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Capítulo 1: ¿quién es él?

—Si, mamá, no te preocupes— dejo de hablar y oigo la típica cursilería de que me hecha de menos y que me quiere— si, yo también te quiero— sonrío y la cuelgo.

Hace un mes que me mudé a Miyagi, dejando a mi madre atrás en Tokio para estudiar en una de las universidades más prestigiosas del país.

Aún que la extraño me siento orgulloso de mí mismo, después de todo es lo que siempre quise: estudiar medicina.

Es un carrera muy complicada, pero yo creo que lo lograré, en unos cuantos años, llenos de sufrimiento y estrés, ¡Pero hay que pensar la parte positivo!, que es que podré cumplir mi sueño.

Pero hasta que pase será mejor que busque la forma de que el estrés no me ahoge y termine por pillar un año sabático, y ya se que hacer para conseguirlo.

Con algo de emoción corro unos minutos hasta llegar al linde de un bosque cercano a la residencia.

Con cuidado de no tropezarme o romperme la ropa en el camino atravieso el bosque.

Os explico lo incómodo que es esta parte del camino:

El camino está lleno de ramas sobresalientes que tapan el camino y raíces que parecen quererte poner la zancadilla, tengo que ir con la linterna de móvil porque los grandes pinos tapan la escasa luz solar.

Ahora os preguntaréis:

¿Por qué narices estás llendo por un camino tan complicado si es que puede haber caminos despejados?

Porque por aquí de va a un lugar, a mi lugar.

Ya lo veréis cuando lleguemos.

En fin, después de muchas ramas esquivadas— y varios tropezones— salgo del bosque.

Todo esfuerzo tiene su fruto, y el mío es esto:

Un prado aparentemente infinito, con algunas flores y hierva ligeramente alta, las colinas facilitan que los atardeceres se vean extremadamente preciosos, por eso vengo aquí.

A los atardeceres los decoran colores cálidos, hay pequeñas nubes rosas que parecen puntitos o figuras diminutas.

La suave brisa, el aire natural y el bello paisaje, hace que todo el estrés acumulado se despeje.

Me giro, a mi derecha hay naranjos, quizás coja alguno de sus frutos si es que me da hambre.

Respiro profundamente y me tumbo en el césped, fijando mi mirada en el cielo.

Esto es mi medicina para sentirme mejor


Se ven apetitosas, la verdad.

Vale, puede que me haya entrado hambre, y las naranjas de aquel árbol se ven ricas, ¿Serán de alguien?, no quiero meterme en líos.

Descarto esa opción y me levanto para acercarme al naranjo. Miro a todos los lados para asegurarme de que nadie me ve y cojo una naranja.

Sonrío y me alejo, pero un ruido sordo me hace girarme.

Observo como unas cuantas naranjas de las que estaban en el árbol se ha caído de golpe.

Arqueo una ceja y observo detenidamente la oscuridad que se forma entre naranjo y naranjo.

¿Como se pueden haber caído todas de golpe?, es estadísticamente imposible, es como si le hubieran dado un golpe al árbol.

—¿Hay alguien ahí?— pregunto inseguro.

Nadie me contesta.

La que antes era una suave brisa se ha vuelto más fuerte, dándome un escalofrío.

Seguramente haya sido un animal salvaje, después de todo estoy al lado de un bosque.

Trago duro.

Quizás es mejor irme, está empezando a oscurecer.

Retomo el camino a la residencia sin quitar ojo a la zona de los naranjos, ¿Que animal andará por estas zonas?

Quiero pegarme un tiro.

¿Porque tantos deberes?, ¿No les basta con las dos hojas de apuntes por las dos caras de cada clase? ¡No me dan los cuadernos!

La universidad es una mierda, y eso que no llevo ni un año aquí.

Cierro el cuaderno de apuntes y apoyo mi cabeza sobre el escritorio, quizás hoy en la tarde vaya a mi lugar.

El sonido de la puerta abriéndose me distrae.

—Oh, Kageyama, no sabía que estabas aquí.

Giro mi mirada.

—Hola, Kenma.

Él me saluda con la mano y deja su mochila en el escritorio.

Ya apoyada, saca su consola y se tumba en su cama.

Le echo una última mirada y devuelvo la mirada al cuaderno.

Es mejor que termine de estudiar, si lo hago tendré más tiempo libre por la tarde.

Así que dejó que las horas pasen mientras yo me intento concentrar en estudiar todo lo que puedo.

Cuando doy por finalizada mi tarea me dejó caer en el respaldo de la silla.

Por fin tiempo libre, poco, pero algo es algo.

—Oye, Kenma— él aparta la mirada su Nintendo— Saldré un rato, ¿Vale?

—Vale, ten cuidado— yo asiento y cierro la puerta.

Bajo por las escaleras y saludo a un par de compañeros con los que me llevo.

Camino a paso ligero, quiero llegar para el atardecer.

Como el bosque está al lado del campus no es mucho lo que tengo que caminar, solo un par de metros.

Cruzo el camino al que yo llamo: "el camino rompe camisetas"

Porque cada vez que voy por ahí se me rajan todas las camisetas.

Creo que tengo que buscar otra ruta.

Suspiro con tranquilidad cuando veo que estoy apunto de salir del bosque.

Cuando salgo respiro hondamente.

Camino lentamente hasta el sitio donde siempre se suelo sentar.

Pero el ruido sordo del otro día me hace girarme hacía la zona de los naranjos.

Es parecido al de ayer.

Me quedo mirando a la nada un rato.

¿Será buena idea acercarme y ver que es lo que acusa esos ruidos?

