Capítulo 1 "Adiós"
"—Para por favor, ella no está aquí, nunca lo ha estado.
—No te creo cerda mentirosa, tú y toda tu agencia creen que podrán ocultarla todo este tiempo, creen que podrán detenerla, esto tiene que terminar.
Los gritos de mi madre no dejaron que terminara de escuchar, las lágrimas me cegaban, no puedo irme, no debo irme. No sé quién sea él que este allí, pero tengo que hacer algo. En mis manos se encuentra el cuchillo más afilado que tenemos, mis padres creen que me fui, pero regrese por ellos, si ellos se van de esta vida, todos no iremos juntos.
—Solo estamos nosotros dos, no hay ningún especial más.
—Lo dudo, siento a dos personas más en esta casa y uno ellos es ella.
¿Dos personas? Solo soy yo, Gael, Any y Teodoro no vinieron hoy, estamos completamente solos, un relámpago causo que apretara más el cuchillo, un sensación parecida a la inconciencia me invadía, no quería desmayarme ahora, no en estos momentos.
Decidida abrí la puerta y un destello blanco me cegó.
—Ya fue suficiente —podía jurar que esa era mi voz.
—Yo tenía razón, ella está en este lugar.
—Yo me encargo desde aquí.
Un horrendo grito invadió mis oídos, el grito de mis padres."
—¿Está de acuerdo señorita?
Me sobresalté, estaba de nuevo en la oficina de la empresa de mis padres.
—Discúlpeme ¿Podría repetir lo que dijo?
—Claro que si —el abogado me sonrió con lastima, últimamente es la sonrisa que todos me dan—, le comentaba que al ser la única heredera de sus padres tiene la responsabilidad de la empresa, sin embargo en cualquier momento puede ceder el poder a cualquiera que usted escoja.
—No, eso no pasara, me haré cargo de todos los movimientos, mi padre desde pequeña me enseñó el manejo de estos negocios, no soy la experta que era el señor Francis, pero sé lo básico, además tendré a Gael como mi mano derecha en este asunto.
—Si es lo que quiere.
—Sí, a no ser que los socios no estén de acuerdo, para ello sería correcto convocar una junta general y negociar el manejo de la empresa.
—No, todo está en orden, los socios dijeron estar de acuerdo a todo lo que usted decida.
—Perfecto, si no hay nada más que dictaminar, prefiero irme a mi casa, aún tengo mucho que empacar.
—Solo una pequeña cosa, sus padres dejaron un par de instrucciones, sólo que se las mostrare en su cumpleaños número 18.
—Espere... aún faltan dos años para eso —mi respiración se atoró en mi pecho—, ¿Por qué decidieron eso? ¿Por qué me lo dijo?
—Las razones de sus padres no las sé, pero tengo que hacer respetar tus últimas palabras y es mi deber mantenerla informada de los deseos de sus progenitores.
—¿Pero yo puedo ir al lugar no? No puedo quedarme como si nada después de esto —mis latidos eran cada vez más fuertes y mis palabras más rápidas.
—No puede, y deberá mantenerse paciente ante ello.
—¿Paciente? Me acaba de decir que mis padres me dejaron un deposito con un contenido desconocido y que tengo que esperar dos años para saber dónde está y abrirlo ¿Realmente cree que me mantendré paciente?
—Sí, tiene que estarlo, porque sus padres estipularon estrictamente que usted no conocerá la localizaron y el contenido de dicho deposito hasta que usted cumpla la mayoría de edad.
—¿Puedo ver eso?, ¿Puede comprobarme que fue así?
El abogado saco de su maletín una carta donde efectivamente era la letra de mi madre, en ella describía las instrucciones pero en ningún lado decía el lugar en donde se encontraba el deposito ni el por qué decidió eso, decepcionada y devastada me rendí, no podía hacer nada para cambiar todo, solo mantenía la esperanza de tener algo de ellos ahora que me hacen mucha falta.
—Ahora si ya no hay nada para distraerla de su mudanza.
—Gracias —y fui directo a la salida, aun me era difícil hablar con otras personas, eso lo hace más real, como si la vida aun continuará pero para mí ya no será así.
* * *
—Sálvanos, no podemos solos con esto.
Intentaba correr en la oscuridad hacia las voces que me suplicaban ayuda, las lágrimas en mis ojos se resbalaban sin control.
—Por aquí.
El fuego me deslumbró mostrándome una plaza en llamas, los gritos de las personas embargaban mis oídos, no sabía a donde mirar porque todo era destrucción; cuando giré mi sangre se congelo, ante mi había cerca de cuatro figuras horrendas, dos de ellas tenían cuatro brazos, los otros dos no tenían piernas. Retrocedí asustada.
—Yo tenía razón, ella está en este lugar. —La visión cambio, ahora me encontraba en el mismo lugar de mis mayores temores.
—Yo me encargo desde aquí.
De nuevo esas pesadillas.
Despierto sudada y temblando; me siento en mi cama tratando en vano de calmar a mi agitado corazón.
Ya hace tres años que no ocurrían... pero ahora, con la muerte de mis padres se han intensificado, han regresado como viejas y oscuras sombras de mi infierno. Tomo mi cabello con las manos mientras miro por la habitación intentando distinguir algo entre las penumbras y afortunadamente no veo nada. Me pongo de pie abrazando mi propio cuerpo convenciéndome que esas imágenes tan reales no son ciertas, pero esta vez hay algo diferente, no hay ninguna melodía para calmarme.
