Capitulo 9
Cuando salgo de mi habitación cambiada y lista para ir al restaurante, Mark me entrega una taza de café y no dice una sola palabra. Extraño.
Conduzco hasta el callejón en el cual estaciono mi cherokee y entro por la puerta de empleados. Es una mañana tranquila, y tengo que asomarme varias veces por la puerta de la cocina para comprobar que de verdad mi ex no me siguió.
Incluso Jason está sentado frente al piano, sin levantar la vista. Raro. Tal vez sigo dormida... O me estaba acostumbrado al drama.
Incluso puedo ir a tomar mi descanso sin contratiempos. Ordeno un postre y lo disfruto, pero aún tengo la sensación de que algo está mal.
Aunque sé que el drama volverá tan pronto como pase la puerta de mi departamento y tenga de frente a Mark. Aún lo veo y siento mucho coraje, no lo odio, solo lo quiero lejos de mi vida.
Salgo del ascensor y me detengo un momento junto a la puerta para hacerme a la idea de que mi paz y mi tranquilidad están interrumpidas por...
—¡Buh!
Doy un saltito por la sorpresa y tengo que voltear para darme cuenta que Jason se acercó a mí y me gritó al oído.
—¿Qué haces? Por Dios, ¿Eres un niño?
—No. Pero te ves como una loca acosadora ahí en el rincón y no resistí la tentación.
—¿De qué? ¿De matarme de un infarto?
—Mujeres –rueda los ojos–. Hacen un jodido drama por todo.
—¿Qué quieres, Jason? –gruño fastidiada.
—En este momento, saber qué vas a preparar de cenar –sonríe elevando una comisura de su boca.
—¿Soy tu cocinera particular?
—No, pero eres mi novia falsa, y las novias falsas alimentan a sus novios falsos.
—¿Quién dijo eso? –digo, pero tengo que apretar mis labios para no reír.
—Yo.
Jason apoya un brazo en la pared, junto a mi cabeza y se inclina hacia mí. Está tan cerca que puedo ver el tono azul grisáceo de sus ojos y percibir el aroma de su perfume.
Lo miro con atención mientras sus labios tocan los míos dando un pequeño mordisco y su lengua busca la Nina. Cierro los ojos cuando siento un cosquilleo en la boca del estómago.
Correspondo su beso. No es suave, ni es un piquito torpe, es un beso que me deja sin aliento. Mis manos suben hasta su cabello para acariciarlo y alborotarlo, sosteniendo su cabeza.
Dios, estoy besando a Jason. Sus manos se apoyan en mi cadera y bajan hasta apretar mi trasero, un apretón tan fuerte que me hace gemir en medio del beso.
El sonido de la puerta abriéndose no nos detiene, solo la voz enojada de mi ex esposo.
—¡Julie! ¿Se puede saber qué mierdas haces?
Jason se aparta sin quitar sus manos de mi trasero. Ambos jadeamos agitados con los labios hinchados.
—Mierda, Markie. ¿Quieres ocuparte de tus asuntos?
—¿Mis asuntos? ¡Quita las jodidas manos de mi esposa!
—Exesposa –digo con un jadeo.
Empujo a Jason para que se aparte y recuperar algo de compostura para entrar a mi departamento. Paso junto a Mark para ir a la cocina por una copa de vino y no me sorprende ver que Jason entra detrás de mí.
—¿Hiciste la cena, Markie?
Él camina hacia la barra para observar los sartenes de la parrilla.
—Para Julie, no para ti, vago mantenido.
—¿Escuché mal? ¿Yo, un vago mantenido? Tengo empleo, Markie, y no soy el perro faldero de mi ex esposa.
—¡Basta! –les grito cuando veo que Walter se arremanga la camisa hasta los codos.
Mark no es el tipo de hombre que pierde los estribos, prefiere delegarle el trabajo a alguien más para no ensuciarse las manos. Y creo que Jason sabe qué botones presionar.
—Los dos, cierren la boca y siéntense. Si quieren gritarse, háganlo en el pasillo o donde sea que yo no escuche.
Parecen un par de niños. Se golpean el hombro cuando pasan uno junto al otro, se lanzan miradas amenazadoras y yo estoy en medio de ellos, viendo.
—¿Te gusta? La última vez que fuimos a ese restaurante mexicano dijiste que te había gustado el corte de carne.
—Si Mark, lo recuerdo. Sabe muy bien.
Mi ex esposo sonríe y apoya su mano en mi rodilla, por debajo de la mesa. Jason frunce el ceño mientras termina su copa. Apoya la mano en mi hombro y sube lentamente hasta mi cuello para empezar a masajearlo.
Ninguno me mira. Mantienen la vista fija el uno en el otro y es entonces que caigo en cuenta. Solo son idiotas cuando están juntos.
—Jason, ¿Puedo hablar contigo?
—Por supuesto nena.
Me levanto de la silla para salir del departamento hasta el pasillo. Lo más lejos de Mark que pueda. Jason viene detrás de mí y justo cuando me detengo, me da una nalgada.
—¡Hey!
—¿Qué?
—Ya entendí tu juego, y déjame decirte que no va a funcionar.
Él me mira con los ojos entrecerrados, pero su sonrisa se estira en una mueca de burla.
—¡Eres un idiota!
—¿Por qué?
—Porque eres un idiota, tú provocas a Mark para que haga todas estas cosas por mi –golpeo su pecho con mi dedo índice–. No me estás ayudando a deshacerme de él, estás siendo más idiota para que crea que Mark es mejor y vuelva con él.
—¿Soy idiota a propósito? –finge estar sorprendido.
—No finges demasiado, eres un gran idiota irresponsable que actúa como un niño todo el tiempo. Y para que lo sepas, no voy a volver con él.
—Ni siquiera entiendo por qué te ruega tanto, no eres nada fuera de lo común.
No tengo que pensarlo dos veces antes de golpear su cara con mi mano. Estoy tan enojada que lo único que puedo hacer es apretar las manos en puños para obligarme a mí misma a regresar a mi departamento.
Cierro la puerta de un golpe y voy furiosa hasta mi habitación, o eso intento, porque Mark se interpone en mi camino.
—¿Jules? ¿Cariño, qué ocurre?
—¡Tú ocurres! Debiste quedarte en tu maldito lado del país y no buscarme.
—¿Por qué te enojas conmigo? Fue Jason quién... –lo interrumpo.
—¡Los dos pueden irse a la mierda!
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