Capitulo dos: Charla
—Kageyama— alguien me sacude—. Kageyama.
Abro los ojos lentamente y me estiro.
—¿Quieres ser un poco más disimulado?, no hagas que mi trabajo se vaya a la mierda.
—¿Eh?
Frunzo el ceño por el bullicio que oigo derrepente.
—¿Ya están haciando fiestas otra vez los chicos de al lado?—me levanto—. Me voy a quejar.
Pero quién me estaba llamando—que por cierto es Kenma—me tira del brazo y me vuelve a sentar.
—¿Es que quieres que te expulsen?
—¿De mi habitación?, no pueden.
—¡De clase!, estamos en clase, Kageyama.
Arqueo una ceja y miro a mi alrededor.
Es verdad, estoy en clase.
—¿Qué?, no entiendo nada.
—Por Dios, ¿Y tu entraste a medicina?, hazme el favor de dejar de armar jaleo, es la última vez que te cubro las espaldas así.
Sigo sin enterarme de nada...
Le pediré los apuntes a...iba a decir Kenma, pero dudo que me los de, así que se los pediré a alguien compañero.
Dejo que la hora pase lentamente.
Cuando no te enteras al principio de que están explicando, te pierdes, y a mi se me está haciendo imposible re-engancharme.
La próxima clase estaré atento, lo juro, pero mientras vamos ha hacer lo mismo que hacía en la superior cuando me perdía: dibujar pollas.
Pero ahora esquemáticamente, que me sirva para algo.
—Y dime, ¿Qué te gusta hacer cuando tienes tiempo libre?
Él me mira unos segundos, supongo que recordado o algo así.
Yo no tengo horario de tarde, por ello, cuando las clases de la mañana terminaron no supe que hacer.
Lógicamente le pedí los apuntes de la clase en la que me dormí a un compañero— porque si, como supuse, Kenma no me los dejo—. Pero dejando eso aparte, cuando los copié, metí el cuaderno en la mochila para dárselo a mi compañero de clase mañana y me puse hacer la tarea pendiente.
Después de casi toda la tarde estudiando y terminado tareas, decidí que era momento de relajarse.
Así que si, fui al lugar de siempre, pero me sorprendió ver que el chico tan raro del otro día había vuelto, solo que ésta vez no se había escondido.
Y con este resumen ya podemos volver al inicio de la conversación.
—Jugar voley me gustaba mucho.
—¿Ya no te gusta?— el me mira unos segundos, estáticamente.
—No es eso, es que ya no lo juego tanto. En la preparatoria jugué un poco y en la superior ya casi no tenía tiempo, así que cuando empezé la universidad lo dejé de lado.
—Ya veo, yo también juego voley, incluso me he presentado a las pruebas del equipo de voleibol de mi universidad, estoy esperando los resultados.
—Ah, pues suerte— él sonríe ligeramente.
—Gracias— le devuelvo la sonrisa.
—Denada, eh...¿Kageyama?— asiento ante el tono de duda.
—¿Tu también estás en la universidad?
—Bueno, estaba, he tenido que coger un año sabático por prolemas personales.
—Oh, ya veo.
El vuelve su mirada al suelo y comienza a arrancar hierva, a jugar con ella.
—Y sobre el voley, ¿No te gustaría volver a practicarlo?
El me mira con curiosidad.
—¿Qué propones?
—Puedo coger alguna pelota de voley del gimnasio y cuando venga podemos practicar.
—¿Enserio?— dice con ilusión, yo asiento—Sería increíble volver a jugar.
—Pués mañana lo traigo.
Nos quedamos en silencio unos minutos hasta que él lo rompe.
—Y dime, Kageyama— yo me giro hacía él—. Hace mucho que vengo por aquí y nunca nadie había venido, ¿Cómo es que lo encontraste?
—La verdad es que me perdí y salí aquí.
—¿Y ya está?
—Si, lo encontré por casualidad, ¿Y tú?
—Algo parecido, aún que yo llevo un par de meses aquí, tampoco tanto, ya vengo más por costumbre que por otra cosa.
—Ah, ya veo.
Y nos volvemos a quedar en silencio.
No se qué decir. En teoría somos dos desconocidos que solo se han topado en un mismo sitio en busca de cosas diferentes.
Pero por alguna razón la curiosidad de el otro día sobre saber más de él es más pudiente.
—Oye, Hinata, ¿Cuántos años tienes?— el arquea una ceja— es obvio que entre mayor de edad, pero solo es curiosidad.
—Veinte.
¡¿Veinte?!, ¿Es mayor que yo?, pero si parece un estudiante de la superior.
Aclaro que yo tengo diecinueve, en diciembre cumplo veinte.
Pero no me llega a decir que fue a la universidad y le podría hechar dieciséis o diecisiete años.
—¿Y tú?
—Diecinueve.
Él ríe irónicamente.
—Vale, muy gracioso, ¿Cuantos tienes?
—Diecinueve, ya te lo he dicho.
—No, ¿Verdad?
—¿Si?
El abre los ojos.
—Perdón, es que me parecías más viejo.
¿Cómo?
—¿Perdona?
—Te echaba unos veintidós o quizás veinticinco.
¿Veinticinco?, ¿Tanto me ha pasado factura estudiar medicina?
—Pues tengo diecinueve— Frunzo el ceño.
El aparta la mirada.
—¿Y que estudias en la uni?
—Medicina.
—¿Enserio?, wow, increíble, ¡Entonces debes ser muy listo!
Noto como mis mejillas arden ligeramente.
—¡Claro que no!, entré de milagro.
—Vamos, no todo el mundo puede estudiar medicina, ¡Creetelo un poco!
—Si tu lo dices— digo avergonzado.
Los únicos que me han dicho eso tan directo son mi madre y mi hermana.
—Hinata, ¿Tu eres de aquí o...?, de Miyagi, digo.
Él asiente.
—Si, me crié aquí desde que era un bebé, ¿Tu no eres de aquí?
—No, soy de Tokio.
—De Tokio, yo siempre quise ir a Tokio, pero nunca tuve una oportunidad.
—Ya...vine aquí por la uni y porque mi hermana vive a unos kilómetros de la cuidad, así puedo visitarla.
—¿Tienes una hermana?
—Si, es mayor que yo y también es una pesada— bufo— aún que ya no nos llevamos tanto.
—Yo también tenía una hermana, pero nos separaron cuándo tenía doce años.
—Oh, lo siento.
—Nada, nada.
Iba a hablar cuando una gota cae sobre mi cabeza.
Está empezando a llover.
—Uy, yo me tengo que ir ya, no me quiero mojar.
Me levanto rápidamente y corro hacia el bosque, Hinata me sigue.
Los árboles me cubren de la lluvia, así que aquí no corro peligro de resfriarme.
—¿Nos vemos mañana?— pregunta él.
—Nos vemos mañana— el se despide con la mano y corre hacia los naranjos, desapareciendo entre ellos.
HOLAAAAA
¿Qué tal?, espero que bien.
Espero que les haya gustado
¡Nos leemos!
Chaooo
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