Ballena
Carla:
El profesor Luis estaba hablando sobre los tipos de evolución en el ser humano. Su charla me parecía muy aburrida, ya que anteriormente, él nos habia pedido una investigación, la cual me dió suficiente conocimiento del tema como para escuchar su parloteo.
—Pssss. —Un sonido de escuchó a mi espalda, y luego una pequeña bolita de papel golpeó mi nuca.
Me di la vuelta y era Eddie. No me sorprendía ya que se sienta ahí siempre, sin embargo rara vez interrumpe las clases.
—¿Y como lo haremos? —susurró.
—¿Hacer qué? — volví mi mirada al frente, y le respondí en murmuró.
—Tu romance de libro. ¿Algún plan?.
—¿En serio estás preguntando eso, justo ahora? —dije entre dientes.
—Sabes que soy un estudiante honrado, no me gusta molestarte en clases. Pero este tema ya lo leímos y me aburre, y si me aburre a mí, te aburre a ti.
No lo veía, pero sabía que tenía su típica sonrisa en el rostro.
—Somos tu y yo... —de la nada empezó a cantar —Hasta el final, nada ni nadie nos podrá separar.
—¿Puedes hacer silencio? —me voltee para reprocharle, pero se me hizo imposible, ya que su pequeño canto me dió risa.
—¡Señorita Martinez! —llamó mi profesor. —¿Por qué hay tanto ruido?¿Algún problema?.
Me quería morir de la vergüenza. No soy el tipo de persona que llama la atención, y el hecho de que mi profesor se dirigiera a mi en ese momento, atrajo la mirada de mis compañeros.
—Dejela profe, las ballenas hacen ruido aún cuando no quieren —habló uno de mis compañeros en el fondo.
Todos empezaron a reír... Me sentí mal, así que me acomodé en mi asiento y le dije al profesor que todo estaba bien.
—Está bien, jovencita.
—¡No!.¡No está bien!— la voz de Eddie llamó la atención de todos, el estaba de pie frente a su pupitre, con una expresión de enojo en su cara —Se burla de su cuerpo ¿Y aún así no lo reprende?.
Eduardo, por favor cállate.
—¡No me parece justo que no lo saqué del salón!.
—¿¡Tú de que hablas!?. ¡Dálmata! —dijo el compañero de hace rato...
Mi corazón se volvió pequeño y un nudo se formó en mi garganta. Eddie era una buena persona, rara vez se metían con él y con su enfermedad. El hecho de que él se levantará y me defendiera cuando me dijeron gorda, hace que me sienta más patética por ni siquiera levantar la mirada con esa ofensa que le dieron...
—¡Se acabó joven!. ¡A dirección! —gritó el profesor al compañero problemático.
Una vez que salió, el salón quedó en silencio. Eddie se encontraba sentado con la cabeza baja, podía ver cómo se abrazaba así mismo y trataba de cubrir se.
—Muy bien... Retomemos —habló el profesor.
Yo dirigí mi vista a mi estómago. Era enorme... Tanto, que el pupitre lo dividía en dos. El nudo en mi garganta empezó a arder, y tuve esas ganas de llorar que llevaba tiempo sin sentir. No los veía, pero podía oir a varios de mis compañeros comentando sobre mi cuerpo.
Pobrecita, debería ir al gym.
Creo que un hipopótamo sería más delgado.
Que cruel de nuestro compañero, ofender a las ballenas al ser comparadas con ella.
Risas y miradas que me juzgaban.
—P-profesor, necesito ir al baño —dije como pude... Cómo mi voz me lo permitió.
Creo que era evidente mis ganas de llorar, ya que me dió el permiso y continúo con la clase.
Corrí al baño, me senté en uno de los cubículos, y lloré. Lloré porque sentía asco y pena por mi misma, lloré porque se que no tenía salvación, lloré... Porque sabía que nadie me amaría.
Unos pasos me alarmaron, y seque mis lágrimas como pude.
