Capítulo 2 "Mi vida vuelve a comenzar"
Después de seis horas de viaje por fin llegué a la ciudad donde nací. Un lugar que nunca antes había pisado después de trece años de vida, el pequeño pueblo a comparación de la gran ciudad que dejé atrás, es depresivo para muchos pero tranquilos para mí. Un pequeño pueblo significa poca gente y más tranquilidad.
Mientras iba en mi carro hacia la nueva casa podía observar la numerosa cantidad de árboles que reinaba el lugar.
—A papá le encantaría estar aquí -dije para mí en silencio.
Aun no comprendo que fue lo que orillo a mis padres irse de este lugar, es demasiado pacifico como para ser verdad. Es un simple y ordinario pueblo.
Llegué a las orillas del terreno de mi antigua casa, me detuve y miré por la ventana. Un pequeño y escondido camino orientaba hasta la cabaña, un sendero protegido por un par de simples rejas negras; así que solamente eso es lo que me aísla del exterior.
Quinientos metros de camino lleno de flores, helechos, arbustos perfectamente podados, y árboles sospechosamente cuidados; hace más de diez años que no se habita este lugar, ni los terrenos, ni la casa, prácticamente está abandonada, aunque no lo parece.
Al límite del sendero y justo en la entrada de la cabaña hay una pequeña glorieta de piedra llena de flores. Salí del coche y miré a la casa fijamente, estaba como nueva, como si fuera la primera vez que la viera, la pintura brillante, sin tierra ni polvo y una extraña calidez emanaba de ella; un viento sopló haciéndome suspirar y al llenar mis pulmones de ese aire, un escalofrió lleno de paz y temor me invadió.
Tomé la perilla la cual estaba cálida y la abrí adentrándome en el extraño pero familiar hogar de mi nueva vida. La miré fijamente mientras un sentimiento de melancolía se posaba en mi interior y solté un suspiro pesado.
¿Así que así será de hoy en adelante? Estar en total soledad.
"—No siempre"
Volteé a mí alrededor jurando que alguien hubiese hablado, negué internamente y tomé aire mientras subía las escaleras.
Al llegar a mi habitación vi que estaba totalmente limpia y arreglada, yo recuerdo que no mandé limpiar la cabaña porque quería hacerlo yo misma, tenía que mantener mi mente ocupada para no dejar entrar a la depresión. Pero lo que realmente me causo escalofríos fue que todas las cosas se encontraban allí, mis juguetes, el color, los muebles, la energía y la única diferencia del lugar era mi cama, la cual era más grande de lo que fue; era como si la cabaña se hubiera quedado atrapada en él tiempo.
Desempaqué tranquilamente mientras repasaba los últimos capítulos de la guía que mandaron por correo. Una de las más grandes metas de mi madre era que viniera a estudiar en el mismo instituto que ella estudió y ese sueño se lo voy a cumplir aunque ya no lo pueda ver con sus propios ojos. Mañana mismo tendré que ir a ese lugar y por primera vez en mi vida asistiré a una escuela llena de otros jóvenes como yo.
Salí al balcón para mirar el tranquilo y natural paisaje y el frío viento invernal me dio la bienvenida, afortunadamente me ayudó para despejar esas pesadillas que ahora ya no me atormentan solamente mientras duermo. Entré para darme una ducha y descansar porque mañana será un día muy agitado y lleno de emociones encontradas, mientras lo hacia volví a sentir ese extraño cosquilleo que nacía desde mis tobillos. Al terminar caí rendida entre las frías sabanas de mi realidad.
Los sonidos silenciosos del bosque me levantaron de la cama abruptamente, un susurro suave y melodioso me incitaba a buscarlo, una voz de un joven que aún no podía identificar, una voz que solamente estaba en mis sueños. Pero todo estaba en total oscuridad, como siempre.
Al día siguiente me levanté a las cinco de la mañana, me vestí con los trajes elegantes que mi madre había escogido para mí, bajé, desayuné y me sentí más sola que nunca; un nudo se creó en mi estómago y las lágrimas amenazaron con salir, pero no era momento de llorar, no ahora que deseo ser la dama fuerte que mi madre quería que fuera y el primer paso es dejar de ser aquella niña perdida.
Pasé por todos aquellos árboles tan cálidos rumbo al instituto, y justo al momento en el que llegué me arrepentí internamente de estar en este lugar; era gris, con rejas, fría, y mucha, mucha gente. Yo no era buena socializándo con las personas ajenas de mi vida diaria, y ese círculo social consistía solamente de mi madre, mi padre, Gael, Teo, Any y mi ex novio, sin contar a mis maestros y en donde podía relacionarme más era en las cenas que mis padres me obligaban a ir, personas con empresas y temas de conversación que no tocaban la vida privada de los demás. Apenas y pude hablar con el abogado de mis padres para ver cómo iba a quedar la herencia de ellos. Y en estos momentos me arrepiento que mi madre me educara en casa, ahora tendré que convivir con personas, personas jóvenes, jóvenes llenos de hormonas.
Al abrir las grandes y pesadas puertas, logré ser interceptada por miradas ajenas, totalmente extrañadas y listas para comerme como carne fresca. Caminé directamente a la recepción y pedí ver a la directora. Al cabo de unos minutos ingresé a su oficina.
—Así que tú eres la señorita Delacour ¿Verdad? —al acercarme me percaté de la taza de té que ella tenía en sus manos. Una taza que en un parpadeo parecía que emanaba humo negro y que en otro volvió a la normalidad, justo al tiempo en el que un pequeño dolor nació de mi sien.
—Así es —dije un poco desconcentrada pero firme—, mucho gusto, ya había hablado con usted antes de mi vuelo. —La directora era una señora como de 40 años, pelo negro perfectamente peinado, ojos extrañamente oscuros y una sonrisa un poco falsa.
—Así es Iridia, por cierto, ¿Cómo estás? —Mordí mi mejilla interior haciendo que las lágrimas se retuvieran, yo no quería hablar acerca de ello y menos con una persona ajena a mi vida. Me quedé callada por un momento, me miró fijamente e indico que me sentara y yo acepte.
—Bien —dije después de soltar un gran suspiro—, el viaje fue un poco pesado, no estoy acostumbrada a viajar largas distancias, pero hasta ahora todo está en orden... —la mirada de la directora estaba llena de curiosidad y una extraña gracia—. Bueno, quería saber si no había problema con mi inscripción
—Tranquila -sonrió al momento que tomaba un sorbo de su taza, de nuevo el flash de humo negro que al cabo de un segundo volvió a la normalidad—, por supuesto que no, tu madre ya había hablado conmigo desde que tú eras una niña, yo soy... —me miro apenada y aclaró su garganta—. Era muy amiga de tu madre, fuimos juntas al mismo internado después de estudiar en este instituto.
Sé que aún hay cosas de mi mamá que no conozco pero, ¿Un internado? Yo tenía entendido que después de terminar el colegio en este lugar, conoció a mi padre, y dejó los estudios.
—Está bien—dije aún más confundida—, sino hay más tramites que hacer me retiro...—comencé a levantarme—. Con su permiso señora Wilson
—Por favor dime Susan...—me imitó—. Y te recuerdo que tu uniforme te será entregado el día de mañana, por ahora se te permitirá ingresar a clases con ropa civil, pero a partir del momento en el que poseas tu uniforme, tendrás que llevarlo todo el tiempo hasta fin de ciclo
—Claro, no hay problema con ello, ahora sí me retiro.—dije al momento en el que me daba la vuelta.
—Iridia...—me detuvo la directora—. Lamento mucho lo de tus padres, yo...
—No lo mencione—respondí rápidamente casi en un susurro.
Ella sonrió con lastima, una sonrisa que me he ido acostumbrado, una sonrisa que ahora es la única que me brinda la gente.
—Mi más sentido
—En serio no lo diga
Me encamine hacia la puerta con paso firme mientras me rompía en pedazos en el interior, mis lágrimas casi salían de mis ojos y las detuve antes de que rodaran por mis mejillas.
Cerré la puerta detrás de mí, no estoy preparada para hablar de ello y menos ahora que los nervios de estar en un instituto por primera vez en mi vida me destrozan totalmente.
Se dice que cuando puedes hablar de algo doloroso sin llorar significa que ya lo has superado, pero yo tan solo al recordarlo las lágrimas salen sin mi permiso.
Salí de la dirección y vi a unos pocos alumnos en los pasillos que miraban indiscretamente hacia mí, suspire tratando de sacar todo este ácido dolor de mi pecho. Dos meses no son suficientes para olvidar.
Abrí nuevamente mis ojos y para mis adentros me repetí "Mi nueva vida ha comenzado"
Pero...
¿Estoy lista para ello?
* * *
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