
Promesa
Carla:
Ya llegó el fin de semana. Y mi mamá y yo estábamos esperando alguna prueba de la presencia de Eddie.
—¿Quieres ir por un algodón de azúcar? — preguntó mi madre.
—No se me antoja, gracias ma— respondí, mientras seguía mirando a mi alrededor.
—Hija, accedí a venir para acá, a pasarla bien, no para ser el mal tercio entre tú y Eduardo.
Voltee a ver a mi madre, quién estaba firme y con los brazos cruzados, viéndome con seriedad.
—No eres un mal tercio, mamá. Eres la adulta divertida que nos acompaña en todas nuestras aventuras —dije con una sonrisa.
—Claro. Hasta que luego me dejan por mi cuenta y se quedan solos.
—Mamá, hablas como si Eddie y yo estuviéramos en una relación amorosa — reproche.
—¿Y por qué no?. Eddie y tú se conocen desde chicos.
Voltee mis ojos ante las palabras de mi madre, y me cubrí los oídos para no escucharla.
Deje de escuchar ruido y me quite las manos de los oídos.
—¿Ya acabo? —pregunte con una sonrisa.
—Eres una falta de respeto, jovencita.
Y como milagro del cielo, para evitar una tensión entre mi madre y yo. Eddie llegó por detrás mío y me abrazó fuerte.
—¿Cómo están dos de las tres mujeres que yo más quiero en este mundo?.
La sonrisa de Eddie contagió a mi madre, y está le abrazo con mucho cariño.
—Estamos bien, cariño. ¿Y tú padre?.
—No lo sé. Pago mi entrada y salí corriendo para encontrar las— dijo Eddie, restándole importancia a lo que acababa de decir.
—¡Eduardo! ¿Cómo pudiste hacerle eso a tu padre?— reprochó mi madre.
—¡Eduardo Sánchez!.
Los tres miramos a la dirección de dónde provino el grito masculino que llamaba a Eddie. Y a lo lejos, vimos al padre de Eddie, junto a su mujer y dos pequeños bebés de 3 años.
Mi cara era de sorpresa y la de Eddie mostraba lo mismo. Cuando notamos que se acercaban a nosotros, nos miramos con miedo.
—Corre.
Eddie me tomó de brazo y empezó a correr.
Lo último que escuchamos fue un grito de mi madre.
—¡Carla Martinez y Eduardo Sánchez!. ¡Dijeron que no me iban a abandonar!.
Corrimos lo suficiente hasta no ver la cara de nuestros padres, y nos detuvimos frente a la rueda de la fortuna.
—Qué buena carrera ¿No crees? —Eddie tenía una enorme sonrisa en su cara, mientras recuperaba su respiración. —¿Cari?.
—Dame un...—mi respiración era un lío, sentía mi estómago revuelto y que el oxígeno no terminaba de llegar a mis pulmones.
—¿Un momento? —pregunto Eddie con normalidad.
Mi corazón seguía a mil por hora. Me levanté y suspiré pesadamente.
—Ya estoy bien —dije cuando me calme.
—Pareces un Pug con asma, Cari —Habló Eddie entre risas.
—Soy. Eduardo Sánchez. Soy un Pug con asma —aclaré.
Empezamos a caminar, alejándonos de dónde estábamos.
—Y dime —habló después de un momento de silencio —¿Cuál es el siguiente paso?.
—¿Siguiente paso? —pregunté—¿De que hablas?.
—Eres una escritora famosa, tienes cientos de fans. Necesitas sacar otro libro, otro proyecto ¿O piensas dejar a tus seguidores con eso?.
—¿De que hablas tú? Tú odias los libros —hable con gracia.
—El que odie los libros, no implica que no trate de leer el tuyo.
—¿Lo leíste? —pregunté incrédula.
—La sinopsis fue un reto.... —dijo en un murmuro.
Reí a carcajadas ante su cara. Mostraba culpa y vergüenza, y luego me detuve cuando me miró de manera fulminante.
—¿Terminaste?.
—Si... —trate de oculta mi sonrisa burlona, pero era imposible.
—Para por favor.
—¡Eso hice!.
—Soy dislexico ¿Recuerdas?. Felicítame por terminar la sinopsis —me miro ofendido y esperando una "felicitación" de mi parte
Yo sé la dí (con ironía claramente). Y antes de seguir hablando, Eddie compro un algodón de azúcar para cada uno, y volvió a mi lado.
—¿En serio no habrá otro libro? —preguntó y luego le dió una enorme mordida a su algodón.
—Tengo una idea... Pero me da vergüenza decírtelo.
—¡Ay,Cari! —me dió un pequeño empujón y luego me miró —Soy tu mejor amigo de toda la vida. Me contaste de la primera vez que te salió bello en la toto ¿Te da vergüenza hablarme de un futuro libro?—me lanzó una mirada llena de gracia.
Mientras que yo moría de vergüenza por la "anécdota" que acababa de soltar mi amigo, sin pudor alguno.
—Juraste no volver a decir eso —lo reproché.
—Deja de ser ridícula y cuéntame.
Suspiré, le di una mordida a mi algodón y lo mire.
—Pienso hacer un libro de Romance.
El me miró confundido y luego una sonrisa a boca cerrada se formó en su rostro.
—¿Por eso hacías tanto drama?.¿Que tiene de malo o vergonzoso?.
—Es que, no quiero que sea una historia ordinaria —aclaré.
—¿Entonces? —mordió su algodón sin despegar su mirada de mi.
—Mi primer libro de hizo famoso por ser una experiencia verdadera. Describí cada sentimiento y situación vivida.
—¿Y? —preguntó él.
—Y, quiero eso mismo con mi historia de romance. Quiero vivir un romance de libro, escribirlo y darlo a conocer al mundo. —Una sonrisa se formó en mi cara, era emocionante pensar en un romance de libro.
—Eso no tiene sentido —habló Eddie sacándome de mis pensamientos —¿Quieres un romance de libro, para escribirlo en un libro?.
—Tú no entenderías.
—Si explicarás mejor, talvez si lo haría.
Suspiré y le entregué lo que quedaba de mi algodón de azúcar a Eddie. Empecé a caminar y ver mis pies en cada paso que daba.
—Quiero un romance de verdad. Quiero a alguien en el cual pueda confiar. Una persona que se... Que no me cambiaría por mi cuerpo. —voltee y ví a Eddie con un rostro neutro, luego bajo su mirada y no la levantó por un rato.
—Esta bien...—habló en un murmuro. —¿Eso quieres?.—Asentí con la cabeza —Entonces eso tendrás. Cómo tú mejor amigo haré todo lo posible para que tengas ese romance que tanto anhelas. —se acercó a mi, tomo mis manos, y me obligó a verlo a los ojos —Es una promesa.
Me sentía muy feliz de que Eddie me apoyara. Lo abrace con fuerza y el me lo devolvió. Nuestra diferencia de altura era demasiada, así que pude oír su corazón latiendo con ritmo.
—¡Carla Martinez!.
Esa voz nos dejó atónitos a los dos. Era evidente que estaba enojada. Ambos nos separamos y miramos a la dirección de dónde provino el grito.
—Hola mamá...
Mi madre lucía molesta... No, más que eso. Detrás de ella venían el padre de Eddie, y su familia.
—¿Cómo se atreven?. No solo me abandonaron como siempre, sino que me dejan en esta situación de tú padre —señaló a Eddie —Y su nueva familia.
—Lo lamento señora Martínez, yo-
—¡Nada! —interrumpió mi madre—hablare con tu madre sobre esto. Y a tí —me señaló a mí —Hablaremos en la casa.
Esas palabras eran suficientes para que Eddie y yo compartieramos miradas de culpa.
Mi madre y la madre de Eddie eran muy amigas desde la escuela. Esa era la razón por la que Eddie y yo somos mejores amigos desde siempre. Y si mi mamá hablaba con la de Eddie respecto a la situación que la hicimos pasar, ambos recibiríamos un horrible castigo que a las dos se les ocurrió.
—Hasta acá llegamos...
—Hijo —el padre de Eddie se acercó con confianza y lo abrazo—Me preocupé mucho.
—Yo no—respondió Eddie, alejándolo de él —De hecho, estaba muy feliz hasta que llegaste tú, con tu otra familia —dijo sin vergüenza alguna.
—Claro... —el señor Sánchez se notaba incómodo —Hablando de eso. Tus hermanos comieron mucho algodón de azúcar y a tú madre le duelen los pies, así que vamos a ir a casa, y me preguntaba si tú-
—No —interrumpió —En primer lugar, ella no es mi madre ni ellos mis hermanos. Y en segundo lugar, prefiero estar muerto antes que pasar una noche en tu casa.
—Entiendo —el señor Sánchez retrocedió unos pasos con una expresión triste —Hasta luego —se despidió de ambos y luego se marcho con su familia.
Un silencio invadió a nuestro alrededor, cosa que era sorprendente ya que estábamos en una feria. Eddie lucía enojado y triste al mismo tiempo, sus padres aún estaban en proceso de divorcio y él nunca hablaba de como le afectaba eso.
—Eddie, yo-
—¿Quieren ir a los carritos cachones? —preguntó con una sonrisa a mi y a mi madre.
—Chocones, querido —le corrigió mi mamá.
—Esos mismos.
—Claro —mi madre le dió una sonrisa y nos dirigimos a la atracción en silencio.
Eddie me tomó de la mano cuando íbamos de camino. Lo mire extrañada ya que nunca lo hacía. Él se inclinó un poco para estar cerca de mi oído lo cual me dió un escalofrío.
—Prometo ayudarte a buscar tu romance de libro, si tú prometes que estarás conmigo siempre.
Una sonrisa se formó en mi rostro, levanté la mirada para ver el rostro de Eddie y le asentí.
—Es una promesa.
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