—¿Cari?.
No podía creer lo que estaba oyendo, abrí el cubículo y ahí estaba él.
—¿Cómo lograste entrar, Eddie?. Es el baño de mujeres —dije al ver su presencia en ese lugar. Lugar dónde no debería estar.
—Pase pedí al baño.
—¿Qué?.
—Pedí-un-pase-para-el baño —habló separando las palabras, y diciendo la oración como debía.
—Aún así, no deberías estar aquí.
—No me importa, mi mejor amiga está triste, y si tengo que consolarla en el baño de mujeres. Lo haré. —abrio sus brazos y me abrazó.
Yo lo recibí con mucho cariño y terminé de llorar en su pecho. Cuando me separé de él, note que traía puesto su suéter, y la pequeña bufanda de "emergencia" que siempre cargaba en su bolso.
Ví sus ojos, y note tristeza... Junto a maquillaje.
—¿Te estabas maquillando?.
Él abrió los ojos sorprendido, y se dió la vuelta.
—Ammm, si. Es que mi maquillaje de emergencia se veía vencido, y quise verificar que no lo estuviera y ajá. —en su voz se notaba el tartamudeo.
Me acerque un poco más a él, y note que no podía mirarse al espejo... Era incapaz de verse a sí mismo.
—¿Y por qué abriste el botiquín?.
Finalmente se digno a mirarse al espejo.
—Porque no quiero... No quiero ser un Delmata. —suspiro levemente, y luego se dió una reprendida— ¡Un Dálmata!.
Se notaba la tristeza y la importancia que tenía. Siempre que estaba triste, confundía algunas palabras o pronunciaba mal las cosas, por culpa de su dislexia.
Me acerque al él y lo abrace por la espalda. Se tensó un poco, pero luego abrazo mis brazos que apenas podían rodearlo.
—Si alguien debería sentir esa vergüenza, soy yo. Yo soy la ballena de la cual se burlaban, tu solo me defendías, así que gracias.
—Jamás dejaría que alguien ofendiera tú lindo cuerpo —habló en un susurro.
—¿Mi qué?.
—Es mejor volver a clases.
—¡Hola! ¿Cómo les fue?...—habló mi madre cuando nos abrió la puerta.
No le respondimos y entramos para dirigirnos a la sala.
—Veo que ambos llegaron con suéter. ¿Mal día?
—Preferimos no hablar de eso, señora Martínez. —le respondió Eddie.
—Entiendo...
Mi madre se sentó a nuestro lado en silencio, y nos observaba. Yo le devolví la mirada y noté cierta tristeza en sus ojos.
Sabía lo que pensaba. No era la responsable, pero su lado materno se culpaba de nuestros problemas, y aunque no fuera la madre de Eddie, también se sentía culpable por lo que a él le pasaba.
—Se que no es un buen momento —dijo después de unos minutos —Pero la madre de Valeria me llamó, y me preguntó si van a asistir a su fiesta de cumpleaños.
—¿Cuando es? —pregunté.
—Esta noche.
Lo había olvidado por completo.
—No estoy segura ma-
—Deberíamos ir —dijo Eddie, interrumpiendo me. —Creo que sería una buena distracción para los dos. Además, Valeria es muy linda y buena amiga.
—Está bien.
Mi madre sonrió y se fue a llamar a la madre de Valeria.
—¿Seguro que quieres ir?.
—Cari, después de lo de hoy, quiero distraerme y divertirme... Quiero hacer eso contigo. —me miró con sus ojos negros, hermosos y profundos. Casi podía oir súplicas de ellos.
—Entonces ayúdame a buscar algo para esta noche.
Sonrió y nos dirigimos a mi habitación, no sin antes oír a mi madre diciendo que dejáramos la puerta abierta.
—¿En serio vamos a ir? —aún no podía creer ese cambio de actitud por parte de Eddie.
—Ya lo hecho, hecho está.
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