Después de unos segundos duras decisiones, mi veredicto es que si iré.

Así que ignorando el refrán: La curiosidad mató al gato, y mi instinto que me dice que no vaya, avanzo.

A simple vista no se ve nada, pero algo me dice que si que hay algo.

Avanzo por los distintos árboles, que están plantados ordenadamente.

Doy un paso atrás cuando mi mirada localiza algo— o más bien a alguien.

Es un chico pelirrojo que está de puntillas, me parece que está intentado coger una naranja.

No le veo la cara, está de espaldas a mi, así que no le puedo calcular la edad.

Creo que está teniendo prolemas para coger una simple naranja.

¿Me acerco?

No se, ¿No sería un poco raro?

¿Por qué la vida me pone decisiones tan difíciles?

En fin, será mejor que le ayude.

Me acerco lentamente y cuando estoy cerca le tocó la espalda.

—¿Necesitas ayuda?— Él se gira rápidamente y pierde el equilibrio, cayendo de culo— ¿Estás bien?— le extiendo mi mano para que se levante— fue mi culpa por asustarte, perdón.

Él mira mi mano y después a mi.

Deja pasar unos segundos hasta que se levanta rápidamente y se va corriendo, sin despegar su mirada de mi.

Gracias a eso se choca con uno de los árboles y hace un ruido sordo, igual que el de el otro día.

Así que fue el chocando con el árbol, ahora tiene sentido.

Cuando dejo mis pensamientos atrás el chico ya no está.

Que bicho raro.


Han pasado unos días desde que me encontré con ese chico, no ha vuelto a aparecer y-

Ah, no, ahí está.

Me acabo de dar cuenta de que está como escondido entre los naranjos, mirándome.

¿La gente en Miyagi es así de rara?, ¿Acaso es costumbre espiar a la gente?, en Tokio eso no es bueno.

Frunzo el ceño.

—¡Oye!, que no muerdo, ¿Sabes?— le digo como invitación, pero no hace nada, se queda ahí, mirándome.

Me da un escalofrío, es como si me estuviera penetrado con la mirada.

Intento ignorar lo que sea que esté haciendo y me centro en relajarme, no necesito dar más vueltas a las cosas.

Unos segundos después una mano en mi espalda me hace dar un salto en mi sitio.

Él chico de antes se ha acercado, ¿Como es que no lo he oído?

Le observo sentarse a mi lado mientras juega con sus dedos.

Ahora que si le veo la cara puedo analizarlo.

Tiene unos ojos rasgados color café, pequeñas y casi detectables pecas, su rostro parece joven, ¿que tendrá?, ¿Dieciséis?

¿Que hace un chaval tan joven solo en un sitio como este?

—Y...¿Cómo te llamas?— algo tendré que preguntar para romper el silencio.

Él me mira y luego devuelve su mirada a sus manos.

—Yo me llamo Kageyama, Tobio Kageyama.

¿Que estoy haciando?, es obvio que parece no querer hablar conmigo.

—Hinata— masculla—  Shoyo Hinata.

—¿Y que haces aquí, Hinata?

Él me mira pero no me contesta.

—Vale...otra pregunta, ¿Cuantos años tienes?

El frunce el ceño y me mira.

—¿Siempre eres así de preguntón?

Ahora soy yo el que frunce el ceño.

En realidad no, soy más del tipo de persona que deja que le pregunten antes que preguntar el, pero este chico me da cierta curiosidad.

Su mirada se levanta hasta el atardecer, que ya está empezando a apagarse.

—¿A ti también te gustan?, los atardeceres, digo.

Asiento ante su pregunta.

—Pero no me gusta lo que viene después— yo arqueo una ceja.

—¿La noche?

El asiente.

—Me gusta la luz.

—Ah...

Que chico más raro.

Aún que no lo culpo, a mi tampoco me hace gracia la oscuridad.

—Hablando de oscuridad, yo me tendría que ir, no quiero que se me haga de noche durante el camino.

Me levanto y le ofrezco mi mano para ayudarle, pero la rechaza y se levanta él solo. 

Me acompaña hasta el principio del camino.

—¿No vienes?— le pregunto.

—No.

Asiento y entro al bosque.

—¿Mañana vendrás?— le pregunto.

Él asiente y se aleja, yo hago lo mismo.

Cuando llego a la residencia ya es de noche, hice bien en irme pronto.

Cojo la llave de mis pantalones y abro la puerta.

—Ya llegué.

—Hola.

Visualizo a Kenma en su escritorio, supongo que haciendo la tarea.

—Has tardado mucho, ¿Donde estabas?, Akaashi te llamó.

Miro mi móvil y veo que así es.

—Oh, lo siento, no me di cuenta, lo tenía en silencio.

—Pues para la próxima fíjate más— dice molesto.

Yo suspiro y me pongo el primer pijama que veo en el armario.

Cojo mi móvil y me tumbo en la cama.

Entro a Instagram, pero no hay nada nuevo.

Oikawa presumiendo que está de viaje, Miya que está entrenando...¿Es que nunca se aburren sus seguidores de que publiquen lo mismo?

Dejo el móvil a un lado y me acomodo, cierro mis ojos he intento dormir, pero no puedo, la imagen del chico y su raro comportamiento viene a mi mente.

La duda de antes vuelve a surgir:

¿Quién es el?

HOLAAAAAA

Primer cap de esta nueva Historia.

Ésta vez si está todo programado JAJAJA

En fin, espero que le haya gustado el capítulo.

¡Nos leemos!

Chaooo

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