sara y Joel dijeron lo mismo, y terminaron internados por mi culpa —confesó avergonzada, mirando la vista hermosa que le ofrecía el barranco y el pequeño pueblo pintoresco bajo ella. No queriendo pensar que podrían morir por su culpa.
—Tú no tuviste nada que ver en eso Ellie. Los tres se contagiaron por culpa de un idiota que no se cubrió al toser —intervino deteniéndose, haciendo que la mirara a los ojos—. Así que deja de culparte por ello.
Jesse continuó su camino al verlas acercarse, divisando que ya faltaba poco para llegar.
—Feliz cumpleaños Ellie —musitó Dina echándole higienizante de manos, con una sonrisa alegre en el rostro. Ellie se frotó las manos y miró con anhelo el enorme dinosaurio que seguía idéntico a cómo lo recordaba.
—Dime que no es genial, Ellie —resonó la voz de Sara en su mente, sacándole una lágrima traicionera que rodó por su mejilla, recordando la sonrisa cariñosa de Joel. Sara sacó un pequeño muffin de su mochila—. Hora de pedir un deseo.
—Díganme que trajeron fósforos —suplicó Jesse asustado, buscando en sus bolsillos, agarrando con miedo el pequeño pastel que decía Ellie en el centro.
—Tengo una caja en mi mochila. —Dina se alejó ayudarlo. Ellie parpadeó confundida y se alejó para leer la carta que Tommy le dio.
Espero estés divirtiéndote mucho en nuestra ausencia niña, que ya estamos por salir de este encierro, y Sara ni yo te dejaremos tranquila.
Hoy espero lo pases bien, y disculpa que no estemos ahí. Te lo compensaremos al volver con un gran almuerzo. De momento disfruta del museo y saca un par de fotos para Sara, que quiere saber si el T-Rex sigue igual.
Feliz Cumpleaños, Ellie. Diviértete.
Con cariño Joel y Sara.
Ellie se limpió las lágrimas y sonrió con emoción al escuchar las voces de sus amigos cantándole feliz cumpleaños, y supo que hizo bien al salir. Debía divertirse al máximo.
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