Inconscientemente llego a la habitación de mis padres guiada por los recuerdos y la desesperación. Al estar aquí, la realidad se cae sobre mí dejándome débil. Llego hasta su cama y me acurruco entre sus frías y blancas sabanas, atrapándome entre sus esencias, tratando de absorberlo todo antes de irme; porque desde mañana partiré a una nueva vida, dejando todo esto atrás.
En las sesiones psicológicas han intentado borrar esos traumas en vano, mediante la hipnosis tratan de hacerme olvidar; pero eso es imposible, no tan fácil se puede borrar la muerte de tus padres y menos si has estado presente durante todo el asesinato. Así que los psicólogos llegaron a la conclusión que será mejor alejarme de toda mi vida y comenzar de nuevo completamente sola.
Comencé a llorar como una pequeña perdida, pero realmente soy una niña perdida; los recuerdos me muestran la dolorosa melancolía y me enseñan la cruda realidad. Mis lágrimas se derraman por mis mejillas hasta que el sueño me invade, hasta que las sombras me envuelven nuevamente.
A la mañana siguiente me levanté agotada, con los ojos hinchados, rojos y con pesadez en mi alma; me fui al baño para darme una buena ducha antes de mi largo viaje hacia una nueva vida. Abrí la toma de agua y comencé a llenar la bañera, necesitaba relajarme después de tanto dolor. Tome unas esencias y las vertí a la bañera inundando el baño con un olor a bosque, tendría que irme acostumbrando porque desde hoy en adelante eso veré a cada lado a mi alrededor.
Me adentré entre las aguas cálidas de la bañera tratando de que mis tristezas y preocupaciones se limpien de mi alma al igual que la suciedad de mi cuerpo. Al pasar la esponja por mis piernas llegué a los límites de mis pies y noté unas marcas inusuales en él. Cerca del tobillo nacían tres líneas onduladas de un centímetro de largo, estas marcas eran dos tonos más oscuras que el color de mi piel; al mirarlas fijamente sentí como un cosquilleo frío nacían de ellas, un cosquilleo melancólicamente familiar.
Desvié mi mirada al reloj en la pared y ya era un poco tarde, ignoré todo y me apresuré a salir de inmediato. Tomé la ropa y comencé a vestirme, al terminar me observé en un espejo de cuerpo entero y me quedé estática frente a él. Mi imagen era el vivo reflejo del de mi madre y al tener puesta su chaqueta color azul mis ojos se comenzaron a llenar de lágrimas; negué internamente y terminé de sujetar mi rubio cabello en una coleta.
Bajé las amplias escaleras hacia el lobby con las maletas en mis manos, al llegar al final de los escalones la vista me desgarraba el alma, todos los muebles estaban cubiertos por sábanas blancas, al igual que los cuerpos de mis padres cuando llego la policía después de su muerte. El lugar ahora estaba totalmente solo, ni las risas de papá ni los gritos desesperantes de mamá. Un paño de lágrimas se posó en mis ojos al ver la injusticia que se había hecho, mis padres no tenían nada malo en su vida, sin familia, ni amigos, solamente yo y sus más fieles sirvientes.
—Señorita Delacour —volteó a mis espaldas y veo a Gael, el guardaespaldas de papá, como un hermano para él—, no debe de preocuparse más por esta casa, la joven Any y el buen Teodoro se encargaran de cuidarla por usted.
Sonrío agradecida por la buena gente que nos acompañan en estas pérdidas; la dulce Any de 25 años, era el ama de llaves y acompañante de mi madre y por otro lado el sabio Teo de 55 años era el mayordomo de la casa.
—Gracias Gael me despides de ellos y dígales que no se preocupen por sus salarios, que se les pagará como siempre y cualquier duda con el trabajo estaré yo para servirles en mi nueva residencia.
Me miró confundido.
—Señorita Delacour ¿Usted, va a manejar el dinero de sus padres? —Él aclaro su garganta—. Me refiero a que si usted va a administrar la empresa del señor Francis.
—A si es Gael...
—¿Usted que solo tiene 16 años?
—Trataré de ser la dama que mi madre quería que me convirtiera... –mi voz fue firme pero temblorosa–. No porque ella no este, no se van a cumplir los deseos que tenía puestos en mí, al terminar de estudiar comenzaré a trabajar en el negocio de papá, siempre y cuando cuente con tu ayuda. —Tenía que sonar segura, al fin y al cabo así será de hoy en adelante.
—¿Mi ayuda?
—Solo usted conoce la empresa al igual que papá, por eso necesito que me ayude en esto.
—Claro que si señorita, nunca la dejare sola, cuídese Iri, que tenga un buen viaje –Gael me sonrió dulcemente, aún era increíble como un hombre tan serio como él pueda regalar ese tipo de sonrisas tan cálidas, al mirarme, en sus ojos se posaron la preocupación–. Solo recuerde que sus padres querían que disfrutara su vida.
Él se dio media vuelta y se fue dejándome sola con mis recuerdos.
Comencé a caminar recta y sin erguirme, llegué a la puerta y mantuve el cerrojo en mis manos, lo apreté y cerré mis ojos haciendo que mis lágrimas rodaran por mis mejillas; levanté la mirada y abrí la puerta para salir. Estaba cerrándola pero quería ver por última vez ese lugar que me vio crecer durante 13 años y ahora lo dejaría atrás, lo borraría como un mal sueño. Respiré profundo sintiendo el ardor en mis pulmones y el nudo en mi garganta.
—Adiós
Fue lo último de mí que se escuchó en aquella casa, subí al auto y me fui directamente al aeropuerto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro