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Capítulo 15 "Es como cruzar por gelatina fría... literalmente (Parte 2)"

     Ahora conozco el nombre de la persona a quien más odio.

     Iridia Delacour.

     No puedo creer que en menos de una semana compruebe que soy una completa inútil, me he desmayado, no he comido sanamente y me he perdido dos veces; sin contar las múltiples visiones y mi falta de responsabilidad en la escuela y en la empresa.

     Toda mi vida me había quejado de las estereotipadas rubias de películas y me he jactado diciendo que yo haría la que rompería los tabúes de la sociedad; pero solo veo que soy igual o peor.

     Después de tantos estudios, tanta preparación de mis padres, tanto conocimiento; no soy capaz de mantenerme a salvo por veinticuatro horas.

     Miró por el sendero que caminaba y vi que ya no había montañas, sino un gran montículo de tierra. Echo un vistazo hacia la colina que tenía frente a mí y logro ver una cabaña. ¡Civilización!

     Camino decidida a pedir ayuda a quien sea que este en ese lugar, percibo ver una silueta moverse detrás de la ventana, aunque no logro identificar al sujeto. Pero no me importa, con tal de ir a casa daría lo que fuera.

     Al llegar a los límites del bosque, al pasar por el ultimo árbol y estar a 50 metros a los pies de la colina; no pude dar un paso más.

     Encojo el pie de dolor, en mi tobillo sentía como si la piel me quemara y el ardor subía por toda mi pierna impidiéndome dar un paso más. Asustada de que un bicho me haya picado, retomo el camino de regreso, pero había una valla de arbustos. Me acerqué lentamente levantando mi tobillo y alcancé a ver las marcas. Solo que esta vez, eran azules, un azul eléctrico y vivo, un azul que brillaba y quemaba bajo mi piel. Curiosa me acerqué más, miré fijamente esas líneas que sentía como el calor emanaba de ellas.

     Un golpe me aturdió, no sabía realmente que era lo que había pasado, pero en un segundo estaba debajo de Leo.

     Lo miré fijamente con sus ojos cerrados, su agitado pecho se movía por encima del mío, su respiración me hacía cosquillas en el cuello, su muslo separaba mis piernas, sus brazos descansaban a ambos lados de mí y mis mejillas me quemaban, sentía que la temperatura aumentaba considerablemente, mis ojos no abandonaban sus labios y mi cuerpo se encontraba inmóvil.

     Después de un tiempo él abrió sus ojos, unos maravillosos ojos, nunca los había tenido tan cerca de mi rostro y ahora era capaz de verle fijamente, un hermoso tono azul con pequeñas finas líneas amarillas, sus pupilas oscuramente intensas recorrían mi rostro y sus labios ligeramente separados se acercaban peligrosamente a los míos y yo podría sentir cosquillas en ellos.

     Un recuerdo fugas se posó en mí, un recuerdo que teóricamente no viví pero si sentí, el beso de Stefano; un beso que era como una caricia, la suavidad de sus labios me recordó a los pétalos de las flores, ¿Cómo serán los de Leo? ¿Cómo se sentirá un beso de él?

     Me reñí internamente por tener ese tipo de pensamientos hacia un chico que me frustraba demasiado, pero que al mismo tiempo encuentro la calma entre sus brazos.

     —Iridia —su voz grave causo que abriera más mis ojos, podía anticipar sus labios en los míos—, tenemos... —Sí, estaba dispuesta a perderme en su boca—. Que irnos.

    —¿Po-por qué...? —las palabras salieron agitadas y me arrepentí al momento en que las dije.

     Leo volvió a ser el mismo que antes y su arrogante y estúpida sonrisa apareció—. Valla gatita, no sabía que querías maullar

     Contraje mis labios en una línea molesta, comencé a patalear y golpearlo para zafarme de su peso.

     —Quítate, quítate —repetía esa palabra cada vez más fuerte al momento en que lo golpeaba y él se reía—, ¡Que te quites! —Leo se bajó de mí y rodó por el pasto riendo a carcajadas.

     —No... no puedo más —decía el rubio al momento en que se agarraba del estómago—, de-debiste verte, pa-parecías un... —no podía ni hablar.

     —¡Tú no le tienes respeto a nada ni a nadie! —me levanté con esfuerzo del pasto.

     —Claro que si —Leo se puso de costado mientras su mano sostenía su cabeza, posado así parecía el modelo perfecto para un pintor—, yo con mucho gusto respeto tus fantasías, por más raras que parezcan.

     —¡Cállate por una buena vez! —vi que las cejas de Leo se contraían, volteó lentamente hacia la colina y su rostro perdió color—, acaso no vez que me encuentro dañada psicológica y emocionalmente y lo tomas como un maldito juego —el rubio se levantó rápidamente y caminaba hacia mí, pero yo no estaba dispuesta a callar fácilmente—, ¿pero sabes que es lo que aré?, iré corriendo a esa cabaña y pediré ayuda a gritos...

     —Ni se te ocurra —el rostro de Leo se contrajo con temor dejándome sin ganas de continuar gritando—, no sé cómo pudiste llegar al claro y mucho menos cómo es posible que hayas logrado cruzar —no entendía lo que decía, mucho menos el temor en su voz, temor y urgencia—, pero será lo más lejos que vallas de este lugar, por nada del mundo subas la colina ni mucho menos a esa cabaña ¿Me entiendes?

     —Tú no eres nadie para decirme que puedo o no hacer...

     —No empieces con tus altanerías, simplemente es hora de irnos —Leo me tomó de los hombros empujándome hacia la valla de arbustos.

     —Pe-pero... —no podía girarme completamente, no entendía el repentino cambio de humor del rubio—. Para que regresar al bosque, si allá esta la civilización.

     —Créeme, a esa civilización no querrás ir —volteé la cabeza mirando a lo lejos esa rustica y hermosa cabaña—, veamos, la primera vez que crucé necesite ayuda, pero no tengo el frasco...

     —¿De qué hablas?...

     —Shhh... —el dedo de Leo se puso en mis labios impidiéndome hablar—. Tú cruzaste sin ningún problema, pero en mi segunda vez agoté mi fuerza...

     —Leo...

     —¡Ya cállate! Como jodes

    Mis ojos se abrieron indignadamente.

     —¿Qué dijiste?

     —¡Que te calles! —¿Me estaba gritando? Cerré la boca automáticamente al momento en el que Leo me tomaba de los hombros y me susurraba en el oído—, si cruzamos juntos será fácil, espero —miraba al frente con temor—, agotaste parte de tu fuerza pero si lo lograremos, quizás esta vez sientas el puente... —¿Se refiere al puente rojo? Creo que no—. Gatita, es momento de ser obediente, has todo lo que te diga y no te retractes —él me comenzó a empujar—, camina rectamente en esta dirección y por nada del mundo te detengas.

     —Pe-pero...

    —Confía en mí, es como cruzar por gelatina fría.

    Las palabras de Leo solo hicieron que mi temor creciera, pero lo obedecí hasta el final. En un momento logré ver una luz azul y yo caminaba en dirección a ella, un aire me impedía seguir caminando con la misma velocidad, mis tobillos me quemaban.

     —No-no es fácil...

     —Vamos, solo ignora el miedo —el esfuerzo que hacia Leo era mucho más al que yo hacía.

    Miré directamente a la luz y sentí cómo en mi nuca el frío crecía, Leo tenía razón, era como cruzar por gelatina fría. Me impedía respirar profundamente y el frío me empujaba para seguir.

     La luz fue más brillante y un fuerte dolor en mi tobillo hizo que cerrara los ojos.

* * *

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